CORTE SUPREMA DE JUSTICIA SALA DE CASACIÓN CIVIL JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR

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República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
CORTE SUPREMA DE JUSTICIA
SALA DE CASACIÓN CIVIL
Magistrado Ponente
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
Bogotá, D. C., trece (13) de febrero de dos mil ocho (2008).
Referencia: C-7300131030042004-00037-01
Se decide el recurso de casación que interpuso
la ASEGURADORA DE VIDA COLSEGUROS S. A., respecto de
la sentencia de 12 de diciembre de 2005, proferida por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Ibagué, Sala Civil-Familia, en el
proceso ordinario de la recurrente contra LUZ NEIRA SÁNCHEZ
CÁRDENAS,
CAROLINA,
ROBERTO,
GUILLERMO
y
ALEJANDRO GUZMÁN SÁNCHEZ.
ANTECEDENTES
1.- La sociedad demandante solicitó que se
decretara la nulidad del contrato de seguro de vida suscrito el 30
de abril de 1999, el cual identifica, donde aparece como tomador y
asegurado
GUILLERMO
GUZMÁN
LATORRE,
y
como
beneficiarios los demandados, y que consecuentemente se
declarara
que
éstos
carecían
de
derecho
para
reclamación alguna, una vez ocurrido el deceso de aquél.
efectuar
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2.- Las pretensiones se fundamentaron en que
el tomador del seguro de que se trata, al momento de diligenciar
la solicitud de expedición, el 26 de abril de 1999, manifestó que no
había padecido de afecciones del cerebro o del sistema nervioso
(vértigos, desvanecimientos, epilepsia, convulsiones, parálisis,
depresión, enfermedades mentales, en fin), ni sufrido algún otro
quebranto o accidente de especial cuidado y objeto de cirugía,
como tampoco que hubiere estado en observación o tratamiento
médico, menos practicado electrocardiogramas, radiografías u
otro examen para diagnóstico, hospitalización o intervención.
Empero, antes de ingresar a la póliza de
seguro, el tomador asegurado presentaba antecedentes de
hipertensión arterial y era fumador de un paquete de cigarrillos al
día, bebedor frecuente y consumidor crónico de cocaína, todo lo
cual lo llevó a padecer de rinosinusitis aguda bacteriana,
intoxicación por consumo de cocaína, síndrome depresivo y
arritmia cardiaca, produciéndole la muerte, tal cual se observa en
las historias clínicas expedidas por las Clínicas de Marly y
Montserrat de Bogotá, a su vez, prueba de la reticencia.
3.- Los demandados se opusieron a las
pretensiones, para lo cual negaron que el tomador asegurado
tuviera tales padecimientos y hábitos o que hubiese sido reticente,
y formularon excepciones de mérito, fundadas en que, siendo de
su cargo, la aseguradora no verificó la información suministrada
en la solicitud de seguro, pese a que se autorizó pedirla a su
médico tratante, inclusive corroborarla mediante la práctica de los
exámenes correspondientes.
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4.- El Juzgado Cuarto Civil del Circuito de
Ibagué, mediante sentencia de 22 de junio de 2005, al encontrar
que el tomador asegurado había sido reticente e inexacto al
diligenciar la solicitud en cuestión, decretó la nulidad relativa del
contrato de seguro de vida y concedió a la aseguradora el
derecho a retener, a título de pena, las primas pagadas, a la par
que declaró infundadas las excepciones propuestas.
5.- El Tribunal, en la sentencia recurrida en
casación, al resolver el recurso de apelación que interpusieron los
demandados, revocó en todas sus partes el fallo del juzgado y
negó las pretensiones invocadas, tras prosperar la excepción de
mérito “exoneración de culpa al asegurado, como consecuencia
del riesgo incierto y/o buena fe del tomador”.
