Personalidad grafológica de la reina Isabel la Católica ANA MARÍA RODRÍGUEZ GARCÍA NOELIA TERROSO GIL Para la realización del análisis grafológico profundo de la escritura de la Reina Isabel la Católica se han manejado las tres líneas y firma contenidas en la carta fechada en Córdoba el 16 de julio de 1484, que concluye de su puño y letra, dirigida a fray Nuño de Arévalo (fig. 1). La Reina D.ª Isabel de Castilla cuenta, en el momento de realizar la escritura, 33 años. Es una edad de plena madurez de ideas, de afectividad y de paz en su reinado una vez superadas las luchas para acceder al trono, tras la muerte de su hermano Enrique IV y haber vencido a su sobrina Juana la Beltraneja. Se trata de una personalidad generosa y cordial, con rasgos de buena comunicadora, a pesar de su timidez natural que le hace, mantener mecanismos de defensa ante el ambiente que le rodea. Es una persona sociable y simpática, expresiva, con buenos modos y don de gentes. Existe en doña Isabel una tendencia a la sinceridad y franqueza, no exenta de diplomacia, reserva y discreción, con capacidad para guardar secretos y facilidad para adaptarse a los ambientes que pisa, sin renunciar a sus criterios, que emite desde la suavidad. Ahondando en su mundo interno, nos encontramos ante el predominio de una tendencia instintiva y material, una faceta que le hace sentir una importante sexualidad, mal canalizada a nivel imaginativo. Por ello, lucha, inconscientemente, con sus enseñanzas y prácticas religiosas, producién- dole fuertes escrúpulos de conciencia y discrepancias interiores. No obstante, cuenta con armonía, gracia y coquetería femenina. Como en lo afectivo es una persona vehemente, en ocasiones, puede alcanzar un sentimiento de celos un tanto irracional, con momentos de pérdida de control. Es una persona que cara al exterior da imagen de confianza en sí, aplomo y seguridad, rompiéndose momentáneamente, en el terreno afectivo, por sus excesivas emociones. En el equilibrio entre idealismo y materialismo del alma humana, pesa más el mundo material. Tiene los pies asentados en la tierra, con poca fantasía; una imaginación reglada y tasada que se sustenta en las realidades de la vida, apoyándose en planes y proyectos realizables que sabe poner en práctica. Transita de la ensoñación a la acción, basándose en lo real y seguro. Goza de delicadeza y una fuerte sensibilidad, que hacen de ella un ser imprescindible desde un punto de vista nervioso. Esto le produce agitación y algunas oscilaciones en el concepto de sí misma. Clarividencias 151 Figura 1. PERSONALIDAD GRAFOLÓGICA DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA 152 y obnubilaciones propias de alteraciones de honda emotividad. Sus arranques de mal genio se van a deber a sus emociones internas que la convierten en irritable e impaciente. Doña Isabel goza de una inteligencia rápida y aguda, con agilidad de ideas y facilidad para aprender y retener lo aprendido. Tiene una gran capacidad lógica y deductiva, de tal forma, que asociando lo que conoce llega a lo que ignora. Se afianza en lo aprendido para realizar sus construcciones mentales desde una visión global del pensamiento, y una capacidad de síntesis. Utiliza bien el tiempo y la energía precisa para cada acto. No obstante, lo anterior, su carácter emotivo, le hace exagerar en su apreciación y comprensión de un mundo circundante, produciéndole, en algunos momentos, confusión mental. En su vida pública es una persona reflexiva y controlada en la que predomina la razón sobre los sentimientos y obra decididamente con una gran seguridad en sí, con imparcialidad y justeza. Por el contrario, en su privacidad, puede presentar irreflexión y como, ya se ha mencionado, pérdida de control por su vehemencia e irritabilidad, que le llevan a salirse de su papel de Reina. Se beneficia de una fuerza de voluntad grande, con constancia y tenacidad, resistencia y equilibrio vital, que hacen de ella alguien activa, decidida y con dotes de mando. Es una persona realizadora, que llega a conclusiones a través de un método de trabajo. Existe un equilibrio entre la cantidad y la calidad en las tareas realizadas. Tiene tendencia a la polémica y a la discusión. Es amante de llevar la contraria. Su vitalidad física, en la fecha datada, es buena, si bien, se vislumbran los primeros indicios de una patología del aparato circu- latorio, debilidad nerviosa y una latencia de tipo histeroide. En general, la Reina, tiene una justa valoración de sus méritos y un deseo de hacerse notar, de ser conocida, de que su nombre sea sonado. Hay en ella un toque de orgullo y de amor propio susceptible, como señal de un profundo sentido de la dignidad y la distinción. Otorga prestancia a los gestos y a la personalidad de los demás y está dotada de memoria para los agravios. Se trata de una persona con rectitud de intenciones que no evita dar la cara. Se encuentra contenta con su situación y goza de una ambición noble para el alcance de sus objetivos. Para la correcta madurez de su personalidad, desarrolla un equilibrio entre realización y afirmación, es decir, entre los actos e ideas realizadoras y la tendencia afirmativa de su temperamento, donde podrían aparecer dudas esporádicas sobre su propio valer. Su natural optimismo es lo que le da iniciativa y fuerza en la ejecución, existiendo en ella un cansancio inicial en la tarea y ante la que realiza esfuerzos para superarla, de tal forma que los momentos de dificultad no le desmoralizan y transmite entereza ante la adversidad y tenacidad frente a las contrariedades. Centrándonos de forma particular en este texto y firma, podemos observar que hay una circunstancia nueva que no se da habitualmente