“Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de paranoia (dementia paranoides) descrito autobiográficamente: Caso Schreber (1911- (1910)”. Freud. Ficha 1152. Freud abordó el problema de la paranoia en una etapa muy temprana de sus investigaciones sobre psicopatología. Aproximadamente en 1950, Freud tenía consideraciones teóricas tendientes a establecer dos puntos principales: - La paranoia es una neurosis de defensa y que su mecanismo fundamental es la proyección. Más tarde (1896), en una de las cartas a Fliess, postula que la paranoia entraña un extraño retorno a un temprano autoerotismo. Según afirma el propio Freud, en este historial recurrió a un solo dato no contenido en las Memorias de Schreber: la edad de este en el momento en que cayó enfermo. Después de ese dado de alta a fines de 1902, Schreber parece haber llevado durante algunos años una vida exteriormente normal. En noviembre de 1907 su esposa sufrió un ataque (aunque vivió hasta 1912, lo cual precipitó quizás un rebrote de sus dolencias. Schreber debió ser internado nuevamente quince días más tarde. Permaneció allí en un estado de grave perturbación y en gran medida inabordable, y tras un período de gradual deterioro físico murió en la primavera de 1911. Muy poco antes de que se publicara este trabajo de Freud-. 1842 (25 de julio) Nace en Leipzing Daniel Paul Schreber. 1861 (noviembre) muere el padre, a los 53 años de edad. 1877 Muere su hermano (tres años mayor que él), a los 38 años de edad. 1877 Contrae matrimonio. Primera enfermedad. 1884 (otoño) Es candidato a la cámara baja del Parlamento (Reichstag). 1884 (octubre) Internado durante algunas semanas en el asilo Sonnenstein (8 de diciembre) Clínica psiquiátrica de Leipzing. 1885 (1 de junio) Es dado de alta. 1886 (1 de enero) Inicia su actividad en el Tribunal Regional de Leipzing. Segunda enfermedad. 1893 (junio) se informa de su próxima designación para el Superior Tribunal. (1 de octubre) Inicia su actividad como Senatspräsiden. (21 de noviembre) Vuelve a ser internado en la clínica de Leipzing. 1894 (14 de junio) Es trasladado al asilo de Lindenhof. (29 de junio) Es trasladado al asilo de Sonnenstein. 1900-02 Escribe sus Memorias e inicia una acción judicial para ser dado de alta. 1902 (14 de julio) Pronunciamiento del tribunal en favor del alta. (20 de diciembre) Es dado de alta. 1903 Se publican las Memorias. Tercera enfermedad. 1907 (Mayo) Muere la madre, a los 92 años de edad. (14 de noviembre La esposa sufre un ataque. Inmediatamente después, él cae enfermo. (27 de noviembre) Es internado en el asilo de Leipzing. 1911 (14 de abril) Muere. 1912 (Mayo) Muere la esposa, a los 54 años de edad. I. HISTORIAL CLÍNICO. El doctor Schreber informa: “He estado dos veces enfermo de los nervios, ambas a consecuencia de un exceso de esfuerzo mental…” PRIMERA ENFERMEDAD, 42 AÑOS SEGUNDA ENFERMEDAD, 51 AÑOS Le apareció cuando era director del Tribunal Regional en Chemnitz, con ocasión de una candidatura al Reichstag. Era candidato a la cámara baja del parlamento. Le sobrevino por la inusual sobrecarga de trabajo en que se vio al asumir el cargo de presidente del Superior Tribunal de Dresde para el cual lo habían designado. Esta enfermedad le sobrevino en el otoño de 1884, y a fines de 1885 había sanado totalmente. Flechsig, en cuya clínica el paciente pasó esa vez unos seis meses, definió más tarde su estado – en un informe oficial – como un ataque de hipocondría grave. El doctor Schreber asegura que esta enfermedad pasó “sin incidente alguno que rozara el ámbito de lo suprasensible”. “Un agradecimiento casi más ferviente todavía sintió mi mujer, que en el profesor Flechsig honraba, ni más ni menos, a quien le había devuelto a su marido, y por esa razón tuvo durante años su retrato sobre su mesa de trabajo”. Y allí mismo: “Tras la curación de mi primera enfermedad, he convivido con mi esposa ocho años, asaz felices en general, ricos también en honores externos, y sólo de tiempo en tiempo turbados por la repetida frustración de la esperanza de concebir hijos”. Le sobrevino en octubre de 1893, con un martirizador insomnio que le hizo acudir a la clínica de Flechsig, donde, su estado empeoró con rapidez. En su estadio exteriorizó más ideas hipocondríacas, se quejaba de padecer reblandamiento del cerebro, decía que pronto moriría, luego se ya se mezclaron unas ideas de persecución basadas en espejismos sensoriales, los cuales, al par que imperaban un alto grado de hiperestesia y gran susceptibilidad a la luz y al ruido. Se daba por muerto corrompido, por apestado, imaginaba que en su cuerpo emprendían toda clase de horribles manipulaciones; y como él mismo lo declara todavía hoy, y las pasó en aras de un fin sagrado. Las aspiraciones patológicas reclamaban al enfermo a punto tal que, inaccesible a cualquier otra impresión, permanecía sentado durante horas totalmente absorto e inmóvil (estupor alucinatorio), y por otra parte lo martirizaban tanto que deseaba la En 1893 fue notificado de su inminente muerte: en el baño varios intentos de nombramiento como Presidente del ahogarse y pedía el “cianuro que le Superior Tribunal; asumió su cargo en estaba destinado”. octubre de ese mismo año. En el intervalo le sobrevinieron sueños, pero solo más Poco a poco las ideas delirantes tarde se vio movido a atribuirles cobraron el carácter de lo mítico, significatividad. Algunas veces soñó que religiosos, mantenía trato directo con su anterior enfermedad nerviosa había Dios, era juguete de los demonios, veía vuelto, por lo cual sentía tan “milagros”, escuchaba “música sacra” desdichado en el sueño como dichoso y, en fin, creía vivir en otro mundo”. tras despertar, pues no había sido más Insultaba a personas por las cuales se que un sueño. Además, en una oportunidad, llegando ya la mañana, en un estado entre el dormir y la vigilia, había tenido la “representación de lo hermosísimo que es sin duda ser una mujer sometida al acoplamiento”, una representación que de estar con plena conciencia habría rechazado con gran indignación. creía perseguido y perjudicado, sobre todo a su anterior médico Flechsig: lo llamaba “almicida” (“asesino de almas”) e incontables veces lo increpó “pequeño Flechsig”, acentuando con fuerza la primera de esas palabras. A partir de la psicosis inicial más aguda, que afectaba de manera directa a todo el acontecer psíquico y cabía definir como un delirio alucinatorio, se fue destacando cada vez más decididamente el cuadro clínico paranoico. El había desarrollado un artificioso edificio delirante que posee los mayores títulos para nuestro interés y, por la otra, se había reconstruido su personalidad mostrándose a la altura de sus tareas en la vida, si prescindimos de perturbaciones aisladas. El doctor Weber informa, en 1899: “el doctor Schreber por momentos no aparece ni confundido, ni inhibido psíquicamente, ni dañado de manera notable en su inteligencia; es reflexivo, posee excelente memoria y un muy considerable saber, no sólo en materias jurídicas sino en muchos otros campos, y es capaz de exponerlo en una argumentación ordenada; se interesa por los hechos de la política, la ciencia, etc., de continuo se ocupa de ellos y, en los aspectos indicados, es difícil que el observador no advertido le encuentre nada extraño. A pesar de esto el paciente rebosa de unas representaciones de base patológica que se han cerrado para formar un sistema completo, se han fijado en mayor o menor medida y no parece admitir su enmienda mediante una concepción objetiva una apreciación de las circunstancias de hecho”. En los repetidos alegatos ante el tribunal, por medio de los cuales el Dr. Schreber luchaba por su emancipación, en modo alguno desmintió su delirio ni disimuló su propósito de dar publicidad las Memorias. Al contrario realzó el valor de las argumentaciones para la vida religiosa, y sostuvo que la ciencia actual era incapaz de invalidarlas; pero al mismo tiempo, invocó la “absoluta inocuidad” de todas aquellas acciones a las que se sabía constreñido por el contenido del delirio. Y al fin, la agudeza y el rigor lógico de este hombre reconocido como paranoico le dieron el triunfo: en 1902 se levantó la incapacidad que pesaba sobre el Dr. Schreber; al año siguiente aparecieron las Memorias de un enfermo nervioso, si bien censuradas y despojadas de muchos fragmentos valiosos de su contenido. En el fallo que devolvió la libertad al Dr. Schreber se resume en pocas palabras el contenido de su sistema delirante: “Se considera llamado a redimir el mundo y devolverle la bienaventuranza perdida. Pero cree que sólo lo conseguirá de ser mudado de hombre a mujer”. Sostenía haber recibido una misión directamente por inspiraciones divinas, tal como los profetas nos lo enseñan en su caso, es que unos nervios más desequilibrados, como lo han estado los suyos desde hace largo tiempo, tendrían la oportunidad de ejercer sobre Dios un efecto de atracción; ahora bien, sostiene tratarse de cosas que no se pueden expresar en lenguaje humano o es muy difícil hacerlo, puesto que se situaría fuera de toda experiencia humana y sólo a él le habrían sido reveladas. En esta misión suya redentora, lo esencial es que primero tiene que producirse su mudanza en mujer. No es que él quiera mudarse en mujer, más bien se trata de un “tener que ser” fundado en el orden del universo y al que no puede en absoluto sustraerse, aunque en lo personal habría preferido mucho más permanecer en su honorable posición viril en la vida; pero él y el resto de la humanidad no podrían reconquistar el más allá de otro modo que por medio de una mudanza en mujer, a través de un milagro divino. A cada hora y cada minuto experimenta ese milagro en su cuerpo, y también le es corroborado por las voces que – dice - que hablan con él. Sostiene haber experimentado en los primeros años de su enfermedad destrucciones en diversos órganos de su cuerpo, que a cualquier hombre le habrían provocado indefectiblemente la muerte desde mucho tiempo atrás, pero él ha vivido un largo periodo sin estómago, sin intestinos, sin pulmones casi, con el esófago desgarrado, sin vejiga, con las costillas rotas, muchas veces se ha comido parte de su laringe al tragar, etc. Pero los milagros divinos (los “rayos”) le habrían restablecido cada vez lo destruido, y por eso dice ser inmortal mientras siga siendo varón. Ahora bien, aquellos peligrosos fenómenos le desaparecieron desde hace tiempo; en camino – afirma-ha pasado al primer plano su “femeneidad”, tratándose de un proceso de desarrollo que probablemente requiera todavía decenios, si no siglos, para consumarse, y cuyo término es difícil que llegue a ser vivenciado por alguno de los seres humanos hoy vivos. Tiene el sentimiento de que ya han pasado a su cuerpo unos masivos, “nervios femeninos”, de los cuales, por fecundación directa de Dios, saldrán hombres nuevos. Sólo entonces podrá morir de muerte natural y conseguir la bienaventuranza como los demás seres humanos. Entre tanto, no sólo el Sol, sino los árboles y los pájaros, que son como unos “restos milagrosos de almas de anteriores seres humanos”, le hablan con voz humana, y por doquier acontecen cosas milagrosas en su derredor”. Ahondamiento sobre el contenido del delirio, y de su historia de desarrollo: a) EL MEDICO INFORMANTE DESTACA, COMO LOS DOS PUNTOS ESENCIALES, EL PAPEL REDENTOR Y LA MUDANZA EN MUJER. El delirio de redención es una fantasía con la que estamos familiarizados; harto a menudo constituye el núcleo de la paranoia religiosa. Nos enteramos de que la mudanza en mujer (emasculación) fue el delirio primario, juzgado al comienzo como un acto de grave daño y de persecución, y que sólo secundariamente entró en relación con el papel de redentor. Es indudable también, que al principio estaba destinada a producirse con el fin del abuso sexual y no al servicio de propósitos superiores. El delirio de persecución sexual se transformó en el paciente, con posterioridad, en el delirio religioso de grandeza. E inicialmente hacía el papel de perseguidor el médico que lo trataba, profesor Flechsig; más tarde Dios mismo ocupó ese lugar. 1°) “Entonces desde el punto de vista humano, que en esa época me gobernaba todavía preferentemente, era harto natural que yo siempre viera mi genuino enemigo sólo en el profesor Flechsig, o su alma (más tarde vino a sumarse el alma de W., sobre lo cual daré los detalles en lo que sigue), y considerara la omnipotencia de Dios como mi aliada natural; me la figuraba en un aprieto frente al profesor Flechsig y por eso creía tener que ayudarla por todos los medios concebidos, aun el autosacrificio. 2°) Que Dios mismo ha sido cómplice, si no maquinador, del plan dirigido a perpetrar el almicida contra mí y a entregar mi cuerpo como mujerzuela, he ahí un pensamiento que se me impuso mucho después; y aun, en parte, me es lícito decir que sólo cobré de él conciencia clara mientras redactaba el presente ensayo”. “Han fracasado todos los intentos dirigidos a perpetrar un almicidio, a la emasculación con fines contrarios al orden del universo (o sea, para la satisfacción del apetito sexual de un hombre) y, más tarde, a la destrucción de mi inteligencia. Salgo vencedor – si bien tras muchos amargos sufrimientos y privaciones – de esta lucha, tan desigual en apariencia, de un hombre solo y débil contra el propio Dios; y salgo vencedor porque el orden universo está de mi parte”. Las voces escuchadas por el paciente nunca trataron la transformación en mujer de otro modo que como una injuria sexual, en virtud de la cual se consideraban autorizadas a burlarse del enfermo. “Rayos de Dios”, con respecto a la emasculación que parecía inminente, no rara vez se creían autorizados a burlarse de mí llamándome “Miss Schreber”. “Quiere ser presidente del Superior Tribunal uno que se hace f…!”. – “¿y no se avergüenza usted ante su esposa?” La naturaleza primaria de la fantasía de emasculación y su inicial independencia respecto de la idea del redentor es anticuada, además, por aquella “representación”, citada al comienzo, que afloró en duermevela: tiene que ser hermoso ser una mujer sometida al acoplamiento. Esta fantasía había devenido conciente en la época de incubación de la enfermedad, antes que él afrontara la sobrecarga de trabajo en Dresde. En 1895, (53 años de Schreber) el propio Schreber confiesa ciertos jugueteos, señala a este momento como el período en que se estableció el nexo entre la fantasía de emasculación y la idea del redentor, y de esa suerte se facilita una reconciliación con la primera. La ulterior consecuencia de la emasculación sólo podría ser, desde luego, una fecundación por rayos divinos con el fin de crear hombres nuevos. La mudanza en una mujer había sido el primer germen de la formación delirante; demostró ser también la única pieza que sobrevino al restablecimiento, y la única que supo asegurarse su lugar en el obrar efectivo del ahora sano. “Lo único que a los ojos de otras personas puede, aparecer como algo irracional es la circunstancia, a que también se ha referido el señor perito, de ser yo a veces sorprendido de pie ante el espejo o en otro lugar, descubierta la parte superior del cuerpo, con algunos aderezos femeninos (cintos, collares falsos). Por lo demás ello sucede únicamente en la soledad, y nunca, al menos hasta dónde puedo evitarlo, a la vista de otras personas”. “Ahora hace mucho sé que las personas que veo ante mí no son “hombres improvisados de apuro”, sino seres humanos reales, y por eso tengo que comportarse ante ellos como suele hacerlo un hombre racional en el trato con sus prójimos”. Por oposición a este quehacer de la fantasía de emasculación, el enfermo nunca emprendió otra cosa para el reconocimiento de su misión de redentor que, justamente, la publicación de sus Memorias. b) LA RELACIÓN DE NUESTRO ENFERMO CON DIOS es tan rara, y tan poblada de estipulaciones contradictorias entre sí, que hace falta una buena cuota de fe para preservar en la expectativa de hallar algo “método” en esta “locura”. Ahora con ayuda de las exteriorizaciones contenidas en las Memorias, debemos procurarnos una orientación más exacta sobre el sistema teológico – psicológico del doctor Schreber y exponer, en su nexo aparente (delirante), sus opiniones sobre los nervios, la bienaventuranza, la jerarquía divina y las propiedades de Dios. En todas las piezas de la teoría sorprende la notable mestura de vulgaridades y rasgos espirituales, de elementos trillados unos, y otros originales. El alma humana está contenida en los nervios del cuerpo; hay que representárselos como unos productos de extraordinaria sutileza –comparables a unas finísimas hebras-. Algunos de estos nervios sólo son aptos para recibir percepciones sensoriales; otros (los nervios del entendimiento) operan todo lo psíquico, en lo cual rige la circunstancia que cada nervio del entendimiento representa a toda la individualidad espiritual del ser humano y el número mayor o menor de nervios del entendimiento presentes sólo influye sobre la duración del lapso en que pueden ser detenidas las impresiones. Mientras que los hombres constan de cuerpo y nervios, Dios es ante todo puro nervio. Sin embargo, los nervios de Dios no existen en número limitado, como en el cuerpo humano, sino que son infinitos o eternos. Poseen todas las propiedades de los nervios humanos en una medida llevada hasta lo enorme. En su virtud creadora, es decir, la transponerse en todas las cosas posibles del universo creado, se llaman rayos. Hay un vínculo íntimo entre Dios y el cielo estrellado o el Sol. Cuando un hombre fallece, las partes de su alma (los nervios) son sometidas a un procedimiento de purificación para ser finalmente integradas a Dios mismo como “vestíbulo del cielo”. Así se genera un eterno ciclo de las cosas, que está en la base del orden del universo. Cuando Dios crea algo, se despoja de una parte de sus nervios. La aparente pérdida que así surge se compensa cuando tras siglos y milenios se le vuelven a juntar, como “vestíbulos del cielo”, los nervios de hombres difuntos que se han vuelto bienaventurados. Las almas purificadas en virtud del proceso purgador se encuentran en el goce de la bienaventuranza. Ellas han aminorado entretanto su conciencia de sí y se han fusionado en unidades superiores con otras almas. Almas relevantes, como las de un Goethe, quizás deban conservar por siglos la conciencia de su identidad, hasta ellas mismas terminen por asimilarse a complejos de almas superiores. Durante la purificación, las almas aprenden la lengua que el propio Dios habla, el llamado “lenguaje fundamental”. El presidente del Superior Tribunal, Schreber, había sido en sus días sanos un incrédulo en asuntos de religión; no había podido abrazar una fe sólida en la existencia de un Dios personal. Y de este hecho de su prehistoria aun extrae un argumento para apoyar la plena realidad objetiva de su delirio. La trasmudación producida por la paranoia no fue muy radical, y que en el ahora redentor se conserva todavía mucho del antes incrédulo. El orden del universo tiene una laguna a consecuencia de la cual la existencia de Dios mismo aparece amenazada. En virtud de un nexo que no recibe mayor esclarecimiento, los nervios de hombres vivos, sobre todo en el estado de una excitación de alto grado, ejercen tal atracción sobre los nervios de Dios que este no puede volver a soltarse de ellos, vale decir, está amenazado en su propia existencia. Ahora bien, este caso, aconteció con Schreber y le trajo por consecuencia el máximo padecer. Por esa vía se puso en movimiento la pulsión de autoconservación de Dios. A lo largo de todo el libro de Schreber se extiende la acusación de que Dios, acostumbrado sólo al trato con los difuntos, no comprende a los hombres vivos. “Pero en esto reina un malentendido fundamental, que desde entonces se extiende como un hilo rojo a lo largo de toda mi vida y que consiste, justamente, en que Dios, de acuerdo con el orden del universo, en verdad no conocía a los hombres vivos ni le hacía falta conocerlos, sino que, por ese orden del universo, sólo tenía que tratar con cadáveres”. Sólo en virtud de ese malentendido de Dios respecto de los hombres vivos pudo suceder que El fuera el maquinador del complot urdido contra Schreber, que Dios lo tuviera por idiota y lo sometiera a las más gravosas pruebas. Para sustraerse de ese juicio adverso, tuvo que avenirse a una “compulsión de pensar” en extremo fatigosa. “A cada suspensión de mi actividad de pensar, Dios al instante reputaba extinguidas mis capacidades intelectuales, sobrevenida la por él esperada destrucción del entendimiento (la idiotez) y, así, dada la posibilidad del retiro”. Una indignación muy violenta es provocada por el comportamiento de Dios en materia del esfuerzo de evacuar o de c… El pasaje es tan característico que lo he de citar entero. Para su inteligencia, anticipo que tanto los milagros como las voces parten de Dios (es decir, de los rayos divinos). Como todo lo demás en mi cuerpo, también la necesidad de evacuación es provocada por un milagro; esto acontece por ser el excremento esforzado dentro de los intestinos hacia adelante y cuando, a consecuencia de evacuaciones cumplidas, ya no queda material suficiente, al menos los mínimos restos todavía existentes de contenido intestinal son untados en mi ano. Con esto se conecta la representación, directamente inconcebible para los hombres y explicable sólo por el total desconocimiento que Dios tiene del hombre vivo como organismo, de que el “c…” en cierta medida es lo último, es decir, con la obtención milagrosa del esfuerzo de c… se alcanza la meta de la destrucción del entendimiento y queda dada la posibilidad de una retirada definitiva de los rayos. “Al mismo tiempo, empero, se exterioriza aquí toda la perfidia de la política seguida en mi contra. Casi todas las veces que se me hace el milagro de la necesidad de evacuación, se envía – incitando los nervios del ser humano en cuestión – a alguna otra persona de mi contorno al excusado para impedirme la evacuación; es este un fenómeno que desde hace años he observado tantísimas veces (millares de veces) y tan regularmente que se excluye toda idea de casualidad. Pero entonces en mí mismo, a la pregunta: “¿Por qué no c… usted, pues?, se prosigue con la famosa respuesta: “Tal vez porque soy tonto”. En efecto, librarse de la presión causada por el excremento presente en los intestinos trae por consecuencia un intenso bienestar para los nervios de la voluptuosidad. Por esta razón, siempre, y sin excepción alguna, han estado reunidos todos los rayos al evacuar y orinar… Este raro Dios de Schreber tampoco es capaz de aprender nada por experiencia: “parece serle imposible, por alguna propiedad que reside en la esencia de Dios, extrae de la experiencia así adquirida una enseñanza para el futuro”. Por eso puede repetir durante años y sin modificación las mismas pruebas martirizadoras, milagros y preferencias de voces, hasta que por fuerza se vuelve motivo de irrisión para el perseguido. La enfermedad es concebida como una lucha del hombre Schreber contra Dios, en la cual sale triunfador el débil humano porque tiene de su parte el orden del universo. De las pericias médicas, uno habría podido inferir fácilmente que en Schreber se asistía a la forma corriente de la fantasía del redentor. Sería el Hijo de Dios, llamado a salvar al mundo de su miseria o de la ruina que lo amenaza. Pasemos ahora a otro tema, situado en íntima referencia a Dios: el de la bienaventuranza, que es para Schreber, por cierto, “la vida en el más allá” a que es elevada el alma humana mediante la purgación tras la muerte. La describe como un estado de continuo gozar, unido a la visión de Dios. Es bien poco original, pero en cambio nos sorprenderá, el distingo que Schreber traza entre una bienaventuranza masculina y una femenina. “La bienaventuranza masculina se sitúa más alto que la femenina, pues esta última parece tener que consistir de preferencia en un continuo sentimiento de voluptuosidad”. “Es lícito concebir a la voluptuosidad como un fragmento de bienaventuranza que se concede por anticipado al hombre y a otras criaturas vivas”, ¡de suerte que la bienaventuranza celestial debería comprenderse fundamentalmente como un acrecentamiento y una continuación del placer sensual terreno! Esta concepción de la bienaventuranza en modo alguno es una pieza del delirio de Schreber que proviniera de los primeros estadios de la enfermedad y luego se eliminará por inconciliable. Todavía en el “alegato de apelación”, el enfermo destaca como una de sus más grandes intelecciones que “la voluptuosidad, sin más, mantiene un vínculo cercano – que hasta aquí no se ha vuelto discernible para otros seres humanos – con la bienaventuranza de los espíritus separados”. Y aún averiguaremos que este “vínculo cercano” es la roca sobre la cual el enfermo edifica la esperanza en una reconciliación final con Dios y el cese de su padecer. Los rayos de Dios pierden su intención hostil tan pronto como están seguros de asimilarse con voluptuosidad de alma al cuerpo de él; y amenaza con el retiro de sus rayos si él se muestra negligente en el cultivo de la voluptuosidad y no puede ofrecer a Dios lo demandado. Esta sorprendente sexualización de la bienaventuranza celestial, nos impresiona como si el concepto de Schreber sobre la bienaventuranza hubiera nacido por condensación de los dos significados principales de la palabra alemana: difunto y sensualmente dichoso. Pero en ella hallaremos también ocasión de someter a exámen la relación de nuestro paciente con el erotismo en general, con los problemas del goce sexual, pues nosotros, los psicoanalistas, profesamos hasta ahora la opinión de que las raíces de toda enfermedad nerviosa y psíquica se encuentran de preferencia en la vida sexual; algunos lo hacemos sólo fundados en la experiencia, y los otros, además de ello, en virtud de consideraciones teóricas. He ahí, pues, el resumen de la alteración patológica de Schreber, siguiendo las dos principales direcciones de su delirio. Antes era alguien inclinado al ascetismo sexual y no creía en la existencia de Dios; discurrida la enfermedad fue un creyente en Dios y un buscador de voluptuosidad. Pero así como su recuperada fe en Dios era de rara índole, también la pieza de goce sexual que se había conquistado presentaba un carácter harto insólito. No era ya una libertad sexual masculina, sino un sentimiento sexual femenino; adoptaba una actitud femenina frente a Dios, se sentía mujer de Dios. Los nervios por él absorbidos han cobrado en su cuerpo el carácter de unos nervios de voluptuosidad femenina, y con un sello femenino mayor o menor, en particular sobre su piel, a la que prestan la peculiar blandura de ese sexo. Si ejerce leve presión con la mano sobre un lugar cualquiera del cuerpo, siente estos nervios bajo la superficie de la piel como unas formaciones a modo de hilos o cordones; ellos están presentes sobre todo en el torso, donde la mujer tiene los pechos. El sabe con certeza que estas formaciones no son, por su origen, nada más que ex nervios de Dios, los cuales difícilmente han podido perder su propiedad de nervios por pasar a su cuerpo. Por medio de un “dibujar” (un representar visual) es capaz de procurarse a sí mismo y a los rayos la impresión de que su cuerpo está dotado de pechos y partes genitales femeninas: La voluptuosidad de alma que se le ha desarrollado por esta acumulación de los nervios en su cuerpo es tan intensa que, sobre todo yacente en la cama, le hace falta un mínimo gasto de fuerza imaginativa para obtener su contento sensual, que le otorga una vislumbre bastante nítida del goce sexual femenino en el acoplamiento. Si nos acordamos del sueño que tuvo en el período de incubación de su enfermedad, antes de su traslado a Dresde, se vuelve evidente y a salvo de cualquier duda que el delirio de la mudanza en mujer no es más que la realización de dicho contenido onírico. Luego llegó a la convicción cierta de que Dios mismo, para su propia satisfacción, le demandaba la feminidad. “Por el otro lado, Dios pide un goce continuo, en correspondencia a las condiciones de existencia de las almas con arreglo al orden del universo; es mi misión ofrecérselo (…) en la forma del más vasto desarrollo de la voluptuosidad del alma, y toda vez que algo de goce sensual sobre para mí, tengo derecho a tomarlo como una pequeña compensación por el exceso de padecimientos y privaciones que desde hace años me ha sido impuesto…” Las dos piezas principales del delirio de Schreber, la mudanza en mujer y el vínculo privilegiado con Dios, están enlazadas en su sistema mediante la actitud femenina frente a Dios. Se convierte en tarea insoslayable para nosotros demostrar la presencia de un vínculo genético esencial entre esas dos piezas, pues de lo contrario caeríamos, en nuestras elucidaciones sobre el delirio de Schreber, en el ridículo. II. INTENTOS DE INTERPRETACIÓN. Desde dos ángulos uno podría ensayar el avance hacia la inteligencia de es historial clínico paranoico, y descubrir en él consabidos complejos y fuerzas pulsionales de la vida anímica, a saber: - Desde las exteriorizaciones delirantes del propio enfermo y - Desde las ocasiones a raíz de las cuales contrajo su enfermedad. En la elaboración del caso Schreber, la reserva me es prescrita por el hecho de que las resistencias a la publicación de las Memorias consiguieron sustraer a nuestro conocimiento una parte considerable del material, probablemente lo más sustantivo para su inteligencia. Por ejemplo, el capítulo III del