LA SENTENCIA IMPUGNADA
1.- Realizadas algunas consideraciones sobre
el contrato de seguro en general, el Tribunal, luego de dejar
sentado que en la historia clínica de GUILLERMO GUZMÁN
LATORRE se registraba que era fumador de un paquete de
cigarrillos al día, consumidor de cocaína hace doce años y
bebedor frecuente, encontró, sin embargo, que esa información,
carente de fuente, no contaba con soporte probatorio alguno y no
aparecía acreditado antecedente sobre dichos vicios por parte del
tomador del seguro.
De otra parte, salvo la manifestación suelta
consignada en la histórica clínica, tampoco existía otro medio
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probatorio que precisara la época de la adicción al licor, al
consumo de cigarrillo y de drogas, con el fin de establecer si el
ahora causante, al momento de rendir la información a la
aseguradora, había alcanzado ese estado o si el mismo se
presentó con posterioridad.
El gastroenterólogo del tomador del seguro,
doctor GUSTAVO MONTEALEGRE LYNET, simplemente refirió
que ordenó hospitalizarlo el “14 de noviembre de 1997 por
problemas digestivos yo no le detecté ninguna otra patología”, el
paciente, durante las consultas, nunca me “dijo que era
consumidor de cocaína” y “nunca encontré al examen clínico
datos que me hicieran sospechar tal hábito”.
Si el asegurado, dice el sentenciador, era
consumidor crónico de cocaína, esto generaba síntomas y signos
fáciles de detectar por el médico, inclusive frente al silencio del
paciente. Es más, el resumen de la historia clínica presentada por
el citado testigo, “nada refiere sobre las adiciones y nótese que la
primera consulta data de 28 de febrero de 1997”.
Además, de la referida declaración y de la
mentada historia clínica se infería que el tomador del seguro de
vida fue valorado con “antelación al informe suministrado a la
compañía de seguros y para ese momento sólo presentaba una
‘rectorragia leve sin evidencia de diverticulitis’” o de algún “tipo de
patología relacionada directa o indirectamente con el consumo de
alcohol o cocaína”.
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Por el contrario, el asegurado, “mostrando
transparencia y lealtad, puso en conocimiento de la compañía de
seguros el nombre de su médico tratante y la fecha de su última
consulta (...), sin que pueda decirse que esa enfermedad leve que
padecía antes de tomar el seguro tenga que ver con la causa de
su deceso, por lo menos nada se probó sobre el particular”.
En
suma,
al
no
estar
demostrado
que
GULLERMO GUZMÁN LATORRE era consumidor de drogas y de
alcohol, con anterioridad a la fecha del contrato de seguro de vida,
y que a sabiendas guardó esa información de manera maliciosa,
no podía decirse que fue reticente en la información suministrada.
2.- Con todo, dando por cierto que el mentado
señor no fue sincero, franco, honesto y transparente al momento
de informar su estado de salud, tampoco se demostró que su
muerte se desencadenó, precisamente, debido a una de esas
enfermedades preexistentes no declaradas, pues la historia
clínica y el registro civil de defunción nada informan al respecto.
LA DEMANDA DE CASACIÓN
Los dos cargos propuestos se resolverán
conjuntamente, porque contienen un ataque completo contra la
sentencia del Tribunal, amén de que prácticamente, los errores
jurídicos que se denuncian tienen la misma sustentación.
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CARGO PRIMERO
1.- Denuncia la violación indirecta y directa del
artículo 1058 del Código de Comercio.
2.- Lo primero, porque el Tribunal incurrió en
errores en la apreciación de las pruebas que lo llevaron a concluir,
equivocadamente,
que
en
el
proceso
no
se
encontraba
demostrada la reticencia del tomador del contrato de seguro de
vida al momento de declarar el estado del riesgo.
2.1.- En efecto, omitió apreciar el testimonio de
JUAN GUILLERMO CORREA TORRES, representante de la
sociedad demandante, quien indicó que la adicción del asegurado
al consumo de cocaína se vino a saber cuando los beneficiarios
presentaron los documentos para la reclamación del seguro, una
vez ocurrido el siniestro, entre ellos, la historia clínica, actitud con
la cual éstos “corroboraron tácitamente” lo allí consignado.
