“Más felices son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica” Lc 11, 27-28 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant LECTIO DIVINA Mirar al mundo con los ojos de Dios y amar lo que vemos con el corazón de Dios, alejarnos paulatinamente de nuestros propios esquemas y abrirnos a lo que Dios nos quiere decir. Jesús estaba hablando y una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: "¡Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!" Lo primero que se me viene a la mente cuando esta mujer que eleva la voz en medio de la multitud diciendo "¡Feliz el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron!", es que es una satisfacción inmensa ser la madre de un hijo como Jesús. Aunque Jesús le replica: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican", es decir, esa alegría profunda del corazón, es más si esta reside en la disposición para la escucha de la Palabra de Dios y ponerla en práctica. No me dice en ninguna parte esta lectura que Jesús relega a un segundo plano a su madre, que es la bienaventurada por haber acogido, creído y obedecido la Palabra. Por otra parte, la madre del Señor en el Magníficat, predijo que todas las generaciones la proclamarían bienaventurada justamente por su sumisión total a la Palabra que implica su fe y su vida. "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican". Jesús le respondió: "Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican". No es tal vez María la primera entre aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque guardaba la palabra y la conservaba cuidadosamente en su corazón. Por tanto, ésta es la identidad profunda de María que se nos propone también a nosotros. El ser dichoso o bienaventurado es el secreto de este escuchar y practicar la Palabra de Jesús, que es el Verbo, la Palabra sustancial del Dios vivo. Ciertamente, Jesús es un hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba, la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es Mi madre. La Palabra de Dios “Felices los que escuchan la Palabra de Dios”, como también dichosos de transformar la Palabra de Dios en oración. La lectura me dice que no debo caer en la tentación de hacer desaparecer la oración de la Palabra, para dejar lugar al análisis de la situación, si así lo hago, corro el riesgo de quedarme con un simple juicio intelectual que no me sirve en mí camino a la conversión ni menos a crecer espiritualmente en Cristo. Por tanto la Palabra de Dios en las Escrituras, deben ser leídas vivamente, buscando su significado con el corazón muy abierto y en oración. La Palabra es fuerza de Dios y mensaje vivo que El nos dirige para hoy. En efecto la Palabra de Dios es un mensaje de Dios al hombre, es un llamado para que le conozcamos a El, es una invitación a encontrarnos con Cristo y a vivir con EL y no para nosotros mismos. La Palabra leída y hecha oración, acogida con fe, entendida baja la acción del Espíritu Santo, como Palabra que viene de Dios, nos conducirá siempre a Dios. Así entonces, al acercarnos a la Palabra, no busquemos manifestaciones de tal o cual idea, o tener mayores conocimientos, sino que un dialogo en oración con Dios y un compromiso entre El y nosotros, entre El que Habla y nosotros que le oímos en amistad, en esa amistad estando muchas veces tratando a solas con quién sabemos nos ama" (Santa Tersa de Jesús, V 8,5). La Palabra de Dios es palabra de vida. La palabra de Dios, es la palabra de amor, que nos hará feliz escucharla y del mismo modo practicarla. De Corazón