El Rey Juan Carlos I abdica - Fundación Ciudadanía y Valores

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El Rey Juan Carlos I
abdica
1975- 2014
FUNCIVA
FOCO DE ACTUALIDAD
ÍNDICE
Don Felipe pondrá en valor la institución monárquica desde el primer día, ABC.................................pág. 6
Felipe VI será coronado antes de un mes, ABC........................................................................................pág.7
Madurez, preparación y responsabilidad: los valores que el Rey destaca del Príncipe, ABC.................pág.9
Un monarca necesario , Editorial, El País.........................................................................................................................................pág. 11
La utilidad de un rey, Juan luis Cebrián, El País................................................................................................................................pág.13
Aire fresco, Antonio Caño, El País.......................................................................................................................................................pág.14
La férrea neutralidad de un rey, Soledad Gallego Díaz, El País................................................................................................... pág. 15
Último servicio a la democracia, Santos Juliá, El País.....................................................................................................................pág.16
Un pilar de la integración europea, Claudi Pérez/ Lucía Abellán, El País..................................................................................pág.18
Los 39 años de Juan Carlos ‘El Breve’, María Jesús Hernández, El Mundo..................................................pág.21
Un Rey para emprender las reformas que necesita España, Editorial, El Mundo................................................................. pág. 24
Voluntad de renovación, José Luis Rodríguez Zapatero, El Mundo..................................................................pág. 26
Gracias Majestad, Jesús Posada, El Mundo..............................................................................................pág. 28
Es la hora del pueblo, Cayo Lara, El Mundo.........................................................................................pág.29
El mejor Rey de nuestra Historia,Victoria Prego, El Mundo........................................................................pág. 31
Abdicación del Rey: una ley ‘ad hoc’redactada hoy en La Moncloa, El Mundo.....................................................................pág.32
Un Rey ejemplar hasta el final, Editorial, La Razón.......................................................................................pág.34
El gran reto de Felipe VI, Fernando Rayón, La Razón............................................................................pág.35
El Rey que supo abdicar, Javier Carballo, El Confidencial...................................................................................pág.39
Don Felipe de Borbón, el Príncipe mejor preparado de la historia de España, Ángel Collado, El Confidecial....pág. 41
El Rey abdica para salvar a la Monarquía de la crisis institucional, José Antonio Zarzalejos, El Confidencial.............. pág. 43
Un 2 de junio, histórico, José Oneto, República.com...........................................................................pág. 46
El Rey abdica y hace bien, Pablo Sebastián, República.com................................................................pág. 48
El relevo y la liturgia, Fernando González Urbaneja, República.com...................................................pág.50
La hora del príncipe Felipe, Marcello, República.com.........................................................................pág.53
El primer embajador economico, Primo González, República.com.....................................................pág. 56
Nueva generación, cambio epocal, segunda transición, José Javaloyes, República.com.....................pág.55
El Gobierno pisa el acelerador: el Príncipe de Asturias se convertirá en el Rey Felipe VI antes de un mes,
José Alejandro Vara, Voz Pópuli............................................................................................................pág. 58
El rey no tenía otra opción, Ignacio Escolar, El Diario.es.........................................................................pág.60
Clima de renovación, Editorial, La Vanguardia...................................................................................pág. 62
España, en reset, Enric Juliana, La Vanguardia...................................................................................pág. 63
Empresarios y políticos glosan la figura de Juan Carlos, I,M.G.Mayo/B.Amigot, Expansión............pág. 66
¿Por qué ha abdicado el ReY?, El Confidencial Digital.......................................................................pág.69
Abdicación del Rey.................................................................................................................................pág. 73
Discurso de Mariano Rajoy.....................................................................................................................pág.74
Discurso de su Majestdad el Rey a los españoles....................................................................................pág.75
El Rey Juan Carlos I abdica
H
ace apenas tres meses despedíamos al
primer presidente de la democracia, Adolfo
Suárez, y destacábamos en el Foco de Actualidad,
que por una vez todas las editoriales coincidían
en el respeto y la admiración hacia el presidente.
Hoy la noticia es la abdicación del Rey, el mismo
rey que confió en Suárez para dirigir la transición
española y convertir a España en una Monarquía
Constitucional. El Rey que facilitó la democracia
cede la corona a su hijo Felipe para avanzar en la
modernización de la ya asentada Monarquía.
Algunas editoriales lo califican de rey útil, otros
van más allá y lo califican como el mejor rey
de la historia de España. En cualquier caso un
rey querido y respetado por su labor y acierto
en momentos cruciales de la historia de España. No en vano, a lo largo de estos años no han
faltado quienes se han considerado asimismo
“juancarlistas”, para significar que pese a no ser
monárquicos mostraban su adhesión al Rey.
Le toca el turno a una nueva generación en la persona de Felipe VI.
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ABC
El Rey Juan Carlos I abdica
Don Felipe pondrá en valor la institución monárquica desde el
primer día
El Príncipe de Asturias, que reinará como Felipe VI, va a poner en valor la institución monárquica desde
el primer día. Porque lo más importante que da la Monarquía al país es una estabilidad y previsibilidad. Por
más imprevisible que fuera la renuncia del Rey anunciada esta mañana por el presidente del Gobierno, la
Corona ofrece la estabilidad de un recambio formado desde que el Rey asumió el trono en 1975. [Don Felipe, preparado para el trono, en imágenes]
Felipe VI tiene una preparación labrada con los mejores maestros de España y del mundo. Ha asistido a casi
todas las tomas de posesión de los presidente iberoamericanos del último cuarto de siglo. No puede haber
mejor escuela de Gobierno que haber tenido como interlocutores a los presidentes salidos de las urnas en la
América Hispana. Y el valor de esa escuela está no sólo en los estadistas que Felipe VI ha conocido ya. Está
también en los presidentes delincuentes y criminales que conquistaron el poder por las urnas y han acabado
en la cárcel. Y Don Felipe ha conocido a más de uno. Eso tiene un valor especial para su condición de
Monarca constitucional. [Así estamos contando la abdicación del Rey, en directo en ABC.es]
A lo largo de estos años el Príncipe de Asturias ha participado activamente en foros en los que desde su
posición de presidente de honor interviene activamente en debates de ideas. Sabe escuchar, tanto cuando se
reúne con amigos, como cuando está rodeado de personalidades. Y ha demostrado que es capaz de poner de
su parte lo necesario para adaptar la institución monárquica a los nuevos tiempos.
La Corona, que es el símbolo de la unidad nacional por antonomasia, ha tenido en el Príncipe de Asturias y
de Girona un peón en la partida de mayor gravedad institucional que vive España hoy en día: la de la amenaza secesionista. Don Felipe creó una Fundación Príncipe de Girona para ayudar a cohesionar Cataluña con
el resto de España y en los últimos años ha tenido esa comunidad en su agenda de manera prioritaria. El de
integrar es un papel prioritario para el titular de la Corona. Y Don Felipe ha demostrado su voluntad y capacidad de jugarlo desde el primer momento.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Felipe VI será coronado antes de un mes
L.L.C. / MADRID
El Consejo de Ministros se reúne mañana a las 12 para iniciar la tramitación de la ley orgánica que regulará
una sucesión que se habrá consumado en el Parlamento antes de un mes
La solemne coronación ante las Cortes General del Príncipe de Asturias como Felipe VI tendrá lugar dentro
del plazo de un mes, según han señalado a este diario señalado fuentes parlamentarias, que han subrayado
que el Consejo de Ministros extraordinario que se reúne mañana dará luz verde a la tramitación de la ley
orgánica que regulará la abdicación y la sucesión.
Los letrados del Congreso están ya estudiando los detalles del proceso de sucesión ya que para que sea efectiva la abdicación del Rey es necesaria la aprobación por las Cortes de esa Ley orgánica que defina los términos de la sucesión a la Corona. Y es que la abdicación del Rey se presenta como un mecanismo un tanto
desdibujado en el diseño constitucional.
Cuestiones como el procedimiento de comunicación a las Cortes Generales, la necesidad de autorización
parlamentaria previa, la posibilidad de una negativa de las Cámaras o el refrendo del acto de abdicación
son las que tendrá que resolver la ley orgánica que está previsto que apruebe mañana el Consejo de Ministros.
Una vez que el Gobierno apruebe mañana martes el texto, éste deberá recibir el visto bueno de la Mesa
del Congreso que abrirá un plazo para que los grupos parlamentarios presenten enmiendas. Las leyes
orgánicas, aquellas relativas al desarrollo de los derechos fundamentales o la Corona, necesitan de la mayoría absoluta del Congreso para ser aprobadas, en una votación final sobre el conjunto del texto.
Una vez que la norma obtenga el visto bueno de la Cámara Baja pasará al Senado y, si éste no introduce
modificaciones, quedará aprobada definitivamente. Las fuentes consultadas han indicado que los plazos
pueden ser muy breves, y en poco más de una semana la Ley podría estar definitivamente aprobada, con lo
que la abdicación del Rey sería efectiva.
No obstante, todo depende de los ritmos que marque la Casa del Rey, el Gobierno y los grupos parlamentarios. En ese momento, y una vez que la ley orgánica quede publicada en el Boletín Oficial del
Estado(BOE) se activará el mecanismo constitucional de sucesión de la Corona.
El Príncipe Felipe será proclamado Rey ante las Cortes Generales reunidas en el Congreso. Tampoco hay
fecha para ese momento, aunque lo previsible es que coincida con la publicación en el BOE de la abdicación del Rey, o como mucho se produzca en los días posteriores, ya que de lo contrario habría que nombrar una Regencia que recaería también en el Príncipe de Asturias, según han indicado las fuentes consultadas.
En ese acto solemne, que el Congreso ya ha comenzado a perfilar,Felipe VI prestará juramento de desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución Española y las leyes y respetar los
derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas, según reza el artículo 61 de la Constitución.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Si se cumplen las previsiones, la coronación se celebrará en el salón de plenos del Congreso ante diputados y senadores y altas instituciones del Estado, en una imagen que recordará a la de su padre, Juan Carlos I,
cuando accedió al trono el 22 de noviembre de 1975.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Madurez, preparación y responsabilidad: los valores que el Rey destaca
del Príncipe de Asturias
1I M. / MADRID
Madurez, preparación y responsabilidad. Son algunos de los valores que este lunes el rey Juan Carlos ha
destacado sobre el Príncipe Felipe en el discurso para anunciar su abdicación. [Así hemos contado la abdicación del Rey en directo]
El Príncipe de Asturias se convertirá en Felipe VI y, aunque el anuncio haya sido inesperado, este cambio
ofrece dos vertientes, tal y como ha destacado Don Juan Carlos en su discurso: la estabilidad de la Corona
—de un recambio formado desde que el Rey asumió el trono en 1975— y el impulso de una nueva generación.
«Mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución
monárquica», ha destacado Don Juan Carlos.
«Tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del Estado». Don Juan Carlos ha considerado que el Príncipe de Asturias está cualificado
para «abrir una nueva etapa de esperanza» en la que se combinen «la experiencia adquirida y el impulso de
una nueva generación».
Felipe VI tiene una preparación labrada con los mejores maestros de España y del mundo. Ha asistido a
casi todas las tomas de posesión de los presidente iberoamericanos del último cuarto de siglo. Ha participado
activamente en foros en los que desde su posición de presidente de honor interviene activamente en debates
de ideas.
En definitiva, se trata de una persona «en inmejorables condicionespara asegurar la estabilidad»,
según ha dicho Don Juan Carlos.
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EL PAÍS
El Rey Juan Carlos I abdica
Un monarca necesario
El Rey que facilitó la democracia cede la Corona para profundizar en la modernización
2 JUN 2014
Los más de 38 años de servicio del rey don Juan Carlos en el trono de España, del que abdicó hoy, se confunden con los de la democracia, finalmente recobrada tras una larga y negra dictadura.
Suya fue la primera gran decisión de renunciar a los poderes absolutos heredados del dictador, lo cual permitió organizar la democracia y elaborar la Constitución, en la que las funciones del Rey quedaron ajustadas
a las usuales en otras monarquías parlamentarias. Suya fue también la determinación de intervenir contra
los golpistas del 23-F, salvando una situación de gravísimo peligro para la continuidad de la democracia. Y
suya ha sido la decisión de abdicar, lo cual deposita la responsabilidad de la Jefatura del Estado en la persona constitucionalmente designada para ello, don Felipe de Borbón.
Nadie puede negar a don Juan Carlos la utilidad de sus servicios a los españoles ni la iniciativa demostrada
en los momentos más importantes. Cada una de esas tres grandes decisiones marca un proceso de extraordinario valor, incluida la sorpresa de su abdicación. Porque no se trata solo de proceder protocolariamente al
relevo en la Jefatura del Estado, sino que este paso, meditado por el Monarca desde hace meses, facilitará la
necesaria modernización y renovación de un sistema institucional necesitado de enfrentarse a los desafíos
del futuro, como el propio don Juan Carlos supo hacerlo respecto a los del pasado.
Entre las grandes decisiones de su reinado y la renuncia comunicada este lunes han transcurrido periodos
diferentes en la vida del Rey. Lo más importante ha sido su neutralidad respecto a las contiendas partidistas
y el escrupuloso respeto a los procedimientos constitucionales, visibles en cada relevo en el Gobierno del
Estado. Las cualidades demostradas por don Juan Carlos han contribuido decisivamente a la utilidad de la
Monarquía porque, sin participar de ninguna de las opciones en conflicto, también ha atendido la labor moderadora y arbitral asignada al Rey por la Constitución.
Don Juan Carlos impulsó el cambio constitucional y mostró neutralidad ante las contiendas partidistas
Es cierto que don Juan Carlos ha tenido periodos de mayor y menor brillantez en el desempeño de sus funciones, y es forzoso reconocer que ello ha coincidido con las etapas de los diferentes presidentes del Gobierno. Adolfo Suárez y Felipe González —con el interregno de Leopoldo Calvo-Sotelo— supieron sacar
partido al Rey, acentuando así los periodos de mayor incardinación con las necesidades y expectativas de los
españoles. No fue así en la etapa de José María Aznar, un tanto celoso de la popularidad y del prestigio de
don Juan Carlos, ni en la de José Luis Rodríguez Zapatero.
Han llegado después sus problemas físicos y un error personal por el que el propio Monarca supo pedir excusas a los españoles. En plena recuperación de las intervenciones quirúrgicas sufridas, el Rey ha hecho esfuerzos para recobrar la confianza de la ciudadanía y ha meditado el momento más oportuno para proceder a
su propia sustitución. Es ley de vida que sea así: nadie le ha presionado ni obligado a ello.
En la línea de lo que han empezado a hacer otras casas reales europeas, que tampoco esperan a la muerte del
monarca para proceder al relevo, don Juan Carlos abdica porque es plenamente consciente de la necesidad
de un cambio en la Jefatura del Estado. El Rey sabe muy bien que esta no pertenece a la familia real, sino a
los españoles: por eso ha preparado el relevo y se aparta voluntariamente, cuando se necesita una etapa de
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El Rey Juan Carlos I abdica
transformaciones —entre otras, una reforma constitucional— bajo el arbitraje y la moderación de un nuevo
jefe de Estado, el príncipe don Felipe de Borbón, cuya edad, 46 años, se encuentra mucho más cercana a la
media de los españoles de hoy, y a quien por ello cabe suponer mucho más próximo a su sensibilidad.
Don Felipe, cuya edad se acerca a la media de los españoles, tendrá que arbitrar las nuevas reformas
La noticia fue comunicada por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, antes que por el propio don Juan
Carlos. Es verdad que el jefe del Gobierno y de la mayoría parlamentaria tiene ahora un papel esencial para
poner en marcha los mecanismos constitucionales necesarios para formalizar el cambio de titular de la Corona, pero también lo es que el Rey debería haber sido el primero en explicar su decisión personalmente a
los españoles.
El proceso de relevo se produce en un entorno de plena normalidad y dentro de los cauces constitucionales.
No cabe dudar del apoyo del Partido Popular, ni tampoco del principal partido de la oposición, cuyo líder,
Alfredo Pérez Rubalcaba, sin duda estaba informado del proceso en marcha y prestará toda su colaboración,
puesto que la estabilidad parlamentaria no está en juego en el proceso abierto en su partido.
Que el cambio se efectúe en plena normalidad no significa que don Felipe de Borbón herede una situación
plenamente estable y tranquila, ni que la institución monárquica goce ahora de general reconocimiento. Al
contrario, España atraviesa por múltiples problemas, desde la desafección de una parte de la ciudadanía hacia los resultados del sistema institucional existente, hasta la amenaza secesionista en Cataluña. Pero el heredero de la Corona ha dado sobradas muestras de saber estar y de saber hacerlo.
La nación es la verdadera fuente de legitimidad de la Monarquía. Don Felipe tendrá que ganarse ahora la
confianza de los españoles, profundizando en las cualidades demostradas por su padre y facilitando la modernización que España necesita con urgencia. No solo hereda un reinado de paz, progreso y entendimiento,
sino problemas de muy diversa índole en los que se espera al futuro Rey.
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El Rey Juan Carlos I abdica
La utilidad de un rey
Don Juan Carlos se hizo cargo de la Jefatura del Estado en momentos mucho más difíciles que los que ahora vivimos
JUAN LUIS CEBRIÁN 2 JUN 2014
Es comentario habitual entre algunos de los integrantes de las monarquías europeas que la institución de la
Corona, allí donde existe, pervivirá mientras siga siendo útil a la ciudadanía de sus respectivos países. Si
este es el criterio por el que habría que medir la gestión del rey Juan Carlos, sería fácil otorgarle un sobresaliente cum laude. Tildado por Santiago Carrillo, en la agonía del franquismo, como Juan Carlos El Breve, el propio secretario
general del Partido Comunista Español acabó reconociendo los grandes servicios que el Rey prestó a la
causa de la democracia y de la libertad de los españoles, y que explican por sí solos la larga duración de su
reinado. Es más que probable que, aun sin la Corona, la España posterior a la dictadura hubiera conseguido
la instauración de un régimen democrático. Pero con toda seguridad hubiera sido mayor el precio por pagar
y más difícil el camino por recorrer. La presencia y actitud del Monarca, definido en su día por un líder
político como el motor del cambio, resultaron definitivas a la hora de la modernización de nuestro país, su
inclusión en el concierto de las naciones defensoras de las libertades democráticas, y la obtención de la estabilidad política y social que hemos vivido durante las últimas décadas. Quienes de una manera u otra formamos parte de la generación de la Transición somos testigos de ello. Por eso el Rey gozó desde hora temprana
del apoyo y reconocimiento de los partidos políticos y organizaciones sociales que respondían a emociones
republicanas, pero para los que era prioritaria la recuperación de las libertades.
No nos encontramos sólo ante un relevo generacional, sino ante un cambio de época en el que nuevamente la institución
puede y debe servir de ayuda a la hora de solventar los serios problemas que enfrentamos
La sucesión en el trono se va a producir en momentos especialmente delicados de la vida española, acosados
los ciudadanos por la crisis económica, desorientada la clase política, huérfano el país de los liderazgos necesarios, e inmerso en una confusión que amenaza tanto la cohesión territorial como la social. De forma que
la utilidad de la institución monárquica sigue siendo un buen parámetro a la hora de apoyar esta nueva verdadera transición que constituye la asunción del trono por el Príncipe de Asturias. No nos encontramos sólo
ante un relevo generacional, sino ante un cambio de época en el que nuevamente la institución puede y debe
servir de ayuda a la hora de solventar los serios problemas que enfrentamos. Sin duda el más evidente desde
el punto de vista estructural es la desafección creciente hacia el Estado que se percibe en Cataluña. La exasperante pasividad del Gobierno a este respecto no ha hecho sino empeorar las cosas. Por eso, si ya parecía
evidente que era precisa una reforma constitucional que garantizara la continuidad del sistema emanado de
la Transición, el paso dado este mismo lunes por el Rey la justifica aún más.
