Tutmosis, el ilustre Por Rodman R. Clayson, F.R.C. Revista El Rosacruz A.M.O.R.C. La XVIII Dinastía es una de las más brillantes y destacadas en toda la historia del antiguo Egipto. Produjo personalidades distinguidas, tales como Tutmosis III, Hatshepsut, Akhnaton y, por supuesto, Tuthankhamon, cuyo reinado, aunque no muy interesante históricamente, lo es para el mundo moderno. En este artículo nos referiremos, particularmente, a Tutmosis III, cuyo reinado como Faraón abarca el período comprendido entre los años 1490 a 1436 A.C. Se le llama Tutmosis, el Grande. Algunas autoridades le han llamado El Magnífico. Antes del comienzo de la XVIII Dinastía, los hiksos, llamados los reyes pastores de las tierras del norte, habían ocupado el país del Nilo esforzándose para mantener una plaza fuerte en el Bajo Egipto, en Avaris. Una sublevación nacionalista de un príncipe de Tebas ayudó a hacer posible su éxodo. Este fue Ahmose. Cuando Ahmose ascendió al trono, en 1575, expulsó a los hiksos del territorio egipcio. Estos, no obstante, fueron una constante amenaza para Egipto, y a lo largo de la frontera norte se mantuvieron lo suficientemente fuertes como para intentar recobrar su conquista perdida. Amenhotep I, que sucedió a Ahmose, en 1550 A.C., fue forzado a luchar más de una campaña en contra de aquellos. En 1528, le sucedió Tutmosis I, quien tuvo en sus campañas más éxitos que su antecesor. Debido a su conquista del norte y del sur, Egipto fue capaz de disfrutar de una cierta cantidad de años de paz, y empezó a construir su Estado económico. Al final de su reinado, en 1510, Tutmosis I asoció a su hermana, Hatshepsut, como su corregente. Tutmosis II sucedió a Tutmosis I, y Hatshepsut, a su vez, fue su corregente. Tutmosis II reinó sólo un corto tiempo. En aquella época, Tutmosis III era solamente un niño, y Hatshepsut se transformó en el gobernante virtual. Hatshepsut es la figura femenina dominante en toda la larga historia egipcia. Fue la madre adoptiva y tía de Tutmosis III, y se esforzó por mantener el poder por muchos años durante los cuales reinó como “Faraón femenino". Se consideraba a sí misma como Faraón y se conducía en la misma forma. En ocasiones oficiales vestía el delantal real y se ponía una barba postiza, tratando siempre de mantener a su hijastro en las sombras, por lo menos hasta que cumplió los dieciocho años. Pese a su gran fuerza de carácter, Hatshepsut fue, sin embargo, una mujer encantadora. Extendió hacia el sur el comercio del país y trajo avance a la arquitectura y a todas las formas del arte. Erigió dos obeliscos en el Gran Templo de Amón, en Karnak. Construyó su magnífico templo en el Valle de los Reyes, el que se destaca no sólo por su belleza sino por las numerosas inscripciones existentes en sus muros. De este templo se dice que es una joya arquitectónica y, por supuesto, uno de los más refinados y espectaculares de los antiguos monumentos de Tebas. Archivos históricos indican que su consejero jefe y canciller fue Senmut. El la animó a que llevara a cabo sus numerosos planes y apoyó su búsqueda de poder. Senmut fue muy probablemente, el amante de Hatshepsut. Ella lo colmó de honores e hizo que se levantaran muchas estatuas en su honor. Hatshepsut dejó estatuas de ella misma, esfinges y bajorrelieves, que la muestran con las convencionales vestiduras del rey. La paz prevaleció en su época, a través de todo el país. Durante el período de Hatshepsut y Tutmosis III, el Egipto experimentó un gran avance en las expresiones del arte creativo. Las estatuas de Tutmosis y Hatshepsut son obras maestras. Al suceder en el trono, Tutmosis III había sido técnicamente corregente con Hatshepsut. La historia consigna, además, que él alcanzó el trono, por lo menos en parte, debido a un "nombramiento divino". Este vino durante una ceremonia en el Templo de Amón, cuando los sacerdotes, en procesión y llevando la imagen del dios Amón, se detuvieron frente a Tutmosis y