la psicología del reflejo creador: epistemología y etica

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REVISTA CUBANA DE PSICOLOGÍA
Vol. 17. No. 2.2000
LA PSICOLOGÍA DEL REFLEJO
CREADOR: EPISTEMOLOGÍA Y ETICA
Dr. Diego J. González Sema, La Habana, Cuba
RESUMEN
En el artículo proponemos al lector una posición teórica en epistemología y ética como un resultado del
desarrollo de la psicología en Cuba. Sus fundamentos teóricos últimos se encuentran en Marx y en
Martí y por ello es una psicología dialéctica. Concebimos que el psiquismo humano es un reflejo
cerebral del mundo social que surge y se desarrolla en la actividad socio histórica del hombre, pero
este reflejo psíquico, ideal, tiene cada vez en mayor medida una función activa y creadora de sí mismo
y del medio social que lo determina. Por otro lado consideramos que la ciencia psicológica debe tener
metas morales y orientarse hacia la formación de un hombre espiritualmente superior en creatividad,
independencia, humanismo, amor a los pobres y patriotismo.
ABSTRACT
The article presents a theoretical position in epistemology and ethics as a result of the development of
psychology in Cuba The theoretical foundations are found in Marx and Marti and therefore it is a
dialectical psychology. We believe that human psyche is a reflex in the brain of the social world. It
emerges and develops through the social and historical activity of man. But this psychic reflex has an
active and creative function of both its own self and of the social environment that surrounds and
determines it. We also believe that psychological science must draw moral goals and aim at the large
scale formation of a man spiritually superior in creativity, independence, humanism, patriotism and love
for the poors.
En la historia de la psicología encontramos que,
por lo general, las diferentes escuelas psicológicas
expresan o están asociadas a determinadas
posiciones filosóficas. Así, el realismo representativo
de Descartes y Locke y el monismo neutral de Mach
se manifestaron en el introspeccionismo de Wundt y
Titchener; el pragmatismo en el funcionalismo de
James y Dewey; el neorrealismo en el conductismo
de Watson; el operacionismo en el neoconductismo
de Hull y Tolman; la fenomenología en la gestalt de
Wertheimer, Kóhler y Koffka; el irracionalismo y el
materialismo mecanicista en el psicoanálisis de
Freud; el existencialismo y la fenomenología en la
psicología humanista y el materialismo dialéctico e
histórico en la psicología soviética.
Para nosotros, la psicología debe inspirarse en la
integración del pensamiento marxista con el ideario
martiano. Entendemos que esta posición en
psicología expresa el carácter específico del
pensamiento marxista cubano y del propio desarrollo
de nuestra psicología. Es necesario fundir en
nuestra ciencia el marxismo y el pensamiento
cubano del siglo XIX representado por Várela, Luz y
Martí. Con esa finalidad hemos propuesto
desarrollar en psicología una posición teórica que
hemos denominado del reflejo creador. (González,
D.J., 1997). La categoría "reflejo" representa el
énfasis que ha puesto la filosofía y psicología
marxista en la determinación económica y socio
histórica de la psiquis. La categoría "creador"
expresa el acento que Martí puso en la función
activa de la subjetividad y de la moral.
Veamos a continuación cómo concebimos dicho
fundamento epistemológico y axiológico de la
psicología.
I. La unidad armónica de la concepción
científica y moral del mundo
Con este punto de vista nos manifestamos como
seguidores del criterio de Hart, A. (1995) quien se
declara partidario de la unidad dialéctica de ciencia y
conciencia, y de articular, de forma moderna, la
cultura política, ética y espiritual de nuestro país,
cuya expresión más alta se halla en José Martí, con
el pensamiento científico, social y filosófico más
avanzado de la humanidad, cuya cúspide está en
Marx, Engels y Lenin.
La
filosofía
aborda
dos
problemáticas
fundamentales: el conocimiento del mundo y su
valoración, lo cognoscitivo y lo valorativo.
(Rodríguez, Z. 1984). Existen múltiples maneras de
relacionar ambos aspectos, pero toda concepción
filosófica tiene que aportar una solución o respuesta
a las mismas.
En la filosofía del siglo XX se destacan dos
grandes corrientes: 1) el cientificismo (positivismo,
184
monismo neutral, neopositivismo, pragmatismo,
empirismo, realismo, neorrealismo y otras), que
abordan centralmente el problema del conocimiento
científico; (en psicología expresan esta posición el
funcionalismo, el conductismo y otros.) y 2) los
humanistas (el existencialismo, la fenomenología, el
esplritualismo, el personalismo y otras), que se
refieren principalmente al problema del hombre, de
la condición humana y su destino; (en psicología
expresan esta posición los humanistas: Maslow,
Rogers y otros).
Entendemos que la posición correcta no es
centrarse de modo absoluto en un problema o el
otro, ya sea el tema de la ciencia o el del hombre
(como hacen el cientificismo y el humanismo) sino
destacar por igual ambas problemáticas y sobre todo
concebirlas en su unidad armónica y dialéctica.
Entre ideología y ciencia hay diferencias
irreductibles pero a la vez debe existir una armonía
en su influencia y penetración recíprocas. Una
Ideología (moral, religiosa, política, artística, etc.)
que niegue a la ciencia, que no conduzca a la
ciencia, ni actúe a través de ella, no favorece el
desarrollo humano. Una ciencia que no responda a
la ideología, a la moral, es una ciencia anti humana
que no tiene en cuenta las necesidades y valores de
la humanidad.
Nuestra posición es la del humanismo científico. El
cientificismo elude la problemática valorativa y moral
de la humanidad, tal es también el caso del
conductismo,
en
psicología.
