DOCTORADO INTERINSTITUCIONAL EN DERECHO (DID) REPORTES DE LECTURA DE LOS ARTÍCULOS: 1.- LEGALIDAD Y OPORTUNIDAD Págs. 206-217 AUTOR: Alberto M. Binder 2.- ¿UN SISTEMA DE ENJUICIAMIENTO INFLUIDO POR LA POLÍTICA CRIMINAL? Pag. 431-448 AUTOR: Maximiliano Rusconi 3.- DEMOCRACIA Y JUSTICIA PENAL Pag. 903-912 AUTOR: Luis Paulino Mora Mora Alumno: HUMBERTO LOMELÍ PAYÁN NOTA: Todos los artículos anteriores fueron obtenidos de la Obra: “Estudios Sobre Justicia Penal” en Homenaje a: Julio B. Maier. Editorial Del Puerto, Buenos Aires, 2005 Febrero del 2011 LEGALIDAD Y OPORTUNIDAD Hemos aprendido a observar al principio de legalidad de forma inflexible y como consecuencia supeditamos a el todos los demás principios que imperan en nuestro Sistema Penal, aún aquellos que de una manera u otra son novedosos para nosotros, como así lo es el principio de oportunidad. Como consecuencia, resulta común observar al principio de oportunidad como una excepción al de legalidad. En treinta y un puntos plasmados en el artículo “Legalidad y Oportunidad” escrito por Alberto M. Binder se despejan con claridad y de forma sencilla dudas respecto a las diferencias irreconciliables que se supone se presentan entre ambos principios, y más aún, afirma que de seguir observando al principio de legalidad de forma “tradicional”, se está fomentando a un sistema penal ineficaz, impreciso, falto de claridad y en suma disfuncional, por lo tanto propone que dicha “regla general” debe ser abandonada. Como cimiento para sostener lo inmediatamente anterior afirmado, Alberto M. Binder observa al principio de legalidad estrechamente ligado al monopolio del ejercicio de la acción penal que hasta hace poco mantenía el Ministerio Público, además de significar la expresión de un modelo político-criminal estatista de tendencia totalitaria en el que el Estado, históricamente ha mostrado incapacidad para cumplir con la persecución penal exhaustiva a la que lo obliga el principio de legalidad, aunado a ello encuentra el hecho de que a través de dicho principio se encubre la selectividad del interés del Estado y se fomentan condiciones de desigualdad. Descubre que apegarse al principio de legalidad de forma rígida provoca efectos verdaderamente negativos, ya que impide el desarrollo de nuevas formas de administración e impartición de justicia acordes con lo que la sociedad requiere, al igual que impide el desarrollo de nuevas formas de colaboración, cooperación, de intervención del Estado y de la sociedad en la resolución de conflictos. Entendiendo que toda solución no violenta es, política y moralmente, superior a una violenta, nos obliga a asumir al principio de ultima ratio como rector que haga funcionar a la justicia penal, obligación que vincula al Estado a utilizar los medios violentos sólo como última instancia de intervención a consecuencia del daño causado. Además, indica que se debe asumir con responsabilidad el hecho de que la organización de la justicia penal cuenta con recursos limitados y como consecuencia su capacidad de respuesta o resultados son igualmente limitados, tal y como se asume y admite en otras áreas de políticas públicas. Al ser la sobrecarga de trabajo uno de los elementos centrales en una reforma de la justicia penal como la nuestra, Alberto M. Binder considera que debe existir un control de selección o vías alternativas que asuman y generen una visión de políticas públicas dinámicas, de objetivos, finalidades y resultados. En virtud de lo anterior, encuentra en la ultima ratio al primer fundamento del principio de oportunidad, con lo cual considera que dicho principio tiene un fundamento autónomo y general, en si, nos enfrenta tanto a problemas de fondo y de política criminal como a problemas organizacionales en la justicia penal. En tal virtud considera que el principio de oportunidad debe ser entendido como “regla general”, o sea; debe ser una “selección orientada por el principio de mínima intervención”. Como consecuencia resulta estéril y erróneo confrontar en forma de regla y excepción al principio de oportunidad con el de legalidad. ¿UN SISTEMA DE ENJUICIAMIENTO INFLUIDO POR LA POLÍTICA CRIMINAL? En este trabajo desarrollado por Maximiliano Rusconi, mismo