Para los que temen en este sentido verse abrumados por la acumulación de problemas, como pretexto para
no enfrentarlos, conviene recordar que don Juan Carlos se hizo cargo de la Jefatura del Estado en momentos mucho más difíciles que los que ahora vivimos, y con menos resortes para responder a la situación. Una
reforma adecuada del sistema constitucional, pactada entre las fuerzas políticas y sometida a la consulta y
aprobación de los españoles, ayudaría mucho a que el reinado de don Felipe, a quien nadie atribuye hoy el
adjetivo de Breve, sea tan fructífero y duradero como el de su padre.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Aire fresco
El problema de don Felipe será devolver a esta nación la ilusión que la crisis ha destruido
ANTONIO CAÑO 2 JUN 2014 - 15:07 La semana pasada, este periódico publicó un editorial que cobra hoy fuerza y vigencia. Su título, Garantía de futuro, era el
recordatorio de que la máxima institución de nuestra democracia tiene un brillante porvenir y que la jefatura del Estado pasará a manos de un hombre altamente cualificado, prudente, atento a los deseos de la sociedad de la que forma parte y consciente de la particular relación de la Corona española con un pueblo que no es vocacionalmente monárquico.
Hace más de 20 años ya escuché a don Felipe, entonces un joven estudiante, explicar que solo reinaría si los españoles así
lo querían, y que todos sus esfuerzos estarían dedicados a ganarse el respeto, el cariño y la confianza de los ciudadanos, tal
como su padre le enseñó.
Desde aquel momento, el Príncipe ha sabido actuar en esa dirección. Tanto en sus constantes recorridos por España como en
sus frecuentes viajes al extranjero, ha demostrado sensibilidad en los momentos de dolor, interés por el progreso de un país
que es hoy muy diferente al de la coronación de don Juan Carlos y responsabilidad en la defensa y la promoción de los intereses de España. Es especialmente relevante la asiduidad con la que don Felipe ha visitado en los últimos meses Cataluña,
cuya lengua ha aprendido y donde tiene su primer gran reto.
El Príncipe será coronado a los 46 años. No es ya un muchacho, pero sí es aún un representante de la generación que está
asumiendo las máximas responsabilidades en la política, la economía y otras áreas decisivas para definir el futuro. Le corresponde, por tanto, capitanear ese relevo generacional.
Algunos modelos del pasado están ya agotados, como lo están algunas de las figuras que los desarrollaron. El clamor del
país por aire fresco, nuevas ideas y nuevas energías es evidente para todo aquel que esté en contacto con la calle.
El Príncipe puede traer ese aire. Don Felipe ha seguido de cerca la transformación que se ha producido en el mundo en las
últimas décadas, incluidos los movimientos en otras monarquías europeas; conoce las nuevas tecnologías y las personas que
están marcando el horizonte hacia el que nos movemos todos. Será sencillo para él identificar cómo viven hoy los jóvenes y
qué es lo que quieren.
El éxito de su reinado depende de ello. España es hoy un país sometido a muchas incertidumbres. Nada se puede dar por
descontado. Una encuesta reciente publicada por este periódico demostraba que una mayoría de menores de 35 años ve
con buenos ojos el relevo en el Trono, pero al mismo tiempo se declara republicana. Esa es una realidad desde hace mucho
tiempo y, probablemente, lo seguirá siendo en las próximas décadas.
No debe ser eso un problema para don Felipe, que cuenta con muchos amigos que también son republicanos. Su problema
será el de responder a las expectativas, devolverle a esta nación la ilusión que la crisis económica y las disfunciones de las
principales instituciones han destruido.
No será fácil. Esta es, en estos momentos, una sociedad profunda y justificadamente escéptica. Después de múltiples casos
de corrupción y mal gobierno, los españoles tienen razones sobradas para dudar de sus dirigentes.
Don Felipe, que ha sabido salir incólume de los malos tiempos sufridos también dentro de su propia familia, posee hoy una
oportunidad única de levantar los ánimos de sus compatriotas. Capacidad tiene para hacerlo. Hace falta también que encuentre la inspiración y la valentía que se requerirán para conseguirlo.
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El Rey Juan Carlos I abdica
La férrea neutralidad de un rey
SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 2 JUN 2014
La primera reacción del rey don Juan Carlos cuando la Comisión Constitucional aprobó el artículo 2 de
la nueva Constitución españolafue exclamar: “¡Me acaban de legalizar¡”. Don Juan Carlos fue consciente
desde el primer momento de que la institución monárquica no podía tener otro arraigo en España que la propia Constitución, una ley democrática, sometida a referéndum, y siempre ha ajustado su comportamiento a
ese principio. Don Juan Carlos basó su éxito, y el de la institución, en su capacidad para mantener alejada
la Corona de cualquier tipo de contienda partidista y escrupulosamente ligada al texto de 1978. Una férrea
neutralidad política, impuesta por el Rey a sí mismo, al Príncipe de Asturias y a los restantes miembros de
la Familia Real, de los que nunca se ha conocido la menor opinión al respecto y que, a veces, no ha sido suficientemente valorada.
Don Juan Carlos habrá sido hasta el final un jefe del Estado preocupado por las instituciones. Su decisión de
abdicar, anunciada hoy, responde plenamente a esa conciencia, a la convicción de la que las instituciones se
salvan cuando son sus protagonistas quienes asumen los errores. Cuando no se consiente que los ciudadanos
tengan la terrible impresión de que nada tiene consecuencias políticas. Han pasado cosas. Y en el caso de la
monarquía, tienen consecuencias. Es una gran noticia y una novedad en un país donde otras instituciones,
desde los partidos políticos hasta el propio Gobierno, actúan como si no existiera relación entre una cosa y
otra.
La popularidad de la monarquía, excesivamente centrada en la persona del propio don Juan Carlos, ha sufrido daños, fundamentalmente debido a la implicación de la infanta Cristina y de su marido en el escándalo
Noos. También, aunque en menor medida, por la falta de reflejos en notar que la percepción pública de la
ejemplaridad, que durante décadas se vinculó solo a la actuación política, había pasado también a exigirse
en el ámbito de la vida privada. Todo ello, unido al evidente declive físico del Rey, abrió, por primera vez,
el debate sobre la manera en la que se ejercía la Jefatura del Estado y sobre la eficiencia de quien ocupaba el
cargo.
Una vez tomada la decisión de abdicar en el príncipe de Asturias, la mayor dificultad estribaba en encontrar
el momento más adecuado para iniciar el proceso de sucesión. El calendario, cuajado de aquí a 2016 de citas
electorales, no dejaba muchas opciones: o actuar con rapidez o esperar a después de los comicios generales
de 2015, con un nuevo Parlamento sobre cuya composición caben muchas especulaciones. La prudencia
debió imponer la rapidez. No parece tampoco que ninguno de los problemas que aquejan a la sociedad española pueda tener solución a corto plazo, así que ningún escenario próximo es mejor que el actual para ceder
al príncipe Felipe la representación del Estado.
Han pasado casi 40 años desde el día en el que don Juan Carlos asumió la Corona y 38 desde que fue “legalizado” como Jefe del Estado. Una gran etapa democrática que cambio la vida de los españoles y una etapa
en la que el Rey necesitó una gran inteligencia política. Una inteligencia que no se le dio nunca por supuesta
y que, sin embargo, demostró fehacientemente, hasta el mismo día en el que anunció su abdicación.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Último servicio a la democracia
Toda democracia exige reformar y renovar sus cimientos
Hay que evitar nuestra secular manía de tejer y destejer
La abdicación del rey Juan Carlos I cierra el mejor y más fructífero periodo de la monarquía constitucional
en España. El primer rey de la misma dinastía borbónica que juró marchar el primero por la senda constitucional, Fernando VII, resultó muy pronto un rey perjuro. Su hija acabó sus días en el trono cuando aún no
había cumplido cuarenta años expulsada, como imposible señora, por sus propios partidarios. El nieto de
Isabel, Alfonso XIII, salió entre coplas de las gentes echadas un buen día de abril a la calle, como resultado,
por cierto, de unas elecciones municipales.
La duración del reinado de Juan Carlos I ha roto esa especie de maleficio que ha llevado a España al primer
lugar de la clasificación de reyes depuestos. La razón consiste en que, por vez primera en nuestra muy asendereada historia, la monarquía se ha reconciliado definitivamente con la democracia, y no porque desde el
origen Juan Carlos haya sido un rey demócrata sino porque la Constitución de 1978 relegó al olvido una
constante de las constituciones españolas del siglo XIX: que el Rey era, con las Cortes, soberano.
Liquidada la soberanía regia, convertidos pues todos los españoles en único sujeto de soberanía, España entró en un proceso de construcción de un Estado democrático que procedió a una profunda distribución del
poder territorial con el desarrollo de las autonomías regionales. Dicho de otro modo, entró en un proceso del
que las crisis son como una segunda naturaleza: no hay ejemplos en que las democracias se hayan prolongado durante décadas sin experimentar crisis profundas; la española, por sus frágiles bases en una desdichada
historia, no podía ser menos, como ya en 1981 se puso de manifiesto.
Pero es propio también de las democracias, y solo de ellas, encontrar soluciones para las crisis que de manera intermitente amenazan sus fundamentos. En esta capacidad de encontrar caminos de salida a sus crisis,
las democracias gozan de clara superioridad sobre las dictaduras o los estados totalitarios que, simplemente,
se descomponen y acaban por hundirse. Por los recursos de que dispone, si no es asaltada desde el interior o
desde el exterior por ejércitos rebeldes o conquistadores, las democracias acaban encontrando el camino para
salir de sus crisis... hasta la siguiente.
Lo que sufrimos en España no es, como tanto se repite, el agotamiento de un supuesto “régimen” inventado
en 1978. Lo que realmente sufrimos al menos desde hace una década, cuando se hizo evidente la necesidad
de reformar la Constitución y las leyes que han dado origen al sistema de partidos, es la parálisis de los partidos políticos para abordar esa reforma. Pues si, en efecto, la democracia es el único sistema de poder que
sufre crisis en la misma medida en que es capaz de superarlas, también es cierto que por su propia naturaleza
toda democracia exige reformar y renovar sus cimientos y sus prácticas si quiere enfrentar los nuevos retos
que plantea el paso del tiempo y la aparición de nuevos problemas y nuevas generaciones.
No se ha procedido a esas reformas y ahora solo queda, al parecer, decretar la muerte del llamado régimen
del 78. Pues no; lo que queda por hacer es que las instituciones construidas durante estos años y los agentes
que las administran recuperen la iniciativa perdida por completo desde que estalló la crisis económica, social y política en la que seguimos sumergidos. Instrumentos para recuperarla no faltan, lo que se necesita es
ponerlos en acción, tomar decisiones, impulsar un profundo programa de reformas que eviten, por una vez
en nuestra secular manía de tejer y destejer, partir de nuevo de cero, pensar que se puede edificar un futuro
sobre un paisaje calcinado.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Por un azar, en el que no falta un elemento de virtud, de fuerza, esa renovación comienza por la cabeza institucional de nuestra forma de Estado. No es el mejor de los augurios posibles que haya ocurrido la semana
después de unas elecciones en principio europeas pero suficientes para poner en estado de ebullición a un
sistema de partidos que sus dirigentes habían creído eterno. Pero si esas elecciones, o su resultado, despiertan el alma adormecida de los dos exgrandes partidos y les induce a promover y consensuar con otras fuerzas políticas las reformas necesarias, la abdicación del rey habrá sido el último acto de un largo y fecundo
servicio, no ya a la Corona, sino a la democracia, que es, al cabo, lo que más importa.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Un pilar de la integración europea
El Rey personifica en Bruselas la transición democrática de España y su ingreso en la UE
• ESPECIAL Todo sobre la abdicación del Rey
CLAUDI PÉREZ / LUCÍA ABELLÁN Bruselas 2 JUN 2014
Juan Carlos I personificó en Europa la transición desde la dictadura franquista hasta la democracia y el ingreso en la actual Unión Europea. El Rey ha sido en los últimos casi 40 años una especie de contrafigura de
Francisco Franco en Europa, según las fuentes consultadas en la Comisión Europea, en el Consejo Europeo
y en la Eurocámara. Así fue desde finales de los años setenta: en medio de las negociaciones sobre el acceso
de España a las comunidades europeas, y con una acuciante necesidad de estabilidad para allanar ese camino, era visto en Bruselas como el envés de Franco, un jefe de Estado que no viajaba ni sabía idiomas, frente
a una figura de renovación, capaz de hablar varias lenguas y con habilidades diplomáticas, apto para pilotar
la transición política desde una sociedad cerrada a un régimen de libertades, que quería ser homologable a
Europa.
“Representa para los europeos un ejemplo en el que inspirarse”, según la Comisión
El presidente de la Comisión, Europea, José Manuel Durão Barroso, calificó al Rey como “artífice y defensor de la democracia” y “valedor fundamental del europeísmo y de la modernidad de España durante los 39
años de su reinado”. “Figura histórica, sin él no se entendería la España actual. Personalmente y en nombre
de la Comisión Europea quiero expresar mi profunda admiración por los valores que encarna; representa
para todos los europeos un ejemplo en el que continuar inspirándonos”, aseguró. Barroso está “convencido”
de que el futuro rey Felipe VI afrontará “con gran sentido de responsabilidad” las necesidades de España y
garantizará, “con su personalidad y su preparación”, la continuidad de la labor de su predecesor.
Aunque siempre había gozado de aprecio, el Monarca se ganó el respeto definitivo de los dirigentes europeos con su papel en el golpe de Estado del 23-F. “¡Un gran tipo!”, dijo de Juan Carlos I el excanciller
alemán Helmut Schmidt, según relata Enrique Barón en su libro Más Europa, ¡unida!Pese a ser nombrado
directamente por Franco, se erigió en el continente como el símbolo de que España había dejado atrás su
pasado. En sus primeros viajes por Europa, incluso después de designar a dedo a Adolfo Suárez —ministro
secretario general del Movimiento antes de convertirse en gran artífice de la Transición—, “se vio que, con
su presencia, la democracia española, todavía joven, apasionaba”, según fuentes europeas.
Durante esos años, España esculpió su imagen continental hasta el ingreso en la CEE, el 12 de junio de
1985, con la firma solemne en el Palacio Real. El epítome de esa relación entre don Juan Carlos y Europa
es esa rúbrica, que llegó tres años después de la concesión del premio Carlomagno, en 1982. El jurado le
premió por los méritos demostrados “al servicio de la reconciliación y la cooperación internacional en Europa” y por su contribución a la defensa de las libertades en España. En su discurso en Aquisgrán, habló de
Europa como “escuela general de civilización”, destacó los lazos entre España y la futura Unión y advirtió
de que una “Europa cerrada, egoísta, desdeñosa de los demás, sería ciertamente menos europea”.
Su labor allanó el camino para su adhesión a la Comunidad
Atlantista convencido, uno de los gestos que en Bruselas se valora como ejemplo de europeísmo del Rey fue
la decisión de enviar a su hijo don Felipe a hacer un curso en las instituciones europeas en los años noventa
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El Rey Juan Carlos I abdica
para familiarizarse con los procedimientos comunitarios. “Ahí está la educación del Rey”, aseguraban fuentes comunitarias. Al cabo, el Rey lleva el europeísmo en su propia historia: nació en Italia y después vivió
en Suiza y Portugal antes de regresar a España para prepararse en la sucesión de Franco. Aunque fuera por
obligación, aprendió antes que nadie lo que el proyecto europeo significaba.
El Rey ha mantenido esa imagen positiva en Bruselas desde entonces, aunque en los últimos años no ha conseguido aislar la Corona de los escándalos de corrupción que iban minando la imagen de España. En febrero
del año pasado, en una nota diplomática, la Comisión Europea hacía un análisis descarnado de la situación,
pocas semanas despuésde la publicación de los papeles de Bárcenas y los escándalos que salpicaron al PP:
“El caso [Bárcenas] es sólo el último de una serie de casos de corrupción de alto perfil, incluyendo uno en el
que está involucrado el yerno de Rey Juan Carlos, [Iñaki Urdangarin], acusado de malversar de millones de
euros a través de una fundación. (...) Como consecuencia de todo eso, los españoles han perdido la confianza
en su clase política”, decía la nota.
Más allá de las instituciones comunitarias, Juan Carlos I también ha sabido forjar relaciones en el continente
a través de las excelentes relaciones que ha mantenido con otras monarquías europeístas (principalmente las
centroeuropeas) y de los fluidos contactos con dirigentes de otros Estados comunitarios, entre ellos Alemania.
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EL MUNDO
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El Rey Juan Carlos I abdica
Los 39 años de Juan Carlos ‘El Breve’
por MARÍA JESÚS HERNÁNDEZ
Muy pocos confiaban en él. El recelo de la izquierda por ser ‘el elegido’ de Franco y
las dudas de gran parte de la derecha por sus ansias de Democracia le valieron el apodo de ‘El Breve’ entre la sociedad
La Guerra Civil desangraba España cuando María de las Mercedes de Borbón y Orleáns alumbraba a Juan
Carlos Alfonso Víctor María de Todos los Santos. Corría el 5 de enero de 1938 en Roma. Era el primogénito varón, sí, pero ni era hijo de reyes ni estaba destinado a ser rey. Fue tres años después cuando la renuncia de sus tíos llevó a su abuelo, el rey Alfonso XIII, a abdicar en su padre, el infante don Juan. Francisco
Franco cambio la Historia y convirtió al pequeño ‘Juanito’ en el heredero de la corona española.
Aunque pasó su infancia entre Italia, Suiza y Portugal, la sucesión estaba en mente de todos, especialmente
en la del dictador. Por ello quiso reunirse con Don Juan y sentar las bases para la educación del futuro
Rey. En agosto de 1948 se acordó que se educara en España y en menos de tres meses ‘Juanito’ dejaba
Portugal y pisaba por primera vez ‘su tierra’. Tal y como habían planeado Franco y su padre, el Monarca
entró en la Academia General Militar de Zaragoza en 1955 y continuó su formación castrense en la del Aire
en Murcia. Dos años más tarde era oficial de los tres Ejércitos. La siguiente parada fue la Universidad: Derecho, Economía, Política y Filosofía, en Madrid y San Lorenzo de El Escorial. A pesar de tener una agenda medida al milímetro, Don Juan Carlos también tenía tiempo para el ocio y el
género femenino. Gran aficionado a los deportes, especialmente al esquí y la vela, llegó a competir en 1972
en los Juegos Olímpicos de Múnich representando a España en la modalidad de balandrismo. Con respecto
a las mujeres, antes de comprometerse con Doña Sofía, mantuvo una relación con la princesa María Gabriela de Saboya. Pero había un problema: Franco no la veía como una la futura Reina de España. Ese papel le
correspondió a la princesa Sofía de Grecia con la que casó en Atenas por el rito ortodoxo el 14 de mayo de
1962.
Todo parecía seguir el guión establecido hasta que la boda de Carmen Martínez-Bordiú —nieta del general— y Alfonso de Borbón y Dampierre puso en riesgo su futuro como rey, a pesar de haber sido nombrado
sucesor el 22 de julio del 69. Finalmente, Franco mantuvo su posición a pesar de la opinión de su mujer,
Carmen Polo. También su nombramiento le trajo una serie de desavenencias con su padre, Don Juan, quien
tardó en aceptar que nunca ocuparía el trono de España.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Lejos de afectarle, decidió acercarse a la gente y recorrer los parajes de España junto a la entonces princesa
Sofía. Los reyes rompieron con la imagen de soberbia y prepotencia asociada anteriormente a las Monarquías españolas. Para ese momento, ya disfrutaba de sus tres hijos: Elena (1963) y Cristina (1965) y Felipe
(1968). Y llegó el 22 de noviembre de 1975. Hacía dos días que Francisco Franco había muerto y Don Juan Carlos
se disponía a hacer su juramento y recalcar que iba a ser «el rey de todos los españoles». Se abría una nueva etapa en su vida que nada tendría que envidiar a la anterior, en lo que a complicaciones y obstáculos se
refiere. Hay que recordar que había sido puesto por Franco, algo que de por sí hacía recelar a la izquierda, y
que sus planes para instaurar una Democracia no eran del agrado de muchos de la derecha. Por todo ello, fue
apodado por la sociedad española Juan Carlos I, ‘El Breve’; 39 años de brevedad.