Los
filósofos
humanistas la abordan, pero no asumen el punto de
vista de la ciencia. Y esta posición filosófica se
proyecta en la psicología humanista. Ambas
concepciones son limitadas, unilaterales, tal y como
han sido planteadas originalmente por Watson y
Maslow.
Entre la concepción científica y la moral valorativa
del mundo existen diferencias esenciales e
irreductibles y en consecuencia contradicciones que
no deben ser antagónicas. Pero es necesario
apreciarlas en unidad dialéctica.
La concepción científica del mundo nos va a
ofrecer una imagen cognoscitiva del mundo basada
en los hechos de la ciencia y de la práctica
cognoscitiva y transformadora de la realidad. Su
tarea es decir al ser humano cómo actuar para
lograr las metas que persigue.
La concepción moral del mundo nos va a ofrecer
una imagen valorativa del mundo basada no
forzosamente en los hechos de la ciencia, ni en la
práctica transformadora, sino en la práctica moral valorativa de la humanidad que tiene como tarea
suprema orientar al ser humano hacia el
cumplimiento con los valores morales a la vez
que favorecer su equilibrio emocional.
Estas diferencias esenciales deben ser respetadas
y armonizadas. No pueden ser identificadas ambas
concepciones, ni reducidas la una a la otra. La
concepción moral del mundo no puede lastrar a la
científica: esto llevaría al dogmatismo, a limitar y
coartar a la ciencia. La concepción científica debe
tener plena libertad basada en los hechos. Pero a su
vez la concepción moral tiene su especificidad y no
puede ser suplantada o negada por el pensamiento
científico. Las imposibilidades que se aprecian en el
mundo real y objetivo no pueden hacernos renunciar
a nuestros puntos de vista y metas morales y estas
últimas no pueden traicionar el ideal de lograr el
conocimiento más objetivo y pleno que en cada
momento sea posible. Esto supone gran persistencia
y coraje en un plano filosófico.
Pero entre ambas concepciones debe existir
armonía y una penetración y determinación
recíprocas. La concepción moral del mundo debe
conducir a la científica y actuar a través de esta
última, por ello ha de llevar en sí misma la
orientación hacia la ciencia y la práctica
transformadora de la realidad objetiva. A su vez
la concepción científica del mundo ha de ir dirigida
a cumplir con las metas morales, ha de ser
impulsada por la concepción moral valorativa y
esclarecer aquellos aspectos de la realidad que
interesan a las aspiraciones morales. De esta
manera se establece una armonía en su interacción
y penetración recíprocas. Pero ambas concepciones
se identifican, se convierten la una en la otra. Esto
ocurre en la elaboración del proyecto filosófico de
transformación de la realidad. Aquí la concepción
científica aporta las hipótesis sobre cómo
transformar la realidad en la dirección de las metas
morales. Ella se convierte en meta moral y esta
última asume
la forma de un
proyecto
científicamente elaborado. Pero esta identificación
es transformada y determinada en última instancia
por la contradicción entre ambas concepciones que
en dicho proyecto filosófico participan.
En este contexto teórico concebimos la psicología
como una ciencia particular que a su vez debe tener
metas ideológicas y morales. No puede ser una
ciencia despojada de todo sentido moral ni tampoco
perder su rigor científico en virtud de criterios
humanistas, ideológicos o morales. La psicología
debe cumpiir su papel en el proyecto filosófico de
transformación de la realidad.
Para explicar e ilustrar todo lo dicho en este
epígrafe expondremos a continuación: primeramente
la concepción científica del mundo; después la
concepción moral del mundo y por último el proyecto
filosófico de transformación de la realidad en su
expresión en nuestra ciencia particular.
185
II. La concepción científica del mundo
El problema inicial de la concepción científica del
mundo es el de la metodología del conocimiento
objetivo, filosófico y científico. Según se resuelva
este problema inicial se decidirá cómo concebir la
interconexión y el movimiento universales, cómo
interpretar las relaciones entre la materia y la
conciencia y en consecuencia, el decurso histórico
de la humanidad. El énfasis en la importancia inicial
de la metodología del conocimiento tiene un sentido
anti dogmático, pues toda verdad objetiva en
filosofía y ciencia es una convicción a posteriori, o
sea, basada en hechos y sólo los hechos pueden
engendrarla y transformarla en última instancia.
A. La metodología del conocimiento objetivo,
filosófico y científico
La correcta solución de los problemas
epistemológicos tiene gran importancia para la
psicología. La metodología del conocimiento orienta
a los psicólogos investigadores.
Aquí partimos de nuestra finalidad humanista y
moral de transformar el mundo real y objetivo en
beneficio del género humano. Y esto sólo puede ser
logrado mediante la verdad más objetiva y plena que
en cada momento sea posible.
Entendemos por verdad objetiva aquella
afirmación cuyas predicciones derivadas se
confirman en el decurso de la actividad humana de
previsión y transformación del mundo.
Definimos la realidad objetiva y esencial como
aquello cuyo reflejo teórico, cuya imagen teórica en
la verdad objetiva, nos permite predecir y
transformar los fenómenos en que ella se manifiesta.
Así, la realidad objetiva y esencial puede no coincidir
con su expresión fenoménica, pero es la naturaleza
interna del fenómeno que consideremos, pues se
manifiesta en él, en sus cambios e interacciones, lo
cual es constatado en el decurso de la práctica.
De esta concepción de la verdad objetiva como
reflejo o imagen de la realidad objetiva se infiere
forzosamente que sólo puede ser lograda mediante
la unidad del pensamiento teórico (que descubre la
esencia partiendo de la interpretación de los hechos
fenoménicos)
y
la
práctica
científica y
transformadora (que va dirigida a o que permite
verificar si las hipótesis teóricas se cumplen en los
hechos fenoménicos).