que fue inspirado en dos trabajos de Julio Maier, trata de avizorar el futuro del proceso penal, coincidiendo en que este es el instrumento que la ley otorga al Derecho Penal para su realización práctica, convirtiéndose a la vez en organizador operativo de los derechos fundamentales y garantías constitucionales. Afirma que existe una relación que une y a la vez diferencia al Derecho Penal con el Derecho Procesal Penal y estas dos ramas del Derecho tienen una relación determinante con la Política Criminal, ya que entiende a ésta como el conjunto de principios, garantías y decisiones que influyen de manera directa en todo el sistema penal de un Estado y sus decisiones sirven de buenos conductores de los límites iushumanistas expuestos en los textos constitucionales y en los tratados de protección. La desconexión entre éstas afirma provocan desorientación y cita como ejemplo la lucha que se ha librado por instalar la oralidad como forma de resolver los conflictos de índole penal, frente a la necesidad de desarrollar medios alternos de solución de conflictos (Oportunidad, mediación, conciliación, etc;). Al respecto, afirma que donde se han instaurado tales medidas, menos del 10% de los asuntos llegan al juicio oral y consecuentemente se pregunta: ¿Se ha luchado para instalar la oralidad en el 10% de los casos? A través de esto, busca encontrar un mayor respeto a lo que él denomina garantías constitucionales y las que surgen del sistema internacional de protección de los Derechos Humanos. Se puede advertir que Maximiliano Rusconi a pesar de que señala coincidir con Luigi Ferrajoli en cuanto a lo que debemos entender por Derechos Fundamentales1, los confunde o utiliza como sinónimos de garantías constitucionales en diferentes apartados del propio artículo. A este respecto, resulta claro que Ferrajoli considera los Derechos fundamentales normas generales producidos directamente por las leyes, particularmente por la Constitución y, que éstos requieren leyes de actuación, de instituciones, etc; que regulen su ejercicio y sin lo cual, los Derechos Fundamentales serían letra muerta2. Maximiliano Rusconi reflexiona sobre una crisis en el sistema judicial en materia penal en la Argentina, y para ello aborda algunas consideraciones de forma muy general: La debilidad de la presencia del principio de presunción de inocencia; la mutilada garantía del derecho de defensa; la característica casi fantasmal del principio in dubio pro reo; la lucha por instaurar juicios orales y públicos y por otra parte la gran oferta de salidas intermedias de la más variada índole; etcétera. Considera como consecuencia que nuestro sistema penal ha sido, es y lamentablemente seguirá siendo selectivo, inequitativo y con una mala imagen de discrecionalidad, atado a paradigmas inquisitivos. Comentario en el pie de página 5 de la Página 433 del propio artículo en revisión. FERRAJOLI, Luigi, Garantismo y Derecho Penal—Un Diálogo con Ferrajoli. Editorial Ubijus, México 2010 Pags. 18-20 1 2 Sin embargo, acudiendo al principio de ultima ratio, afirma que un sistema de enjuiciamiento como organización de límites constitucionales, como instancia de deslegitimación de la pena estatal, implica reconocer en ese proceso un programa de mínima intervención. A la vez que esto implica reducción de la prisión preventiva, respeto a la in dubio pro reo en etapas intermedias y reducción en general de todos los niveles de violencia institucional que despliega a menudo todo sistema de enjuiciamiento. Afirma coincidiendo con Julio Maier, que los juristas todos (Legislador, funcionario judicial, Ministerio Público, Defensor Particular, etc;) no nos queda otro camino que conservar y realizar los Derechos Humanos en la persecución penal, auditando la norma procesal a la luz de su posible contradicción con alguna garantía y que la aceleración del proceso es un derecho del procesado, y no, en cambio, un mecanismo del Estado para alcanzar un fin propio. Además, conviene en que todos los métodos que presuponen acuerdos entre acusador y acusado significan en gran parte renuncia a principios fundamentales del sistema penal, a la vez que no constituyen remedio alguno para la ineficacia del procedimiento