“La Meseta castellana educó mi atracción por los paisajes que no

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“La Meseta castellana
educó mi atracción por los
paisajes que no parecen
tener fin”
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ALBERTO REGUERA
TEXTO: César Combarros
FOTOS: Miriam Chacón
El pintor segoviano continúa ganando presencia en el mercado
internacional, y este año exhibirá su trabajo en España,
Portugal e Italia, mientras prepara el asalto a Hong Kong
A caballo entre Madrid y París, Alberto Reguera (Segovia, 1961) ha forjado una trayectoria singular en el panorama creativo español.
Desarrollando el concepto de ‘pintura expansiva’, sus pinturas desbordan el espacio del
propio lienzo e invitan al espectador a formar
parte de ellas y a redescubrirlas en función de
su propia perspectiva. Representado en galerías de Madrid, París, Zürich, Portugal y Bélgica, recientemente incluso la casa de subastas Sotheby’s despachó una pieza suya (titulada ‘Velours’), en la sesión donde Sorolla
alcanzó su cotización más elevada de la historia. Criado entre Segovia, Palencia y Valladolid, Reguera participó en julio en una colectiva en su ciudad natal, y su trabajo viajará en
breve a Italia y Portugal, mientras prepara
sendas individuales en Hong Kong y París.
¿Siempre tuvo clara su vocación? ¿Cuáles
fueron sus primeros acercamientos al
mundo del arte y cuándo supo que quería
transitar por esa senda?
Desde muy pequeño, en Castilla, observaba
las cosas cotidianas y los paisajes, emocionándome y sorprendiéndome por ciertas formas
y colores, deteniendo mi mirada en detalles
que aparentemente no tenían importancia.
Me fijaba mucho en los relieves de los esgrafiados de las casas segovianas y en los intensos colores de los campos palentinos; impactos visuales de la infancia que quedaron en mi
retina. Siempre quise hacer algo que saliera de
la rutina, de la norma convenida. Con los juguetes componía algo que nunca estaba en el
libro de instrucciones. Así que hay una continuidad entre esa focalización y la idea de hacer algo creativo. He pintado desde siempre,
pero la dura decisión de intentar dedicarme
profesionalmente a ello la tome a los 22 años,
cuando viajé a París para asistir a unos cursos
sobre arte contemporáneo en el Louvre.
¿Qué le llevó a salir de Castilla y León?
Los primeros años de mi infancia los pasé entre Segovia y Palencia, con mi hermano Juan
Ignacio y mis padres, Francisca y Cecilio. Una
etapa dulce, donde tienes todo y no te falta
nada, con unos padres cultos, entregados a
sus dos hijos. Conservo muy buen recuerdo
de ellos y de mi hermano. En Castilla y León
adquirí una formación. Terminé Historia Moderna en Valladolid pero sabía que, para responder a muchas incógnitas personales que
me planteaba, sobre técnicas y estética artística, la respuesta estaba donde se fraguaba el
arte contemporáneo. Quería conocer de primera mano y en directo estos ‘laboratorios’,
pero sentía miedo a dar el salto. Afortunadamente, pudo más el impulso y mi vocación artística que la prudencia. En resumen, completé mi formación entre París (Ecole du Louvre)
y Madrid, en los Talleres de arte Actual (en el
Círculo de Bellas Artes), una forma diferente
de impartir el arte contemporáneo.
¿Actualmente, mantiene vínculos con Segovia, Palencia o Valladolid?
En Palencia conservo muchos amigos, algunos incluso del parvulario. Otros, la mayoría,
de las clases del instituto Jorge Manrique; éramos un grupo muy unido y lo pasábamos
muy bien fuera y dentro de las clases. En Valladolid tengo parte de mi familia, y en Segovia también, y cuando puedo viajo a Burgos,
donde vive mi único hermano con su mujer y
mis tres sobrinos.
¿La eterna batalla de los creadores españoles en general y de la región en particular
es conseguir aquí el reconocimiento que sí
alcanzan fuera?
Ahora vivimos tiempos nuevos, en los que todo se sabe muy rápido. Cuando comencé a
exponer en París y en Bruselas, desde media-
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dos de los 80, la difusión tenía otro ritmo.
Menos mal que algunos generosos periodistas locales lo contaban, y con una enorme profesionalidad, debo añadir. Ahora es
diferente. Mi última individual en Singapur
se conoció inmediatamente, y fue muy
bien contada por los medios regionales.
Con esto quiero decir que los que tienen
poder de decisión de reconocerte o no, se
enteran al instante. Luego cada museo o
galería tiene su esquema de acción, que
hay que respetar.
¿Qué artistas han influido más en su trayectoria?
Desde pintores clásicos como Claudio de
Lorena, Caspar David Friedrich, Monet y
Christian Dahl, hasta abstractos líricos
franceses como Schnneider o Nicolas de
Stael, por poner dos ejemplos. También
músicos clásicos como Haydn y Erik Satie,
y contemporáneos como Brian Eno, porque creo la sinestesia: visiono sus sonidos
plásticamente, y convierto en color sus notas musicales. La asociación de disciplinas
hace que mi creatividad fluya más en el
momento de la acción.
¿Situaría el romanticismo y el paisajismo
abstracto como la base de su pintura?
En los fondos de algunas de mis obras se
pueden observar homenajes a algunos artistas románticos antes citados. El punto de
partida en mi trabajo reside en mi admiración por los abstractos líricos franceses.
Ese lirismo fusionado con mis vivencias de
paisaje exterior (entendiendo el viaje como
un modo de vida) desemboca en abstracciones que encierran capas de materia superpuesta y texturas con pigmentos, que
constituyen paisajes abstractos.
El peso de los paisajes en su obra, donde
refleja algunas imágenes de Noruega o
Nueva Zelanda ¿es fruto de su herencia
castellana particular?
Mi temprana relación con el paisaje castellano, con los enormes espacios que éste
nos enseña, constituyen instantáneas que
perduran en mi imaginación. Sin duda, estos paisajes castellanos educaron mi atrac-
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ción por los paisajes que no parecen tener
fin, como las enormes extensiones australianas o los mares noruegos. Adaptando,
por ejemplo, las composiciones de mi admirado Rothko a estas dimensiones, para
luego transformarlo en una obra. En todas
estas instantáneas encontramos elementos
comunes, como las franjas solapadas de
fragmentos de la naturaleza, o la captación
de determinados momentos atmosféricos
que singularizan cada obra.
Años atrás colaboró en diversos proyectos con poetas como Francisco Pino y
Andrée Chedid, o con músicos como
Bart Spaan. ¿Qué le aportan esos intercambios?
Con Francisco Pino mantuve una colaboración muy especial. Sus ‘Poemas de la mirada ultima’ me inspiraron cinco serigrafías, editadas por Sen en 2002, en Madrid.
En París conocí a Andrée Chedid, una poeta egipcia muy reconocida en Francia, y mi
galerista de allí editó un pequeño libro con
un poema titulado ‘Pour saluer à Alberto
Reguera’, inspirada en unos formatos que
pinté en 2002. Con Bart Spaan hice dos
performances en el Stedelijk Museum de
Amsterdam, la última en 2001; la inspiración era recíproca; con obras inspiradas en
su música y viceversa, y se editó un cd con
la reproducción impresa de mis obras titulado ‘Silencios’. Sigo en contacto con músicos muy contemporáneos, elaborando
nuevos proyectos donde se mezclan la música actual de DJs con mis instalaciones
pictóricas. También colaboro con informáticos y artistas que me ayudan a ‘extender’
mi pintura por el espacio, pero proyectada
de forma digital.
Comentaba recientemente que “hay un
mercado real para precios razonables” y
que su secreto ha sido no exagerar nunca los precios. ¿Cuáles son las mejores
vías de venta y difusión de su trabajo?
