a.- Ez. 47, 1- 9.12: La fuente del templo. b.- Jn. 5, 1-3. 5

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a.- Ez. 47, 1- 9.12: La fuente del templo.
b.- Jn. 5, 1-3. 5-18: El enfermo de la piscina de Siloé.
La primera lectura posee un sabor profético pero al mismo tiempo escatológico de
la gloria de Yahvé en medio de la tierra, más concretamente en el templo, de donde
brota un caudal torrentoso de agua saludable. Es una clara alusión a una nueva
vida, y a los ríos que regaban el paraíso terrenal. Ezequiel usa la imagen del río de
Dios, antes había usado la del espíritu (cfr. Ez. 37, 14), aguas vivificantes, que
brotan del templo, como eje centrar de la toda la vida de Israel. Este torrente
caudaloso baja por el lado derecho del templo se une al Cedrón y va regando los
campos hasta llegar al Mar muerto que convertirá sus aguas en dulces para
favorecer la vida en ellas. Hasta donde llegue la corriente habrá vida (v. 9)
queriendo destacar el contraste muerte vida, estepa y fertilidad, etc. La visión
termina con el anuncio de una prosperidad nunca antes contemplada: “A orillas del
torrente, a una y otra margen, crecerán toda clase de árboles frutales cuyo follaje
no se marchitará y cuyos frutos no se agotarán: producirán todos los meses frutos
nuevos, porque esta agua viene del santuario. Sus frutos servirán de alimento, y
sus hojas de medicina.» (v. 12). En los tiempos escatológicos la presencia de Yahvé
será una bendición creadora y vivificante. El agua seguirá siendo signo de vida en el
NT, Jesucristo, fuente de agua viva que salta hasta la vida eterna, como le dirá a la
samaritana (cfr. Jn. 4,14; Ap. 22, 1-2) y en la liturgia bautismal.
Juan nos presenta el tercer de los signos de Jesús: la curación de un paralítico en la
piscina de Betesda. Jesús sube a Jerusalén con sus discípulos, en ambiente de
fiesta judía, posiblemente la Pascua. El signo Juan lo coloca cerca de la puerta de
las ovejas, en la piscina llamada Betzatá, muchas personas esperaban ser sanadas
por esas aguas. Ahí estaba un hombre, que hacía 38 años llevaba enfermo
esperando un milagro; posiblemente era tullido ya que no lograba llegar hasta la
fuente cuando se movía el agua, otros se le adelantaban. La iniciativa parte de
Jesús: “¿Quieres recobrar la salud?” (v. 6). Apela a su voluntad de querer ser
sanado: “Levántate, toma tu camilla, y anda” (v. 8). El signo se realiza con la
colaboración del enfermo, pero sobre todo por la fuerza y el poder de la palabra de
Jesús. El hombre una vez sano, toma su camilla y se va. Los judíos reclaman que
era sábado y el tomar la camilla constituía un trabajo en el día de descanso (cfr.
Mc. 2, 28). El hombre ahora sano, se siente libre de la ley, Jesús le ha ordenado
volver a casa. Mientras los judíos preguntan quién le ha dado esa orden, en el
templo Jesús se dirige al hombre beneficiado con el signo y le da una última
recomendación: “Mira, has recobrado la salud; no peques más, para que no te
suceda algo peor” (v. 14). La intención de Jesús apunta a la salvación de Dios, lo
único importante de no descuidar. El mismo beneficiado con el signo de Jesús
comunica a los judíos Quién lo ha sanado, la reacción no se deja esperar: hay que
perseguir a Jesús porque hace estas cosas en sábado y porque llama a Dios su
Padre, igualándose a ÉL como si fuera Dios. La obra de Jesús es la obra del Padre
(v. 17-18). También hoy Jesús nos pregunta si queremos ser sanados de todas
nuestras enfermedades del alma. Recorramos el camino del agua del bautismo, que
nos dio nueva vida, la filiación divina y la fraternidad eclesial. Revisemos nuestras
opciones bautismales en esta Cuaresma y en camino de la Pascua.
Santa Teresa habla de quienes han escogido ingresar al castillo interior, es decir
dentro de sí, por medio de la oración. Muchas necesitan que Jesús la levante. “Pues
no hablemos con estas almas tullidas que si no viene el mismo Señor a mandarlas
se levanten, como al que había treinta años que estaba en la piscina (Jn 5,5),
tienen harta mala ventura y gran peligro , sino con otras almas que, en fin, entran
en el castillo; porque, aunque están muy metidas en el mundo, tienen buenos
deseos y alguna vez, aunque de tarde en tarde, se encomiendan a Nuestro Señor y
consideran quién son, aunque no muy despacio; alguna vez en un mes rezan llenos
de mil negocios, el pensamiento casi de ordinario en esto, porque están tan asidos
a ellos que como a donde está su tesoro se va allá el corazón, pone por sí algunas
veces de desocuparse y es gran cosa el propio conocimiento y ver que no va bien
para atinar la puerta. En fin, entran en las primeras piezas de las bajas; mas entran
con ellos tantas sabandijas que ni le dejan ver la hermosura del castillo, ni sosegar.
Harto hacen en haber entrado.” (1 Moradas 1,8).
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
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