Pero los hechos pueden ser parciales y unos ser
opuestos a otros. Para lograr la verdad más plena es
necesario tener en cuenta todos los hechos, en su
armonía y contradicción. Sólo el principio dialéctico de
la unidad de los contrarios permite descubrir la verdad
más plena de manera que sea fiel a todos los hechos.
En consecuencia, los puntos de partida de todo el
conocimiento objetivo, filosófico y científico, son:
Primero) La unidad dialéctica de teoría y práctica.
Segundo) El principio lógico de la unidad de los
contrarios, basado en los hechos de la práctica.
Algunos autores marxistas concibieron la práctica
sólo como la acción material externa. Sin embargo,
es necesario entender la práctica como la actividad
extema (material y comunicativa) e interna (ideal,
subjetiva) del ser humano dirigida a satisfacer sus
necesidades.
Para las ciencias naturales los hechos de la
práctica son sólo materiales. Para la filosofía y las
ciencias sociales los hechos de la práctica son tanto
materiales como subjetivos. Tanto los unos como los
otros son puntos de partida fenoménicos a partir de
los cuales el pensamiento teórico descubre su
realidad esencial. En consecuencia, los hechos o
datos de la psicología son tanto los de la
observación externa como los de la auto
observación o introspección.
En la historia de la psicología se han contrapuesto
dos principios metodológicos: el criterio agnóstico y
del neorrealismo que se manifiesta en el conductismo
de Watson el cual reduce el conocimiento al
fenómeno extemo de la conducta, a la cual no
interpreta y por lo tanto no descubre su esencia
psicológica interna; y el punto de vista de la
fenomenología de Husserl que se ha expresado en la
gestait y en la psicología humanista, el cual plantea
que la introspección o auto observación nos da por sí
misma la esencia real del psiquismo humano. Ambas
posiciones son igualmente inadecuadas, pues se
quedan en el fenómeno y no se orientan a descubrir
la esencia real que en él se manifiesta, con la
diferencia de que el conductismo se reduce a la
observación externa y la psicología humanista pone
su énfasis en la introspección. Sin embargo, sólo el
penetrar en la esencia de la realidad psíquica que se
manifiesta en las vivencias y en la conducta nos
permite predecirlas y transformarlas en la dirección
del humanismo científico.
Esta diferencia entre el positivismo y el
humanismo idealista se ha expresado igualmente en
la concepción de la metodología del conocimiento.
Los positivistas defienden los métodos de la
observación externa y los cuantitativos. Los
humanistas, la auto observación (el método clínico)
y los métodos cualitativos. La posición materialista
dialéctica consiste en integrar ambas posiciones lo
cual supone un rechazo y a la vez una asimilación
crítica y una superación de cada uno de ellos.
Nuestra posición no consiste en rechazar el
positivismo y adherirnos sin señalamientos críticos a
la investigación cualitativa. Lo correcto radica en
mantenernos equidistantes de ambas concepciones
e integrarlas dialécticamente en una nueva posición
más abarcadora y flexible.
186
El principio lógico de la unidad de los contrarios es
la esencia del método dialéctico. El garantiza que la
investigación de los hechos sea en una dirección y
en la opuesta, de manera que el conocimiento sea
pleno, multilateral,
libre de sectarismo
o
dogmatismo.
Concebimos este principio lógico como la unidad
de los siguientes aspectos:
a) La contraposición y penetración de los
contrarios.
b) La identidad de los contrarios, que conserva
su diferencia y oposición.
c) La lucha, interacción y transformación
recíproca de los contrarios.
La contraposición quiere decir que los contrarios
son diferentes e irreductibles el uno al otro, pero a la
vez se penetran y contienen reciprocamente, lo cual
ocurre tanto en la coexistencia como en la sucesión.
Esto podríamos ejemplificarlo destacando la
diferencia cualitativa entre la salud y la enfermedad
psíquica. No es posible ignorar esta diferencia
cualitativa como pretende el psicoanálisis. Existe
diferencia, en la coexistencia, entre un hombre sano
y otro mentalmente enfermo, en la sucesión entre el
hombre hoy enfermo y el sano que era o en el cual
se transformará. Pero ambos se contienen
recíprocamente: el sano refleja cognoscitiva y
afectivamente al enfermo y viceversa en la
coexistencia. El sano contiene determinantes
patógenosy el enfermo tendencias hacia la salud
mental en la sucesión.
La identidad quiere decir que en un momento (en
la transformación del uno en el otro) y en un lugar
(en la interacción de ambos contrarios) estos se
identifican, se convierten en una unidad. No
obstante, en esa unidad los contrarios siguen siendo
diferentes y luchan entre sí. Por ejemplo, en la
interacción entre el sano y el enfermo, ambos se
convierten en una misma cosa: la interacción; pero
dentro de ella sano y enfermo siguen siendo
diferentes y se oponen recíprocamente. En el
momento en que el sano se enferma, no se puede
decir que está sano ni que está enfermo, sino que
está transitando entre ambos estados, lo cual no
niega la diferencia y oposición de dos procesos
psicológicos esencialmente diferentes.
Tanto en la contraposición, como en la penetración
e identidad, los contrarios luchan entre sí, se
interaccionan y transforman recíprocamente. La
lucha entre lo normal y lo patológico se da entre el
sano y el enfermo, en el propio sano y en el
enfermo. Lo normal y lo patológico se interaccionan
y transforman recíprocamente.