La mejor vía para vender una obra es una
galería, donde exista reciprocidad en el trabajo entre artista y galerista. Que éste trabaje e intente situar a sus artistas con dignidad en el difícil y competitivo mercado
del arte. Una buena galería de arte es también una vía para difundir, como lo son un
museo, las secciones de cultura en prensa e
internet. Ahora es muy normal que un artista tenga su propia web, y ayuda mucho a
tener una visión global de su trayectoria.
Por otra parte, soy muy escéptico con algunas casas de subastas.
En otras ocasiones ha asegurado que se
plantea su trabajo como una carrera de
fondo. ¿Cuál es entonces la meta?
La meta es poder tener la oportunidad de
seguir haciendo proyectos, poder continuar viviendo de este trabajo y contar con
los adecuados medios y su digna difusión.
¿Qué proyectos tiene en cartera?
Del 30 de julio al 2 de agosto participaré en
una exposición colectiva en Segovia, titulada ‘OXIGEN-arte’. En 2008 tuve obra en
una exposición colectiva sobre el objeto en
el Ministerio de Cultura francés, en su sede
central parisina, y la muestra viaja este año
al Museo de Arte Contemporáneo de Acri
(Italia), con obras de Pierre Buraglio, Damien Cabannes, Anne Rochette. También
participaré en la feria de arte contemporáneo de Lisboa (ArteLisboa) y para 2010 estoy preparando sendas individuales para
Hong Kong y París.
TEXTO: Paco Alcántara
FOTOS: Miriam Chacón
Medinaceli puede presumir de ser la localidad
española con menos habitantes -apenas
ochocientos- que cuenta con una galería de arte
abierta todo el año.
Un galerista en
el oriente
soriano
Hasta hace menos de una década llegaron a competir cuatro establecimientos dedicados a la exposición y
venta de obras de arte, aunque ahora
solo se mantiene el que regenta José
Martínez. “Aquí se sobrevive, pero
muy bien”, comenta con bastante sorna
este singular personaje que, tras veintiún años en el negocio, reconoce la parte positiva de vivir en un pueblo. “Enseguida se aprende que existen muchas cosas prescindibles”.
Medinaceli es el nombre de este
recoleto establecimiento, de apenas
veinte metros cuadrados, que se encuentra en la llamada Plazuela de la
Cárcel, junto a la impresionante plaza
mayor de esta localidad, donde se celebra cada año el Toro Júbilo. Esta localidad se alza junto a la carretera N-II, en
la frontera más oriental de la provincia
de Soria, lindando con Zaragoza y
Guadalajara. “Por aquí pasa mucha
gente y “aunque muchos vienen ligeros
de equipaje, sin mucho dinero que
gastar -aclara tan singular empresariootros sí saben admirar una buena pintura y compran”. La mayoría de los
cuadros que se exponen durante esta
temporada están firmados por el pintor Gonzalves, aunque también se
pueden ver plumillas de los rincones
favoritos del propio Martínez.
El propietario de la Galería Medinaceli, nació en este pueblo y, como
otros lugareños, emigró a Cataluña,
“pero regresé, y no vine solo”. Atraídos
por el impresionante paisaje que se divisa desde esta antigua frontera entre
moros y cristianos, que se levanta sobre una muela en el extremo oriental
de Soria, en la década de los setenta
del siglo pasado arribó un grupo de jóvenes pintores. Eran discípulos de Pedro Bermejo, quien decidió asentarse
en la antigua ciudad romana, donde
encontró la tranquilidad, la inspiración
y el entorno adecuado para expresar su
creatividad. En su taller confluyeron
una veintena de jóvenes artistas variopintos, entre ellos José Martínez. Durante casi un cuarto de siglo, “Medinaceli fue un gran centro generador de
los más diversos estilos pictóricos”, rememora el marchante de arte, “pero
ahora se nota la crisis económica”.
El también galerista José Luis Arense recordaba cómo “el extraordinario
interés por el arte pictórico, sin duda
entre otros varios motivos más intrínsecos, fue especialmente fomentado
por los concursos de pintura rápida que
cada año se celebraban durante el verano”. Atrajeron a la villa un gran número
de artistas que, en un principio, competían con los ya asentados y después algunos, atraídos por la belleza del entorno, fueron incorporándose poco a poco
a la vida artística del pueblo.
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ARENSE
Precisamente, el establecimiento con mayor proyección artística fue la galería Arco
Romano que, desde 1977 y durante algo
más de un cuarto de siglo, regentó Pepe
Arense. Tras su muerte, a finales de 2007,
la tienda cerró. El historiador del arte Juan
Manuel Bonet, buen amigo de tan bohemio personaje, dejó escrito: “aquello era realmente como Nueva York en la vieja Castilla, en la ciudad del cielo incorporada por
Ezra Pound a sus Cantos, y cantada en verso, en clave más de por aquí, por Gerardo
Diego o por su amigo Bernabé Herrero”.
Según recuerdan las hermanas Goig, con
las que Arense colaboró en la proyección
turística de esta parte de la provincia, “tenía una de las mejores galerías de España,
frente al arco imperial de triple arcada
donde él, patricio romano, seleccionaba los
cuadros, los iluminaba con mimo, convocaba a la ceremonia de la inauguración y
Pilar, su hermana, colocaba con la misma
elegancia, los platillos con las viandas para
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agasajar a los concurrentes”. Arense dirigía
también un pequeño restaurante, “necesario complemento para la pasión albergada
en el piso alto. Un establecimiento que él
convirtió en algo tan exquisito como la galería”, añaden estas mujeres, que colaboraron con él durante más de una década. En
sus robustas paredes de piedra colgaron
sus obras artistas como Jesús Alonso, Juan
Cruz-Plaza, Silvina Benguria, Andréa Bloise, Frank Carmelitano, José Carmona, Lola
Del Castillo, Dis Berlin, Damián Flores,
Rómulo Macció o Fernando Mastretta. Las
hermanas Goig recuerdan que ya en 1980,
el pintor expresionista americano Frank
Carmelitano expuso sus obras en “Arco Romano”.
ATRACCIÓN
No fue una casualidad, durante años el artista americano repartió su tiempo entre
Madrid y Medinaceli. A este prolijo creador
se debe la iniciativa del monumento poundiano allá existente, dicen que el único de
su género en todo el mundo”.
Aseguran que desde Medinaceli se toca
el cielo. Eso debió de pensar, también, el
acuarelista y grabador austriaco Reiner
Schiestl. Desde hace más de veinte años,
Reiner acude todos los veranos desde Innsbruck, en ocasiones acompañado de alumnos de aquella tierra, por la que se diseminan, con su caja de acuarelas para inmortalizar en sus láminas el paisaje adusto de
estas parameras. Además de haber pintado
como nadie el paisaje soriano, este pintor
contribuyó a la bibliografía local con una
guía turística ilustrada por sus propias fotografías.
No es el único artista foráneo que quedó extasiado por las “más portentosas puestas de sol que se puedan imaginar”. El artista sudamericano Rómulo Macció también
compró casa en la parte alta del pueblo y
pasa largas temporadas. No será el último
que se sienta atraído por una paisaje tan
imponente como el que se contempla desde
el arco romano de Medinaceli.
