5 de septiembre de 2005 | 27 Más allá de acomodar un montón de latas en una sala blanca, el discurso es el factor clave en este arte, asegura la académica del CUAAD, Dolores Ortiz, quien opina que en Guadalajara la propuesta en este sentido es pobre, además de la escasa cultura por parte del público. Mauricio Ferrer [email protected] Entro a una sala de color verde agua. Es un espacio de cerca de 20 metros de largo por 15 de ancho, y quizás, otros ocho metros de altura. En medio, una banca. En una de las paredes, una proyección en blanco y negro de una película vieja. Es el Museo Rufino Tamayo, en la ciudad de México. Es la instalación de quién sabe quién. Uno de esos artistas europeos, creo que checoslovaco o de alguno de esos países porque tenía un nombre raro. Lo raro, era estar ahí, viendo esa proyección, que daba una sensación de vacío y melancolía. Y así, en muchos museos de México pueden verse este tipo de cosas. Instalaciones: visuales o con sonido, sin sonido, solo sonoras; arte objeto o uno que otro performancero que generalmente se encuera. Es el arte conceptual. ¿Quién diría que el plátano en la portada del disco de The Velvet Underground se convertiría en un ícono de la cultura pop y en una crítica hacia la sociedad de consumo? ¿Quién predeciría que los happenings (actuaciones teatrales callejeras) de los hippies en los 60´s saldrían de San Francisco hacia el mundo? ¿O décadas más tarde llegarían a Guadalajara con proyectos frustrados como el brazo enyesado de la Minerva o los hula hula de los Niños Héroes en avenida Chapultepec? El jefe del Departamento de Artes Visuales, del Centro Universitario de Arte, Arquitectura y Diseño (CUAAD), Humberto Ortiz, asegura que “el arte conceptual en Guadalajara se maneja poco. Primero que nada porque no es una corriente a la que obedezca el occidente del país”. Argumenta que según las investigaciones hechas por Enrique Navarro, académico del Departamento de Artes Visuales, la tendencia en la perla tapatía, más que orientarse al arte conceptual, se inclina hacia el figurativismo moderno. Este es el que Hasta las narices de Iván Puig FOTO: FRANCISCO QUIRARTE | GACETA UNIVERSITARIA QUIERO SER ARTISTA: II PARTE La conceptualización del arte conceptual prevalece en las exposiciones efectuadas en las diferentes salas de la ciudad. Lo tradicional, al igual que las jericallas, el birote salado y la torta ahogada, son los trazos en la pintura y el grabado, con gente como José Fors y Garval. La llegada del arte conceptual a México ocurre en la década de los 70´s. Un poco tarde, pues en los 60´s ya predominaba en otras partes del mundo, en especial, en los Estados Unidos. Así, 10 años después surgen en la ciudad de México grupos multidisciplinarios que presentan actividades como la instalación o el performance en sitios al aire libre, accesibles a todo tipo de público, en respuesta al hermetismo de los museos de entonces. En forma similar había nacido el Soho en Nueva York y Londres. Luego, como la imagen del “Che” Guevara, el arte conceptual es adoptado por el sistema para convertirse en un producto cultural. Charlatanes y artistas Al irse incorporando como una disciplina más durante los 80´s, el arte conceptual adquiere solidez y aparecen dos tipos de individuos: los charlatanes y los que realmente crean un discurso que “sacude” al espectador, como dice Humberto Ortiz. “Bajo el concepto del posmodernismo, ya no existe la necesidad de crear escultura o grabado. Se vale de todo. Hay gente en Jalisco que empieza a incursionar en ello pero es pobre en cuanto a propuesta y valentía”. Y es que, más allá de acomodar un montón de latas en una sala blanca, el discurso es el factor clave en este arte, como asegura la académica del CUAAD, Dolores Ortiz: aquí “no hay artistas conceptuales sólidos. Les falta un discurso verdadero. Les falta porque en general el artista tapatío está poco culturizado. Carece de una propuesta formal porque no tiene de dónde partir y eso deriva en una manifestación pobre y poco significativa”. A ello hay que sumarle la poca cultura en el público y en el objeto, llámese performance, instalación, arte objeto o lo que sea. Esta vertiente es además elitista, comenta el propietario de la Galería Ajolote, José Ramón Vázquez Bernal. Va destinada, asegura, a gente conocedora, que posee cierto nivel cultural. A ello hay que sumarle que no es redituable para el creador ni la galería, por una sencilla razón: no se vende. “El arte conceptual es una idea que se plasma técnicamente. Tiene un concepto que agarra al espectador y le da una serie de cachetadas para que despierte”. Para muestra un botón: la clásica caja de zapatos vacía, el balón con agua de Orozco o el bocho partido sobre un piso lleno de agua de Iván Puig, pieza que fue presentada hace algunos meses en la galería Haus der Kunst. Para Vázquez Bernal, en esta disciplina existen en Jalisco “más cosas malas que buenas”. “Hay mucha charlatanería, mucho charlatán que hace cualquier pendejada”. Para muestra, otro botón. El galerista recuerda una torre de grapas de igual tamaño, cuyo título era “Torres gemelas”. Por favor. Ojalá un terrorista del arte se atreva a destruirlas.■