EL SEMÁFORO CRONOLOGíA

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HISTORIAS
Rubén Abella
EL SEMÁFORO
su esfuerzo, sonrió y alzó los hombros en un gessas e iniciaron el camino hacia casa. En el
Salieron
cruce
de
del lasupermercado
calle Princesacargados
el semáforo
de bolse
puso intermitente. Sale echó a correr como pudo,
pues prefería el sofoco añadido de la carrera a tener que esperar a pie firme hasta que el semáforo
cambiase a verde.
Enrique no la siguió.
Una vez en la otra orilla Sale se dio la
vuelta y, jadeando, consciente de la inutilidad de
to de alegre resignación.
Entonces el semáforo
pasó a rojo, y durante un largo minuto le tapó la
visión el tráfico que corría ruidoso en direcciones
opuestas.
Cuando
por fin se abrió el semáforo,
Enrique ya no estaba.
En el suelo quedaban
cuatro bolsas de
la compra -dos a un lado y dos al otromancha creciente de mermelada de fresa.
y una
CRONOLOGíA
A
A las dos y un minuto su padre la interceplasen
dosel de
la mañana
Isabel
llegó a casa.
tó
pasillo
y le echó
la reprimenda
de
siempre,
rematada esta vez con un comentario
dio cuenta de que no llevaba dinero encima. A las
seis menos cinco se subió al tren de todos modos.
A las siete menos diez el revisor la obligó a bajarse en Villalba. A las siete prosiguió su huida a pie.
inédito: "Y si no te gusta, ahí tienes la puerta". A
A las ocho y cuarto las rozaduras de los zapatos
las dos y trece Isabel cogió la puerta y se fue. A las
dos y veintiocho entró en la estación de Chamartín,
la hicieron detenerse a la entrada de Galapagar. A
las ocho y diecinueve un hombre se acercó a ella,
consultó una pantalla y se enteró de que el próximo
tren no salía hasta las seis. A las tres menos vein-
la miró de arriba abajo y le preguntó que cuánto
ticinco se acurrucó en un banco y trató de dormir.
cobraba por un ratito de amor. A las ocho y media
Isabel entró en una cabina telefónica, llamó a casa
A las cinco y media abrieron la ventanilla: Isabel
a cobro revertido y, rompiendo a llorar, suplicó a su
se acercó a comprar el billete, pero al ir a pagar se
padre que viniera a recogerla.
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HISTORIAS
INVIERNO
S
coraje para llevar su decisión a la práctica.
onia
pasó temprano,
la noche en
blanco,pero
juntando
el
Se levantó
neNiosa
resuelta.
-Te
parecerá una locura, porque no nos
conocemos.
Pero yo te quiero. Te quiero desde
hace dos años, tres meses y un día. Desde la pri-
Mientras se arreglaba lamentó que fuera invierno,
mera vez que te vi en este autobús. Te quiero con
pues con tanto frío no podía ponerse el vestido de
toda mi alma, tanto que sólo vivo cuando te veo,
tirantes que tan bien le sentaba. Aún así optó por
una falda corta, para lucir bien las piernas, aunque
cuando te pienso, cuando te siento cerca. El resto
del tiempo es un trámite. Vida muerta. No hace
fuese enfundadas en las medias de lana, y una ca-
falta que hables. No es necesario que te vuelvas.
Sólo quería que supieses que, en lo que a mi res-
saca ceñida que realzaba su figura. Luego respiró
hondo y salió de casa.
El autobús pareció demorarse
pecta, antes de ti no había nada.
más que
El resto del trayecto transcurrió en silen-
nunca. Cuando por fin llegó, Sonia se montó de un
cio. Al llegar su parada él se levantó, se echó la
salto, picó el bonobús y buscó con ansiedad entre
mochila al hombro y se bajó del autobús con la
la gente. Él estaba arrellanado junto a la ventanilla,
calma de siempre. Fue entonces, mientras se ale-
con el cuello del abrigo subido y la vista perdida en
la calle. Justo detrás de él había un asiento vacío.
jaba, cuando Sonia se fijó en el cable que le trepaba por el costado, desde el walkman hasta la
Sonia lo ocupó y, temblando como una hoja, acer-
oreja.
có la cara a su cabeza, cerró los ojos y susurró:
HISTORIAS
ELECTRA
Enternecida, Hilaria retama la labor.