El indulto general, concedido en 1975, y la Ley de la Reforma Política (1976) fueron los primeros pasos
de Don Juan Carlos hacia su principal objetivo: la democracia española.La elección del joven Adolfo
Suárez como presidente de Gobierno en 1976, tras la dimisión de Arias Navarro, fue una apuesta personal y
una decisión muy cuestionada, que muchos tacharon de error en ese momento.
Los planes del Monarca continuaron con la amnistía concedida por el Real Decreto del 27 de marzo de
1977, la legalización del PCE —decisión tomada por Suárez de la que el Soberano estaba informado— y
las primeras elecciones democráticas en España, celebradas el 15 de junio de 1977. España y su Transición
caminaban.
Uno de los momentos más duros de la vida de Don Juan Carlos fue la visita a Guernica (País Vasco), dos
semanas antes del 23-F. El boicot realizado por unas decenas de electos de la coalición ‘abertzale’ Herri Batasuna durante su discurso fue aplacado por el aplauso del resto de asistentes a la serena actitud del Soberano
y a sus palabras. En ellas aseguraba: «Fe en la democracia y confianza en el pueblo vasco». No se puede
olvidar que el Rey ha estado siempre en el punto de mira de la banda terrorista ETA, en 1974 lo intentó
secuestrar y en 1995 un comando etarra estuvo cerca de alcanzar al Monarca durante sus vacaciones en
Palma de Mallorca.
A pesar de las informaciones y rumores surgidos recientemente, no se puede obviar que la actuación de Don
Juan Carlos en el intento de Golpe de Estado perpetrado el 23 de febrero de 1981, marcó un antes y un
después en la imagen que los españoles tenían del Monarca en aquel momento. Se ganó el respeto y la admiración con su intervención televisiva, donde ordenó la deposición de las armas y la retirada de los golpistas.
La totalidad de los medios de comunicación españoles y la gran mayoría de los extranjeros ensalzaron la actitud del Rey en defensa de la democracia española.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Con el cambio de Gobierno en 1982 muchos monárquicos temieron por la continuidad del reinado de Juan
Carlos I. Sin embargo, Felipe González ya había acabado en Suresnes con el marxismo en el PSOE, propugnaba un cambio tranquilo y pronto se revelaría como un ferviente ‘juancarlista’ o republicano racional,
con un Jefe de Estado respetado como elemento estabilizador. Además de su trabajo durante la Transición,
hay que destacar su labor diplomática tanto dentro como fuera de nuestras fronteras a lo largo de estas décadas. A destacar, el impulso en las relaciones con Latinoamérica, Oriente Próximo y el Norte de África.
Han sido décadas de muchos obstáculos y dificultades, pero los peores años del Monarca en particular y de
la Familia Real en general han sido estos últimos. A la cabeza, los problemas de su yerno Iñaki Urdangarin,
imputado por presunta corrupción por el llamado Caso Nóos, y las dudas sobre la actuación de su hija, la
infanta Cristina. Le sigue su inoportuna cacería en Botsuana, donde se rompió la cadera y salió a la luz que
la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein estaba con él. Cierto es que la imagen de la Monarquía ha tocado mínimos históricos, pero pocos esperaban que este 2 junio de 2014, el Rey decidiera poner fin a su reinado. «Una generación más joven merece pasar a primera
línea» ha sentenciado. Don Juan Carlos deja paso así a su hijo que asegura «encarna la estabilidad». Ha destacado que tiene «la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con
plenas garantías la Jefatura del Estado» y, además, «abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación». El año 40 lo escribirá Felipe. 23
El Rey Juan Carlos I abdica
Un Rey para emprender las reformas que necesita España
EDITORIAL
Actualizado: 02/06/2014
CUANDO EL presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, comunicó a los ciudadanos ayer a las 10.32 que el
Rey abdicaba la Corona en Don Felipe todos supimos que terminaba una etapa en la Historia de España.
El debate sobre la sucesión de Don Juan Carlos estaba sobre la mesa, pero nadie se esperaba que se fuera a
producir en este momento. Después de un periodo muy complicado que empezó con su accidente de caza en
Botsuana, la recuperación física del Monarca había propiciado también un aumento de su actividad institucional, como se ha visto en los tres viajes que ha realizado a países árabes en los últimos dos meses. Quienes
están cerca de él saben que se había propuesto relanzar la imagen de la Monarquía y estaba empeñado en
ello. El Rey había manifestado a sus íntimos que tenía mucha ilusión por acudir al desfile del Día de las
Fuerzas Armadas del próximo domingo.
Hay que alabar este esfuerzo del Rey por intentar proteger la imagen de la Corona en los últimos años. La
salud de Su Majestad y sus relaciones personales por un lado, y sobre todo, el escándalo del caso Nóos, que
ha afectado de lleno a la Infanta Cristina y a su marido, Iñaki Urdangarin, han socavado el prestigio de la institución. Precisamente el juez que lleva el proceso, José Castro, podría imputar a la hija del Rey en las próximas semanas. Pero no sería justo examinar su labor por los años finales de su reinado. La reciente muerte
de Adolfo Suárez nos ha servido a todos los españoles para recordar aquellos episodios de nuestra Historia.
Fue el Monarca quien impulsó el tránsito de la dictadura a la democracia, y él mismo quien la defendió el 23
de febrero de 1981. Don Juan Carlos encarnó en aquellos difíciles años la imagen de un país que se volvía
a abrir al mundo. Ahora que está de moda hablar de Marca España, nadie duda de que el Rey fue el mejor
embajador de la nación en el último cuarto del siglo XX. Por todo ello, el análisis ante la abdicación del Rey
sólo debe tener dos palabras: ¡Gracias, Majestad!
Un sistema en entredicho
A partir de aquí, cabe preguntarse en qué circunstancias se produce la renuncia. Como decíamos, el desprestigio de la Monarquía ha ido creciendo con el paso del tiempo y el resto de las instituciones está en
los niveles de popularidad más bajos desde el inicio de la democracia. El Poder Judicial se encuentra en
entredicho por la internvención que ha sufrido por los políticos. Los partidos se muestran cercados por la
corrupción y la mala gestión de sus dirigentes, mientras que ni los sindicatos se salvan de los escándalos
financieros. A ello hay que añadir el desafío soberanista lanzado por la Generalitat de Cataluña, al que se va
sumando también el País Vasco.
Los resultados de las últimas elecciones europeas han sido la gran encuesta que ha puesto negro sobre blan24
El Rey Juan Carlos I abdica
co la realidad española: los partidos mayoritarios -y soportes básicos de la Corona- han sufrido una sangría
de votos sin precedentes a costa del crecimiento de formaciones radicales, de izquierda e independentistas,
que desde luego no cuentan con la Monarquía en el modelo de Estado que propugnan. «La larga y profunda
crisis económica que padecemos ha dejado serias cicatrices en el tejido social pero también nos está señalando un camino de futuro cargado de esperanza. Estos difíciles años nos han permitido hacer un balance
autocrítico de nuestros errores y de nuestras limitaciones como sociedad», dijo el Rey en su discurso institucional.
Las primeras reacciones políticas fueron un exponente de la difícil encrucijada que vive el país. Mientras
que el PP y el PSOE respaldaban la decisión del Rey y manifestaban su apoyo al Príncipe, Artur Mas afirmaba desde Cataluña que la abdicación no frenaba el proceso independentista. Por su parte, Izquierda Unida,
Podemos y Equo -los ganadores morales de las europeas, no lo olvidemos- reclamaron un referéndum sobre
la república y llamaron a los españoles a manifestarse a favor de esa consulta en las principales ciudades. La
participación en las convocatorias no fue masiva, pero la protesta indica que Don Felipe asumirá la Corona
en condiciones difíciles.
Éste es el panorama, no demasiado alentador, que se va a encontrar el Príncipe Felipe cuando suba al trono.
Desde EL MUNDO hemos defendido en los últimos meses la conveniencia del relevo porque Don Felipe
-junto con la Reina- representa lo mejor de la Corona en estos momentos. Es una persona muy bien formada
e informada, leal y profesional, que, como se vio por ejemplo en la defensa de la candidatura de Madrid a
los Juegos Olímpicos de 2020, tiene altura ya de Jefe de Estado. Por eso creemos que es la mejor garantía
para que la Monarquía pueda recuperar el nivel de prestigio que tuvo durante muchos años. No es una tarea
fácil cuando la mayoría de los jóvenes consideran a la institución como algo caduco y desconectado de un
mundo en el que la meritocracia es la forma de alcanzar altos niveles de responsabilidad. Y esas críticas se
quedan no sólo en la Corona, sino que el desapego se extiende al modelo político y social instaurado por la
Constitución que impulsó Don Juan Carlos.
Transformar el país
El Príncipe podría recomponer esta difícil situación y le será más fácil hacerlo con la ayuda de todos los
implicados. Ha dado muestras de personalidad. No ha querido repetir errores pasados y rehusó a entrar en la
componenda del matrimonio de conveniencia con una mujer de sangre real. Don Felipe es un hombre de su
tiempo que, mutatis mutandis, se va a encontrar una situación similar a la de su padre hace 39 años. Si Don
Juan Carlos tuvo que inventarse una Monarquía parlamentaria moderna en España en 1975, DonFelipe tendrá que reinventarla. El país se encuentra en estos momentos en una encrucijada. Un Gobierno sin prestigio
por la corrupción de la formación que lo soporta y desgastado por las difíciles medidas de ajuste que ha aplicado contra la crisis. El primer partido de la oposición, descabezado y sin norte. Las grandes formaciones
nacionalistas cada vez más radicalizadas hacia el independentismo y la izquierda política que ha aprovecha25
El Rey Juan Carlos I abdica
do la recesión económica para tirarse al monte con planteamientos utópicos pero con aceptación popular,
como estamos viendo con el fenómeno Podemos.
En este mar con marejada le toca tomar el timón de la nave a Felipe VI. Repetimos que consideramos que
está capacitado para virar el rumbo y enfilar el horizonte de la regeneración de la vida política que los españoles están pidiendo a gritos. «Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas
energías, decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual
está demandando y a afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana», afirmó ayer
el Rey. Don Felipe «encarna» esa nueva generación que tiene en sus manos el futuro de España. Don Juan
Carlos también dijo que su abdicación es «lo mejor para España». Es el último gran servicio que ha prestado
a la nación.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Voluntad de renovación
JOSÉ LUIS RODRÍGUEZ ZAPATERO
Actualizado: 03/06/2014 Es indiscutible, y no muchas cosas lo son: el reinado de Juan Carlos I se corresponde con el tiempo de
mayor estabilidad democrática, disfrute y ampliación de las libertades, y progreso social de la historia de
España. Este vínculo de nuestra democracia con la Corona forma ya parte de nuestro patrimonio colectivo
y está llamado a seguir abriendo el camino del futuro para nuestro país. La decisión de abdicar del Rey, y
de adoptarla en este momento, merece la confianza de la que se hizo acreedor quien supo en su día liderar
la Transición, verdadero momento fundacional de ese vínculo de la Corona con la democracia, y contribuir
después al afianzamiento y desarrollo de esta última, con sus muchos logros y también con sus errores, de
los que tenemos como país conciencia autocrítica, como el propio Monarca ha expresado.
Además, el Rey ha apelado a la renovación generacional, ligada a la conveniencia de impulsar transformaciones y reformas, para explicar su decisión. La aptitud para renovarse contribuye, con carácter general, a
fortalecer las instituciones y la condición de proceso abierto en que toda democracia consiste se hace más
patente cuando se percibe, como ocurre ahora en nuestro país y en Europa en general, esa necesidad de abordar cambios. Con su decisión, el Rey ha querido que la Corona contribuyera ya a este proceso, y bien puede
interpretarse pues aquella como una expresión de lucidez.
Creo que a nadie extrañe que mi opinión sobre el Rey Juan Carlos esté muy determinada por mi experiencia
al frente del Gobierno. Y, en este sentido, puedo decir que, a partir de su escrupuloso respeto a la autonomía
política del Ejecutivo, el Rey siempre estuvo dispuesto a prestarnos su colaboración institucional. Y, más allá
de eso, también su apoyo, su aliento, su implicación personal, en relación con la decisiones en las que estaba
en juego el interés de nuestro país. El Rey no es frío, es cercano; no es equívoco, es sincero; no es taimado,
sabe comprometerse cuando cree que debe hacerlo. Estas cualidades han marcado su reinado y han estado
igualmente presentes en el desempeño de sus funciones y en las relaciones con el Gobierno. Personalmente,
siempre agradeceré esa cercanía, esa sinceridad y ese compromiso, la plena disponibilidad, a cualquier hora,
al otro lado del teléfono, sobre todo en los momentos difíciles. Creo también conocer al Príncipe, su temple,
su capacidad, su dedicación, y a partir de ese conocimiento no puedo sino sumarme a las expresiones de
confianza que en estas horas se están vertiendo sobre su persona. Se abre un nuevo tiempo, contribuyamos todos a
que se abra bien para que augure una fuerza renovada de nuestro país
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El Rey Juan Carlos I abdica
Gracias, Majestad
JESÚS POSADA
Actualizado: 03/06/2014 Cuando ayer hablé con el Rey Juan Carlos I, antes de que se difundiera la noticia de su abdicación, el primer
sentimiento que me vino a la mente, como pienso que le sucedió a muchos españoles, fue el de sincera y
profunda gratitud. Como presidente del Congreso de los Diputados pienso que debo dar las gracias al Rey,
sobre todo por haber tenido la firme voluntad de hacer de España un país democrático, con un marco de
convivencia en el que todos cupiesen y en el que hubiese espacio para todas las opciones ideológicas y personales. Pero quiero también darle las gracias por haber mantenido permanentemente, a lo largo de sus años
de reinado, el esfuerzo por lograr la concordia entre todos los españoles y por ofrecernos un punto común de
encuentro. Quiero darle las gracias, en definitiva, por haber logrado ser, haciendo realidad el deseo que expresó ya en el primer mensaje de la Corona, el Rey de todos los españoles.
Tiempo habrá para hacer análisis más profundos, pero pienso que en el «haber» del reinado de Don Juan
Carlos I debe incluirse también el enorme avance en la proyección exterior de España, del que ha sido un
artífice fundamental. Ha sido nuestra mejor imagen exterior y su prestigio personal ha contribuido decisivamente a que España ocupe el lugar que merece en la escena internacional. Y todos recordamos su firmeza en
la defensa de nuestro país y de sus gobiernos cuando han sido injustamente vilipendiados.
Gracias, también, Majestad, por ser ejemplo para vuestro sucesor. Estoy seguro de que, bajo el liderazgo
del futuro Rey, de demostrada capacidad y talante, seremos capaces de afrontar con éxito los retos a los que
España se enfrenta en estos momentos. Quiero terminar con las palabras que Don Juan Carlos lanzó en su
primer mensaje a los españoles: «Si permanecemos unidos, habremos ganado el futuro».
Jesús Posada es presidente del Congreso.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Es la hora del pueblo
CAYO LARA
Actualizado: 03/06/2014 La abdicación del Jefe del Estado es un hecho de amplia trascendencia histórica. Ante ello, IU plantea
la necesaria convocatoria de un referéndum entre Monarquía y República o, lo que resulta similar, entre
Monarquía y Democracia. No somos súbditos sometidos bajo un derecho de sangre anacrónico en un país
avanzado ya bien entrado el siglo XXI. Somos ciudadanos y ciudadanas libres.
Ese referéndum debe ser el inicio para desarrollar un proceso constituyente. No es otra cosa que dar los pasos para construir un nuevo proyecto de país. Este proceso debe incluir participación decidida, democracia
y derechos sociales; derechos reales al trabajo, a techo, a la educación, a la salud, en definitiva, a una vida
digna.
Juan Carlos de Borbón ha llegado hasta aquí tras un deterioro profundo de la Corona. Al anacronismo que
supone el sistema ya señalado, que hoy no encuentra justificación, hay que añadir las prácticas presuntamente corruptas de miembros de la Familia Real, así como otras de intermediación poco claras de su máximo representante, además de la opacidad y falta de trasparencia que ha caracterizado a esta institución en
las últimas décadas. Todo ello se ha producido con la innegable protección y complicidad del PP y del PSOE
durante su alternancia en el Gobierno. El Rey ha sido uno de los principales soportes del bipartidismo y esto
lo vamos a ver en breve con claridad durante la tramitación legislativa de la ley de abdicación.
La decisión de abdicar precisamente ahora tiene mucho que ver con el deterioro del sistema bipartidista, que
se ha hecho mucho más evidente tras las elecciones europeas. PP y PSOE han sumado menos del 50% de los
votos del conjunto de las candidaturas y han quedado al borde del 20% del total de electores. Para justificar
el soporte de PP y PSOE al intento de nueva transición monárquica ya se han acuñado conceptos como el de
la necesidad imperiosa de seguridad y estabilidad. Es un argumento falso más. En una sociedad asolada por
el paro, la desigualdad social, la corrupción y un sistema productivo perverso que las fuerzas del sistema son
incapaces de cambiar, resulta políticamente indecente vincular la estabilidad a la voluntad individual de una
persona sin respaldo democrático. La estabilidad se asegura a través de la profunda conciencia democrática
de nuestro pueblo.
La soberanía reside en el pueblo y no en el Rey. Por eso desde IU adoptaremos una actitud consecuente en
nuestro voto parlamentario y estaremos en primera fila en la movilización democrática para ejercer esa soberanía.
Es la hora, como decía Allende, en la que el pueblo se pasee por las amplias alamedas que conducen a un
futuro de esperanza. Creemos en un nuevo proyecto de país fruto de un proceso constituyente en el que la
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El Rey Juan Carlos I abdica
voz, la palabra y la decisión correspondan a ese mismo pueblo. Entre ellos están también esos millones de
personas nacidos después de 1963 que no tuvieron la posibilidad de votar la Constitución.
Cayo Lara es coordinador federal de IU.
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El mejor Rey de nuestra Historia
VICTORIA PREGO
02/06/2014 Se cierra con la renuncia del Rey un período decisivo de la Historia de España. Un período que ha incluido
la hazaña histórica de hacer pasar el país de un régimen autoritario -otros lo calificarán de dictadura- a una
democracia plena. Y ese dificilísimo tránsito se hizo pilotado por Don Juan Carlos desde antes incluso de
que hubiera asumido la Jefatura del Estado.
Fue el Rey el primer y más decidido impulsor del cambio para nuestro país. Fue él quien logró no sin
grandes dificultades tener a su lado aTorcuato Fernández Miranda, que habría de elaborar la Ley para la
Reforma Política, el talismán que abrió las puertas cerradas del régimen al cambio radical que viviría España. Fue él quien no sin esfuerzo forzó la dimisión del presidente del Gobierno que Franco había dejado para
que continuara en el cargo hasta diciembre de 1977. Y fue él también quien puso al frente de la presidencia
del Gobierno a un hombre irrelevante en la escena política, Adolfo Suárez, pero en quien se apoyaría el Rey
para darle la vuelta por completo al país en un tiempo récord de veinte meses. Fue él quien se jugó literalmente la Corona al ponerse en contacto con el secretario general de Partido Comunista para pedirle que le
ayudara a conducir al país hacia la meta de la democracia no agitando en exceso las calles. Finalmente fue
él quien no sólo aceptó de buen grado sino que colaboró a que, una vez celebradas las primeras elecciones
libres en 40 años, las nuevas Cortes democráticas y constitucionales le privaran de los poderes absolutos que
había heredado de Franco para que le fueran devueltos al pueblo.