rehusaron seguir caminando. Por lo tanto, su sucesión al trono se consideró divinamente ordenada. Cuando Hatshepsut dejó de ser reina actuando como Faraón, Tutmosis III alcanzó la indiscutible posesión del trono y desterró a Senmut. El nuevo Faraón tenía alrededor de treinta años cuando ascendió al trono, y se encontró enfrentándose con una coalición de poderosos príncipes en el norte. Los príncipes de Megido y Kadesh buscaban una oportunidad para invadir Egipto. Tutmosis actuó inmediatamente. Reunió su ejército e inició el ataque del enemigo antes de que éste lograra prepararse. Fue esa una exitosa campaña para Tutmosis III. Probó que poseía genio militar, por lo que los eventos de la campaña fueron extensamente registrados en los muros del Templo de Karnak, y también grabados en rollos de cuero. Los términos de la rendición no fueron rigurosos. Se requirió una cierta cantidad como tributo y se nombró un gobernador para que se hiciera cargo del área. Gobernante benigno Tutmosis III llevó a cabo diecisiete campañas en total, a Siria, Palestina y Nubia. Resulta interesante advertir que Siria y Palestina fueron forzadas a mantener la paz y bajo el benigno gobierno de Tutmosis III alcanzaron un notorio grado de prosperidad. Egipto se había transformado, en aquel entonces, en un poder mundial como jamás había sido antes. El Estado pasó por una total transformación. Se puede decir que Tutmosis III no sólo fue un destacado general sino que un hombre de estado. Se advierte que como Faraón fue verdaderamente un hombre de altos ideales y personalidad. Las instrucciones de este Faraón a su Visir, Rekhmire, muestran su insistencia en la imparcialidad del juicio, destacando la absoluta necesidad de tratar a todos los hombres igualmente, sin mostrar favoritismos hacia los amigos o parientes. Tutmosis construyó extensamente. Erigió, por lo menos, cuatro obeliscos, dos de ellos en Karnak. Levantó edificios en la mayoría de las grandes ciudades y creó numerosos santuarios, muy pocos de los cuales sobreviven en la actualidad, desgraciadamente. Concedió regalías al sacerdocio. La economía del país era excelente, porque se trataba de una nación rica. El vestíbulo de los registros En Karnak, al este del Templo de Amón, que se caracteriza por sus numerosas columnas, pasamos a través del sexto pilón del Complejo del Templo, erigido por Tutmosis III y arribamos a un área de numerosas habitaciones. Se trata del primer Vestíbulo de los Registros. Las figuras que aparecen en los muros nos hablan de las hazañas del Faraón. En este vestíbulo se yerguen dos pilares cuadrados, tallados en altorrelieve. Las figuras son de plantas heráldicas del Alto y del Bajo Egipto. Un pilar tiene la representación del lirio, que era el símbolo del Alto Egipto, y el otro ostenta el papiro, representación que era símbolo del Bajo Egipto. Los muros del santuario están adornados con inscripciones relacionadas con las hazañas militares de Tutmosis III. Allí, también, está su segundo Vestíbulo de los Registros y dentro de él se yergue una capilla construida totalmente con granito rosado. Más allá de este vestíbulo se encuentra su templo de los festivales. Allí aparecen en bajorrelieves una serie de plantas y animales que el Faraón había traído de Siria en el vigésimo quinto año de su reinado. Las plantas y también los animales fueron, indudablemente, agregados a los jardines del templo. Que él amaba los jardines hermosos y las piscinas plácidas y frías, no se discute. De hecho, elementos de sus jardines botánicos fueron cuidadosamente registrados en los muros del Templo de Karnak. Tutmosis III erigió un hermoso templo y santuario en la ribera oeste del Nilo, en lo que ahora se conoce como Medinet Habu. Sus hermosas estatuas fueron hechas por los mejores escultores de la época y como escribió un historiador, esas esculturas reflejan el espíritu magnífico de aquel hombre, que fuera totalmente un rey. Un descubrimiento importante