UZÍAS: LOS PELIGROS DEL PODER (2ª Cron. 26:16-21; 2ª Corintios 11:30 – 12:10) INTRODUCCIÓN.El pasado domingo hablamos de los 15 primeros versículos de 2ª Crónicas 26, que nos contaban la primera parte de la historia del rey Uzías. De forma resumida, dijimos que el rey se empeñó en buscar al SEÑOR (v. 5) y desarrolló por tanto un trabajo bastante excelente, teniendo notable éxito en sus labores. El v. 15 nos dejaba muy claro de quien procedía su poder y fama. Pues dice así: “Con la poderosa ayuda de Dios, Uzías llegó a ser muy poderoso y su fama se extendió hasta muy lejos” (v. 15b) Esta misma idea de que su poder venía del poder de Dios lo indica su propio nombre, que viene a significar: ´Jehová-fortaleza´. Como sabéis toda la Biblia deja muy claro que de Dios es el poder. Los salmos lo cantan; el mismo nombre de Dios altísimo o todopoderoso lo define; El profeta Daniel se lo enseñó a Nabucodonosor cuando le dijo: “el Dios del cielo te ha dado el reino, el poder, la majestad y la gloria” (Dan. 2:37) En fin es Él quien da, quita o pone como Él quiere. Pero el corazón humano es muy engañoso, y al calor de los triunfos, de las bendiciones, de los aciertos es muy fácil que lleguemos a tomar tal conciencia de lo competentes que somos, que olvidamos que la fortaleza, la sabiduría, la ciencia, la economía, todo es de Dios, no nuestro. Esto le ocurre, por supuesto a quienes no conocen a Dios; pero les puede ocurrir también a los creyentes, sin darse cuenta. Sencillamente cuando constatamos éxito tras éxito – cada uno a su nivel–, lo observamos y vemos que está ahí. Entonces nuestro corazón, primero pierde la conciencia de Quien procede todo, y después nos va dando una falsa seguridad en nosotros mismos. Esto le pasó a Uzías. El v. 16 dice: “Sin embargo, cuando aumentó su poder Uzías se volvió arrogante, lo cual lo llevó a la desgracia”. Este es un titular que se ha repetido y se repite a lo largo y ancho de la Historia. Le pasó a Uzías. También más tarde a Nabucodonosor. Daniel dice de él: “El Dios altísimo dio al rey Nabucodonosor grandeza, gloria, majestad y esplendor. Y gracias a la autoridad que Dios le dio ante él temblaban los pueblos… Pero cuando su corazón se volvió arrogante y orgulloso se le arrebató el trono real y se le despojó de su gloria; ...vivió como un animal, se alimentó con pasto…”. Y termina diciendo: “Y todo esto le sucedió hasta que reconoció que el Dios altísimo es el soberano de todos los reinos del mundo, y se los entrega a quien Él quiere” (Dan. 5:18-21) 1 En épocas más recientes tal vez podríamos decir lo mismo de personas como Hitler, Stalin y seguramente un largo etc. Pero volviendo al rey Uzías, al contemplar y reconocer todos los éxitos obtenidos, porque eran reales, pronto llegó a pensar: por qué no voy yo a poder hacer también como los sacerdotes. Entraré en el templo de Dios y quemaré incienso en el altar. Esto ocurre de forma muy natural. Él lo debió ver como un paso más en su éxito. Además se trataba de ofrecer a Dios ese incienso, ¿cómo le podría sentar eso mal a Dios? Además es bueno, porque lo hacen los sacerdotes del templo, ¿Cómo va a ser malo? Nuestras aparentes bondades son lo más peligroso en la vida de los creyentes. Las acciones que todo el mundo las considera malas son más difícil de que nos engañen, porque nuestra conciencia sabe que están mal. El problema está con nuestras justicias, o nuestras bondades, en definitiva con nuestras aparentes buenas obras; esas son las verdaderamente peligrosas porque nos ciegan u oscurecen nuestra visión. En el caso de Uzías Dios había dejado muy claro, en toda su revelación, que solo los descendientes de Aarón, podían