Todo esa obra de inmensa magnitud la llevó a cabo Don Juan Carlos de Borbón quien, en el comienzo de su
tarea, actuó en casi la más absoluta soledad, lo cual acrecienta el mérito enorme de su tarea. Después de que
la Constitución entrara en vigor, el Rey se aplicó con eficacia y discreción a ejercer el papel moderador y de
arbitraje que la Carta Magna le encomienda. Defendió la democracia oponiendo a su persona ante quienes
pretendían subvertir el orden constitucional.
Ha respetado siempre la autonomía y el buen funcionamiento de las instituciones. Ha sido hasta hoy mismo
el mejor embajador de España en el mundo y el mejor defensor de los intereses estratégicos de España y el
más eficaz representante de nuestros intereses comerciales fuera de nuestras fronteras.
En los últimos tiempos una serie de errores, suyos algunos, otros de miembros de su familia, ha minado el
prestigio de la Monarquía en España. Pero es incomparablemente mayor, la enorme dimensión de su servicio
a España. Ha sido el mejor Rey de nuestra Historia y como tal entrará en ella.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Abdicación del Rey: una ley ‘ad hoc’ redactada hoy en La Moncloa
La abdicación de Juan Carlos I no será posible sin la aprobación de un instrumento legal: una norma orgánica, a la que deben dar el visto bueno primero el Gobierno y luego las Cortes Generales.
La exigencia de una ley orgánica que haga jurídicamente válida y efectiva la transmisión voluntaria de
la Corona por parte del Rey alPríncipe Felipe figura en la propia Constitución, según la cual “las abdicaciones y renuncias y cualquier duda de hecho o de derecho que ocurra en el orden de sucesión a la Corona se
resolverán por una ley orgánica” (artículo 57.5).Fuentes del Ministerio de Justicia han señalado esta mañana a EL MUNDO que es una “idea equivocada” la de que debería haber existido una norma que regulara
las abdicaciones reales.
“Cada abdicación precisa una ley orgánica específica”, dijeron estas fuentes, que restaron importancia al
hecho de que, tras la Constitución Española de 1978, nunca se haya elaborado una ley que regule el estatuto
dE la Corona y de la Familia Real, regulación que podría incluir referencias a la abdicación.
Según las fuentes de Justicia, aunque esa norma general existiera (ningún Gobierno ha culminado su redacción, ni siquiera en fase de anteproyecto, aunque su necesidad sí se ha considerado), seguiría haciendo falta
una ley orgánica ad hoc para la abdicación de Juan Carlos, y lo mismo en el caso de cada Monarca que en el
futuro tomara la misma decisión.
Esto es lo que explica que la ley orgánica sobre la abdicación del actual jefe del Estado no haya sido redactada hasta esta misma mañana, aseguran las fuentes consultadas. “Es una ley muy breve y muy sencilla que ha
sido elaborada en La Moncloa”, indican fuentes del departamento de Justicia, que aseguran que en ella ha
tenido intervención la Abogacía del Estado, aunque no el propio Ministerio de Justicia.
La norma será aprobada mañana en un Consejo de Ministros extraordinario y se enviará de inmediato
tanto al Congreso como alSenado. Como todas las leyes orgánicas, deberá ser aprobada en cada Cámara por
mayoría absoluta.
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LA RAZÓN
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El Rey Juan Carlos I abdica
Un Rey ejemplar hasta el final
EDITORIAL
Que la abdicación del Rey no suponga trastorno institucional o social alguno para España es el mejor elogio que se puede hacer de su regia figura y el resumen, en definitiva, de una obra política sin parangón en
la historia reciente. Don Juan Carlos ha sido el artífice principal en la creación del Estado democrático y de
libertades del que hoy disfrutamos los españoles. Y lo ha sido tanto en los momentos de máxima dificultad, cuando hubieron de vencerse las resistencias del pasado y los embates de la violencia terrorista, como
en los tiempos más tranquilos en los que se fue consolidando la convivencia, y la sociedad interiorizó los
valores de tolerancia, pacto y respeto a los derechos fundamentales que han hecho de nuestro país uno de
los más avanzados del mundo. Sí, la democracia española es inherente a la Monarquía parlamentaria encarnada y conformada por Don Juan Carlos, y sus 39 años de reinado serán contemplados por las generaciones
venideras como el periodo histórico más fecundo y afortunado desde los albores del siglo XIX. Ciertamente,
el Rey ha anunciado su abdicación, muy reflexionada, en unos momentos de dificultades económicas y de
marejada política, pero, tal vez, en el manejo de sus tiempos debamos extraer su última y mejor lección: que
nunca más las circunstancias coyunturales, por muy adversas o complicadas que se presenten, por desalentadoras que sean, puedan afectar a los cimientos del edificio institucional, tan laboriosamente levantado. Que
el Estado de derecho que es la España de la Constitución nunca más esté a merced de quienes no respetan
las leyes y la democracia. El Rey, pues, abdica, y la trascendencia de su gesto nos marca el camino a seguir,
que no es otro que la perseverancia en el orden constitucional que, bajo su impulso, nos hemos dado. Así lo
expresó ayer Su Majestad en el discurso de despedida a los españoles. Se va con el orgullo del deber cumplido; culminada la misión que se impuso: hacer de España una democracia avanzada, incardinada en Europa.
Se va expresando agradecimiento a todos los ciudadanos, que le han acompañado en la tarea, y a quienes
han colaborado directamente con él desde la lealtad. Pero, al mismo tiempo, considera que ha llegado un
nuevo tiempo. Que la crisis, que tantas cicatrices ha dejado, ha sido también una oportunidad para corregir
disfunciones y errores. Que las nuevas generaciones deben pasar a la primera línea para conducir a la nación
por la senda del progreso. Se cumplirán con la normalidad de lo establecido las previsiones sucesorias y los
bien reglados protocolos de la coronación del nuevo Rey, Don Felipe de Borbón y Grecia. Con la denominación de Felipe VI, el aún Príncipe de Asturias ocupará la Jefatura del Estado. La continuidad dinástica e
institucional está encarnada en un hombre respetado por sus virtudes, su sólida formación académica y su
experiencia profesional ganada en el desempeño diario de sus funciones desde hace muchos años, desde la
adolescencia, y querido por su caracter afable, cercano y cálido. Una persona de convicciones firmes, que
le llevaron a formar su propia familia por encima de convencionalismos. Su boda por amor, con una joven
española ajena por completo al mundo de la nobleza pero con excelente formación humana y profesional, se
ha demostrado –mucho más en este momento histórico– un gran acierto, tanto desde el punto de vista personal como desde los intereses de la Institución a la que sirven, que son los de la Nación. La inmensa mayoría de los españoles ya estaba convencida de que Don Felipe sería un buen Rey para España, garantía de
estabilidad y progreso para los años venideros. No es casual que actualmente sea el miembro de la Familia
Real mejor valorado, con el apoyo de más del 70% de los españoles. Son votos que todos hacemos por el
futuro de nuestro país, desde la seguridad y la convicción de que la Monarquía española, anclaje de nuestra
democracia, tendrá el titular que mejor puede servirla. Como ha hecho Su Majestad durante todo su reinado.
Desde el sacrificio, el valor y su claro sentido de la unidad. Del mismo modo que España ha sido muy afortunada al contar con Don Juan Carlos como Jefe del Estado desde el año 1975, también ahora los españoles
nos podemos sentir afortunados por contar con un sucesor de la calidad humana, intelectual y profesional
como Don Felipe.
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El Rey Juan Carlos I abdica
El gran reto de Felipe VI
Fernando Rayón. Madrid.
Si hemos de hacer caso al Rey, pues ésta es una decisión que toma él y sólo él, resolvió poner fin a su reinado el 5 de enero, día de su 76 cumpleaños. Pero es obvio pensar que tampoco debió de ser algo de ese día,
sino más bien madurado en los últimos meses. Además, sabía que el anuncio debería producirse en el momento idóneo: para bien de España y de los españoles.
Las cosas que fuimos conociendo a lo largo del día de ayer confirman que se ha buscado esa ocasión oportuna: elecciones europeas resueltas, antes de que la dimisión de Rubalcaba fuera efectiva, en periodo ordinario
de sesiones parlamentarias; con mayoría parlamentaria suficiente para evitar sustos... y con rapidez: como
deben hacerse las cosas importantes. Si todo va como debe ser, antes de que acabe el mes tendremos nuevo
Jefe del Estado. Un nuevo rey que se llamará previsiblemente Felipe VI.
Don Juan Carlos ha dicho que era una decisión pensada, meditada, y ha aludido a un cambio generacional
más que comprensible. Cuando hace dos años empecé a hablar de la abdicación del Rey en estas mismas
páginas, hubo quien me lo reprochó. Incluso aludiendo a dos cuestiones que tenían lógica: los desafíos independentistas de Cataluña y País Vasco, y el «caso Urdangarín». No se ha referido a ellos Don Juan Carlos en
su alocución, pero en la mente de todos estaban, y seguirán estando estos dos asuntos. Pero no se engañen:
no ha dimitido por eso. Hubiera sido de cobarde y el Rey no lo es. Ambas cuestiones, desgraciadamente, se
van a prolongar en el tiempo, y Don Felipe las conoce a fondo para saber cómo y con quién debe fajarse.
No. La cuestión es otra. En la última encuesta del CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas), la Monarquía había remontado cuatro décimas respecto al «annus horribilis» de hacía un año. En Zarzuela estaban
convencidos de que las cosas aun mejorarían más. Después de los últimos viajes. Yo también lo creía, pero
ya se dibujaba una popularidad en el Príncipe de Asturias –y sobre todo juventud– para hacer frente a otros
nuevos retos que se pudieran plantear.
Los últimos meses de Don Juan Carlos han sido de un esfuerzo titánico para ayudar a la economía española.
Incluso llegó a decir en Navidad que se sentía con fuerza y ganas para enfrentarse a sus tareas en la Jefatura
del Estado. Pero el Rey es listo, muy listo en lo que se refiere a las necesidades de España. Y lo ha dicho en
su discurso de abdicación. Un «nuevo impulso, una nueva generación, nuevas energías».
Las monarquías parlamentarias de Europa saben que los soberanos reinan pero no gobiernan. El Rey de España ha mandado mucho –sobre todo en el pasado–, pero es razonable que para las tareas que le reserva la
Constitución esté en perfecta forma física. Hemos visto cómo algunos soberanos de Europa dejaban paso a
sus hijos. Es razonable. Hasta hemos visto a un Papa que renunciaba. Lo de Inglaterra es otra cosa. Veremos
cómo resuelve Isabel II la patata caliente de su hijo. Pero ése no es nuestro problema.
Aquí tenemos a un Príncipe heredero –lo he dicho hasta la saciedad– de 46 años y preparado no sólo de
boquilla, sino con hechos, para cumplir con sus obligaciones como Rey. Los últimos meses lo ha hecho, a
pesar de los silbidos, abucheos y lo que hiciera falta. Lo que vimos ayer fue algo importantísimo, pero muy
razonable: que Don Juan Carlos abdicara y dejara el paso a su hijo. Es verdad que en España no estábamos
muy acostumbrados a estas situaciones. Nos pone nerviosos todo aquello que no podemos controlar, pero
hay algo más. Lo he explicado líneas arriba: ésta no es una decisión tomada a la ligera. De ninguna manera.
En primer lugar, el Príncipe ha tenido un tiempo para casarse, marcharse de casa, tener dos hijas –menos de
las que él anunció– y para dedicar unos años importantísimos a su familia. Pero sobre todo ha tenido ocasión
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El Rey Juan Carlos I abdica
de ver, escuchar, recorrer... Ha visitado media España, y la otra media la ha pateado. Ha conocido a todos los
políticos que hicieron la Transición, a los que vinieron después, y a los que están llegando. Se ha visto que
estaba preparado por la fuerza con que ha asumido, hace unos meses, sus deberes protocolarios y de sustitución de su padre. Tenía ganas y se le notaba. Y eso era bueno.
Hace apenas unos días celebramos el décimo aniversario de su boda. La crónica rosa borró la más institucional y formal, pero era evidente que Don Felipe ya sólo quería transmitir una imagen: la del heredero a la
espera. Sin prisas, pero preparado. No hubo especiales celebraciones, como una crisis aconsejaba. También
en eso acertó. Una vez más. Y es que con frecuencia he dicho que lo que las encuestas reconocían –una popularidad de casi el 70%, sólo dos décimas por debajo de la de su madre– no era una casualidad. Era la consecuencia de estar siempre en su sitio, de cumplir con sus deberes, de no moverse de lo que se esperaba.
Sólo unos días después ha venido la renuncia de su padre y, una vez superado el momento de la sorpresa y
del «¿por qué lo ha hecho?», surge su figura y un convencimiento: era y es el momento del Príncipe. ¿Por
qué? Pues me explico.
En primer lugar, porque está preparado. En segundo, porque tiene ganas. También porque puede. La decisión
de su padre le ha pillado regresando de la toma de posesión de un presidente iberoamericano. Pero tampoco
le ha «pillado». Todo lo que ha ocurrido en los últimos meses, todo lo que ha hecho el Príncipe, era a sabiendas de que el momento se acercaba: desde la visita a la exposición de El Greco hasta presidir el desfile de las
Fuerzas Armadas. Y ahí ha estado, con una normalidad, y tranquilidad que no pueden ahora darnos más que
seguridad.
Los que tienen dudas sobre el Príncipe seguramente las tienen porque dudan sobre la propia Monarquía,
y son legítimas, pero no son dudas que haya fomentado la actitud o decisiones del Príncipe en estos años.
Quizá el reproche que algunos le hacen, y que hace referencia a la elección de su esposa, carece de sentido
después de diez años de matrimonio. Doña Letizia se convertirá próximamente en Reina y, como ha dicho
Don Juan Carlos, confía en que será una ayuda para el nuevo Rey como lo ha sido Doña Sofía.
Precisamente no querría olvidar en estas reflexiones el agradecimiento que ha manifestado Don Juan Carlos a su esposa en su abdicación. No sólo me parece justo y merecido, sino que viene a hacer justicia a una
mujer que ha servido a España, como el Rey, por encima de cualquier otra pasión e interés. Cuando estos
primeros momentos pasen, y podamos hacer reflexiones más pausadas sobre los acontecimientos de ayer, la
figura de los Reyes se irá agigantando y valoraremos mucho más sus enormes aciertos por encima de los errores, siempre menores, que hayan cometido.
Comienza una nueva etapa en la vida de España. Nuevos Reyes. Seguramente un nuevo estilo, protocolo.
Me permito recordar, también a aquellos que han reclamado precisamente en este momento la solución republicana, que la monarquía se fundamenta en el servicio a la sociedad. Sólo si es útil a sus ciudadanos se
justifica. Los Príncipes lo saben.
Pero la monarquía de Felipe VI no sólo tendrá que ser útil a los españoles, sino mucho más íntegra, para que
no puedan producirse en ella situaciones como la de Iñaki Urdangarín. También deberá ser más transparente,
para que nunca haya dudas sobre sus gastos. Y para conseguir todo eso, deberá profesionalizar aun más su
entorno: todas las personas que trabajan junto al Rey, las personas de su Casa, deberán responder a esos criterios.
Ésta es la nueva Monarquía que nos aguarda. Es evidente que Don Felipe no tiene el carisma de su padre.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Tampoco le va a tocar hacer la transición a ninguna democracia. Eso es agua pasada. También el Príncipe
es un demócrata. Manda, pero también dice que ama el consenso y los pactos. No esperemos sus gestos de
confianza al estilo de Don Juan Carlos, pero los que le conocemos sabemos que será un buen Rey. El listón
que le ha puesto su padre es la mejor y la peor herencia que podía recibir. Pero como se le va a pedir más, se
esforzará en ser mejor. Comienza una nueva etapa en la Historia de España. Es la hora del Príncipe
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El Rey Juan Carlos I abdica
EL CONFIDENCIAL
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El Rey Juan Carlos I abdica
El Rey que supo abdicar
Javier Carballo.
Don Juan Carlos merecía este final para su reinado. El monarca que supo asentar en España el
periodo democrático más longevo de nuestra historia, no merecía una puerta pequeña en el final de su reinado. Si algo ha caracterizado a Don Juan Carlos a lo largo de estos 39 años ha sido,
precisamente, su capacidad para conectar con el sentir de la gente. Por eso se acuñó en España una
expresión que se sobreponía incluso a la propia institución. El juancarlismo era más importante, más
popular, más querido, que la Monarquía y que la propia Casa Real. Al punto de que en España se
era monárquico porque se era juancarlista. A la monarquía como institución se llegaba a través del monarca.
La abdicación decidida por el Rey en este momento lo convierte en dueño de su propio destino sin que los
acontecimientos lo hayan forzado a tomar la decisión. Porque ese era el peligro para Don Juan Carlos, y
el deseo de muchos oportunistas, que la abdicación se hubiera producido envuelta en los escándalos innegables que han deteriorado la Casa Real española en los últimos meses. Se hubiera escrito un episodio más de
ignominia en la historia de España por la cicatería miserable de reconocerle a Don Juan Carlos su labor en
favor de un país. “Este es el momento adecuado para llevar a cabo el proceso con plena normalidad y en un
contexto de estabilidad institucional”, dijo el presidente Rajoy cuando comunicó la noticia y esa es la clave
fundamental de esta abdicación; que ha sido Don Juan Carlos quien ha elegido el momento de renunciar a
la Corona de España sin que nada empañe su biografía en el punto final, la abdicación. Y el momento elegido es el mejor porque no lo ha determinado ningún escándalo cercano.
Conviene remarcarlo así porque, junto a la valoración inmensa de este Rey, junto al reconocimiento a su
reinado histórico, no se pueden ocultar los escándalos que han horadado a la Corona española y que
están en el origen de esta abdicación. La única exigencia para una Casa Real en una democracia, la única
justificación de una monarquía parlamentaria, es laejemplaridad. Sólo con la imagen inmaculada se puede
salvar en una democracia el evidente anacronismo de que una dinastía se instale en la jefatura de un Estado.
Ejemplaridad e historia son los dos únicos pilares sobre los que se sustenta la monarquía en un país libre y
cuando, como ha ocurrido, la ejemplaridad se escurre por la alcantarilla de los escándalos, todo lo demás se
enturbia. La historia, en una democracia, nunca es, y nunca debe ser, contrapeso ni justificación de la corrupción.
Por esa razón, porque la ejemplaridad se había quebrado, porque la lista de turbulencias que han afectado a
la Corona era demasiado espesa como para que la Casa Real permaneciera impermeable, debe haber concluido Don Juan Carlos que esta vez la rehabilitación de la Corona no podía protagonizarla él, sino su
hijo. Y que esa imagen nueva, renovada, ya no estaba en sí mismo sino en el único miembro de la Casa
Real, junto a la Reina, que no se ha visto salpicado por ninguna portada, por ningún sumario. Sin embargo,
vendrán ahora, ya están surgiendo, quienes quieren aprovechar la abdicación para promover una reforma
constitucional que se lleve por delante la Monarquía parlamentaria. Si sólo fuera por un puro sentimiento
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El Rey Juan Carlos I abdica
de egoísmo, tendrían que reparar que lo único que le faltaba a España, en estos momentos críticos de crisis,
de independentismo, de debilidad de los grandes partidos, de fortalecimiento del radicalismo; lo único que
faltaba es que ahora, justo ahora, se quiera destejer todo lo ocurrido desde la Transición. Pero la abdicación
no es un vacío y en un Estado de Derecho la abdicación del jefe del Estado es un proceso legalmente establecido. Un trámite tasado que cuenta con el respaldo de la inmensa mayoría de los españoles que están representados en el Congreso. La abdicación no es un vacío y la democracia real está en el Congreso. Otra cosa
sólo es arribismo o peor.
