Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 DOI: 10.1159/000278701 La malnutrición en los países desarrollados John W.L. Puntis Hospital General de Leeds, Leeds, Reino Unido Palabras clave Malnutrición ⴢ Desnutrición en el hospital ⴢ Detección sistemática de la desnutrición ⴢ Equipo de apoyo nutricional Resumen En las sociedades desarrolladas se ha constatado repetidamente que la desnutrición es común en pacientes hospitalizados. A pesar de contribuir a desenlaces adversos, puede pasar inadvertida a menos que se emprenda sistemáticamente una evaluación formal. El equipo de apoyo nutricional desempeña papeles importantes en la formación del personal con respecto a la importancia de la nutrición para todos los pacientes y la garantía de intervenciones eficaces y seguras. Sobre las organizaciones de asistencia sanitaria recae la responsabilidad de fomentar el cuidado nutricional como prioridad fundamental. El trabajo multidisciplinario, la flexibilidad y la buena comunicación entre diferentes departamentos son requisitos para un apoyo nutricional efectivo en el hospital. Copyright © 2010 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel Introducción El Diccionario Inglés de Oxford [1] define la desnutrición como el estado de mala salud resultante de ‘una nutrición que no es adecuada para mantener una buena © 2010 Nestec Ltd., Vevey/S. Karger AG, Basel 0252–8185/09/0672–0065$26.00/0 Fax +41 61 306 12 34 E-Mail [email protected] www.karger.com Accesible online en: www.karger.com/ans salud, bien sea a través de una cantidad insuficiente de alimentos, la falta de componentes alimentarios esenciales, una dieta desequilibrada o una malabsorción’. Una definición más completa debe incluir consecuencias funcionales y clínicas, por ejemplo, ‘un estado nutricional en el cual una deficiencia, un exceso o un desequilibrio de energía, proteína u otros nutrientes, incluyendo minerales y vitaminas, causa efectos adversos mensurables sobre la función corporal y el desenlace clínico’ [2]. Evidentemente, estas definiciones abarcan una enorme gama de trastornos diferentes, desde carencias de micronutrientes específicos hasta desnutrición de proteína y energía. Una de las contradicciones sorprendentes del mundo actual es que, aunque producimos más alimentos que nunca, 1 de cada 10 habitantes del mundo pasa hambre. Los 800 millones de hambrientos están sobrepasados actualmente por el billón de personas que presentan sobrepeso en todo el mundo [3]. Mientras que en partes pobremente desarrolladas del mundo, la desnutrición como consecuencia de la falta de disponibilidad de alimentos es común, la desnutrición en el mundo desarrollado constituye raramente la consecuencia de la falta de disponibilidad de alimentos, guardando más frecuentemente una relación con una enfermedad subyacente. Entre los factores significativos en niños con patología crónica, destacan la malabsorción, la maldigestión, la anorexia, la disfunción oromotora y el aumento de las necesidades de energía. Los efectos negativos sobre las funciones corporales, que abarcan la actividad física, la aptitud cognitiva John W.L. Puntis Room 21, Block 16, A Floor, Old Main Site General Infirmary at Leeds, Great George Street Leeds LS1 3EX (UK) Tel. +44 113 392 3828, Fax +44 113 392 8657, E-Mail [email protected] y la respuesta a la enfermedad y a la infección, están bien revisados en la literatura [4] y ofrecen la justificación para una intervención nutricional. Además, las pruebas crecientes de que la malnutrición en periodos críticos del desarrollo en la etapa fetal o en el inicio de la lactancia pueden determinar el riesgo de enfermedades crónicas en etapas posteriores de la vida [5–7] destacan la salud del niño como la base de la salud del adulto y confieren un impulso a la investigación nutricional con los efectos a largo plazo como criterios de valoración [8]. La clasificación de la malnutrición se relaciona corrientemente con efectos adversos mensurables sobre la forma corporal, según se evalúa por antropometría simple [9]. La desnutrición crónica afecta tanto a la talla como al peso, mientras que la desnutrición aguda (por ejemplo, durante un episodio patológico acompañado de anorexia) influye sobre el peso. Aunque en niños la desnutrición puede manifestarse frecuentemente como perturbación del crecimiento normal, este hecho no implica necesariamente un efecto adverso sobre la función corporal. Además, dado que la desnutrición abarca un amplio espectro, en numerosas situaciones clínicas el momento en el cual la antropometría puede pronosticar un desenlace adverso es frecuentemente ambiguo. Este dato adquiere importancia en debates referentes a la ‘detección sistemática’ de desnutrición en pacientes hospitalizados. A