El Secreto Fiscal como Amparo del Estado y la Contabilidad

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El Secreto Fiscal como Amparo del Estado y la Contabilidad
Electrónica como Desamparo de los Contribuyentes
Introducción
Con la transición política llegaron nuevas ideas y nuevas formas que afectaron
no solo el fondo, sino el fundamento de las instituciones. El flamante Secretario
de Hacienda y Crédito Público, doctor en Economía por el Massachusetts
Institute of Technology y Licenciado en Economía por el Instituto Tecnológico
Autónomo de México, Dr. Luis Videgaray Caso, llegó al cargo con un solo
objetivo: aumentar la recaudación del Estado. Todo el mundo sospechaba que
se venía una Reforma Fiscal muy importante para el país. Además de
necesaria, era indispensable para forjar una imagen de disciplina, fortaleza y
estabilidad de las instituciones financieras del país.
Entre los rumores que hervían en los pasillos de las universidades y en las
sobremesas de los expertos fiscales estaban la eliminación del Impuesto
Empresarial a Tasa Única (IETU), el aumento de la base tributaria, el aumento
al porcentaje gravable del Impuesto al Valor Agregado (IVA) y la disminución
de la tasa del Impuesto Sobre la Renta (ISR). Además, el sector empresarial
tenía una sensación muy optimista, después del exceso que representó
fiscalizar los flujos de efectivo con el IETU, los empresarios solo podían esperar
que las cosas mejoraran, tributariamente hablando.
Cuando se presentó la llamada Reforma Fiscal, nuestras expectativas no se
cumplieron, sino que fueron ferozmente destrozadas por una nueva Ley de ISR
voraz, que no aumentó la base gravable, sino que aumentó la tarifa para las
personas físicas y que, en el mejor de los casos, disminuyó las deducciones
que para la gran mayoría de la clase media eran fundamentales para la
sanidad de sus finanzas personales.
Entre las nuevas obligaciones que la Reforma Fiscal otorga a los
contribuyentes es la entrega de documentos electrónicos que reflejen los
registros de ingresos, egresos, deducciones, inversiones, es decir, la
contabilidad. Sin embargo, la autoridad únicamente estableció la obligación sin
dar más detalle acerca del formato, el sitio o la forma en la que los
contribuyentes tendrían que cumplir con esta nueva disposición ante el Servicio
de Administración Tributaria.
Sin embargo, no podemos detenernos a descalificar la Reforma Fiscal sin
antes entender el contexto en la que fue ideada, discutida, modificada, revisada
y promulgada.
Antecedentes
El gobierno de Enrique Peña Nieto llegó al poder con un discurso de reforma,
de renovación, de liderazgo político. Lentamente, pero con mucha astucia
política, el poder Legislativo promulgó reformas estructurales para el país.
Primero fue la educativa, luego siguió la financiera, la nueva Ley de Amparo,
cambios en materia de transparencia pública, la muy sonada Reforma de
Telecomunicaciones y Competencia Económica y, finalmente, la Reforma
Energética. El siguiente paso para el gobierno federal era crear una reforma
fiscal que sirviera de base para el ambicioso proyecto de modernización que
tenía entre manos.
Como se mencionó anteriormente, la Reforma Fiscal resultó ser poco popular y
pegó directamente a los contribuyentes cautivos de siempre: la clase media.
Para combatir la informalidad, la reforma propuso los medios digitales. Para
ello se decretó que para poder acreditar todas las actividades económicas se
deberá emitir un Certificado Fiscal Digital por Internet o CFDI. Dicho documento
electrónico debe cumplir con estrictos requisitos que dicta el Código Fiscal de
la Federación. Sin embargo, esta medida no significó un incentivo importante
para las personas que tienen actividades informales.
En México existe una enorme desconfianza para pagar impuestos. En general
se tiene una percepción de gran corrupción en el manejo de los recursos
públicos y no es difícil juzgar de esa manera cuando el gasto público no se ve
reflejado en el bienestar de la población. Es por ello que un aumento en la
tarifa del ISR para personas físicas y una disminución y eliminación de
deducciones, en general, fue muy mal visto para los contribuyentes. El
gobierno justificó la voraz reforma con un argumento keynesiano: el aumento
en la recaudación generará un aumento en el gasto público y activará la
actividad económica del país. Carlos Cárdenas Guzmán, presidente del
Instituto Mexicano de Contadores Público, expresó su descontento con la
reforma fiscal porque, con ello, también “se estará elevando la deuda pública a
niveles muy peligrosos que amenazan con volver a las malas experiencias que
en esta materia vivimos en las décadas de los años setenta y ochenta, y que
hasta la fecha todavía estamos pagando”1.
