Se engaña quien piense desanimar al Papa

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Se engaña quien piense desanimar al Papa
Nota del director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Federico Lombardi SJ, sobre la fuga de
documentos relativos al Vaticano que miran a “crear confusión y desconcierto y a facilitar una
visión negativa del Vaticano”
Hoy debemos tener todos los nervios templados porque nadie se puede asombrar de nada.
La administración estadounidense ha tenido wikileaks, el Vaticano tienen ahora sus leaks,
sus fugas de documentos que tienden a crear confusión y desconcierto y a facilitar una
visión negativa del Vaticano, del gobierno de la Iglesia y más ampliamente de la misma
Iglesia.
Por tanto, calma y sangre fría, y mucho uso de la razón, cosa que no todos los
medios tienden a hacer. Son documentos de naturaleza y peso diversos, nacidos en
tiempos y situaciones diversas: unos son las discusiones sobre la mejor gestión económica
de una institución con muchas actividades materiales como el Gobernatorado; otros son
apuntes sobre cuestiones jurídicas y normativas en curso de discusión y sobre los cuales es
normal que haya opiniones diversas; otros son memoriales delirantes que nadie con la
cabeza en su sitio ha considerado serios, como uno reciente sobre el complot contra la vida
del Papa. Pero tanto da; poner todo junto ayuda a crear confusión.
Una información seria debería saber distinguir las cuestiones y comprender su diferente
significado. Es obvio que las actividades económicas del Gobernatorado deben ser
gestionadas sabiamente y con rigor; está claro que el IOR y las actividades financieras
deben integrarse correctamente en las normas internacionales contra el lavado de dinero.
Estas son evidentemente las indicaciones del Papa. Mientras que es evidente que la historia
del complot contra el Papa, como dije inmediatamente, es un delirio, una locura, y no
merece ser tomada en serio.
Ciertamente hay algo triste en el hecho de que se pasen con deslealtad
documentos del interior al exterior para crear confusión. Existe responsabilidad
de una y otra parte. Sobre todo por parte de quien proporciona este tipo de
documentos, pero también de quien se ocupa en usarlos para fines que no son
ciertamente amor a la verdad. Por ello debemos resistir y no dejarnos absorber
por el abismo de la confusión, que es lo que los malintencionados desean, y
permanecer capaces de razonar.
En cierto sentido –es una antigua observación de la sabiduría humana y espiritual- la
existencia de ataques más fuertes es signo de que está en juego algo importante.
A la gran serie de ataques a la Iglesia sobre el tema de los abusos sexuales respondió
justamente un empeño serio y profundo de renovación clarividente. No una respuesta de
corto alcance, sino de purificación y renovación.
Ahora hemos asumido la situación y desarrollamos una fuerte estrategia de curación,
renovación y prevención para el bien de toda la sociedad. Al mismo tiempo, se sabe que
está en curso un empeño serio para garantizar una verdadera transparencia del
funcionamiento de las instituciones vaticanas también desde el punto de vista económico.
Se han publicado nuevas normas. Se han abierto canales de relaciones internacionales para
el control. Ahora, varios de los documentos recientemente difundidos tienden precisamente
a desacreditar este empeño. Paradójicamente, esto es una razón más para proseguirlo con
decisión sin dejarnos impresionar. Si tantos se ensañan, se ve que es importante. Quien
piensa desanimar al Papa y a sus colaboradores en este empeño se equivoca y se engaña.
En cuanto a la cuestión de las pretendidas luchas de poder ante el próximo
cónclave, invito a observar que los pontífices elegidos en este siglo han sido todos
personalidades de altísimo e indiscutido valor espiritual.
Está claro que los cardenales han buscado y buscan elegir a alguien que merezca el respeto
del pueblo de Dios y pueda servir a la humanidad de nuestro tiempo con gran autoridad
moral y espiritual. La lectura en clave de luchas de poder internas depende en gran parte
de la tosquedad moral de quien la provoca y de quien la hace, que a menudo no es capaz
de ver otra cosa.
Quien cree en Jesucristo por fortuna sabe que –al margen de lo que se diga o escriba hoy
en los periódicos- las verdaderas preocupaciones de quien tiene la responsabilidad en la
Iglesia son más bien los problemas graves de la humanidad de hoy y de mañana. No por
nada creemos y hablamos también de asistencia del Espíritu Santo.
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