Fundación Clara Henares ¿Quién es Clara Henares? Clara Henares nació el 19 de febrero de 1983. Estudió el bachillerato en el Instituto Elcano, de Cartagena y en Oklahoma (EE. UU.). Acabó primer curso de Historia Antigua en la Universidad de Granada. En ese año un cáncer de origen linfático apareció en su mediastino. La enfermedad la llevó durante cuatro años por hospitales de Murcia y Barcelona y largas quimios. Fue en esta ciudad, Barcelona, donde Clara conoció a la O.N.G. llamada CanVI (cáncer y vida), un proyecto que ella abrazó para refundarlo más tarde en Cartagena (Canvi Cartagena ) unas semanas antes de morir, el 9 de mayo del 2006. Su semilla sigue en actividad admirable, gracias a la colaboración de muchas personas. Clara fue cooperante en el Hospital de San Rafael (Granada) y en el Naval de Cartagena, hasta su fallecimiento. Tras el verano del 2006 se publicó un libro homenaje: Clara Vive. Los mil ejemplares se agotaron en sólo unas breves semanas. Clara plasmó muchas de sus experiencias en cientos de páginas que se conservan en su Diario que ha sido publicado, espigado, en la primavera del 2008. Presentación del libro Clara Vive... "Clara Henares Barcelona nació el 19 de febrero de 1983. Era un mediodÃ-a. Como bebé era muy redondica, gordezuela, y con los ojos muy azules. Mientras éstos fueron una nota distintiva durante toda su vida, lo de bolica, lo fue dejando muy pronto, quizás porque era muy activa, y desde niña muy deportista. Asistió a una guarderÃ-a que se hallaba (y se halla aún), junto al que fue Puente de los Barreros, y es hoy una rotonda con abundante tráfico de vehÃ-culos. Pronto pasó a la Primaria del Colegio de La Encarnación, de la calle Beriso, en el Barrio Peral. De esa época es un poema que le escribÃ- y puse debajo de una foto de entonces. Dice asÃ-: Los azules de Clara, ojos del tiempo, huelen a albahaca, huelen a albérchigo. Muchos años, entrañables, pasó en La Encarnación rodeada del cariño de profesoras, y muchas veces de admiración. Perteneció a un curso que ha dejado huella en esas aulas. Son bastantes los universitarios que ese curso ha dado, y hasta su muerte, aquellos antiguos compañeros han entrado y salido muchas tardes y noches por Murcia y Cartagena del brazo de Clara. El barrio que rodea a ese colegio y el ambiente de éste marcó otra huella. Tal a como si, en verdad, imprimiera carácter. No habÃ-a por tales aulas grandes élites económicas, ni sociales, pero habÃ-a vida, estudio y sencillez, y hasta sabor a pueblo llano. Y también cultivo de un espÃ-ritu religioso, nada dogmático, sino muy humanista, en un Centro, que es todavÃ-a parroquial, y concertado. El bachillerato ocurrió de esta manera: un buen grupo de ese curso citado se matriculó en el Instituto de Elcano, en Tentegorra. Se debieron poner de acuerdo entre ellos, y asÃ- lo llevaron a cabo. En parte, concienzudamente, porque no querÃ-an hacer la ESO, y eran la última hornada del antiguo plan de estudios, antes de que se implantara aquella definitiva y obligatoria E.S.O. Supongo, también, que porque ese Instituto tenÃ-a fama de exigente, y ellos sabÃ-an adonde iban. Alternando con los estudios, Clara cultivaba otras facetas. Por ejemplo, estudiaba inglés en una academia, puesto que su colegio de La Encarnación era de los pocos que aún enseñaba francés como primer idioma, según se hacÃ-a antiguamente en España. Alternaba, por igual, los deportes, en especial el tenis, la natación, y un poco el mismo fútbol, y hasta le gustaba ensayar posturitas en golpes de boxeo, y esquivarlos conmigo. Su complexión era fuerte, y soltaba mandobles entre simpáticos y rotundos, que los amigos calificaban con el consiguiente cabreo. En esa adolescencia conoció a los scouts de La Milagrosa, y con ellos convivió hasta que se fue a la Universidad. Nunca quiso dejarlos, a pesar de que, como es sabido, en la adolescencia y juventud, va ocurriendo una criba de vocaciones para rutas. Como la formación scouts en ese grupo ha sido de mérito, las muchas reuniones de los sábados se ensamblaban con las acampadas y salidas. Han sido vivencias de amistad, de crisis, de crÃ-tica amiga entre los componentes, de revisión de vida. En suma, de una