La siguiente fórmula aspira a esquematizar y
resumir el principio de la unidad de los contrarios. La
dimensión horizontal indica la interacción de lo
coexistente. La dimensión vertical representa la
sucesión en el tiempo.
Ba
AB
Ab
-AB
Ba
BA
Ba
Cuando A y B están ambos en mayúscula indican
los momentos o lugares de identidad. Donde A es la
mayúscula y b es la minúscula o viceversa esto
indica la penetración recíproca de los contrarios. Y
en la diferencia entre Ab y Ba tenemos la
contraposición de los contrarios.
La dialéctica de la unidad de los contrarios se
opone tanto al e'nfoque unilateral como al eléctico. El
unilateral valora excesivamente un aspecto, una
dirección de la realidad e ignora las otras. El
ecléctico trata de tener en cuenta criterios
procedentes de diferentes teorías o concepciones
pero sencillamente une afirmaciones que se niegan
recíprocamente Para superar el electicismo es
necesario ir a un enfoque concreto que tenga en
cuenta las relaciones; el lugar y el momento en que
una afirmación es verdadera y la otra es falsa y
viceversa. La verdad es concreta.
La historia de la psicología está llena de
oposiciones unilaterales. El introspeccionismo sólo
tiene en cuenta la conciencia e ignora la conducta y
el inconsciente. El conductismo de Watson sólo
tiene en cuenta la conducta e ignora la conciencia.
El introspeccionismo descompone la conciencia en
sus elementos más simples. La gestalt niega ios
elementos y sólo enfatiza la forma o estructura. El
psicoanálisis sólo se interesa por el inconsciente y
todo lo explica basado en este concepto: La
psicología humanista destaca la auto realización y
niega la determinación externa que enfatiza
unilateralmente el conductismo.
La tarea de una posición dialéctica en psicología
es precisamente superar todas estas limitaciones
unilaterales de la teoría psicológica y ofrecer un
enfoque sintético, integrator o multilateral y no
ecléctico de los fenómenos psíquicos. Sin embargo,
el enfoque sintético, aunque tiene la gran virtud de
acercarnos a la verdad más plena y estudiar todas
las direcciones o aspectos del psiquismo, debido a
su gran abarque, no favorece el penetrar
profundamente en una determinada dimensión. Por
ello, en virtud del principio de la unidad de ios
contrarios debemos combinar dialécticamente el
enfoque sintético o multilateral con una diversidad
de enfoques analíticos o unilaterales de manera que
ambas direcciones de la investigación (la analítica y
187
la sintética) se contengan y determinen
recíprocamente. Así es posible establecer diversos
enfoques analíticos o unilaterales, pero todos deben
ser dialécticos. Es decir, aunque se centren en una
determinada categoría, ya sea la conducta o la auto
realización, o el inconsciente, o la determinación
socio histórica, o la neurofisiológica, etc., todos
partan de una concepción sintética o multilateral que
les impida las absolutizaciones unilaterales. En
nuestro medio se ha desarrollado la psicología
humanista marxista o dialéctica. Esta línea de
investigación «es positiva y válida en la medida en
que sea desarrollada dialécticamente y comprendida
dentro de una concepción materialista que tenga en
cuenta el carácter reflejo de la psiquis y su
determinación socio histórica en la actividad con
objetos materiales. Pero la psicología marxista
cubana no se limita al humanismo marxista. Caben
también otras direcciones analíticas como pueden
ser, por ejemplo, la teoría de la actividad (concebida
de modo que no niegue el rol activo y creador del
sujeto); el estudio del inconsciente (que no
disminuya el rol fundamental de la conciencia); la
psicología cognoscitiva (que no niegue sino que
tenta en cuenta el papel de la afectividad en el
desarrollo intelectual); el enfoque biológico de la
psiquis (sin que llegue a su reducción a lo biológico)
y tantas otras. Además, es indispensable una
concepción integradora general que sintetice y
resuma todas estas direcciones analíticas, que se
enriquezca y desarrolle a partir de ellas y que a la
vez les brinde un marco teórico general que las
oriente en su profundización analítica. Que la
síntesis no pierda de vista el análisis y viceversa.
Esta es la posición dialéctica en la teoría
psicológica.
Inicialmente hemos señalado la unidad de teoría y
práctica y la lógica dialéctica de la unidad de los
contrarios como los criterios metodológicos básicos
y los puntos de partida que garantizan el
conocimiento más objetivo y pleno y la superación
del dogmatismo. Pero la metodología del
conocimiento no puede ser limitada a ellos. La teoría
filosófica y científica que resulta de su aplicación se
convierte igualmente en un principio metodológico.
Así, la metodología, del conocimiento filosófico y
científico y por ende, psicológico, en su expresión
más completa debe verse como la unidad de la
teoría del conocimiento, la lógica y la teoría
dialéctica de la realidad (en nuestro caso, la teoría
científica y en especial, la psicológica).
B. La dialéctica, el materialismo y la determinación
de los fenómenos psíquicos
Es en la dialéctica (o sea, en la teoría filosófica
sobre la interconexión universal y el movimiento)
donde se encuentra el problema fundamental cuya
correcta solución permite abordar certeramente la
determinacióm de los fenómenos psíquicos.
La dialéctica idealista de Hegel sólo enfatiza la
contradicción interna como la fuente del movimiento
y desprecia el rol de la contradicción externa.