11
~,
va risueña cómo Abigaíl, su nieta de seis
i1aria levanta
los ojos
de la labor
obseraños,
se entretiene
recortando
unay revista.
-y
mayor? -le
vista.
dime, vida mía, 6tú qué quieres ser de
-¿y
pregunta.
Abigaíl termina de recortar un adonis con
Abigaíl aplica pegamento
al reverso de
una modelo en bikini y aplasta el recorte contra un
folio en blanco.
-Yo
Al cabo de un rato, vuelve a levantar la
de mayor quiero ser mamá -res-
ponde, sin ningún asomo de duda.
cuántos hijos vas a tener, cielo?
chaqué y lo fija junto a la modelo en bikini.
-A
mí los hijos me traen sin cuidado
-contesta
en un tono didáctico, como si ella fuese la abuela, y la abuela una niña-o
yo lo que
quiero es dormir con papá.
SACRIFICIO
pesar de que lo odiaba, Juan hizo todo lo
padres, apartando a los curiosos, corrieron hacia
que pudo por salvar a Pablo, su herma-
su hijo vivo Y lo abrazaron como nunca antes lo
habían hecho.
no gemelo. No pensó en sus diferencias
mientras le agarraba la mano desde la orilla del río
-Menos
para evitar que se lo llevara la corriente. Tampoco
-dijeron,
tuvo en cuenta que en casa Pablo era el rey, el
-Pobre
con ellos.
favorito, y que él, más alocado, menos dócil, lo
mal que tú estás bien, Pablo
llorando.
Juan -se
lamentó Juan, y lloró
único que recibía era desprecio. Todo eso se le
pasó por la cabeza más tarde, cuando la pOlicía
encontró el cuerpo flotando entre los juncos, y los
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HISTORIAS
PERDOll
E~
Con Pepa, su primera mujer, sí pudo ha-
bien hechas, así que, antes de que fuera
pifanio queríatarde,
irse en
paz y con
cuentasa
demasiado
decidió
pedirlasperdón
blar, aunque no con mejor suerte.
-Te
perdono
las broncas,
los disgus-
todos aquellos a quienes, según los libros de su
tos ... Hasta las infidelidades
conciencia, había hecho daño durante su larga
estancia en el mundo. Mano a mano con su me-
vivir engañada, haciéndome
moria elaboró una lista, usando como criterio de
todo me querías. Eso no, Epifanio, eso no tiene
prioridad el calibre, según su propia apreciación,
perdón de Dios.
del dolor inflingido. Luego se acomodó en el sillón, abrió la agenda, cogió el teléfono y empezó
a llamar.
número.
Con Ramiro Pereda no pudo hablar porque ya estaba muerto. Su hijo, sin embargo,
despachó
era.
se
a gusto al caer en la cuenta de quién
-Su
te perdono,
fíjate.
Lo que no te puedo perdonar es que me dejases
Consternado,
-¿Está
borracho
Epifanio
borracho?
Márquez, atónito-o
creer que a pesar de
marcó
-preguntó
otro
Octavio
Porque hay que estar muy
para atropellar
a alguien en la acera,
como usted atropelló a mi hijo, pero mucho más
para pedir perdón así, de repente, después
de
delación mandó a mi padre a la cár-
tantos años. Métase usted la culpa por donde le
cel, me imagino que eso lo sabe. Lo que no creo
que sepa es cómo lo torturaron, cómo lo humilla-
quepa, Epifanio -dijo, y colgó el teléfono.
Epifanio se quedó inmóvil, con la cabe-
ron, cómo lo rompieron por fuera y por dentro. Lo
za apoyada en el respaldo del sillón y la agenda
abierta en las rodillas.
soltaron de milagro, gracias a la intervención
de
un amigo. Un amigo de verdad, no un traidor y un
cobarde como usted. No vuelva a llamar, Epifanio.
En lo que a esta familia respecta, usted no existe.
-Maldita
conciencia
-murmuró
y, ha-
ciendo trizas la lista, se levantó y fue a tirarla a
la papelera.
(Microrrelatos del libro inédito
Los ojos de los peces)
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