Comentario de la película Remake de Roger Gual

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Remake
Roger Gual
Director: Roger Gual. Guión: Roger Gual, Javier Calvo. Intérpretes: Silvia Munt,
Mercedes Morán, Marta Etura, Gustavo Salmerón, Alex Bredemühl. 95 min. Adultos.
(SD)
Fuimos muchos los sorprendidos cuando se estrenó “Smoking Room”. En el
guión de aquel film se dialogaba de una forma novedosa y la dirección de actores era
inusual en el cine español. En relación con las ideas de la película, se trataba de una
reflexión acerada sobre la competitividad en el mundo de la empresa, los miedos y
fundamentalmente el vacío existencial de tantos “profesionales medios”. Su director,
Roger Gual, estrena ahora “Remake”, depurando su estilo, consiguiendo mejores
diálogos e interpretaciones, y con unos temas de fondo de mayor calado. Todo sostenido
con un reparto excelente.
El planteamiento argumental es muy clásico y muy teatral: un grupo humano –
en este caso, formado por familiares y amigos de la infancia– pasa unos días aislado en
una masía catalana en medio de montañas, situación que provocará que salgan afuera
todos los reproches, rencores y frustraciones de los personajes. Este recurso dramático
se ha utilizado en géneros muy diversos, desde dramas de Bergman al suspense
hitchcockiano de “Náufragos”, pasando por películas de Kenneth Branagh, Polanski o
Saura. Es “La caza” de este último, quizá por su carácter español, la película que más
paralelismos encontramos con “Remake”: el paisaje es el detonante del conflicto
humano.
En dicha masía se encuentran dos generaciones. Los padres, que vivieron con
entusiasmo el desmadre del 68, tardío en España, a principios de los setenta. En
aquellos años formaron una especie de comuna “hippie”, leían a Marx, practicaban el
sexo en grupo y bailaban desnudos alrededor de una hoguera al son de la música
“country”. Son Damián y Patricia, un matrimonio separado y tremendamente depresivo;
Alex y Carol, también separados, pero con un tono más vitalista, y Max, el anfitrión,
que vive solo, desinteresado del mundo, en plan ecologista; no fuma, no bebe, y sólo se
alimenta de vegetales que cultiva en su huertecita.
La segunda generación, la de los hijos, son Ernesto, Fidel y Víctor, al que
acompaña su novia Laura, único personaje que no ha compartido la experiencia
histórica del grupo. Ernesto es el típico treintañero de hoy, con un punto de cinismo,
muy resuelto, pero poco maduro. Víctor está muy afectado por la separación de sus
padres, y vive refugiado en su pequeño mundo de patéticos guiones de cine que escribe
en sus ratos libres. Le echan de todos los trabajos y es un inadaptado. Fidel tiene un
recorrido intelectual y vital muy cortito, no hace nada en la vida y es bastante indolente.
El contrapunto lo representa Laura, que encarna la propuesta educativa progre, lleva una
dieta estudiada, hace voluntariado, defiende el islam y busca la comunión con la
naturaleza. A pesar de sus “valores” ideológicos, Laura es la única madura del grupo de
jóvenes.
Pues bien, este cóctel de experiencias –que reflejan tal cual la realidad de
nuestro mundo en los últimos cuarenta años– estalla como una bomba de relojería. La
escena clave es una en que Víctor ajusta cuentas con sus padres: les reprocha una
educación en una falsa libertad, en una falsa progresía que les ha conducido al fracaso
matrimonial y al consumo de antidepresivos: “Llevas sesenta años haciendo el
ridículo”, le espeta a su padre. Queda patente el callejón sin salida a que ha conducido el
marxismo de los sesenta-setenta, y la factura de infelicidad y desorientación que han
pagado –y pagan– los hijos.
Pero, a la vez, el film muestra cómo estos jóvenes no son mejores que sus
padres, y cómo el idealismo estúpido de aquellos ha sido reemplazado por un suave
nihilismo o ideología “soft” que no mejora en nada las perspectivas de futuro. Además,
la película presenta la pura instintividad como la única vía posible de dar salida a los
sentimientos.
“Remake” habla del fracaso educativo en que nos hallamos inmersos desde hace
medio siglo, un fracaso que explica gran parte de las cosas que vemos a nuestro
alrededor. Para más inri, Roger Gual introduce una escena con niños –la tercera
generación– que pronostica un futuro aún más terrible que el presente. Es cierto que el
film no plantea soluciones, probablemente porque no las tiene, ni es su función. Pero
pone el dedo en la llaga más dolorosa de nuestra sociedad, y eso ya es mucho. Un
excelente diagnóstico envuelto en una excelente película.
Juan Orellana
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