SOBRE LA PEDAGOGIA DE LA DEBILIDAD (II)

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SAN VALERO SIGLO XXI
Claves de identidad de una escuela de iglesia
SOBRE LA PEDAGOGIA DE LA DEBILIDAD (II)
II. TEOLOGÍA DE LA DEBILIDAD
Jesús se puso sistemáticamente de parte de los débiles.
Este interés inédito por lo débil, se puede considerar como un rasgo
característico del evangelio; actitud en claro y llamativo contraste con la mentalidad, de
las personas religiosas de aquél tiempo. Un ejemplo, el Qumran: los cojos, los
mancos, los tuertos, los ciegos, los sordos, los mudos, los que tengan algún defecto
que les deforme la figura o simplemente los demasiado viejos... ninguno de todos
estos debe tomar asiento en el consejo de la comunidad. Que ninguno de ellos entre a
tomar parte en la reunión de los hombres de renombre.
¿Por qué Jesús prefirió a los débiles? ¿Por qué se fija en la debilidad? Una respuesta
nos la da la carta a los Hebreos; donde hay debilidad hay sufrimiento. Y Jesús se
define por su capacidad de compadecerse de nuestra debilidad. Más aún, Jesús se
capacitó para ayudar y socorrer a los que lo pasan mal, sufriendo él lo que sufren los
demás. El verdadero remedio del dolor y sufrimiento no viene desde el poder, sino de
la solidaridad y el compartir con los que sufren. En una palabra, Jesús se hizo débil
con los débiles, se solidarizó con las debilidades que se han dado entre los mortales
hasta tal punto de hacerse pecado y cargar con los pecados de sus hermanos, pero no
para quedarse ahí de modo resignado, sino para vencer dicho pecado, dicho
sufrimiento desde dentro. De este modo, se inicia la nueva creación en la justicia y en
la paz. Al que no conoció pecado, por nosotros le hizo pecado, a fin de que nosotros
viniésemos a ser justicia de Dios en Él. El mundo nuevo comienza en el corazón del
hombre, en el silencio. Ahí es donde se da muerte al hombre viejo y brota la nueva
creación.
Debilidad de Dios.
Lo más desconcertante y profundo nos lo enseña San Pablo, y lo expuso como
dato central de la fe; y es ni más ni menos que la “rígida antítesis de la palabra cruz y
de la sabiduría del mundo” (1ª Corint. 1, 18-3, 20.). Esta “sabiduría del mundo” no se
refiere a una sabiduría atea, sino a una sabiduría relacionada con Dios, y consistente
en exigirle signos y pruebas de su poder, pero el proyecto de Dios tal como se ha
manifestado en la locura y escándalo de la cruz significa y es debilidad. Por eso,
concluye San Pablo, “la locura de Dios es más sabia que los hombres y la debilidad
de Dios más potente que los hombres” (1ªCorint. 1, 25). La contraposición entre
“poder” y “debilidad” es la clave para entender donde se manifiesta Dios y como se
manifiesta. Y esto explica por qué insiste San Pablo, “lo necio del mundo se lo escogió
Dios para humillar a los sabios; y lo débil del mundo se lo escogió Dios para humillar a
los fuertes; y lo plebeyo del mundo, lo despreciado, se lo escogió Dios: lo que no
existe, para anular a lo que existe, de modo que ningún mortal pueda endiosarse” (1ª
Corint. 1, 27-28). En definitiva, se trata de convencerse que en la existencia cristiana el
lugar y el modo de la fuerza es paradójicamente la debilidad. Así lo afirma de modo
provocativo San Pablo: “Con muchísimo gusto presumiré de mis debilidades, porque
así residirá la fuerza de Cristo. Por eso, estoy contento en las debilidades, ultrajes e
infortunios, persecuciones y angustias por Cristo, pues cuando soy débil, entonces soy
más fuerte” (2ª Corint. 12, 9-10
Ley de la debilidad, pedagogía desconcertante de Dios.
El camino que lleva a Dios no es el camino del poder, sino el camino de la
debilidad. Por eso, cuando Dios actúa, invierte los papeles del mundo. Los grandes
momentos de la Historia de la salvación han tenido como protagonistas a personas
estériles: Sara; Ana; Isabel; María.