libro, que había empezado con este promiso anuncio: “Trato ahora en primer término sobre cosas que sucedieron a otros miembros de mi familia y que, según puede pensarse, mantuvieron que fuese, todas ellas llevan un sello más o menos enigmático, difícil de explicar de acuerdo con las experiencias humanas ordinarias”; a ese comienzo, digo, sigue inmediatamente esta otra frase: “el restante contenido del capítulo ha sido suprimido por ser inconveniente su publicación”. Entonces, tendré que darme por conforme si consigo reconducir con alguna certeza justamente el núcleo de la formación delirante a su origen a partir de unos consabidos motivos humanos. Relación de Schreber con su primer médico, el consejero privado profesor Flechsig, de Leipzing: Sabemos ya que el caso Schreber llevaba al comienzo el sello del delirio de persecución, sólo borrado a partir del punto de inflexión de la enfermedad (la “reconciliación”). Desde entonces las persecuciones se vuelven cada vez más tolerables, y el carácter ignominioso de la emasculación que lo amenaza es relegado, por responder ella a una finalidad del orden del universo. Ahora bien, el autor de todas las persecuciones es Flechsig, quien sigue siendo su maquinador durante toda la trayectoria de la enfermedad. Flechsig ha perpetrado o ha intentado un “almicidio” en el enfermo, acto este que tal vez quepa asimilar a los empeños de Lucifer y los demonios por apoderarse de un alma, y quizá tuviera su modelo en procesos ocurridos entre miembros ha mucho fallecidos de las familias Flechsig y Schreber. A raíz de esta omisión no queda para nosotros en claro qué se entiende por “almicidio”. Comoquiera que esto fuese, pronto siguió un ulterior desarrollo del delirio, que afectó la relación del enfermo con Dios mismo era cómplice, si no el maquinador, del plan dirigido contra él. Pero Flechsig siguió siendo el primer seductor, a cuyo influjo sucumbió Dios. Se había ingeniado para elevarse hasta el cielo con toda su alma o una parte de ella y, así, para convertirse en “conductor de rayos” – sin muerte ni previa purificación -. El alma de Flechsig conservó este papel aun después que el enfermo trocó la clínica de Leipzig por el asilo de Pierson. El influjo del nuevo contorno se manifestó en sumársele el alma del enfermo jefe – en quien el enfermo reconoció a un ex vecino, como el alma de Von W. Luego, el alma de Flechsig inició la “división de almas”, que cobró grandes dimensiones. Igual comportamiento tuvo el alma de Von W. Y a todo esto, producía a veces un efecto muy cómico que las dos almas se desafiaran, y anduvieran a los empujones el orgullo nobiliario de una contra la arrogancia profesoral de la otra. Durante la posterior estadía en Sonnenstein, cuando Dios empezó a estimar mejor al enfermo, se produjo una razzia entre las almas gravosamente multiplicadas; en virtud de ella, el alma de Flechsig perduró sólo en una o dos figuras, y la de Von W, en una figura única. Y esta última pronto desapareció por completo; las partes del alma de Flechsig que poco a poco perdieron su inteligencia así como su poder, fueron designadas luego como el “Flechsig de atrás” y el “partido del como sea”. El alma de Flechsig conservó su significación hasta el final. Del estudio de una serie de casos de delirios persecutorios, tanto yo como otros investigadores hemos recibido la impresión de que la relación del enfermo con su perseguidor se puede resolver mediante una fórmula simple. La persona a quien el delirio atribuye un poder y un influjo tan grande, y hacia cuyas manos convergen todos los hilos del complot, es, cuando se la menciona de manera determinada, la misma que antes de contraerse la enfermedad poseía una significatividad de similar cuantía para la vida de sentimientos del paciente, o una persona sustitutiva de ella, fácilmente reconocible. Sostenemos que la intencionalidad del sentimiento es proyectada como un poder exterior, el tono del sentimiento es trastornado hacia lo contrario, y que la persona ahora odiada y temida a causa de su persecución es alguien que alguna vez fue amado y venerado. La persecución estatuida en el delirio – afirmamos – sirve sobre todo para justificar la mudanza de sentimiento en el interior del enfermo. Primer momento de la enfermedad: En 1884 y 1885, Schreber había atravesado por una primera enfermedad nerviosa que pasó “sin incidente alguno que rozara el ámbito de lo suprasensible”. En el curso de este estado, definido como hipocondría, que en apariencia se mantuvo dentro de los límites de una neurosis, Flechsig fue su médico. Schreber residió entonces seis meses en la clínica universitaria de Leipzig. Nos enteramos de que el restablecido guardaba buen recuerdo de su médico. “Lo esencial fue que al fin me curé (luego de un viaje de reconvalecencia más prolongado), y por eso sólo podía abrigar entonces unos sentimientos de vivo agradecimiento hacia el profesor Flechsig, que por otra parte le expresé mediante una posterior visita y unos honorarios apropiados según mi parecer”. El originario entusiasmo del sentimiento a favor del médico que había alcanzado el éxito. Segundo momento de la enfermedad: En el período de incubación de la enfermedad (entre su nombramiento y su asunción del cargo, de junio a octubre de 1893), sobrevinieron repetidos sueños del siguiente contenido: había retornado la anterior enfermedad nerviosa. Además, cierta vez, en un estado de duermevela le afloró la sensación de que era hermosísimo sin dudar ser una mujer sometida al acoplamiento. Con el recuerdo de la enfermedad despertó también el del médico, y la postura femenina de la fantasía valía desde el comienzo para el médico. O quizás el sueño de que la enfermedad volvía tuvo un simple sentido de añoranza: “me gustaría volver a ver a Flechsig”. Nuestra ignorancia sobre la sustancia psíquica de la primera enfermedad no nos consiente avanzar por aquí. Quizá de este estado quedó como resto una independencia tierna respecto del médico, que ahora –por razones desconocidas- cobró refuerzo hasta elevarse a una simpatía erótica. Se le instaló enseguida un rechazo indignado de esa fantasía femenina de impersonal sustento – una verdadera “protesta masculina“, según la expresión de Adler, más no en el sentido que él le da-. Pero en la grave psicosis que pronto estallaría, la fantasía femenina se iría imponiendo sin pausa, y apenas hace falta corregir un poco la indeterminación paranoica de los modos de expresión de Schreber para colegir que el enfermo temía un abuso sexual de su médico. Un avance de libido homosexual fue entonces el ocasionamiento de esta afección; es probable que desde el comienzo mismo su objeto fuera el médico Flechsig, y la revuelta contra esa moción libidinosa produjese el conflicto del cual se engendraron los fenómenos patológicos. Solo tenemos que ocuparnos de la intencionalidad y el origen de esta idea patológica. Invocamos su propio distingo entre el hombre Flechsig y el “alma de Flechsig”. No le reprochamos nada: ni que tuviera mociones homosexuales ni que se afanara por reprimirlas. Los psiquiatras deberían terminar por aprender de este enfermo, que dentro de todo su delirio se empeña por no confundir el mundo de lo inconciente con el mundo de la realidad. “De esta manera se tramó un complot contra mí, que paró e esto: luego que se hubiere reconocido o supuesto que mi enfermedad nerviosa era incurable, se me entregaría a un hombre, y de tal suerte que le daría mi alma, y en cuanto a mi cuerpo, mudado en un cuerpo de mujer sería entregado así al hombre en cuestión para que cometiera abuso sexual…”. Al final de la estadía en Leipzig, aflora el temor de que lo “arrojen a los enfermeros” con el fin del abuso sexual. La postura femenina frente a Dios, abrazada borra por cierto la última duda en cuanto al papel originariamente reservado al médico. Ha intentado en él un almicidio. Como base de contradicción de la enfermedad de Schreber debemos retener el estallido de una moción homosexual. Otra tormenta nerviosa, decisiva para la ulterior trayectoria, le sobrevino al enfermo mientras su esposa tomaba unas breves vacaciones para reponerse. Hasta entonces ella había pasado varias horas con él diariamente, y compartido varios almuerzos. Cuando volvió tras varios días de ausencia, lo encontró alterado, tristísimo, a punto tal que no quería verla más. “Decisiva para mi quiebre espiritual fue sobre todo una noche en la que tuve unas poluciones en número insólito (como media docena en la media noche)”. Bien comprenderemos que la mera presencia de la esposa partieran unos influjos protectores contra la atracción que sobre él ejercían los hombres que lo rodeaban, y si admitimos que en un adulto un proceso de poluciones no puede producirse sin coparticipación anímica, complementaremos las de aquella noche con fantasías homosexuales que permanecieron inconcientes. El ser humano oscila a lo largo de su vida entre un sentir heterosexual y uno homosexual, y una frustración o un desengaño en un lado suele esforzarlo hacia el otro. Hay que tomar un factor somático importante en Schreber. Cuando tenía 51 años de edad en el momento en que contrajo la enfermedad; se encontraba en la época crítica para la vida sexual, aquella en que la función sexual de la mujer, tras un previo acrecentamiento, experimenta una vasta involución, pero de cuya gravitación tampoco parece a salvo el hombre; también para este hay un “climaterio”, con las predisposiciones patológicas que de él se siguen. El médico le ha hecho recordar a la esencia de su hermano o a su padre, ha reencontrado en él a su hermano y a su padre, y entonces, dadas ciertas condiciones, ya no es asombroso que reaflore en el enfermo la añoranza por esta persona sustitutiva y ejerza efectos de una violencia que sólo se comprende por su origen y por su primaria intencionalidad. “La memoria de mi padre y de mi hermano (…) me es tan sagrada como (…), etc.” Por tanto ambos habían fallecido ya en la época de la segunda enfermedad (¿quizá también en la de la primera?) Creo que ya no nos revolveremos más contra el supuesto de que la ocasión de contraer la enfermedad fue la emergencia de una fantasía de deseo femenino (homosexual pasiva), cuyo objeto era la persona del médico. La personalidad de Schreber le contrapuso una intensa resistencia, y la lucha defensiva, que acaso, habría podido consumarse igualmente en otras formas, escogió, por razones para nosotros desconocidas, la forma de delirio persecutorio. El ansiado devino entonces el perseguidor, y el contenido de la fantasía de deseo pasó a ser el de la persecución. Conjeturamos que esta concepción esquemática resultara aplicable también en otros casos de delirio de persecución. Pero lo que singulariza, frente a otros, el caso Schreber es el desarrollo que cobró y la mudanza que sufrió en el curso de ese desarrollo. Uno de esos cambios consiste en la sustitución de Flechsig por la persona superior de Dios; parece significar al comienzo una agudización del conflicto, un acrecentamiento de la persecución insoportable, pero pronto se muestra que ella prepara el segundo cambio y, así, la solución del conflicto. Si era imposible avenirse al papel de la mujerzuela frente al médico, la tarea de ofrecer al propio Dios la voluptuosidad que busca no tropieza con igual resistencia del yo. La emasculación deja de ser insultante, devine “acorde al orden del universo”, ingresa en un vasto nexo cósmico, sirve al fin de una recreación del universo humano sepultado. El yo es resarcido por la manía de grandeza, ya a su vez la fantasía de deseo femenina se ha abierto paso, ha sido aceptada. Puede cesar la lucha y la enfermedad. Sólo que el miramiento por la realidad efectiva, entretanto fortalecido, constriñe a desplazar la solución del presente al remoto futuro, a contentarse con un cumplimiento de dese por así decir asintótico. La mudanza en mujer previsiblemente se cumplirá alguna vez; hasta entonces la persona de Schreber permanecerá indestructible. ¿Por qué camino y con qué medios se consuma el ascenso de Flechsig a Dios? ¿De dónde extrae él su delirio de grandeza, que con tanta felicidad le permite reconciliarse con la persecución – o analíticamente expresado: que le permite aceptar la fantasía de deseo que debía reprimir-? Para el enfermo, Flechsig y Dios se sitúan dentro de una misma serie, una fantasía le hace espiar con las orejas una conversación de Flechsig con su esposa en la que aquel se presenta como “Dios Flechsig”, a raíz de lo cual ella lo tiene por loco. El perseguidor se descompone en Flechsig y Dios, de igual modo el propio Flechsig se escinde después de dos personalidades, Flechsig “superior” y “medio”; y también Dios, en el Dios “inferior” y el “superior”. Respecto a Flechsig, esa descomposición avanza en ulteriores estadios de la enfermedad. Un proceso de descomposición de esta índole es muy característico de la paranoia. La paranoia fragmenta, así como la histeria condensa. O, más bien, la paranoia vuelve a disolver las condensaciones e identificaciones emprendidas en la fantasía inconciente. Entonces todas esas escisiones de Flechsig y de Dios en varias personas significan lo mismo que la partición del perseguidor entre Flechsig y Dios. Son duplicaciones de idéntica constelación sustantiva. Ahora bien para interpretar todas estas singularidades nos resta referirnos a la fragmentación del perseguidor en Flechsig y Dios, y concebirla como una reacción paranoide frente a una identificación preexistente entre ambos o su pertenencia a la misma serie. Si el perseguidor Flechsig fue antaño una persona amada, tampoco Dios es más que el retorno de otra persona amada de parecido modo, pero probablemente más sustantivo. Esa otra persona no puede ser sino el padre, con lo cual Flechsig es esforzado tanto más nítidamente hacia el papel del hermano (confiamos en que sería mayor). La raíz de aquella fantasía femenina que desató tanta resistencia en el enfermo habría sido, entonces, la añoranza por padre y hermano, que alcanzó un refuerzo erótico; de ello, el segundo pasó por transferencia al médico Flechsig, mientras que con su reconducción al primero se alcanzó una nivelación de la lucha. El padre del presidente del Superior Tribunal doctor Schreber no había sido un hombre insignificante. Fue el doctor Daniel Gottlieb Moritz Schreber,…era un médico, cuyo empeño en torno de la formación armónica de los jóvenes, de la educación familiar y escolar combinadas, del ejercicio y el trabajo corporal para mejorar la salud, habían surtido duradero efectos sobre sus contemporáneos. Un padre así no era por cierto inapropiado para ser transfigurado en Dios en el recuerdo tierno del hijo, de quien fue arrebatado tan temprano por la muerte. Conocemos con exactitud la postura del varoncito frente a su padre; contiene la misma alianza entre sumisión respetuosa y rebelión que hemos hallado en la relación de Schreber con su Dios, y es el modelo inconfundible de esta último, que lo copia fielmente. El hecho de que el padre de Schreber fuera médico, y de gran prestigio, venerado por sus pacientes, nos explica los más llamativos rasgos de carácter que Schreber destaca de manera crítica en su Dios. ¿Qué mayor expresión de escanio para un médico que afirmar de él que no comprende nada de hombres vivos, y sólo sabe tratar con cadáveres? Y sin duda responde a la esencia de Dios hacer milagros, pero también un médico los hace, como lo dicen sus clientes: realiza curaciones milagrosas. Y si los tales milagros, a los cuales la hipocondría del enfermo ha brindado el material, aparecen tan increíbles, absurdos y en parte pueriles, esto nos hace acordar la tesis de Interpretación de los sueños según la cual la absurdidad en el sueño expresa escarnio e ironía. Por tanto, en la paranoia sirve a los mismos fines figurativos. En cuanto a otros reproches, por ejemplo que Dios no aprende nada de la experiencia, nos sugieren la concepción de que estamos frente al mecanismo de la “retorsión” infantil – devolver intacto al emisor un reproche recibido -, así como aquellas voces citadas nos permiten conjeturar que la indiscriminación de “almicidio” dirigida contra Flechsig fue originariamente una autoacusación. El universo divino consta de los “reinos de delante de Dios”, que son llamados también “vestíbulos del cielo” y contienen las almas separadas de los hombres, y del Dios “inferior” y el “superior”, llamados en conjunto “reinos de atrás de Dios”. Aun si creemos no por resolver una condensación que estaría ahí presente, apliquemos, empero, el indicio adquirido de que los “pájaros de milagro”, desenmascarados como muchachas, derivaban de los vestíbulos del cielo, y reclamemos para los reinos de delante de Dios y vestíbulos del cielo el simbolismo de la feminidad, y para los reinos de atrás de Dios el de la masculinidad. Si se supiera con certeza que el hermano muerto de Schreber era mayor que él, sería lícito ver la fragmentación de Dios en uno inferior y otro superior como la expresión del recuerdo de que, tras la muerte temprana del padre, el hermano mayor ocupó su lugar. Por último, en este contexto he de considerar al Sol, que con sus “rayos” ha adquirido tan grande significatividad para la expresión del delirio. Schreber tiene una particularísima relación con el Sol. Este le habla con palabras humanas y así se a conocer como un ser animado o como órgano de un ser superior situado detrás de él. Le dice a voces que es preciso que se oculte ante él. Y él mismo comunica que el Sol empalidece en su presencia. La participación que el Sol tiene en su destino se manifiesta en las importantes alteraciones que este presenta en su apariencia tan pronto como a Schreber le sobrevienen cambios. Identifica al Sol directamente con Dios, con ora con el Dios inferior, ora con el superior: “Al día siguiente vi al Dios superior, pero esta vez no con los ojos de mi espíritu, sino con los de mi cuerpo. Era el Sol, más no el Sol en su manifestación habitual, consabida para todos los hombres, sino…”, El Sol, no es otra cosa que un símbolo sublimado del padre. El simbolismo se establece aquí con prescindencia del género gramatical; en las mayorías de las lenguas “Sol” no es femenino, sino masculino. Su contraparte en este espejamiento de la pareja parental es la “Madre Tierra”, así calificada universalmente. En este caso nos encontramos en el terreno bien familiar del complejo paterno. Si la lucha con Flechsig se le revela al enfermo como un conflicto con Dios, nosotros no podemos menos que traducirlo a un conflicto infantil con el padre amado, conflicto del cual unos detalles que desconocemos han comandado el contenido del delirio. En estas vivencias infantiles el padre aparece como el perturbador de la satisfacción buscada por el niño, autoerótica las más de las veces, que en la posterior fantasía a menudo se sustituye por otra menos ingloriosa. En el desenlace del deliro de Schreber, la fantasía sexual infantil celebra un triunfo grandioso; la voluptuosidad misma es dictada por el temor de Dios, y Dios mismo (el padre) no deja de exigírsela al enfermo. La más temida amenaza del padre, la castración, ha prestado su material a la fantasía de deseo de la mudanza en mujer, combatida primero y aceptada después. La referencia a una culpa, encubierta por la formación sustitutiva “almicidio”, es muy nítida. El enfermero jefe es hallado idéntico al vecino Von W, el cual, según las voces, lo habían acusado falsamente de onanismo. Las voces dicen, fundamentando en cierto modo la amenaza de castración: “en efecto, usted debe ser figurado como dado a vicios voluptuosos”. Por último, la compulsión de pensar a que el enfermo se sometía por suponer que, si dejaba de pensar un momento, Dios creería que se había vuelto estúpido y se retiraría de él, es la reacción (que nos resulta familiar por otros casos) ante la amenaza o el temor de que uno perdería el entendimiento por causa del quehacer sexual, en especial del onanismo. Quizá tenga yo derecho a agregar todavía algo para fundamentar aquel conflicto que estalló en torno de la fantasía femenina de deseo. Sabemos que nuestra tarea es entramar el surgimiento de una fantasía de deseo con una frustración, una privación en la vida real y objetiva. Ahora bien, Schreber nos confiesa una privación así. Su matrimonio, que él pinta dichoso en los demás, no le dio hijos, sobre todo no el hijo varón que lo habría consolado por la pérdida de padre y hermano, y hacia quien pudiera afluir la ternura homosexual insatisfecha. Su raza corría el riesgo de extinguirse, y parece que estaba bastante orgulloso de su linaje y familia. “Los Flechsig y los Schreber pertenecían, en efecto, como rezaba la expresión, a “la más alta nobleza celeste”, y en especial los Schreber llevaban el título de “marqueses de Tuscia y Tasmania” siguiendo una costumbres de las almas de adornarse, por una suerte de vanagloria personal, con títulos terrenales algo antisonantes”… acaso el doctor Schreber forjó la fantasía de que si él fuera mujer sería más apto para tener hijos, y así halló el camino para situarse en la postura femenina frente al padre, de la primera infancia. Entonces, el posterior delirio, pospuesto de continuo al futuro, según el cual por su emasculación el mundo se poblaría “de hombres nuevos de espíritu schreberiano”, estaba destinado a remediar su falta de hijos. Si los “de hombres pequeños” que el propio Schreber halla tan enigmáticos son hijos, nos resulta bien comprensible que se reunieron sobre su cabeza en gran número; son, realmente, los “hijos de su espíritu”. III. ACERCA DEL MECANISMO PARANOICO. Tenemos que situar la especificidad de la paranoia (o de la demencia paranoide) en algo diverso: en la particular forma de manifestarse los síntoma; y nuestra expectativa no consistirá en manifestarse los síntomas; y nuestra expectativa no consistirá en imputarla a los complejos, sino al mecanismo de la formación de síntoma o al de la represión. Dos factores de antemano característicos de esta forma patológica: El mecanismo de la formación del síntoma. El mecanismo de la represión. El MECANISMO DE LA FORMACIÓN DEL SÍNTOMA: Es llamativo por el rasgo que merece el título de PROYECCIÓN. Una proyección interna es sofocada, y como sustituto de ella adviene a la conciencia su contenido, luego de experimentar cierta desfiguración, como una percepción de afuera. En el delirio de persecución, la desfiguración consiste en una mudanza de afecto; lo que estaba destinado a ser sentido adentro como amor es percibido como odio hacia afuera. - La proyección no desempeña el mismo papel en todas las formas de paranoia. - No ocurre sólo en la paranoia, sino también bajo otras constelaciones de la vida anímica, y aun cabe atribuirle una participación regular en nuestra postura frente al mundo exterior. El MECANISMO DE LA REPRESIÓN: La modalidad del proceso represivo se entrama de manera más íntima que la modalidad de la formación de síntoma con la historia del desarrollo d la libido y con la predisposición dada en ella. En la consideración psicoanalítica hacemos derivar universalmente de la represión los fenómenos patológicos. El proceso de represión se puede descomponer en tres fases: 1°Fase) FIJACIÓN: una pulsión o componente pulsional no recorre el desarrollo previsto como normal, y, a consecuencia de esa inhibición del desarrollo, permanece en un estadio más infantil. La corriente libidinosa respectiva se comporta respecto de las formaciones psíquicas posteriores como una que pertenece al sistema del inconciente, como una reprimida. En tales fijaciones de las pulsiones reside la predisposición a enfermar luego y, sobre todo el determinismo para el desenlace de la tercera fase de la represión. Se presenta como un retardo en verdad pasivo. 2°Fase) REPRESIÓN PROPIAMENTE DICHA: parte de los sistemas del yo de desarrollo más alto, susceptibles de conciencia, y en verdad puede ser descripta como un “esfuerzo de dar caza”. Impresiona como un proceso esencialmente activo. A la represión sucumben los retoños psíquicos de aquellas pulsiones que primariamente se retrasaron, cuando por su fortalecimiento se llega al conflicto entre ellas y el yo (o las pulsiones acordes con el yo), o bien aquellas aspiraciones psíquicas contra las cuales, por otras razones, se eleva una fuerte repugnancia. Esta última no traería por consecuencia la represión si no se estableciera un enlace entre las aspiraciones desagradables, por reprimir, y las ya reprimidas. Toda vez que ello sucede, la repulsión de los sistemas concientes y la atracción de los inconcientes ejercen un efecto de igual sentido para el logro de la represión. En realidad, los dos casos que hemos separado pueden dividirse de manera no tan tajante y distinguirse sólo por un más o un menos en cuanto a la contribución de las pulsiones primariamente reprimidas. 3°) RETORNO DE LO REPRIMIDO: es la más sustantiva para los fenómenos patológicos, cabe mencionar el fracaso de la represión. Es una irrupción que se produce desde el lugar de la fijación y tiene por contenido una regresión del desarrollo libidinal hasta ese lugar. En el caso de Schreber se obtiene referencia al mecanismo de la represión (propiamente dicha) que prevalece en la paranoia. En el apogeo de la enfermedad, se formó en Schreber, bajo el influjo de unas visiones “de naturaleza en parte borrosa, pero en parte también de una indescriptible grandiosidad”, la convicción sobre una gran catástrofe, un sepultamiento fin) del mundo. Voces le decían que estaba perdida la obra de un pasado de 14000 años, a la Tierra no le quedaban sino 212 de vida; en el último período de su estadía en el instituto de Flechsig consideraba ya transcurrido ese lapso. El mismo era el “único hombre real que quedaba”, y a las pocas figuras humanas que aún veía – el médico, los enfermeros y pacientes – los declaraba “hombres de milagro, improvisados de apuro”. Pero la plasmación del delirio que retenía al yo y sacrificaba al mundo demostró ser con mucho la más potente. De cualquier modo, el sepultamiento del mundo era la consecuencia del conflicto que había estallado entre él y Flechsig o, según se figuraba la etiología en la segunda fase del delirio, de su lazo ahora indisoluble con Dios, vale decir, el resultado necesario de haber contraído él su enfermedad. El enfermo ha sustraído de las personas de su entorno, y del mundo exterior en general, la investidura libidinal que hasta entonces les había dirigido; con ello, todo se le ha vuelto indiferente y sin envolvimiento para él, y tiene que explicarlo, mediante una racionalización secundaria, como cosa “de milagro, improvisada de apuro”. El sepultamiento del mundo es la proyección de esta catástrofe interior, su mundo subjetivo se ha sepultado desde que él le ha sustraído su amor. El paranoico lo reconstruye, claro que no más espléndido, pero al menos de tal suerte que pueda volver a vivir dentro de él. Lo edifica de nuevo mediante el trabajo de su delirio. Lo que nosotros consideramos la producción patológica, la formación delirante, es, en realidad, el intento de restablecimiento, la reconstrucción. Tras la catástrofe, ella se logra más o menos bien, nunca por completo; una “alteración interior de profundo influjo”, según las palabras de Schreber, se ha consumado en el mundo. Pero el hombre ha recuperado un vínculo con las personas y cosas del mundo, un vínculo a menudo muy intenso, si bien el que antes era un vínculo de ansiosa ternura puede volverse hostil. El proceso de represión propiamente dicha consiste en el desasimiento de la libido de personas u cosas antes amadas. Se cumple mudo, no recibimos noticia alguna de él, nos vemos precisados a inferirlo de los procesos subsiguientes. Lo que se nos hace notar ruidoso es el proceso de restablecimiento, que deshace la represión y reconduce la libido a las personas por ella abandonadas. En la paranoia, este proceso se cumple por el camino de la proyección. LO CANCELADO ADENTRO RETORNA DESDE AFUERA. 1. Es muy posible que el desasimiento de la libido sea el mecanismo esencial y regular de toda represión. En la paranoia tenemos un indicio clínico de que la libido sustraída del objeto es llevada a un particular empleo. La mayoría de los casos de paranoia muestran un poco de delirio de grandeza, y que este último puede constituir por sí solo una paranoia. De ahí inferiremos que en la paranoia la libido liberada se vuelca al yo, se aplica a la magnificación del yo. Así se vuelve a alcanzar el estadio del narcisismo, conocido por el desarrollo de la libido, estadio en el cual el yo propio era el único objeto sexual. Los paranoicos conllevan una fijación en el narcisismo. El retroceso desde la homosexualidad sublimada hasta el narcisismo indica el monto de la regresión característica de la paranoia. 2. Una objeción de igual evidencia puede apoyarse en el historial clínico de Schreber aduciendo que el delirio de persecución (hacia Flechsig) se presentó inequívocamente antes que la fantasía de fin (sepultamiento) del mundo, de suerte que el supuesto retorno de lo reprimido habría precedido a la represión misma, lo cual es un evidente contrasentido. En el caso de Schreber, desasimiento de la libido de la persona Flechsig pudo ser lo primario; pronto lo siguió el delirio que recondujo otra vez la libido a Flechsig (con signo negativo, como marca de la represión sobrevenida), cancelando así la obra de la represión. Ahora vuelve a desatarse la lucha represiva, pero esta vez se vale de medios más poderosos; en la medida en que el objeto impugnado deviene lo más importante en el mundo exterior, por una parte quiere atraerse toda libido, por la otra moviliza contra sí todas las resistencias, y la lucha en torno de ese objeto único se vuelve comparable a una batalla general en cuyo transcurso el triunfo de la represión se expresa por el convencimiento de que el mundo ha sido sepultado y ha quedado el sí mismo solo. Sí se abarcan panorámicamente las artificiosas construcciones que el delirio de Schreber edifica sobre el suelo religioso (la jerarquía divina, las almas probadas, los vestíbulos del cielo, el Dios inferior y el superior), se puede medir, en inferencia retrospectiva, cuán grande riqueza de sublimaciones se ha arruinado por la catástrofe del desasimiento general de la libido. 