Por el contrario, la dialéctica materialista junto a la
contradicción interna destaca la teoría del reflejo
como propiedad de toda la materia, la cual señala
cómo lo externo se refleja en lo interno y lo
conforma. Por lo tanto, es imprescindible enfatizar
que para la dialéctica materialista la fuente del
movimiento y del desarrollo se encuentra en la
penetración y determinación recíprocas de las
contradicciones
interna y externa, ambas
importantes y decisivas. Y debe añadirse que se
transforman recíprocamente: la externa se convierte
en interna y viceversa, pues existen dos vías de
desarrollo. En una la contradicción externa se fefleja
en la interna, en la otra la contradicción externa se
convierte en interna.
El determinismo dialéctico materialista podría
enunciarse así: la contradicción externa es la
fundamental en última instancia porque,
actuando a través de la interna, se va reflejando
en cambios cuantitativos internos que en su
acumulación llegan a producir cambios
cualitativos los cuales transforman la naturaleza
interna de la cosa u objeto. Pero en todo
momento la contradicción interna es la
fundamental porque ella es la que determina
directamente la interacción con lo externo y el
auto movimiento, el auto desarrollo o la auto
involución. Como puede apreciarse, en esta
fórmula determinista se integran la ley de la unidad y
lucha de contrarios y la ley del tránsito de la cantidad
en calidad, pues se observa cómo la contradicción
externa es la fuente de los cambios cuantativos
internos.
La ley de la negación de la negación también
contiene la unidad de contradicciones interna y
externa. El pasado (que procede de lo interno) se
repite a un nivel superior, condicionado por la
contradicción externa, la cual le confiere un nivel de
actualidad diferente.
Pero la ley del tránsito de los cambios cuantitativos
en cualitativos y viceversa plantea dos momentos.
En uno de ellos la contradicción externa es la fuente
principal del movimiento pues engendra los cambios
cuantitativos internos. En el otro, los cambios
cualitativos acaecidos y la contradicción interna en
que ellos participan asumen la iniciativa y se
convierten en la fuente principal del movimiento.
Además, es necesario considerar los niveles de la
realidad. En todos los niveles operan de manera
importante tanto la contradicción externa como la
188
interna, pero su correlación no es la misma en el
nivel inorgánico que en el orgánico o biológico, pues
mientras en el primero la contradicción externa es la
que explica principalmente el desarrollo, en el
segundo la contradicción interna constituye el
determinante fundamental en la marcha de lo simple
a lo complejo; si en el psiquismo animal tienen
mayor influencia los factores externos y biológicos,
en el psiquismo humano el determinante
fundamental radica en lo interno, en la conciencia,
en la personalidad, en la superestructura social.
Por ello el determinismo dialéctico materialista,
que siempre consiste en la unidad de lo interno y lo
externo, puede ser predominantemente externo o
predominantemente interno.
El esclarecimiento de la relación entre la materia y
la conciencia tiene una importancia decisiva para la
psicología.
El materialismo metafísico o no plenamente
dialéctico se contrapone al idealismo. Por el
contrario, el materialismo plenamente dialéctico es
capaz de ofrecer una interpretación materialista del
carácter activo y creador de la conciencia.
En la interpretación teórica de los hechos de la
auto observación (que nos ofrece las propias
vivencias subjetivas) y de la observación externa
(que nos da el mundo físico, natural y social que nos
rodea) se descubre la diferencia esencial entre la
conciencia y la materia. La materia está compuesta
por aquellos objetos que interaccionan de acuerdo
con las propiedades que presentan. La materia se
caracteriza por una relativa correspondencia entre
su fenómeno y su esencia, por lo cual se la define
como la realidad objetiva. La conciencia está
compuesta por aquellos objetos dados en la
representación, el pensamiento, el sentimiento, el
proyecto, cuyas propiedades no se manifiestan en la
interacción, pues, por ejemplo, la silla imaginada no
sirve para sentarnos, ni el sol dado en su concepto
nos ofrece calor ni luz La conciencia se caracteriza
por la no correspondencia entre su fenómeno y
su esencia. O sea, la conciencia, en cuanto se
presenta como el objeto que contiene, es ideal y
subjetiva, no es una realidad objetiva. Sin embargo,
en cuanto constituye una imagen producida por el
cerebro, sí es una realidad objetiva y tiene un lugar
superior y muy importante en el mundo real.
Pero esta contraposición entre materia y
conciencia (entre la realidad objetiva y lo ideal, lo
subjetivo) supone una penetración recíproca. La
conciencia es un reflejo, una copia de la materia
efectuada
por
el
cerebro,
la
reproduce
subjetivamente, tiene un contenido objetivo. A su
vez, la materia, en la medida en que se convierte en
objeto y en valor para un sujeto, tiene una dimensión
subjetiva.
La identidad o mediación entre materia y
conciencia se produce en el conocimiento sensorial
y en la actividad externa. El mundo material es
percibido y valorado sensorialmente e interpretado
racional y afectivamente y en esta mediación, cuyos
componentes son inseparables (la materia y la
conciencia), ambos son diferentes y luchan entre sí.
El cuerpo material se da en mi imagen perceptual
inseparablemente
unido a mi
interpretación
subjetiva. Esta realidad es el fundamento cierto de la
teoría de la Gestalt y del concepto de campo
psicológico que ellos interpretan de manera
idealista, pues no se basan en la diferencia entre la
conciencia y la materia y pierden de vista el carácter
primario de esta última. La identidad o mediación
entre materia y conciencia también existe en la
actividad externa, en la conducta, en la interacción
del sujeto con el objeto material, pues ambos se
funden en una unidad aunque son diferentes y
luchan entre sí. El Conductismo ha partido de este
hecho cierto.
Así concebida, la materia es una realidad objetiva
que existió y existe fuera e independientemente de
la conciencia, pero en la medida en que se relaciona
con el hombre (como objeto de conocimiento, de
valoración y de interacción) es penetrada por la
conciencia, es dada y construida por ella e
inseparable de ella.