La desconfianza que generó la reforma entre el sector empresarial y el sector
público nos recuerda a las tensiones que estos grupos vivieron en los pasados
gobiernos priistas. Incluso, cuando el sector empresarial amenazó con la
presentación de amparos masivos en contra de disposiciones particulares de la
reforma fiscal, el Secretario de Hacienda se mostró retador al responder
“Estamos preparados… La Procuraduría Fiscal de la Federación defenderá al
Estado ante el Poder Judicial de la Federación” y luego defendió la reforma
fiscal, argumentando “Estamos convencidos que la reforma es una reforma
justa”2.
El caso Zuckermann
Dejando los balances y las justificaciones a un lado, el tema que ocupa este
ensayo es la contabilidad electrónica y el secreto fiscal. Uno se podrá
preguntar, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? El 15 de julio de 2014, el
periodista Leo Zuckermann publicó en su columna del periódico Excélsior un
documento titulado “Contribuyentes de primera, segunda y tercera”. En dicho
artículo se argumenta que los contribuyentes cautivos, la clase media que
trabaja en la formalidad, que tiene ingresos moderados, que paga
religiosamente sus impuestos para evitar cualquier problema con Hacienda, es
la clase más afectada por la reforma fiscal. Además, Zuckermann se muestra
indignado ante la falta de pago por parte de las administraciones estatales, del
ISR retenido a los trabajadores de los gobiernos estatales. Simplemente los
gobiernos no le pagaron ese ISR al SAT y lo peor de todo es que el SAT los
perdonó. El periodista lanza las preguntas obvias “¿Por qué sí se los perdonan
a ellos? ¿Por qué hay contribuyentes de primera que se pueden robar los
impuestos que les retienen a sus trabajadores? ¿Por qué los [contribuyentes]
de tercera (contribuyentes cautivos), si hacen lo mismo, están sujetos a
recargos, actualizaciones y multas y, en el extremo, incluso pueden terminar en
la cárcel? ¿Qué hicieron los estados y municipios con el dinero que se robaron
del ISR de sus trabajadores? ¿Por qué esos recursos no están reportados en
las cuentas gubernamentales? ¿Dónde quedó “la lana”?”3.
Ante dichos cuestionamientos uno no puede más que dudar del periodista que
los está planteando. ¿Será seria la investigación que realizó? ¿Tendrá el
periodista una mala saña contra los gobiernos estatales y municipales? ¿Acaso
tratará de contender por un puesto de representación popular y por ello tiene
un discurso tan cuestionante en contra del gobierno en turno? Sin embargo,
Leo Zuckermann muestra aún más su indignación cuando relata que ante la
negativa del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) de entregar
cuentas
del
dinero
debitado,
argumentando
“Secreto
Fiscal”,
veinte
contribuyentes de tercera interpusieron un amparo contra el abuso de los
contribuyentes de tercera. Sin embargo, perdieron y Zuckermann relata, “A
pesar de que el ministro José Ramón Cossío presentó un proyecto que
aceptaba el derecho que teníamos de cuestionar la manera como los
funcionarios se gastan nuestro dinero, los ministros Alfredo Gutiérrez Ortiz
Mena, Arturo Zaldívar y Jorge Pardo Rebolledo votaron en contra en cinco
minutos, sin argumentar nada, como si fueran jueces de barandilla.”3
Entonces, si el gobierno puede esconder y proteger sus fechorías
argumentando “secreto fiscal”, ¿por qué nosotros, los contribuyentes, no
podemos argumentar el derecho humano a la privacidad para no presentar la
contabilidad electrónica? En cuanto a la rendición de cuentas, ¿no son los
funcionarios públicos los obligados a entregar cuentas claras a los
contribuyentes y no al revés, a menos que exista una presunción por parte de
la autoridad de evasión fiscal? A simple vista parece que la entrega de la
contabilidad electrónica no solo es una carga administrativa innecesaria par el
SAT, sino, y más importante, un atropello a los derechos fundamentales de
todo hombre. Para ello exploraremos el concepto de Secreto Fiscal, las
implicaciones de entregar la Contabilidad Electrónica a las autoridades y,
finalmente, presentaremos las conclusiones de nuestro análisis.