pesar de esto, existen numerosos casos en los que en poblaciones de pacientes particulares se ha demostrado la existencia de un vínculo entre desnutrición y desenlace desfavorable [10–13]. Una problemática fundamental a la que se enfrentan los pediatras consiste en el modo de identificar a los niños que pueden llegar a presentar desnutrición como consecuencia de enfermedades (habitualmente, enfermedades agudas) o que están ya desnutridos (en general, enfermedades crónicas) y, en consecuencia, efectuar una intervención nutricional eficaz que influya positivamente sobre el desenlace. No es necesario añadir que debe existir también un caso a priori para adoptar los pasos encaminados a evitar o revertir la desnutrición sin tener necesariamente que demostrar beneficios. Esta revisión se centrará en la desnutrición (definida por antropometría) en niños hospitalizados. Después de haberla contemplado como una consecuencia inevitable de enfermedades crónicas, actualmente se aprecia que en una amplia gama de procesos puede evitarse la sub-nutrición [14]. Entre las preguntas importantes que se plantean destacan las siguientes: ¿Cómo puede identificarse fiablemente la desnutrición? y ¿cómo podría prevenirse o revertirse? Además, se consideran también cuestiones más generalizadas en relación con la educación nutricio66 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 nal del personal de los servicios de salud, el papel de la detección sistemática y los mecanismos por los cuales los proveedores de asistencia sanitaria pueden satisfacer eficazmente las necesidades nutricionales de grupos desiguales de pacientes. Nutrición y salud: fundamento histórico El papel de la nutrición en el fomento y el mantenimiento de la salud se conoce desde hace mucho tiempo. Por ejemplo, en textos del antiguo Egipto y árabes se destaca la importancia de la nutrición con leche materna para el bienestar del lactante [15]. En hospitales medievales, el alimento nutritivo se consideraba un requisito indispensable para la recuperación de la enfermedad, además de un entorno agradable, calor, seguridad y reposo adecuado [16]. En su obra escrita a comienzos del siglo XVIII, Sir Hans Sloane, en el primer hospital para lactantes abandonados de Londres, atrajo la atención sobre la supervivencia llamativamente superior en niños alimentados con leche materna en lugar de con alimentos artificiales [17]. La elevada tasa de mortalidad que afectó a pacientes hospitalizados en el siglo XIX indujo a la prestigiosa enfermera británica Florence Nightingale a parafrasear el mandato hipocrático a los médicos, en sentido de que el primer requisito de un hospital era la obligación de no perjudicar al enfermo. Entre sus reformas destacaba no sólo una mejor higiene sino también el suministro de mejores alimentos [18]. La literatura contemporánea proporciona un indicio de cómo la ortodoxia médica podría no estar a tono con el sentido común profano sobre el papel de la nutrición durante la enfermedad. El médico del desafortunado Hipólito con los pies deformes en la novela de Flaubert ‘Madame Bovary’ le prescribe únicamente ‘una dieta ligera’ tras una intervención quirúrgica catastrófica complicada con infección. La anciana enfermera iletrada le insiste, no obstante, en la importancia de comer bien y opina: ‘No quiere oír una sola palabra al respecto. ¿No le ha infligido ya un martirio suficiente? Usted se volverá simplemente cada vez más endeble. ¡Vamos, bébaselo todo de un trago!’ Seguidamente, le ofrece una sopa deliciosa, tajadas de cordero y pedazos de panceta [19]. El genial médico irlandés Robert Graves, que confeccionó su obra hacia mediados del siglo XIX, escribió extensamente sobre dieta y nutrición, haciendo especial hincapié en la necesidad de proporcionar alimento a los pacientes inapetentes. Comentando el aspecto saludable de algunos pacientes que él había recuperado de cuadros graves de tifus, a Graves Puntis se le atribuye la observación siguiente: ‘Este es absolutamente el efecto de nuestra buena alimentación y para que, cuando yo me haya ido, no deje de encontrar un epitafio para mi, le sugiero uno corto: “Aquí yace el que alimentó a personas febriles”’ [20]. A pesar de esta presciencia, hace sólo 30 años se atrajo la atención hacia la elevada incidencia de desnutrición de proteína y energía hallada en pacientes médicos y quirúrgicos adultos en EE.UU. y Europa [21–23] y al deterioro de su estado nutricional mientras permanecían en el hospital [24]. Casi 20 años después, en un trabajo del Reino Unido (nuevamente en adultos como sujetos), McWhirter y Pennington [25] procedieron a cuantificar la incidencia de desnutrición en pacientes en el momento del ingreso en el hospital, el cambio en el estado nutricional