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ÁNGEL CORELLA
TEXTO: César Combarros
FOTOS: Miriam Chacón
El bailarín y coreógrafo madrileño estrenó en el Teatro Real ‘La bayadere’,
en el bautismo de fuego de la compañía Corella Ballet Castilla y León
“El arte es una conexión
directa entre las almas de
los seres humanos”
Hace nueve años, Ángel Corella (Madrid, 1975) tuvo un sueño. Primer bailarín del American Ballet Theatre, en
Nueva York, y estrella invitada del Royal Ballet de Londres, del Ballet de
Australia, de la Scala de Milán, del Ballet de Tokio o del Kirov Ballet de San
Petersburgo, soñó con llevar su pasión
por la danza más allá de su carrera profesional. Poner en marcha una compañía estatal de danza clásica de primer
nivel, tras décadas de carencias, y crear
una escuela multidisciplinar con la que
captar y formar a nuevos talentos era
su gran proyecto, que ahora cobra forma en la localidad segoviana de La
Granja de San Ildefonso, con una escuela que comenzará a andar previsiblemente el curso 2009/2010, y con el
Corella Ballet Castilla y León, que tras
su presentación en las ‘Noches Mágicas de La Granja’ se puso de largo en el
Teatro Real de Madrid, con el estreno
de ‘La bayadera’.
¿Cuándo empezó a interesarse por
la danza?
Ha sido algo que siempre ha estado ahí
y desde que era chiquitito lo tuve muy
claro. Mi madre cuenta que con dos
años, cuando todavía tenía el chupete
en la boca, ya bailaba como John Travolta, que era lo que se llevaba entonces. No hay un momento en el que dijera ‘quiero ser bailarín’, tras ver actuar a
un bailarín o un ballet, porque en España no existía tradición de ballet clásico.
¿Cómo llegó a esta disciplina?
Mis hermanas empezaron a bailar; la
mayor lo dejó porque era demasiado
sacrificado y a ella le gustaba salir de
fiesta con las amigas y no privarse de la
comida, y Carmen continuó y sigue en
la compañía como subdirectora artística. Mi madre me llevaba con ellas a
sus clases de danza y me sentaba allí,
pensando que yo me iba a poner a
romperlo todo, pero me quedaba sentado viendo la clase hasta el final. Un
día, mientras mi madre hablaba con la
profesora empecé a hacer giros y saltos
que todavía no habían enseñado a las
chicas, y así es como empecé.
En alguna ocasión ha hablado de “la
locura de la danza”. ¿Hay que estar
un poco loco para dedicarse a una
profesión tan exigente?
Somos un poco sadomasoquistas. No
tenemos una niñez, ni una juventud, ni
una adolescencia normal; nada es normal en el mundo de la danza. Tienes
que renunciar a muchas cosas y es un
mundo muy sacrificado, pero al mismo tiempo muy gratificante. Escuchar
a 4.000 ó 5.000 personas chillando
cuando acabas de poner un pie en el
escenario es una sensación que no se
puede describir. Al mismo tiempo supone una responsabilidad muy grande,
pero es una adrenalina que te sube por
el cuerpo; casi como una droga natural, que te hace volar.
¿Qué parte de la danza se aprende y
cuál debe ser inherente a los alumnos?
La parte técnica, con muchísimo trabajo, se aprende; requiere un montón
de horas al día, desde las diez de la mañana hasta las siete de la tarde. La parte artística… (vacila) también se puede
llegar a aprender. Pero el alma del bailarín es mucho más difícil; puedes
guiar a un bailarín para que la descubra, pero es necesario nacer con ella.
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Hay bailarines que son muy abiertos y otros
más introvertidos que cuando salen al escenario se convierten en otra persona. Al contrario de lo que la gente piensa, yo soy muy
tímido, pero cuando salgo al escenario no
hay quien me pare.
Si se cumplen los plazos, para el curso
escolar de 2009/2010 pondrá en marcha
en La Granja una escuela de Danza Clásica. ¿Cómo surgió ese proyecto?
La primera idea era crear una compañía como el American Ballet Theatre, la Scala de
Milán o el Bolshoi, porque aquí en España
hace veinte años que no tenemos una compañía de danza clásica. El principio del proyecto era crear una compañía, pero al mismo tiempo necesitas poner en marcha una
escuela porque la base de la compañía tiene
que estar ahí. Durante los últimos nueve
años hemos trabajado para crear la compa-
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ñía, intentando recaudar el dinero suficiente, porque es muy costosa, y en febrero del
pasado año seleccionamos a medio centenar de bailarines, que posiblemente en el
futuro se incrementen hasta los 70 u 80.
¿A qué achaca la carencia de una compañía de ballet clásico estos años?
No lo sé. En realidad ha sido un cúmulo de
casualidades. Cuando Maia Plisiétskaia dejó el Ballet Nacional de España, le encargaron su dirección a la única persona que entonces tenía un poco de nombre aquí, Nacho Duato, que hizo lo que mejor sabía
hacer: convertirlo en una compañía de neoclásico contemporáneo, que ha llegado a ser
una de las mejores de su especialidad en todo el mundo, pero claro, no puedes privar a
un país y al público de la danza clásica. Si
vas al Teatro Real podrás disfrutar de cualquier ópera del repertorio clásico, pero na-
da de ballet; tienes que esperar a que traigan a una compañía del extranjero, que
cuesta miles y miles de euros (millones a
veces) y viene una vez cada seis o siete años.
Para el público eso no es justo. Ése ha sido
el problema y desde el Gobierno central nadie ha tomado la iniciativa, que finalmente
tuvo que partir de manos privadas. Ahora
ya se están dando cuenta de que era necesario, y esperamos que con la creación de la
compañía, que ya se la hemos dado hecha,
aparezcan esos apoyos para que el proyecto
siga adelante cada vez con más fuerza, y cada vez podamos hacer más espectáculos de
repertorio.
¿Cuál es la mayor dificultad que ha tenido que superar en este camino?
Al principio había falta de entendimiento
institucional sobre lo necesaria que era una
compañía. El arte en general no es como el
deporte, que genera millones de aficionados. La danza clásica y el arte en general se
ha convertido en algo más minoritario, porque aunque hay interés y afluencia de la
gente, al carecer de los suficientes apoyos y
contar con recintos de aforo más reducido
que el fútbol, por ejemplo, es necesario poner las localidades a un precio más alto. Yo
creo que se ha hecho elitista por la falta de
apoyos pero ahora eso puede cambiar gracias a la Junta de Castilla y León, al INAEM
(que esperemos que el año que viene nos
apoye un poquito más) y a las empresas privadas que nos esponsorizan. La gente se está empezando a concienciar de lo importante que es el arte y la danza clásica en
cualquier país del mundo, lo que pasa es
que cuando la llama se ha apagado, volver a
encenderla es mucho más complicado.
¿Considera que ahora todo puede resul-
tar más sencillo?
Con el primer estreno en La Granja al aire
libre tuvimos unas críticas increíbles, representando tres ballets de repertorio clásico de los mejores coreógrafos del mundo,
y cuando presentemos ‘La bayadera’ en el
Teatro Real todo será más obvio. Entiendo
este primer año como de prueba, de puesta
en marcha, para que todo el mundo compruebe que ésta no es una compañía pequeña que afronte montajes sencillos con
escenografías para salir del paso. ‘La bayadera’ es una producción muy grande y costosa, que nos ha costado poner en pie, y espero que sobre todo el Gobierno central
vea la importancia del proyecto, porque
hemos estado trabajando sin los medios
necesarios.
¿Por qué se decantó por ‘La bayadera’
para esta puesta de largo?