forma de crecer como personas que van avanzando, en años siempre difÃ-ciles para los ojos de afuera. A Clara le quedó de todo ello, una capacidad de crÃ-tica y autocrÃ-tica. Y un amor inmenso por la sierra, la vida natural, el rÃ-o, la marcha, el olor a pino, a bosque, a compañerismo. De hecho, se murió pensando en volver (lo hacÃ-a con frecuencia) a Siles, Sierra del Segura, a las Acebeas y a la Fuente de la Canalica, al camping de arriba, y a todo el contorno del pueblo que vio nacer a su propio padre. Los rutas del 2000-2001, en una de sus tÃ-picas ceremonias, le regalaron, como era usual, una tabla, con el indio pintado en ella y con unas lÃ-neas. Se trata de un acróstico, que la describe de este modo: Cariñosa y carismática./ Lucha por sus convicciones./Aporta lo justo en cada momento./Risueña y atrevida./Aprecia las cosas como son. Fueron años, a la par, en que viajó mucho con sus padres en tiendas de campaña, en camping de los Pirineos, y ya con caravana varios veranos, a los castillo del Loira, y a los PaÃ-ses Bajos. Apenas pisó un camping de ciudad, justo es decirlo, si exceptuamos ParÃ-s, Bruselas, Õmsterdam (que eran sólo de paso). Los muchos pueblos de España y Europa quedaron en la retina de sus ojos, aunque años después los paisajes se fueran entremezclando, olvidadizos, como en los diaporamas de un aula de arte. El segundo curso de bachillerato se empeñó en hacerlo en Estados Unidos. A través de una organización internacional, y según pedÃ-an “los padres americanos―, una familia de Oklahoma, se encaprichó de la ficha que rellenà Clara (creo que por su talante deportista), y en un pueblo pequeñito de allá vivió una experiencia singular. La de la América profunda, la que no sale en las pelÃ-culas. Con todas sus luces y sombras. VivÃ-a en la familia del sheriff, con esposa y dos hijos, de edad parecida a Clara, pero padres muy jóvenes. La vida del Instituto aquel, su calidad de estudios, discutible, y el ambiente juvenil, junto con ser ella la única extranjera (con otra de Eslovenia), daba un tono http://fundacionclarahenares.org Potenciado por Joomla! Generado: 18 November, 2016, 10:53 Fundación Clara Henares particular, distinto del que otros estudiantes españoles habrán vivido en las muchas Américas posibles de esos viajes y estudios. Por páginas de su Diario – empezó este año a escribirlo, y asÃ- prosiguió hasta su muerte- se entresaca que América era una forma de buscarse a sÃ- misma, de ahondar en su interior, puesto que se hacÃ-a grandes preguntas sobre sÃmisma, sus deseos, sus temores, sus afectos y emociones. No expresaba Clara demasiado sus secretas vÃ-as en la actitud externa, que controlaba, no el fuego interior que ardÃ-a en su corazón. Una persona con capacidad de amar y sentirse amada, ciertamente. Como tantas adolescentes, en efecto, pero con muchos más aditamentos, que no es momento de relatar ahora. Regresó a España, acabado el curso, y tras la Selectividad, su camino trazado desembocaba en la Universidad. Era su plan desde antiguo. Fue siempre una buena estudiante, quizás excelente, a juzgar por el 8´14 que sacó en Selectividad. PodÃ-a elegir la carrera que quisiese, pero ahÃ- salió la Clara que siempre venÃ-a de atrás: la muchacha enérgica, un tanto insistente. Desde niña aspiraba a ser egiptóloga, mientras a su alrededor, la familia pensaba, con los años, que se agostarÃ-a la afición como el heno de las eras. Nada más lejos de la realidad. Se matriculó en Granada (allÃ- estudió su madre, estudiaba su hermana, y allÃ- ella misma), y por supuesto lo hizo en Historia Antigua con vistas a su vocación definida. Granada significó vivir fuera de la familia en primer lugar. Y esto era algo que ella valoraba mucho, es decir, su independencia, ese valerse por sÃ- misma. Y significó, obviamente, conocer el mundo universitario. Por supuesto, sin deslumbrarse. SolÃ-a decir que si tenÃ-a ahora que elegir entre sacar un 9 y vivir poco, o un 7 y vivir y conocer más, no lo dudarÃ-a jamás: el 7 y a vivir más. Un aspecto de esto (además de algún cubalibre y el botelleo tÃ-pico), lo conformaba la anécdota siguiente, de la que sólo más tarde nos enteramos sus padres, porque ella no lo comentaba