durante su permanencia en éste y el conocimiento nutricional entre el personal del hospital. Hallaron que de 500 sujetos sólo 129 estaban alimentados normalmente en el momento del ingreso; 171 presentaban sobrepeso y 200 estaban sub-nutridos (66 con depleción leve de energía y proteína, 87 con depleción moderada y 47 con depleción grave). Una elevada proporción de los evaluados en el momento de ser dados de alta presentaban pérdida de peso durante su estancia en el hospital y unos pocos habían sido derivados para apoyo nutricional. Había escasez de información en las notas de los casos referentes a la nutrición en las visitas ambulatorias y en el momento del ingreso en el hospital, lo que indicaba la persistencia del problema de la falta de conocimiento nutricional entre el personal de los servicios de salud. Estudios pediátricos La evaluación del crecimiento (medición de la talla, el peso y el uso de gráficas de crecimiento) debe constituir un componente sistemático de la exploración de los niños ingresados en el hospital. En consecuencia, podría preverse que la malnutrición en la práctica pediátrica no pasaría inadvertida, dado que su impacto sobre la forma corporal sería fácilmente notorio. Numerosos estudios indican que (igual que en el mundo de la medicina y la cirugía del adulto) éste no es en realidad el caso. Merritt y Suskind [26] realizaron la evaluación antropométrica en un día de todos los pacientes de más de 3 meses de edad en un centro de derivación pediátrico. El estado nutricional se clasificó según los criterios de Waterlow [27]: se consideró el 81 al 90% de la mediana de los valores de referencia específicos de sexo del peso para la talla La malnutrición en los países desarrollados para indicar una desnutrición leve, el 70 al 80%, una desnutrición moderada y valores !70%, una malnutrición grave. Se halló que más de 1/3 de los niños presentaban signos de malnutrición aguda (!90% del peso para la talla previsto) y casi la mitad de los sujetos presentaban desnutrición crónica (talla para la edad !95% de la norma). Entre los niños estudiados, el 8% presentaban un perímetro cefálico 12 DE por debajo de la mediana para la edad. Los datos de la reducción de los valores de la superficie muscular del brazo y los bajos recuentos de linfocitos dejaron entrever una reducción de la masa corporal magra y un incremento del riesgo de infección nosocomial. Parsons y cols. [28] evaluaron el estado nutricional de 183 ingresos médicos y quirúrgicos alternos en un hospital docente pediátrico. En el 12% de los pacientes se registró el percentil !5 para la talla y el 15% para el peso; se observó una obesidad excesiva en el 20%. Los autores quedaron impresionados por la incapacidad de los cirujanos y los médicos responsables del tratamiento para identificar o registrar la subnutrición. Moy y cols. [29] realizaron una encuesta del estado nutricional en un grupo multirracial de niños en un centro docente del Reino Unido, que reveló una elevada prevalencia de desnutrición de proteína y energía, tanto aguda como crónica. Encontraron un retraso grave del crecimiento (1 –2 DE de la talla por debajo de la media) en el 16% y una consunción grave (!80% del peso para la talla previsto) en el 14%; otro 20% se consideró con riesgo de desnutrición grave en caso de estar nutricionalmente estresados, por ejemplo, por enfermedad o cirugía. Llegaron a la conclusión de que la vigilancia nutricional formal de niños en el hospital es importante e identificaría a un considerable grupo de pacientes con desnutrición secundaria que requeriría de apoyo nutricional. Hendrikse y cols. [30] estudiaron una muestra de 226 niños ingresados en servicios médicos o quirúrgicos o derivados a una clínica ambulatoria de un hospital pediátrico durante un periodo de 9 semanas. El 16% de los niños presentaban bajo peso para la edad (percentil !5), el 15% presentaban retardo en el crecimiento (percentil !5 de la talla para la edad) y el 8% presentaban inanición. El 16% estaban moderadamente sub-nutridos o se les consideró con riesgo de presentar este estado (entre –1 DE y –2 DE para el peso para la edad y la talla para la edad) y el 19% tenía un peso para la talla entre el 80 y el 90% de las normas. Una proporción de 2/3 de los niños desnutridos no habían sido identificados como tales antes de la encuesta. Más recientemente, se emprendieron encuestas similares en Alemania y Países Bajos. Pawellek y cols. [31] estudiaron 475 ingresos en servicios de pediatría y cirugía general; Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 67 la desnutrición se definió según los criterios de Waterlow [27]. Basándose en el peso para la talla, el 24,1% presentaban desnutrición: la mayoría (17,9%) pertenecían a la categoría