En estos últimos años, en España teníamos
muy buenos bailarines principales en el extranjero, pero en una compañía lo difícil es
crear un cuerpo de baile fuerte y sólido. Yo
he trabajado con las mejores compañías del
mundo y sé lo que es tener un cuerpo de
baile fuerte y sólido, y quería que el primer
ballet que montásemos me permitiera decir:
‘Esto es de lo que estoy hablando; contamos
con un cuerpo de baile fantástico’. Y lo hemos conseguido. ‘La bayadera’ es uno de los
pocos ballets donde el cuerpo de baile tiene
que ser impecable. En el segundo acto, ‘El
reino de las sombras’, 24 chicas tienen que
estar iguales, perfectas; hay un momento en
el que todas están paradas con sólo una
pierna en el suelo y la otra arriba, aguantándola muchísimo tiempo. Es uno de los ballets de repertorio más difíciles para el cuerpo de baile, y hemos querido empezar con él
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para que todo el mundo vea que ésta no es
una compañía donde sale Ángel Corella a
bailar y el cuerpo de baile lo forma gente un
poco mediocre. Todos (con énfasis) los bailarines que están en nuestro cuerpo de baile,
solistas y principales, podrían ser principales en cualquier otra compañía.
¿En su proyecto de escuela contempla
que la enseñanza de la danza se pueda
compaginar con los estudios reglados?
Sí, la escuela va a ser integrada para niños
desde los once hasta los 18 años, donde se
puedan formar en todo lo relacionado con
el mundo de la danza, desde clases de repertorio clásico, pasos a dos, zapatillas de
punta para las chicas, escenografía, crítico
de danza… pero también en las asignaturas
del colegio. Queremos aportar una visión
global, porque en muchos casos un bailarín
se puede lesionar o simplemente descubrir
que es una profesión demasiado dura pero
que quiere seguir unido al mundo de la
danza y no sabe en qué. Es el caso por
ejemplo de nuestro magnífico general ma-
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nager, Matthew Bledsoe, que es todavía un
bailarín fantástico y sabe mejor que nadie lo
que se necesita en la profesión.
¿Cómo llegó este proyecto global a Segovia?
Más bien fue Segovia la que llegó a nosotros, porque fue el antiguo alcalde de La
Granja, Félix Montes, quien quería que La
Granja se volviera a convertir en un lugar
cultural, vivo, como cuando la familia real,
con Felipe IV y Felipe V, venía aquí de vacaciones a disfrutar del arte, que antiguamente era el deporte nacional. Aquí se juntaban
muchísimos artistas y músicos como Farinelli. Ahora querían revivir eso y el alcalde
de La Granja y Patrimonio Nacional nos cedieron el Palacio de Santa Cecilia, un lugar
paradisíaco en el que instalaremos las sedes
de la compañía y la escuela.
¿Tienen intención de colaborar con la
Escuela Profesional de Danza de Castilla
y León?
Sí, hace unos meses estuve allí dando una
clase magistral, y queremos poner en mar-
cha espectáculos para los colegios, con los
que se pueda introducir a los chicos de alguna forma en el mundo de la danza. Queremos ofrecerles espectáculos que estén diseñados exclusivamente para ellos, como
escenas de ‘El cascanueces’, la secuencia del
balcón de ‘Romeo y Julieta’, explicarles por
qué Rothbart quiere engañar a Sigfrid en ‘El
lago de los cisnes’… Representar para ellos
pasajes que les permitan entender lo que es
el mundo de la danza, que les permitan soñar. Hay que tener en cuenta que hay mucha gente totalmente perdida y que a lo mejor un 20 por ciento de la clase se puede aficionar a la danza, y quizá un dos ó tres por
ciento de esos chicos quiera ser bailarín.
¿Sigue adelante la posibilidad de colaborar en el futuro con la OSCyL?
Sería algo fantástico, porque nosotros en
este momento no tenemos orquesta y la
Sinfónica de Castilla y León tiene muy buen
nivel y está muy bien considerada. Si vamos
a un teatro donde no hay orquesta y pudiera venir con nosotros sería fantástico.
‘Metrópolis’
resurge en
la Seminci
TEXTO: César Combarros
FOTOS: Rubén Cacho y E. M.
La Orquesta Sinfónica de
Castilla y León, dirigida
por Winfried Mitterer,
interpreta en el Auditorio
de Valladolid la partitura
original de Gottfried
Huppertz de la película
'Metrópolis'.
El festival vallisoletano
acogió el estreno en Europa
de quince minutos inéditos
del clásico de Fritz Lang,
desaparecidos desde hacía
medio siglo, y el Auditorio
del Centro Cultural Miguel
Delibes albergó un pase de la
película con
acompañamiento musical en
vivo de la Orquesta Sinfónica
de Castilla y León
La Semana Internacional de Cine de Valladolid vistió sus mejores galas el 29 de octubre
para celebrar un acontecimiento muy especial: el día de ‘Metrópolis’. El clásico dirigido
por Fritz Lang en 1927 se convirtió en protagonista absoluto de una jornada inolvidable,
que arrancó a mediodía con el estreno en Europa de quince minutos inéditos del filme,
que habían permanecido desaparecidos durante el último medio siglo, y se completó al
filo de la medianoche. Fue entonces cuando
los 1.700 espectadores que abarrotaban el
Auditorio de Valladolid, en el Centro Cultural Miguel Delibes, comenzaron a abandonar
el recinto tras disfrutar de una sesión única,
con la proyección de la película y el acompañamiento musical en directo de la Orquesta
Sinfónica de Castilla y León, bajo la batuta de
Winfried Mitterer.
La primera entrega de la jornada tuvo lugar en la Sala Miguel Delibes del Teatro Calderón, donde se presentaron cuatro secuencias que suman alrededor de quince minutos
de duración, pertenecientes al montaje definitivo de ‘Metrópolis’. Estas secuencias permanecían inéditas desde 1959, la última vez
que se proyectaron en un cineclub de Buenos Aires (Argentina), y su hallazgo el pasado verano abría las puertas a un remontaje
de la versión restaurada del film, el único declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, en su apartado de Memorias del
Mundo (2001).
La directora del Museo del Cine ‘Pablo
Ducrós Hicken’, dependiente del Gobierno
de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina),
Paula Félix-Didier, llevó en mano a Valladolid una copia digitalizada de parte del material recuperado, y apareció acompañada del
cineasta y restaurador Luciano Berriatúa,
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La directora del Museo de
Cine de Buenos Aires,
Paula Félix-Didier y el
director y restaurador
Luciano Berriatúa
presentan quince
minutos inéditos de
‘Metrópolis’.
que fue quien alertó a la Fundación Murnau
de la fiabilidad del descubrimiento.
INCREDULIDAD
“Al encontrar la copia nos entusiasmamos y
escribimos a la Fundación, que nunca nos
contestó –explicó Félix-Didier. Nos quedamos perplejos y un compañero se desplazó
a Madrid y se puso en contacto con Luciano, a quien le mostró el material”.
Así lo corroboró el restaurador, que fue
el encargado de telefonear personalmente a
la Fundación Murnau “hasta en cinco oca-
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siones”, para decirles que el material existía.
“Han sido tantas décadas buscando este
metraje que infinidad de personas e instituciones ya habían dado falsas alarmas anteriormente, y en la Fundación ya estaban
convencidos de que era imposible que una
copia íntegra de la película hubiera salido
de Alemania, por lo que nunca la buscaron”,
explicó Berriatúa.
Félix-Didier recordó el complejo recorrido de la copia en 16mm que ahora ha
aparecido, cuyo itinerario comenzó poco
después del estreno en Alemania. “La ver-
sión original de ‘Metrópolis’ se vio en Alemania tan solo cuatro meses. Debido a las
reacciones de la crítica, que fueron muy
malas, se recortó la película hasta llegar a la
versión norteamericana, que es la única que
se ha conservado con el paso del tiempo,
pero un distribuidor argentino que tenía un
acuerdo con la UFA (la productora) se llevó
una copia a Buenos Aires, con la versión
hispanohablante del film. Tiempo después,
el coleccionista Manuel Peña Rodríguez se
hizo con la copia, y acabó donándola en los
años 60 al Fondo Artístico Nacional, de
Imágenes de
los quince
minutos
inéditos del
metraje de
Metrópolis
donde pasó en 1992 al Museo del Cine Pablo Ducros Hicken.