De acuerdo con los hechos acumulados por la
ciencia en el lento decurso de los siglos, la materia,
la naturaleza, la realidad objetiva, es lo primario y la
conciencia, lo ideal y subjetivo, es lo secundario, lo
derivado. Dentro de una concepción científica del
mundo y de acuerdo con los hechos que conocemos
hasta ahora, no se pueden afirmar el idealismo ni el
dualismo.
Pero esta relación entre lo primario (la materia) y lo
secundario (la conciencia) debe verse dialécticamente.
Pues en su relación con el hombre la materia es la
unidad dialéctica de lo primario y lo secundario. En su
génesis la materia es lo primario, el punto de partida de
la conciencia, pero una vez surgida esta última, en la
medida en que la materia es conocida, valorada y
transformada por el hombre y se desarrolla la cultura
material, base de nuestra vida, la materia es algo
secundario, pues en esa relación es un producto de la
actividad cognoscitiva, valorativa y transformadora de
la humanidad. A su vez, la conciencia humana es la
unidad de lo secundario y lo primario, pues
engendrada y determinada por el mundo material es
una realidad subjetiva que engendra al mundo material
que la determina en cuanto objeto para un sujeto, o
sea, como objeto percibido y valorado y en cuanto
producto de la actividad humana. O sea, lo primario
contiene a lo secundario, se transforma en lo
secundario y viceversa.
189
En consecuencia, rechazamos las interpretaciones
de un materialismo no plenamente dialéctico y de
una dialéctica no plenamente materialista que
reducen la conciencia simplemente a un reflejo
secundario que reacciona sobre la materia, pues en
esta concepción se pierde el carácter activo y
creador de la conciencia. Esta concepción de la
psiquis humana como reflejo reactivo es válida para
los animales y para los seres humanos, pero no se
corresponde con lo específico y superior del hombre.
Por ello decimos que la conciencia es un reflejo
creador, es el determinante fundamental de la vida
personal y *de la historia humanas, pues la
conciencia, reflejo de la materia, es la que crea el
mundo en cuanto imagen y valoración subjetivas y la
cultura material y espiritual que en última instancia
vuelve a determinarla como un reflejo. Lenin, VI
(1964. 204) expresó: "La conciencia del hombre no
sólo refleja el mundo objetivo sino que lo crea."
Concebir las psiquis como un reflejo creador
supone asimilar críticamente y a la vez superar la
psicología de la gestalt y la humanista que se
empeñan unilateralmente en la autodeterminación
del sujeto sin apreciar debidamente su
determinación biológica, conductual, inconsciente y
socio histórica. La psiquis humana es un reflejo
porque es una actividad del cerebro en respuesta a
los estímulos externos tal y como la concibieron
Séchenov y Pavlov, porque se forma en la actividad
externa (como enfatizaron los conductistas y la
psicología soviética) y en correlación con el
organismo del ser humano, porque está determinada
en definitiva por los estratos inconscientes de la
personalidad y de la cultura espiritual (como han
enfatizado los psicoanalistas) y porque es un reflejo
de su medio socio histórico (como ha evidenciado
Vigotski y la psicología soviética). Pero a su vez la
psiquis humana tiene sus leyes y naturaleza interna
y es la creadora de sí misma y de la cultura. He aquí
su importancia esencial para comprender el destino
humano.
En el hombre el reflejo psíquico es creador y su
creación se refleja. Reflejo y creación, reproducción
y construcción, son dos facetas inseparables de su
psiquismo. Es relativamente autónomo, determina
su vida, construye su personalidad y transforma su
medio económico y social, pero en todo momento y
sobre todo en última instancia constituye a la vez un
reflejo de dicho medio.
El psiquismo humano constituye un producto,
históricamente condicionado, de su ambiente natural
y social, pero además tiene potencialidades
intrínsecas, innatas, para descubrir y construir para
sí el reflejo de la esencia de la realidad y con ella
descubrirse a sí mismo y crear su futuro. Por ello se
construye a sí mismo y al medio social de acuerdo
con dichas potencialidades innatas, que son
resultados de la antropogénesis, pues, el cerebro
humano, biológicamente, es también un producto
socio histórico. Sin embargo, estas potencialidades
innatas sólo se convierten en realidades actuantes y
se transforman y desarrollan en virtud de que son
despertadas, estimuladas y conformadas por el
reflejo de la cultura y de la vida social.
III. La concepción moral del mundo
El pensamiento moral y valorativo es diferente del
científico. Aunque pretende, igualmente que el
científico, una concepción de la realidad, esta no se
basa en los hechos de la práctica transformadora, ni
aspira a predecir tales hechos, como ocurre en el
pensamiento científico, sino que se propone influir
sobre la subjetividad del ser humano mediante la
persuación y la sugestión derivadas de convicciones
morales y de una concepción moral del mundo, para
motivarlo a la conducta moral y favorecer su
equilibrio psíquico. Se fundamenta, por lo tanto, en
la práctica valorativa.
Este pensamiento valorativo actúa en la moral, en
el arte, en la literatura, en la religión, en la política,
en la psicología social y en la psiquis de cada
individuo humano. Cada ser humano lo elabora a su
manera pues necesita de él para su equilibrio
psíquico. Por lo tanto, la concepción moral del
mundo varía según sea el individuo y ios grupos
sociales que consideremos.
Sin embargo, a continuación nos referiremos a lo
que, dentro de la diversidad inevitable, estimamos
deben ser las constantes filosóficas en la
comprensión y elaboración de la concepción moral
del mundo.