nunca. Apenas llegó a Granada, se presentó en el Hospital de San Rafael, de los Hermanos de San Juan de Dios. Dijo que era una universitaria cartagenera que acaba de aterrizar en la ciudad andaluza, y querÃ-a no sólo aprobar el primer curso en la Universidad, sino hacer algo solidario que le llenara por dentro. Quedó con los organizadores en que dos o tres tardes por semana, darÃ-a de comer o acompañarÃ-a a dos clases de personas: a ancianos, y a niños con sÃ-ndrome de Down. La razón: su abuela materna se hallaba ya mentalmente muy disminuida por infartos multicerebrales, y Clara la veneraba; y su primo Pablo es un Down, que hoy dÃ-a tiene 17 años, y Clara lo veneraba por igual. Esta veta solidaria, explica la que desarrolló después con su cáncer. Porque efectivamente, al acabar el curso primero de la universidad, surgió el linfoma de Hodgkin en el mediastino, que le complicó la vida en los cuatro años siguientes, hasta su muerte. Surgió de pronto, y todavÃ-a no tenemos explicaciones de por qué llega tan rotundamente, y arrollando medio pulmón de pronto. La enfermedad supuso abandonar el mundo universitario, apenas acabado el primer curso. Lo sintió siempre con creces. De ese año procede otra sensación fuerte de las vividas por Clara. Murió su abuela materna, con la que habÃ-a convivido miles de horas. Aunque esperado, fue un zarpazo. Todos los familiares y amigos recuerdan con qué decisión escribió la madrugada del velatorio una carta larga, que quiso leer en la misa. Bastantes miembros de la familia quisieron guardar la copia, que aún conservamos. La abuela falleció precisamente el mismo mes y mismo dÃ-a en el que años después Clara serÃ-a enterrada: un 10 de mayo. Hay golpes tan fuertes en la vida, yo no sé... (César Vallejo nos lo dijo). Y empezó una vida nueva: la de la joven que se pasa horas dentro de un hospital, horas de cama, en las que la cabeza da vueltas como una tozuda noria, y se hace terribles preguntas. Y, por supuesto, meses y años (cuatro), en los que la quimio te va minando, y la radioterapia busca soluciones, que no llegan a buen puerto. Conoció en esos hospitales a enfermos de la cama de al lado, con historias indecibles de cáncer, y conoció cómo iban muriendo un buen grupo de ellos, de los cuales se iba enterando, o no, meses y meses después. Vivencias sobre vivencias. Propias y ajenas. Y sobre la adversidad, maneras de sacar punta a una bola. En las etapas entre quimios y radios, conectó con un pintor y profesor de pintura (J. Betanzos), tocado con la varita de la humanidad, además de los pinceles. Le hizo unas pruebas para empezar, y cuál no serÃ-a nuestra sorpresa, cuando él nos llamó y nos preguntó si tenÃ-amos mucho interés en que siguiera Clara estudiando Historia para EgiptologÃ-a. Y nosotros que por qué decÃ-a tal. Y él: Porque para estudiar una carrera vale todo el que sea estudioso. Pero la pintura o naces, o no vales. Clara tiene unas cualidades excelentes, que yo veo ya de sobra en las clases que lleva dando hasta ahora. AsÃ- fue cómo en los ratos que podÃ-a, la pintura vino a ser un bello tubo de escape, y un modo de afinar su sensibilidad, en especial en las conversaciones de aquel estudio y aquel profesor. Por supuesto, los cuadros y dibujos de Clara son una excelsa reliquia para nosotros. Huelga decirlo. En idas y venidas, y estancias en la Arrixaca vivió un año, y los demás en el Valle de Hebrón en Barcelona. Ha conocido médicos y enfermeras ejemplares. Rara vez surgió alguna excepción a esta regla. Apenas la hemos visto en estos cuatro años quejarse amargamente. Sólo decir, una y otra vez: estoy cansada, papá, mamá. Y guardar grandes silencios, mezclados con su humor e ironÃ-a de siempre. Hubo que hacerle un autotrasplante de médula, y en los dÃ-as posteriores las llagas en boca, y en el recto hicieron lo que debÃ-an, es decir, daño a mansalva. Aprendió ahÃ- y en tantos meses después cómo se sufre en la vida, y cómo el dolor no tiene explicación posible, si no es por la limitación humana. Pensamos, sin embargo, que tanto dolor no puede quedar como torrentera que se arrastra y se tira no sé adónde. Al revés: tiene que haber un banco, un lago Náser, un pantano de Dios en el que se