La llegada a la dirección de ese centro
de Paula Félix-Didier, en enero de este año,
hizo que se revisara el caso de la copia, debido a la insistencia del director del departamento audiovisual del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba),
Fernando Martín Peña, y revisando el celuloide confirmaron el hallazgo.
Tras duras negociaciones, los responsables del museo bonaerense y la Fundación
Murnau alcanzaron en mayo de 2009 un
acuerdo para limpiar y recuperar los fotogramas nuevos, puesto que la copia recuperada se encuentra en un pésimo estado, al
haber circulado por todo el país durante los
años 50, con sucesivas proyecciones. El
proceso de restauración del nuevo material
del film de Fritz Lang podría prolongarse
durante dos años, según Berriatúa, quien
aseguró que “es preciso un retoque digital
que en algunos casos se hará fotograma a
fotograma, porque se parte de una copia en
16mm, lo cual reduce cuatro veces la calidad que daría una copia en 35mm”.
EL CONCIERTO
La jornada especial programada por el festival se completó por la noche, con puntualidad exquisita los integrantes de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León aparecieron
en el escenario a las 21.30 horas, liderados
por el director de orquesta Winfried Mitterer, que antes de esa velada ya había dirigido la partitura original del filme en otras
dos ocasiones con la Orquesta Sinfónica de
Loja, en Ecuador.
La Agencia Ical pudo conversar con el
maestro antes del recital, y aseguraba que
tener a ochenta músicos sobre el escenario
realizando este esfuerzo “es algo impresionante”. “A las orquestas sinfónicas les gusta
interpretar estas obras porque atrae a un
público que, de otra forma, no acudiría a
una sala de concierto, porque son más cinéfilos”, apuntó.
El maestro Mitterer también se refirió
al “renacimiento” que está viviendo en los
últimos años la interpretación de partituras
originales en directo, un formato que calificó como “novedoso”, y que en la Seminci ya
se pudo disfrutar en ediciones pasadas con
la proyección de películas como ‘Napoleón’,
de Abel Gance, o ‘La aldea maldita’, de Florián Rey, con dirección musical en vivo de
Carmine Coppola y José Nieto, respectivamente.
Con la Sinfónica de Castilla y León Mitterer utilizó el mismo esquema de trabajo
que con otras formaciones: “La primera
etapa de los ensayos consiste en armar la
obra como si fuera una gran sinfonía. La segunda es la sincronización; ésa es cuestión
del director”. De hecho tiene tomadas unas
mil referencias para saber, al milímetro, “si
tengo todo cuadrado, o no”.
El maestro se deshizo en elogios con la
Orquesta Sinfónica de Castilla y León, y resaltó que “en muy poco tiempo han realizado un gran esfuerzo técnico, musical y
mental, porque hay que pensar en muchas
indicaciones”. Tras sólo tres días de trabajo
conjunto, manifestó en público sus “respetos a estos profesionales, porque estoy muy
contento con los resultados”.
La música original de Gottfried Huppertz fue reconstruida para orquesta por
Berndt Heller, e incluye numerosas referencias de los acontecimientos que suceden en
la pantalla. Como también destacó el archivero de la OSCyL, Julio García Merino “el
compositor identifica mediante temas y
motivos musicales no sólo a todos los personajes, también objetos y lugares como los
jardines eternos, o la máquina corazón, que
es la fuente de energía de la ciudad”.
La premiere de ‘Metrópolis’, con una
pompa acorde con tan inmensa producción
tuvo lugar un diez de enero de 1927 en el
Palacio de la UFA, en Berlín. La música,
compuesta por Gottfried Huppertz, fue interpretada en vivo por la Orquesta Sinfónica de la UFA, conducida por Otto Härzer.
Casi un siglo después, otro alemán, Winfried Mitterer, dirigió esta partitura al frente
de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León,
en el Centro Cultural Miguel Delibes, de
Valladolid.
186
JOSÉ LUIS GARCÍA SÁNCHEZ
TEXTO: César Combarros
FOTOS: Juan Lázaro
El realizador salmantino prepara junto a David
Trueba la adaptación de ‘Los muertos no se
tocan, nene’, de su añorado Rafael Azcona
“Asistimos a la muerte del
cine como lo hemos
conocido desde los años 30”
Sus padres se lo llevaron a Madrid siendo un
niño, y José Luis García Sánchez (Salamanca,
1941) confiesa tener “un sentido crítico muy
fuerte” hacia su tierra, hacia ‘Castilla la Vieja’, a
la vez que explica que le gustaría que sus paisanos fueran “más libres”. En abril estrenó una
nueva adaptación de su querido Valle-Inclán
en los cines (con el título ‘Esperpentos’) y en
TVE (titulada ‘Martes de carnaval’), con un reparto de lujo encabezado por Pilar Bardem, Julio Diamante, Juan Diego, Jesús Franco y Juan
Luis Galiardo. Sin rodeos ni medias tintas, socarrón y directo, en esta entrevista con Ical repasa su trayectoria y añora al desaparecido Rafael Azcona, con quien colaboró con frecuencia.
¿Qué caminos le llevaron al cine?
Supongo que el mismo que te lleva a la literatura o al arte. Entré en contacto con el cine como todo el mundo, en las salas, y luego ya más
en profundidad en los cineclubs de la facultad
y por los caminos de la progresía: para intentar
cambiar el mundo ibas a una sesión de cine-
club. Era lo más parecido a la guerrilla urbana
que había entonces. Allí conocí a Patino y empecé a ejercer como ayudante; así comprendí
que el cine podría llegar a ser un oficio, aunque realmente nunca he vivido del cine.
En sus inicios también apostó con fuerza
por el teatro, como cofundador de Los Goliardos.
Todo procede de lo mismo: el deseo de cambiar las cosas y juntarte con gente para hacer
algo. Es el clima de una época. La oferta que
tenía un universitario medio en 1962 un fin de
semana era ir con una chica a un baile que acababa a las diez de la noche, ir al cine a ver un
repertorio limitadísimo de películas, muy raramente ir a un teatro, o hacerlo tú. No había
más posibilidades. O escribías poesía tú solo
en casa pero se te cansaba la muñeca, o si querías pasar del onanismo a la colectivización ahí
tenías el teatro, que era una actividad euforizante.
¿Cómo accedió a la Escuela Oficial de Cinematografía (EOC)?
Al terminar los estudios me presenté en la Es-
187
cuela sin saber muy bien por qué; yo no lo
tenía muy pensado y en realidad me pagó la
matrícula un amigo. Era un chollo porque
costaba como 140 pesetas al año, exhibían
películas sin censurar que no se veían durante todo el año, te dejaban rodar y además
había tías. Yo nunca quise acabar. Hacía todo lo posible para que me suspendieran pero sólo te podían suspender tres veces y había que tener cierto cuidado.
¿Cree que la generación de su hijo (Víctor García León) lo ha tenido más fácil
que la suya para dedicarse al cine?
Se trata de accesos distintos. Yo entré en
una profesión que estaba muy poco nutrida,
con muy poca gente, y llevo treinta años
siendo de los treinta mejores directores del
cine español, pero porque había muy pocos.
Ahora cada año salen quince nuevos y es
más difícil. Es mucho más fácil hacer la primera película, pero es mucho más complicado hacer la segunda y ya no te digo la tercera. Sucede igual que en la prensa, que
ahora resulta más fácil acceder a un periódico pero mucho más complicado hacer carrera en él. Los jóvenes están mucho más
preparados y tienen las cosas mucho más fáciles aparentemente, pero el mismo hecho
de no ser joven te quita la mayor posibilidad
que siempre han tenido los jóvenes, que es
crear tus propios medios.
