ciencias >> miércoles, 8 de junio del 2011 | la voz de la escuela 7 Lo cotidiano se vuelve complicado en el espacio Hace unas semanas se cumplía el 50.º aniversario de los primeros vuelos espaciales de Yuri Gagarin y de Alan Shepard. Estos vuelos llegaron tras numerosas pruebas con animales como el mono Albert y la perra Laika, porque, entre otras cosas, los médicos no estaban seguros de cómo iba a reaccionar un ser humano en el espacio. Esa incertidumbre fue uno de los motivos por los que esos primeros vuelos no fueron demasiado largos: el de Gagarin duró una hora y 48 minutos, y el de Shepard, apenas un cuarto de hora. Pero, a medida que las correspondientes agencias espaciales fueron ganando confianza en sus habilidades y comprobando que los cosmonautas se manejaban bien en el espacio, la duración de las misiones se fue alargando. Así que, a la vez que la exploración espacial se hacía cada vez más glamurosa, problemas mundanos como darles de beber y comer a los astronautas, que evacuen precisamente eso que comen y beben y su higiene personal empezaron a tenerse en más consideración. cargarse de hidratarlo manteniéndolo durante unos segundos en la boca. Para evitar estos problemas de desprendimientos, otra opción considerada fue la de probar a alimentar a los astronautas a base de batidos, una idea que en los experimentos realizados con voluntarios —en algunos durante 72 días— en tierra no acabó de cuajar. Pero sí que se llegaron a usar comidas en forma de puré que los astronautas consumían de un tubo: algo así como comerse la pasta de dientes. La bebida también es un problema, ya que si se escapa de su contenedor queda flotando por la nave en forma de esferas que se pueden introducir en sitios inoportunos donde pueden crear un cortocircuito, por ejemplo. Había que beberla con pajita, porque tampoco sirve de nada inclinar un vaso cuando uno está en caída libre. También suponen un problema las bebidas gaseosas, ya que en esas circunstancias el gas que contienen no sube hacia la parte de arriba del estómago, con lo que no se puede evacuar en forma de eructo. Hablando de gases, los estudios para escoger qué dar de comer a los astronautas incluían también estudios de su coeficiente de flatulencia. Y es que, claro, todo lo que entra tiene que salir, ya sea en forma de sólido, de líquido o de gas, lo que supone otro problema alimentario. «SNACKS» CON MUCHAS CALORÍAS Cualquier gramo de más enviado al espacio cuesta un montón de dinero, además de que ocupa un lugar que en las naves no sobra. Por eso, una de las primeras preocupaciones a la hora de crear la comida que los astronautas se llevarían en aquellas misiones era la de que la densidad calórica fuera elevada, RETRETES con lo que se probaron cosas como Una primera opción fueron las dietas comprimirla para hacer que ocupara que produjeran pocos residuos, aunmenos, o sea, algo así como intentar que, con la mayor duración de las misiones espaciales, al final la fisiología que un sándwich ocupara el volumen se impone y hay que ir al baño. Claro de un terrón de azúcar. Pero no quedaba ahí la cosa, ya que que en las primeras naves espaciales los requerimientos de la NASA, por —y en algunas de las actuales, como las ejemplo, especificaban que no podían cápsulas Soyuz— no había ni hay baño. desprenderse migas, que no podía oler Esto obligaba a los primeros astroo que no podía romperse cuando lo nautas a utilizar unas bolsas para recomanipulara el pobre al que le tocaba ger la orina y las heces muy similares comérselo, que además tenía que en- a las que utilizamos para guardar los FOTOS: NASA Comer, beber o ir al baño no son precisamente tareas fáciles a bordo de una nave espacial Comida a bordo de la estación espacial internacional (arriba), la dificultad de mantener la higiene dental (izquierda) y una muestra de lo que ocurre con los líquidos en el espacio (abajo) bocadillos