Si el sentenciador, por lo tanto, no hubiere
pasado por alto la prueba en comento, le habría dado el “valor
probatorio que la historia clínica reclama para demostrar cuando
menos que el tomador del seguro era consumidor crónico de
cocaína hace doce años, es decir, antes de suscribir la solicitud
de seguro (...), vicio que, por reticencia, no puso en conocimiento
de la aseguradora”.
2.2.- De otra parte, tergiversó las siguientes
pruebas:
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2.2.1.- La historia clínica elaborada el 24 de
agosto de 2003, por la doctora VIVIAN DELGADILLO S., médico
de urgencias de la clínica de Marly, porque si la información en la
misma consignada fue suministrada, en lo pertinente, por la
familia del asegurado, quien lo llevó a ese centro asistencial por
“presentar cuadro de tres días de evolución de consumo de
cocaína con importante congestión nasal y rinorrea verdosa que le
impedía respirar…y con el deseo de desintoxicación puesto que el
paciente no ha aceptado ningún tipo de tratamiento y apoyo”, no
podía concluirse, como se hizo, que carecía de fuente o que no
contaba con soporte probatorio.
Además, al decir, respecto de los antecedentes
que consigna del tomador asegurado, bebedor de licor, fumador y
consumidor habitual de cocaína desde hace doce años, que se
trataba de una “manifestación suelta”, dio a entender, contrario a
la realidad, que los antecedentes no eran ciertos y que la historia
clínica no encajaba dentro de la patología que presentaba “en ese
momento”. Por supuesto que no se trataba de un problema
digestivo, sino de una “intoxicación aguda por cocaína en
consumidor crónico”, “síndrome depresivo”, como lo consignó la
citada doctora DELGADILLO,
observación que igualmente
registró, seis horas después, el médico ALARCÓN de psiquiatría.
2.2.2.-
El
testimonio
del
gastroenterólogo
GUSTAVO MONTEALEGRE LYNET, tratante del asegurado, y la
historia clínica que él elaboró, porque al considerar el Tribunal que
los padecimientos y hábitos, por ser crónicos, eran fácilmente
detectables, los debió advertir y no lo hizo.
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El declarante, empero, “jamás se pronunció
sobre la facilidad de detección de los síntomas”, tampoco que
debía percibirlos a los exámenes practicados, pues como él
mismo lo indica, las cinco “consultas estuvieron relacionadas con
la enfermedad digestiva que el paciente presentaba”, es decir, no
estaban destinadas a establecer otras patologías, o que de los
mismos exámenes era posible deducir las referidas adicciones, y
respecto de la historia clínica de Marly, el testigo no la descalifica,
como se hace en la sentencia, fundado en su versión.
En esa medida, dichas pruebas no descartaban
los antecedentes de la historia clínica de Marly, tampoco de las
mismas se infería que el asegurado no consumía cocaína al
momento de declarar el estado de riesgo. Si el Tribunal, por lo
tanto, hubiere apreciado correctamente esos medios, habría
concluido que de los exámenes ordenados, el único que conoció
el doctor MONTEALEGRE fue un estudio radiológico, pero sólo
para documentar la enfermedad diverticular del colon, mas no el
consumo crónico de cocaína.
Consecuentemente, si el sentenciador no
advirtió en la histórica de Marly que el asegurado fue renuente a
admitir el consumo de cocaína, cuando era vital para el
tratamiento a seguir, menos hubo de reconocer ante el doctor
MONTEALEGRE otras patologías menores. Esto significa,
entonces, que no quería que se supiera de esa adicción, crónica
por lo demás, desde hace doce años, pero no que no existiera.
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2.3.- Así mismo, supuso la prueba sobre que
en el resultado de cualquier examen practicado al asegurado,
necesariamente tenía que detectarse su adicción crónica al
consumo de cocaína. Se equivocó, en consecuencia, el Tribunal,
al concluir que la dependencia a ese narcótico no existía, porque
esa enfermedad no fue detectada en los resultados de los
exámenes ordenados por el gastroenterólogo.