Al Rey, en la sonada entrevista con la que quiso retomar la normalidad tras su enésima operación de cadera,
tras la fatalidad de aquel elefante, le preguntó Jesús Hermida que cómo le gustaría pasar a la historia. Y
dijo entonces don Juan Carlos que su ilusión era pasar a la historia “como el Rey que ha unido a todos
los españoles”. Hace poco tiempo, cuando falleció Adolfo Suárez, el epitafio que se eligió para su tumba
era similar: “la concordia fue posible”. España es un país que vive de espaldas a su propia historia, que se
acompleja de su pasado, que se avergüenza a veces hasta de gritar su nombre. Por una vez, tendríamos que
ponernos de acuerdo, al menos, en el orgullo de lo que disfrutamos, de lo que somos en la actualidad, de lo
conseguido en los últimos treinta años. Y desde esa perspectiva mayor, saber aceptar la dignidad y el mensaje de concordia, de entendimiento, de futuro, que se esconde en la renuncia del Rey a la Corona.
Hay veces que la abdicación es una derrota, una derrota personal, más allá incluso del ámbito institucional. No es el caso. Quizá don Juan Carlos ha entendido lo mismo que su padre, cuando también el decidió
renunciar a sus derechos reales en favor de un tiempo nuevo que se abría paso en España tras la muerte
del dictador. “Lo que yo creo es que los hombres somos instrumentos de la historia. Que las corrientes
históricas se imponen de todos modos”, dijo en su día Don Juan de Borbón. Ahora su hijo, don Juan Carlos,
podría firmar sin quitar una sola sílaba la misma frase. Don Juan Carlos ha sido el rey que supo abdicar. En
su despedida, en la mesa de despacho, sólo le acompañaban las fotos de su padre y de su hijo como símbolo
elocuente de normalidad.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Don Felipe de Borbón, el
Príncipe mejor preparado de
la historia de España
(Efe)
Ángel Collado
02/06/2014 (10:12)
Su Alteza Real el Príncipe de Asturias, a sus 46 años, es el heredero mejor preparado para cumplir sus
futuras funciones como monarca que ha tenido España en toda su historia. Don Felipe de Borbón y Grecia
reúne unaformación académica civil, militar y de idiomas, más una experiencia en relaciones internacionales y un conocimiento directo del funcionamiento de las instituciones del Estado y de los principales dirigentes políticos, empresariales, sindicales y sociales españoles sin precedentes. En una carrera específica de
28 años sin comparación en las Monarquías occidentales.
Su Majestad el Rey decidió que su tercer hijo, y su heredero como primer varón según fija la Constitución,
recibiera la misma formación en las tresacademias militares por las que él mismo pasó. Pero también que
tuviera untítulo universitario y después ampliara estudios de relaciones internacionales en los Estados Unidos. Desde finales de los noventa, Don Felipe se ocupa especialmente de representar a España en distintos
actos institucionales en el extranjero, como las tomas de posesión de los presidentes de los países iberoamericanos.
El Príncipe de Asturias nació en Madrid el 30 de enero de 1968 y su bautizo estuvo lleno de símbolos sobre
la continuidad de la Monarquía. En la ceremonia fue el padrino Don Juan de Borbón, legítimo heredero
de la Corona, y la madrina Su Majestad la Reina Doña Victoria Eugenia. La viuda de Alfonso XIII regresó
a España desde el exilio para el solemne acto. No había pisado su país desde que tuvo que abandonarlo al
proclamarse la II República el 14 de abril de 1931. Abuelo y bisabuela hicieron un paréntesis para regresar a
su nación gobernada por Francisco Franco que, como jefe del Estado, también acudió a la ceremonia.es y el
Príncipe, durante una recepción en honor del presidente de Panamá.
Don Felipe, que a la sazón tiene los títulos de Príncipe de Gerona, Príncipe de Viana, Duque de Montblanc,
Conde de Cervera y señor de Balaguer, juró lealtad a la Constitución y al Rey ante el Congreso de los
Diputados al cumplir la mayoría de edad, en 1986. Hizo el COU en Cánada. Después estudió en la Academia General Militar (Zaragoza), en la Escuela Naval Militar (Marín) y en la Academia General del Aire
(San Javier). Alcanzado el título de oficial en las tres armas, por ascensos, hoy es teniente coronel de Infantería, capitán de fragata y teniente coronel del Ejército de Aire.
Como un guardia marina más, realizó el periplo habitual de fin de curso en el buque escuela Juan Sebastián
Elcano. Acudió
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El Rey Juan Carlos I abdica
a despedirlo en Cádiz, además de los Reyes, su abuelo el Conde de Barcelona, que ya había renunciado a sus
derechos dinásticos una vez convocadas las primeras elecciones democráticas en 1977. Fue otro acto cargado de simbolismo, Don Juan también pasaba el testigo como marino.
Terminada su formación militar, el Príncipe de Asturias estudió la carrera de Derecho en la Universidad
Autónoma de Madrid y después realizó unmáster de dos años en Relaciones Internacionales en la Edmund Walsh School of Foreign Service de la Universidad de Georgetown, en Washington.
Don Felipe de Borbón, durante su viaje a El Salvador de finales de mayo.
En materia de conocimiento de idiomas, también está muy por encima de la clase política o empresarial española. Domina el francés y el inglés desde el colegio. De su manejo en la última lengua deja evidencia en
cada viaje al extranjero. También ha sido deportista de élite, en concreto en la disciplina de la vela (obtuvo
un diploma olímpico) y para la historia de los mejores momentos de imagen de la Monarquía queda su presencia en los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992 como abanderado de la representación de España.
Después de dos noviazgos breves y que contaron con la compresión de Don Juan Carlos o de Doña Sofía, el
Príncipe de Asturias se impuso para casarse en mayo de 2004 con Doña Letizia Ortiz, periodista divorciada
que le ha dado dos hijas, las infantas Leonor y Sofía, y un mayor acercamiento a la sociedad.
Con las sucesivas bajas por enfermedad del Rey, el Príncipe ha aumentado en los dos últimos años sus tareas
de representación, tanto en España como en el extranjero. Don Felipe ha mantenido al mismo tiempo los
vínculos con las Fuerzas Armadas. Suele acudir a maniobras, ejercicios, misiones y actos solemnes de los
tres ejércitos. El último, en mayo pasado, estuvo en un ejercicio de rescate de submarinos en Cartagena.
Y ante el más grave problema político al que se enfrenta España, el desafío separatista en Cataluña, destaca la constante presencia del heredero en todo tipo de actos de cariz económico, cultural o social, en los
últimos meses.
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El Rey Juan Carlos I abdica
El Rey abdica para salvar a la
Monarquía de la crisis institucional
El Rey don Juan Carlos, en una imagen de archivo (i.c.)
02.06.2014, José Antonio Zarzalejos.
Mariano Rajoy ha anunciado esta mañana, en declaración institucional, un hecho inédito en la joven democracia de este país: el propósito del Rey Juan Carlos de abdicar y transmitir la jefatura del Estado a su hijo,
el Príncipe de Asturias, de conformidad con lo previsto en el artículo 57, 1º y 2º de la Constitución. Fuentes
consultadas por este diario, atribuyen al nuevo escenario político español dibujado tras las elecciones al
Parlamento Europeo del pasado 25 de mayo la decisión de Don Juan Carlos que venía siendo barajada en la
Zarzuela desde hace más de año y medio, como informóEl Confidencial el 22 de febrero del pasado año (El
Rey baraja ya su abdicación).
Después del accidente del Rey en Botsuana hace poco más de dos años (Historia de cómo la Corona entra
en barrena de 15 de abril de 2012), que motivó una inédita petición de perdón de Don Juan Carlos y con los
avatares del proceso judicial penal que se sigue contra su yerno, Iñaki Urdangarin, imputado por varios delitos y en el que podría ser procesada por blanqueo de capitales y delito fiscal su hija menor, la infanta Doña
Cristina, Don Felipe ha venido adquiriendo un protagonismo en el que se ha sostenido la Corona (La Operación Don Felipe, en marcha de 19 de abril de 2012). La misión del heredero ha consistido en suplir -hasta
donde constitucionalmente ha sido posible- las ausencias del Rey motivadas por sus recurrentes problemas
de salud de los que el Jefe del Estado ha aparecido más recuperado en los últimos meses.
El Rey entrega a Mariano Rajoy el documento de la abdicación (Twitter: Casa Real)
No obstante, la situación del Rey, en términos políticos y sociales, y pese a su esfuerzo y al de su entorno, no
ha remontado (Rescatar la Corona, de 24 de mayo de 2014) como lo demostrarían los sucesivos barómetros de Centro de Investigaciones Sociológicas. Desde 2011, la institución es suspendida por los ciudadanos.
Entonces alcanzó una calificación del 4,89. La nota bajó en 2013 hasta el 3,68 y apenas repuntó (sólo a un
3,72) en 2014, pese a la mayor actividad institucional del Rey y a su gran exposición pública con motivo
delfallecimiento del ex presidente Suárez el pasado 23 de marzo y sus viajes a Marruecos, Portugal y
países árabes y su presencia en distintos eventos como la final de la Champions en Lisboa el pasado 24 de
mayo. La Reina y el Príncipe de Asturias, sin embargo, acaparan mayor simpatía y popularidad que
Don Juan Carlos
Las razones que el año pasado parecían aconsejar la abdicación del Rey, lejos de haberse diluido se han
transformado en perentorias debido, por una parte, a la esterilidad de los esfuerzos de la Zarzuela por mejorar la visibilidad y popularidad del Jefe del Estado, y, por otra, a la fortísima crisis del sistema político
y al deterioro social por el que atraviesa Es
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El Rey Juan Carlos I abdica
paña, que se ha agudizado con los resultados de las elecciones europeas del pasado 25 de mayo.
La permanencia de Don Juan Carlos en la Jefatura del Estado ha venido sustentándose en el consenso del
Partido Popular y del PSOE, pero los comicios europeos han dejado tocado el bipartidismo (la suma de
ambos partidos no alcanzó el 49% de los votos) y sumido a los socialistas en una crisis que se ha cobrado
ya la pieza del secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, que cederá su cargo el 20 de julio en
un Congreso extraordinario del partido en el que se prevé que sean elegidos dirigentes de generaciones sin
vinculación vital y afectiva a la transición y mucho más inclinados a las tradicionales tesis republicanas
de la izquierda que conectarían especialmente con los segmentos más jóvenes. El 7 de abril del pasado año,
en un macrosondeo de El País, el Rey perdía 32 puntos de aceptación respecto de otro anterior de las mismas características, debido alrechazo de los votantes del PSOE y de los jóvenes. Los menores de 34 años
otorgaban al Jefe del Estado un nota muy negativa (-41), mientras que el mayor respaldo al monarca se registraba entre los mayores de 55 años.
Los pésimos resultados del PSOE (23%), muy próximos al desplome, y los muy malos del PP (sólo el 26%
de los sufragios), con la emergencia de fuerzas políticas de claro signo republicano (IU, Podemos y, en
menor medida, UPyD), proyectan un legislativo en la próxima legislatura que podría fragilizar aún más de lo
que está la Corona y a su titular. A estas circunstancias se añade el muy posible procesamiento de la infanta
Doña Cristina en el caso Nóos que podría ser confirmado por la Audiencia de Palma, lo que supondría sentar
en el banquillo al yerno y la hija del Rey y al secretario de las infantas, Carlos García Revenga.
Este escenario de inmediato futuro hubiera alcanzado al monarca en una dinámica de progresiva debilidad
-en este cuadro no hay que olvidar laapuesta independentista de Cataluña en donde Esquerra Republicana
superó en la europeas a CiU convirtiéndose en la primera fuerza política de la comunidad- que comprometía
a Don Juan Carlos pero también a la institución. De ahí que, como han apuntado intelectuales como Santos
Juliá, “la transmisión en vida de la Corona puede ser el principio de una recuperación de confianza bajo su
nuevo titular”. La abdicación se configura así como un movimiento institucional histórico para reforzar la
Monarquía parlamentariae iniciar una nueva etapa política con la Jefatura del Estado en la persona de
Don Felipe de Borbón, que el pasado 30 de enero cumplió 46 años.
La abdicación del Rey se produce, además, en el contexto en el que se desenvuelven monarquías parlamentarias europeas como la de Holanda y Bélgica. En Enero del pasado año, la reina Beatriz renunció en favor
de su heredero el príncipe Guillermo (1967), lo mismo que en julio hizo el rey de los belgas, Alberto II que
resignó su cargo en su primogénito Felipe (1960). Ambas monarquías, así como la británica, han superado
en años anteriores fortísimas crisis que los nuevos titulares de la Corona han logrado eludir renovando la
institución y evitando que prosperasen los pequeños pero activos grupos que cuestionaban la Monarquía. Lo
mismo podría suceder en España con la abdicación de Don Juan Carlos, que ha culminado uno de los reinados más largos y fructíferos de nuestra historia y al que la democracia española le debe su padrinazgo e
impulso.
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REPÚBLICA.COM
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Un 2 de junio, histórico
JOSÉ ONETO
Este 2 de junio de 2014, festividad de Nicolás el Peregrino, formará parte de la historia de España al decidir el
rey Juan Carlos, -que en 2015 cumplirá cuarenta años de su subida al trono después de la muerte del general
Franco- anunciar su abdicación a favor de su hijo Felipe de Borbón y Grecia.
Una abdicación que, según fuentes oficiales, tenía pensada desde el pasado 5 de enero, la fecha de su 76 cumpleaños, cuando ya habían empezado a remitir algunas de las manifestaciones de esos primeros síntomas de
crisis en la Institución, con el escándalo ya asumido de su hijo político Iñaki Urdangarin, casado con su hija
Cristina, y con el no menos escandaloso caso de su relación sentimental con la princesa Corinna que, además,
estalla durante una cacería de elefantes en Botswana, que provocó la ruptura de una cadera, causante de todos
los males que posteriormente han aquejado al monarca.
Con su abdicación que primero anunció el Presidente del Gobierno en una comparecencia inesperada, y posteriormente, explicó él mismo en un mensaje a la nación, se pone fin a todo un ciclo histórico de la reciente
historia de España. Un ciclo que ha puesto a prueba la Constitución de 1978 que se demostró que funcionaba
cuando se produjo la alternancia en el poder en 1982 y el PSOE sucedió en el poder a la Unión de Centro
Democrático (UCD), y que ahora según está previsto se cierra cuando el Príncipe, con el nombre de Felipe VI
suceda a su padre, el principal artífice de la transición política española, y junto con el pueblo español motor
del cambio político.
Con un discurso muy medido en el que ha recordado el papel del pueblo español en ese cambio, del que se sintió orgulloso y agradecido, y en el que ha citado en primer lugar a su padre, el Conde de Barcelona, el legítimo
heredero de los derechos dinásticos que en su momento le cedió a él, después al sucesor, el Príncipe heredero,
del que ha hecho un retrato destacando sus cualidades y formación, a su esposa la Princesa de Asturias, y a la
Reina a la que ha agradecido ese apoyo y generosa colaboración que, según él , nunca le ha faltado, el Rey ha
puesto el acento y todo el argumentaría en las nuevas generaciones que son las que, en estos momentos, tienen
que tomar la iniciativa, “para corregir errores y abrir caminos a un futuro decididamente mejor”.
“En la forja de ese futuro, según el Rey, una nueva generación reclama con justa causa el papel protagonista,
el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco.
Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías, decidida a emprender
con determinación las transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a afrontar con
renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana”.
El relevo generacional ha sido el gran argumento para explicar una decisión inesperada, que se insiste en que
ya estaba tomada por el Rey probablemente durante su última recuperación, y que probablemente se ha acelerado por los resultados electorales del pasado 25 de mayo en los que se ha producido una debacle de los dos
partidos tradicionales que apoyan a la Monarquía, frente a una subida de la izquierda y del independentismo
claramente republicanos. Una pista de lo que puede suceder en las próximas elecciones generales en las que
peligra gravemente el bipartidismo y cualquier proyecto de reforma constitucional que tendrá que afrontar el
príncipe Felipe, para dar a su reinado el impulso necesario para la estabilidad de la Monarquía y la renovación
que supone una nueva etapa.
Es verdad que el Rey probablemente tenía otro calendario, pero los acontecimientos se han precipitado, tam46
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bién es verdad que ha acertado en el momento, mostrando una generosidad que dan cuenta de su talla. El Príncipe hereda una situación complicada económica, política, social e institucionalmente, con un país cabreado
que ha dado un voto de castigo a los partidos tradicionales y que está indignado por determinados comportamientos de la clase política y por una corrupción que da la sensación de que quieren tapar y no hablar de ella ni
siquiera en la campaña electoral para prometer que esa va a ser la prioridad, máxime cuando en Europa están
asombrados del grado de podredumbre que ha alcanzado ese tipo de excesos.
Dentro de un mes, cuando esté aprobada la correspondiente Ley Orgánica de desarrollo del artículo 57 de la
Constitución con los votos, entre otros del PSOE (Rubalcaba estaba en el secreto, y probablemente es una de
las razones de que no haya dimitido de forma inmediata de secretario general del partido y de portavoz parlamentario), y la proclamación del nuevo Rey, comenzará una nueva etapa de la historia de España que se ha
abierto este martes 2 de Junio festividad de Nicolás, el Peregrino.
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El Rey abdica y hace bien
PABLO SEBASTIÁN
El rey don Juan Carlos I ha anunciado su decisión de renunciar al trono, después de 39 años de reinado, en
favor de su heredero el Príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón, quien con el título de Felipe VI asumirá la
Jefatura del Estado a título de Rey de España en los próximos y tras su proclamación por las Cortes Españolas.
Don Juan Carlos I, quien en una breve alocución ha explicado que su decisión, adoptada el pasado mes de
enero, ha sido motivada para que ‘una nueva generación asuma el protagonismo’ deja tras de sí una ingente
labor al servicio de España. Y ha tomado esta decisión ejemplar e histórica de ‘abdicar la Corona’ cuando el
país, deteriorado por la crisis económica, política e institucional, inicia un nuevo cambio de rumbo -certificado
en las urnas del pasado 25 de mayo- y la imagen del Monarca y la Corona sufre un creciente deterioro, de
lo que se deduce que la oportuna y generosa abdicación del Rey pretende abrir una nueva etapa en España y
preservar el prestigio de la Monarquía en la persona del Principe de Asturias, don Felipe de Borbón, que goza
de una buena imagen y tiene una excelente preparación para el desempeño de las funciones de la Jefatura del
Estado, que asumirá en los próximos días.
Estamos, en coincidencia con la reciente muerte de Adolfo Suárez, ante lo que podíamos calificar como segunda Transición que esperemos nos lleve, bajo el reinado de don Felipe VI, hacia una Democracia plena,
representativa, más abierta a la sociedad y dotada de una clara separación de los poderes del Estado y de los
controles democráticos que ponga final al modelo ‘partitocrático’ vigente, primando la función del Parlamento
como sede real de la soberanía nacional y poniendo punto final a las connivencias que dieron alas al pantano
de la corrupción política. Causa esencial del deterioro nacional en connivencia con la crisis económica y social
mal gestionada por gobiernos sucesivos de este país sumido en la dramática cifra del 26 % de paro que daña
al conjunto de la sociedad y de manera especial a los jóvenes. Y no perder de vista, en todo ello, el desafío
secesionista del nacionalismo catalán.