Por lo pronto podemos señalar tres constantes
principales de la concepción moral del mundo que
son las siguientes:
A) El sistema de valores que debemos promover en
todos.
B) La concepción moral del mundo que fundamenta
esos valores y otorga equilibrio emocional.
C) La concepción moral del mundo debe conducir
armónicamente hacia la concepción científica y
la práctica transformadora y viceversa.
A. £1 sistema de valores
Debemos promover el altruismo y evitar el
egoísmo.
El altruismo consiste en poner en primer lugar los
intereses de la humanidad en su conjunto y por ello
muy especialmente los intereses de los países y
clases sociales más necesitados en dicha
humanidad, en segundo lugar los intereses de la
región geográfica y del país de nacimiento (el
patriotismo), en tercer lugar los intereses de nuestra
190
provincia o zona de residencia, en penúltimo lugar
los de nuestra familia y por último nuestros intereses
personales. El todo vale más que las partes, la parte
mayor vale más que la parte menor y por último está
el individuo.
La esencia de esta actitud moral es el humanismo
(entendido como amor a la humanidad) que se
expresa de forma particular en el amor a la patria, a
la familia, al prójimo, a todo ser humano y a la
naturaleza, que es el contexto necesario y vital de la
humanidad.
El egoísmo es todo lo contrario. Primero yo,
después mi familia, después mi país y por último la
humanidad y los pobres de este mundo.
Pero el altruismo no debe ni puede aplastar al
individuo, sino tratar de armonizar las metas más
altas (humanitarias y patrióticas) con los intereses y
caracteríticas individuales. Sólo en la medida en que
exista esta armonía el individuo será capaz de
sacrificarse por las metas más altas.
El bienestar material, el dinero y el prestigio social
no deben ni pueden ser las metas supremas, sino
medios de vida, vías, para lograr las metas
supremas en favor de la humanidad.
Puede ocurrir que luchar por la patria y su
independencia sea la mejor manera de luchar por la
humanidad. Muy a menudo se funden los intereses
de la patria con los de la humanidad. Pero también
pueden oponerse, y en ese caso debemos
jerarquizar los de la humanidad. Sin embargo, patria
es humanidad, (Martí, J., 1975,a) porque es aquel
lugar más cercano donde vivimos y podemos luchar
por la humanidad.
Esta actitud altruista en favor de la humanidad y la
patria tiene que expresarse en primer lugar en una
conducta esforzada y eficiente ante el trabajo y en
segundo lugar en el cuidado y educación de los hijos
y en la esfera política. Estos tres deberes: trabajo,
familia y política, deben ser los fundamentales en
toda persona y en todo grupo.
Junto al altruismo, otra dimensión también decisiva
en la orientación moral es la independencia, la
autodeterminación, la creatividad y la iniciativa. El
altruismo que promovemos no puede operar de
modo definitivo por presión externa, por la influencia
de premios y castigos, sino que debe nacer de la
propia persona, de su autodeterminación e
independencia.
En consecuencia, la psicología y demás ciencias
sociales debe esfozarse por promover estos valores.
mundo es aliviar al ser humano ante tales
contradicciones y animarlo a mantener una postura
moral y constructiva, luchando contra el egoísmo y
el abandono en los placeres que tales
contradicciones engrendran.
Basados en el Ideario Martiano destacamos dos
grandes remedios a esta naturaleza de la vida
humana.
Primero) El consagrar la vida al bien y con ello al
desinterés y al sacrificio que ello implica: a dar de sí,
a auto realizarse en la esfera moral y así lograr la
verdadera grandeza, la inmortalidad y la felicidad.
Segundo) El percibir estéticamente el mundo y
encontrar en la belleza una manera de transformar
la vida en un sentido positivo.
Veámoslos brevemente a continuación.
Consideramos que una constante filosófico - moral
debe ser la convicción de que el cumplimiento
desinteresado y esforzado con los valores
morales constituye la verdadera grandeza que
otorga la inmortalidad y la felicidad.
A veces se cumple con los valores morales para
lograr poder, prestigio y una mejor posición
económica. Este cumplimiento no puede ser
castigado pero tampoco premiado positivamente por
la moral. Un hombre será más grande y trascendete
en la esfera moral en la medida en que en su obra
social sea plenamente desinteresado y sacrificado.
Sólo en la mayor modestia existe la mayor
grandeza. Sólo en el sacrificio desinteresado está la
recompensa moral. No importa si la obra es grande
o pequeña, lo trascendente es que haya sido
desinteresada y hecha con esfuerzo. Una obra
social grande basada en la inteligencia superior y en
el afán egoísta de superioridad o beneficio no es
digna de reconocimiento moral. Sólo es grande la
modestia, el desinterés y el sacrificio en favor de los
demás.
El hacer el bien esforzada y desinteresadamente
es fuente de la mayor felicidad. La verdadera dicha
radica en una vida consagrada al bien, modesta y
esforzada. El sacrificio bien entendido es la fuente
del verdadero placer, de la verdadera felicidad. Sólo
cuando el ser humano alcance esta gran verdad
habrá descubierto el camino de su felicidad.
No muere quien ha hecho bien la obra de la vida,
pues la obra perdura, trasciende a la muerte. No
teme a la muerte quien ha cumplido bien la obra de
la vida.
La percepción estética del mundo constituye una
solución a las limitaciones de la vida humana y una
fuente inagotable de felicidad y a la vez una vía
B. La concepción moral del mundo
En el pensamiento moral valorativo un tema privilegiada para luchar por la moral. La vida
central es la vida humana, su carácter contradictorio humana puede ser percibida como una poesía y eso
(feliz - infeliz, seguro - inseguro) y su final necesario. cambia su signo negativo y la convierte en positiva.