3.- La violación directa, por interpretación
errónea, del precepto en cuestión, por cuanto para alegar la
nulidad relativa del contrato de seguro, “no es necesario que
exista identidad entre la circunstancia o hecho omitido o
informado en forma inexacta y la causal del siniestro”, dado que el
vicio de que se trate tiene relación es con la validez del contrato y
no con su ejecución, razón por la cual tampoco era necesario, aún
probada la reticencia, que se demostrara la causa de la muerte
del tomador asegurado, a fin de establecer la relación de
causalidad entre esto y aquello.
En la tesis del Tribunal, se llegaría a absurdos,
como que la nulidad relativa del contrato de seguro únicamente
puede invocarse luego de ocurrido el siniestro o que nunca sería
posible predicar esa nulidad cuando no se materializa el riesgo
asegurado, casos en los cuales el término de prescripción de
dicha acción tendría que computarse a partir del siniestro y no del
conocimiento que se tenga de la reticencia o inexactitud.
4.- Solicita la recurrente que se case el fallo del
Tribunal y en sede de instancia se confirme la del juzgado.
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CARGO SEGUNDO
1.- Acusa la violación directa del artículo 1058
del Código de Comercio, por interpretación errónea.
2.- En términos generales, el error jurídico del
cargo anterior se repite ahora, pero a partir de estar demostrado
que antes de la solicitud del seguro, el tomador padecía de una
rectorragia leve sin evidencia de diverticulitis.
Según el Tribunal, pese a que se probó esa
patología digestiva, la cual no fue reportada a la aseguradora al
solicitarse el seguro, de todas formas no había lugar a decretar la
nulidad relativa del contrato de seguro, por no haberse acreditado
que dicha enfermedad fue la causa del siniestro.
La denunciada violación es patente, dado que
la norma en cuestión jamás “hace una exigencia de tal
naturaleza”. “Bastaba que se probara (…), la existencia de la
reticencia, para que se diera lugar a la consecuencia de la nulidad
relativa allí prevista”.
3.- Demanda la recurrente que se case la
sentencia recurrida y en sede de instancia se profiera la sustitutiva
que corresponda, teniendo en cuenta que en el proceso se
encuentra acreditado que antes de la solicitud del seguro, la
patología digestiva en cuestión existía, sin que se hubiere dado a
conocer de la aseguradora.
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CONSIDERACIONES
1.- La sentencia, como se observa, se apuntaló
en dos razones fundamentales, con suficiencia, cada una, para
prestarle firmeza. La primera, relativa a que en el proceso no se
había demostrado la reticencia del tomador del seguro al declarar
el estado del riesgo. La otra, consistente en que aún acreditada la
enfermedad leve que padecía el asegurado antes de tomar la
póliza, de todas formas la nulidad relativa del respectivo contrato
estaba llamada al fracaso, de un lado, porque no se probó que
esa dolencia tuviera que ver con la causa de su deceso, y de otro,
por cuanto no se demostró que su muerte estuviere asociada a
una de las enfermedades preexistentes no declaradas.
2.- De conformidad con el artículo 1058 del
Código de Comercio, el tomador del seguro, en virtud del principio
de buena fe, tiene la carga de informar fidedignamente los hechos
determinantes del estado del riesgo, con independencia que la
aseguradora los constate, puesto que de todos modos aquel no
queda liberado de las consecuencias adversas frente a las
inexactitudes o reticencias en que haya incurrido al momento de
hacer su declaración, cuando ésta se sujeta a un cuestionario
determinado, al punto que de haberlas conocido el asegurador se
habría retraído de celebrar el contrato o inducido a estipular
condiciones más onerosas.