ofrecer incienso en el altar y ejercer el oficio de sacerdote. Pero para eso Uzías no había tenido oído. En los vs. 17-18 Dios le da una oportunidad de rectificar cuando el sumo sacerdote Azarías con otros ochenta sacerdotes le enfrentan y le dicen: “No te toca a ti quemar incienso al SEÑOR” y más adelante: “…así Dios el SEÑOR no va a honrarte”. En los vs. 19-21 tuvo Uzías su oportunidad de reflexión y arrepentimiento, que podría haber cambiado todo su futuro. Pero no la utilizó. Por el contrario se enfureció en contra de los sacerdotes. Entonces tuvo su juicio, con una enfermedad en la piel que le hizo impuro para volver a entrar en el templo, e incluso para hacerse cargo del reino, teniendo que ser sustituido por su hijo Jotán. Así que la historia de Uzías en su primera parte –la que vimos el pasado domingo– es una muestra del poder de Dios actuando en su vida y llevándole a la excelencia en lo que hacía, mientras buscó al Señor. Y ahí su nombre, que como hemos dicho, significa Jehová-fortaleza tiene mucho sentido. La segunda parte de su vida es una muestra del temor que hemos de tener a Dios. Porque si no aprendemos a tener un temor de reverencia al Señor, lo llegaremos a temer por la disciplina que nos vendrá. También ahí su nombre Jehová-fortaleza tiene sentido. Todo esto le ocurrió a Uzías al ser engañado su corazón, al verse con tanta fama y poder. 2 I.- Y NOSOTROS ¿QUÉ? Y los cristianos ¿qué? ¿Tenemos nosotros también el peligro de que nuestro corazón sea engañado por esos mismos cantos de sirena? Desde luego que sí. Pablo transmite a los corintios su preocupación diciéndoles: “así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos (o pensamientos) sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo” (2ª Corin. 11:3) Es decir, que era posible, como le ocurrió a Eva, que sus sentidos llegaran a valorar otras cosas en lugar de Cristo y su Evangelio. Este es un peligro que siempre está ahí, puesto que nuestro corazón es tremendamente engañoso. Tal vez, a estas alturas algunos podemos estar pensando: Pero si nuestro corazón es tan engañoso, ¿cómo vamos a poder prever, y menos controlar, los berenjenales en los que nos puede meter nuestro corazón?. Y tenemos razón. ¿Cómo prever los peligros de nuestro propio corazón? ¿Cómo evitarlos? La verdad sencilla es que nosotros ¡no podemos! En cada corazón humano siempre puede surgir la tendencia a valorar cualquier aparente buena obra (ofrecer incienso en el altar de Dios) en lugar de valorar a Cristo mismo y su Evangelio. Y también puede aparecer en el corazón el orgullo, especialmente cuando Dios nos bendice en alguna manera, como era el caso de Uzías. Como Pablo le decía a los corintios “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Por qué presumes como si no te lo hubieran dado?” (1ª Corin. 4:7) Así que, nosotros que recibimos de Dios “vida, aliento y todas las cosas” (Hech. 17:25) podemos llegar a que nuestro entendimiento se nuble y actuar como si fuésemos alguien por nosotros mismos. En cambio Jesucristo, quien era Dios mismo, vivió en perfecta obediencia y sintonía al Padre confesando “que nada podía hacer por sí mismo, sino solamente lo que ve que su Padre hace” (Jn. 5:19) Él es el único que jamás se enorgulleció por sus éxitos, ni jamás amó algo más que hacer perfectamente la voluntad de su Padre. Él es el único que jamás hizo nada indebido. No se halló engaño en su boca. Es, por tanto, por su sola justicia y perfección que nosotros podemos y debemos vivir, no por la nuestra. Y me refiero a vivir cada día, no solo el día que nos convertimos. En definitiva lo que ahora vivimos en el cuerpo, lo hemos de vivir por la fe