3. El paranoico percibe el mundo exterior, se da razón de sus alteraciones, la impresión que le produce lo incita a operaciones explicativas (los hombres “improvisados de apuro”), y por eso considero totalmente verosímil que su relación alterada con el mundo se pueda explicar de manera exclusiva o predominante por la falta del interés libidinal. 4. Se debe conservar a la paranoia como un tipo clínico independiente, aunque su cuadro harto a menudo se complique con rasgos esquizofrénicos; en efecto, desde el punto de vista de la teoría de la libido, se la puede separar de la demencia praecox por una diversa localización de la fijación predisponente y un mecanismo distinto del retorno (de lo reprimido) (formación de síntoma), no obstante tener en común con aquella el carácter básico de la represión propiamente dicha, a saber, el desasimiento libidinal con regresión al yo. Entiendo que lo más adecuado es bautizar a la demencia praecox con el nombre de “parafrenia”, que, en sí mismo de contenido indeterminado, expresa sus vínculos con la paranoia (que conservaría su designación) y además recuerda a la hebefrenia incluida en ella. y no importa que el nombre ya se haya propuesto antes para otra cosa, pues estas otras aceptaciones no han cobrado vigencia. Dementia praecox Paranoia Mecanismo Alucinatorio (histérico). Su desenlace Más Desfavorable, triunfa Menos desfavorable, la represión. triunfa la reconstrucción. Proyección. Regresión Llega hasta la liquidación Llega hasta el narcisismo del amor de objeto y el exteriorizado en el delirio regreso al autoerotismo de grandeza. aspira al amor de objeto. Los arrestos homosexuales Los arrestos homosexuales no desempeñan un papel se dan frecuentemente, en de parecida sustantividad forma regular. como en la paranoia. Nuestros supuestos sobre las fijaciones predisponentes en la paranoia y la parafrenia permiten entender sin más que un caso pueda empezar con síntomas paranoicos y desarrollarse, hasta una demencia; que fenómenos paranoides y esquizofrénicos se combinen en todas las proporciones, y pueda producirse un caso como el de Schreber, que merece el nombre de “dementia paranoide”: da razón de lo parafrénico por la relevancia de la fantasía de deseo y de las alucinaciones, y del carácter paranoide por el mecanismo de proyección y el desenlace. Es que en el desarrollo pueden haber quedado atrás muchas fijaciones, y consentir estas, en su serie, la irrupción de la libido esforzada a apartarse. La tonalidad esencialmente positiva del complejo paterno, el vínculo (que podemos pensar no turbado en años posteriores) con un padre excelente, posibilito la reconciliación con la fantasía homosexual y, así, el decurso restaurador. Los “rayos de Dios”, de Schreber, compuestos por la condensación de rayos solares, haces nerviosos y espermatozoides, no son sino las investiduras libidinales figuradas como cosas y proyectadas hacia afuera, y prestan a su delirio una llamativa coincidencia con nuestra teoría. Que el mundo deba hundirse porque el yo del enfermo atraiga hacia sí todos los rayos; que luego, durante el proceso de reconstrucción, él deba cuidar angustiosamente que Dios no suelte la conexión de rayos con él: tales detalles, y muchos otros, de la formación delirante de Schreber suenan como percepciones endopsíquica de los procesos que yo he supuesto para fundar una elucidación de la paranoia. Diríamos que el carácter paranoico reside en que para defenderse de la fantasía de deseo homosexual se reacciona, precisamente, con un delirio de persecución de esa clase. En el centro del conflicto patológico es la defensa frente al deseo homosexual, todos fracasan en dominar su homosexualidad reforzada desde lo inconciente. En la paranoia la etiología sexual no es, evidente; en cambio, en su causación resaltan de manera llamativa mortificaciones y relegamientos sociales, sobre todo en el varón. Freud explica el narcisismo: Estadio en la historia evolutiva de la libido, estadio por el que se atraviesa en el camino que va del autoerotismo al amor de objeto. Consiste en que el individuo empeñado en el desarrollo, y que sintetiza en una unidad sus pulsiones sexuales de actividad autoerótica, para ganar un objeto de amor se toma primero a sí mismo, a su cuerpo propio, antes de pasar de este a la elección de objeto de una persona ajena. Fase mediadora entre el autoerotismo y elección de objeto. Parece que numerosas personas demoran en ella un tiempo insólitamente largo, y que de este estado es mucho lo que queda pendiente para ulteriores fases de desarrollo. En este sí mismo tomado por objeto de amor puede ser que los genitales sean ya lo principal. La continuación de este camino lleva a elegir un objeto con genitales parecidos; por tanto lleva a la heterosexualidad a través de la elección de objeto; para ello ejercen relevante influjo las teorías sexuales infantiles que, en principio, atribuyen los mismos genitales a ambos sexos. Respecto de quienes luego serán homosexuales manifiestos, suponemos que nunca se ha librado de la exigencia de unos genitales iguales a los suyos en el objeto; para ello ejercen relevante influjo las teorías sexuales infantiles que, en principio, atribuyen los mismos genitales a ambos sexos. Tras alcanzar la elección de objeto heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son canceladas ni puestas en suspenso, sino meramente esforzadas a apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan entonces con sectores de las pulsiones yoicas para constituir con ellas, como componentes “apuntalados”, las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camadería, el sentido comunitario y el amor universal por la humanidad. En los vínculos sociales normales entre los seres humanos difícilmente se colegirían la verdadera magnitud de estas contribuciones de fuente erótica con inhibición de la meta sexual. Y, por otra parte, en este mismo nexo se inserta el hecho de que homosexuales manifiestos, justamente – y entre ellos, de nuevo, los que resisten el quehacer sensual-, descuellen por una participación de particular intensidad en los intereses de la humanidad, unos intereses surgidos por la sublimación del erotismo. Personas que no se han soltado nunca del estadio del narcisismo, poseen una fijación que puede tener el efecto de una predisposición patológica, están expuestas al peligro de que una marea alta de libido que no encuentre otro decurso someta sus pulsiones sociales a la sexualización, y de ese modo deshaga las sublimaciones que había adquirido en su desarrollo. Los paranoicos procuran defenderse de una sexualización así de sus investiduras pulsionales sociales. El punto débil de su desarrollo ha de buscarse en el tramo entre el autoerotismo, narcisismo y homosexualidad, y allí se situará su predisposición patológica; una predisposición semejante debimos atribuir a la demencia praecox de Kraepelin o esquizofrenia (según Bleuler). El núcleo del conflicto en la paranoia del varón es la invitación de la fantasía de deseo homosexual, AMAR AL VARÓN. Todas las formas principales, de la paranoia pueden figurarse como unas contradicciones a una frase sola: “YO (UN VARÓN) LO AMO (A UN VARÓN)”, y aun agotan todas las formulaciones posibles de esta contradicción. A la frase “yo lo amo (al varón)” contradice: a) El DELIRIO DE PERSECUCIÓN, proclamado en voz alta: “YO LO AMO – PUES YO LO ODIO”. Contradice al verbo. Esta contradicción, que en el inconciente no podría rezar de otro modo, no puede deberle conciente al paranoico en esta forma. El mecanismo de la formación de síntoma en la paranoia exige que la percepción interna, el sentimiento, sea sustituida por una percepción de afuera (proyección). Así la frase “pues yo lo odio” se muda, por proyección, en esta otra “El me odia (me persigue), lo cual me justificará después para odiarlo”. Entonces, el sentimiento inconciente que pulsional aparece como consecuente de una percepción exterior: “YO NO LO AMO – PUES YO LO ODIO – PORQUE ÉL ME PERSIGUE” La observación no deja ninguna duda sobre que el perseguidor no es otro que el otrora amado. b) Otro punto para la contradicción lo registra la EROTOMANÍA: “yo no lo amo – pues yo la amo”. Y aquella misma compulsión a proyectar imprime a la frase esta mudanza: “YO NO LO AMO – YO LA AMO – PORQUE ELLA ME AMA”. La erotomanía contradice al objeto. c) DELIRIO DE CELOS Contradice al sujeto. 1. El delirio de celos del alcohólico. este medio de goce cancela inhibiciones y deshace sublimaciones. No es raro que el varón sea empujado al alcohol por el desengaño con una mujer pero esto, equivale a decir que ingresa en la taberna y en la sociedad de varones donde halla satisfacción del sentimiento que echa de menos en su hogar con la mujer. Y si estos varones devienen objetos de una investidura libidinosa más intensa en su inconciente, se define de ella mediante la tercera variedad de la contradicción: “NO YO AMO AL VARÓN – ES ELLA QUIEN LO AMA”, y sospecha de la mujer con todos los hombres a quienes él está tentado de amar. Es fuerza que aquí falte la desfiguración proyectiva, porque con el cambio de vía del sujeto que ama el proceso es arrojado sin más fuera del yo. Que la mujer ame a los hombres sigue siendo asunto de la percepción exterior; que uno mismo no ame, sino que odie, que uno no ame a esta persona, sino a otrora, he ahí sin duda unos hechos de la percepción interior. 2. Paranoia de celos en las mujeres “NO YO AMO A LAS MUJERES – SINO QUE ÉL LAS AMA”. La mujer celosa sospecha del hombre con todas las mujeres que a ella misma le gustan a consecuencia de su narcisismo predisponente, devenido hiperintenso, y de su homosexualidad. Es posible una cuarta contradicción, la desautorización en conjunto de la frase íntegra: “YO NO AMO EN ABSOLUTO, Y NO AMO A NADIE”, “YO ME AMO A MI” Esta variedad de la contradicción nos da entonces por resultado el DELIRIO DE GRANDEZA es una sobrestimación sexual del yo propio, poner en paralelo con la consabida sobreestimación del objeto de amor. No carece de valor para otros fragmentos de la doctrina de la paranoia que en la mayoría de las formaciones de afección paranoica se compruebe un suplemento de delirio de grandeza. Es que tenernos derecho a suponer que el delirio de grandeza es enteramente infantil y se lo sacrifica en el ulterior desarrollo de la sociedad, y por otra parte, que ningún influjo lo sofoca de manera tan intensa como un enamoramiento que capture con fuerza al individuo. Psicosis en la obra de Lacan Martinez F 10173 En Lacan hay tres formulaciones acerca de las psicosis: 1. Tesis de doctorado 1932. El yo y sus vicisitudes 2. Seminario 1955/56. Introduce la noción de Significante del Nombre del Padre para comprender el C. de Edipo y la neurosis. Psicosis como estructura deficitaria, definida por la falta de este significante pivote. 3. Seminario 1975/76 a partir de la T. de los Nudos. Redefine la función del NP 1) El conocimiento humano es paranoico: Hay una fuerte correlación entre la estructura del yo, la aprehensión de la realidad por parte del ser humano y la paranoia. Distingue entre un yo resultado de un proceso genético en el que se manifiesta la concreción de un conjunto de tendencias (del autoerotismo al narcisismo incluyendo el E. del Espejo) y un yo definido en abstracto como sujeto del conocimiento. Para entender como el yo conoce a los objetos, considerar la génesis del Superyó según Freud: como la reincorporación al yo de una parte del ME, de los objetos con mucho valor personal: los padres, se reintegra al psiquismo un monto de libido que el ello había destacado en los objetos edípicos. Es un introyección libidinal, como parte del narcisismo secundario. De este modo el conocimiento de los objetos depende de una carga libidinal previa, destacada previamente por el ello. En el E. del Espejo, la génesis del yo es descripta en términos de un dinamismo libidinal que incluye la pregnancia de la imagen del otro y la identificación con esa imagen. La identificación narcisista es la matriz tanto de la génesis del yo como de sus modos de conocimiento del mundo. Surge un modo de conocimiento propio de la paranoia pero sustentado en el E. del Espejo y común a todo ser viviente: que sitúa en el lugar del otro al mal. Vemos un movimiento que va desde una forma particular de las relaciones del yo con sus objetos, propia de la paranoia, a su generalización en todo ser humano, bajo la forma del conocimiento paranoico, sustentado en las premisas del E. del Espejo. En una identificación con el otro es como vive. Esta es una relación erótica en la que el individuo se fija en una imagen que lo enajena a s mismo. a) El conocimiento paranoico en el seminario 3 Es un conocimiento instaurado en la rivalidad de los celos, en el curso de esa identificación primera que intenté definir en el E. del Espejo. La palabra es pacto, acuerdo. Pero el carácter agresivo dela competencia primitiva deja su marca en toda especie de discurso sobre el otro ,sobre el Otro y sobre el objeto. Como el punto de partida de esta dialéctica es mi alienación en el otro, hay un momento en que puedo estar en posición de ser a mi vez anulado porque el otro no esta de acuerdo. La dialéctica del inconciente implica siempre la posibilidad de la lucha con el otro. Entre las relaciones con el Otro (no conocido) y con el otro (como semejante), en el ángulo abierto entre ambas, debe situarse la dialéctica del delirio. b) Diferencia entre imaginario y especular Si la imagen cautivante es desmesurada: aparece una relación de agresividad, de rivalidad, temor. En la medida en que la relación permanece en un plano imaginario, dual y desmesurado, no tiene la significación de exclusión reciproca que conlleva el enfrentamiento especular, sino la función de captura imaginaria, que es deshumanizante porque no deja lugar a que se funde la imagen del yo en la orbita que da el modelo mas logrado del otro. Narcisismo: es la relación imaginaria central para la relacion interhumana. Es una relación erotica que es base de la tensión agresiva. El Estadio del espejo evidencia la tensión agresiva. El yo es otro. Se instaura en una dualidad interna al sujeto. El yo es ese amo que el sujeto encuentra en el otro y que se instala en lo más íntimo de sí mismo. El otro está siempre por retomar el lugar dominio. Amo implantado por encima de las pulsiones. Como hay conflicto entre las pulsiones y el yo, algunas se eligen y otras no: queda en evidencia una función de dominio del yo (no una función de síntesis, como suele decirse) como un amo. Ese amo está adentro y afuera, por lo que todo equilibrio puramente imaginario con el otro está siempre marcado por una inestabilidad fundamental. En el complejo de Edipo, la relación imaginaria exige algo que mantenga relación, función y distancia. El sentido del complejo de Edipo: hace falta una ley, una cadena, un orden simbólico, la intervención de una palabra, del nombre del padre, el orden que impide la colisión y el estallido de la situación. El orden simbólico como superpuesto. c) Lo imaginario en Schreber Hay una invasión imaginaria: dominancia de la relación en espejo. Disolución del otro en tanto identidad. Los personajes se reparten en dos categorías: -los que en apariencia viven: sombras de hombres. enfermeros - los que invaden su cuerpo: almas. Muertos Cree que vivió su propia muerte anunciada en los periódicos. Fragmentación de la identidad marca la relación de Schreber con sus semejantes en el plano imaginario. Fleschig fragmentado: uno superior y uno inferior fragmentado en 46 almitas. El otro es desdoblable, desplegable. Característica del discurso delirante: su poder de afirmación. Para que todo lo imaginario no se reduzca de golpe a nada, es necesaria una red de naturaleza simbólica que lo sostenga 2- Del fenómeno a la estructura: 1955-56 más allá de la fenomenología, la estructura. La estructura es una organización simbólica que establece leyes que determinan el campo de posibilidad de los actores involucrados. Ej: estructuras de parentesco. Para Lacan el C. de Edipo aporta esta organización. Edipo es intermediario entre la ley social y su transmisión individual. Supone en el inicio de la sociedad humana la existencia de una ley simbolica que organiza y determina lugares y funciones. La ley está desde el inicio y la sexualidad humana debe realizarse a través de ella. Modo de relacionar al otro con la ley: en el esquema Lamda. El sujeto recibe del Otro su posición respecto de la Ley. El yo imaginario a-a´ aparece determinado desde una matriz simbólica. Pero esa ley, expresada en significantes, no significa nada, en el Edipo solo dice que hay varones y mujeres, pero no dice nada de cada sujeto. El neurótico formula una pregunta con su yo: qué es una mujer? La neurosis es posibilitada por la existencia de la dimensión imaginaria, que requiere de significantes que digan que cosa soy. La neurosis construye una imagen a la que se identifica: yo ideal, dada por la existencia previa de una ley simbólica. Explicación estructural de la psicosis: - 123- 4- Falta de un significante (NP) Forclusión: rechazo, expulsión del ste que faltará desde entonces. El ste rechazado en lo simbólico reaparecerá en lo real cuando el sujeto psicótico sea interrogado acerca de ese ste que fundamenta su posición como ser sexuado. No responde porque halla un agujero Desencadenamiento de la psicosis, con fenómenos al inicio de formas de retorno en lo real: fenómenos elementales, alucinaciones, estados pasionales. La pregunta no la hace el sujeto sino que viene de afuera, por eso se evidencia en la dimensión imaginaria. Sucesión de etapas: Estadio previo sin signos de enfermedad con compensación imaginaria del elemento simbólico ausente Desde la pregunta o llamado que proviene del otro, se enfrenta al agujero en lo simbólico: momento de pre-psicosis, la falta se hace sentir, perplejidad. Desencadenamiento en el cual la falta del ste lleva al sujeto a poner en tela de juicio al conjunto de los stes y todo el orden simbólico es puesto en cuestión. Es necesaria una reconstrucción. Momento de devastación, fragmentación, descomposición del discurso. Movimiento restitutivo que busca recomponer el orden simbólico roto a través de una metáfora delirante, algo que ocupe el lugar del ste ausente y permita reconstruir el universo simbólico. El delirio reorganiza el mundo. Citas de escritos de Lacan: a) La estructura de la psicosis CLASE 4 En lo ICC no está todo reprimido, hay que admitir una inscripción, una admisión, primordial, en el sentido de lo simbólico que puede faltar. Forclusión: es un mecanismo de rechazo, exclusión de un elemento del campo simbólico. Lo reprimido retorna, en cambio, lo forcluido tiene otro destino. Las relaciones del sujeto con la realidad son distintos para neurosis y psicosis: el psicótico tiene delirios. La realidad sacrificada en la neurosis es una parte de la realidad psíquica. Esa parte se hace oír de manera simbólica. En la psicosis es la realidad misma la que esta primero provista de un agujero que la realidad fantasmática vendrá a colmar. Un agujero esta colmado con el fantasma psicótico: mecanismo de proyección. Freud: mecanismo de la proyección en caso Schreber Es incorrecto decir que la sensación interiormente reprimida es proyectada de nuevo hacia el exterior. Debemos decir que lo rechazado retorna del exterior, lo que retorna desde el exterior es lo que está preso de la forclusión, lo que ha sido dejado fuera de la simbolización general de la estructura del sujeto. CLASE 11 Forclusión: rechazo de un ste primordial. Proceso primordial de un interior primitivo, que es el interior del primer cuerpo significante. Ste primordial: momento mítico y entrada al orden Ste. Del grafo del deseo De una cuestión preliminar de todo tratamiento de las psicosis El Otro es el lugar de la memoria que Freud llamó inconciente, memoria que considera objeto de una interrogación. La forclusión es un accidente del registro en la conformación de la cadena significante (que se inicia con el Fort-da). La preclusión o forclusión del NP en el lugar del Otro y el fracaso de la metáfora paterna, condiciones esenciales de la psicosis. Para que la psicosis se desencadene, es necesario que el NP forcluido (sin haber llegado nunca al lugar del Otro), sea llamado allí en oposición simbólica al sujeto. Es la falta del NP en ese lugar, la que por el agujero que abre en el significado, inicia la cascada de los retoques del significante, de donde procede el desastre creciente de lo imaginario, hasta que se estabilizan significante y significado en la metáfora delirante. Como puede ser llamado el NP por el sujeto, si nunca ha estado. Es llamado por un padre real: un padre que viene a un lugar donde el sujeto no ha podido llamarlo antes, de una posición tercera en una relación que tenga por base una pareja imaginaria a-a´ (campo de la agresión erotizada del estadio del espejo) Coyuntura dramática del desencadenamiento de la psicosis: situaciones novelescas No es solo de la manera en que la madre se aviene a la persona del padre, de lo que conviene ocuparse, sino del caso que hace de su palabra, del término, de su autoridad, del lugar que ella reserva al NP en la promoción de la Ley. Además debe considerarse la relación de ese padre con la ley. Los efectos devastadores de la figura paterna se observan particularmente en los casos en que el padre tiene efectivamente la función de legislador o se la adjudica. Con ideales que lo ponen en demérito o fraude permanente. b) CLASE 23 UNA VERSIÓN MITICA DEL STE PRIIMORDIAL. LA CARRETERA PRINCIPAL La carretera principal, que pasa por una serie de carreteras secundarias. No es lo mismo una sucesión de carreteras secundarias que una carretera principal. Cambia la significación de los comportamientos ante lo que sucede entre el punto de partida y el punto de llegada. La carretera principal existe en sí y se nota de inmediato. No es solo un medio para ir de un lugar a otro. En la carretera principal hay movimiento de ida y vuelta: es un pasaje que polariza en tanto ste las significaciones. Función del ste : la carretera polariza, aferra, agrupa en un haz a las significaciones. El significante es polarizante, crea el campo de las significaciones. Decir carretera principal, reorganiza el resto de las vías de comunicación. Que serán todas accesorias, aunque comuniques de ida y de vuelta. Que sucede cuando no tenemos carretera principal, debemos tomar distintos elementos de la red. La unión de senderos secundarios es el delirio. Significante en suspenso en la crisis inaugural de Schreber es: PROCREACIÓN=SER PADRE Ser padre no puede sostenerse sin la función del significante primordial. El ste ser padre hace de carretera principal hacia las relaciones sexuales con una mujer. Schreber carece de ese ste. Tuvo que imaginarse mujer para ser padre, e incluso mujer de Dios para procrear. Si no hay carretera principal, carteles, indicaciones, señales a la orilla del camino: alucinaciones, escuchar voces. Murmullo continuo que escuchan, es la infinitud de los caminitos. c) EL TABURETE DE 3 PATAS Prepsicosis: sensación de haber llegado al borde del agujero. Comprender qué sucede cuando la pregunta viene desde no hay significante. Hay taburetes con 3 patas, entonces no debe faltar ninguna otra pata. Si en una encrucijada faltara una de las 3, entonces esto confrontará al sujeto con lo que nunca estuvo. Esta situación es lo que Lacan llama forclusión. La falta de un ste, lo lleva a poner en tela de juicio el conjunto de los significantes. d) EL FENÓMENO ELEMENTAL Clase 6: Schreber tiene en común con otros locos el creer en la realidad de su alucinación. Pero es un error, en la realidad de su alucinación el loco no cree. Sabe que solo el lo oye o lo ve. No esta en juego la realidad, el sujeto admite que los fenómenos son irreales. Tiene una certeza: que lo que está en juego le concierne. Certeza radical: inquebrantable. Fenómeno elemental o creencia delirante. Clase 2: Fenómenos elementales: carácter radicalmente diferente de la deducción eidética, de lo comprensible para todo el mundo. Con respecto a la construcción del delirio, los fenómenos elementales son tan elementales como la hoja respecto de la planta. El delirio es una articulación con sentido de diversos fenómenos elementales. Siempre la misma fuerza estructurante obra en el delirio en su totalidad como en sus partes. El delirio es también un fenómeno elemental. La noción de elemento no debe ser entendida de modo distinto a la de estructura. e) ACERCA DE LA ESTRUCTURA SIGNIFICANTE DEL DELIRIO e-1) EN EL DELIRIO HAY SIGNIFICANTES QUE PIERDEN SU CAPACIDAD DIALÉCTICA. Clase 2: suele haber en el delirio un núcleo comprensible, lo que no tiene interés, lo importante es que es inerte, inaccesible, estancado en relación a toda la dialéctica. La interpretación que se hace del fenómeno elemental posee un elemento de significación, pero ese elemento es repetitivo y procede siempre por reiteraciones. (como si se cortara la metonimia, la metáfora queda fija, no puede abrirse a nuevas significaciones) El fenómeno está cerrado a toda composición dialéctica. e-2)DOS FORMAS QUE ADQUIERE EL SIGNIFICANTE EN LA PSICOSIS en la materialidad del ste, el delirio engendra neologismos. A nivel de su significación se distingue porque la significación de esas palabras no se agota en la remisión a una significación. Es una significación que no remite más que a sí misma. (Ste vacio?) significa algo inefable, remite a la significación en cuanto tal. Hay dos tipos de fenómenos donde aparece el neologismo: la intuición y la fórmula. La intuición delirante tiene un carácter inundante, que lo colma. Le revela una perspectiva nueva cuyo sello principal subraya. Schreber y la lengua fundamental. La palabra es el alma de la situación La fórmula es el extremo opuesto, donde la forma que adquiere la significación no remite a nada. Reiteración estereotipada. Podemos llamarla el “estribillo”. Ambas formas, la más plena y la vacía, detienen la significación, característica estructural que permiten reconocer la presencia de un delirio, en el abordaje clínico. Cuadernillo de Psicosis por Horacio Martinez Bases de la semiología psiquiátrica La psicopatología tradicional comprendió y clasificó los síntomas que los pacientes presentaban. La teoría que les permitía organizar el campo de observación, posibilitando definir qué ver está construida en base a los postulados kantianos, que asignan al psiquismo una serie de funciones: Voluntad, Sentimiento y Razón. La locura es entendida como alteración de estas facultades. La observación de la degradación de estas facultades dio lugar a la fenomenología psiquiátrica. La observación tiene un papel predominante y se crean indicadores que permitan medir y comparar signos. Se van ordenando los trastornos en torno a las 3 grandes funciones del psiquismo: 1. De la sensación: incluye apercepción, atención, conciencia, humor, memoria y todas los vel de trastornos sensoriales, como ilusiones (percepciones incompletas) y alucinaciones (percepciones falsas) 2. Del pensamiento: atañe al curso de las representaciones (fuga de ideas, imposición de ideas intrusas), el nivel de productividad mental y a las ideas delirantes. 