que nos llevamos al campo… Las bolsas tenían unos adhesivos en el borde para sujetarlas en su sitio (más o menos) y estaban curvadas para adaptarse a la forma del cuerpo humano, aunque raramente encajaban a la perfección, por lo que no era raro encontrarse con escapados flotando libremente por el interior de la nave. Además, por si todo esto no sonara lo suficientemente mal, las bolsas dedicadas a recoger las heces incorporaban una especie de bolsa interna en la que meter un dedo para ayudar con la separación, pues en caída libre las cosas no funcionan tal y como estamos acostumbrados aquí abajo. Y para rematarlo, luego, una vez cerradas las bolsas, había que amasarlas para que actuara un germicida que contenían y que tenía como objetivo evitar los olores. Con el tiempo las naves fueron haciéndose más espaciosas y hoy en día Muerte en el espacio Aquí huele a tigre Hay un tema del que se habla muy poco, pero en el que no ha quedado más remedio que pensar. Se trata de la posibilidad de que fallezca un astronauta en el espacio. Por ejemplo, cuando Ed White realizó el primer paseo espacial, su compañero James McDivitt tenía órdenes expresas de no salir a buscarlo en caso de que hubiera problemas, aunque habría que ver qué habría hecho en caso de encontrarse en esa tesitura. En el caso del primer alunizaje, que hoy todos sabemos que terminó con éxito, la Casa Blanca tenía preparado un protocolo de actuación y un discurso para el caso de que algo fallara y de que Aldrin y Armstrong se hubieran tenido que quedar allí. De todos modos, hasta ahora nunca se ha dado el caso de que haya habido que dejar a ningún tripulante atrás, ya que todos los accidentes que se han producido en estos 50 años de exploración espacial han provocado la muerte de sus tripulaciones al completo. Otro problema con el que se enfrentan los astronautas, directamente relacionado con el del comportamiento de los líquidos en caída libre, es que no hay manera de ducharse. Y eso que se intentó diseñar una ducha que funcionara utilizando corrientes de aire para dirigir el movimiento del agua, aunque el experimento no tuvo resultados muy satisfactorios, entre otras cosas porque el pobre al que se le ocurriera usarla tenía que ponerse una máscara de buceo para no ahogarse en el intento. En su lugar, la solución es asearse «por parroquias» usando toallitas y utilizar ropa interior especialmente diseñada para absorber olores, grasa y otras excreciones corporales. los transbordadores espaciales o la Estación Espacial Internacional tienen aseos parecidos a los que usamos a diario. Aunque solo relativamente, ya que usan una serie de tubos y corrientes de aire para ayudar con la tarea. Hasta existe un simulador que los astronautas usan en tierra para aprender a colocarse adecuadamente en ellos. Este equipo no evita que durante el despegue y el aterrizaje los tripulantes de los transbordadores espaciales tengan que ponerse pañales, porque en esos momentos uno no puede levantarse para ir al baño. Afortunadamente, también resulta que basta con que la comida tenga cierta consistencia para que pueda ser consumida con cuchara o tenedor en el espacio, con lo que al menos ahora comen cosas más o menos normales de aspecto, textura y sabor. > Javier Pedreira, «Wicho» > ACTIVIDADES 1. Comer, beber, asearse… y dormir. ¿Cómo crees que será dormir en caída libre? ¿Qué trucos usan los astronautas? 2. Comunicarse es otra necesidad básica del ser humano. ¿Sabes que hay astronautas que usan las redes sociales como Twitter para compartir su experiencia con los que los seguimos a distancia? Prueba a encontrar a alguno. 3. Tras varios meses en caída libre, y a pesar de los ejercicios para contrarrestarlos, los cuerpos astronautas sufren cambios inevitables. ¿Sabes cuál es la parte del cuerpo que peor lo lleva al volver? El astronauta de la NASA Douglas Wheelock lo contaba hace poco: búscalo.