Secreto fiscal
El secreto fiscal es una de las figuras jurídicas más complejas, pues la
definición de sus límites, la justificación de su existencia y la dilucidación de sus
alcances lo hace una figura difícil. Su conformación, no parte de la voluntad del
individuo, sino de una obligatoriedad normativa que deriva de un mandato
legislativo en uso de la potestad normativa de imposición del Estado, esto
quiere decir, una obligación que nace y se detalla en ley4. En este contexto, el
contribuyente se ve forzado a entregar datos personales y de relevancia
tributaria a la autoridad fiscal.
El secreto fiscal en México es manejado como reserva de información en
ciertos componentes del secreto y como confidencial en otros elementos de su
composición. Entran en colisión los derechos de acceso a la información
pública, el derecho a la privacidad y la protección de datos personales vs. el
deber de informar al contribuyente y el deber de resguardo de la autoridad.
Entonces: ¿el secreto fiscal es una herramienta para salvaguardar derechos
fundamentales o un mecanismo de excepción a los mismos?, ¿cuál es la
justificación del secreto fiscal?, ¿cuáles son sus objetivos?, ¿cuál es su
régimen de excepción?
Desde su nacimiento, la normatividad fiscal ha sancionado al secreto fiscal
dirigido a los ciudadanos, y hasta la fecha no se toman en cuenta principios
como el de transparencia o la rendición de cuentas, ya que estos sucumben
ante el “honor” y “deber moral” de guardar el secreto.
Llego la hora de concentrarnos en la norma que nos concierne para este
análisis: el artículo 69 del Código Fiscal de la Federación, que es la plataforma
que regula el acceso de los contribuyentes a la información tributaria que
maneja la autoridad. En esta línea de pensamiento son las autoridades fiscales
las que están obligadas al resguardo de información, pero no un “resguardo”
como el que tiene que guardar alguien que presta un servicio (pues en este
caso entendemos que el tercero por voluntad propia compartió información
personal con el prestador del servicio), sino “resguardo” de información en la
que el contribuyente se encuentra obligado a dar a las autoridades aún en
contra de su voluntad. Hoy en día, así como las autoridades tributarias tienen el
deber de guardar el secreto, con el nuevo sistema de transparencia y acceso a
la información, nosotros como ciudadanos tenemos el derecho a que se
protejan nuestros datos personales, a su debido tratamiento y al acceso a los
mismos en todo momento. Entonces ¿cómo pueden convivir estos derechos
opuestos? Por un lado el secreto fiscal y por otro el acceso a la información
pública.
Contabilidad electrónica
Empecemos por analizar el fundamento legal para la presentación de la
contabilidad electrónica. Las personas que de acuerdo con las disposiciones
fiscales estén obligadas a llevar contabilidad, estarán sujetas a lo dispuesto en
el artículo 28 del CFF. En la fracción IV de dicho artículo se estipula que los
contribuyentes “Ingresarán de forma mensual su información contable a través
de la página de Internet del Servicio de Administración Tributaria, de
conformidad con reglas de carácter general que se emitan para tal efecto”.
Sin embargo, le ha tomado a las autoridades fiscales cinco modificaciones a la
Resolución Miscelánea Fiscal para el 2014, para dar reglas precisas acerca del
cumplimiento de esta obligación, y a la fecha, los contribuyentes seguimos
acumulando muchas dudas. Algunas de las dudas frecuentes son, ¿por qué no
existe en el catálogo de cuentas la fiscal no contable como el ajuste anual por
inflación? ¿Cómo registrar los gastos deducibles de los no deducibles si el
catálogo de cuentas del SAT no permite dicha separación? ¿Por qué no existe
la cuenta de Impuesto Sobre la Renta dentro del catálogo de cuentas del SAT?