3. De la voluntad: presentando trastornos de la actividad (manía, inhibiciones, depresión, catatonía, etc.) Primeras entidades clínicas: Nosografía de Pinel: IDIOTISMO: disminución de la inteligencia, bajo la forma de una detención del desarrollo de la misma. Son cuadros origen constitucional. Se dividían en grados, de acuerdo al nivel de inteligencia alcanzado (oligofrenias para Kraepe debilidad mental en clasificaciones actuales) DEMENCIAS: son cuadros adquiridos, donde actúan como causa factores externos e internos. El modelo es la deme senil, en la cual se manifiestan: el deterioro de la memoria, de la capacidad de pensar y de la voluntad CUADROS DELIRANTES: caracterizados por la presencia de delirios: “una idea o conjunto de ideas falsa que choca c realidad pero que está dotada de una fuerza y una convicción irreductibles” Los delirios sistematizados son un conjunto coherentes de ideas delirantes que se agrupan entre si, adquiriendo la una teoría explicativa. Los delirios pueden ser totales (afectan a toda el pensamiento) o parciales (el delirio se encuentra encapsulado, permitiendo que el resto de la actividad judicativa funcione de manera normal) Se evalúa la persistencia y el modo en que se organiza el delirio para dar lugar a distintos diagnósticos. La pregunta por la causa Falret y Morel (mitad s.XIX) introducen como criterio de clasificación el origen del padecimiento: 1. Cuadros de origen ORGÁNICO y de CAUSAS ENDÓGENAS: en los que se verifica la alteración del cerebro por causas infecciosas, traumatismos o intoxicaciones y otros cuadros en los que tal alteración no puede verificarse pero están alteradas la funciones cerebrales (funcionales) 2. Cuadros ORGÁNICOS y de CAUSAS EXÓGENAS: que atacan el cerebro desde afuera La teoría de la Degeneración Hereditaria propuesta por Morel en 1857 fue el intento explicativo de mayor impacto referido a causas endógenas. “una enfermedad mental no es más que la expresión sintomática de las relaciones anormales que se establecen entre la inteligencia y su instrumento enfermo, el cuerpo” Esta degeneración posee el carácter de transmisibilidad hereditaria. A medida que el germen patológico se transmite, sus efectos se agravan. La sospecha de que un patrón genético está en la base de los cuadros funcionales sigue siendo el criterio que guía las investigaciones etiológicas de la psiquiatría, en la actualidad. PARANOIA Criterios de la Escuela Alemana: (Griesinger, Kraepelin, Bleuler y Jaspers) Griesinger presenta una nosología construida sobre la idea dela evolución de las formas clínicas. Toma la idea de MONOPSICOSIS: todas las formas clínicas serían fases de una misma enfermedad. Se base en que la enfermedad es producto de una alteración en el funcionamiento del cerebro, por lo que su resultado sería único, pero adquiere distintas formas y presenta distintos signos, según las funciones que van siendo perturbadas. Frenalgia inicial: afección de los sentimientos, cuyo carácter es normalmente la tristeza. Se presentan nuevas ideas que invaden al yo y sienten una toma de posesión del antiguo yo por una potencia oscura e irresistible. Reacciones primarias: producción mórbida de estados emocionales que dominan al sujeto y se fijan de una manera permanente. Formas: melancolía, manía, monomanía exaltada. El antiguo yo se resiste a ser invadido por la enfermedad. Reacciones Secundarias: estado calmo y sin excitación de los sentimientos, en el cual el pensamiento y la voluntad se encuentran falseados. Formas: locuras sistematizadas, demencia parcial y total La evolución del pensamiento psicopatológico en la Escuela Alemana alcanza su expresión definitiva con Kraepelin, a comienzos del siglo XX. Él distingue como cuadros clínicos las etapas descriptas por Griesinger, manteniendo sus características: Locura Maníaco-Depresiva: son las reacciones primarias que involucran sentimientos, estados de ánimo y voluntad. Con posible retorno al estado de ánimo anterior. Paranoia: con delirio sistematizado reacciones secundarias, relacionadas con las Demencia Precoz: ruptura de conexiones entre sensibilidad y razón deteriorantes esencialmente Paranoia para Kraepelin: desarrollo insidioso bajo la dependencia de causas internas y según una evolución continua, de un sistema delirante duradero e imposible de sacudir y que se instaura con una conservación completa de la claridad y del orden del pensamiento, el querer y la acción. Caso Schreber La paranoia es entendida como reacción defensiva ante una tendencia libidinal homosexual. El mecanismo es el mismo para todo el grupo de las psiconeurosis (represión), variando la vía de formación de síntomas (en la paranoia, la proyección). Freud amplía el grupo de las psiconeurosis: De transferencia: histeria y neurosis obsesiva PSICONEUROSIS Narcisistas: paranoia y parafrenia. Según Abraham, lo que caracteriza a la demencia precoz es que se originan en complejos sexuales reprimidos y en los pacientes se evidencia una cesación del amor a objetos, condición idéntica a la etapa autoerótica. En la locura maníaco-depresiva, hay un “progreso” ya que se da una identificación con el objeto. Abraham construirá una nosografía a partir de la teoría de la libido. Cuando esta se ve imposibilitada en su satisfacción a través de un objeto genital, regresa, buscando puntos de fijación, según la magnitud de las satisfacciones que en su momento brindaron. Al mismo tiempo la libido se independiza del yo u busca modos de satisfacción sustitutivos (síntomas) que tomarán su forma de la etapa que los produzcan. Etapa Oral Etapa Anal Etapa Genital Primaria Secundaria Primaria Secundaria Primaria Secund Demencia Precoz Locura ManiacoDepresiva Paranoia Neurosis Obsesiva Histeria Normal Anobjetal Ambivalente Posambivalente Freud toma en cuenta este esquema especialmente para la N.Obsesiva, pero deja a un lado la Locura Maníaco-Depresiva y piensa en dos grandes cuadros: la paranoia y la parafrenia (esquizofrenia) Parafrenia: regresión al autoerotismo. Paranoia: regresión al narcisismo secundario, es un retorno al yo de la libido objetal. El narcisismo es el prototipo del amor homosexual (coinciden el yo y el objeto) y por eso la fantasía que subyace al delirio de Schreber es una fantasía homosexual. Su locura adquiere esta forma con contenido homosexual en tanto expresa la lógica que impera en el punto evolutivo al que la libido ha regresado. Autoerotismo: Sin objeto Narcisismo primario: Nacimiento del yo, que es tomado como objeto por la libido. Objetalidad: existencia separada del yo y del objeto. Esquizofrenia Demencia Precoz para Kraepelin: La define como una serie de estados , cuya característica común es una destrucción peculiar de las conexiones internas de la personalidad psíquica. El basamento es la disgregación, la pérdida de unidad que caracteriza al funcionamiento normal. Concibe a la mente como un conjunto de funciones cuya unidad es el Yo o la Personalidad. Por eso Bleuler prefiere llamarlo esquizofrenia Según Kraepelin, se destacan dos grupos de desórdenes, en esta enfermedad: El debilitamiento de las actividades emocionales que constituyen los resortes de la voluntad (embotamiento emocional, resultado del silenciamiento de instintos y deseos) La pérdida de la unidad interna de las actividades del intelecto, la emoción y la voluntad (lo que implica contradicciones entre esos registros) Este cuadro se convertirá en el centro de las llamadas locuras funcionales (sin asidero orgánico), junto a la Locura Maníaco-Depresiva y la Paranoia. Otra de sus características será su aparición en la primera etapa de la juventud (precoz) Bleuler: Cuestiona y critica toda la obra de la psiquiatría anterior donde los nombres y los conceptos fueron construidos arbitrariamente por los observadores, de acuerdo con el síntoma que les pareció más llamativo. Diferencia los síndromes: agrupaciones arbitrarias de síntomas que representan los puntos de vista de los autores, de las verdaderas enfermedades: que son entidades reales, producidas por la naturaleza. Bleuler rescata la nocion de Demencia Precoz, como genuino concepto de enfermedad y afirma que comprende a la mayoría de las psicosis funcionales. Habla del el grupo de las esquizofrenias que se caracteriza por la disgregación de las funciones psíquicas. Subgrupo Paranoide: comienza con ideas de autorreferencia que crecen hasta convertirse en delirios. Le siguen ciclos de excitación y agresión alternados con periodos de tranquilidad, sin abandonar las ideas delirantes. La enfermedad se desarrolla con oscilaciones. Subgrupo Catatónico: se inicia con un cuadro de excitación mezclada con síntomas catatónicos: formas de estupor combinadas con síntomas catalépticos e hiperkinesia. Seguido por un período de calma. Estos ciclos se repiten, provocando paulatino deterioro (demencia) Subgrupo Hebefrénico: se caracteriza por la demencia (deterioro de la inteligencia) por sobre los síntomas delirantes o catatónicos. Esquizofrenia Simple: incluye todo lo demás, hasta la normalidad. Hacen insegura nuestra vida, no están en los hospitales. Sintomatología de la esquizofrenia según Bleuler: Síntomas fundamentales: trastornos de la asociación y la afectividad, la predilección por la fantasía en oposición a la realidad, y la inclinación a divorciarse de la realidad (autismo). Faltan otros síntomas como trastornos de la percepción, la orientación y la memoria. Síntomas accesorios: son los síntomas que hacen imposible la permanencia en su hogar. Alucinaciones e ideas delirantes. El habla, la escritura y varias funciones físicas, se alteran a menudo de una manera irregular pero típica. Hay que distinguir Síntomas primarios: que surgen directamente del mismo proceso patológico. Trastorno de asociación, será el fundamental, explicado por la teoría de las representaciones mentales de Freud, basada en la existencia de vías de asociación que relacionan diversas representaciones. El pensamiento esquizofrénico tendría similitud con el estado onírico, no se siguen las vías lógicas indicadas por la experiencia. Las sendas asociativas que se emplean habitualmente han perdido su cohesión. Bleuler considera que las asociaciones marginales delos esquizofrénicos son producto de una enfermedad cerebral. Le pensamiento no está dirigido por procesos intelectuales sino por emociones, se impone el principio de placer al de realidad. Todo lo que se opone a la afectividad es suprimido. Las ideas están cargadas afectivamente (las llama complejos), consiguen independencia y se disputan el acceso a la conciencia con el pensamiento normal, lo que resulta en una escisión de la personalidad. Síntomas secundarios: que sólo comienzan a operar cuando la psique enferma reacciona ante algunos procesos internos o externos. La esquizofrenia como proceso: Jaspers postula la diferencia entre Proceso: se da un cambio o ruptura que no puede comprenderse como el desarrollo de una personalidad. La esquizofrenia seria el ejemplo por excelencia. La evolución del cuadro resulta incomprensible. Determina un cambio que impide el retorno al estado anterior. Incluye otros cuadros de origen orgánico: demencias, trastornos generados por infecciones. Desarrollo: presupone la existencia de una personalidad premórbida, que funciona como terreno predisponente. La patología será una continuidad lógica de esa personalidad y su evolución resultará comprensible. Puede haber retorno. Incluye la paranoia y la locura maníaco-depresiva. Reacciones: es un tipo de desarrollo que implica una base predispuesta y un estímulo, una suerte de trauma que dispara el desarrollo de la enfermedad. Una personalidad responde a un estímulo externo que genera un desequilibrio. Resultan comprensibles en la medida en que se vinculan al hecho que las origina. El curso de la enfermedad depende de la forma en que esa personalidad sobrelleve el acontecimiento que dio origen al cuadro. Ej: depresión reactiva. Esquizofrenia en la obra de Freud: El esquizofrénico utiliza las palabras como si fueran cosas, en él se han separado las representaciones inconcientes de las preconcientes y utiliza las representaciones preconcientes, las palabras, como si aún mantuvieran su relación con los objetos. No se trata de un lenguaje denotativo, sino que juegan con las palabras, utilizando términos que no quieren decir nada. Para Freud el sinsentido del discurso esquizofrénico es producto de un habla preconciente desligada de las representaciones inconcientes, lugar en donde mora la verdad de la representación. En 1924 Freud escribe dos artículos donde distingue procesos neuróticos y psicóticos. Ambos cuadros parten de una frustración inicial y en ambos se produce una ruptura con la realidad y la consiguiente búsqueda de satisfacciones sustitutivas. En la neurosis, sin embargo, se conserva cierta relación con la realidad, creándose una suerte de realidad paralela, la fantasía, con la que se buscará la satisfacción negada en la realidad. En las psicosis, el yo busca imponer sobre la realidad compartida, una realidad fantaseada, y en ese intento pierde un trozo dela realidad compartida (ese trozo será reemplazado por la fantasía). M. Klein y el estadío Esquizo-Paranoide: Klein reutiliza los conceptos de Abraham, pensándolos como fases del desarrollo del yo Planteará la existencia de dos estadíos dentro del primer año de vida (coincidentes con las dos etapas de la fase oral abrahamianas). Con el Estadío esquizo-paranoide, la esquizofrenia se universaliza, convirtiéndose en una etapa necesaria del desarrollo del psiquismo, teniendo que luchar el yo primitivo contra los vaivenes destructivos de la pulsión de muerte. Se apoya en dos primitivos mecanismos de defensa: uno de naturaleza esquizoide (disociación o splinting del yo y del objeto en dos aspectos que representan las dos pulsiones también disociadas) otro de naturaleza paranoide (la proyección en el exterior de sentimientos propios, temor que genera la ansiedad paranoide) La esquizofrenia entonces no es algo a lo que se llega por regresión, como pensaba Abraham, sino que nacemos con ella y el primer gran problema humano es superar este estadío para acceder a un tipo de relación de objeto menos psicótica, superando su particular forma de funcionamiento: la escisión del yo, del objeto y de las pulsiones. Winnicott: Otorga un papel crucial al medioambiente en la producción de la salud y la enfermedad. Para él, al nacer, el niño pequeño disfruta de la omnipotencia que le produce el perfecto acoplamiento entre sus necesidades y la provisión del medio (encarnada en su madre o en otra persona). A través de la frustración, el niño aprenderá gradualmente a reconocer la realidad exterior y en ella a los objetos, independientes de sus propios deseos. Pero entre este mundo interior (omnipotente y alienado) y el mundo exterior (frustrante e independiente) existe un tercer espacio, en el que puede jugarse a que la realidad es distinta de lo que es, aunque él sepa que en realidad no es así. A ese lugar lo llamó ESPACIO TRANSICIONAL: funciona como un bálsamo que ayuda a soportar la realidad, colaborando en vincular realidad interior y realidad exterior. Los esquizofrénicos serán aquellos que construyen un FALSO SELF para relacionarse desde él con la realidad exterior, el cual se encuentra disociado de otro yo interior y oculto (verdadero self). El espacio transicional que debería vincularlos, falla en su función y esta falla se debe al fracaso del medio en el ejercicio de sus funciones protectoras: “la esquizofrenia es una enfermedad generada por deficiencia ambiental, es una enfermedad que depende más que las psiconeurosis de las anormalidades del ambiente”. La fundación de la salud mental de cada niño, corresponde a la madre durante el período en que se preocupa del cuidado del pequeño. La esquizofrenia en juego, producto de las experiencias frustrantes vividas en el medioambiente, se producirá entonces entre las dos partes escindidas del yo: el falso self, adaptado ilusoriamente y una vida secreta interior en la que el individuo se refugia. Antipsiquiatria y teoría de la Comunicacion Luego de la segunda guerra, tanto en Europa como en EEUU comienza a cuestionarse el sistema manicomial, dando inicio al campo de la salud mental. Las hipótesis etiológicas comienzan a abandonar los puntos de vista intrasubjetivos para tomar en cuenta el espacio social: la familia, la educación, el sistema laboral y económico y el ordenamiento social. Con respecto a la esquizofrenia, aparecen 3 grandes temas: 1. La familia como productora de patología 2. La sociedad como productora de patología 3. El discurso médico como productor de patología. En EEUU, Gran Bretaña, Italia y Francia, surgen distintas experiencias del movimiento antipsiquiátrico, que compartían el cuestionamiento del sistema psiquiátrico asilar, los modos en que el medico sustenta el poder y el lugar de oprimido al que se confina al enfermo. Roland Laing: Procurando la comprensión de las vivencias del esquizofrénico, propuso un concepto original que se llama INSEGURIDAD ONTOLÓGICA PRIMARIA: “el individuo en las circunstancias ordinarias del vivir, puede sentirse más irreal que real, más muerto que vivo; precariamente diferenciado del resto del mundo, de modo que su identidad y autonomía están siempre en tela de juicio. Puede sentirse más insustancial que sustancial, sin un sentido de congruencia y cohesión personal, y puede sentir que su yo está parcialmente divorciado de su cuerpo” Pretende “ir hacia el esquizofrénico”, lo cual exige suspender los puntos de vista “cuerdos” si se pretende entender al loco. Rompiendo con la idea de Jaspers de considerar a la esquizofrenia como una ruptura tan cabal. Este autor no hablará de patología familiar, partiendo de la idea de que el esquizofrénico es alguien que ha sido etiquetado y se comporta de modo coherente con dicha rotulación. Su esquema de abordaje es antipsiquiátrico, renunciando a producir un saber sobre la enfermedad, disolviendo a ésta al cuestionar los saberes que la engendran. Para ello rescatará la idea sartreana de praxis: los modos de acción humana que crean condiciones de posibilidad del ser humano. Así el accionar familiar es una praxis que determina las condiciones de posibilidad de una forma particular de ser y la propia cura debería orientarse en este sentido. Gregory Bateson: Centrará sus estudios en los modos de interacción en las familias de esquizofrénicos, haciendo hincapié en la comunicación madre-hijo. Describirá un tipo particular de interacción: DOBLE VÍNCULO, que se caracteriza por impedir que el sujeto pueda establecer un análisis correcto de los diversos niveles en que la comunicación humana suele acontecer. La comunicación posee diversos niveles y el sujeto debe aprenderlos para ser capaz de asignar a cada tipo de señal el nivel en que debe entenderse. Denomina FUNCION YOICA a esta capacidad adquirida y postula que el esquizofrénico manifiesta debilidad en esta función. Tal debilidad se debe a un patrón de aprendizaje, extendido a lo largo del tiempo, que será calificado como doble vínculo y que presupone la coexistencia de mensajes contradictorios en un contexto en el cual el individuo no encuentra forma de “salir”, para poder “metacomunicarse”, es decir, analizar los mensajes tomándolos como objetos. En este patrón de aprendizaje se pueden distinguir distintas modalidades, las cuales coinciden con los subtipos de esquizofrenias descriptos por Bleuler: paranoide, hebefrénico, catatónica. También utiliza el concepto de homeostasis familiar, donde se considera a la familia como un sistema cerrado de regulación donde se suplen las fallas operacionales de alguno de sus miembros, con el recargo de funciones en los otros. “El proceso de maduración en el niño”. Clasificación: ¿Existe una aportación psicoanalítica a la clasificación psiquiátrica? (1959 – 1964). Winnicott. Ficha 1134. Datos históricos: En los primeros tiempos del psicoanálisis, Freud se ocupó de tres aspectos de la enfermedad psiquiátrica: el comportamiento: la relación del paciente con la realidad. Formación del síntoma, que Freud estableció como una comunicación, concepto este que formaba parte de su nueva comprensión del inconciente. La etiología, transformada por Freud al introducir la idea del proceso de desarrollo. Freud estudió el desarrollo de la vida instintiva, lo cual le hizo formular la teoría de la sexualidad infantil. El estudio de la etiología de los trastornos psiquiátricos hizo que el analista se interesase por la recopilación de datos referentes al trastorno. Así fue como los psicoanalistas se convirtieron en los pioneros de la recopilación de datos para fines psiquiátricos, siendo ellos mismos quienes han reconocido que la parte más importante de esta labor emana del material descubierto en el transcurso de la psicoterapia. En un principio Freud clasificaba los trastornos en psicosis o histeria. Se sintió interesado por los factores constitucionales. Al comenzar el segundo decenio de este siglo, Freud empezó a desarrollar su concepto estructural de la personalidad. La teoría del desarrollo instintivo pregenital condujo a la elaboración de la idea de la regresión a unos puntos de fijación. Estos eran puntos de origen de enfermedades tipo, e indicaban que la angustia, al ser intolerable, impelía al individuo a organizar unas defensas de grado o índole patológica, con el resultado de impedir el avance del desarrollo instintivo. La clasificación quedó relacionada con estos puntos de fijación, al igual que con los mecanismos de defensa del ego, los cuales iban a ser objeto de una exhaustiva exposición de términos psicoanalíticos por parte de Anna Freud. En el centro de todo esto se encuentra la angustia de castración y el complejo de Edipo. Los trastornos son las psiconeurosis. Los elementos narcisistas del paciente fueron tomados en todo momento tenidos por indicio de un trastorno del ego que probablemente obraría en detrimento de la eficacia del psicoanálisis, debido al debilitamiento de la capacidad del paciente para desarrollar una neurosis de transferencia. Con el paso del tiempo el estudio de la psicosis comenzó a tener más sentido. Ferenczi realizó una importante aportación al examinar el análisis fallido de un paciente con trastorno de carácter y no limitarse a considerarlo un fallo de selección sino como una deficiencia de la técnica psicoanalítica. En ello había una idea implícita: que el psicoanálisis podía aprender a adaptar su técnica a los trastornos de carácter, o a los casos límite, sin retroceder a un estado de simple dirección del paciente y, a decir verdad, sin perder su calidad de psicoanálisis en toda la amplitud del término. Melanie Klein, aportó que en el análisis de niños era forzoso encontrar trastornos psicóticos y que estos podían tratarse mediante la técnica adecuada; para ella, al igual que para Ferenczi, el fallo del tratamiento de las manifestaciones psicóticas en la niñez obedecía a las deficiencias de la técnica y no a la selección. Luego empezó a ensancharse el concepto del marco donde tenía lugar el análisis. El ego infantil lo vemos como algo que al principio depende del apoyo, algo que obtiene su estructura y su fuerza de un sistema muy complejo y sutil de adaptación a la necesidad, adaptación que le facilita la madre o la figura materna. Hay un proceso mediante el cual los elementos del cuidado infantil son absorbidos por el individuo – niño; a tales elementos podríamos llamarlos “de apoyo del ego”. La relación entre esta absorción del medio ambiente y los procesos de introyección que ya nos son conocidos resulta sumamente interesante. Al lado de todo ello se encuentra el estudio de los mecanismos por medio de los cuales el niño sale de su estado de fusión con la madre, proceso que exige de ésta la capacidad para el odio al igual que para el amor. En la teoría del desarrollo emocional del niño ocupa un lugar central en orden a su importancia la instauración gradual del individuo en calidad de persona independiente. La clasificación tiene que verse afectada por estas formulaciones teóricas. A consecuencia de estos avances, el narcisismo es observado diferente desde el lado clínico. El analista, al examinar la enfermedad narcisista, se viese expuesto a dejarse enredar por el medio ambiente absorbido o interiorizado. La fusión de las dos raíces de los impulsos instintivos (la agresiva y la erótica) es propia de una fase del desarrollo infantil en la que hay una fase del desarrollo infantil en la que hay una fuerte dependencia. Una criatura debe vivir en un medio ambiente bien adaptado a las necesidades propias de la fase precoz para alcanzar el estado de fusión de la agresividad y los deseos eróticos. Hoy en día en el estudio de la criatura ya no alcanza explicar la enfermedad mediante el modelo de la regresión de la libido solamente, sino se debe tener en cuenta también el medio ambiente. El término “regresión”, tiene aplicación clínica en la regresión hasta la dependencia. Se trata de una tendencia hacia la reinstauración de la dependencia y, por consiguiente, el comportamiento del medio ambiente pasa a ser algo que no podemos dejar de lado si empleamos la palabra “regresión”. En dichos términos sigue presente la idea de regresión a un proceso primario. Actualmente, la tendencia a la regresión en u paciente la vemos como parte de la capacidad del individuo para producir su propia curación. No es posible seguir imputando la psicosis a la reacción suscitada por la angustia relacionada por el complejo de Edipo; ni considerarla una regresión a un punto de fijación. En lugar de ello, cabría postular que la tendencia regresiva de un caso psicótico de que ciertos aspectos del medio ambiente que originariamente fallaron podrán ser repetidos, con la salvedad de que esta vez, en lugar de fracasar, el medio ambiente triunfará en su función de posibilitar la tendencia heredada del individuo a desarrollarse y madurar. La obra de Klein, ha alterado la clasificación psiquiátrica al separar dos clases de depresión. Una de ellas representa el logro del desarrollo emocional que es casi sinónimo de la adquisición de la capacidad para ser responsable, o para experimentar el sentimiento de culpabilidad, mientras que la otra representa un fallo iniciado en una fase precoz, antes de la instauración de lo que Melanie Klein llama la “posición depresiva” en el desarrollo emocional. Psiconeurosis y psicosis: La palabra “psiconeurosis” da a entender al psicoanalista que el paciente, durante la infancia o la niñez, llegó a cierta fase de desarrollo emocional y que, habiendo logrado la primacía genital en la fase del complejo de Edipo, se han organizado en él determinadas defensas contra la angustia de castración. Estas defensas constituyen la enfermedad psiconeurótica, cuyo grado se refleja en el grado de rigidez de la defensa. Cuando uno de los rasgos importantes sea la angustia de aniquilamiento, en vez de la angustia de castración, la mayoría de los psicoanalistas diagnosticarán una psicosis, en vez de una psiconeurosis. En cierto modo depende de si la amenaza se formula en términos de objeto parcial p de objeto total. Los diversos tipos de afección psiconeurótica se agrupan en torno a los tipos de defensa, ocupando la represión el puesto central. La psicología de las psiconeurosis conduce inmediatamente al estudiante al inconciente reprimido y a la vida instintiva del individuo. El término psicosis se emplea para dar a entender que durante la primera infancia el individuo no fue capaz de alcanzar el grado de salud personal que da sentido al concepto del complejo de Edipo, o bien alternativamente, que la organización de la personalidad adolecía de ciertas debilidades que se pusieron de manifiesto al llegar al momento en que fue necesario soportar la máxima tensión del Complejo de Edipo. En algunos casos de psicosis clínica lo que vemos representa una rotura de las defensas; cabe que se instauren nuevas defensas cuya índole sea aún más primitiva, pero lo cierto es que en el cuadro clínico se verá dominado por la ruptura de las defensas, cuando menos temporalmente; esto es lo que suele llamarse “colapso mental”: las defensas han dejado de ser satisfactorias y el paciente necesita que lo cuiden mientras se organizan unas defensas nuevas. Durante la organización de las defensas el individuo se ve afectado por toda clase de factores ambientales, y también las tendencias hereditarias revisten a veces importancia específica. Detrás de todo colapso mental hay, un estado de caos, aunque un colapso total debe ser poco frecuente clínicamente hablando, pese a ser realmente posible, ya que indicaría un alejamiento irreversible del crecimiento personal en dirección a la fragmentación. Del mismo modo que el estudio de las psiconeurosis nos lleva al complejo de Edipo y a las relaciones triangulares, que alcanzan su punto más alto a la edad en que se dan los primeros pasos y, de nuevo, en la adolescencia, también el estudio de la psicosis hará que el investigador se remonte a las primeras fases de la vida del niño. Comentario general: Probablemente la aportación más importante hecha por el psicoanálisis a la psiquiatría y a la clasificación psiquiátrica consiste en la destrucción de la vieja idea de las entidades patógenas. El psicoanálisis defiende que hay una enfermedad, la esquizofrenia, y otra enfermedad, la psicosis maníaco – depresiva. En el desempeño de su tarea analítica, se hace evidente que, en la medida en que la psiquiatría concierna a la diagnosis, lo que está haciendo es un tremendo esfuerzo por realizar lo imposible, ya que la diagnosis de un paciente no sólo que se hace más clara a medida que el análisis va progresando, sino que, además sufre alteraciones. Los psicoanalistas en ejercicio estarían de acuerdo en que hay una graduación de la normalidad no sólo a la psiconeurosis, sino también a la psicosis. Tal vez sea cierto que hay un eslabón más estrecho entre la normalidad y la psicosis que entre la normalidad y la psiconeurosis; es decir que la hay en ciertos aspectos. Sugerencias positivas: Existe un verdadero y un falso self. La delincuencia y la psicopatología son los derivados de una privación emocional efectiva y percibida. La psicosis está relacionada con la privación emocional en una fase previa a la capacidad del individuo para percibir tal privación. El ser falso: se trata de un ser edificado en base a la sumisión y que puede tener una función defensiva: la protección del ser verdadero. Solo el ser verdadero puede percibirse como real, pero este ser verdadero jamás debe verse afectado por la realidad externa, jamás debe someterse. Cuando el ser falso es explotado y tratado como ser real, el individuo experimenta un creciente sentimiento de futilidad y desesperación. Como es natural, en la vida individual este estado de cosas se presenta en gran variedad de grados, de tal manera que por lo común el ser verdadero está protegido, pero dotado de cierta vida, y el ser falso es la actitud social. Sólo el ser verdadero puede ser analizado. El psicoanálisis del ser falso, es decir el análisis dirigido a lo que en realidad se reduce a un medio ambiente interiorizado, solo