Los motivos de la abdicación del Rey -bien distintos a los que en su día favorecieron la renuncia de los derechos dinásticos de su padre, don Juan de Borbón, cuando don Juan Carlos I ya era Rey de España tras su
proclamación a la muerte del dictador Franco, no parecen incluir un solo hecho concreto y determinante, salvo
empeoramiento de la salud del Monarca por ahora no conocido, sino más bien un cúmulo de acontecimientos
y situaciones que van desde la imputación de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en la corrupción del caso
Nóos -pendiente de las inculpaciones-, hasta los errores del propio Monarca, como los reconocidos por él
cuando pidió perdón por su asistencia, en plena crisis, a la cacería de elefantes de Bostwana en la compañía
de la llamada princesa Corinna, a la que luego se la ubicó en viajes oficiales del Rey y en una residencia del
Patrimonio Nacional situada en los montes de El Pardo, cerca del palacio de la Zarzuela.
La abdicación del Monarca, someramente prevista dentro de la Constitución será regulada por una Ley Orgánica dado que este proceso, como tal, no estaba previsto en nuestro ordenamiento jurídico. Una Ley en la que,
posiblemente, se incluirá algún tipo de aforamiento de don Juan Carlos y que debería ser acompañada de la
reforma urgente de la Constitución para garantizar el acceso al trono de las mujeres, una flagrante carencia
constitucional, que ahora afectaría de lleno a la sucesión del nuevo Rey don Felipe VI en la que han de estar
las infantas Leonor y Sofía, en previsión de cualquier otro e inesperado acontecimiento.
El Rey se va anunciando y propiciando un cambio generacional en la jefatura del Estado y hace bien, por el
interés general de España y el futuro de la institución monárquica que lidera. Y lo hace, según sus propias
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El Rey Juan Carlos I abdica
palabras, cuando ha recuperado la salud y regresado a la normalidad institucional, es decir de una manera
consciente y en plenas facultades físicas e institucionales, como lo ha querido subrayar en su breve alocución
de despedida en la que hizo el elogio del heredero, el Príncipe de Asturias, con mención a la princesa Letizia
y agradecimiento a la Reina Sofía.
Dimite el Rey, un gesto que le honra y que algunos pondrán en entredicho por las dificultades del presente
momento español, y cuando los dos grandes partidos nacionales PP y PSOE acaban de sufrir un importante
castigo electoral en los comicios europeas del pasado 25 de mayo. El que ha obligado a dimitir a Rubalcaba
y a abrir una profunda renovación en el Partido Socialista, y lo que obligará a Rajoy a la reforma de su Gobierno y su partido, en este tiempo de crisis y de cambio generacional que no solo afecta al Rey sino también a
los dos partidos ‘dinásticos’ que, a lo largo de la transición, colaboraron en la restauración democrática de la
Monarquía y que ahora deberán impulsar una reforma importante de la Constitución en pos de la mejora y la
renovación de la vida democrática, asignatura pendiente a la que le ha llegado su hora y a la que abre la puerta
el rey Juan Carlos I con su abdicación.
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El Rey Juan Carlos I abdica
El relevo y la liturgia
FERNANDO GLEZ. URBANEJA
De la coronación del rey Juan Carlos en diciembre de 1975 se guarda recuerdo de las palabras del presidente
de aquellas Cortes, Rodriguez de Valcárcel: “desde el recuerdo emocionado a Franco, Viva el Rey”, que suponía un punto final, en ningún caso un comienzo, solo mirada atrás. Y especialmente el discurso, más que una
homilía, del cardenal Tarancón en los Jerónimos, en el Te Deum de Coronación, con la apelación para que Juan
Carlos “fuera el Rey de todos los españoles”. Eso sí era un punto de partida, un proyecto que merecía la pena.
El Rey ha querido ser de todos los españoles, por eso abrió inmediatamente la puerta a una democracia parlamentaria a la europea. Probablemente no tenía alternativa, pero él abrazó esa opción desde el primer minuto
y no se ha apartado de ella desde entonces, durante 38 años y medio. Ahora parece sencillo, evidente, pero
entonces no estaba tan claro.
Elegir el momento de poner punto final no es sencillo; pasar el bastón del relevo es una de las pruebas decisivas de carácter, de personalidad y también de confianza. Ante semejante decisión siempre sobran voces para
desanimar, para aplazamiento hasta una coyuntura más favorable. Incluso voces internas, resistentes a hacer
mutis. El Rey ha controlado ese momento, ha elegido y dominado la iniciativa. Pudo haberlo hecho antes, o
esperar el paso de algunos acontecimientos pendientes. Lo hizo ayer por voluntad propia y con sorpresa.
Ahora empieza una fase de tránsito, que no de transición, con otra persona en el ejercicio de la función de Jefe
del Estado. Y para esta nueva fase son importantes los primeros compases. Ayer se interpretó el primer acto, el
anuncio que correspondía, primero al Gobierno, y después al protagonista principal. Hoy el Gobierno aprobará
y enviará a las Cámaras la Ley Orgánica que habilita la abdicación y la consiguiente designación del sucesor,
bajo la fórmula de coronación.
Es importante el texto de esa Ley y el debate parlamentario de la misma, que es bastante previsible aunque
habrá que atender las razones de unos y de otros. También lo es el acto formal de designación-coronación en
el parlamento y el discurso inicial del nuevo Jefe del Estado. Hoy ya no caben actos posteriores de celebración
en una catedral, aunque esa sea la costumbre en algunos países vecinos cuya democracia utiliza el ropaje de
una Monarquía. Imaginar ahora al cardenal Rouco dando la bienvenida al nuevo Jefe del Estado está fuera de
la oportunidad política e incluso del mandato constitucional. La liturgia del acto parlamentario de designación
es importante, será una especie de escaparate y de representación de España, de su estabilidad y de sus instituciones.
Estamos ante una oportunidad para acreditar estabilidad, también para escuchar voces que pretenden una
ruptura, superar el marco constitucional actual, con ofertas más pretenciosas que fundadas. A veces resultan
irritantes por oportunistas o simples, pero conviene escuchar y debatir, tratar de ordenar y reparar que hay una
buena parte de la de la ciudadanía frustrada, indignada y decidida a cambiar sus preferencias, aunque solo sea
por probar
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La hora del príncipe Felipe
MARCELLO
Nos recuerda don José Acosta, los versos de Quevedo: ‘Miré los muros de la patria mía/ si un tiempo fuertes
ya desmoronados…’ y el lamento del indomable escritor resuena en nuestro entender como alegoría de este
difícil momento español que las urnas del Parlamento Europeo han dibujado en un nuevo mapa político, con
aires de revuelta ciudadana, que algunos valoran como castigo y paréntesis temporal y otros como vuelco de
tendencia y cambio de rumbo. Y ha sido en esta hora de asumir la realidad y tomar sin dilación las oportunas
decisiones cuando el rey don Juan Carlos I ha anunciado, y ha hecho bien, su abdicación a favor de su hijo y
heredero el príncipe de Asturias, don Felipe de Borbón y Grecia, que asumirá la Jefatura del Estado, con el
título de Felipe VI.
Nuestro Príncipe no tiene el delicioso candor de ‘El Principito’ de Saint-Exupéry, que vive en el azul de las
estrellas y acepta el dibujo de un corderito escondido en una caja de cartón, ni es un alumno interesado en el
tratado político sobre ‘El Príncipe’ de Nicolás Maquiavelo, donde se recomienda al futuro Rey que sea, por
igual amado y temido, y en caso de disyuntiva más temido.
Don Felipe es un hombre de nuestro tiempo, que creció y se ha educado en la democracia de la transición y
que se encuentra con una importante trayectoria de su padre el Rey y una herencia de gran responsabilidad y
a la vez complicada por los problemas de todo orden que hoy embargan el ánimo de los españoles. Muchos
de ellos sufridores de la gran epidemia del paro y la ruina familiar y otros indignados por el duro ajuste de la
crisis y el imperio mal oliente de la corrupción, que hay que desterrar.
La llegada al Trono del nuevo del nuevo rey Felipe VI no será tan traumática como la de su padre en plena
dictadura y con la tarea de la transición hacia la democracia y la reconciliación nacional entre los españoles.
Esta España, hoy agitada por la crisis política, económica e institucional, es mucho más sólida que la que encontró su padre el rey Juan Carlos I cuando asumió la Jefatura del Estado, aunque los últimos actos ciudadanos
y el desencanto general español frente a gobernantes y representantes, han abierto una dinámica que en sectores aún minoritarios de la sociedad reclama un cambio de modelo de Estado y celebrar un referéndum sobre
Monarquía y República como ayer lo pidieron partidos minoritarios de la izquierda y manifestantes reunidos
en el centro de Madrid.
En los últimos años, el deterioro del Régimen de la Transición ha sido importante, y con él también el de la
imagen de la Corona y del Rey, de ahí la abdicación y el nuevo tiempo que llega de don Felipe a quien toca
pilotar la nave española por esta aguas agitadas que lo serán menos si la economía progresa y acompaña
el relevo -la UE tiene en ello una importante responsabilidad- en la Jefatura del Estado. Sobre todo si los
grandes partidos políticos abordan su renovación (el PSOE está en ello) y su regeneración moral y política,
con prácticas democráticas que en últimos años se fueron deteriorando en menoscabo de las libertades y la
vida democrática, lo que se debe revisar con la mayor urgencia.
No lo tiene fácil don Felipe ni tampoco imposible. Sobre todo a sabiendas que el toro que deambula en el Ruedo Ibérico no será de controlar. Y habrá quien diga, en términos taurinos, que ante esta dificultad, el Rey ‘cogió
el olivo’, o dio una espantada, como también cabe interpretar que su renuncia incluye generosidad en pos de
un tiempo nuevo y un cambio generacional que al príncipe Felipe, el rey don Felipe VI, le tocará administrar.
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El primer embajador económico
PRIMO GONZÁLEZ
La abdicación del rey Don Juan Carlos I es un acontecimiento histórico que hará correr ríos de tinta en los
próximos días, semanas y meses. Este es un momento especialmente triste, sobre todo para varias generaciones de españoles que hemos visto el progreso alcanzado por España durante los años de apertura al exterior,
en el que en todo caso deben predominar los aspectos amables, las valoraciones positivas, la ausencia de desmesura en las críticas, que por supuesto tienen su explicación y legitimidad, pero siempre que no ofusquen la
correcta visión de las cosas.
En toda la fraseología y en todo balance que se precie no podríamos dejar de mencionar, porque no hacerlo
sería flagrante injusticia, el papel que el Monarca ha jugado en la esfera económica prácticamente desde
el primer día de su reinado, allá por el año 1975, desempeñando un activo papel de embajador económico
permanente al servicio de los intereses de la economía y de las empresas. Nunca en su historia, como en la
actualidad, la economía española había tenido una proyección exterior en lo económico tan dilatada como la
alcanzada en estos últimos años, con el impulso decidido del Rey, que casi siempre se ha hecho acompañar
por representantes del mundo de los negocios en sus visitas a los más diversos países, para abrir puertas y
consolidar eso que ahora conocemos como la Marca España. No es una casualidad que sus últimos viajes al
exterior, muy recientes, cuando al parecer ya tenía tomada la decisión de abdicar, tuvieran un acento marcadamente empresarial y económico, viajes en los que algunas empresas españolas han firmado contratos de
elevadísima cuantía, que redundarán en el beneficio y nivel de actividad de algunas actividades industriales en
España durante bastantes meses.
Con la llegada de Juan Carlos a la Jefatura del Estado, en el año 1975, España inició un rápido proceso de
apertura al exterior, tanto en el plano político como en el económico. La incorporación a la que entonces se
denominaba Comunidad Económica Europea fue el primer gran salto que protagonizó el país en su apertura
internacional. Acto seguido, la aceleración de las inversiones extranjeras en España y pocos años más tarde el
inicio de una corriente inversora muy firme y hasta masiva, orientada sobre todo a los países de Latinoamérica,
en muchos de los cuales la inversión española ha llegado a superar las cifras del primer inversor tradicional en
estas economías, Estados Unidos.
El volumen de la inversión española acumulada en la zona ha sido estimado en cifras superiores a los 115.000
millones de euros, lo que equivale al PIB de alguna de las economías latinoamericanas de tamaño medio. Con
diferencia, España se ha convertido asimismo en el primer país europeo inversor en numerosos países extranjeros, a pesar de que la economía española tiene un tamaño de nivel medio entre los principales Estados de la
Unión Europea.
Empezando por México (país con el que España no restableció relaciones diplomáticas hasta el año 1975, tras
el cambio de régimen y la llegada de Juan Carlos al poder, momento que aprovechó el nuevo Rey para realizar
una de sus primeras visitas al extranjero en calidad de Jefe del Estado) y siguiendo por Argentina y Colombia,
las inversiones de empresas españolas en Latinoamérica han sido cuantiosas y siempre impulsadas por el rey
Juan Carlos.
Viajero infatigable, durante su reinado, y hasta el día de la fecha, el Rey ha realizado más de doscientas cincuenta visitas al extranjero. En la larga lista de continentes y países, llama la atención su predilección por
América (80 visitas a diversas naciones), por delante de las que ha realizado a Europa (73 en total) y a uno de
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sus destinos predilectos, Oriente Medio. Con 15 visitas contabilizadas, Estados Unidos ha sido el principal
destino de sus andanzas por el exterior, junto con Alemania, con 7 visitas, y un grupo de países como México,
Argentina, Kuwait, Italia, Portugal y Arabia. Quizás los números no sean del todo exactos, pero deben parecerse bastante a la realidad. Es por ello que llama bastante la atención su escasa predilección por las visitas a
París y a Ciudad del Vaticano, dos destinos bastante habituales para la diplomacia española a lo largo de la
historia y que, sin embargo, no han estado en el listado de las preferencias de Don Juan Carlos.
La activa diplomacia empresarial española de estos años, que ha contado siempre con el apoyo decidido y casi
siempre entusiasta del Rey, ha colocado a España como uno de los países con mayor proyección económica
exterior, con algunas multinacionales de muy primera fila compitiendo con empresas que llevan muchos años
de ventaja a las compañías españolas que han hecho de su presencia internacional, a veces como consecuencia
del desfallecimiento de los negocios en el suelo propio, una auténtica seña de identidad. Esta fuerte presencia
exterior de las empresas españolas ha jugado un papel indudable a la hora de dotar al país de un cierto colchón
de reserva para sobrellevar con menos angustias las crisis internas.
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El Rey Juan Carlos I abdica
Nueva generación, cambio epocal, segunda transición
JOSÉ JAVALOYES
Vistas las cosas con calma, no ha sido la abdicación – reclamada por algunos: pescadores quizá en río revuelto
– la puesta en escena de dificultades nacionales parecidas a las cursantes en el inicio de la reinstauración
monárquica a la muerte de Franco. Cierto es que los consensos nacionales se encuentran ahora bien deteriorados: en términos sociales, por causa de la crisis económica; y, en términos territoriales, por la agravada defección de los nacionalismos regionales. Una cosa y la otra a causa de errores en la percepción de los problemas
de entonces o por efecto de fallos cometidos en el tratamiento de los mismos.
Es lo cierto que lo entrevisto a la salida del régimen de Franco – resultante de la guerra civil causada por la
deslealtad de las izquierdas y el secesionismo a las instituciones republicanas, desde la revolución de octubre del 34 y el golpe de Estado de Companys desde la Generalidad de Cataluña -, tuvo más fácil salida de lo
entrevisto en el arranque del propio proceso constituyente. El disenso era de calidades abismales. El único
acuerdo avizorado era el de que se estaba en el desacuerdo global. Así, la hoja de ruta para la confección de la
Carta Magna se resolvió, en cuestiones tan de calado como la unidad territorial de España, con imprecisiones
y contradicciones como la afirmación de la unidad nacional y la incorporación de categorías políticas como
las “nacionalidades”.
La candidez y lo bisoño de los primeros equipos de Gobierno hicieron el resto en decisiones de gravedad tan
extrema como la de transferir a los gobernantes autonómicos las competencias en materia de Enseñanza. Con
ambas cosas se forjó la fractura de la conciencia nacional tanto en Cataluña como en las provincias vascas, al
sumarse a ello las ilegalidades políticas durante la calamidad del zapaterismo. Por lo demás, las izquierdas,
en cambio, sí fueron leales en la cohesión del modelo social durante los dos primeros tercios de la Transición.
A grandes pinceladas, así ocurrieron inicialmente las cosas dentro de la Primera Transición, con dos generaciones y el tramo epocal correspondiente; pero en el último tranco de ésta, solapándose con el mismo, la brutalidad de la crisis económica y social invirtió el paradigma de la prosperidad precedente, dando entrada con
ello al protagonismo principio de una tercera generación: nuevos rostros, nuevas gentes y nuevos discursos
ideológicos revestidos de radicalidad y tramoyas de la extrema izquierda. Toda una dinámica que ha tenido su
punto ideal de ignición política en las Elecciones Europeas, asumidas en régimen de utilidad puntual y a plazo
distinto que las generales.
Cabe entender que, en términos nacionales, estamos en este nuevo contexto histórico definido por la abdicación del rey Juan Carlos. En un cuadro de fin de ciclo, de cambio de época y de irrupción de otras generaciones que han de protagonizar el reinado de su hijo Felipe VI, a despecho de un republicanismo posiblemente
de aluvión, recalentando por izquierdas extremas y antisistema que ahora sientan en Barcelona a negociar al
nacionalismo renqueante de CiU a golpe de contenedores en llamas. Obligado es de esperar que cuando la
crisis escampe y el paro se resuelva, arranque en paz la nueva Transición con el Rey nuevo.
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VOZ PÓPULI
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El Gobierno pisa el acelerador: el Príncipe de
Asturias se convertirá en el Rey Felipe VI antes de un mes
El Príncipe Felipe se convertirá en el Rey Felipe VI en un mes. En dos semanas quedará concluída y
aprobada la ley de abdicación, único obstáculo legal para la proclamación del nuevo Monarca.
José Alejandro Vara
Entre tres y cuatro semanas llevará el proceso legal para proclamar un nuevo Rey de España, según
fuentes oficiales. El Gobierno ha pisado el acelerador para que la ley orgánica que regule el proceso de abdicación se tramite con urgencia. En casi cuarenta años desde la restauración de la Monarquía no ha habido
tiempo para elaborarla, tal y como la Constitución manda. Tampoco don Juan Carlos puso mucho empeño.
Ahora vienen las prisas. La abdicación no está regulada legalmente. La proclamación del nuevo Rey, sí lo
está. Un vacío legal que se cubrirá con suma rapidez.
El Príncipe Felipe se convertirá en el Rey Felipe VI en una ceremonia austera en el marco de una sesión
conjunta de las Cortes. No habrá invitados ilustres ni representantes de otras familias reales europeas. Justo
lo contrario de lo que ocurrió con la proclamación del príncipe Guillermo de Holanda, tras la abdicación de
su madre, la reina Beatriz, que se convirtió en una fiesta multitudinaria, con despliegue de sangre azul, entorchados, libreas y carrozas doradas.
Antes de un mes, por tanto, la Princesa de Asturias se convertirá asimismo en Reina de España en tanto
que la infanta Leonor recibirá desde ese instante el tratamiento de princesa de Asturias, puesto que es la
primera persona en la línea de sucesión. Casi cuatro décadas después de la entronización de Don Juan Carlos, la Monarquía española mudará el frontispicio de sus más altas figuras en un relevo histórico y pacífico,
dentro de una normalidad democrática. Un hecho sin apenas precedentes en nuestra trágica historia.
La Familia Real proseguirá hasta ese momento con su tradicional agenda. Este próximo domingo, por ejemplo, el Rey y el Príncipe coincidirán en los actos con motivo del día de las Fuerzas Armadas, el último que
presidirá don Juan Carlos.