se hizo hace unos tres años cuando se efectuaban excavaciones entre los templos de Hatshepsut y de Mentuhotep, este último de la XIX Dinastía. El descubrimiento de referencia ocurrió al este, en el Valle de los Reyes. Se encontró otro templo de Tutmosis III. La estructura consistía en parte de una Capilla a Hathor, un santuario interno y columnas que flanqueaban una avenida destinada a las procesiones. Las inscripciones indican que Tutmosis llamó a ese templo "El Horizonte Sagrado". Las antiguas escuelas de los misterios De acuerdo con la historia tradicional de la Orden Rosacruz, AMORC, existieron escuelas de los misterios en el Egipto antiguo. Se cree que Ahmose I fue el primer Faraón que organizó las sesiones de una sociedad secreta o escuela, en sus cámaras privadas. Tutmosis III organizó la forma física de la hermandad y delineó numerosos de sus preceptos. En esas escuelas se promulgaba una especie de filosofía, junto con religión y misticismo. Se consideraban el nacimiento, la vida y la muerte, como asimismo una vida después de la muerte. Movimiento o vibraciones tales como el sacudir el sistro simbolizaban, por ejemplo, el movimiento universal o cósmico. El egiptólogo, Sir E. A. Wallis Budge, escribió: "Es imposible dudar de que hubieran misterios en la religión egipcia. . . Es por lo tanto absurdo esperar encontrar en los papiros egipcios descripciones de los secretos...” Debe interpretarse que existía una sabiduría secreta, y que aquellos que estaban en posesión de ese conocimiento juraban no revelarlo equivocadamente. Budge cita un jeroglífico que se refiere a ello, y que dice: "Jamás dejad que la persona ignorante, ni nadie, sepa de ello". La segunda esposa de Tutmosis III le dio un hijo. Fue él Amenhotep II. Padre e hijo compartieron el trono por un corto tiempo, precisamente antes de la muerte de Tutmosis. Junto con los asuntos de estado, Amenhotep II continuó con el trabajo de su padre en esa sociedad o hermandad. Los príncipes sirios buscaron volver nuevamente a sus viejos caminos del mal. Habiendo heredado de su padre algo del genio militar que lo caracterizara, Amenhotep II se hizo cargo de esa situación en una campaña. Como sus antecesores, Tutmosis III había provisto para su lugar de último reposo una tumba de roca en el solitario Valle de los Reyes, donde descansaba su padre y donde Hatshepsut había hecho construir, para ella misma, una tumba, bajo la dirección de Senmut. El sarcófago y la momia de Tutmosis III se encuentran ahora en el Museo Egipcio de El Cairo. Rakhmire, el Visir de Tutmosis III, se refería a su rey como a "El dios por cuya guía vivían los hombres". Poetas egipcios, al tiempo de su muerte, se refirieron a él como a "Su Majestad, el Rey Tutmosis, voz de verdad, que ascendió al cielo y se unió al disco solar". Otro poema, consigna: "Es esplendor en valor, en poder y en triunfo. El cabalgó hacia el cielo; él se unió con el sol". Otro, afirma: "El... unido a sí mismo con el sol y mezclado con él, que lo había creado", en cada documento oficial del Estado, el Faraón estampaba su sello particular. Naturalmente, Tutmosis III tenía el suyo propio. Se acostumbraba que el sello del Faraón apareciera bajo un escarabajo de arcilla, una representación, por supuesto, del sagrado coleóptero. Tutmosis III no sólo colocaba su sello en los documentos oficiales sino que también en los decretos de su consejo o escuela de misterios. Su sello se transformó en el sello de esta Orden, "en testimonio del gran trabajo de nuestro maestro y para que siempre sea marca de honor y lealtad". Su sello, como sello oficial de la Hermandad Rosacruz, aparece regularmente al margen exterior de las páginas impares de nuestra revista. Que Tutmosis fue una de las más ilustres personalidades de su tiempo, no existe duda. Muchos egiptólogos dicen que este Faraón debería ser honrado como uno de los más significativos gobernantes que jamás hayan ocupado el trono del Egipto antiguo.