puede conducir a la decepción. Para comunicarse con el ser verdadero, allí donde se haya dado importancia patológica al ser falso, es necesario que ante todo el analista provea las condiciones que permitirán al paciente pasarle a él, al analista, el peso del medio ambiente interiorizado, convirtiéndose así en un niño sumamente dependiente pero real e inmaduro; entonces, y sólo será posible analizar el ser verdadero. Cabría decir que esto es el planteamiento actualizado de la dependencia anaclítico freudiana, en la cual el impulso instintivo se apoya en el de autoconservación. La dependencia del paciente esquizofrénico y del caso límite en el analista es algo muy real, hasta el punto que muchos analistas, deseosos de librarse de semejante carga, escogen sus casos con gran meticulosidad. Sugiero que el término “ser falso” constituye una útil etiqueta para fines de clasificación, etiqueta que nos absuelve de hacer más esfuerzos para diagnostica. Un caso especial de ser falso lo presenta aquel en que el proceso intelectual se convierte en la base del ser falso. Entonces se desarrolla una disociación entre la mente y el psiquesoma, produciendo un cuadro clínico fácilmente reconocible. Psicopatía: Afección adulta consistente en una delincuencia no curada. El delincuente es un niño, o niña, antisocial que no ha sido curado. Un niño, o niña, antisocial es aquel que sufre una privación. La criatura que sufre una privación es aquella que poseía algo bueno y que luego, fuese lo que fuese ese algo bueno, dejó de poseerlo, a la vez que el momento de producirse la privación el individuo había alcanzado un gran de crecimiento y organización suficiente para quedar traumatizado por ella. Dicho de otro modo: hay lógica en la actitud implícita de que “el medio ambiente me debe algo” que adopta el psicópata, el delincuente y el niño antisocial. En el momento de la privación es susceptible de ser recordado, a no ser que se pierda entre los recuerdos de innumerables privaciones sucesivas. Mi tesis principal en este sentido es que, en esencia, la inadaptación y demás derivados de este tipo de trastorno consisten en una inadaptación originaria del medio ambiente al niño que se produjo en una fase no lo bastante precoz para dar origen a una psicosis. El énfasis recae en el fallo ambiental, y la patología, por tanto, está principalmente en el medio ambiente, y sólo de manera secundaria en la reacción del niño. Lógicamente, la clasificación de delincuentes y psicópatas debería hacerse atendiendo a la clasificación del fallo ambiental. Es por este motivo que la confusión aparece inmediatamente cuando se intenta alinear la psicopatía, la reincidencia en el delito y la tendencia antisocial con la neurosis y la psicosis, por ejemplo: este argumento nos conduce a: La cuestión de la psicosis y la clasificación: los trastornos que se colocan bajo la etiqueta de psicosis son producidos por la deficiencia ambiental en la fase de dependencia máxima o doble, entonces la clasificación debe adaptarse de manera que se ajuste a este concepto. En las psicosis son las defensas muy primitivas las que entran en juego y se organizan, debido a las anormalidades ambientales. En la enfermedad psicótica lo que nos encontramos son las defensas primitivas, defensas que no necesitan estar organizadas si en las primeras fases de dependencia casi absoluta existe realmente una provisión ambiental satisfactoria. Los procesos de maduración del individuo (incluyendo lo heredado) requieren un medio ambiente posibilitador, especialmente en las fases muy precoces. El fallo del ambiente facilitador produce defectos de desarrollo en la personalidad del individuo y en la instauración de su ser, y tal resultado se la denomina “esquizofrenia”. El trastorno esquizofrénico constituye lo contrario de los procesos de maduración de la primera infancia. Las deficiencias ambientales que producen psicosis pertenecen a una fase anterior a aquella en la que el individuo en desarrollo está equipado para tener conciencia de la provisión ambiental o bien de la falta de tal. Al tratar de fijar la fecha de comienzo de la psicosis hago referencia al grado de dependencia del individuo y no a su vida instintiva pregenital ni a la fase de primacía de la zona erógena infantil. La clasificación atendiendo a la deformación ambiental: Tal vez fuese útil hacer la clasificación atendiendo al grado y calidad de la deformación, o deficiencia, ambiental que fuese reconocible como etiológicamente significativa. En el desarrollo emocional se hallan presentes tres cosas: - En un extremo, la herencia biológica, - En el extremo opuesto, el medio ambiente que respalda o que falla y, por tanto, traumatiza; - Y, en medio, el individuo viviendo, defendiéndose y creciendo. En el psicoanálisis nos interesamos de este individuo. La herencia bilógica consiste principalmente en la tendencia individual e inherente de crecer, integrarse, relacionarse con los objetos y madurar. Para hacer la clasificación de acuerdo con el medio ambiente sería necesario conocer las fases de dependencia con una exactitud superior a la existente en la actualidad. De momento me parece útil hacer uso de los conceptos como la independencia que nace de la dependencia, la cual, a su vez, surge de la dependencia doble. Con esta última me refiero a la que el individuo, en aquel momento, no es capaz de apreciar ni siquiera de forma inconciente y que, por tanto, no puede ser comunicada al analista durante el análisis del paciente. Resumen: Atendiendo a mi forma de examinar las cosas de un principio, vemos una concentración de fenómenos ambientales que cristalizan en una persona: la madre; y es dentro de la madre donde el niño empieza a aparecer como unidad que, primero, es anatómica y fisiológica, y después, gradualmente, en las cercanías del parto, se convierte en una persona de sexo masculino o femenino. Este componente infantil del “binomio gestante” se desarrolla por derecho propio hasta donde el medio ambiente no falle en sus diversas funciones esenciales, cuyo énfasis y cualidad van cambiando a medida que tiene lugar el crecimiento del individuo. En las condiciones más favorables, cuando la continuidad está preservada externamente y el medio ambiente posibilita la actuación de los procesos de maduración, es donde el individuo tiene su verdadero comienzo y acaba por recibir su realidad propia y por experimentar la vida conforme a su edad emocional. El individuo es descriptible y tipificable, las defensas son clasificables y, además la presencia o ausencia de valor en la personalidad es constatable. Todo esto presupone un comienzo satisfactorio, con un ser verdadero operante y protegido por un ser falso que no es más que una conducta social. La alternativa la constituye la afección psicótica, con la organización de defensas primitivas. Aquí la enfermedad o afección ocupa un lugar etiológicamente secundario con respecto al fallo ambiental, aunque se manifiesta clínicamente por medio de una deformación más o menos permanente en la estructura de la personalidad del individuo. Entre una y otro se encuentra la tendencia antisocial, en la cual el medio ambiente falla en una fase posterior, la dependencia relativa y en la cual el individuo-niño está dotado para percibir el factor de una privación real. La necesidad más apremiante, sin embargo, reside en la clasificación y revaluación del factor ambiental hasta donde afecte, positiva o negativamente, al desarrollo madurativo y a la integración del ser. “Fragmento de análisis de un caso de histeria” (1905). Freud. Ficha 22002. NOTA INTRODUCTORIA: Se trata de una histeria con tussis nerviosa y afonía, que puede reconducirse a las características propias de una “chupadora”. En los procesos psíquicos conflictivos, el papel principal lo desempeñan la oposición ante una inclinación hacia el hombre y otra hacia la mujer. PALABRAS PRELIMINARES: La acusación de las enfermedades histéricas se encuentra en las intimidades de la vida psicosexual de los enfermos. Los síntomas histéricos son la expresión de sus más secretos deseos reprimidos. Caso Dora: la duración en tratamiento no superó los tres meses. La segunda que los esclarecimientos se agruparon en torno de dos sueños: Uno contado hacia la mitad de la cura. Otro contado hacia el final de la cura. Esta historia es abarcable y memorizable, pero sus resultados quedaron incompletos. El tratamiento no prosiguió hasta alcanzar la meta fijada, sino que llegado cierto punto fue interrumpido por voluntad de la paciente. Por eso no puedo ofrecer aquí un fragmento de análisis. CUADRO CLÍNICO: Los sueños son interpretables. El sueño constituye uno de los caminos por los cuales puede llegar a la conciencia aquel material psíquico que, en virtud de la aversión (repugnancia) que suscita su contenido, fue bloqueado de la conciencia, fue reprimido, y así se volvió patógeno. El sueño es uno de los rodeos por los que se puede sortear la represión (desalojo), uno de los principales recursos de la figuración indirecta en el interior de lo psíquico. La incapacidad para dar una exposición ordenada de su biografía en lo atinente a su historial clínico no solo es característica de la neurosis, tiene considerable importancia teórica. Esa falla reconoce los siguientes fundamentos: 1. El enfermo, los motivos todavía no superados de la timidez y la vergüenza se guarda concientemente y deliberadamente una parte de lo que es bien conocido y debería contar, insinceridad conciente. 2. Una parte de su saber anamnésico, no le acude durante el relato, sin que él se proponga guardársela; contribución de la insinceridad inconciente. 3. Nunca faltan amnesias reales, lagunas de la memoria en las que han caído no solo recuerdos antiguos sino aun muy recientes; además, espejismos del recuerdo (paramnesias) que se formaron secundariamente para llenar esas lagunas. Cuando los hechos mismos se conservaron en la memoria, el propósito que subtiende a las amnesias pueden lograrse con igual seguridad suprimiendo un nexo, y la manera más segura de lograr esto último es alterar la secuencia temporal de los hechos. Y en efecto dicha secuencia resulta siempre el componente más vulnerable del tesoro anémico, el más proclive a la represión. A muchos recuerdos los encontramos, en un primer estadio de la represión: se presentan aquejados por la duda algún tiempo después, esta duda se habría sustituido por un olvido o un falso recuerdo. (Ante dudas de su exposición, una regla es que debemos prescindir por completo de esa exteriorización del juicio del relator, la duda. Y si en su exposición vacila entre dos versiones téngase más bien por correcta la exteriorizada primero, y a la segunda por un producto de la represión). Tal estado de los recuerdos relativos al historial de la enfermedad es un correlato que exige la teoría, el correlato necesario de los síntomas patológico. Los espejismos del recuerdo resultan ser insostenibles, las lagunas en el curso del tratamiento son llenadas. Solo hacia el final del tratamiento se pueden abarcar el panorama de un historial clínico congruente, comprensible, y sin laguna. Si la meta práctica del tratamiento consiste en cancelar todos los síntomas posibles y sustituirlos por un pensamiento conciente puede plantearse como otra meta, teoría, la tarea de salvar todos los deteriores de la memoria del enfermo. Las dos metas convergen; cuando se alcanza una, también se logra la otra; es un mismo camino el que lleva a ambas. En nuestros historiales clínicos debemos prestar atención a condiciones puramente humanas y sociales de los enfermos, como a los datos somáticos y a los síntomas patológicos, sobre todo el interés se dirigirá a las relaciones familiares de los enfermos. (No solo de los hereditarios sino de otros vínculos.) El círculo familiar de Dora incluía a sus padres, y a un hermano de un año y medio mayor que ella. La persona dominante era el padre, de 45 años, gran industrial con una situación material muy holgada. La hija estaba apegada a él con particular ternura, y la crítica tempranamente había despertado en ella se escandalizaba tanto más por muchos de sus actos y peculiaridades. Esta ternura se había acrecentado por las numerosas enfermedades que el padre padeció desde los seis años de vida de la paciente. En esa época enfermo de tuberculosis, eso ocasionó que la familia se trasladara a B, que continuó siendo durante los diez años que siguieron el lugar de residencia. Cuando el padre ya estuvo sano; solía ausentarse para visitar sus fábricas, en el verano la familia acudía a un balneario en las montañas. A los diez años de la niña, un desprendimiento de la retina forzó al padre a una cura de oscuridad. Sufrió una disminución permanente de la visión. Dos años después sufrió un ataque de confusión, seguido por manifestaciones de parálisis y ligeras perturbaciones psíquicas. Viajó para consulta a Freud, tras confesar el enfermo que antes de su matrimonio había contraído una infección específica, Freud le hizo emprender una energía cura antiléutica, a consecuencia de la cual se dieron todas las perturbaciones que aún persistían. A esto debía que cuatro años más tarde, el padre me presentase a su hija claramente enferma de neurosis, y trascurridos otros dos años la pusiese bajo el tratamiento con Freud. El padre tenía una hermana con una forma grave de psiconeurosis sin los síntomas característicos de la histeria. Tras un desdichado matrimonio esta mujer murió a raíz de una manifestación de un marasmo. Dora había depositado desde siempre sus simpatías en la familia paterna, y después de caer enferma veía su modelo en la tía. La madre de la paciente (según el padre y la paciente) era una mujer de escasa cultura, poco inteligente y presentaba el caso de lo que podría llamarse “Psicosis del ama de casa”. Carente de comprensión para los intereses más vivaces de sus hijos, ocupaba todo el día en hacer limpiar y mantener limpio toda la casa. La relación entre madre e hija era desde hacía muchos años muy inamistosa. Se había sustraído por completo a su influencia. (La paciente tenía un considerable lastre patológico; y por otra parte, quien opine también que estados patológicos como el de la madre son imposibles sin una disposición hereditaria, podrá sostener que se trataba de una herencia o, mejor, constitucional de la muchacha, me parece más importante otro factor. El padre había sufrido sífilis antes del matrimonio, entonces se podría decir que la sífilis de los progenitores cuenta para la constitución neuropática de los niños). En los últimos años la relación con el hermano se había vuelto más distante. El joven se había sustraído de las disputas familiares, cuando tomaba partido lo hacía del lado de la madre. La usual atracción sexual había aproximado a padre e hija por un lado, y a madre e hijo por otro. Dora a los ocho años ya presentaba síntomas neuróticos. En esa época contrajo una disnea permanente, en la forma de ataques muy agudos que le apareció por primera vez en una excursión por las montañas, y fue atribuido a un surmenaje. La pequeña tuvo las habituales enfermedades infecciosas de la infancia, sin que le dejara secuelas. Según ella el hermano solía contraer primero la enfermedad en grado leve y ella seguía manifestaciones más serias. Hacia los doce años le aparecieron migrañas, y ataques de tos nerviosa; al principio se presentaban siempre juntos hasta que los dos síntomas se separaron y experimentaron un desarrollo diferente. La migraña se hizo cada vez más rara, y hacia los dieciséis años había desaparecido. Los ataques de tussis nerviosa que se habían iniciado con un catarro común perduraron todo el tiempo. Cuando entró en tratamiento, tosía de nuevo de manera característica. El número de estos ataques no pudo precisarse pero la duración de cada uno era de tres a cinco semanas, y en una ocasión se extendió por varios meses. Al menos en los últimos años, durante la primera mitad del ataque, el síntoma más molesto era una afonía total. Todo intento de consultar a un nuevo médico provocaba su resistencia, y también a Freud acudió movida por la palabra autoritaria del padre. A los diecisiete años tras la muerte de su tía estuvo en la casa de su tío, y de las hijas de este, y aquí estuvo con unos cuadros febriles, que en ese momento se diagnosticaron como apendicitis. En el otoño siguiente abandonó definitivamente la ciudad B. Primero se estableció en el lugar donde se encontraba la fábrica del padre, y un año más tarde fijó su residencia en Viena. Dora había crecido, los signos principales de su enfermedad era una desazón y una alteración del carácter. Buscaba evitar el trato social. Cuando el cansancio y la dispersión mental de que se quejaba se lo permitían, acudía a conferencias para damas y cultivaba estudios más serios. Un día los padres encontraron una carta en la que se despedía de ellos, porque no podía soportar más la vida. En verdad el padre supuso que no estaba dominada por ningún designio serio de suicidarse. No obstante quedó impresionado; y cuando un día tras un ínfimo intercambio de palabras entre padre e hija sufrió un primer ataque de pérdida de conocimiento. Allí determinaron que debía ponerse bajo el tratamiento de Freud. Condiciones psíquicas: - El trauma psíquica. - El conflicto de los afectos. - La conmoción de la esfera sexual. Cuando se trata de cosas patógenas por su afán de ocultarse, no es lícito esperar que los enfermos los exhiban al médico; tampoco lo es amilanarse ante el primer “no”, que se opone a la búsqueda. El padre le informo que él y su familia habían entablado íntima amistad en B con un matrimonio que residía allí desde hacía varios años. La señora K lo había cuidado durante su larga enfermedad, ganándose así un imperecedero derecho de su agradecimiento. El señor K siempre se había mostrado muy amable hacia su hija Dora, salía de paseo con ella cuando estaba en B, le hacía pequeños regalos, pero nadie había hallado algo reprochable en ello. Dora atendía los hijos del matrimonio K. Cuando padre e hija fueron a ver a Freud en el verano, dos años atrás, estaban a punto de viajar para encontrarse con el Sr y la Sra. K. Dora iba a permanecer varias semanas en casa de los K, mientras que el padre se había propuesto regresar a los pocos días. Solo pocos días después explicó su llamativa conducta, contando a su madre, para que esta vez se lo trasmitiese al padre que el señor K durante una caminata, tras un viaje por el lago, había osado hacerle una propuesta amorosa. El señor K desconoció con gran energía toda acción de su parte, y empezó a arrojar sospechas sobre la muchacha, quien, según lo sabía por la señora K solo mostraba interés por asuntos sexuales. “Yo no dudo- dijo el padre- de que ese suceso tiene la culpa de la desazón de Dora, de su irritabilidad, y sus ideas suicidas. Me pide que rompa relaciones con la señora K, a quien antes veneraba. Pero yo no puedo hacerlo.” En la vivencia de nuestra paciente con el señor K, tendríamos el trauma psíquico en su momento, se definió como la condición previa indispensable para la génesis de un estado patológico histérico. Pero esto pone de manifiesto todas las manifestaciones que lo llevaron a ir más allá de la teoría. E arto frecuente en los historiales clínicos histéricos que el trauma biográfico resulte inservible para explicar la especificidad de los síntomas, para determinar; comprenderíamos los nexos tanto o tan poco, si en vez de tussis nerviosa, afonía, desazón y taedium vital, otros síntomas hubieran sido el resultado del trauma. Una parte de los síntomas ya habían sido producidos por la enfermedad unos años atrás (octavo año). Si no queremos abandonar la teoría traumática tenemos que retroceder hasta la infancia para buscar allí influencias que pudieron producir efectos análogos a los de un trauma. Una vez superadas las dificultades de la cura, Dora me comunicó una vivencia anterior con el señor K, mucho más apropiada para producir el efecto de un trauma sexual. Tenía entonces catorce años. El señor K había convenido con ella y con su mujer que, después del mediodía la dama vendría a su tienda. Pero él hizo que su mujer se quedara en casa, despachó a los empleados y estaba solo cuando la muchacha entró al negocio. Estrechó de pronto a la muchacha contra sí y le estampó un beso en los labios. Era justo la situación que en una muchacha de catorce años provocaría una nítida sensación de excitación sexual. Pero Dora sintió un violento asco se desasió y pasando junto al hombre, corrió hacia la escalera y de ahí hacia la puerta de calle. No obstante él trató con el señor K. siguió por algún tiempo, evitó encontrarse a solas con él. En esta escena, la segunda en serie, pero la primera en tiempo, la conducta de la niña es ya histérica. Yo llamaría “histérica”, a toda persona sea o no capaz de producir síntomas somáticos, en quien en ocasión de una excitación sexual provoca predominante o exclusivamente sentimientos de placer. Explicar el mecanismo de trastorno de afecto sigue siendo una de las tareas más difíciles. Es preciso además decir que se ha producido aquí un desplazamiento de la sensación en lugar de una sensación genital le sobreviene la sensación de displacer propia de la mucosa del tramo de entrada al aparato digestivo, el asco. Sin duda, influyó sobre esta localización la excitación de los labios por el beso; pero yo creo discernir también el efecto de otro factor. (Ya que el asco que sintió a raíz de ese beso no tuvo causas accidentales). El asco no había pasado a ser en Dora un síntoma permanente, y en la época del tratamiento existía solo de manera potencial. Comía mal y confesaba cierta repugnancia por los alimentos. En cambio aquella escena había dejado tras de sí otra secuela, una alucinación sensorial que de tiempo en tiempo le sobrevenía. Como le ocurrió al relatarlo. Decía que seguía sintiendo la presión de aquel brazo sobre la parte superior de su cuerpo. Opinó que durante el apasionado abrazo no sintió meramente el beso sobre sus labios, sino la presión de su miembro erecto contra su vientre. Esta percepción repelente para ella fue eliminada en el recuerdo, fue reprimida y sustituida por la inocente sensación de la presión en el tórax de la fuente reprimida de su intensidad hipertrófica; otro desplazamiento pues del sector inferior al sector superior del cuerpo (requisito indispensable de una gran serie de síntomas, no solo un supuesto adoptado a los fines de esta explicación solamente). Tres síntomas: (el asco, la sensación de presión en la parte superior del cuerpo, y el horror a los hombres en tierno coloquio) proviene de una misma vivencia, y sólo refiriendo unos a otros, estos tres signos se hace posible comprender el origen de la formación sintomática. El asco corresponde al síntoma de represión de la zona erógena de los labios (chupeteo infantil). La presión de miembro erecto tuvo probablemente por consecuencia una alteración análoga en el correspondiente órgano femenino, el clítoris, y la excitación de esta segunda zona erógena quedó fijada en el tórax por desplazamiento por la simultánea sensación de presión. El horror a los hombre que pueden hallarse en estado de excitación sexual obedece al mecanismo de una fobia destinada a proteger contra una revivencia de la percepción reprimida. Pregunté si conocía el signo corporal de la excitación en el cuerpo del hombre. La respuesta fue “si”, para el momento actual, pero en aquel tiempo creía que no. Su respuesta pronta era que ya lo conocía, pero de donde lo sabía era un enigma que sus recuerdos no permitían solucionar. Había olvidado el origen de todos estos conocimientos. Obtengo la siguiente derivación para el asco (sobredeterminación) la sensación de asco parece ser originariamente la reacción frente al olor a los excrementos. Ahora bien los genitales, y en especial el miembro masculino, pueden recordar las funciones excrementicias, porque aquí el órgano además de servir a la función sexual sirve a la micción. La atención era referida al padre. No podía perdonarle que siguiera tratando al señor K y en particular, a la mujer de este. Para ella no había duda de que su padre había entablado con esa mujer joven y bella una vulgar relación amorosa. No había lagunas sobre este punto en su memoria. Todas esas enfermedades no eran sino pretextos para volver a su amigo. El papá era insincero, tenía un rasgo de falsía y poesía, el don de arreglar las cosas para su mejor conveniencia, decía a menudo Dora. Yo no pude impugnar en general esa caracterización del padre, fácilmente se echaba de ver el particular reproche a que Dora tenía de hecho. Cuando estaba de mal talante, se le imponía la idea de que había sido entregada al señor K, como precio de tolerancia que este mostraba hacia las relaciones entre sus padre y la señora K, y detrás de su ternura hacia el padre, se le vislumbraba la furia que le provocaba semejante uso. En otros momentos sabía bien que con tales dichos incurría en exageraciones. Los dos hombres jamás habían cerrado un pacto formal en el que ella fuera tratada como objeto de cambio, pero esa era la clase de hombre que se las ingenian para eludir un conflicto falseando su juicio sobre una de las alternativas opuestas. Ahora bien en realidad, los dos hombres evitaban extraer de la conducta del otro justamente la consecuencia incómoda para sus propios anhelos. Así el señor K pudo obsequiar a Dora un ramo de flores todos los días, y por un año mientras él estaba en el lugar. Toda vez que surgen pensamientos correctamente fundados e inobjetables ello significa un momento de confusión para el médico, que el enfermo aprovecha para preguntar “¿todo es verdadero y correcto?” pronto se advierte que tales pensamientos inatacables para el análisis ha sido usado por el enfermo para encubrir otros que se quieren sustraer de la crítica y de la CC. Una serie de reproches dirigidos a otras personas hacen sospechar la existencia de una serie de autorreproches de idéntico contenido. Sólo hace falta redargüir cada reproche volviéndolo contra la propia persona que lo dijo. (En la paranoia esta proyección del que reprocha se vuelve manifiesta como proceso de formación de delirio). Dora tenía razón en que su padre no quería aclarar la conducta del señor K hacia su hija para no ser molestado en su relación con la señora K, pero ella había hecho exactamente lo mismo. En casa de Dora había habido una persona que tempranamente le abrió los ojos sobre las relaciones del padre con la señora K, y quiso incitarla a tomar partido contra de esta mujer. Fue su última gobernanta, una señora mayor, muy leída y de opiniones liberales. De pronto Dora se enemistó con ella e insistió para que la despidieran. Notó que la señorita estaba enamorada de su papá. La pobre le había iluminado con claridad no deseada un aspecto de su propio comportamiento. El comportamiento que la señora tenía a veces hacia Dora era el mismo que Dora había tenido hacia los hijos del señor K. De su conducta hacia los niños, tal como se la iluminó la conducta de la señorita hacia ella, se extraía la misma conclusión que de su tácito consentimiento al trato de su padre con la señora K, a saber, que todos esos años ella había estado enamorada del señor K. Cuando le formulé esta conclusión, no tuvo aceptación alguna de su parte. Más tarde, concedió que podía haber estado enamorada del señor K en B, pero desde la escena junto al lago eso quedó superado… el reprocha que ella esgrimía contra el padre, recaía sobre su propia persona. Su otro reproche, a saber, es que su padre creaba sus enfermedades como pretextos y las explotaba como un recurso, coincide también con todo un fragmento de su propia historia secreta. Cierto día se quejó de un supuesto nuevo síntoma, unos lacerantes dolores de estómago, y yo di en lo justo preguntándolo; ¿A quién copia usted eso? El día anterior había visitado a sus primas. La más joven había formalizado noviazgo, y con esa ocasión la mayor contrajo unos dolores de estómago. Dora creía que lo que le sucedía a su prima mayor era envidia. Pero sus propios dolores de estómago decían que ella se identificaba con su prima, así declarada simuladora, ya fuera porque también le envidiaba a la más dichosa su amor, o porque veía representado su propio destino en el de la hermana mayor, que poco antes había tenido una relación amorosa de final desdichado. Observando a la señora K ella había averiguado cuán provechosamente pueden usarse las enfermedades. Dora comprendía que era la presencia del señor K la que hacia enfermar a su mujer, y que esta consideraba bienvenida su enfermedad para sustraerse de unos deberes conyugales que le eran odiosos. Una observación de Dora acerca de su propia alternancia entre enfermedad y salud durante los primeros años que paso en B, cuando era niña se insertó en este lugar; así, no pude menos que conjeturar que sus propios estados dependían de algo similar. En efecto, en la técnica del psicoanálisis vale como regla que una conexión interna, pero todavía oculta, se da a conocer por la contigüidad, por la vecindad temporal de las ocurrencias, exactamente como en la escritura una a y una b puestas una al lado de otra significan que ha querido formarse con ella la sílaba ab. Dora había presentado gran cantidad de ataques de tos con afonía; ¿la ausencia o la presencia del amado habrán ejercido una influencia sobre la venida o la desaparición de estas manifestaciones patológicas? Tendría que ponerse de relieve una concordancia delatora. Eran de tres a seis semanas. ¿Cuánto había durado la ausencia del señor K? también, tuvo que admitirlo, entre tres a seis semanas. Por tanto, con sus enfermedades ella demostraba su amor al señor K, así como la mujer: enfermaba cuando él estaba ausente, y sanaba tras su regreso. Al principio parecían armonizar así; en épocas posteriores se impuso la necesidad de borrar la coincidencia, pues de lo contrario esa constante coincidencia traicionaría el secreto. Después quedó la duración del ataque como una marca de su significado originario. Recordaré haber visto y oído, que en las personas que padecen de mutismo histérico la escritura hace vicariamente las veces del habla. Igual que a dora. En los primeros días de su afonía, “la escritura la fluía siempre con particular facilidad de la mano”. El señor K le escribía mucho cuando estaba de viaje. La afonía de Dora admitía entonces la siguiente interpretación simbólica: cuando el amado estaba lejos, ella renunciaba a hablar; el hacerlo había perdido valor, pues no podía hablar con él. En cambio, la escritura cobraba importancia como el único medio por el cual podía tratar con el ausente. SÍNTOMA HISTERICO: Todo síntoma histérico requiere de la contribución de dos partes: no puede producirse sin cierta solicitación (transacción) somática brindada por un proceso normal o patológico en el interior de un órgano del cuerpo, o relativo a ese órgano. Pero no se produce más que una sola vez – y está en el carácter del síntoma histérico la capacidad de repetirse – si no posee un significado (valor, intencionalidad) psíquico, un sentido. El síntoma histérico no trae consigo este sentido, sino que le es prestado, es soldado con él. Por así decir, y en cada caso puede ser diverso de acuerdo con la naturaleza de los pensamientos sofocados que pugnan por expresarse. Para la terapia, las destinaciones dadas dentro del material psíquico accidental son las más importantes. Los síntomas se solucionan en la medida en que se explora su intencionalidad psíquica. Los ataques de tos y disfonía de Dora nos restringen a la interpretación psicoanalítica, sino que pesquisaremos tras ella el factor orgánica del cual partió la “solicitación somática” para que pudiera expresarse la inclinación que ella sentía por un amado temporariamente ausente. En todas las psiconeurosis los procesos psíquicos son durante un buen trecho los mismos, y sólo después entra en cuenta la “solicitación somática” que procura a los procesos psíquicos inconcientes una salida hacia lo corporal. Cuanto este factor no se presenta, el estado total será diverso de un síntoma histérico, pese a lo cual es afín en cierta medida: tal vez una fobia o una idea obsesiva; en suma, un síntoma psíquico. PROYECCIÓN REPROCHE: Vuelvo al reproche de “simulación” de enfermedades de Dora hacia su padre. Son autorreproches con respecto a estados patológicos anteriores y también referidos al presente. No había duda de que Dora tenía en vista un fin que esperaba alcanzar mediante su enfermedad. Este no podía ser otro que el de hacer que el padre se alejase de la Sra. K. Mediante ruegos y argumentos no lo lograba; quizá esperaba alcanzarlo causando espanto al padre (carta de despedida), despertando su compasión (ataques de desmayo), y si nada de eso servía, al menos se vengaría de él. Yo estaba plenamente convencido de que habría sanado enseguida si el padre le hubiera declarado que sacrificaba a la Sra. K en bien de su salud; y esperaba que el padre no cediese, pues entonces ella conociera por experiencia el poderoso medio que tenía en sus manos, y por cierto no dejaría de servirse de sus posibilidades de enfermar en toda ocasión futura. Pero si el padre no cedía: ella no habría de renunciar tan fácilmente a su enfermedad. 