El lunes más intenso del siglo
Todo empezó a primeras horas de este lunes, el más intenso de nuestra reciente historia. El príncipe de
Asturias llegó sobre las ocho de la mañana a la Zarzuela procedente de El Salvador donde había asistido
a la toma de posesión del nuevo presidente. Aceleró su retorno, dicen algunas versiones. Finalmente, el
momento había llegado. El Rey se reunió con su hijo en su despacho y le confirmó que había tomado la decisión de anunciar ese lunes su decisión de abdicar. Se incorporaron luego al encuentro la princesa Letizia y
la reina Sofía, que por la tarde emprendía viaje a Nueva York. El Monarca telefoneó luego al presidente del
Gobierno para anunciarle finalmente sus planes. Y que no había tiempo que perder. Esa mañana del lunes
2 de junio, don Juan Carlos anunciaría al país su abdicación. Todo se puso entonces en marcha, aceleradamente.
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El Príncipe conocía las intenciones del Rey de abandonar el Trono desde al menos seis meses atrás. Don
Juan Carlos se lo confió en la fecha de su 76 cumpleaños. Había pasado un mal día. La ceremonia de la Pascua Militar del día siguiente le tenía muy tenso y nervioso. Resultó luego un auténtico desastre. Era su gran
reaparición tras su último paso por el quirófano. Había que pensar en una retirada honorable, en unas condiciones físicas razonables. Ambos ponen en marcha lo que algunos llaman ‘el pacto de la Corona’, del que ya
informó este diario, para rehabilitar a la Institución, reforzar la figura del Monarca y preparar una abdicación
en buenas condiciones. Se habló incluso de llegar hasta el 22 de noviembre del año próximo, cuando se
cumplen 40 años de la Coronación del Rey.
Algo habló don Juan Carlos, asimismo, con el presidente del Gobierno y con el líder de la oposición en torno
a primeros de abril. Sin concretar fechas ni pasos. El Rey llenó su agenda de actividades, de desplazamientos
intensos y de viajes inauditos. Su recuperación física avanzaba, pero muy lentamente. La recuperación
de la imagen de la Monarquía tampoco lo hacía en forma acelerada. Apenas un aumento de 0,4 puntos entre
las dos últimas oleadas del CIS.
La semana pasada se producía una reunión en Zarzuela, con el Rey y el Príncipe por un lado y Rajoy y Rubalcaba por otro. Se habló del resultado de las elecciones europeas, del nuevo marco político y se repasó el
asunto del futuro de la Corona, según comentaron algunas fuentes. Tras 48 horas de solitaria reflexión durante el fin de semana en la Zarzuela, se produjo la llamada del Rey al presidente del Gobierno. El mecanismo sucesorio empezó a rodar. Faltan cuatro semanas para que España cambie de Rey.
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EL DIARIO.ES
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El rey no tenía otra opción
Ignacio Escolar La abdicación del rey Juan Carlos es la última prueba, la definitiva, del enorme deterioro institucional que vive
España. Incluso en el palacio más alto del país se rinden a una evidencia que durante años intentaron negar.
No es una crisis económica. No se va a arreglar simplemente con la recuperación del PIB. Es el fin de una
era, una crisis sistémica, el colapso del modelo institucional, político y territorial de la Transición, que se
rompe por las costuras porque ya no aguanta más.
El rey no se va por un problema de salud. Según la Casa Real, comunicó su decisión a su hijo en enero, en
su 76 cumpleaños. En marzo, avisó a Mariano Rajoy y a Alfredo Pérez Rubalcaba. Desde la Zarzuela confirman que es una decisión política y que no tiene nada que ver con el resultado de las europeas; aseguran que
se escogió la semana después de las urnas para que la noticia no llegase en plena campaña electoral. No se
entiende entonces por qué el rey en su último mensaje de Navidad dijo exactamente lo contrario: su “determinación para continuar”. ¿Cambió de opinión en unos pocos días? ¿Por qué?
Durante meses, el rey ha estado negando en público y en privado que pensase abdicar. No solo lo desmentía,
sino que se resistía a ello. Más allá de la fecha en la que cambió de opinión, es evidente que la abdicación
no pasaba por los planes de Juan Carlos de Borbón, y que durante bastante tiempo se negó a salir del trono
como un derrotado, como un rey que perdió su inmensa popularidad entre los españoles para transformarse
en un jefe del Estado hundido por sus cacerías de elefantes y por los procesos judiciales a su familia por corrupción.
Hace mucho tiempo que una gran parte de la corte intentaba convencer a Juan Carlos de Borbón de que su
renuncia era la mejor opción para que la monarquía sobreviviese. Contra la propaganda oficial, la historia
demuestra que España no es, precisamente, un país de larga tradición monárquica. En los últimos dos siglos,
no ha habido un solo rey que haya logrado que su nieto heredase la corona sin que en el camino la familia
Borbón se encontrase con una república, una guerra dinástica, otra familia real, una dictadura o una guerra
civil.
Para aquellos que creen en la monarquía –entre los que nunca me he contado–, la abdicación en Felipe de
Borbón se veían desde hace tiempo como la única salida. La duda es si esta decisión llega a tiempo: si la reforma evitará la ruptura. Felipe VI lo va a tener tan difícil como en su momento lo tuvo su padre –lo llamaban “Juan Carlos el breve”, y ha durado 39 años en el trono– para poder dar la vuelta a una opinión pública
que cada vez es más republicana. En una democracia, un rey no puede aguantar eternamente si no tiene a la
mayoría de sus súbditos a favor.
Es cierto que los 39 años de reinado de Juan Carlos de Borbón han sido –si descontamos el último lustro–, el
periodo de mayor prosperidad y libertad de la historia de España. Pero tampoco es que la historia de España
esté llena de ejemplos de libertad y prosperidad con los que comparar. Es de un enorme servilismo o de una
gran ingenuidad analizar que el mérito de esa prosperidad (hoy perdida) y de esa democracia (tan imperfecta) corresponde a una Jefatura del Estado sin poder ejecutivo. Felipe VI muy probablemente será rey sin que los españoles puedan votar. A pesar de las movilizaciones
republicanas –que las habrá–, la monarquía cuenta hoy con una mayoría absolutísima en el Congreso, donde
habrá que aprobar –tarde y mal– una ley para regular la abdicación, y donde es muy posible que los grandes
partidos plantearán incluir un artículo que garantice el blindaje judicial del rey saliente: su inmunidad legal.
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Para el PSOE, el apoyo a la Corona en estos momentos va a complicar aún más su situación. Sus bases son
republicanas. Gran parte de sus votantes también lo son. Y esa ley orgánica sobre la Corona va a ser un trago
complicado para un PSOE que nunca antes ha estado peor.
Felipe de Borbón y Grecia es alguien preparado e inteligente. Sin duda cuenta con mejor imagen que su
padre, pero eso puede no bastar para frenar el deterioro de una institución que cae en picado. No tiene nada
fácil recuperar el apoyo de una sociedad más abierta y con menos miedo a la involución.
La restauración monárquica se construyó en España como la alternativa a la dictadura y se consolidó contra
el riesgo de su regreso, con el golpe de Estado del 23F. Pero en el siglo XXI, en Europa, una institución tan
anacrónica como la corona ya no se puede sujetar con la excusa de que es la única opción que garantiza la
democracia en España. Hasta los monárquicos más cortesanos saben que eso, si es que alguna vez fue cierto,
sin duda ya no es verdad. No hay nadie entre los republicanos que hoy plantee una alternativa a la monarquía que pase por otra cosa que no sea más democracia. ¿Qué puede haber más democrático que dejar a la
gente votar?
En su discurso de despedida, el rey no ha dado más razones para su abdicación que el recambio generacional. La idea clave era otra: “Mi hijo Felipe encarna la estabilidad”, dice el rey. En ello insistirán: “O nosotros
o el caos”.
Durante años, las élites del país han pensado que esta crisis del régimen político de la Transición era exclusivamente un problema económico: que bastaría con que el paro bajase y el PIB subiese para que las aguas
volviesen a su cauce. Se equivocaron. Escogieron el inmovilismo y fue un error. Durante años han retrasado
y bloqueado cualquier tipo de reforma y ahora se asoman, aterrados, al abismo de la ruptura
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LA VANGUARDIA
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Clima de renovación
Empieza una nueva etapa política, institucional y social. Sin duda, estamos en un momento muy relevante en
la historia de la España democrática, decisivo para el futuro
Política | 02/06/2014 - 16:00h | El Rey ha abdicado. Juan Carlos I ha decidido renunciar a la jefatura del Estado para dar paso a Felipe VI.
Como corresponde en una monarquía constitucional, la renuncia fue comunicada a la sociedad por el presidente del Gobierno esta mañana en una comparecencia seguida de un mensaje del Monarca. Se ponen ahora
en marcha los mecanismos constitucionales para la sucesión. Al tratarse de una abdicación, una ley orgánica
deberá regular el mecanismo sucesorio, según lo dispuesto por el artículo 57.5 de la Constitución. El Consejo de Ministros aprobará esa ley orgánica para su aprobación por procedimiento de lectura única, en el
Congreso. En breve, las Cortes proclamarán el nuevo rey. Empieza una nueva etapa política, institucional y social. Sin duda, estamos en un momento muy relevante en
la historia de la España democrática, decisivo para el futuro. En un discurso dirigido a todos los españoles el Rey explicó, con meridiana claridad, que el motivo principal
de la renuncia es la voluntad de proceder al relevo en la Corona para convocar las fuerzas de superación y
renovación que necesita España. Relevo en la Jefatura del Estado para propiciar desde el vértice un clima de
renovación general en todo el país, ante los graves problemas derivados de la crisis económica. El Rey fue
claro: el relevo es necesario para propiciar un nuevo vigor colectivo en tiempos de dificultad. En ningún momento, el Monarca hizo alusión a la salud como motivo de la renuncia. El discurso fue leído con emoción y
energía. La valentía y la enorme significación del gesto de Don Juan Carlos están fuera de toda duda. Alfonso XIII se
vio obligado a abandonar el país tras el advenimiento de la República, en abril de 1931. Don Juan no pudo
reinar y cedió generosamente sus derechos, para que su hijo pudiese cerrar la larga etapa del franquismo e
impulsar la restauración de la democracia en las aguas turbulentas de los años setenta. Los españoles estuvieron de acuerdo. Sancionaron primero la ley de Reforma Política de 1976. Eligieron después un Parlamento
democrático. Y ratificaron la nueva Constitución en 1978. Una renuncia con exilio, un sacrificio y una exitosa restauración. Teniendo en cuenta esta secuencia histórica, todo deseo de culminar el reinado hasta la
extinción de la vida, tendría mucho sentido. En otros tiempos, la muerte del rey en la cama era una señal de
fortaleza y vigor de la transición. Pero esos viejos tiempos han cambiado y don Juan Carlos los ha sabido
interpretar, dolorosamente quizá, pero los ha sabido interpretar. Ahí reside la valentía y la inteligencia de su
gesto. El momento escogido es el más adecuado. Sin duda alguna es el más adecuado. La monarquía no se halla sujeta a plazos temporales y la actual sociedad no se fundamenta sobre los dogmas
vitalicios. La renovación, la adaptación constante a los cambios, la flexibilidad y la ejemplaridad son hoy
leyes básicas de un orden social sometido a vertiginosas modificaciones. Hemos visto en los últimos meses
sendas abdicaciones en Bélgica y Holanda, países de larga tradición democrática, con monarquías constitucionales perfectamente asentadas. Relevos que no pasaron desapercibidas en la sociedad española. Relevos
modernos. Señales de tiempos nuevos. Si en las monarquías del norte de Europa, la abdicación no es signo
de debilidad, tampoco tiene por qué serlo en España. Al contrario. Evidentemente, no estamos ante una decisión improvisada. Madurada hace unos meses, esta decisión no
podía ser comunicada a la sociedad española antes de los comicios europeos de mayo del 2014. El Rey ha
medido bien los tiempos y ha comunicado la decisión en el momento adecuado. La situación de fondo del
país, la erosión sufrida estos últimos años por todo el cuadro institucional español. La vida es un constante
juego de balances. La continuidad, una vez traspasado el umbral de la vejez, podía ser considerado ayer
como una señal de fuerza y autoridad moral. Hoy no es así. Hoy, España necesita renovación y el gesto del
Rey, clamoroso, imprevisto, valiente, invita a todos los estamentos y fuerzas en presencia a favorecer esa
renovación, invocada con mucha fuerza en el discurso de renuncia. España ha cambiado. Y España se halla
ante dificultades totalmente imprevistas, hace apenas unos años. El Rey ha tomado nota y ha obrado en consecuencia. He ahí un golpe de timón. Un bello golpe de timón. Sin resonancias conspirativas, esta vez. Una
decisión lúcida, enérgica y valiente, que invita a todo el país, sin excepción, a reflexionar y afrontar el futuro
con voluntad reformista, con flexibilidad y con apertura de miras. Se acaba el juancarlismo y se reafirma la
España constitucional. El Rey nos deja un legado muy valioso. El éxito de la transición, el primero de ellos, pero no el único. Sería
demasiado reductivo ceñirlo todo al éxito de la transición en términos de concordia civil e integración europea. Afianzados los anclajes, vino después un largo periodo de estabilidad y prosperidad económica, con
ciclos, tensiones y altibajos, un periodo de prosperidad económica, que tuvo una de sus grandes expresiones
en el acontecimiento olímpico de Barcelona. Un periodo desgraciadamente estropeado por la crisis financiera de 2007, los abusos especulativos, los errores de diagnóstico sobre la misma y el fatídico estallido de
la burbuja inmobiliaria. En sus casi 40 años de reinado, el Rey ha sido el principal embajador de España en
el mundo, abriendo innumerables puertas y oportunidades a la economía. Durante 40 años, el Rey, junto con
la Reina y el Príncipe Felipe, han encarnado en el mundo una España democrática, capaz de dejar atrás su
pasado. La abdicación del Monarca propicia un nuevo paradigma: tiempo de renovación, tiempo de flexibilidad,
tiempo de integración. Desde este punto de vista estamos convencidos que se abre la puerta para una inteligente reforma de la Constitución de 1978. Bajo este nuevo paradigma es legítimo y necesario imaginar nuevos escenarios para el encaje de Catalunya en España. Escenarios de pacto que no son fáciles, pero que son
posibles, escenarios de pacto que requieren inteligencia y tacto y que a buen seguro encontrarían el apoyo
mayoritario de la sociedad catalana en caso de materializarse. El Rey no ha abdicado como consecuencia
de la cuestión catalana, pero la cuestión de Catalunya ha puesto en primer plano la necesidad de profundos
cambios políticos en España. Se abre un tiempo nuevo, al que asistimos esperanzados, con plena confianza
en el temple, inteligencia y vigor generacional de quien pronto será Felipe VI.
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El Rey Juan Carlos I abdica
España, en reset
Enorme sacudida política y psicológica en una España que el 25 de Mayo dibujó abocada a la decepción, la
amargura y el laberinto
Política | 02/06/2014 ENRIC JULIANA
Enorme sacudida política y psicológica en una España que el 25 de Mayo dibujó abocada a la decepción, la
amargura y el laberinto político. El Rey ha decidido no enrocarse y ese es un mensaje importante a todos los
estamentos y grupos sociales. Una España abierta a las reformas, que no sólo deben ser de orden económico.
Una España sin enroques.
La abdicación del Rey Juan Carlos, meditada desde enero, sostienen fuentes a próximas al monarca, es el
último servicio a la restauración democrática propiciada en los inicios de su reinado en unas circunstancias
históricas y políticas absolutamente singulares en la Europa de aquel tiempo. El Jefe del Estado interpretó
correctamente la corriente social de fondo y consiguió un doble objetivo: reinstaurar la democracia sin un
largo y peligroso periodo de ‘dictablanda’ y legitimar a la institución monárquica en el interior de ese proceso, entonces admirado y comentado en todo el mundo.
El Rey abdica en el momento en que aquel proceso histórico ha dejado de tener fuerza de propulsión y segmentos significativos de la sociedad comienzan a ir más allá de la indeferencia y el malestar pasivo ante la
crisis. Los dos partidos sobre los que se sostiene el sistema político vigente han obtenido por primera vez
menos del 50 por ciento de los votos. Entran en escena fuerzas que cuestionan frontalmente el régimen de
1977 e impugnan la cultura política de la transición.
En Catalunya, donde el soberanismo ha coagulado como opción mayoritaria, un partido con la palabra republicana en sus siglas vence por primera vez las elecciones. En el País Vasco y Navarra, Bildu es la segunda fuerza. Un nuevo partido titulado Podemos comienza a magnetizar a los jóvenes y a muchos descontentos
de la izquierda oficial. El PSOE se queda sin secretario general y entra en un posible laberinto estratégicom
controlado por sus cuarteles generales del Sur. Los casos de corrupción –en uno de ellos implicado un yerno
del Rey- se han convertido en salmodia diaria. Desprestigio, desprestigio, desprestigio. Desprestigio constante de las instituciones. Incluso un magistrado del Tribunal Constitucional se ve obligado a dimitir tras ser
sorprendido por la policía circulando ebrio y sin casco a lomos de una veloz motocicleta. Valle Inclán 2.0.
El gesto del Rey, explicado por él mismo como un explícito movimiento en favor de la renovación generacional, es el último servicio de Juan Carlos de Borbón a la democracia que él mismo ayudó a nacer, con el
empuje y la movilización del sector más dinámico de la sociedad en los años setenta. No olvidemos nunca
este último aspecto: la transición no se hizo sólo desde arriba.
Estamos ante una sacudida que el país necesitaba. La sucesión en la Corona no arreglará automáticamente
ninguno de los problemas que España tiene en planteados, pero cambia la iluminación de los mismos. Desde
las diez y media de esta mañana, lunes dos de junio, el escenario español es otro. La nueva iluminación
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El Rey Juan Carlos I abdica
modifica perspectivas y recorta zonas de sombra.
El shock del 25 de Mayo parecía segregar inmovilismo. Esta era la fotografía hasta el pasado domingo. El
gesto del Rey lo cambia todo. Nueva fase. Aires nuevos. Lenguajes nuevos, también. Se abre una gran oportunidad para la reforma constitucional. Nuevo ciclo para propiciar el reasentamiento de las instituciones y la
renovación de los partidos. Se abre la posibilidad de enfocar constructivamente el encaje de Catalunya. La
cuestión catalana está en el centro del escenario que cambia de iluminación.El Rey da un golpe de timón. Un
golpe de timón sin sombras conspirativas. Esta vez, no. España se da una oportunidad. España, en reset.
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El Rey Juan Carlos I abdica
EXPANSIÓN
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El Rey Juan Carlos I abdica
Reacciones: empresarios y políticos glosan la
figura de Juan Carlos I
02.06.2014 M.G.Mayo/B.Amigot Los principales líderes empresariales y políticos han expresado en las últimas horas lo que, en su opinión, ha significado la figura del rey Juan Carlos I para la democracia y el desarrollo españoles y su
confianza en el futuro reinado de Felipe VI.
Emilio Botín, presidente de Santander El presidente de Banco Santander, Emilio Botín, ha expresado su
“respeto y gratitud” a la figura de Don Juan Carlos y ha resaltado que su reinado “ha supuesto el periodo de
paz y prosperidad más largo” de la historia española.
Francisco González, presidente de BBVA El presidente de BBVA, Francisco González, ha agradecido al
rey don Juan Carlos “su dedicación y su entrega a España” y ha considerado que la continuidad de dicha
contribución está asegurada con el príncipe de Asturias. En una declaración institucional recogida por Efe,
el banquero destaca que el rey “ha contribuido de forma decisiva a hacer de España la nación moderna y
democrática que es hoy y al bienestar de los españoles”.