en el Hijo de Dios. (Gal. 2:20) Sin el Evangelio será imposible evitar que nos enorgullezcamos. Cuando nuestra percepción se centra en la moralidad, en ser justos y buenos, será inevitable el orgullo en nuestro corazón. En cambio si vivimos por el evangelio, no queda lugar para la jactancia o para el orgullo. Como dice Pablo en Rom. 3:27 hablando de estas cosas: 3 “¿Dónde está la jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál principio? ¿Por el de la observancia de la ley? No, sino por el de la fe”. Es decir, por el Evangelio. II. ¿CÓMO VIVIR ENTONCES POR EL EVANGELIO? Tal vez no hallemos mejor respuesta que la que nos comunica Pablo de sí mismo en 2ª Corintios 10-12. Pablo, sabía muy bien lo que era vivir rebosando el poder de Dios en su cuerpo y teniendo notable éxito y excelencia en su trabajo misionero; pero a su vez había entendido como casi nadie que todo era la gracia de Dios en él. Por lo tanto él lo tuvo muy claro: Si se trata de jactarse, de enorgullecerse, de hacer alarde velada o abiertamente, de su debilidad. Porque esto es lo que está en consonancia con el evangelio, que es la obra de Dios. Y Pablo cuenta una historia de anti héroe total. En 2ª Cor. 11:32 dice: “En Damasco – dice– el gobernador bajo el rey Aretas mandó que se vigilara la ciudad de los damascenos con el fin de arrestarme; pero me bajaron en un canasto por una ventana de la muralla y así escapé de las manos del gobernador”. Un hombre cuyo valor y poderoso testimonio ante grandes y pequeños quedaría patente hasta el final de sus días, aquí huye como un culpable, en la oscuridad de la noche, sin dar la cara, y encima bajado en un canasto por la muralla. De eso se jacta Pablo. Mostrar su debilidad es lo que Pablo ve más en línea, en consonancia, con el Evangelio. Desde luego Pablo no es un pobre diablo, es el mismo que “fue llevado al paraíso y escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar” (12:4) Y no digamos su obra exitosa, mayor que la de los demás apóstoles. Él dice que “de tal hombre podría hacer alarde; pero de mí no haré alarde sino de mis debilidades” (v. 5) Pablo es tan consciente de que es Dios quien hace las obras en él que hace distinción entre ese hombre en Cristo y él mismo. De ese hombre podría hacer alarde, pero de él mismo solo en sus debilidades. Luego Pablo reconoce la importancia de las disciplinas del Señor para bajarle los humos. Porque es consciente que las revelaciones se le podrían subir a la cabeza. Ser muy consciente de nuestra propia incapacidad de control es muy importante. Los problemas suelen venir cuando perdemos esta conciencia. Así que Pablo habla de ese mensajero de Satanás que le atormenta, esa espina clavada en su cuerpo. (v. 7) Algo que realmente le quebranta y le humilla, algo que descubre como pocas cosas su debilidad. (Pablo Martínez ha escrito un precioso libro sobre este tema, que lo tenéis por ahí y lo podéis leer) 4 En principio “le ruega al Señor 3 veces para que le sea quitada” esa espina (v.8) Pero llega a recibir del Señor la clara idea de que esa humillación suya hará a su vez que el poder de Dios se perfeccione en él: ”Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (v.9) Eso le ayuda a tomar mayor conciencia de que, lo que está en consonancia con el evangelio es hacer alarde de su debilidad. Incluso termina viendo como elemento de “regocijo sus debilidades, sean insultos, privaciones, persecuciones y dificultades, porque sabe que cuando es débil, entonces es fuerte”. (v. 10) Ojalá que Uzías hubiera comprendido el evangelio y sus implicaciones. Ojalá que Dios nos lo siga revelando a nosotros, transformándonos así, según su evangelio. 5