1923 motivos de la enfermedad: existen motivos para enfermar que preexisten al estallido de la enfermedad y que tuvieron su responsabilidad en ese estallido. El motivo para enfermar es en todos los casos el propósito de obtener una ganancia. En toda contracción de una neurosis debe reconocerse una GANANCIA PRIMARIA. El enfermarse ahorra, ante todo, una operación psíquica: se presenta como la operación económicamente más cómoda en caso de conflicto psíquico (refugio en la enfermedad), por más que la mayoría de las veces se revele después inequivocadamente el carácter inadecuado de esa salida. Esta parte de la ganancia primaria de la enfermedad puede llamarse INTERNA, psicológica. La parte EXTERIOR de la ganancia primaria de la enfermedad la constituyen los factores exteriores. El síntoma es primero en la vida psíquica, un huésped mal recibido. Al comienzo no cumple ningún cometido útil dentro de la economía psíquica, pero muy a menudo lo obtiene secundariamente; una corriente psíquica cualquiera halla cómodo servirse del síntoma y entonces este alcanza una FUNCIÓN SECUNDARIA y queda como anclado en la vida anímica. El propósito del enfermo de abandonar la enfermedad no es tan cabal ni tan serio. El estado de enfermar es obra de un propósito. Es por ello que es preciso intentar primero que el enfermo se convenza a sí mismo por el rodeo del análisis, de la existencia de ese propósito de enfermar. En el caso de la histeria, el punto débil para la terapia reside en el combate contra los motivos de la enfermedad. Motivos que sostienen la condición de enfermo se hallan probablemente en todos los casos bien desarrollados. Pero hay casos con motivos puramente internos, como el autocastigo, vale decir, el arrepentimiento y la expiación. En ellos la tarea terapéutica resultará más fácil de solucionar que en los casos en que la enfermedad está vinculada al logro de una meta exterior. Para Dora, evidentemente, esta meta era mover la compasión al padre y hacerlo apartarse de la señora K. Escena del lago. Apenas hubo comprendido los propósitos del Sr. K, no lo dejó explicarse, le dio una bofeteada en el rostro y escapó. Como las acusaciones contra el padre se repetían con fatigante monotonía, y al hacerlas ella tosía continuamente, tuve que pensar que ese síntoma podía tener un significado referido al padre. Un síntoma dignifica la figuración – realización de una fantasía de contenido sexual. Mejor dicho, por lo menos uno de los significados de un síntoma corresponde a la figuración de una fantasía sexual, mientras que los otros significados no están sometidos a esa restricción en su contenido. El síntoma tiene más de un significado. Sirve para la figuración de varias ilaciones inconcientes de pensamiento. Una única ilación de pensamiento o fantasía inconciente difícilmente baste para la producción de un síntoma. INTERPRETACIÓN DE LA TOS NERVIOSA: Muy pronto se presentó la oportunidad de atribuir a la tos nerviosa una interpretación de esa clase, por una situación sexual fantaseada. Cuando insistió en que la Sra. K solo amaba al papá porque era un hombre de recursos, acaudalado. Ocultaba otra expresión contraria: que el padre era un hombre sin recursos. Esto sólo podía entenderse sexualmente, a saber: que el padre no tenía recursos como hombre, era impotente. Hay una contradicción entre que, por un lado insistía en que la relación de la Sra. K era un vulgar asunto amoroso y, por el otro, aseveraba que el padre era impotente. Bien sabía que hay más de una manera de satisfacción sexual. Dora reconoce en la sesión hay otros órganos más que los genitales para el comercio sexual: sexo oral. Coincidía con aquellas partes del cuerpo en que ella se encontraba en estado de irritación (garganta, cavidad bucal). Con su tos espasmódica que respondía al estímulo de un cosquilleo en la garganta, ella se representaba una situación de satisfacción sexual pero entre las dos personas cuyo vínculo amoroso la ocupaba tan de continuo. Relación con lo perverso: Toda vez que alguien, de manera grosa y manifiesta HA DEVENIDO PERVERSO, puede decirse, más correctamente, que ha permanecido tal: ejemplifica un estadio de una inhibición del desarrollo. Todos los psiconeuróticos son, por así decir, el negativo de las perversiones. La constitución sexual, en la que va contenida también la expresión de la herencia, coopera en los neuróticos con influencias accidentales que sufrieron en su vida y perturbaron el despliegue de la sexualidad normal. Las fuerzas impulsoras para la formación de síntoma histéricos no provienen sólo de la sexualidad normal reprimida, sino también de las mociones perversas inconcientes (no es asombroso que nuestra histérica de casi 19 años tuviera conocimiento de la existencia de la succión del miembro viril, hubiera desarrollado una fantasía inconciente de esa índole y la expresara a través de la sensación de estímulo en la garganta y la tos. Fijación oral (fálica): Un hecho notable proporcionaba en ella la precondición somática para la creación autónoma de una fantasía que coincide, por una parte, con el obrar de los perversos. Recordaba que en su infancia había sido una “chupeteadora” hasta el cuarto o quinto año de vida. Tenía Dora en la memoria una imagen de ella de estar en el suelo chupándose el dedo pulgar y tirándole la oreja a su hermano. Su nodriza cuando ella tenía dos años le daba de mamar y le daba rítmicos tironcitos en el lóbulo de la oreja. La mucosa de los labios y de la boca puede considerarse una zona erógena primaria. La intensa activación de esta zona erógena a temprana edad es, por tanto, la condición para la posterior solicitación somática de parte del tracto de mucosa que empieza en los labios. Esta fantasía perversa de la succión del pene es la nueva versión de una impresión que ha de llamarse prehistórica, la de la succión del pecho de la madre o nodriza, que por lo común se reaviva en el trato con niños que son amamantados. PRESENCIA O AUSENCIA DEL HOMBRE AMADO: Un síntoma corresponde con toda regularidad a varios significados simultáneamente y sucesivamente. Hay como un rasgo conservador en el carácter de la neurosis: el hecho de que el síntoma ya constituido se preserva en lo posible por más que el pensamiento inconciente que en él se expresó haya perdido significado. Pero también es fácil explicar mecánicamente esta tendencia a la conservación del síntoma; es tan difícil la producción de un síntoma así, son tantas las condiciones favorecedoras que se requieren para esa trasferencia de la excitación puramente psíquica a lo corporal que yo he llamado CONVERSIÓN y es tan raro que se disponga de una solicitación somática como la que se necesita para aquella, que el esfuerzo ejercido desde lo inconciente para descargar la excitación lleva a contentarse en los posible con la vía de descarga ya transitable. Mucho más fácil que crear una nueva conversión parece producir vínculos asociativos entre un pensamiento nuevo urgido de descarga y el antiguo, que ha perdido esa urgencia. Por la vía así facilitada fluye la excitación desde su nueva fuente hacia el lugar anterior de la descarga, y el síntoma se asemeja, según la expresión del Evangelio, a un odre viejo que es llenado con vino nuevo. Por más que siguiendo estas elucidaciones la parte somática del síntoma histérico aparezca como el elemento más permanente, de más difícil sustitución, y la psíquica como el más mudable, el más fácil de subrogar, no se infiera de esa relación una jerarquía entre ambas, para la terapia psíquica, la parte psíquica es en todos los casos la más importante. PENSAMIENTO HIPERVALENTE: Repetición de los mismos pensamientos acerca de la relación entre su padre y la Sra. K. un itinerario de pensamientos así lo llama Wernicke: pensamientos hiperintenso, reforzados, hiervalente. Este pensamiento no puede ser destruido ni eliminado por más esfuerzos conceptuales conscientes y deliberados que haga la persona. “No puedo pensar en otra cosa”, decía Dora. ESTE ITINERARIO HIPERINTENSO DE PENSAMIENTOS DEBE SU REFUERZO A LO INCONCIENTE, UNO DE LOS PENSAMIENTOS ES CONCIENTE CON HIPERINTENSIDAD, PERO SU CONTRAPARTE ESTÁ REPRIMIDA Y ES INCONCIENTE. Esta constelación es resultado del proceso represivo. La represión (esfuerzo de suplantación) se produjo por el esfuerzo desmedido del opuesto del pensamiento que se reprimía. = REFUERZO REACTIVO/PENSAMIENTO REACTIVO. Se afirma en lo conciente con hiperintensidad y se muestra indestructible, a la manera de un prejuicio. La preocupación compulsiva por la relación del padre con la señora K le era desconocida porque residía en lo inconciente. “Conferencia 20. La vida sexual de los seres humanos”. Freud. Ficha 1115. Dos grupos Aquellos que se ha mudado el objeto sexual: es el caso de los homosexuales. A este grupo pertenecen los que renunciaron a la unión de los dos genitales y en el acto sexual los sustituyen, con un compañero, por otra parte o región del cuerpo; al hacerlo se sobreponen a la falta del dispositivo orgánico y al impedimento del asco Aquellos donde se alteró la meta sexual: es el caso de los perversos, que han establecido como metas de los deseos sexuales lo que normalmente es sólo acción preliminar y preparatoria La vida sexual constituye extravíos y deslices de la pulsión sexual. Bloch, dice que todas las perversiones son “signos de degeneración” demostrando que tales aberraciones de la meta sexual, ocurrieron desde siempre, en todas las épocas por nosotros conocidas y entre todos los pueblos, así los más primitivos como los de civilización más alta, y en ocasiones fueron tolerados y alcanzaron vigencia general. En cuanto a las dos experiencias se han obtenido a raíz de la indagación psicoanalítica de los neuróticos; están destinadas a influir de manera decisiva sobre nuestra concepción de las perversiones sexuales. Los síntomas neuróticos son satisfacciones sexuales sustitutivas. La neurosis histérica puede hacer sus síntomas en todos los sistemas de órgano y, por esa vía, perturbar todas las funciones. El análisis demuestra que en ello encuentran exteriorización todas las mociones llamadas perversas que quieren sustituir los genitales por otros órganos. Estos se comportan entonces como genitales sustitutivos; y justamente la sintomatología de la histeria nos llevó a comprender que a los órganos del cuerpo ha de reconocérselos, además de su papel funcional, una significación sexual –erógena-, y son perturbados en el cumplimiento de aquella primera misión cuando la última los reclama con excesos. Innumerables sensaciones e inervaciones que encontramos como síntomas en órganos que nada tienen que ver, en apariencia, con la sexualidad nos revelan así su naturaleza: son cumplimiento de mociones sexuales perversas, con relación a las cuales otros órganos han atraído sobre sí el significado de las partes genitales. En la interpretación de los síntomas de la histeria debemos situar las mociones sexuales en el inconciente. Entre los muchos cuadros somáticos que aparece la neurosis obsesiva, los más importantes se revelan como nacidos de la presión de unas mociones sexuales sádicas hiperintensas, vale decir, perversas en su meta; y por cierto, según cuadra a la estructura de las neurosis obsesiva, los síntomas sirven preponderantemente para defenderse contra esos deseos o expresan la lucha entre la satisfacción y la defensa. La satisfacción sabe imponerse en la conducta de los enfermos mediante unos rodeos y, de preferencia, se vuelve sobre la propia persona, se trueca en automortificación. Otras formas de esta neurosis, las cavilosas, corresponden a una sexualización desmedida de actos que normalmente se insertan como preámbulos en la vía hacia la satisfacción sexual normal: el querer ver y tocar, y el explorar. Aquí senos esclarecen los vastos alcances de la angustia de contacto y de la compulsión a lavarse. Una parte insospechablemente grande de las acciones obsesivas, en calidad de repetición disfrazada y modificación, se remota a la masturbación, acción única y monótona que, como se sabe, acompaña a las más diversas formas de fantasear sexual. Uno puede enfermar de neurosis por frustración de la satisfacción sexual normal, a raíz de esto la necesidad se lanza por los caminos anormales de la excitación sexual. Las perversiones manifiestas, en muchos casos, son provocadas o activadas por el hecho de que unas circunstancias pasajeras o ciertas instituciones sociales permanentes opusieron dificultades excesivas a una satisfacción normal de la pulsión sexual. En otros casos, las inclinaciones perversas son el modo normal de vida sexual para ese individuo. La investigación psicoanalítica se ha visto precisada a tomar en consideración también la vida sexual del niño, y ello debido, por cierto, a que en el análisis de los síntomas (de adultos), los recuerdos y ocurrencias por regla general reconducían a los primeros años de la infancia. Se llegó entonces al resultado que todas las inclinaciones perversas arraigan en la infancia; los niños tienen toda la disposición (constitucional) a ellas y la ponen en práctica en una medida que corresponde a su inmadurez. En suma la sexualidad perversa no es otra cosa que la sexualidad infantil aumentada y descompuesta en sus mociones singulares. La sociedad tiene que hacerse cargo como una de sus más importantes tareas pedagógicas, de domeñar la pulsión sexual cuando aflora como esfuerzo por reproducirse, tiene que restringirla y someterla a una voluntad individual que sea idéntica al mandato social. También tiene interés en posponer su desarrollo pleno hasta que el niño haya alcanzado un cierto grado de madurez intelectual; es que con el afloramiento pleno de la pulsión sexual toca a su fin también, en la práctica, la docilidad a la educación. En caso contrario la pulsión rompería todos los diques y arrasaría con la obra de la cultura, trabajosamente erigida. El motivo de la sociedad humana es, en su raíz última, económico; como no posee los medios de vida para mantener a sus miembros sin que trabajen, tiene que restringir su número y desviar sus energías de la práctica sexual para volcarlas al trabajo. La experiencia tiene que haber demostrado a los educadores que la tarea de guiar la voluntad sexual de la nueva generación sólo podía cumplirse si se empezaba a influir sobre ella desde muy temprano, si en lugar de esperar la tormenta de la pubertad se intervenía ya en la vida sexual de los niños, que la preparaba. Con este propósito se prohibieron y se desalentaron en el niño casi todas las prácticas sexuales; se estableció como meta ideal conformar asexuada la vida del niño, y en el curso de los tiempos se consiguió por fin que realmente se la tuviera por asexual; la ciencia proclamó después esto como su doctrina Introduciré el concepto de libido. Exactamente igual que el hambre, la libido está destinada a nombrar la fuerza en la cual se exterioriza la pulsión: en este caso es la pulsión sexual; en el caso del hambre, la pulsión de nutrición. El síntoma es rastreado hacia atrás. Las primeras mociones de la sexualidad aparecen en el lactante apuntaladas en otras funciones importantes para la vida. Su principal interés está dirigido a la recepción de alimento. Observamos que el lactante quiere repetir la acción de recepción de alimento; sin pedir que se le vuelva a dar este; por tanto, no está bajo la impulsión del hambre. Decimos que chupetea y que el hecho de que con esta nueva acción también se adormezca con expresión beatífica nos muestra que, en sí y por sí, ella le ha dado satisfacción. Como es sabido, pronto adopta el hábito de no adormecerse sin haber chupeteado. Sólo la excitación de la zona de la boca y de los labios podemos referir esa ganancia de placer; llamamos zonas erógenas a estas partes del cuerpo y designamos como sexual al placer alcanzado mediante el chupeteo. El acto de mamar es de enorme importancia psíquica, ya que este acto se conserva durante toda la existencia. El mamar el pecho materno pasa a ser el punto de partida de toda la vida sexual, el modelo inalcanzado de toda satisfacción sexual posterior, al cual la fantasía suele revertir en momentos de apremio. El pecho materno es el primer objeto de la pulsión sexual, luego es resignado por el lactante en la actividad del chupeteo, y sustituido por una parte del cuerpo propio. El niño se chupa el pulgar, chupa su propia lengua. Por esa vía se independiza del mundo exterior en cuanto a la ganancia de placer, y además le suma la excitación de una segunda zona del cuerpo. Tras la consideración del chupeteo tomamos conocimiento de dos caracteres decisivos de la sexualidad infantil. Esta aparece apuntalándose en la satisfacción de las grandes necesidades orgánicas y se comporta de manera autoerótica, es decir, busca y encuentra sus objetos en el cuerpo propio. Lo que se ha mostrado de la manera más nítida a raíz de la recepción de alimentos, se repite en parte respecto de las excreciones. Inferimos que el lactante tiene sensaciones placenteras cuando vacía su vejiga y sus intestinos, y después organiza estas acciones de tal manera que le procuren la máxima ganancia de placer posible mediante las correspondientes excitaciones de las zonas erógenas de la mucosa. Para moverlo a renunciar a estas fuentes de placer, se le declara que todo lo que atañe a estas funciones es indecente y está destinado a mantenerse en secreto. En este momento, por primera vez, debe intercambiar placer por dignidad social. En cuanto a su relación con los excrementos, el niño no siente asco ninguno frente a su caca, la aprecia como una parte de su cuerpo de la que no le resulta fácil separase, y la usa como un primer regalo para distinguir a personas que aprecia particularmente. Aún después que la educación logró apartarlo de estas inclinaciones, traslada esa última por la caca al “regalo” y al “dinero”. Por otra parte, parece apreciar con particular orgullo sus hazañas urinarias. PERVERSIÓN: se ha abandonado la meta de la reproducción. Es una práctica sexual cuando ha renunciado a la meta de la reproducción y persigue la ganancia de placer como meta autónoma. Una regresión de la libido sin represión nunca daría como resultado una neurosis, sino que desembocaría en una perversión. (Conferencia 22) La vida sexual del niño se agota en la práctica de una serie de pulsiones parciales que, independientemente unas de otras, buscan ganar placer en parte en el cuerpo propio, en parte ya en el objeto exterior. Entre esos órganos, muy pronto se distinguen los genitales. La investigación sexual infantil empieza muy temprano, a menudo antes del tercer año de vida. No arranca de la diferencia de los sexos, que nada significa para el niño varón, atribuye a ambos idénticos genitales, los masculinos. Si después el varón descubre la vagina en una hermanita o compañera de juegos, primero intenta desmentir el testimonio de sus sentidos. Más tarde siente temor ante la posibilidad que se le ha abierto; y sobre él ejercen su efecto con posterioridad las manazas que pudo haber recibido antes por ocuparse con demasiada intensidad de su pequeño mimbro. Así cae bajo el gran imperio del complejo de castración cuya configuración tanto influye sobre el carácter si permanece sano, sobre su neurosis si enferma, y sobre sus resistencias en caso de que emprenda un tratamiento analítico. De la niñita sabemos que a causa de la falta de un gran pene visible se considera gravemente perjudicada; envidia al varón tal pertenencia y por este motivo, esencialmente, desarrolla el deseo de ser hombre, deseo que se retomará más tarde en la neurosis sobrevenida a causa de un fracaso en su papel femenino. Por lo demás, en la infancia el clítoris de la niña desempeña enteramente el papel del pene; es el portador de una particular excitabilidad, el lugar donde se alcanza la satisfacción autoerótica. Para que la niñita se haga mujer importa mucho que el clítoris ceda a tiempo y por completo esa sensibilidad a la vagina. El interés sexual del niño se dirige primero, a saber de dónde vienen los bebés. Desde el principio los niños están contestes en que el nacimiento de un hijo tiene que producirse por el intestino; vendría al mundo como un porción de excremento. Sólo tras la desvalorización de todos los intereses anales esta teoría será abandonada y sustituida por el supuesto de que es el ombligo el que se abre o que la región del pecho entre las mamas es el lugar del nacimiento. Casi siempre en los años de la prebubertad, recibe una información desvalorizadora e incompleta. “C Conferencia 21. Desarrollo libidinal y organizaciones sexuales”. Freud. Ficha 1103. Lo que confiere un carácter tan inequívocamente sexual a la práctica perversa, a pesar de la ajenidad de su objeto y de sus metas, es la circunstancia de que el acto de la satisfacción perversa desemboca no obstante, las más de las veces, en un orgasmo completo y en el vaciamiento de los productos genitales. Esto es la consecuencia de la madurez de las personas. Palpar y mirar al objeto son condiciones indispensables del goce sexual, el estado de excitación máxima en los amantes no siempre es provocado por los genitales, sino por otra región corporal del objeto. Lo esencial de las perversiones no consiste en la transgresión de la meta sexual, ni en la sustitución de los genitales, ni siquiera en la variación del objeto, sino solamente en que estas desviaciones se consuman casi exclusivamente, dejando de lado el acto sexual al servicio de la reproducción. Tanto la sexualidad normal como la perversa han nacido de lo infantil. ¿Qué sucede en la histeria? Los genitales son subrogados por otros órganos en la ganancia de placer, como ocurre en el beso normal, o prácticas perversas de los libertinos. En la histeria (tipo de neurosis), es lo más corriente que fenómenos de estimulación, sensaciones e inervaciones que son propios de los genitales – incluso de los procesos de erección- se desplacen a otras regiones del cuerpo alejadas de estos (por ejemplo, el cuello, la cabeza y el rostro) En el niño pequeño ya existiría una vida sexual. Ya desde el tercer año de vida, podemos hablar de la sexualidad del niño, por esa época ya empiezan a excitarse los genitales y quizás sobrevienen regularmente un período de masturbación infantil; o sea, de satisfacción genital. Las manifestaciones anímicas y sociales de la vida sexual ya no se echan de menos; la elección de objeto, la preferencia tierna por determinadas personas, y aun la predilección por uno de los sexos, los celos: he ahí fenómenos comprobados por observaciones imparciales hechas con independencia del psicoanálisis. El carácter perverso de algunas de las metas, naturalmente, de la inmadurez constitucional del niño, quien no ha descubierto aún la meta del coito. Más o menos desde el sexto al octavo año de vida en adelante se observan una detención y un retroceso en el desarrollo sexual, que, en los casos más favorables desde el punto de vista cultural, merecen el nombre de período de latencia. Este puede faltar, no es forzoso que traiga aparejado una interrupción completa de las prácticas y los intereses sexuales. Las vivencias y mociones anímicas anteriores al advenimiento del período de latencia son víctimas, en su mayoría de la amnesia infantil. Desde el tercer año de vida, la sexualidad del niño muestra mucha semejanza con la del adulto, se diferencia de esta, por la falta de una organización fija bajo el primado de los genitales, por la intensidad mucho menor de la aspiración en su conjunto. CONFORMACIÓN DE LA VIDA SEXUAL DEL NIÑO, ANTES QUE SE INSTAURE EL PRIMADO DE LOS GENITALES: ORGANIZACIÓN PREGENITAL: en esta fase, que es anterior al período de latencia, no se sitúan en el primer plano las pulsiones parciales genitales, sino las sádicas y anales. La oposición femenino masculino no desempeña todavía papel alguno; ocupa su lugar la oposición entre activo pasivo, que puede definirse como la precursora de la polaridad sexual. Por detrás de la fase sádica anal del desarrollo libidinal obtenemos la visión de una etapa de organización más temprana, en que la zona erógena de la boca todavía desempeña el papel principal. La vida sexual (función libidinal) no emerge como algo acabado, sino que recorre una serie de fases sucesivas que no presentan el mismo aspecto; es por tanto, un desarrollo retomado varias veces. El punto de viraje de ese desarrollo es la subordinación de todas las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales y, con este, el sometimiento de la sexualidad a la función de la reproducción. Antes de ello, hay por así decir una vida sexual descompaginada, una práctica autónoma de las diversas pulsiones parciales que aspiran a un placer de órgano. Esta anarquía se atempera por unos esbozos de organizaciones “pregenitales”, primero la fase sádico anal y, más atrás, la oral, quizás la más primitiva. El primer objeto de los componentes orales de la pulsión sexual es el pecho materno, que satisface la necesidad de nutrición del lactante. En el acto del chupeteo se vuelven autónomos los componentes eróticos que se satisfacen justamente al mamar; el objeto se abandona y se sustituye por un lugar del cuerpo propio. La pulsión oral se vuelve autoerótica, como desde el comienzo lo son las pulsiones anales y las otras pulsiones erógenas. Llamamos a la madre el primer objeto de amor. Para la época en que la madre deviene objeto de amor ya ha empezado en el niño el trabajo psíquico de la represión, que sustrae de su saber el conocimiento de una parte de sus metas sexuales. A esta elección de la madre como objeto de amor se anuda todo lo que en el esclarecimiento psicoanalítico de las neurosis ha adquirido importancia tan grande bajo el nombre de “complejo de Edipo”. EDIPO: es una saga griega del rey Edipo, condenado por el destino a matar a su padre y a tomar por esposa a su madre; hace todo lo posible