de ‘desnutrición leve’, el 4,4% a la de desnutrición moderada y el 1,7% a la de desnutrición grave; el 21,7% de los pacientes se hallaban por encima del percentil 110. Si se utilizaba el espesor del pliegue cutáneo a nivel del tríceps para definir el estado nutricional, el 17,2% de los niños fueron clasificados como desnutridos y la proporción de gravemente desnutridos llegó hasta el 9,7%. La prevalencia máxima de desnutrición se halló en los lactantes. En un estudio ambicioso, Joosten y cols. [32] intentaron establecer la prevalencia de desnutrición utilizando los criterios de la OMS [33] en todos los niños ingresados en hospitales pediátricos de los Países Bajos durante un periodo de 3 días. La desnutrición aguda se definió como peso para la talla !–2 DE de la media (consunción) y la desnutrición crónica, como talla para la edad !–2 DE (retardo del crecimiento); participaron el 52% de los hospitales y se reclutó a 424 niños. Análogamente al estudio alemán [31], la tasa global de desnutrición se situaba en el 19%; casi la mitad de los niños afectados presentaban una enfermedad crónica (neurológica, cardíaca o metabólica). La prevalencia máxima de desnutrición aguda se halló en niños con trastornos gastrointestinales (18%) y la tasa máxima de desnutrición crónica, en niños con enfermedades neurológicas (31%). De los niños ingresados durante más de 4 días, de quienes se dispone de datos, el 65% no perdieron peso o lo ganaron y sólo el 3% perdió más de 5% del peso durante su estancia en el hospital. Tal como podía preverse, la prevalencia global de desnutrición fue significativamente mayor en los niños con enfermedades crónicas en comparación con los afectados de enfermedades agudas: 28% frente a 15%. Se comprobó que los niños con desnutrición aguda en el momento del ingreso presentan estancias más prolongadas en el hospital. Aunque esto suscita la pregunta de si su estado nutricional les predisponía a sufrir más complicaciones, dado que las estancias en el hospital fueron relativamente cortas, es dudoso que la intervención nutricional durante la hospitalización precoz alterara el desenlace clínico. Aunque los estudios anteriores utilizan metodologías diferentes y aplican diversas definiciones de desnutrición, comparten cierto número de aspectos. Con respecto a las clasificaciones antropométricas ampliamente utilizadas, éstas establecen que la desnutrición es corriente en niños ingresados en hospitales de países desarrollados, tanto en aquéllos con enfermedades agudas como con enfermedades crónicas. La significación de este dato depende de 68 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 la interacción entre el estado nutricional y los desenlaces clínicos. Aunque en la desnutrición grave esto es probablemente importante (curación retardada de las heridas, sepsis, etc…), en numerosos niños sigue siendo dudoso. Dado que alrededor del 80% de los ingresos pediátricos son dados de alta en el curso de 2 días, es improbable que la detección sistemática antropométrica pudiera dar lugar a una intervención efectiva más allá de aquéllos con malnutrición grave. Debe también admitirse que la desnutrición existe en la población en general y que intervenciones hospitalarias breves no la cambiarán. Por ejemplo, los lactantes constituyen una gran proporción de los pacientes ‘desnutridos’ identificados en las encuestas hospitalarias [31] y aun así, la incapacidad para medrar (predominantemente causada por una nutrición deficiente) es también relativamente común [34]. En un estudio de cohortes de 6.090 niños daneses menores de un año en Copenhague, el uso de los criterios de Waterlow identificó a niños bajos y delgados que fueron considerados, de hecho, de bajo riesgo para adquirir un deterioro nutricional [35]. En zonas menos afluentes, la desnutrición de la población puede ser más común [30]. Identificación de la desnutrición y el riesgo nutricional Este es un asunto problemático y no sólo porque existen diferentes modos de interpretar las mediciones antropométricas con respecto a la desnutrición, así como una falta de consenso sobre qué técnicas, normas o criterios son los mejores para evaluar el estado nutricional en niños. Los métodos óptimos para identificar la desnutrición exigen proseguir la investigación mediante extensos estudios clínicos. Aunque la detección sistemática de la desnutrición en niños ingresados en el hospital se basa en un argumento sólido, la utilidad de identificar la desnutrición leve y moderada constituye un interrogante y los algoritmos de tratamiento/derivación requieren una reflexión cuidadosa. Mientras se dispone de datos que vinculan el estado nutricional a los desenlaces en los adultos [36–40], la información similar es escasa en los niños [41]. En última instancia, los efectos de la intervención nutricional en el hospital sobre el estado nutricional, la morbilidad y la mortalidad requieren auditoria y evaluación científica. En consecuencia, en la práctica clínica actual, cuando se trata de dar razones a favor de servicios nutricionales debemos basarnos en gran medida en un caso a priori en impedir o revertir la desnutrición sobre la base del foPuntis mento del crecimiento y el desarrollo normales y la probabilidad de optimizar los desenlaces clínicos. La responsabilidad de la identificación de niños con desnutrición o con riesgo de adquirirla, y de proporcionar una intervención efectiva cuando sea procedente, recae tanto sobre médicos individuales como sobre el equipo de asistencia sanitaria en conjunto. También existen obligaciones organizativas para proporcionar un apoyo nutricional seguro y eficaz a lo largo de todo el espectro (edad, proceso subyacente) de pacientes. La detección sistemática del riesgo nutricional mediante diversas técnicas ha sido defendida ampliamente. Cross y cols. [42] investigaron si la simple exploración física era o no adecuada para detectar niños con desnutrición definida por antropometría. Un grupo de 44 pacientes hospitalizados fue evaluado clínicamente por un grupo de especialistas en cuidados infantiles, que resultó ser uniformemente insatisfactorio en la detección de desnutrición grave y la evaluación del estado nutricional de los lactantes. Los autores llegaron a la conclusión de que la mera evaluación clínica del estado nutricional era insuficiente para una evaluación y un seguimiento exactos y que la antropometría resultaba esencial. En contraste, en un estudio prospectivo en 175 niños sometidos a intervenciones quirúrgicas de gran envergadura, Secker y Jeejeebhoy [41] sostuvieron que la evaluación subjetiva era valiosa y consiguieron su propósito de vincularla a los criterios de valoración (tasas de complicaciones). Cada niño fue evaluado tanto subjetivamente como por antropometría, utilizando la fuerza de prensión y parámetros nutricionales bioquímicos. La Evaluación Nutricional Global Subjetiva abarcaba preguntas sobre la talla y el peso, el tamaño de los padres, la ingestión de alimentos, el apetito, síntomas gastrointestinales, la capacidad funcional y cambios recientes. También se emprendió una exploración clínica encaminada a buscar características como atrofia muscular y edema, conjuntamente con una evaluación de las demandas metabólicas de las enfermedades de los niños. Seguidamente, se asignó a los niños a 3 grupos: bien nutridos, con malnutrición moderada y con malnutrición grave. Los sujetos fueron seguidos durante un periodo postoperatorio de 30 días y se registraron las complicaciones relacionadas con la nutrición. La Evaluación Nutricional Global Subjetiva dividió satisfactoriamente a los niños en 3 grupos diferentes, con valores medios significativamente diferentes para variables antropométricas y bioquímicas. Los niños desnutridos presentaban más complicaciones infecciosas y una estancia más prolongada en el hospital. Ningún parámetro objetivo mostró asociación alguna con el desenlace. Esta ‘evaluación subjetiva’ particular no es rápida y fácil de realizar, por lo que otros investigadores han intentado elaborar un sistema de puntuaciones rápido con objeto de pronosticar el riesgo nutricional [43]. Este sistema fue evaluado prospectivamente en 296 niños e incluía una historia de comer y los alimentos consumidos, síntomas como el dolor que interfería con la ingestión de alimentos, procesos médicos subyacentes y antropometría. En el 65% de los niños (12% en 45%) se registró una pérdida de peso durante el ingreso. Se cuantificó la reducción de la ingestión de alimentos, el dolor y la gravedad del proceso subyacente, que proporcionaba una puntuación total de 0 a 5; el 2% de los pacientes con puntuación 0 perdieron el 12% del peso corporal en comparación con el 85% de aquéllos con puntuación 5. Los autores dan a entender que este abordaje podría utilizarse sistemáticamente en niños en el momento del ingreso con objeto de identificar aquéllos en quienes la intervención nutricional pudiera influir sobre el desenlace clínico. Esto suscita, por supuesto, una duda enorme y requiere una evaluación prospectiva. La malnutrición en los países desarrollados Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 Procedimiento a seguir En ausencia de una herramienta de riesgo nutricional universalmente aceptada, que permita una intervención orientada a un cambio beneficioso en el desenlace clínico, pueden impartirse las siguientes recomendaciones mínimas. Deben utilizarse exhaustivamente las gráficas de crecimiento, previo adiestramiento en su uso del personal médico y