reúne el dolor del mundo, asociado al de Jesucristo, como bien salvÃ-fico. Y el dolor redime. No sabemos cómo, ni de qué manera, pero redime. Es un banco del EspÃ-ritu Santo, pero no el Ambrosiano. Es otro, bien distinto. Lo hemos podido comprobar en nuestra hija. No es posible que se desparrame tanto dolor de la humanidad y de la historia. Me explico, por tanto, que Clara fuera dÃ-a a dÃ-a escribiendo casi mil páginas en su Diario, sin contar las que vertió como un grifo en cartas a las amigas. Una de éstas muy querida (Ana Judit), nos llamó el otro dÃ-a, y nos dijo que guardaba celosamente cartas de Clara, pero que nos las iba a mostrar a nadie, porque las creÃ-a como un derecho de ella misma. Sólo nos regaló, desde Barcelona, esta brevedad de Clara, enviada por un e-mail. Reza asÃ-: “Quiero vivir http://fundacionclarahenares.org Potenciado por Joomla! Generado: 18 November, 2016, 10:53 Fundación Clara Henares esta vida hasta que encuentre lo que busco, pero recibo con los brazos abiertos la vida que tendré después de ésta―. No nos decÃ-a la fecha de la carta, pero evidentemente estaba ya herida del cáncer. Entre las etapas de quimio y más quimio, no cejó en colaborar como voluntaria al servicio del cáncer. Tuvimos la dicha de contactar con la Fundación Carreras, y se volvió una propagandista de solidarios hasta la médula. Se iba a Institutos y hablaba a jóvenes, o les repartÃ-a el boletÃ-n y la propaganda. Cuando el ISSORM le asignó una pequeña cantidad mensual por discapacidad (le dieron un 67%), no dudó en hacerse socia de la Fundación. De nada valió advertirle que ya lo era yo, su padre. “Tú haz lo que quieras con tu dinero. Yo lo hago con el mÃ-o―, me espetó. Una etapa final, y muy definitiva de la vida de Clara, provino de conocer a la oenegé CANVI (Cáncer y Vida; cambio, en catalán). Fundada por Alex, Fanny, Piñol, y otros en Barcelona, hace muy pocos años. Canvi advino como unas puertas de luz que se abren y te dejan paso a un reino de irás y no volverás. MagnÃ-fico por las experiencias, por la gente ahÃ- metida, por los enfermos de cáncer, que no se rinden, a pesar de sentir un peso aplastante. Ejemplo inmenso del poder de la mente, puesto que se trabaja una medicina alternativa. HabÃ-a sabido Clara de ellos por la revista Discovery-Salud, por el reportaje que sacara en uno de sus números sobre Canvi, sobre sus objetivos y talleres. Una tarde de las cientos vividas en la ciudad condal, bajó Clara a un cibercafé, y redactó una larga carta a la dirección de la O.N.G. Explicó su caso, sus esperanzas, sus desesperanzas. Conmovió tanto a los dirigentes, que a las pocas horas se pusieron en contacto con nosotros. Y ahÃ- empezó una etapa, donde por primera vez en cuatro años, la oÃ-amos cantar en la ducha. Estaba transformada de sentido, de saberse útil para sÃ- y para los demás. Comenzó, a la vez, unas sesiones muy duras de nutrición, de una alimentación desintoxicante (y unas comidas distintas de la que se usa hasta en los mismos hospitales en las plantas de cáncer). Con una voluntad de acero, en efecto. Si es cierto que la quimio lo primero que te hace perder es la sensación del buen sabor, y hasta el jamón sabe no sé a qué diablos, imaginemos lo que era la severa comida casi vegetariana (para una carnÃ-vora como Clara), y las proteÃ-nas bien contadas. A pesar de todo, tal dureza iba aparejada de los talleres ofrecidos por Canvi, y allÃ- en relajación, visualizaciones curativas, reiki, terapias grupales, conferencias de sicologÃ-a, y reparto de experiencias, ella encontraba un modo de crecer como persona, si es que habÃ-a crecido poco ya con tantas vivencias arrastradas desde años atrás. Cuando las últimas quimios (de no sé cuántas tandas y cuántas sesiones anteriores) se terminaron, y era hora ya de salir de Barcelona, porque no habÃ-a más que darse, ni qué hacer dentro de un hospital, Canvi le pidió a Clara que luchara por extender la O.N.G. en Cartagena. Siempre le decÃ-an que era su angelet, entre bromas. Y Clara se lo tomó en serio. Soñaba con que los enfermos de Cartagena corrieran la suerte de los de Barcelona, al menos en los consuelos y sanaciones. Clara presentó en marzo del 2006 en una de las