Precisamente la tarea de la concepción moral del La hace bella. Desarrollar la sensibilidad estética y
191
vivir con el arte y la literatura es una vía privilegiada
para lograr la felicidad.
Esta concepción moral del mundo debe ser una
constante filosófica de la orientación psicológica, la
cual debe favorecer el centrar la vida en hacer el
bien, en la obra altruista autónoma y creadora como
sentido de la vida y como la vía más eficiente para
lograr el equilibrio emocional y la felicidad personal.
Estas convicciones morales son constantes que
pueden darse en diferentes contextos personales.
Cada ser humano debe aceptarlas y completarlas
según sea su caso personal, su educación, las
influencias ideológicas que sobre él han actuado,
sus circunstancias. Así, la concepción moral del
mundo de cada persona sería en parte una
construcción individual, o sea, sería completada por
el individuo o el grupo, pero eso sí, teniendo muy en
cuenta lo siguiente:
C. Unidad y armonía de la concepción moral
con la científica
La concepción moral del mundo debe conducir
armónicamente hacia la concepción científica y la
práctica transformadora y viceversa. Esta es otra
constante de nuestra posición filosófica.
La concepción filosófica y moral del mundo que
proponemos aceptaría diversas interpretaciones
siempre que el individuo se oriente hacia el
cumplimiento moral a partir de una concepción
científica del mundo y de la acción práctica
transformadora que ella recomiende.
El afán moral no puede subvertir, limitar, ni
tergiversar el afán científico. Al contrario, debe
respetarlo y promoverlo y conducir a la práctica
transformadora. La moral sólo tiene sentido si
conduce a la ciencia y a la transformación del
mundo en beneficio de la humanidad.
Este empeño en integrar y armonizar la
concepción científica, con la moral y la práctica es
común al pensamiento marxista y a la tradición
filosófica cubana del siglo pasado representada por
Várela, Luz y Martí. Esto permite el encuentro, el
reforzamiento recíproco y la fusión de ambas
posiciones
IV. £1 proyecto filosófico y la tarea central
de la Psicología
¿A dónde conducen el sistema de valores que
hemos asumido y la comprensión científica del
mundo?
Desde el punto de vista de la psicología en especial,
y desde cualquier ángulo que se considere, la
concepción científica y moral del mundo que hemos
expuesto conduce a la formación de una conciencia
social y de un hombre espiritualmente superior en
cuanto a la preparación científica, creatividad,
altruismo, e independencia personal.
La sociedad actual, donde se incrementan como
nunca antes la tecnología y la productividad en los
países más desarrollados económicamente, es el
reino de la desigualdad. Mientras unos pocos países
y sectores pudientes de la sociedad despilfarran las
riquezas, otros muchos millones mueren de hambre
o se encuentran en una pobreza extrema. Son aún
profundas las diferencias entre el trabajo manual y el
intelectual. Amenazan y destruyen a la humanidad
las guerras y el fascismo. En esas condiciones
históricas
la
personalidad
masivamente
predominante es reproductiva, egoísta y adaptativa.
Sólo una minoría de dirigentes económicos,
científicos y políticos, situados en los niveles
superiores de la sociedad son creativos e
independientes, pero por lo general centrados en
ambiciones egoístas; pues el ser humano es un
reflejo de la sociedad. Pero también es un ser activo
y creador. Por ello el empeño en la formación
masiva de una personalidad y de una psicología
social espiritualmente superiores constituye un
empeño dirigido al progreso de la humanidad.
De todo lo dicho se desprende que esta debe ser
la tarea central de la psicología y de otras ciencias
sociales: la formación masiva de una conciencia
social y de un ser humano espiritualmente
superiores en altruismo, independencia, creatividad
y desarrollo científico e intelectual. La psicología
debe asimilar esta meta sin perder de vista un
enfoque científico, determinista e histórico concreto.
No se trata de manipular al hombre desde fuera
sin tener en cuenta su autodeterminación como
pretende el conductismo. Esto es moralmente
inaceptable y un error científico ai no apreciar
debidamente el carácter creador del psiquismo
humano. Ni tampoco se trata de promover su auto
realización haciendo abstracción de sus condiciones
y de su determinación externa económica y derivada
de la superestructura dominante, como pretende la
psicología humanista, pues aquí se pierde de vista
su carácter reflejo y su determinación social.
Se trata de actuar sobre el ser humano teniendo
en cuenta sus determinantes socio históricos, pero
también sus factores internos, subjetivos, de modo
tal que asuma un rol autónomo, activo y creador, en
la construcción de la sociedad, y como dijo Martí
(1975 b, 86) "surja al sol todo el oro de su
naturaleza".
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REFERENCIAS
GONZALEZ, D.J. (1997): "La Psicología del Reflejo Creador" en
Revista Cubana de Psicologfa, 14(2): p. 167 a 177.
MARTI, J. (1975a): "La Revista Literaria Dominicence" en Obras
Completas Tomo V. Editorial de Ciencias Sociales. La
Habana, (p.468).
HART, A. (1995): "Ciencia y conciencia: una síntesis necesaria"
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Año 1/Nm. 2 marzo abril.
. (1975b): "Cartas de Martí" en Obras Completas,
Tomo 11 Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, (p. 79).
LENIN, V.l. (1964): Obras Completas. Tomo XXXVIII
(Cuadernos Filosóficos) Editora Política. La Habana.
RODRIGUEZ, Z. (1984): El Problema de la Naturaleza
Específica del Conocimiento Filosófico. Editorial Pueblo y
Educación. La Habana
193
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