el personal de enfermería. Esto significa que cada niño ingresado en el hospital o examinado en la consulta externa debe contar con la medición de la longitud/ talla y el peso, así como trazado en una gráfica de crecimiento apropiada que se archiva en las notas del caso. El personal debe poseer adiestramiento en antropometría básica y necesitan tener acceso a los equipos de precisión, estandarizado en toda la unidad y mantenido y calibrado con regularidad. Debe convenirse una acción coherente y apropiada cuando los pesos y las tallas se sitúen por fuera del rango normal. Esto requiere el desarrollo de un algoritmo clínico con la entrada de información del equipo de apoyo nutricional (EAN) donde exista alguno. La disponibilidad y la exactitud del equipo y el uso de gráficas de crecimiento deben estar sometidos a una auditoria clínica regular. Las encuestas antropométricas de niños en servicios particulares pueden constituir una potente herramienta para abogar a favor de más recursos, como especialistas 69 en enfermería nutricional y dietistas. El papel de los EAN está bien documentado en la literatura [44–47] y se comenta a continuación. Todo el personal que atiende a niños en el hospital debe admitir que el apoyo nutricional forma una parte integral del cuidado completo del niño enfermo. Se presta una atención insuficiente a la nutrición en la formación de los estudiantes de medicina [48], un hecho que es necesario abordar; en algunos países se ha puesto en práctica un curriculum nutricional nacional [49]. Los pediatras en formación deben conocer la importancia de una dieta equilibrada, de niños con sobrepeso o bajo peso o privados de nutrientes, así como las deficiencias nutricionales específicas. Es necesario que identifiquen la deficiencia o el exceso nutricional y lo cuantifiquen en la medida de lo posible. Debe apreciarse la importancia del trabajo en equipo, así como la necesidad de una buena comunicación entre los equipos. Equipos de apoyo nutricional Si bien tradicionalmente ha existido una desorganización en el apoyo nutricional hospitalario, este hecho está cambiando lentamente. Los médicos pueden contemplar la nutrición como una cuestión de enfermería, y las enfermeras pueden considerarla del dominio del dietista; es posible que no exista ningún médico de más alto rango con experiencia nutricional como su primordial interés. Los dietistas han trabajado a menudo en un entorno de aislamiento relativo, en lugar de formar parte de un equipo. Los farmacéuticos participan cada vez más en la preparación y el suministro de nutrición parenteral y pueden llegar a ser también prescriptores independientes. Los departamentos de suministros de equipo médico y desechables de plástico son también responsables del suministro, la verificación y el mantenimiento de las bombas eléctricas. Existe a menudo poco contacto entre los diferentes departamentos dentro del servicio de pediatría (medicina, cirugía, cuidados intensivos, etc…) y la provisión financiera para el cuidado nutricional puede estar también fragmentada. Frecuentemente, el coste del cuidado nutricional no está claramente identificado y no hay auditoría de su uso. Dado que el objetivo terapéutico para cualquier niño en lo individual en el hospital es proporcionar el método más simple, más seguro, más económico y más eficaz de apoyo nutricional, es sensato disponer de un enfoque de equipo que agrupe el conocimiento experto de diferentes profesionales interesados. Las tareas principales de este 70 Ann Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 EAN consisten en asegurarse de que a los niños ingresados en el servicio se les practique una evaluación del estado nutricional y que sean identificados aquellos que requieran apoyo nutricional. Seguidamente, el equipo debe asegurar un tratamiento nutricional efectivo durante la estancia del paciente en el hospital y el mantenimiento del cuidado nutricional después del alta fuera del hospital. El EAN desempeña un papel importante en la formación del personal referente a la importancia de la malnutrición y en auditar y evaluar la práctica. La composición del equipo variará en función de los recursos disponibles; sin embargo, será dirigido habitualmente por un médico de más alto rango especializado en la nutrición. Entre los demás miembros fundamentales deben destacar un nutricionista/dietista, un farmacéutico y un especialista en enfermería nutricional. El EAN debe convocar reuniones regulares, así como pases de visita a la planta y estar disponible como recurso en todo el servicio de pediatría. Entre los miembros no fundamentales del equipo pueden figurar un cirujano pediátrico o un radiólogo intervencional con experiencia en accesos venosos centrales, un bioquímico