salas de Recursos Juveniles (ConcejalÃ-a de Juventud) sus propósitos. En varias semanas anteriores no cesaba de ir y venir, conectando con personas que habrÃ-an de servir para talleres futuros: especialistas en nutrición, relajación, visualización, reiki, yoga, etc. Como, desde tiempo atrás, en las temporadas que pasaba en Cartagena, seguÃ-a colaborando con el voluntariado del cáncer, muchas de sus compañeras (enfermas o no) juntaron sus fuerzas en apoyo. Y asÃ-, con un lleno que nos dejó a todos pasmados, pudimos hablar de Canvi en Cartagena, de sus objetivos, de sus talleres. La reunión del mes siguiente tuvimos que buscar un local mayor, y el crecimiento e interés seguÃ-a. A esta segunda reunión ya no pudo asistir Clara, y por supuesto tampoco a la tercera. Es increÃ-ble cómo en tan poco tiempo, las esperanzas se han multiplicado. Más aún: para asombro de nosotros mismos, Clara se ha convertido en una referencia, en especial desde su muerte. Debe ser que a las personas las mide su muerte. No hay nadie como el enfermo de cáncer para detectarlo y contagiarse del valor mental de una muchacha, también con cáncer, y el ánimo que ofrecÃ-a de gratis. Su cuerpo no valÃ-a ya un duro, pero su mente calentaba. Los dÃ-as finales de Clara fueron –como en la vida- de gozo y de dolor. Pudimos, por fin, la familia hacer un viaje a Egipto (siempre imposible por andar entre hospitales). Quizás no haya gozado tanto en su vida Clara como en esos 9-10 dÃ-as por el Nilo y los templos faraónicos. Asustados sus padres, nos llevamos un sillón de ruedas, que se paseó por todos los aeropuertos, pero que no hizo falta usar. Tanta era su fuerza, sus bramas de contemplar la cultura que más amaba desde niña. Aguantaba las caminatas en Luxor, o en Abu Simbel. Ocurrió el viaje entre marzo y abril del 2006. Por las páginas de sus Diarios desfilan páginas donde su alma se retrata, uniendo cultura egipcia con cultura del dolor y del cáncer. Ya que dejó tantas páginas escritas, a través de su corta vida, esa relación de gozo en mescolanza con sufrimientos es todo un camino y observatorio. La cara de los últimos dolores se presentó en forma de neumotórax durante el mes de abril. No cerraba la pleura, y no expulsaba definitivamente el aire, y hubo de pasar a Murcia, donde en la Arrixaca se le practicó una operación. Lo demás – y en pocos dÃ-as- fue un desenlace con horas crÃ-ticas, y al final la entubación y los calmantes aportaron un paso digno, donde el Umbral marca los estadios. Clara quedó al otro lado de ese Umbral, y a este lado nosotros. Queremos pensar que la continuidad entre vida y muerte es la que nos hace llevadero el trago. Hay vida, hay energÃ-a actuando en resurrecciones por doquier. Nos incita esa fuerza de Luz a respirar. No en vano se llamaba Clara, y era claridad. El hueco dejado, ciertamente, es inmenso, pero el quehacer en seguir los pasos de Clara es una propuesta de vida. Los enfermos de cáncer, o de lo que estén enfermos, tienen derecho a la espera y la esperanza. El entierro (10 de mayo del 2006) fue la eclosión de amigos, de familias, pero en especial de gente de cáncer. Falleció Clara, cuando no hacÃ-a mucho que cumpliera los 23 años. Desde entonces, los talleres de Canvi en Cartagena no han cesado. Estamos sólo en el comienzo, ciertamente. Lo más increÃ-ble es la cantidad de gente colaborando, desde maestros de reiki, o profesores de yoga, hasta dietéticos, y sicólogos, o la joven periodista que ha montado en internet canvi.blogia.com (ahora www.canvicartagena.org). Cada cual poniendo su gratuidad y constancia, pero no son menos quienes corren la voz (el boca a boca) de reuniones, de horarios de talleres, de terapias grupales que funcionan en tal sala, o de las sillas (muchas) que hay que arrimar y desarrimar. SerÃ-a fatuo creer que todo esto proviene sólo de Clara, http://fundacionclarahenares.org Potenciado por Joomla! Generado: 18 November, 2016, 10:53 Fundación Clara Henares pero no es fatuo admitir que de ella ha salido una energÃ-a positiva que se ha derramado sobre nosotros, como se regala la lluvia en los campos sedientos."  http://fundacionclarahenares.org Potenciado por Joomla! Generado: 18 November, 2016, 10:53