César Alierta, presidente de Telefónica El presidente de Telefónica, César Alierta, ha destacado hoy que
Juan Carlos I ha sido “el rey que abrió España al mundo desde la libertad”, al mismo tiempo que ha confiado
en que durante el reinado de Felipe el país alcanzará una nueva etapa de prosperidad
Borja Prado, presidente de Endesa El presidente de Endesa, Borja Prado, ha alabado hoy la dedicación y
valentía mostrada durante su reinado por don Juan Carlos, en su opinión “el mejor embajador de España”, y
ha expresado su convencimiento en que el príncipe de Asturias dará continuidad a la monarquía en España.
En los cerca de 40 años transcurridos desde su proclamación como rey de España, “nuestro país ha mantenido una sólida estabilidad institucional”, ha afirmado.
Antonio Fernández-Galiano, presidente Ejecutivo de Unidad Editorial “El afán por llevar a España al
lugar que le correspondía ha sido clave en el relevante papel de la Corona desde su restauración”, afirma el
presidente Ejecutivo de Unidad Editorial, Antonio Fernández-Galiano, quien añade: “Don Juan Carlos cede
el trono a Don Felipe tras protagonizar uno de los reinados más largos y fructíferos de la era contemporánea.
Sin su papel moderador, España no habría alcanzado la estabilidad política y social necesaria que hizo posible su integración en Europa, el crecimiento económico y la construcción del estado de bienestar, hasta
que la crisis empezó a derrumbar algunos de los logros que convirtieron a nuestro país en un ejemplo para el
mundo”.
“A Don Felipe le llega el reto de tomar el timón de la monarquía y de la Jefatura del Estado en una situación
inmejorable de madurez, experiencia, preparación y fortaleza, algo que el monarca ha tenido sin duda en
cuenta para forjar este relevo histórico. Ha demostrado ser un Heredero a la altura de lo que se esperaba de
él y estamos seguros de que sabrá desempeñar el papel al que está llamado con inteligencia, prudencia y
lealtad al pueblo español, así como el ejercicio del poder moderador que la Constitución Española le adju66
El Rey Juan Carlos I abdica
dica”.
Villar Mir, presidente de OHL El presidente de OHL señala que no es posible comprender la positiva evolución de España en los últimos cuarenta años sin el protagonismo del monarca. “A un rey extraordinario,
don Juan Carlos I, le sucede el príncipe de Asturias mejor preparado para ser rey en el momento en que le
toca asumir este papel”, ha subrayado el empresario.
Isidre Fainé, presidente de La Caixa El presidente del Grupo La Caixa, Isidre Fainé, ha resaltado hoy el
papel clave del rey Juan Carlos para el éxito del proceso de transición democrática y ha deseado al príncipe
Felipe un reinado sólido y próspero. Fainé ha asegurado que Don Juan Carlos encarna una figura única y
esencial en la historia moderna de España, por su papel en la Transición, que permitió el impulso definitivo
hacia la cohesión y modernización de nuestro país, y el progreso y bienestar de sus ciudadanos.
Florentino Pérez, presidente de ACS El presidente de ACS, Florentino Pérez, ha asegurado que don Juan
Carlos es, sin duda alguna, el mejor rey de la historia de España y ha añadido que su determinación y comportamiento han sido claves en momentos muy difíciles. El empresario ha señalado que con esta “importantísima” decisión, el monarca demuestra una vez más que sólo busca lo mejor para España.
Dolores de Cospedal, secretaria general del PP La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal,
ha señalado que el partido “quiere agradecer profunda y sinceramente la aportación a España del Rey”.
Según ha dicho, “hoy es un día histórico y de agradecimiento a la figura que más ha sabido defender a
nuestro país”. Además, ha señalado que “el Príncipe Felipe es la persona más preparada”.
Alfredo Pérez-Rubalcaba, secretario general del PSOE El secretario general del PSOE, Alfredo Pérez
Rubalcaba, ha indicado en una declaración institucional ha explicado que esta abdicación del Rey es “uno
de los hechos políticos de nuestra historia democrática. Es la hora de dirigir la mirada a la Constitución que
establecen las pautas de sucesión”. Y ha añadido: “Hoy se abre un tiempo nuevo en el que Don Felipe representa la normalidad institucional”.
Jose Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión Europea El presidente de la Comisión Europea,
Jose Manuel Durao Barroso, se ha declarado emocionado ante la noticia de la renuncia del Rey Juan Carlos
I. “Sin él no se entendería la España actual. Personalmente y en nombre de la Comisión Europea quiero expresar mi profunda admiración por los valores que encarna; representa para todos los europeos un ejemplo”.
Y ha añadido: “El futuro Rey Felipe VI afrontará con gran sentido de responsabilidad las necesidades actuales de España”.
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El CONFIDENCIAL
DIGITAL
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Por qué ha abdicado ahora el rey
La renuncia de Rubalcaba ha condicionado el calendario de don Juan Carlos. La Zarzuela ha querido
garantizar el apoyo del PSOE a la sucesión. Spottorno abandonará la Jefatura de la Casa
La abdicación de don Juan Carlos se ha producido ahora porque, si no, tendría que haberse aplazado
hasta dentro de dos años. Es la explicación reservada que se escucha en La Zarzuela. “Era el momento. Entre otras cosas, porque la ventana para hacerlo resultaba muy corta”, añaden.
El rey Juan Carlos I, durante su discurso de abdicación.
En el Palacio de La Zarzuela existía ayer, a última hora del día, cierta sensación de alivio y hasta de satisfacción por cómo se produjo el anuncio de la renuncia del rey y por las reacciones en los ámbitos políticos y
mediáticos, pero también en el exterior. La definición más común era afirmar que todo se había desarrollado
de una forma “discreta”.
Insistían en que la decisión se había tomado antes, en enero según don Juan Carlos, y que el calendario
apenas dejaba otras opciones: “La ventana es corta”, afirman las fuentes consultadas por El Confidencial
Digital.
Antes de que se vaya Rubalcaba
Uno de los datos decisivos que ha manejado en el entorno del don Juan Carlos es la coyuntura que atraviesa
el PSOE, uno de los dos partidos de gobierno que hay en el país, y en concreto el anuncio de Alfredo Pérez
Rubalcaba de que renunciaba a la secretaría general y convocaba un congreso extraordinario.
Las fuentes cercanas a La Zarzuela, a las que ha tenido acceso ECD, explican que la sucesión en la corona
tenía que producirse “antes de que se vaya Rubalcaba”, y antes del congreso socialista, convocado para
los días 26 y 27 de julio.
Mayoría para la ley orgánica
La abdicación de don Juan Carlos, y por tanto la sucesión en la persona de su hijo, el príncipe Felipe, se
tramitará en las Cortes como una ley orgánica, que hoy será aprobada por el Gobierno en un consejo de ministros extraordinario.
La aprobación de esa ley orgánica requiere una mayoría absoluta, y en este momento la suma de escaños de
PP y PSOE resulta más que suficiente, porque alcanza los cuatro quintos.
Con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del partido socialista, el voto a esa ley orgánica está asegurado, mientras que, si se produjera un cambio en la secretaría general del PSOE, esa certeza no es tan segura. Por eso el
‘calendario’ de la abdicación estaba marcado.
Si no, hasta dentro de dos años
Ese ‘calendario’ que se maneja en La Zarzuela insiste en que el momento adecuado para la operación abdicación era éste, porque después del verano llega el problema de Cataluña, con el 11 de septiembre, pero
sobre todo con la consulta soberanista convocada para el 9 de noviembre.
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Después están fijadas las primarias del PSOE para elegir candidato a presidente del Gobierno, y a continuación vienen las elecciones municipales y autonómicas, y por fin las elecciones generales. Eso llevaría a
dentro de dos años.
Unas elecciones generales que, vistos los resultados de las europeas de mayo, podría provocar el final del
bipartidismo, con lo que la actual mayoría que ostentan PP y PSOE juntos desaparecería, y por tanto
pondría en peligro la sucesión en la persona de Felipe de Borbón.
La inmunidad del rey, más tarde
La abdicación de don Juan Carlos será regulada en la ley orgánica que hoy aprobará el Gobierno, un texto
que, según las fuentes próximas a La Zarzuela, será muy corto, con uno o dos artículos, y solamente dedicado a la abdicación y sucesión.
En esa ley orgánica no se hablará del estatus de don Juan Carlos una vez abandonado el trono, y en concreto
no se tratará sobre la inmunidad o no a efectos legales y penales, que tendrá que ser regulado en una disposición posterior.
Felipe VI será rey en julio
El ‘calendario’ de La Zarzuela calcula que la tramitación y aprobación de la ley orgánica por las Cortes llevará aproximadamente un mes. Por tanto, eso conduce al mes de julio.
La sucesión de actos a partir de ese momento será:
-Primero, un acto de firma de la ley orgánica por don Juan Carlos, hasta ese momento titular de la corona. Será un acto oficial, con cierta cobertura mediática al tratarse de la ‘despedida’ de don Juan Carlos, que
se consumará con la publicación de la norma en el BOE.
-Al día siguiente, sesión conjunta de las Cortes (Congreso y Senado) para la proclamación de Felipe de
Borbón como rey Felipe VI. Además, tal como marca la Constitución, tendrá que jurar la Carta Magna en
su condición de nuevo monarca, a pesar de que ya lo hizo cuando fue proclamado heredero, a los 18 años.
Presentes la reina y el príncipe
Las fuentes consultadas confirman que a don Juan Carlos se le vio ayer muy emocionado por la decisión
que acababa de anunciar, aunque apenas se apreció en el mensaje grabado.
La misma emoción que existió en el personal de la Casa del Rey, sobre todo en los que llevan más años al
servicio de Su Majestad.
En esas horas, y durante la grabación del mensaje de don Juan Carlos, se encontraban en La Zarzuela el príncipe, que acababa de llegar de El Salvador, y doña Sofía, que por la tarde emprendió viaje a Nueva York.
Spottorno abandonará la Casa
Con la entronización de Felipe VI, el actual equipo de la Casa del Rey, encabezado por el jefe de la
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El Rey Juan Carlos I abdica
Casa, Rafael Spottorno, cesará en sus funciones. Entre las salidas, también abandonarán el director de comunicación, Javier Ayuso. Dos personas claves en el trabajo de La Zarzuela estos años.
Las fuentes consultadas por ECD explican que, con un nuevo rey, lo normal es que don Felipe nombre su
propio equipo para afrontar esta etapa. En ese sentido, se da como seguro el nombramiento del actual secretario del príncipe, Jaime Alfonsín, como nuevo jefe de la Casa del Rey. Se trata de una persona de la máxima confianza del príncipe con el que lleva casi veinte años.
Gobernabilidad del país
Otras fuentes políticas, conocedoras de la que se decide en el entorno de La Zarzuela, realizan también el
siguiente análisis sobre la abdicación de don Juan Carlos y de por qué se ha anunciado ahora:
-- El rey abdica porque, dado su olfato político, cree que es el momento político adecuado, y tomando una
decisión así se garantiza la gobernabilidad del país.
-- ¿Por qué ahora? Cree que después de las europeas hay que pensar en el país y que era el momento de hacerlo. Ha sido una decisión personal.
-- Hay una confluencia de factores han llevado al rey a tomar esta decisión.
-- Don Juan Carlos llevaba meses barajándolo. Hablando con unos y con otros. Y se iba dando cuenta de
que el país empezaba a ser ingobernable.
Rajoy y Rubalcaba pedían un revulsivo
-- En alguna ocasión ha comparado la situación actual con los primeros años de democracia. Incluso ha
citado los problemas que la planteó Arias Navarro. Una época delicada, en la que tuvo que hacer malabarismos para poder sacar adelante la democracia.
-- Él se veía entonces con fuerzas y lo hizo. Ahora, cree que don Felipe es el mejor actor, como jefe del Estado, para hacerlo.
‘Presiones” de Rajoy, Felipe y Rubalcaba
-- Mariano Rajoy con insistencia, pero también Felipe González y Alfredo Pérez Rubalcaba le han venido
presionando mucho desde el 25-M. Argumentaban que el bipartidismo en España está en serio peligro y que
esto iba a ser ingobernable. Rodríguez Zapatero y José María Aznar han estado fuera de estos movimientos.
-- El rey se dio cuenta de que había que tomar una decisión que sirviera como revulsivo.
-- Ha pasado una semana muy complicada. Dice que lo ha pasado mal.
-- Se ha dado cuenta de que si todos se lo piden, tenía que hacerlo. Si todos lo dicen, hay que irse.
-- Lo que sí ha sido precipitado es el anuncio.
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Un vídeo poco acertado
El vídeo del anuncio de don Juan Carlos emitido ayer ha sido muy criticada por expertos en televisión, que
lo califican de “antiguo”, “muy mal iluminado”, “sin recursos”...
Fuentes próximas a La Zarzuela afirman que a Televisión Española no se le avisó con antelación de que
iba a producirse una grabación ni, por supuesto, sobre el contenido de la misma. Por tanto, no se tomaron
medidas especiales en la toma de imágenes.
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Texto íntegro de la declaración de Rajoy
anunciando la abdicación del Rey
“Buenos días a todos.
Su Majestad el Rey don Juan Carlosacaba de comunicarme su voluntad de renunciar al trono y abrir el
proceso sucesorio. Los motivos que han llevado al Rey a tomar esta decisión es algo que su Majestad
desea comunicar personalmente a todos los españoles a lo largo de esta misma mañana.
Quiero decirles que he encontrado al Rey convencido de que este es el mejor momento para que pueda producirse con toda normalidad el cambio en la jefatura del Estado y la transmisión de la Corona al Príncipe de
Asturias.
Por mi parte, les anuncio que voy a convocar un Consejo de Ministros extraordinario para este martes con el
objetivo de cumplir las previsiones constitucionales en esta materia.
Les adelanto que por tratarse de una abdicación, será necesario aprobar una ley orgánica tal y como señala el
artículo 57.5 de nuestra Constitución. Yo espero que en un plazo muy breve las Cortes españolas puedan proceder a la proclamación como Rey de España del que hoy es Príncipe de Asturias. Estoy convencido de que los
españoles sabremos escribir esta nueva página de nuestra historia en un clima sereno, con tranquilidad y
con agradecimiento a la figura de su Majestad el Rey.
En este sentido, quiero, como presidente del Gobierno, rendir homenaje a la persona que durante 39 años ha
encarnado el punto de encuentro de todos los españoles y el mejor símbolo de nuestra convivencia en paz y en
libertad.
Fue el principal impulsor de la democracia tan pronto como accedió al trono que ahora abandona, supo ser
su baluarte cuando la vio amenazada, ha sido el mejor portavoz y la mejor imagen del Reino de España por
todos los rincones del mundo y un defensor infatigable de nuestros intereses en todo aquello que pudiera contribuir a mejorar el bienestar de los españoles.
Renuncia al trono una figura histórica tan estrechamente vinculada a la democracia española que no se
puede entender la una sin la otra. A todos nos deja una impagable deuda de gratitud.
Quiero expresar también nuestra más firme confianza en quien está constitucionalmente llamado a sucederle
en su magistratura, el Príncipe de Asturias.
Su preparación, su carácter y la amplia experiencia en los asuntos públicos que ha ido adquiriendo a lo largo de
estos últimos veinte años constituyen una sólida garantía de que su desempeño como jefe de Estado estará
a la altura de las expectativas más exigentes.
Por último, quiero transmitirles a todos que este proceso se va a desarrollar con plena normalidad, en un contexto de estabilidad institucional y como una expresión más de la madurez de nuestra democracia. Muchas gracias”.
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Casa de Su Majestad el Rey de España - Mensaje de Su Majestad el Rey a los españ... Página 1 de 1
El Rey Juan Carlos I abdica
Mensaje de Su Majestad el Rey a los españoles
Palacio de La Zarzuela. Madrid, 02.06.2014
M
e acerco a todos vosotros esta mañana a través de este mensaje para transmitiros, con singular emoción, una
importante decisión y las razones que me mueven a tomarla.
En mi proclamación como Rey, hace ya cerca de cuatro décadas, asumí el firme compromiso de servir a los intereses
generales de España, con el afán de que llegaran a ser los ciudadanos los protagonistas de su propio destino y nuestra Nación
una democracia moderna, plenamente integrada en Europa.
Me propuse encabezar entonces la ilusionante tarea nacional que permitió a los ciudadanos elegir a sus legítimos
representantes y llevar a cabo esa gran y positiva transformación de España que tanto necesitábamos.
Hoy, cuando vuelvo atrás la mirada, no puedo sino sentir orgullo y gratitud hacia vosotros.
Orgullo, por lo mucho y bueno que entre todos hemos conseguido en estos años.
Y gratitud, por el apoyo que me habéis dado para hacer de mi reinado, iniciado en plena juventud y en momentos de grandes
incertidumbres y dificultades, un largo período de paz, libertad, estabilidad y progreso.
Fiel al anhelo político de mi padre, el Conde de Barcelona, de quien heredé el legado histórico de la monarquía española, he
querido ser Rey de todos los españoles. Me he sentido identificado y comprometido con vuestras aspiraciones, he gozado con
vuestros éxitos y he sufrido cuando el dolor o la frustración os han embargado.
La larga y profunda crisis económica que padecemos ha dejado serias cicatrices en el tejido social pero también nos está
señalando un camino de futuro cargado de esperanza.
Estos difíciles años nos han permitido hacer un balance autocrítico de nuestros errores y de nuestras limitaciones como
sociedad.
Y, como contrapeso, también han reavivado la conciencia orgullosa de lo que hemos sabido y sabemos hacer y de lo que hemos
sido y somos: una gran nación.
Todo ello ha despertado en nosotros un impulso de renovación, de superación, de corregir errores y abrir camino a un futuro
decididamente mejor.
En la forja de ese futuro, una nueva generación reclama con justa causa el
papel protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de
nuestra historia a la generación a la que yo pertenezco.
Hoy merece pasar a la primera línea una generación más joven, con
nuevas energías, decidida a emprender con determinación las
transformaciones y reformas que la coyuntura actual está demandando y a
afrontar con renovada intensidad y dedicación los desafíos del mañana.
Hoy merece pasar a la primera línea una
generación más joven, con nuevas
energías, decidida a emprender con
determinación las transformaciones y
reformas que la coyuntura actual está
demandando y a afrontar con renovada
intensidad y dedicación los desafíos del
mañana
Mi única ambición ha sido y seguirá siendo siempre contribuir a lograr el bienestar y el progreso en libertad de todos los
españoles.
Quiero lo mejor para España, a la que he dedicado mi vida entera y a cuyo servicio he puesto todas mis capacidades, mi ilusión
y mi trabajo.
Mi hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es seña de identidad de la institución monárquica.
Cuando el pasado enero cumplí setenta y seis años consideré llegado el momento de preparar en unos meses el relevo para
dejar paso a quien se encuentra en inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad.
El Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la responsabilidad necesarios para asumir con plenas
garantías la Jefatura del Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la experiencia adquirida y el
impulso de una nueva generación. Contará para ello, estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia.
Por todo ello, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles y una vez recuperado tanto físicamente
como en mi actividad institucional, he decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de España, de manera que por el
Gobierno y las Cortes Generales se provea a la efectividad de la sucesión conforme a las previsiones constitucionales.
Así acabo de comunicárselo oficialmente esta mañana al Presidente del Gobierno.
Deseo expresar mi gratitud al pueblo español, a todas las personas que han encarnado los poderes y las instituciones del
Estado durante mi reinado y a cuantos me han ayudado con generosidad y lealtad a cumplir mis funciones.
Y mi gratitud a la Reina, cuya colaboración y generoso apoyo no me han faltado nunca.
Guardo y guardaré siempre a España en lo más hondo de mi corazón.
© PÁGINA OFICIAL DE LA CASA DE SU MAJESTAD EL REY
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