Dios hace brotar su pueblo entre las víctimas y para llevar a cabo su plan de
salvación lo hace a través de la ley de la debilidad. Así para liberar al pueblo de Israel,
esclavizado por los madianitas, elige a Gedeón “de la familia más pobre de los
Manasés y él el más pequeño de la casa de su padre”. Y cuando Gedeón, confiado en
la promesa de Dios, quiere reunir el mayor número posible de hombres, el Señor le
dice: “son demasiado”.
Respecto al Mesías nos encontramos con el fenómeno sorprendente de la
progresiva disminución del poder mesiánico.
Jesús de Nazaret en su misión de anunciar el Reino de Dios y salvar al mundo
rechazó el camino del dominio, de la fuerza... y abrazó el camino del servicio, el amor
y la debilidad.
La debilidad de la “carne”, revelación de Dios
La paradójica fuerza de la debilidad tiene su raíz en que Dios escogió la locura
y el escándalo de lo débil para salvar al mundo. Más aún, Dios mismo se ha revelado
como debilidad. No cabe duda que semejante revelación nos desconcierta a los hijos
del viejo Adán, pero la teología del N.T. es clara: Jesús de Nazaret es la revelación de
Dios, quien ve a Jesús ve a Dios. Ahora bien, esta revelación de Dios se ha realizado
en la “carne”. San Juan lo colocará como criterio para discernir al verdadero y falso
profeta: “Carísimos, no creáis a cualquier espíritu, sino examinad los espíritus si son
de Dios, porque muchos falsos profetas han salido en el mundo. Podéis conocer el
espíritu de Dios por esto: todo espíritu que confiese que Jesucristo ha venido en carne
es de Dios; pero todo espíritu que no confiese a Jesús, ése no es de Dios, es del
anticristo”. Pero, para la Biblia tanto en el A.T. como en el N.T.. “Carne y debilidad”
están íntimamente asociados el uno al otro. He aquí un primer criterio básico para
discernir el auténtico profeta, ¿dónde se ubica? ¿A favor de quien se pone?.
La debilidad y el amor
La revelación y la presencia de Dios en Jesús es revelación y presencia en la
debilidad.
Ahora bien, esto nos viene a decir dos cosas:
1º Dios se define y se comprende no a partir del poder, sino del amor.
2º Ese amor se revela y se realiza en relación directa no sólo con lo débil de este
mundo, sino incluso con la debilidad misma. Esta comprensión fundamental de Dios se
expresa en dos relatos de la vida de Jesús: su nacimiento en un establo y la cruz.
Ahora nos encontramos con la clave para responder, ¿por qué Dios se fija en la
debilidad y antepone lo débil a todo lo demás? La respuesta es clara: DIOS ES AMOR,
y donde hay amor, hay solidaridad y sintonía. Pero, hablar de solidaridad y sintonía es
hablar de solidaridad y sintonía con la debilidad. El amor se revela como debilidad, y la
razón de esta relación entre amor y debilidad es que en este mundo hay que amar, por
que hay debilidad. Esto quiere decir, nos amamos porque nos necesitamos, nos
complementamos, porque somos diferentes. El amor es entrega y recompensa. La
encarnación de Dios significa que el amor de Dios ha alcanzado su expresión suprema
en la debilidad de Dios. Según esta relación concatenada: amor-debilidad, la
conclusión es patente: en la medida en que una persona se sienta poderosa, fuerte,
segura, superior, en esa misma medida se incapacita para amar, se incapacita para la
solidaridad y para la sintonía. La prepotencia, la seguridad y la libertad absoluta
engendran soledad y aislamiento.
Lo débil y el hombre nuevo.
La cultura moderna ha creado un mundo de ser y pensar que mira casi
exclusivamente a la eficacia, al rendimiento y productividad. Pero, además el progreso
moderno descasa sobre la idea de la autosuficiencia mesiánica de que puede
autoredimirse. Sin embargo, ¿es capaz el hombre de darse a sí mismo la vida que
anhela? ¿Qué “hombre nuevo” va a nacer del desarrollo de una sociedad
preferentemente configurada a unos patrones técnicos? Estos interrogantes no van
contra la técnica ni contra la ciencia, sino contra la fe mesiánica en el poder absoluto y
autosuficiente del hombre y a su reduccionismo excluyente. ¿El “hombre nuevo” no
nacerá de la gratuidad y de la debilidad, y desde ahí adquirirá sentido todo lo demás,
incluida la técnica, economía etc? Este es el interrogante que los creyentes en Jesús
lanzan y aportan al mundo actual, que está reclamando la necesidad de dar un salto
cualitativo.
FELIX FELIPE
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