Los plazos han sido un desastre, pues en la Segunda Modificación a la RMF
2014 presentaron como fechas límite para la presentación contable de julio de
2014 en octubre de 2014 y así, de forma sucesiva hasta llegar a diciembre
2014. El 16 de octubre se emitió la Quinta Resolución de Modificaciones que
daba como plazo para la presentación de la información de julio 2014 hasta
enero 2015. Las reglas para las personas físicas que no utilicen las
aplicaciones del SAT, aún no son claras.
Es claro que cuando se ideó esta nueva obligación no se contempló la
excesiva carga de trabajo administrativa que tendría el SAT, ni los medio a
través de los cuales los contribuyentes podrían presentar su información, ni la
delimitación de la obligación como tal. Eso sí, las infracciones por no cumplir
con dicha disposición son muy puntuales y van desde los 27,680 pesos hasta
48,440 pesos, y en caso de reincidencia, la clausura del establecimiento del
contribuyente, por un plazo de tres a 15 días, según lo establece el artículo 82
del CFF.
Los recursos de amparo en contra de dicha obligación no se hicieron esperar y
de acuerdo con el presidente de la Comisión Fiscal del Colegio de Contadores,
el C.P. Mauro Villalobos, “12 mil amparos contra la contabilidad electrónica a lo
largo de nuestro país solo beneficiarán, en caso de que procedan, a las
personas o empresas que los promovieron”.
Conclusión
La construcción constitucional y legal del derecho de acceso a la información
ha sido un esfuerzo que ha tomado muchos años para nuestro país. México
como país democrático tiene un sistema normativo que sanciona, regula y
salvaguarda los derechos y libertades de los ciudadanos y en donde las
instituciones son mecanismos y canales que ayudan a efectivizar y garantizar
dichos derechos. Por tanto, nuestro país tiene un desafío muy importante en
cuanto a la armonización de las normas, específicamente en lo que toca al
sistema fiscal: se necesita encontrar el balance justo entre el derecho al acceso
a la información y el derecho a la vida privada de los contribuyentes, interés
público y tributario estatal. Es evidente la contradicción que se le presenta al
Gobierno Federal cuando, por un lado exige que los contribuyentes presenten
la totalidad de sus cuentas, movimientos y saldos para escrutinio de la
autoridad y, por el otro se escude en el secreto fiscal para no hacer público el
uso de recursos y, peor aún, para no evidenciar la falta cometida por los
funcionarios públicos que decidieron no pagar el ISR retenido de sus
trabajadores al Servicio de Administración Tributaria. Es cierto cuando Leo
Zuckermann dice que existen contribuyentes de primera, de segunda y de
tercera, a los ojos de las autoridades, pues solo con plantear la sencilla
pregunta ¿qué le pasaría a un patrón que en lugar de pagar el ISR retenido de
sus trabajadores al SAT, simplemente lo desapareciera? La sanción es muy
clara. El inciso e) del artículo 108 del Código Fiscal Federal señala como delito
calificado
de
defraudación
fiscal por
“omitir
contribuciones
retenidas,
recaudadas o trasladadas.” La pena por el delito de defraudación fiscal también
encuentra sustento en el artículo 108 del Código Fiscal Federal que,
dependiendo del monto de la defraudación, puede ser de uno a nueve años de
prisión.
Los contribuyentes no podemos quedarnos cruzados de brazos mientras los
fondos públicos se aplican a la sombra del escrutinio público. Más indignante
parece que se haya legitimado por una parte la protección a los funcionarios
que dejaron de pagar el ISR retenido, y por otro lado, el atropello al derecho
fundamental a la privacidad. Es menester que la democracia mexicana incluya
mecanismos reales que permitan exigir la rendición de cuentas de todos los
funcionarios públicos. Sería importante, para dar el ejemplo, la obligación de
hacer pública la declaración anual de Ingresos del Presidente de la República,
como si se hace en el país vecino del norte.1
1 Al momento de escribir este ensayo se presentó la investigación especial en el portal de la periodista Carmen Aristegui, acerca de la “Casa Blanca” de Enrique Peña Nieto, que da fuerza al argumento de transparentar la declaración de impuestos de todos los funcionarios públicos, incluido el Presidente de la República Mexicana. 
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