clínico y un terapista del habla con intereses en dificultades relacionadas con la comida. Aunque estos miembros no participarán en los pases de visita regulares a la planta, asistirán a las reuniones del equipo en la medida de lo posible. En servicios pequeños, el equipo puede tener que ser más limitado (por ejemplo, un médico y un nutricionista/dietista), mientras que en los grandes centros pueden funcionar varios equipos [50], incluyendo servicios pediátricos y unidades de cuidados intensivos neonatales. El principio clave consiste en reconocer que el tratamiento nutricional efectivo es un asunto multidisciplinario y que ninguna persona individual puede poseer las aptitudes necesarias para emprender esta tarea por si sola. Dentro del equipo existe un cierto número de papeles definidos. El nutricionista/dietista evaluará el estado nutricional y la ingestión de los pacientes derivados debido a desnutrición y calculará las necesidades nutricionales y designará las nutriciones enterales con conocimiento de los productos disponibles. También trabajará con otros miembros del equipo en la supervisión de la nutrición enteral (y en ocasiones parenteral) y en el adiestramiento del personal, los pacientes y los cuidadores. El especialista en enfermería nutricional preparará, instruirá y supervisará los protocolos para el cuidado de los catéteres intravenosos y otros aspectos de la nutrición enteral y parenteral. Actuarán conjuntamente con médicos y nutricionistas/dietistas en los procedimientos de apoyo nutricional en las plantas y formará y preparará a las Puntis familias para el apoyo nutricional enteral y parenteral a domicilio. La enfermera también se relacionará con las familias y el equipo de cuidados extrahospitalarios después del alta del hospital. El farmacéutico será el responsable de proporcionar soluciones de nutrición parenteral y optimizar su composición basándose en el conocimiento de los productos disponibles. Puede llegar a ser un prescriptor independiente de nutrición parenteral. El médico o jefe del equipo tendrá competencia específica en nutrición, reconocida por otros médicos y los miembros del equipo. Combinará el conocimiento en nutrición con aptitudes de enseñanza y gestión, interactuando satisfactoriamente con otras disciplinas. Debe producirse una situación de empresa para los directores con objeto de destacar la importancia del EAN en el diagnóstico y la intervención y la posibilidad de una reducción de los costes hospitalarios. De hecho, en cierto número de estudios se ha indicado que el EAN es rentable, lo que constituye un elemento importante para obtener reconocimiento y desarrollar un nuevo servicio. En un estudio en pacientes adultos, la intervención nutricional precoz redujo la estancia en el hospital en un día [51]. Un cambio de una nutrición parenteral innecesaria a un apoyo nutricional enteral puede producir ahorros directos de los costes [52– 55]. Los especialistas en enfermería nutricional desempeñan una parte muy importante en reducir las infecciones en el torrente circulatorio relacionadas con el cateterismo venoso central, con disminución concomitante de sus costes asociados [56]. Las barreras que se oponen al establecimiento de los EAN han sido comentados detalladamente [57]. Las actitudes del personal médico de más alto rango son extremadamente importantes. El desinterés puede deberse a la falta de conciencia del impacto que ejerce la nutrición clínica sobre la mejora de los tiempos de recuperación de los pacientes y la adición a la calidad general del cuidado. La baja prioridad que se otorga a la nutrición clínica en las facultades de medicina puede ser un factor importante en esto. Aparte de los especialistas en el aparato digestivo, la mayoría de los médicos carecen de un interés profesional directo por la nutrición clínica. Se concede prioridad a otros aspectos de la salud de los pacientes y la nutrición se deja en manos de enfermeras y dietistas. Los directores de más alto rango poseen largas listas de prioridades en las cuales la nutrición clínica puede no aparecer. La falta de tiempo es otro factor y el intento de constituir un EAN sólo con el personal disponible supone una presión extra para los individuos. La designación de un especialista en enfermería nutricional a tiempo completo desempeña un papel básico en el cenLa malnutrición en los países desarrollados tro de un equipo, mientras que otros miembros pueden tener que contribuir sólo con parte de su tiempo. El argumento de que los EAN son rentables puede caer en oídos sordos en un ámbito en el cual muchas partes diferentes del servicio compiten por los recursos. La estructura del equipo puede resultar amenazadora para algunos en un sistema jerarquizado donde, por