penal, sino tan solo paliativos que en la mayoría de las veces intentan ocultar precisamente esa ineficacia. Menciona que la manifestación de poder penal Estatal en Latinoamérica se ha transformado en los últimos años, esto derivado de los procesos de transformación judicial que se han llevado a cabo, ya que se han preocupado por la víctima del delito, por un mejor funcionamiento del Ministerio Público, instauración de la oralidad, etc; aunque hace hincapié en que se deben generar instrumentos de medición de estos procesos transformadores y su desarrollo. Afirma que estos procesos reformadores que se mencionan inmediatamente anterior, se han montado en la dialéctica “crisis de eficiencia Vs crisis de garantías” y que se han intentado una superación de los niveles de legitimidad social sobre la base de esta contradicción. Las razones son de variada índole: desigualdades sociales, quiebras institucionales, etcétera; ocasionando con ello aumento en los niveles de criminalidad e intensidad de la violencia, con lo que surgieron reclamos sociales de endurecimiento de la legislación y los sistemas de justicia penales. Así mismo señala que estos procesos reformadores implicaron el desarrollo de modelos acusatorios tendientes a recuperar la legitimidad institucional. De igual manera, estos procesos reformadores han generado el aumento en infraestructura, materiales y capital humano que han terminado por engrosar la ocupación social del sistema penal. Al abordar la necesidad de no desvirtuar el sentido deslegitimador y reductor de las garantías constitucionales, Maximiliano Rusconi asegura que cualquier argumentación que pretenda llegar a la limitación de determinada garantía constitucional debe ser rechazada de forma enérgicamente como ilegítima. Más aún, afirma que el sistema de garantías no debe comprometerse de ningún modo con la necesidad de eficiencia en la persecución criminal. Se muestra partidario de que toda decisión constitucional de incorporar al derecho interno el sistema internacional de protección de los Derechos Humanos enriquece de forma fundamental el sistema de enjuiciamiento. Por ello, indica que la tendencia de observar a los tratados internacionales como un conjunto de reglas mínimas debe ser abandonado y por el contrario, debe ser considerado como auténtica ley fundamental. Maximiliano Rusconi señala que la búsqueda de la verdad en el proceso penal pocas veces ha sido planteado de forma garantista, afirmando que debe abandonarse el ideal inquisitivo de la búsqueda de la verdad materia y debe sustituirse por modelos de construcción escénica consensuada, aunque esto no nos asegura que se haya avanzado en el camino de la humanización. Para concluir el artículo en revisión, Maximiliano Rusconi se pregunta: ¿Qué podemos esperar del sistema procesal penal del futuro? Proponiendo que los aportes de Julio Maier deben servir para dar respuesta a esta interrogante: realizar y conservar los Derechos Humanos en la persecución penal. Aunque agrega que ello implica la necesidad de un serio y profundo trabajo político—criminal destinado a un modelo general de ultima ratio como manifestación del sistema penal y maximización de Derechos Fundamentales. DEMOCRACIA Y JUSTICIA PENAL La potestad punitiva es la más dañina que tiene el Estado moderno, como consecuencia de la anterior afirmación Luis Paulino se pregunta el cómo debemos reaccionar como profesantes de la democracia ante tal potestad. Se asegura que la justicia penal se encuentra muy ligada a la seguridad física, personal, jurídica, etc; del ser humano y que en la materia que más incide ésta es en lo que hoy denominamos Derechos Humanos. Así mismo nos dice que la Constitución Política de un Estado además de servir de guía y base para su desarrollo, también constituye un eje central y fundamental en el respeto a la dignidad humana y es en ella donde precisamente debemos encontrar determinados principios base para limitar esa potestad punitiva que tiene el Estado. La concepción de que “lo que no se encuentra reglado representa para el individuo libertad, mientras que lo que no esté autorizado representa para el funcionario o servidor público abstención” resulta idónea para conceptualizar