En ese orden, se trata que las partes, a partir
de una información sincera relevante, tomen las decisiones que
se avengan a sus intereses, con mayor razón cuando se
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encuentra involucrado el derecho a la salud que como se sabe
trasciende la esfera privada y, por lo tanto, según regla de
principio, sometido a reserva. De ahí que si sobre su salud, se
supone que el asegurado lo sabe todo, no así la aseguradora, es
indudable que aquel se convierte en fuente principal y privilegiada,
aunque no única, de la información, razón por la cual en la
formación del contrato de seguro, se encuentra compelido a obrar
con el máximo de transparencia posible.
Lo anterior, porque “un contratante no puede
quebrar la igualdad, ni tomar ventaja de la ignorancia del otro,
especialmente si la ausencia de información de uno de ellos está
originada en el silencio del otro que oculta información disponible,
información que por ser esencial debe brindarse oportuna y
cumplidamente. En la etapa importantísima de formación del
contrato de seguro, cuando el asegurador se apresta a brindar la
protección, está a merced del asegurado, pues normalmente para
estimar el estado de riesgo, aquel requiere de información de
ordinario reservada, puesto que la salud personal viene a estar
asociada a la intimidad del asegurado”1.
En los seguros de vida, cuando el tomador
asegurado omite el deber de informar sinceramente su estado de
salud y sus antecedentes médicos, siendo esto relevante para el
consentimiento del asegurador, es claro que otorgado éste en
esas circunstancias, el mismo no estaría libre de vicios, porque al
deformarse el estado del riesgo, esto conduce a que el
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Sentencia 379 de 19 de diciembre de 2006, expediente 1997-5665-01.
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asegurador también se forme un juicio equivocado sobre su
extensión y alcance. En ese evento, el artículo 1058-1 del Código
de Comercio, sanciona, en principio, la inexactitud o la reticencia
con la nulidad relativa del contrato de seguro.
3.- En el caso, la acusación que se monta
sobre la comisión de errores de hecho probatorios, tiende a
mostrar que en el proceso se acreditó que en la etapa de
formación del contrato de seguro de vida, el tomador se guardó
hechos relevantes, pues al contestar el cuestionario propuesto, no
informó su adicción al licor, al cigarrillo y a la cocaína.
3.1.- Para el Tribunal, empero, no fueron
extraños esos hábitos en la historia clínica del asegurado, abierta
el 24 de agosto de 2003, a su ingreso a la Clínica de Marly,
tampoco que el consumo de cocaína se retrotraía a doce años.
Distinto es que, de un lado, no le haya dado valor, porque ese
registro, “huérfano per se de fuente”, no contaba “con soporte
probatorio alguno”, y de otro, por no existir ningún elemento de
convicción que precisara la “época de la adicción al licor, cigarrillo
y droga”.
La recurrente, al sostener en el cargo, que sí
existía otro “elemento probatorio distinto de la historia clínica” que
daba cuenta de esos hábitos, estaba significando que la
conclusión del Tribunal sobre que la información allí suministrada,
huérfana per se de fuente, no tenía soporte probatorio alguno, era
acertada. El error, entonces, no estaría en la apreciación de la
historia clínica en cuestión, sino en haber omitido que esa
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información
la
corroboraba
otro
medio,
concretamente
lo
manifestado por el representante de la sociedad demandante, no
porque a éste le constara directamente los hechos que
consignaba, sino porque como el anotado documento fue
aportado por los demandados al momento de la reclamación, esto
implicaba que aceptaban tácitamente su contenido.
En ese orden, si al deponente no le consta lo
que se consigna en la historia clínica, el Tribunal no pudo incurrir
en el error de hecho que se denuncia, pues no se trata de un
medio que corrobore que el asegurado era adicto al consumo de
cocaína. Ahora, si el conocimiento de las adiciones se imputa a
los demandados por haber aducido, en la citada oportunidad, el
documento en cuestión, desde esa perspectiva tampoco se
estructura la falta, porque una cosa es el contenido del documento
y otro que sea cierto, al menos en los apartes que carecen de
fuente y de soporte probatorio, y que en el caso de ser tal, que
esa veracidad haya sido aceptada, tácita o expresamente, por la
parte a quien perjudica.