Con ‘Las truchas’ se alzó con el Oso de
Oro en Berlín en 1978, con un jurado
presidido por Patricia Highsmith y con
Sergio Leone y Theo Angelopoulos. ¿Qué
supuso aquel reconocimiento?
Lo resumió muy bien la criada que trabajaba
en casa de mis padres. Cuando le preguntaron qué había pasado, dijo: ‘¡Que le ha tocado el premio!’ Highsmith era muy partidaria
de la película, y en el jurado había una directora rusa, Larisa Shepitko, a quien también
le había gustado mucho. Que una película le
guste mucho a dos jurados supone una gran
suerte, y luego yo qué sé de por qué se dan
los premios. Es una película que no se emite
desde hace mucho tiempo y sospecho que
en el fondo es muy femenina, porque he ob-
188
servado que les gusta más a las mujeres que
a los hombres. Se trata de una película muy
destructiva y muy rara. Es una película muy
divertida que procuramos hacer aburrida;
no queríamos hacer reír, sino que la gente
notara que el aburrimiento que estaban
viendo era muy divertido.
¿Cómo ha cambiado su concepción del
oficio desde que comenzó?
Esencialmente no ha cambiado. Creo que
hay que hacer absolutamente todo lo que te
propongan, salvo que sea una cosa inicua;
uno debe dirigir las cosas que escriba y lo
que le encarguen, aunque no lo haya escrito.
Yo he observado que las películas que he hecho sin escribirlas me salen mucho peor, o
sea que debo ser mal director de oficio, aunque a lo mejor soy mal director de todo, pero
creo que saber dirigir no tiene nada que ver
con saber escribir. Son dos oficios distintos.
¿En esa dualidad se siente más cómodo
escribiendo o dirigiendo?
Ahora uno tiene que ser polivalente porque
la profesión ha cambiado. Estamos asistiendo a la muerte del cine entendido como películas de 90 minutos, psicológicas y que
acaben bien, que es de lo que nos hemos estado nutriendo desde los años 30 hasta ahora. Antes las películas no eran de 90 minutos, sino de un rollo, y quizá vuelvan a ser
así. La profesión va a tener que acomodarse
a esos caminos.
¿Por qué ha decidido volver a Valle Inclán
con ‘Martes de carnaval’?
Ya no recuerdo el origen, pero sé que Rafael
(Azcona) y yo nos dijimos: ‘Ya que nos ponemos a encargarnos algo, vamos a encargarnos lo que más nos guste’, y lo que más
nos gustaba de obra literaria era esto; a él
quizá le gustaba más Kafka, pero yo mandaba más que Rafael.
¿Qué le aporta la literatura de Valle que
no encuentre en otros autores?
Tiene una limitación: fuera de la Península
Ibérica se le comprende mal, pero con ese
reductivismo que también afecta a Cervantes. Valle Inclán es uno de los pocos escritores en España que ofrece una estética, una
visión completa del mundo. Pérez Galdós te
puede contar muy buenas historias, pero no
te aporta un universo propio. Además Valle
coincide plenamente con mi visión de las
cosas; yo me sumo a él porque desde pequeño he visto que todo lo que contaba era cierto. Esa iglesia, el ejército…
¿Tras ‘Divinas palabras’ (1987) y ‘Tirano
Banderas’ (1993), cree que cierra una etapa con el escritor gallego?
Si alguien me ofreciera hacer más Valles los
haría, pero pienso que no seguiré por ese
camino. Ahora tengo otro autor que me
gusta más, que es Rafael Azcona, y voy a hacer ‘Los muertos no se tocan nene’.
¿Había charlado con el propio Azcona sobre esa adaptación?
Sí, sí. Tuvimos una primera conversación,
me pidió que escaneara su obra y se la mandé. Me riñó mucho por haber leído la antigua y no la moderna, y se me murió el pobre.
¿Cómo era trabajar codo con codo con
Azcona?
Era una tarea estupenda. Nunca coescribía
un guión si no compartía los puntos de vista. Si llegaba un momento en el que discutía
con alguien, él se profesionalizaba, se marchaba a casa, lo entregaba, lo cobraba y no
hablaba con nadie; pero si trabajaba contigo,
la jornada comenzaba por la mañana desde
la lectura del periódico. Yo estuve años comiendo con él y con Fernando Trueba sin
saber para qué.
En 2001 también codirigió ‘Lázaro de
Tormes’ junto a Fernando Fernán Gómez, a quien también perdimos a finales
del pasado año. ¿Se podrán llenar los
huecos que han dejado ambos?
No les podremos recuperar, pero sin duda
vendrán otros que serán igual de estupendos y de maravillosos porque afortunadamente el ser humano no desaparece. Yo
adaptaré ‘Los muertos no se tocan, nene’
junto a David Trueba, que es el nuevo Azcona, y entre todos tenemos que procurar
que lo sea. El nuevo Fernán Gómez podría
ser Juan Diego, o vete tú a saber por dónde
nos llega.
TEXTO: César Combarros
FOTOS: Miriam Chacón
LOLA HERRERA
La actriz vallisoletana se volcó en la comedia musical
con ‘Seis clases de baile en seis semanas’, que
presentó en el Teatro Calderón de su ciudad natal
“No quiero hacer ningún
drama más, necesito una
dosis generosa de humor”
Han pasado muchos años desde que las Hermanas
de la Cruz vistieron a la pequeña Lola Herrera (Valladolid, 1935) de muñeca y la metieron dentro de
un coche de juguete en una función escolar. Ella no
lo sabía entonces, pero acababa de tomar contacto
con la que sería la profesión de su vida, el teatro, un
oficio al que lleva dedicada el último medio siglo y
sin el cual no concibe el futuro. “Yo no me pienso
marchar de los escenarios mientras mi cabeza y mi
cuerpo respondan”, asegura en esta entrevista con
Ical, unos días antes de estrenar ‘Seis clases de baile
en seis semanas’ en el Teatro Calderón de su ciudad
natal.
¿Cuándo sintió el veneno del teatro en las venas?
Encima del escenario. Yo trabajaba en Radio Madrid
y se me brindó la oportunidad de estrenar en el Teatro de la Comedia de Madrid con Manuel Dicenta y
otros actores muy importantes de la época. Cuando
se me pasó el susto descubrí que encima del escenario me pasaban cosas que no me habían sucedido
nunca y que me gustaban. Renuncié a la radio y me
quedé en el teatro; así fui poniendo nombre a lo que
en principio eran sensaciones desconocidas y comencé a disfrutar del mundo de la interpretación.
Tengo entendido que en su infancia era muy aficionada a cantar en concursos radiofónicos.
De pequeña nunca tuve muy claro lo que quería ser.
Fui descubriéndolo poco a poco. Hasta los 14 años
canté en concursos y gané cuatro o cinco premios.
Luego sentí la necesidad de salir de Valladolid en
busca de no sabía muy bien qué, y en Radio Madrid
me llegó la oportunidad. Soy una persona intuitiva y
casi siempre me he dejado llevar por un sexto sentido. Lo cierto es que lo que empezó como una curiosidad luego ha sido y es la pasión de mi vida.
En 1953 debutó en el cine con Rafael J. Salvia en
‘El pórtico de la gloria’. ¿Fue antes de su salto a
Madrid?
Sí, mucho antes. Suevia Films convocó un concurso
para rodar una película protagonizada por el cantante mexicano José Mojica. Había unas 270 candidatas y me eligieron a mí. Luego estuve un curso en
la escuela de Elorrieta y regresé a Valladolid, donde
hacia 1958 coincidí con Chico Ibáñez Serrador, que
estaba con la compañía de su madre a punto de salir
de gira por América. Mantuve unas conversaciones
con él que me abrieron los sentidos, y una de las cosas que tuve clara fue que tenía que marcharme de
Valladolid para hacer algo de lo que me interesaba.