por sustraerse de la sentencia del oráculo, y por último, al enterarse de que sin saberlo ha cometido esos dos crímenes, se castiga cegándose. Es lícito ver en el complejo de Edipo una de las fuentes más importantes de la conciencia de culpa que tan a menudo hace penar a los neuróticos. ¿Qué deja ver del Complejo de Edipo la observación directa del niño en la época de la elección de objeto anterior al período de latencia? El varoncito quiere tener a la madre para él solo, siente como molesta la presencia del padre, se enfada cuando este se permite ternezas hacia la madre, exterioriza su contento cuando el padre parte de viaje o está ausente. Simultáneamente el niño da muestra en otras oportunidades de una gran ternura hacia el padre: solo que semejantes actitudes afectivas opuestas (ambivalentes), que en el adulto llevarían al conflicto, coexisten muy bien en el niño durante largo tiempo, tal como después hallan un sitio duradero en el inconsciente una junto a la otra. En el caso de la niña pequeña, la actitud de tierna dependencia hacia el padre, la sentida necesidad de eliminar por superflua a la madre y ocupar su puesto, una coquetería que ya trabaja con los recursos de la posterior feminidad, dan por resultado justamente en la niña pequeña una imagen encantadora, que nos hace olvidar la seriedad de esta situación infantil y las posibles consecuencias graves que esconde. Con frecuencia los padres ejercen una influencia decisiva para que se despierte en el niño la actitud del Edipo: se dejan llevar ellos mismos por la atracción sexual y, donde hay varios hijos, el padre otorga de la manera más nítida su preferencia en la ternura a su hijita, y la madre a su hijo. La primera elección de objeto es, por lo general incestuosa; en el hombre, se dirige a la madre y a las hermanas, y se requieren las más terminantes prohibiciones para impedir que se haga realidad esta persistente inclinación infantil. El incesto con la madre es uno de los crímenes de Edipo: el parricidio es el otro. Son también los dos grandes crímenes prohibidos por el totemismo, la primera institución sociorreligiosa de los hombres. En la época de la pubertad, cuando la pulsión sexual plantea sus exigencias por primera vez en toda su fuerza, los viejos objetos familiares e incestuosos son retomados e investidos de nuevo libidinosamente. Esos procesos tienen que permanecer en buena parte alejados de la conciencia. Desde esta época en adelante, el individuo humano tiene que consagrarse a la gran tarea de desasirse de sus padres; solamente tras esa suelta puede dejar de ser niño para convertirse en miembro de la comunidad social. Para el hijo, la tarea consiste en desasir de la madre sus deseos libidinosos a fin de emplearlos en la elección de objeto de amor ajeno, real, y en reconciliarse con el padre si siguió siéndole hostil o en liberarse de su presión si se le sometió como reacción frente a su sublevación infantil. Los neuróticos no alcanzan de ningún modo esta solución; el hijo permanece toda la vida sometido a la autoridad del padre y no está en condiciones de trasferir su libido a un objeto sexual ajeno. Esta misma puede ser trocando la relación, la suerte de la hija. En este sentido el complejo de Edipo es considerado el núcleo de las neurosis. “C Conferencia 22, Algunas perspectivas sobre el desarrollo y la regresión. Etiología”. Freud. Ficha 1102. La función libidinal recorre un largo camino de desarrollo hasta poder entrar al servicio de la reproducción en la manera llamada normal. Coincidimos en las doctrinas de la patología general si suponemos que un desarrollo de esa índole acarrea dos peligros: Inhibición Regresión Respecto de cada aspiración sexual separada, que partes de ellas queden retrasadas en estadios anteriores del desarrollo, por más que otras puedan haber alcanzado la meta última. Nos representamos a cada una de estas aspiraciones como una corriente continuada desde el comienzo de la vida, que descomponemos artificialmente, en oleadas separadas y sucesivas. Una demora de una aspiración parcial en una etapa anterior debe llamarse fijación (de la pulsión). El segundo peligro de un desarrollo como este, que procede por etapas, reside en que las partes que ya han avanzado pueden revertir, en un movimiento de retroceso, hasta una de esas etapas anteriores; a esto lo llamamos regresión. Regresión y fijación no son independientes entre sí. Mientras más fuertes sean las fijaciones en la vía evolutiva, tanto más la función esquivará las dificultades externas mediante una regresión hasta aquellas fijaciones, y la función desarrollada mostrará resistencia tanto menor frente a los obstáculos externos que se oponen a su decurso. Existen dos clases de regresiones: Retroceso a los primeros objetos investidos por la libido, que como sabemos son de naturaleza incestuosas Retroceso de toda la organización sexual a estadios anteriores, es un retroceso desde una etapa más alta del desarrollo a una más baja. Las dos se presentan en las neurosis de trasferencia y desempeñan un importante papel en su mecanismo. En particular, el retroceso a los primeros objetos incestuosos de la libido es un rasgo que con regularidad francamente fatigosa hallamos con los neuróticos. No se debe confundir regresión con represión. Represión es un proceso por el cual un acto admisible en la conciencia, vale decir, un acto que permanece en el sistema Prcc, se vuelve inconciente y por lo tanto es relegado al sistema Icc. También es cuando un acto anímico inconciente no se lo admite en el sistema que sigue, el Prcc, sino que es rechazado en el umbral por la censura. Es un concepto que no tiene, ningún vínculo con la sexualidad. La represión es un proceso puramente psicológico, tópico. La represión se subordina a la regresión, pues puede describirse como el retroceso de un acto psíquico a un estadio más profundo y anterior del desarrollo. Sólo que en el caso de la represión no nos interesa esta dirección retrocedente, pues también hablamos de represión en sentido dinámico, cuando un acto psíquico es retenido en el estadio más bajo, el de lo inconciente. Es que la represión es un concepto tópico y dinámico, y la regresión, un concepto puramente descriptivo. Neurosis de transferencia Histeria - Tenemos una regresión de la libido a los objetos sexuales primarios, incestuosos, pero nada que se parezca a una regresión a una etapa anterior de la organización sexual. - El papel principal recae en el mecanismo de represión Neurosis obsesiva - Tenemos una regresión de la libido a un estadio previo de la organización sádica anal, esto es el hecho más llamativo y decisivo para la exteriorización en síntoma. El impulso de amor tiene que enmascararse, entonces, como impulso sádico. La represión es el proceso más peculiar de las neurosis, y el que mejor las caracteriza. Los seres humanos contraen una neurosis cuando se les quita la posibilidad de satisfacer su libido, vale decir, por una “FRUSTRACIÓN”, y sus síntomas son justamente el sustituto de la satisfacción frustrada (denegada). Es el factor de la frustración el que se registra en todos los casos de neurosis investigados. Las mociones pulsionales de carácter sexual son extraordinariamente plásticas, pueden reemplazarse unas a otras, cuando la satisfacción de una es frustrada por la realidad, la de otra puede ofrecer un resarcimiento pleno. Las pulsiones parciales de la sexualidad, así como la aspiración sexual que las compendia, muestran gran capacidad para mudar su objeto, para permutarlo por otro, y por ende también por uno más asequible; esta proclividad al desplazamiento y esta predisposición a adoptar subrogados no pueden sino contrarrestar con fuerza el efecto patógeno de una frustración. Entre estos procesos que protegen de enfermar por una privación, hay uno que ha alcanzado particular importancia cultural. Consiste en que la aspiración sexual abandona su meta dirigida al placer parcial o al placer de la reproducción, y adopta otra que se relaciona genéticamente con la resignada, pero ya no es ella misma sexual, sino que se debe llamar social: SUBLIMACIÓN. Esta última es un caso especial de apuntalamiento de unas aspiraciones sexuales en otras, no sexuales. El grado de libido insatisfecha que los seres humanos, en promedio pueden tolerar en sí mismos es limitado. Un desarrollo de libidinal incompleto deja tras sí fijaciones libidinales muy extensas a fases anteriores de organización y hallazgo de objeto, que las más de las veces no son susceptibles de una satisfacción real; así discernirán en la fijación libidinal el segundo factor poderoso que se conjuga con la frustración para causar la enfermedad. En la etiología de las neurosis la fijación libidinal es el factor interno, predisponente, y la frustración es el factor externo, accidental. En la causación de las neurosis, está dado por dos factores: constitución sexual y vivencia, o fijación libidinal y frustración, aparecen de tal modo que uno aumenta cuando el otro disminuye. Dentro de esta serie, quizás podría concederse un peso algo mayor a los factores predisponentes. Las series de esta clase son las SERIES COMPLEMENTARIAS. Un nuevo factor que no fue tenido en cuenta en nuestra serie etiológica y que se reconoce mejor en casos en que una persona, hasta entonces sana, enferma repentinamente de neurosis. En estas personas encontramos una lucha entre mociones de deseo o, de un “CONFLICTO PSÍQUICO”. Un fragmento de la personalidad sustenta ciertos deseos, otro se revuelve y se defiende contra ellos. Sin un conflicto de esa clase no hay neurosis. El conflicto es engendrado por la frustración; ella hace que la libido pierda su satisfacción y se vea obligada a buscar otros objetos y caminos. Desde aquí parte el camino hacia la formación de síntoma. No obstante, las aspiraciones libidinales rechazadas logran imponerse dando ciertos rodeos, no sin verse obligadas a sortear el veto a través de ciertas desfiguraciones y atemperamiento. Los rodeos son los caminos de la formación de síntoma; los síntomas son la satisfacción nueva o sustitutiva que se hizo necesaria por la frustración. Para que la frustración exterior tenga efectos patógenos es preciso que se le sume la frustración interior. La otra parte en el conflicto patógeno son las fuerzas pulsionales no sexuales. Las reunimos bajo la designación de “pulsiones yoicas”. EL CONFLICTO PATÓGENO SE LIBRA ENTRE LAS PULSIONES YOICAS Y LAS PULSIONES SEXUALES, ES UN CONFLICTO ENTRE EL YO Y LA SEXUALIDAD. Sólo el estudio de las neurosis narcisistas nos promete una intelección del edificio del yo. Dentro del desarrollo libidinal, el relevo de cada fase por otra sigue probablemente un programa prescrito; no puede descartarse que este decurso sea influido por el yo, y quizás estaríamos autorizados a prever una determinada correspondencia entre las fases evolutivas del yo y la libido; y aún la perturbación de esa correspondencia podría relevarse como un factor patógeno. ¿Cuál es el modo en que el yo se comporta cuando la libido deja tras sí, en un lugar de su desarrollo, una fuerte fijación? Puede admitirla, y entonces se volverá perverso en esa misma medida, o lo que es idéntico, se volverá infantil. Pero también puede adoptar una conducta de repulsa frente a ese asiento de la libido, y entonces el yo tiene una represión donde la libido ha experimentado una fijación. El TERCER FACTOR DE LA ETIOLOGÍA DE LAS NEUROSIS ES “INCLINACIÓN AL CONFLICTO”. Este depende tanto del desarrollo del yo como del de la libido. Síntesis de la intelección de la causación de las neurosis: 1°. Frustración: condición más general. 2°. Fijación de la libido: que la empuja en determinadas direcciones, 3°. Inclinación al conflicto, proveniente del desarrollo del yo, que ha rechazado esas mociones libidinales. Pulsiones Autonservación Son más fáciles de educar; aprenden temprano a plegarse al apremio y a enderezar su evolución según los señalamientos de la realidad. Al comienzo de su desarrollo trabajan para la ganancia de placer, pero bajo el influjo del maestro apremio, pronto aprenden a sustituir el principio de placer por una modificación. El yo se empieza a dejar gobernar por el principio de realidad, que en el fondo quiere también alcanzar el placer, pero un placer asegurado por el miramiento a la realidad, aunque pospuesto y reducido. Sexuales Son más difíciles de educar, pues al principio no conocen ningún apremio de objeto. En efecto se apuntalan parasitariamente, en las otras funciones corporales y se satisfacen de manera autoerótica en el cuerpo propio. Al comienzo y al final de su desarrollo trabajan para la ganancia de placer; conservan sin variaciones esta función originaria. El transito del principio de placer al principio de realidad es uno de los progresos más importantes en el desarrollo del yo. Consideraciones económicas: parece que toda nuestra actividad anímica está dirigida a conseguir placer y evitar el displacer, y que se regula automáticamente por el principio de placer. El placer se liga de algún modo con la reducción, la rebaja o la extinción de los volúmenes de estímulo que obran en el interior del aparato anímico, y el displacer, con su elevación. A tales consideraciones las llamamos económicas porque en tales procesos placenteros están en juego los destinos de cantidades de excitación o de energía anímicas. El aparato anímico sirve al propósito de domeñar y tramitar los volúmenes de estímulo que le llegan de adentro y de afuera. “Conferencia 23. Los caminos de la formación de síntoma”. Freud. Ficha 1091. Los síntomas son la esencia de la enfermedad; para ello la curación equivale a la supresión de los síntomas. SÍNTOMA PSÍQUICO (O PSICOGENO): son actos perjudiciales o, al menos, inútiles para la vida en su conjunto; a menudo la persona se queja que los realiza contra su voluntad, y conlleva displacer y sufrimiento para ella. Su principal perjuicio consiste en el gasto anímico que ellos mismos cuentan y, además, en el que se necesita para combatirlos. Si la formación de síntomas es extensa, estos dos costos pueden traer como consecuencia un extraordinario empobrecimiento de la persona en cuanto a energía anímica disponible y, por tanto, su parálisis para todas las tareas importantes de la vida. Todos estamos enfermos, o sea, que todos somos neuróticos, puesto que las condiciones para la formación de síntomas pueden pesquisarse también en las personas normales. Los síntomas neuróticos son el resultado de un conflicto que se libra en torno de una nueva modalidad de la satisfacción pulsional. Las dos fuerzas que se han enemistado vuelven a coincidir en el síntoma; se reconcilian, por así decir, gracias al compromiso de la formación de síntoma. Por eso el síntoma es tan resistente; está sostenido desde ambos lados. Sabemos también que una de las dos partes envueltas en el conflicto es la libido insatisfecha, rechazada por la realidad, que ahora tiene que buscar otros caminos para su satisfacción. Si a pesar de que la libido está dispuesta a aceptar otro objeto en lugar del denegado {frustrado} la realidad permanece inexorable, aquella se verá finalmente precisada a emprender el camino de la regresión y a aspirar a satisfacerse dentro de una de las organizaciones ya superadas o por medio de uno de los objetos que resignó antes. En el camino de la regresión, la libido es cautivada por la fijación que ella ha dejado tras sí en esos lugares de su desarrollo. El camino de la perversión se separa tajantemente del de la neurosis. Si estas regresiones no despiertan la contradicción del yo, tampoco sobrevendrá la neurosis, y la libido alcanzará alguna satisfacción real, aunque no una satisfacción normal. Pero el conflicto queda planteado si el yo, que no sólo dispone de la conciencia, sino de los accesos a la inervación motriz y, por tanto, a la realización de las aspiraciones anímicas, no presta su acuerdo a estas regresiones. La libido es como atajada y tiene que intentar escapar a algún lado: adonde halle un drenaje para su investidura energética, según lo exige el principio de placer. Tiene que sustraerse del yo. Le permiten tal escapatoria las fijaciones dejadas en la vía de su desarrollo, que ahora ella recorre en sentido regresivo, y de las cuales el yo, en su momento, se había protegido por medio de represiones {suplantaciones}. Cuando en su reflujo la libido inviste estas posiciones reprimidas, se sustrae del yo y de sus leyes; pero al hacerlo renuncia también a toda la educación adquirida bajo la influencia de ese yo. Era dócil mientras la satisfacción le aguardaba; bajo la doble presión de la frustración {denegación} externa e interna, se vuelve rebelde y se acuerda de tiempos pasados que fueron mejores. He ahí su carácter, en el fondo inmutable. Las representaciones sobre las cuales la libido trasfiere ahora su energía en calidad de investidura pertenece al sistema del inconciente y están sometidas a los procesos allí posibles, en particular la condensación y el desplazamiento {descentramiento}. De esta manera se establecen constelaciones semejantes en un todo a las de la formación del sueño. El sueño genuino, el que quedó listo en el inconciente y es el cumplimiento de una fantasía inconciente de deseo, entra en una transacción con un fragmento de actividad (pre)conciente; esta, que ejerce la censura, permite, lograda la avenencia, la formación de un sueño manifiesto en calidad de compromiso. Del mismo modo, la subrogación de la libido en el interior del inconciente tiene que contar con el poder del yo preconciente. La contradicción que se había levantado contra ella en el interior del yo la persigue {nachgeben} como «contrainvestidura» y la fuerza a escoger una expresión que pueda convertirse al mismo tiempo en la suya propia. Así, el síntoma se engendra como un retoño del cumplimiento del deseo libidinoso inconciente, desfigurado de manera múltiple; es una ambigüedad escogida ingeniosamente, provista de dos significados que se contradicen por completo entre sí. Sin embargo, en este último punto ha de reconocerse una diferencia entre la formación del sueño y la del síntoma, pues en el caso del primero el propósito preconciente se agota en la preservación del dormir, en no dejar que penetre en la conciencia nada que pueda perturbarlo; de ningún modo consiste en oponerle un rotundo « ¡No, al contrarío!» a la moción de deseo inconciente. Puede mostrarse más tolerante porque la situación del que duerme está menos amenazada. Por sí solo, el estado del dormir bloquea la salida a la realidad. La escapatoria de la libido bajo las condiciones del conflicto es posibilitada por la preexistencia de fijaciones. La investidura regresiva de estas lleva a sortear la represión y a una descarga -o satisfacción- de la libido en la que deben respetarse las condiciones del compromiso. Por el rodeo a través del inconciente y de las antiguas fijaciones, la libido ha logrado por fin abrirse paso hasta una satisfacción real, aunque extraordinariamente restringida y apenas reconocible ya. Todo lo dicho aquí y lo que se diga en lo que sigue se refiere exclusivamente a la formación de síntoma en el caso de la neurosis histérica. La libido halla las fijaciones que le hacen falta para quebrantar las represiones, en las prácticas y vivencias de la sexualidad infantil, en los afanes parciales abandonados y en los objetos resignados de la niñez. Hacia ellos, por tanto, revierte la libido. IMPORTANCIA DOBLE DEL PERÍODO INFANTIL En él se manifestaron por primera vez las orientaciones pulsionales que el niño traía consigo en su disposición innata En virtud de influencias externas, de vivencias accidentales, se le despertaron y activaron por vez primera otras pulsiones ¿Qué son las disposiciones constitucionales? son, la secuela que dejaron las vivencias de nuestros antepasados; también ellas se adquirieron una vez: sin tal adquisición no habría herencia alguna. El hecho de que sobrevengan en períodos en que el desarrollo no se ha completado confiere a sus consecuencias una gravedad tanto mayor y las habilita para tener efectos traumáticos. La fijación libidinal del adulto, que hemos introducido en la ecuación etiológica de las neurosis como representante del factor constitucional, se nos descompone ahora, por tanto, en otros dos factores La disposición heredada. La predisposición adquirida en la primera infancia. Causación de La neurosis = Predisposición por fijación libidinal + Vivenciar accidental (traumático) [del adulto] Constitución sexual (Vivenciar prehistórico) Vivenciar infantil La constitución sexual hereditaria nos brinda una gran diversidad de disposiciones, según que esta o aquella pulsión parcial, por sí sola o en unión con otras, posea una fuerza particular. La constitución sexual forma con el vivenciar infantil otra «serie complementaria», en un todo semejante a la que ya conocimos entre predisposición y vivenciar accidental del adulto. La indagación analítica muestra que la libido de los neuróticos está ligada a sus vivencias sexuales infantiles. Así parece conferir a estas una importancia enorme para la vida de los seres humanos y las enfermedades que contraen. A la importancia de las vivencias infantiles debemos restarle lo siguiente: la libido ha vuelto a ellas regresivamente después que fue expulsada de sus posiciones más tardías. Y esto nos sugiere con fuerza la inferencia recíproca, a saber, que las vivencias libidinales no tuvieron en su momento importancia alguna, y sólo la cobraron regresivamente. Constitución sexual (Vivenciar prehistórico) + Vivenciar infantil Predisposición por Fijación libidinal + Vivenciar accidental (Traumático) [Del adulto] Neurosis La investidura libidinal de las vivencias infantiles ha sido reforzada en gran medida por la regresión de la libido. Aunque hay que tener en cuenta que también existen neurosis infantiles en las que el factor del diferimiento temporal desempeña necesariamente un papel muy reducido o falta por completo, pues la enfermedad se contrae como consecuencia directa de las vivencias traumáticas. Y bien; las neurosis de los niños son muy frecuentes, mucho más de lo que se supone. A menudo no se las ve, se las juzga signos de maldad o de malas costumbres y aun son sofrenadas por las autoridades encargadas de la crianza. En la mayoría de los casos se presentan en la forma de una histeria de angustia. Sería inconcebible que la libido regresase {regredieren} con tanta regularidad a las épocas de la infancia si ahí no hubiera nada que pudiera ejercer una atracción sobre ella. Y en efecto, la fijación que suponemos en determinados puntos de la vía del desarrollo sólo cobra valor si la hacemos consistir en la inmovilización de un determinado monto de energía libidinosa. Entre la intensidad e importancia patógena de las vivencias infantiles y la de las más tardías hay una relación de complementariedad semejante a la de las series antes estudiadas. Hay casos en que todo el peso de la causación recae en las vivencias sexuales de la infancia; en ellos, estas impresiones ejercen un seguro efecto traumático y no necesitan de otro apoyo que el que puede ofrecerles la constitución sexual promedio y su inmadurez. Junto a estos, hay otros en que todo el acento recae sobre los conflictos posteriores, y la insistencia en las impresiones de la infancia, según la revela el análisis, aparece enteramente como la obra de la regresión; vale decir, tenemos los extremos de la «inhibición del desarrollo» y de la «regresión» y, entre ellos, todos los grados de conjugación de ambos factores. SINTOMAS Crean un sustituto para la satisfacción frustrada; lo hacen por medio de una regresión de la libido a épocas anteriores, a la que va indisolublemente ligado el retroceso a estadios anteriores del desarrollo en la elección de objeto o en la organización. Repite de algún modo aquella modalidad de satisfacción de su temprana infancia, desfigurada por la censura que nace del conflicto, por regla general volcada a una sensación de sufrimiento y mezclada con elementos que provienen de la ocasión que llevó a contraer la enfermedad En la formación del síntoma han cooperado los mismos procesos inconcientes que contribuyen a la formación del sueño: la condensación y el desplazamiento. Al igual que el sueño, el síntoma figura algo como cumplido: una satisfacción a la manera de lo infantil; pero por medio de la más extrema condensación esa satisfacción puede comprimirse en una sensación o inervación únicas, y por medio de un extremo desplazamiento puede circunscribirse a un pequeño detalle de todo el complejo libidinoso. Por el análisis de los síntomas tomamos conocimiento de las vivencias infantiles en que la libido está fijada y desde las cuales se crean los síntomas. Bien; lo sorprendente reside en que estas escenas infantiles no siempre son verdaderas. Las vivencias infantiles construidas en el análisis, o recordadas, son unas veces irrefutablemente falsas, otras veces son con certeza verdadera, y en la mayoría de los casos, una mezcla de verdad y falsedad. Los síntomas son La figuración de vivencias que realmente se tuvieron y a las que puede atribuirse una influencia sobre la fijación de la libido. La figuración de fantasías del enfermo, impropias desde luego para cumplir un papel etiológico. Las fantasías poseen una suerte de realidad. Las fantasías poseen realidad psíquica, por oposición a una En el mundo de las neurosis la realidad psíquica es la decisiva. Entre los acontecimientos que siempre retornan en la historia juvenil de los neuróticos, que no parecen faltar nunca, hay algunos de particular importancia; juzgo que merecen destacarse. Como ejemplos de este género, les enumero: la observación del comercio sexual entre los padres, la seducción por una persona adulta y la amenaza de castración. Particular interés presenta la fantasía de la seducción, aunque sólo sea porque a menudo no es una fantasía, sino un recuerdo real. Con la fantasía de la seducción, cuando no la ha habido, el niño encubre {decken} por regla general el período autoerótico de su quehacer sexual. Se ahorra la vergüenza de la masturbación fantaseando retrospectivamente, para estas épocas más tempranas, un objeto anhelado. No crean ustedes, por lo demás, que los abusos sexuales cometidos contra las niñas por sus parientes masculinos más próximos pertenecen por entero al reino de la fantasía. La mayoría de los analistas habrán tratado casos en que esas relaciones fueron reales y pudieron comprobarse inobjetablemente; sólo que correspondían a años más tardíos de la infancia y se atribuyeron a una época anterior. Tales hechos de la infancia son de alguna manera necesarios, pertenecen al patrimonio indispensable de la neurosis. Si están contenidos en la realidad, muy bien; si ella no los ha concedido, se los establece a partir de indicios y se los completa mediante la fantasía. ¿De dónde vienen la necesidad de crear tales fantasías y el material con que se construyen? No cabe duda de que su fuente está en las pulsiones, estas fantasías primordiales -así las llamaría, junto a algunas otrasson un patrimonio filogenético. En ellas, el individuo rebasa su vivenciar propio hacia el vivenciar de la prehistoria, en los puntos en que el primero ha sido demasiado rudimentario. Me parece muy posible que todo lo que hoy nos es contado en el análisis como fantasía fue una vez realidad en los tiempos originarios de la familia humana, y que el niño fantaseador no ha hecho más que llenar las lagunas de la verdad individual con una verdad prehistórica. El yo del hombre es educado poco a poco para apreciar la realidad y para obedecer al principio de realidad por influencia del apremio exterior. En ese proceso tiene que renunciar de manera transitoria o permanente a diversos objetos y metas de su aspiración de placer -no sólo sexual-. Pero siempre es difícil para el hombre la renuncia al placer; no la lleva a cabo sin algún tipo de resarcimiento. Por eso se ha reservado una actividad del alma en que se concede a todas estas fuentes de placer resignadas y a estas vías abandonadas de la ganancia de placer una supervivencia, una forma de existencia que las emancipa del requisito de realidad y de lo que llamamos «examen de realidad» Toda aspiración alcanza enseguida la forma de una representación de cumplimiento; no hay ninguna duda de que el demorarse en los cumplimientos de deseo de la fantasía trae consigo una satisfacción, aunque el saber de que no se trata de una realidad permanezca intacto. Por tanto, en la actividad de la fantasía el hombre sigue gozando de la libertad respecto de la compulsión exterior, esa libertad a la que hace mucho renunció en la realidad. Las producciones de la fantasía más conocidas son los llamados «sueños diurnos»: unas satisfacciones imaginadas de deseos eróticos, de ambición y de grandeza, que florecen con tanta más exuberancia cuanto más llama la realidad a moderarse o a ser paciente. La dicha de la fantasía muestra en ellos su esencia de manera inequívoca: de nuevo la ganancia de placer se hace independiente de la aprobación de la realidad. Sabemos que esos sueños diurnos son el núcleo y los modelos de los sueños nocturnos. Estos, en el fondo, no son sino sueños diurnos que se han vuelto utilizables por la liberación que durante la noche experimentan las mociones pulsionales, y que son desfigurados por la forma nocturna de la actividad anímica. Ya nos hemos familiarizado con la idea de que no necesariamente los sueños diurnos son concientes; existen también sueños diurnos inconcientes. Estos últimos son la fuente tanto de