3.2.- Distinto es que la información que sobre el
particular se consignó en la historia clínica haya sido suministrada
directamente por el asegurado o por los beneficiarios del seguro.
Lo primero se descarta, pues como consta en el aludido
documento, aquél mantenía “una negación total de su adicción”, y
lo segundo igualmente, porque amen de negarse ese hecho en el
transcurso del proceso, si bien en la mentada historia se habla en
abstracto de la “familia” del paciente, en ninguna parte se
identifica en concreto quién suministró la información y si fue
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alguno de los demandados, se trataría de una confesión
extrajudicial, que como tal, al tenor de lo previsto en el artículo
195, numeral 6º del Código de Procedimiento Civil, ha debido ser
demostrada en el proceso, aspecto sobre el cual nada se dice.
Es de verse, en todo caso, que la conclusión
por la que aboga la recurrente no puede ser de recibo, dado que
cuando se utilizó la expresión “familia”, fue para significar que ésta
trajo al paciente por “presentar cuadro de tres días de evolución
de consumo constante de cocaína”, obviamente que para esa
fecha, 24 de agosto de 2003, y no para la época de formación del
contrato de seguro. Además, porque aunque en el acápite de
“antecedentes” se consignó “Fumador de un paquete de cigarrillos
al día y bebedor frecuente. Consumidor de cocaína desde hace
doce años”, ninguna fuente o prueba de esos hechos se
menciona, y porque si esa fuente es la “familia” del asegurado, lo
mismo que se dijo anteriormente enerva la acusación.
En lo demás, el Tribunal jamás dijo que la
información consignada en la historia clínica, no fuere cierta,
simplemente señaló que los antecedentes de la adicción, carecían
de fuente y de soporte probatorio, de ahí que era razonable
concluir que se trataba de una manifestación suelta. Y en relación
con la patología que en el mismo documento se describe,
“intoxicación
aguda
por
cocaína
en
consumidor
crónico”,
“síndrome depresivo”, en fin, el error habría sido trascendente en
el evento de que se hubiere probado que esas adicciones
preexistían en la etapa de formación del contrato de seguro, pero
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sobre el particular se guardó silencio, únicamente se conjetura
que por ser un hábito, el mismo se retrotrae a dicha etapa.
3.3.- Por último, en el hipotético caso de que se
hubiere tergiversado el testimonio del gastroenterólogo del
asegurado y de la historia clínica elaborada por él o se hubiere
supuesto la prueba sobre que en cualquier examen practicado
necesariamente tenía que detectarse las adicciones, los errores
resultan intrascendentes, porque si se trata de averiguar es que
para la época de la formación del contrato de seguro el tomador
fue reticente en ese sentido, ninguno de tales medios, en los
términos del cargo, conducen a ese resultado.
Al contrario, con independencia de que las
citadas afecciones fueran de fácil detección o que aparecieren
manifiestas en cualquier examen o que en todo caso debieron
advertirse, que es a lo que, en términos generales, apunta la
recurrente, lo que pone de presente el citado médico y la historia
clínica que él expidió es la “rectorragía leve sin evidencia de
diverticulitis”, todo para la época del contrato de seguro.
Obsérvese, de otra parte, cómo el testigo es
enfático en manifestar que trató al asegurado por una
“enfermedad digestiva” y que no “detectó” o “encontró” ninguna
otra patología o datos que le hicieran “sospechar” la adicción a la
cocaína. Y si bien se refiere a la historia clínica expedida por la
Clínica de Marly, no fue para confirmar o ratificar el contenido,
pues no le constan los hechos, toda vez que como lo aclara, ese
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documento se refiere a circunstancias acaecidas “tres años
después de haberlo atendido en consulta”.
4.- En consecuencia, al salir indemne del
ataque la conclusión probatoria del Tribunal, relativa a que en el
proceso no se había demostrado la reticencia del tomador del
seguro al declarar el estado del riesgo, esto sería suficiente, por
ser un pilar fundamental, para sostener la sentencia impugnada y
dar al traste con el resto de la acusación.