la dignidad humana en esa relación Estado individuo. Señala que la democracia en general entendida como un sistema de sufragio universal en el que las decisiones se legitiman con el respaldo que reciben de la mayoría, resulta un concepto erróneo cuando se aborda el tema de Estado democrático de Derecho, ya que en este caso la protección de la dignidad humana no está y no debe estar sujeta a decisiones de mayorías Como bien lo señala Luis Paulino Mora, esto es compartido por Luigi Ferrajoli en el desarrollo de su teoría sobre garantismo, donde asegura que la legitimación en cuanto a la resolución de un juez no puede ser democrática en sentido general, sino que debe ser democrática en el sentido garantista, ya que ésta no debe ser producto de decisión de mayorías, sino; de lo justo y legal, aunque cabe resaltar que Ferrajoli en sus muchos sentidos de entender el garantismo, lo observa como “Garantismo Penal”.3 FERRAJOLI, Luigi, Garantismo y Derecho Penal—Un Diálogo con Ferrajoli. Cit., pags. 32-35 3 Además de lo anterior, se observa coincidencia en cuanto a que el marco del sistema penal en todo Estado democrático debe estar estructurado bajo el principio de última ratio, limitando la potestad punitiva del Estado y con la regla fundamental del respeto a la libertad. A este respecto, el autor ofrece como ejemplo el hecho de que el Estado (En Costa Rica) pretenda regular (Obligar) el utilizar el cinturón de seguridad al conducir un vehículo automotor; cuestión que observa como intromisión del legislador en temas de alcance netamente privados y considera que el asunto en sí mismo no justifica el poder punitivo del Estado para sancionar su inobservancia, ya que dicha conducta no lesiona bienes jurídicos de relevancia para la convivencia social. En cambio, considera que el ingerir bebidas alcohólicas y/o fumar si ocasiona daños verdaderamente graves a la sociedad y en estricto sentido no se sanciona a quienes las consumen. A fuerza de ser repetitivo, debo agregar que aquí también el autor coincide con lo afirmado por Ferrajoli, ya que considera que en un sistema sustantivo penal con vocación garantista debe orientarse a reducir al máximo lo que el Poder Legislativo puede castigar, así como a minimizar el margen de arbitrio y discrecionalidad del Poder Judicial.4 Así mismo, sostiene que para que la fase adjetiva penal sea verdaderamente democrática, debe basarse en determinados “principios cardinales” (Presunción de Inocencia, de estricta legalidad, nullum crimen, nulla poena sine praevia lege; de no ser juzgado dos veces por el mismo delito, de defensa, etc;), haciendo especial referencia al principio pro liberate, que para el caso que nos ocupa significa optar siempre por la forma que mejor proteja la libertad de la persona. Consecuentemente, al abordar el tema de las penas en el sistema democrático, Luis Paulino Mora Mora sostiene que la privación de la libertad debe ser una medida excepcional y no la regla. Como consecuencia, propone la sanción con penas alternativas a la prisión y considera que esto es fundamental al momento de moldear una democracia y un orden en el campo penal. FERRAJOLI, Luigi, Garantismo y Derecho Penal—Un Diálogo con Ferrajoli. Cit. Pag. 23 4 Deja en claro que la imposición, modificación, suspensión o cualquier cuestión relacionada con la penas corresponde al Poder Judicial y, que solamente los aspectos meramente administrativos y de seguridad corresponden al Ejecutivo vía órganos penitenciarios, cuestión que muestra una clara separación de funciones y a la vez obliga a una labor estrecha de colaboración entre ambos poderes. Derivado de lo anterior, Luis Paulino Mora asegura que generalmente el Poder Judicial se desentiende de los presos una vez que han sido condenados y que se olvida que se debe velar porque los mismos principios democráticos a los que se alude con anterioridad, prevalezcan en la mayor medida posible ya que la dignidad humana no debe limitarse y menos perderse ni aún estando privado de la libertad. Concluye afirmando que un verdadero desarrollo del sentido democrático implica una intervención de creencias y valores sustanciales que apuntan hacia la protección y mejoramiento del ser humano.