La verdad es que fue un acierto.
Un buen soporte para su trabajo fue también la
entonces emergente televisión, que apostaba por
el teatro en la programación.
191
La televisión entonces estaba empezando y
no existían los guionistas específicos del
medio, así que cuando comenzaron a emitir
se echó mano del teatro y yo hice mucho teatro en televisión, como casi todos los actores del momento.
¿Cómo ha cambiado su concepción de la
profesión desde sus inicios hasta ahora?
No ha cambiado. He ido descubriendo cosas
pero la ilusión por el trabajo, la entrega, el
estudiar la psicología de un personaje… siguen intactos. A medida que vas teniendo
más experiencia y vives más cosas, eso lo
aplicas a tu trabajo. Los actores, como todo
el mundo, nos vamos adaptando a los cambios, pero la base, que es la pasión por lo
que haces, el rigor y la entrega, es la misma
desde el principio.
¿Tiene el teatro garantizada su pervivencia o considera que está amenazado por
la dictadura del audiovisual?
El teatro está amenazado desde que apareció hace siglos, pero yo pienso que todo el
aluvión actual de tecnologías que permiten
enlatar todo y estar cada vez más lejos de la
realidad, privilegia al teatro, que es una experiencia en vivo y en directo. El teatro es
otra cosa, tan sumamente diferenciada que
creo que con el tiempo no sólo no le va a
perjudicar sino que le va a beneficiar. No
creo que nunca llegue a ser masivo, siempre
será de minorías, pero es un tesoro que no
se perderá nunca.
Últimamente ha pasado de actuar en la
192
comedia musical para cine ‘¿Por qué se
frotan las patitas?’ a un montaje lleno de
humor y ternura como ‘Seis clases de baile en seis semanas’. ¿Cómo se encuentra
alejada de terrenos dramáticos?
Divinamente. Me encuentro feliz. No quiero
ningún drama más. Si puedo, que podré, no
quiero más que los dramas ineludibles que
te tocan en la vida. Indudablemente quiero
hacer comedia, tratar desde el humor los temas que sean, que se pueden tratar todos,
pero no quiero hacer ningún gran drama
más. Lo tengo clarísimo. Por mi edad sé que
no me voy a quedar aquí toda la vida; todavía me encuentro con capacidad y con ganas
pero no sabes si en cualquier momento te va
a tocar cualquier enfermedad que te impida
seguir al mismo ritmo, así que ahora pretendo disfrutar al máximo el tiempo que esté
en la profesión. Eso no quiere decir que no
haya disfrutado con los dramas, que lo he
hecho, pero han sido demasiados y necesito
una dosis generosa de humor.
¿Qué le atrajo de ‘Seis clases de baile en
seis semanas’?
Siempre me ha gustado bailar. Soy de una
época en la que se bailaba mucho y encontrarme con esta obra ha sido una alegría
más, porque se me había olvidado lo gratificante que es bailar. Es muy bonito unir un
paso con otro al compás de la música y que
encaje, algo que hice toda mi juventud. Dejé
de ir a sitios de baile cuando nacieron las
discotecas, que borraron toda huella ante-
rior; ahora el ruido de las discotecas es ensordecedor y no puedes seguir una música
armoniosa según yo la entiendo.
¿Cree que el teatro le ha ayudado a conocerse a sí misma?
Sí. Sí, sí, sí. Al teatro le debo muchísimas cosas. Es una profesión riquísima, que te enseña todos los días, desde que empiezas hasta
supongo el día que termines. Es una sucesión de conocimientos y de situaciones que
no acaba nunca. Yo soy una persona curiosa,
que me implico hasta el cuello en lo que hago, y no he podido elegir mejor profesión.
¿A quiénes citaría como sus maestros?
A todos los buenos, a toda la gente buena
que he admirado, y tengo mucha capacidad
de admiración. En la época en que comencé en el teatro y durante muchísimos años
he tenido la suerte de trabajar con gente
buenísima que me ha enseñado todo lo que
sé. Luego han empezado a venir los jóvenes
y ése es otro aprendizaje muy interesante.
Ahora mismo estoy trabajando con Juanjo
Artero, que por edad podría ser mi hijo y
es de una generación muy distinta, pero resulta que los cómicos somos muy parecidos. La gente que tiene pasión por esto la
tiene recién nacido para la profesión o a los
cien años. Es un aprendizaje y un intercambio continuo con la gente con la que
trabajas. Lo bonito es que haya generosidad, algo muy importante en cualquier
profesión y en esta en particular. Ésa debería ser la primera lección.
Con medio siglo de teatro a sus espaldas,
¿Se imagina una vida alejada de las tablas?
No, no me la imagino. Yo no me pienso
marchar si mi cabeza y mi cuerpo responden. No me pienso marchar porque lo decida yo, lo decidirá mi cuerpo. Si estoy con
mis cinco sentidos y energía suficiente iré
haciendo trabajos más pequeños, acordes
con las energías que tenga, pero lo importante es estar ahí. Yo no quiero ser la protagonista de nada, quiero estar en el teatro
porque es lo que me gusta. Compartir con
quien sea mi escenita y disfrutar con ella.
Peregrinos
literarios
TEXTO: Paco Alcántara
FOTOS: : Miriam Chacón y D. A.
194
César Gutiérrez en la
librería anexa a la
Casa-Museo de
Antonio Machado en
Segovia
Casa-Museo de
Antonio Machado
en Segovia
No son pocos los que se emocionan
cuando entran en el dormitorio que ocupó Antonio Machado en la pensión de la
calle de los Desamparados, durante su estancia en Segovia. Hay quienes viajan
desde el mismísimo Japón a Valladolid,
sólo para conocer la vivienda en la que residió Miguel de Cervantes, a principios
del siglo XVII, y donde corrigió las pruebas de imprenta de la primera parte de El
Quijote. Los estudiosos de la obra de Miguel de Unamuno saben que buena parte
de la historia de España del primer tercio
del siglos XX se haya en la extensa correspondencia epistolar, más de 25.000 cartas, que el autor de 'Niebla' recibió de numerosos personajes y que se guardan en
la Casa Rectoral de Salamanca, que ocupó durante 14 años, convertida, desde
1953, en Casa Museo. Los devotos de los
versos de José Zorrilla quedan electrizados cuando contemplan el sillón de rejilla
donde murió el autor del más popular
don Juan Tenorio un 23 de enero de 1893
y que preside el conocido como Gabinete
de trabajo de la casa en la que nació el poeta a principios del siglo XIX, en Valladolid, en la antigua calle de la Pólvora, junto
a la Iglesia de San Pablo.
Cuenta Ángela Hernández Benito,
responsable de la Casa de Zorrilla, que
muchos de los visitantes que acuden a un
museo de estas características, “lo hacen
con cierto sentido fetichista”. La directora
de la Casa Museo de Unamuno, en Salamanca, recuerda a una mujer extranjera,
que se presentaba con cierta frecuencia y
pedía a los vigilantes que la dejaran sola
unos minutos en el dormitorio del escritor. “Entonces”, narra Ana Chaguaceda,
“se arrodillaba ante la cama y salía con lágrimas en los ojos, nunca supimos los
motivos”. No se conoce si algún cervantino confeso se arrodilló ante el escritorio
que recrea el lugar donde Cervantes fraguó El Coloquio de los Perros y el Licenciado Vidriera. Las cerca de 20.000 personas que recorren cada año esta Casa Museo desean compartir las habitaciones
que ocupó el más genial autor en lengua
castellana. Alberto Campano, su conservador, da fe de la existencia de un grupo
numeroso que “casi peregrina, expresamente, a Valladolid, para recorrer y admirar estas estancias”.