los sueños nocturnos cuanto... de los síntomas neuróticos. En el caso de la frustración la libido inviste regresivamente las posiciones que había abandonado, pero a las que quedó adherida con ciertos montos. A esto debemos intercalar un eslabón intermedio. ¿Cómo encuentra la libido el camino hacia esos lugares de fijación? todos los objetos y orientaciones de la libido resignados no lo han sido todavía por completo. Ellos o sus retoños son retenidos aún con cierta intensidad en las representaciones de la fantasía. La libido no tiene más que volver a las fantasías para hallar expedito desde ellas el camino a cada fijación reprimida. Estas fantasías gozan de cierta tolerancia, y no se llega al conflicto entre ellas y el yo, por grandes que sean las oposiciones, mientras se observe una determinada condición. Es una condición de naturaleza cuantitativa, infringida ahora por el reflujo de la libido a las fantasías. Por este aflujo la investidura energética de las fantasías se eleva tanto que ellas se vuelven exigentes, desarrollan un esfuerzo, orientado hacia la realización. Ahora bien, esto hace inevitable el conflicto entre ellas y el yo. Si antes fueron preconcientes o concientes, ahora son sometidas a la represión por parte del yo y libradas a la atracción del inconciente. Desde las fantasías ahora inconcientes, la libido vuelve a migrar hasta sus orígenes en el inconciente, hasta sus propios lugares de fijación. La retirada de la libido a la fantasía es un estadio intermedio del camino hacia la formación de síntoma. La introversión designa el extrañamiento de la libido respecto de las posibilidades de la satisfacción real, y la sobreinvestidura de las fantasías que hasta ese momento se toleraron por inofensivas. Un introvertido no es todavía un neurótico, pero se encuentra en una situación lábil; al menor desplazamiento de fuerzas se verá obligado a desarrollar síntomas, a menos que haya hallado otras salidas para su libido estancada. El carácter irreal de la satisfacción neurótica y el descuido de la diferencia entre fantasía y realidad ya están, en cambio, determinados por la permanencia en el estadio de la introversión. Desde el punto de vista económico, el conflicto entre dos aspiraciones no estalla antes que se hayan alcanzado ciertas intensidades de investidura, por más que preexistieran las condiciones de contenido. De igual manera, la importancia patógena de los factores constitucionales depende de cuánto más de una pulsión parcial respecto de otra esté presente en la disposición; y aun podemos imaginar que las disposiciones de todos los seres humanos son de igual género en lo cualitativo, y sólo se diferencian por estas proporciones cuantitativas. No menos decisivo es el factor cuantitativo para la capacidad de resistencia a contraer una neurosis. Interesa el monto de libido no aplicada que una persona puede conservar flotante, y la cuantía de la fracción de su libido que es capaz de desviar de lo sexual hacia las metas de la sublimación. La meta final de la actividad del alma, que en lo cualitativo puede describirse como aspiración a la ganancia de placer y a la evitación de displacer, se plantea, para la consideración económica, como la tarea de domeñar los volúmenes de excitación (masas de estímulo) que operan en el interior del aparato anímico y de impedir su estasis generadora de displacer. En el caso de la NEUROSIS OBSESIVA hallamos -conservándose lo fundamentalmuchas cosas diferentes. Las contrainvestiduras frente a las exigencias pulsionales, de las que también hablamos a raíz de la histeria, pasan al primer plano en la neurosis obsesiva y, por medio de las llamadas «formaciones reactivas», dominan el cuadro clínico. “La pregunta histérica: ¿Qué es una mujer?” Lacan. Ficha 10132. Lo esencial consiste en distinguir cuidadosamente el simbolismo propiamente dicho, o sea el simbolismo en tanto estructurado en el lenguaje, en el cual nos entendemos aquí y el simbolismo natural: leer en la borra del café no es leer en los jeroglíficos. Lacan con esto se refiere a la formación del analista, le interesaba distinguir el simbolismo estructurado como un lenguaje del simbolismo natural. Leer en la borra del café es hacer la lectura del interpretador (Freud), y leer del jeroglífico significa que exige que uno conozca el simbolismo que está en juego, hay una lengua que es la que manda. (Lacan). Freud cuando acentúo el carácter imaginario de la función del yo, introdujo la estructura de la neurosis. Se coloca al yo en relación con el carácter fantasmático del objeto. El yo está ahí como un espejismo, lo que Freud llamó el yo ideal. Su función es de ilusión, es fundamentalmente narcisista, y el sujeto da acento de realidad a cualquier cosa a partir de ella. El yo en su estructuración imaginaria es como uno de sus elementos para el sujeto. Desde la tópica freudiana del yo, vemos como una histérica /o, un neurótico obsesivo, usa de su yo para hacer la pregunta, es decir, precisamente para no hacerla. La estructura de una neurosis es esencialmente una pregunta, y por eso mismo fue para nosotros durante largo tiempo una pura y simple pregunta. Se pregunta qué desea Dora, antes de preguntarse quién desea en Dora. Freud termina percatándose de que, en ese ballet de a cuatro –Dora, su padre, el señor y la señora K – es la señora K el objeto que verdaderamente interesa a Dora, en tanto que ella misma está identificada al señor K. La cuestión de saber dónde está el yo de Dora está así resuelta: el yo de Dora es el señor K. La función que cumple en el esquema del estadio del espejo la imagen especular, en la que el sujeto ubica su sentido para reconocerse, donde por primera vez sitúa su yo, es ese punto externo de identificación imaginaria, Dora lo coloca en el señor K. en tanto ella es el señor K todos sus síntomas cobran su sentido definitivo. La afonía de Dora se produce durante las ausencias del señor K y Freud dice que Dora ya no necesita hablar si él no está, sólo queda escribir. La afonía aparece porque Dora es dejada directamente en presencia de la señora K. Todo lo que pudo escuchar acerca de las relaciones de ésta con su padre gira en torno a la fellatio, y esto es algo infinitamente más significativo para comprender la intervención de los síntomas orales. La identificación de Dora con el señor K es lo que sostiene esta situación hasta el momento de la descompensación neurótica. Si se queja de esa situación, eso también forma parte de la situación, ya que se queja en tanto identificación al señor K. La pregunta que Dora se hace es: ¿Qué es ser una mujer? Aquí nos adentramos en la dialéctica de lo imaginario y lo simbólico en el Complejo de Edipo. Freud insiste en la disimetría fundamental del Edipo en ambos sexos. El acceso de la mujer al complejo de edípico, su identificación imaginaria, se hace pasando por el padre, exactamente al igual que el varón, debido a la prevalencia de la forma imaginaria del falo, pero en tanto que a su vez ésta está tomada como el elemento simbólico central del Edipo. Tanto como para la hembra como para el varón el complejo de castración adquiere un valor-pivote en la realización del Edipo, es muy precisamente la función del padre, porque el falo es un símbolo que no tiene correspondiente ni equivalente. Lo que está en juego es una disimetría en el significante, la cual determina las vías por donde pasará el complejo de Edipo. Ambas vías llevan por el mismo sendero: el sendero de la castración. Uno de los sexos necesita tomar como base de identificación la imagen del otro sexo. Dónde no hay material simbólico, hay obstáculo, defecto para la realización de la identificación esencial para la realización de la sexualidad del sujeto. El sexo femenino tiene un carácter de ausencia, de vacío, de agujero, que hace que se presente como menos deseable que el sexo masculino en lo que éste tiene de provocador, y que una disimetría esencial aparezca. La pregunta no será vinculada simplemente con el material, a la tienda de accesorios del significante, sino a la relación del sujeto con el significante en su conjunto, con aquello a lo cual el significante puede responder. En tanto la función del hombre y la mujer está simbolizada, en tanto es literalmente arrancada al dominio de lo imaginario para ser situada en el dominio de lo simbólico, es que se realiza toda posición sexual normal, acabada. La realización genital está sometida, como a una exigencia esencial, a la simbolización: que el hombre se virilice, que la mujer acepte verdaderamente su función femenina. Cuando Dora se pregunta ¿qué es una mujer? Intenta simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identificación al hombre, portador del pene, le es en esta ocasión un medio de aproximarse a esa definición que se le escapa. El pene le sirve literalmente de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar. Misma disimetría que en el Edipo: la histérica se hacen la misma pregunta. La pregunta del histérico también atañe a la posición femenina. La fragmentación anatómica, en tanto fantasmáticas tiene un carácter estructural; no se hace una parálisis, ni una anestesia, según las vías y la topografía de las ramificaciones nerviosas. Nada en la anatomía nerviosa recubre cosa alguna de las que se producen en los síntomas histéricos. Siempre se trata de una anatomía imaginaria. Lo simbólico da una forma en la que se inserta el sujeto a nivel de su ser. El sujeto se reconoce como siendo esto o lo otro a partir del significante. Síntesis de teóricos y prácticos. FREUD Histeria Los síntomas histéricos se encuentran en el cuerpo erógeno, libidinal, en una representación del cuerpo, en una imagen inconciente. Hay una multidimensionalidad del síntoma. Es una representación somática que ordena un tipo de síntoma que implica alguna zona del cuerpo. Una vez que se instala tiende a permanecer como tal. Predomina el proceso de condensación. Histeria de conversión, porque afecta a las inervaciones corporales, a las representaciones de la zona. Hay una represión más eficaz. Se habla de conversión histérica para designar un modo de arreglárselas con la angustia. Se habla de una bella indiferencia, porque la represión es exitosa en el tipo de esta patología, ya que no emerge la angustia, no se parece en nada esta angustia a la de las neurosis obsesivas. El síntoma histérico, se caracteriza por la bella indiferencia, es decir la producción de las amnesias a través de representaciones. El síntoma no genera angustia, en cambio en Hay una regresión a la fase fálica, es un modo edípica de relacionarse en una triangulación, donde hay un tercero excluido. La libido regresa a los objetos sexuales primarios incestuosos, pero nada que se parezca a una regresión a una etapa anterior de la organización sexual. El papel principal recae en la represión, esta es eficaz, y actúa como escoba que barre todo un campo, su contrapartida es la amnesia. La unificación de las pulsiones parciales bajo el primado de los genitales se ha cumplido pero sus resultados chocan con la resistencia del sistema Prcc enlazado con la CC. Hay síntomas somáticos, donde en excitación sexual siente displacer, hay una trasformación del afecto en asco. Contracción de la neurosis; (No quiere decir que toda frustración provoque una neurosis) Cuando se les quita la posibilidad de satisfacer su libido, por una frustración y sus síntomas son el sustituto de la satisfacción frustrada. La frustración es el factor externo accidental. Para producir efectos PATOGENOS tiene que recaer sobre la forma de satisfacción que la persona quiere con exclusividad, la ÚNICA de la que ella es capaz. Ante la frustración se hace una regresión (Icc) En donde Es decir, una vuelta al PUNTO DE FIJACIÓN. (Determinante del cuadro psicopatológico que se va construyendo en la vida adulta). Cuando se produzca el RETORNO DE LO REPRIMIDO SE HACE EN FORMA DE SÍNTOMA = ENIGMA A DESCIFRAR Se vuelve a MODALIDADES DE RELACIÓN CON EL OBJETO (propias de esta fase) El yo REPRIME pero lo reprimido siempre se fuerza por salir Se piensa al síntoma como enigma a descifrar, como que hay algo más allá que tengo que descubrir. Las neurosis actuales tienen una etiología sexual como también lo tienen las psiconeurosis: las neurosis de transferencia y las neurosis narcisistas. Freud fue más allá de lo descriptivo. Empieza desde la etiología o causa, ¿por qué? Una persona nace y va pasando por etapas del desarrollo libidinal. Hay una fase donde hay exceso de gratificación y otra de escasa. A lo largo del desarrollo libidinal todos atravesamos por un punto de fijación. Ante la frustración se hace una regresión que entendemos inconciente, es decir, una vuelta hacia el punto de fijación. Vuelve a modalidades de relación con el objeto propio de esta fase. Por ejemplo, no vuelvo a estar enamorado de mi padre. Lo triangular, la competencia de otro entre tres. Hay rasgos de carácter que no son patológicos. Cada uno de nosotros somos una combinación única de la educación que hemos recibido, de las identificaciones que hemos recibido e incorporado a nuestra predisposición. Esto se niega, es reprimido. Pero, lo reprimido siempre se fuerza por salir. Cuando se produzca el retorno de lo reprimido se hace en forma de síntoma. SÍNTOMA ES EL RETORNO DE LO REPRIMIDO, UN ENIGMA A DESCIFRAR. La palabra signo es de la medicina.- ¿Por qué? Freud dice que adentro de las ostras cuando entra un grano de arena, alrededor del grano de arena por efectos de la naturaleza se empiezan a formar capas de nácar. Si la ostra se abre uno ya no encuentra el grano de arena, sino una perla. La perla se encontraría en el lugar del granito de arena. Muchísimas veces la neurosis es ese granito de arena a raíz del cual se empieza a formar la psiconeurosis: va a ver represión, regresión, retorno de lo reprimido. Esto se observa en la clínica. ETIOLOGÍA DE LA NEUROSIS. A) Frustración B) Fijación de la libido que la empuja en determinadas direcciones. C) Inclinación al conflicto proveniente del desarrollo del yo que ha rechazado esas mociones libidinales. ETIOLOGÍA DE LA HISTERIA. A) Trauma psíquico: pareciera que las histéricas tienen una compulsión a repetir la escena traumática. Todas las histéricas “habían sido seducidas por un adulto”. El relato de todas las histéricas es un relato novelado. Todo esto tiene que ver con la teoría traumática, la cual es incompleta, y Freud la abandona y toma en su lugar la teoría de las fantasías que da pie al síntoma, y que Lacan denomina Fantasma. Fantasías sexuales son las que invisten una parte del cuerpo y son de carácter inconciente. En el caso de Dora, las fantasías tienen eficacia, son dominantes en las neurosis. Se la puede relacionar a la fantasía con la tos, afonía de Dora. Para Lacan el mecanismo psíquico que opera es la identificación, ya que dora tosía y se identificaba con la señora K, se identifica con la enfermedad de tuberculosis que había tenido su padre y que la señora K le había brindado sus cuidados. Se identifica con la señora y señor K, con la señora en el hecho que enfermaba cuando K volvía. B) Inclinación al conflicto: depende al desarrollo del yo. (traición de la señora K en cuanto a su yo (de Dora) y su papá). Aquí hay una cierta identificación con la señora K. hay deseos contrapuestos. Dada una frustración en la realidad vuelve por vía regrediente a puntos de fijación, y es acompañada por las fantasías, si el yo se opone hay perversión, sino el yo lo que hace es reprimir. Por ejemplo, cuando Dora bofetea al señor K en la escena del beso, todo era producto de sus fantasías. C) Conmoción de la esfera sexual: que es generada por acercamiento de un hombre que la desea. Mecanismos que están en juego en Dora: - DESPLAZAMIENTO: abrazo, siente una presión en el pecho, que en realidad es el desplazamiento de la presión del pene erecto en su vientre. - CONDENSACIÓN: todo síntoma es multideterminado. - PROYECCCIÓN DEL REPROCHE: “deja a la señora K”. mi padre busca su propia satisfacción. Es insincero. Dora poseía cierta incapacidad. Dora quería a la señora K, dormía con la señora K. Había encubierto la relación del padre con la señora K y luego lo censura. - GANANCIA PRIMARIA: me enfermo, me conviene antes de pensar. Por ejemplo la tos, no pienso en mi papá. - GANANCIA SECUNDARIA: ventajas que yo obtengo. Por ejemplo enfermarme, me permite quedarme con mi papá. AMOR DOBLE: a la señora K y al padre. Dora debía ocultar el amor por la señora K, esto es inconciente en el sentido más profundo. LA MOCIÓN DE LOS CELOS FEMENINOS ESTABA ACOPLADA EN EL INCONCIENTE CON UNOS CELOS COMO LOS QUE SENTIRIA UN HOMBRE. DORA TENÍA SENTIMIENTOS VARONILES (GINECÓFILOS). Freud habla de Bisexualidad, relacionada a la elección de objeto, y Lacan de Identificación imaginaria. Para Freud una histérica ama a una mujer y a un hombre. DORA PARA LACAN. El falo es el organizador de la cuestión edípica, va organizando lugares simbólicos. Mecanismo psíquico: identificación. Organismo recae en un órgano particular: aparato respiratorio, garganta. La libido reviste la representación del órgano. Esta conversión representa la práctica sexual de la paciente. Como el padre era impotente se satisfacía con sexo oral. Lacan va a decir que Dora no es homosexual, sino que no asume su femeneidad, renuncia a su masculinidad y queda preguntándose ¿qué es ser una mujer?, al formularse la pregunta ya es difícil poder llegar a serlo. No habría en Dora un complejo de Edipo bien tramitado, ya que ella pareciera la esposa de su padre. Dora sólo podía pensar en su padre, y esperaba algo a cambio. Se encontraba en la posición de una mujer traicionada (de que el padre engaña a su mamá). Al reconocer su castración le sobreviene el hijo como deseo. ¿Qué espera Dora con el pedido a su padre de que abandone a los K?, lo que espera es el falo, no puede convertirse en mujer para un hombre. El padre de Dora era impotente, por lo cual ella va a fantasear que él era potente, suscita el deseo. Mi padre es un hombre con recursos, pero sin recursos sexuales, es impotente. Es así que para preservar al padre como potente fantasea y sostiene que ese padre posee su falo que ella quiere. El padre aparece como castrado por la impotencia. La madre no suscita el deseo de ningún hombre, pero es el padre que no satisface por su problema a esa madre. En el caso de la histeria femeneidad y maternidad no son lo mismo. La mamá de Dora estaba ubicada en la maternidad, ya que era toda una madre, no era mujer. La madre no se presentaba femenina, pero el padre requeriría de su hija para poder sostener su deseo como cómplice. Aquí la función paterna es hacerse preferir, es así que el problema aquí es que el padre no se hace preferir por la madre de Dora, sino por la infancia de Dora. En una ocasión el padre de Dora le dijo a Freud que se hubiera separado pero que no lo hacía por sus hijos. Dora era el sostén del deseo del padre. Dora sostiene el deseo impotente del padre. EN DORA LO IMPORTANTE ES QUE NO SE RESULVE LA PREGUNTA POR LA FEMENEIDAD. HAY UNA FIJACIÓN AL PADRE, NO HAY DUELO POR EL FALO DEL PADRE. ¿QUÉ ES SER UNA MUJER? Pregunta que le hacemos al significante. Es la dialéctica del imaginario y simbólico en el complejo de Edipo. Esta pregunta intenta simbolizar el órgano femenino en cuanto tal. Su identificación al hombre (portador del pene) le es un medio para aproximarse. El pene le sirve de instrumento imaginario para aprehender lo que no logra simbolizar. Es cuando hay un otro que se acerca en función de ese sujeto que es una mujer. Cuando un hombre la aborda como mujer, le dice que la desea, a los catorce años Dora es deseada por otro, el señor K, en la escena del beso. Aquí empieza la cuestión de la histeria. Si lo relacionamos con el esquema Lambda, podemos decir: me reflejo en el otro y voy buscando que es lo que soy, (estadio del espejo). El yo de la histérica se identifica con el hombre (el señor K y el padre) responden a su pregunta, la aprende Dora de un tercero, es así que se sitúa en función del deseo del otro. ¿Cómo hace una mujer para situarse como mujer a partir del falo? Lacan parte de la pregunta histérica. Dice que no se trata de que la histérica sea bisexual, sino que alguien que no puede terminar de posicionarse como mujer ni responderse a la pregunta sólo lo hace más que precipitándose a una identificación del hombre. Lo que ocurre en la histeria es el efecto de la fragmentación ya que hay una parte del cuerpo que tiene sobrevalor por sobre otra zona del cuerpo. Esa zona es el cuerpo de la histérica, uno de los fragmentos adquiere el peso. Aparece como fragmentado el cuerpo de la histérica donde se genera el síntoma. Necesito identificarme para responder la pregunta neurótica. Síntomas de Dora: Desmayos Pérdida de conocimiento Tos Afonía Cansancio Falta de concentración El cuerpo de la histérica es imaginario, es decir, imaginario sobre la representación del cuerpo. Es el cuerpo erógeno, cuerpo libidinal, no es el cuerpo de la medicina 7 años: episodio de enuresis 8 años: asma, disnea. 12 años: migrañas, tos nerviosa, afonía. 18 años: desazón, cansancio, dispersión mental, enfrentamientos con el padre, desmayo, falta de concentración. Amnesia Dos escenas importantes: La del beso y la del lago. El señor K declara su amor a dora. Dora lo enfrenta, le cuenta a su padre y madre. El padre habla con el señor K, el cual desmiente lo sucedido. El padre le cree al señor K. dora les pide a sus padres que no vean, más a los K. No se cuestiona que K era casado, hay una seducción desde los regalos. En la escena del beso Dora siente asco; empieza a tener asco al comer, hay un trastorno del afecto (cuando en vez de experimentar un afecto se presenta otro afecto. Dora se haría las siguientes preguntas: ¿Qué tiene la mujer que es tan deseada?, ¿Qué de la mujer motiva al hombre? ¿Qué despierta el deseo? Dora no puede responder al deseo del otro. Según Lacan, la estructura está compuesta por el registro del significante y del significado, cada uno tiene su lógica y posibilitando su interpretación correspondiente. En el campo imaginario podemos establecer significados más o menos como se nos ocurra. No siempre Lacan relaciona el campo imaginario con lo simbólico. La práctica de los analistas se fascina con las formas imaginarias. ¿Qué organiza ese mundo y permite desplazarlo? Siguiendo el esquema Lambda, la primera relación que surge es de oposición e incluso se obstaculiza, lo imaginario hace de barrera a las determinaciones simbólicas. Hay una dependencia de lo imaginario a lo simbólico. El ideal del yo, tiene una función reguladora de la posibilidad de identificar. ¿Por qué Lacan se pregunta por el yo? La técnica analítica de los años 50 privilegiaba las técnicas del yo en términos de autonomía. Alianza terapéutica: se hacía con la parte del yo para recuperar la otra parte. Se trataba de hacer más fuerte al yo contra el ello. Lacan dice que fortalecer el yo empeora al paciente, el yo es la instancia que reprime, no tolera ciertas pautas de satisfacción, manteniendo vigente los síntomas. Lacan lee el yo autónomo de Freud, como un yo imaginario propio de la estructura de la neurosis general. Freud pone al yo en relación al carácter fantasmático imaginario del objeto. Según Lacan, el otro con minúscula es el del que tomó la imagen para identificarse, objeto rival y aquel con el cual me voy a tener que satisfacer. Su función es narcisista, el sujeto da punto de realidad a cualquier cosa. De aquí se desprende, ¿cómo usa de su yo para hacer la pregunta? “Habría una pregunta en juego que el yo formula secretamente”, y la podemos situar, si le damos al campo simbólico una vinculación con el significante, y el campo de lo imaginario un vínculo con el significado. Ningún significante tiene adosado un significado. Como sujetos estamos determinados por el significante. El significante en sí mismo no significa nada, el yo no encuentra una respuesta; es así que el yo se precipita en el lugar de la pregunta para no hacerla. Por ejemplo, en el Estadio del Espejo, el yo se apura a asumir como propia una imagen porque está amenazado de una fragmentación que incide todavía en su cuerpo. Me alieno porque me hago propia una imagen que no me es propia. No hay significación todavía porque es necesario que aparezca otro significante que en encadenación con otro forme una significación. Un niño no puede preguntar que es él para el otro. De esto no obtiene ningún significado. Es por esto que el yo se precipita, se apura y asume una imagen como propia (esencia del estadio del espejo) Estructura de la neurosis para Lacan: el significante que pone en juego es el falo, la operación que está en juego es la sexuación, relación viril con los semejantes. El significante falo a diferencia del DM se trata de un significante único, si el yo se pregunta de qué es ser una mujer, no hay otra respuesta, y entonces el sujeto a nivel del yo construye en el campo de lo imaginario que realiza esa pregunta de alguna manera son formularla. En el campo de la sexuación aparece la dificultad como más propia de la parte femenina para la realización de la pregunta. A las conclusiones que Lacan llega es que el campo de la sexuación humana no depende de lo anatómico para determinar la neurosis, no hay pulsión femenina o masculina que determine las acciones a seguir en la sexualidad humana. Solo se define el campo del significante que está en déficit, porque falta un significante que defina a la mujer como tal, por eso habla de una compensación imaginaria. Si bien el problema de la neurosis está en el terreno sexual, esta respuesta cada vez tiene menos que ver con la pulsión, y tiene más que ver con la falta de material simbólico. Quizás para el hombre es más simple si con el falo trata de hacer un significado para identificarse. Hay un doble riesgo: recurrir al material del significado con lo que ya conoce. Ser hombre es aquello que está en relación al deseo de la mujer, o que viene a completar a la mujer. La posibilidad que aparece como campo masculino con cierta mascarada, que funciona como elementos del yo ideal de cómo debería ser ese varón. El único deseo que una mujer puede tener respecto a un hombre es que la complete con un hijo y surge la pregunta: ¿qué ser una mujer? ¿Qué es una mujer? Dora es una manera peculiar de responder esta pregunta. Dora estaría integrada en un trío, donde hay dos hombre y una mujer. La señora K aparece como misterio de la femeneidad, por eso Dora se arrima a ella de una forma particular, este aprendizaje no le lleva a acercarse. No me puedo acercar como misterio. Dora al no poder acercarse a este tercero, como no se puede identificar con la señora K, se identifica con el señor K y su padre para no develar este secreto. Quizás identificándose con los hombres logra revelar ese misterio de ser mujer. Dora de la escena del beso, y de todos los cortejos del señor K, trata de poder responderse ¿qué es ser una mujer? Una mujer es aquella que causa el deseo de los hombres. El señor K le dice a Dora que no desea a su mujer, a lo cual la joven lo cachetea, porque él se sale de la escena. Si él dice que no la desea, para que lo vaya a desear. El señor K convoca a Dora como mujer, a donde ella no se puede sostener, pero ella sigue manteniendo su pregunta sin hallar solución. El histérico formula: “el yo adviene al lugar de una pregunta, asumo una identidad imaginaria” “El que se pregunta por el ser no lo es, y el que no se pregunta los es” Si aparece la pregunta obstaculiza el ser. Si alguien se sostiene en la pregunta se formula en el nivel del yo, se produce algo concreto: SINTOMA. Este último es la manera de darle cierta estabilidad a la posición del yo. Por ejemplo, cuando Dora visita a su prima, hija mayor de esa familia, soltera, cuya hermana menor está a punto de casarse, esta hermana mayor hace un síntoma, dolor de estómago, apendicitis. Esto que aparece está en relación a la pregunta, donde la otra hermana la va a aventajar. Dora se identifica con la prima entorno a la pregunta de qué es ser mujer, y por lo tanto aparece un síntoma similar (apendicitis y luego renguera), el yo queda fragmentado y adquiere cierto valor imaginario especial contrario al valor de Gestalt, sigue la lógica del estadio del espejo. La pierna que no logra mover en cierta manera representa el cuerpo de la histeria y representa esta pregunta. Cuando Lacan habla de estructura se refiere a la manera en que los registros se relacionan y donde el yo se pone en juego. Fantasías: es un componente de las neurosis, se puede recurrir a la cuestión de los sueños, donde el acto se realiza en otra que escena la oficial. Los sueños habilitan otra escena donde hay elementos de la realidad para que podamos manipular de otra forma. La neurosis se vale de otra escena para hacer lo contrario a la perversión. La otra escena pertenece al campo de lo imaginario, y es allí donde el neurótico intenta que el deseo se realice. Aunque el deseo busque realización, si pasa es reprimido y la fantasía queda inconciente. La fantasía es una escena, tiene un guión más o menos fijo. Hay ciertas fantasías sexuales que son siempre más o menos las mismas. La escena hace que la libido circule entre representaciones, y por eso una serie de ideas son capaces de provocar una excitación o un orgasmo. En Dora hay un elemento que rompe la escena: un señor que intenta acotejarla. Hay una doble relación de la fantasía: espacio de satisfacción de la libido, las fantasías comandan la satisfacción del síntoma, es un sostén de ciertas cosas que le pasan a las personas.