y que es la sumisión, por la condición del destinatario de la misiva, un dignatario de la Iglesia al que se dirige pidiéndole un favor. En esta escritura y firma hay aceptación y subordinación al criterio de quien ella estima superior, por ser miembro de la Iglesia, de la que presume ser «excelente hija». Con la realización de esta firma, aumenta su desconfianza, y quizás, para evitar que alguien más pueda hacer un añadido o enmienda a lo por ella escrito, cierra el texto con la misma. Evolución de las firmas de doña Isabel desde 1468 a 1504 Para la ejecución de esta evolución se han cotejado las siguientes firmas: una como Infanta, fechada el 4 de mayo de 1468: dos como princesa, correspondientes al 18 de diciembre de 1468 y 5 de abril de 1472; y 20 como Reina de España, comprendidas entre 1474 y 1504, con la firma del Codicilo a su Testamento y del propio Testamento, llegándose a las siguientes conclusiones: Hay que mencionar la originalidad de esta mujer, ya que no era habitual entre los reyes de su época, no ya el conocimiento de la escritura, que también, sino el hecho diferencial de la rúbrica personal. Normalmente, el rey que sabía escribir, rubricaba con una grande o pequeña línea que sustentaba su firma de «Yo, el Rey», no así doña Isabel, que desde que es Infanta hace rúbrica personalizada, lo que indica un nivel de inteligencia y preparación intelectual diferente a lo ordinario entre los de su categoría. Cabe destacar que el acotamiento de las etapas elegidas, que van a desarrollarse a continuación, ha sido realizado desde un punto de vista exclusivamente grafológico, atendiendo a las variaciones más llamativas de sus firmas. Primera etapa: antes de reinar, de 1468 a 1474 La penosa niñez que vive la deja marcada para su adolescencia, lo que se manifiesta en un pequeño concepto de sí con muchas inseguridades personales. Esto le hace defenderse de las presiones del medio social que la rodea. Su juventud, unida a las desavenencias por la lucha dinástica, permiten que la parte ambiciosa de su personalidad aflore. La madurez de su parte instintiva no se desarrolla hasta su casamiento, hecho que ocurre en 1469. Figura 2. Figura 3. Figura 4. Existe un momento de tristeza muy acusado en la firma que ejecuta como Princesa en diciembre de 1468, tras la muerte de su hermano Alfonso (fig. 2). Segunda etapa: la Reina, desde 1475 a 1497 Es a partir del año 1479, final de esta segunda etapa, cuando ocurren las muertes de sus herederos, el comienzo de su deterioro físico y personal (figs. 3 y 4). Durante los primeros años de su reinado se observa cómo existe un rencor de tipo familiar, sin duda producido por las luchas para acceder al trono, rencor que desaparece para reaparecer tras la muerte de sus dos hijos y de su nieto, don Miguel. En su juventud, pues a pesar de reinar es joven, existe un mayor celo por ocultar sus planes y una mayor capacidad para guardar, de forma natural, secretos que no deben ser divulgados; pero también, sensu contrario, una cierta apertura en la comunicación y mucha diplomacia en su medio. Al principio de su reinado hay en ella más humildad, paciencia y sencillez, pero al 153 PERSONALIDAD GRAFOLÓGICA DE LA REINA ISABEL LA CATÓLICA Figura 5. 154 transcurrir el tiempo va aumentando el convencimiento de su propio mérito y la conciencia de su condición social. De la misma forma que se expresa en el párrafo anterior su evolución de la sencillez al orgullo, se manifiesta, asimismo, una variación en su autodominio y un incremento de su vehemencia, de su imparcialidad y su afectividad. Desde muy joven se pone de manifiesto en la parte instintiva de su personalidad una gracia y coquetería acusadas, pero a medida que el tiempo transcurre, esa zona más íntima queda dañada, evolucionando a dureza e irritabilidad, para finalizar con una represión y control sobre su mundo inconsciente y sexual. Al final de esta segunda etapa, hay una actitud más introversa hacia lo que le rodea, apareciendo sus numerosas patologías y anulando su auténtica personalidad a causa de la fatiga y el cansancio crónicos. Tercera etapa: La muerte, de 1498 a 1504 A partir de 1498, año de la muerte de su hija doña Isabel, sus patologías, ya crónicas, del aparato cardio-respiratorio y sistema endocrino, afloran y se produce un deterioro físico generalizado (fig. 5). El agotamiento extremo o surmenage anula su personalidad, desapareciendo rasgos tan característicos como la defensa y la contundencia ante el ambiente que la rodea; una peor valoración interna de sí; la seguridad y, por otro lado, la aparición de un incremento de la impulsividad y de la emotividad. Tan es así lo anterior, que en la firma de su Testamento no es capaz de mantener enhiesto el útil para concluir la rúbrica, que hace descansando. Sus días tocan a su fin, y en la firma de su Codicilo se produce la mejoría de la muerte, a pesar de los enormes temblores y falta de vitalidad que se aprecian en su escritura. Hay un desánimo total y una dejadez en la lucha, abandonando toda defensa de su persona. La realización del presente estudio no tiene otra intención que la de un mayor conocimiento de un personaje histórico de relevancia y que continuamente ha suscitado controversias entre afines y detractores, y esperamos haber cumplido el objetivo a satisfacción de todos. Bibliografía M. XANDRÓ: Grafología superior, 4.ª edición revisada, Ed. Herder, 1991. M. XANDRÓ: Grafología de la firma y rúbrica, Editorial EOS, 2003. I. SÁNCHEZ-BERNUY: Grafología. Prácticas de morfología, Ediciones Xandró, 1995. A. VELS: Diccionario de grafología y términos psicológicos afines, Editorial Herder, 1991. A. VELS: Grafología de la A a la Z, Editorial Herder, 2000.