Estos excéntricos admiradores están
ávidos de pisar y ver con sus propios ojos
los lugares donde residieron sus mitos literarios, observar objetos de su propiedad, conocer detalles, anécdotas y peque-
195
César Gutiérrez en la Casa-Museo de
Antonio Machado en Segovia
ños sucedidos del personaje que habitó esas
estancias y donde pudo gestarse buena parte de la creación artística.
César Gutiérrez, que tiene su librería de
Viejo en los bajos la Casa de Machado, en
Segovia, rememora la pasión del actual embajador ruso cuando, hace unos meses, conoció la antigua pensión, “no solo nos regaló un libro de poemas de Machado, traducido a su idioma”. También estuvo leyendo
versos en voz alta en el dormitorio y “se le
veía tal como el que acaba de cumplir un
viejo deseo”.
FANTASMA
Con cierto humor, Ángela comenta alguna
de las muchas anécdotas que desvela du-
196
Documentos personales de Miguel de
Unamuno en la Casa Museo de Salamanca
rante la visita guiada al edificio y que hacen
las delicias de los turistas. “A la gente le encanta saber pequeños detalles, como que el
poeta escribía de cara la pared, para no distraerse –relata- o que compuso el libreto de
su Juan Tenorio en apenas 21 días. Muchos
alcanzan el éxtasis cuando, casi al finalizar
el recorrido, les explicamos que el fantasma
de un antepasado de Zorrilla recorre las
distintas habitaciones porque, desde la última reforma, se quedó sin habitación”. De
hecho, algunas de las personas que aquí trabajan ha padecido situaciones extrañas: luces que se encienden solas, puertas que se
abren, cuadros que se caen. Es totalmente
cierto que el más genial de los literatos románticos españoles, cuando era joven tuvo
una alucinación y se le apareció su abuela
materna, en el cuarto donde se guardaban
muebles viejos. “Me dijo con una voz que
no sabré explicar dónde me resonaba, si en
el corazón, en el cerebro o en el oído: Yo soy
tu abuelita; quiéreme mucho, hijo mío, y
Dios te iluminará”, dejó escrito años después, según relata la cicerone.
La Casa de José Zorrilla recrea la vivienda de una familia acomodada del siglo
XIX en una ciudad de provincias y expone
muchos enseres propiedad de su familia,
desde la cama en la que nació el 21 de febrero de 1817, hasta el dormitorio de su tío
Zoilo, canónigo, “que se llevaba fatal con el
poeta”. También advierte la conservadora
de la Casa, cómo han intentado condensar
Visita guiada en la Casa
Zorrilla de Valladolid
la intensa vida de tan prolijo creador, exponiendo desde los numerosos premios literarios que recibió en vida, hasta álbumes ilustrados que le regalaron admiradores como
el Ateneo de Madrid o el periódico vallisoletano La Crónica Mercantil. ¡Cómo no!, la
mascarilla funeraria del rostro del autor de
'Traidor, inconfeso y mártir', que realizó el
escultor Aurelio Rodríguez-Vicente Carretero, expuesta en una de las salas, merece
una vistazo, porque, “si te fijas bien, aún se
puede distinguir alguna pestaña que quedó
pegada al yeso”, advierte la responsable de la
Casa Museo.
AUSTERIDAD
Asegura César Gutiérrez que tras la visita a
la casa que ocupó Antonio Machado en Segovia, “cuando se ha contemplando la modestia con la que vivía este hombre, se entiende mucho mejor su poesía”. A los más
mayores, la cocina bilbaína les recuerda su
infancia, los curiosos se interesan por lo que
costaba vivir en un lugar tan austero, “pagaba tres pesetas”, apunta el improvisado guía.
En el dormitorio del poeta, junto a la
mesa camilla donde escribía hasta altas
hora de la noche, ha sobrevivido al tiempo
la estufa de petróleo que utilizó para calentarse en los duros inviernos castellanos,
“más decorativa que útil”. Porque era tal el
frio que padecía el autor de Campos de
Castilla en esta pensión que llegó a asegurar a su amigo Mariano Quintanilla: “Ten-
go que abrir el balcón para que se caldee la
habitación”.
César Gutiérrez, que lleva ocho años
regentando una librería de Antiguo en los
bajos de la Casa del Poeta, ha visto como
mucha gente se estremece cuando recorre
las estancias donde nació buena parte de la
obra teatral de Antonio Machado y sus dos
grandes personajes, Juan de Mairena y Abel
Martín.
Durante su estancia en Segovia, desde
1919 hasta 1932, Machado fue inquilino en
la pensión que regentaba Luisa Torrego, en
la calle de los Desamparados, en pleno centro de la ciudad, junto a la Catedral. Una
casa modesta en la que residía la propietaria con tres huéspedes. Uno de ellos, Pablo
197
González Bueno, veintitrés años más joven
que el poeta, recordó décadas después, que
una tarde Machado casi se inmoló: “Don
Antonio salió despavorido de su cuarto con
la cara ennegrecida. Nunca he llegado a
comprender cómo la inflamación de aquel
artefacto pudo producir, instantáneamen-
198
te, tales efectos”.
El gran literato se trasladó a la ciudad
del Acueducto, procedente de Baeza, para
ocupar la Cátedra de Lengua Francesa en el
Instituto General y Técnico. Además de escribir, Machado derrochó una gran actividad social en esta pequeña capital. Gracias
a su amistad con Miguel de Unamuno, consiguió que el gran escritor de la generación
del 98 pronunciara una conferencia en la
Universidad Popular. Como muestra de la
admiración que el poeta andaluz sentía por
el pensador vasco, en la Casa Museo de este
último se guarda una primera edición de
Casa-Museo Cervantes
de Valladolid
Soledades con esta dedicatoria: “A don Miguel de Unamuno, al sabio y al poeta. Devotamente, Antonio Machado”.
PAJARITAS
Precisamente, son libros, documentos y
cartas, lo que analizan con avidez los más
de 550 investigadores que el año pasado
acudieron a la Casa Rectoral, en la calle Libreros, de Salamanca. En la vivienda que
ocupó Unamuno entre 1900 y 1914, durante su etapa de Rector de la Universidad,
no solo se exponen buena parte de los enseres que le acompañaron en vida, también se ha habilitado una sala para que los
Ángela Hernández Benito, trabajadora durante más
de 20 años en la Casa Zorrilla de Valladolid.
numerosos estudios de su obra puedan tener acceso directo a tan interesantes legajos. Desvela Ana Chaguaceda que existe
un corriente de investigación que está trabajando en su pensamiento filosófico.
“Acuden muchos universitarios de América Latina, también hay un grupo en el País
Vasco que trabaja sobre la etapa juvenil de
Unamuno, su epistolario y su faceta como
poeta”. El tesoro son los más de 5.500 libros que donó, los numerosos manuscritos, fotos, dibujos y la correspondencia
que mantuvo con políticos, literatos y filósofos de su tiempo.
Fuera de este ambiente erudito, quienes
realizan la visita guiada “conocen la compleja personalidad del autor de San Manuel,
Bueno y Mártir que, entre sus muchas habilidades, era un experto en papiroflexia. En
una vitrina se exponen algunas pajaritas y
otros animales que enviaba a sus amigos o
regalaba a sus hijos.
Tanto Ángel Hernández, como César
Gutiérrez, Ana Chaguaceda o Alberto
Campano reconocen que el morbo, la pasión o la simple curiosidad, son razones para visitar estas Casas Museos. También
afirman que trabajar en un centro de estas
características los ha convertido en sedientos seguidores de estos escritores.
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