ejemplo, los médicos no valoran los puntos de vista de los nutricionistas/dietistas. Los médicos también se muestran reticentes a delegar aspectos del tratamiento de sus pacientes a otros y tienen que estar convencidos de que el EAN proporcionará un beneficio clínico importante. Dentro de un grupo multidisciplinario, la superposición de responsabilidades puede causar fricciones y poner en peligro el trabajo afable del equipo. Un ejemplo sería el especialista en enfermería nutricional que adoptase algunos de los papeles asumidos tradicionalmente por un nutricionista/dietista; esto requiere una reflexión minuciosa y el de un acuerdo entre todo el equipo. Responsabilidades de la organización de asistencia sanitaria Como ya se ha indicado, el apoyo nutricional eficaz para un paciente individual se basa en la visión de la nutrición por parte del proveedor de asistencia de salud, como un aspecto importante del tratamiento del paciente. El apoyo nutricional en el hospital se inicia con el ofrecimiento a los niños de alimentos apropiados para la edad y atractivos en los momentos en que desean comer. La voluntad a nivel gubernamental de imponer sólo opciones de comidas ‘saludables’ [58] puede ser perjudicial para algunos niños, por ejemplo, el niño ingresado en el servicio de oncología que precisa de pequeñas comidas frecuentes de alimentos apetitosos, cuando resulta esencial la flexibilidad con respecto a la elección del menú, las horas de las comidas y la participación de los padres [59]. Tal como han indicado Garrow [60] y otros, los servicios de catering y dietéticos son actualmente a menudo demasiado rígidos en su enfoque alimentario para hospitales. Tiene que crearse una organización flexible que optimice la atención nutricional en cada departamento y que monitorice el resultado y el uso de recursos. La ingestión de energía puede incrementarse simplemente ofreciendo el alimento adecuado en el momento apropiado y la adición de suplementos calóricos, progresando en caso necesario al uso de alimentos a sorbos orales seguido de la alimentación por sonda. Para los pacientes con insufiAnn Nestlé [Esp] 2009;67:65–73 71 ciencia intestinal será necesario aplicar la nutrición parenteral. El abordaje multidisciplinario del EAN puede ampliarse a través de la organización dentro de un grupo directivo nutricional, que vincule entre sí la dirección, el catering hospitalario, la enfermería, los departamentos de suministros, los nutricionistas/dietistas y los EAN de diferentes ámbitos clínicos. Una organización de esta índole tiene que poseer el mismo status y poder que los comités de medicamentos y tratamientos existentes. Conclusiones La buena atención nutricional no ocurre por accidente y su éxito dependerá de una gestión minuciosa respaldada por una infraestructura efectiva [61]. Entre los elementos necesarios destacan la puesta en práctica de una rutina básica de asistencia nutricional, la identificación de las necesidades nutricionales individuales de los pacientes obteniendo el mejor partido de los alimentos del hospital, la selección de los productos correctos, el trabajo multidisciplinario, la comunicación y la documentación, la organización y la logística, la gestión financiera, la formación y el adiestramiento [61]. El Consejo de Europa ha publicado un trabajo que cubre todos los aspectos de la provisión nutricional y realza la importancia de las recomendaciones sobre la detección sistemática nutricional, la provisión de servicios de alimentos y el apoyo nutricional, el papel que debe jugar el personal en el cuidado nutricional, la comunicación y la economía sanitaria [62]. Las recomendaciones han sido compendiadas en 10 características fundamentales de la asistencia nutricional satisfactoria en hospitales. Entre ellas destacan la necesidad de detección sistemática, los planes de atención individual, la nutrición para ser incluida dentro de las medidas de la gestión clínica, la participación de los pacientes, los tiempos de comidas protegidos, el adiestramiento del personal, la flexibilidad en los servicios alimentarios del hospital, la seguridad alimentaria y el trabajo multidisciplinario [63]. Esperamos que esto elevará la pauta de apoyo nutricional y destacará la nutrición en el hospital en el programa de asistencia sanitaria, dando lugar a una disminución de la desnutrición hospitalaria con sus costes concomitantes para los individuos y la sociedad. Bibliografía 1 Shorter Oxford English Dictionary. Oxford, Oxford University Press, 2002. 2 Nutrition and Patients. A Doctor’s Responsibility. London, Royal College of Physicians, 2002. 3 Patel R: Stuffed and Starved. Markets, Power and the Hidden Battle for the World Food System. 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