Lo anterior, obviamente, al margen de que el
Tribunal hubiere acertado o no al concluir, para negar igualmente
la nulidad, que en el proceso no se había demostrado que la
enfermedad que padecía el asegurado antes de tomar la póliza, la
“rectorragía leve sin evidencia de diverticulitis”, tuvo que ver con la
causa de su deceso, o que tampoco se acreditó que su muerte
estuviere asociada a una de las enfermedades preexistentes no
declaradas, cuestiones todas, precisamente, relacionadas con los
errores jurídicos denunciados.
La Corte tiene explicado que cuando la
sentencia acusada “se basa en varios motivos jurídicos,
independientes, pero cada uno con fuerza suficiente para
sustentar la decisión jurisdiccional, no es difícil descubrir que si la
censura en casación es ineficaz para desvirtuar todos los soportes
del fallo, porque permanece en vigor alguno que le mantiene su
firmeza en derecho, el recurso no es susceptible de prosperar,
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aún en el supuesto de que fueran destruidos los motivos restantes
de la sentencia acusada”2.
5.- Con todo, aceptando en gracia de discusión
que en el caso para imponer la sanción de nulidad relativa del
contrato de seguro, no era necesario exigir esa relación de causa
a efecto, de todas formas, así se hubiere demostrado que el
tomador del seguro ocultó la “rectorragía leve sin evidencia de
diverticulitis”, hecho que da cuenta el gastroenterólogo y la
historia clínica expedida por él, la Corte, situada en sede de
instancia, no podría tomar una decisión distinta a la adoptada,
porque como la enfermedad digestiva en cuestión no fue aducida
como causa de la nulidad relativa del contrato, el principio de la
congruencia prohíbe tenerla en cuenta para ese propósito.
En el libelo, en efecto, no se hizo referencia a
tal hecho, pues únicamente se adujo que el tomador del seguro
“presentaba antecedentes de hipertensión arterial alta, era
fumador de un paquete de cigarrillos al día, era bebedor
frecuente, y consumidor crónico de cocaína, padecimientos y
hábitos previos a su ingreso a la precitada póliza, los cuales se
complicaron y lo llevaron a padecer de Rinosinusitis aguda
Bacteriana,
intoxicación
aguda
por
consumo
de
cocaína,
síndrome depresivo y Arritmia cardiaca”.
6.- En ese orden de ideas, la acusación, en su
conjunto, está llamada al fracaso.
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Sentencia 134 de 27 de junio de 2005, reiterando G. J. Tomos LXXXVIII-596 y CLI-199.
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DECISIÓN
En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Civil, administrando justicia en nombre
de la República y por autoridad de la Ley, no casa la sentencia de
12 de diciembre de 2005, proferida por el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Ibagué, Sala Civil-Familia, en el proceso
ordinario de la ASEGURADORA DE VIDA COLSEGUROS S. A.,
contra
LUZ
NEIRA
SÁNCHEZ
CÁRDENAS,
CAROLINA,
ROBERTO, GUILLERMO y ALEJANDRO GUZMÁN SÁNCHEZ.
Las costas en casación corren a cargo de la
sociedad demandante recurrente. Tásense.
Cópiese,
notifíquese
y
devuélvase
el
expediente al Tribunal de origen para lo pertinente.
RUTH MARINA DÍAZ RUEDA
JAIME ALBERTO ARRUBLA PAUCAR
PEDRO OCTAVIO MUNAR CADENA
J.A.A.P. C-7300131030042004-00037-01 19
República de Colombia
Corte Suprema de Justicia
Sala de Casación Civil
WILLIAM NAMÉN VARGAS
(Con excusa justificada)
ARTURO SOLARTE RODRÍGUEZ
CÉSAR JULIO VALENCIA COPETE
(Con excusa justificada)
EDGARDO VILLAMIL PORTILLA
J.A.A.P. C-7300131030042004-00037-01 20
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