¿ VIOLENTO YO?... ¿PUES CUANDO TE HE PEGADO? La

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VIOLENTO YO?... ¿PUES CUANDO TE HE PEGADO?
La violencia masculina detrás de las relaciones de noviazgo
¿
Psic. Cirilo Rivera García.
Analista del Dpto. de Participación de la Mujer del Consejo Estatal de Población
Puebla, Mexico.
“Por cada mujer que es víctima de violencia en el hogar, hay un hombre que la ejerce y lo niega, presentándose como víctima de las "provocaciones" o el "abuso psicológico" femeninos y muchos otros que miran hacia
otro lado en un silencio cómplice.”
Luis Bonino, Dani Leal, José Ángel Lozoya, Péter Szil. España, julio de 2002.
Cuando los varones iniciamos la búsqueda de una pareja, llevamos como marco de referencia la condición
masculina tradicional aprendida durante nuestra vida; por ejemplo: no mostrar nuestras emociones de afecto ,
tristeza; imponer nuestras ideas y creer que tenemos la razón; golpear cosas, etc.
El principio de la relación de pareja se facilita muchas veces con la atracción física. Posteriormente inicia el cortejo con las miradas,
las palabras y el encuentro. En la conquista amorosa va implícitamente la capacidad de controlar de la relación, pues cada acción
implica ganar terreno en la relación de pareja para originar el enamoramiento o el amor romántico como fase del vínculo amoroso
En esta etapa cuando “el amor es ciego”, la cultura y la sociedad ha promovido este “amor verdadero” a través de canciones, telenovelas, películas mostrando las formas de actuar en hombres y mujeres. La sociedad, tradicionalmente le ha enseñado e impuesto a
las mujeres a expresar los sentimientos de amor, ternura, lágrimas y sufrimiento y exclusividad emocional y sexual hacia su pareja
masculina, por lo que son sometidas a los caprichos de este “amor verdadero”. A los hombres se nos ha enseñado y hemos aprendido a mantener el control de las emociones débiles “propias de lo femenino”, ser conquistadores y no conquistados. En este curso,
nuestro machismo es disfrazado mostrando una personalidad diferente; vivimos dando concesiones, demostrando que somos hombres diferentes; sin embargo, el proceso en la vida de pareja desenmascara nuestra auténtica identidad masculina basada en el poder y el uso de la violencia. Las mujeres manifiestan compromiso y responsabilidad hacia la relación, sin embargo, los hombres muy
pocas veces somos recíprocos hacia ellas, salvo aquellas donde se conjuga el erotismo y el deseo en ambos.
La violencia en las parejas puede iniciar cuando los hombres no aceptamos los cambios sociales de las mujeres, pues han roto los
esquemas tradicionales y están proponiendo relaciones igualitarias y equitativas; por nuestra parte, los varones interpretamos equivocadamente los conceptos de equidad e igualdad y buscamos beneficios propios.
Los hombres desde pequeños aprendemos a resolver las diferencias por medio de la violencia. Somos violentados cuando vemos
en casa a nuestro padre gritarle a nuestra madre y posteriormente golpearla. En la calle, los juegos que contienen ingredientes de
violencia; la televisión y otros medios muestran la violencia social en la que estamos inmersos.
Al aprender estas formas de resolver conflictos estamos expuestos a seguir reproduciendo el modelo de hombre tradicional adquirido a través de nuestra interacción con los/as demás y se refleja en los esquemas masculinos tradicionales de superioridad hacia la
pareja.
En estos esquemas, los varones hemos adquirido la identidad de superioridad hacia las mujeres, validada por la cultura androcéntrica, pues considera como natural del hombre la supremacía. Otro esquema de superioridad es el espacio físico comparando la
“fuerza física” con las mujeres. El esquema emocional se basa en expresar el dolor, coraje, miedo a través de las conductas violentas. En lo social, los varones competimos contra otros hombres por alcanzar logros y reafirmar, de esta manera, que somos “muy
hombres”, así como confirmar nuestra identidad de poder. (Ramírez, 2000).
Durante la relación de pareja, los varones con frecuencia hacemos uso de nuestros privilegios, solicitamos a nuestra pareja beneficios propios, por ejemplo: “que nos haga caso, que nos entienda”, “acariciarla” (contra su voluntad), la obligamos a tener relaciones
sexuales, etc.; en pocas palabras, que haga lo que nosotros queremos pues lo consideramos como una obligación y responsabilidad
de ella. En cada acción de pedir, se está controlando de alguna manera, la relación y así se reafirma la superioridad. Sin embargo, a
cada respuesta que es negada por las mujeres existe una experiencia de perder el poder en nosotros los hombres y, por lo tanto,
ejercemos la violencia para tratar de recuperar éste.
Al haber una negación de nuestra petición, los hombres sentimos experiencias de dolor, vulnerabilidad, enojo, rabia, etc.; lo cual significa estar en riesgo fatal. Éste también se produce cuando los esquemas tradicionales de la masculinidad son cuestionados por la
pareja, pidiendo relaciones equitativas, compartiendo responsabilidades; se dice, entonces, que al entrar en sensaciones de riesgo
fatal, los varones creemos que está a punto de morir nuestra identidad masculina de superioridad y poder, y por lo tanto, ésta deja
de existir. (Ramírez, 2000)
TIPOS Y FORMAS DE VIOLENCIA
VIOLENCIA PSICOLÓGICA.
Este tipo de violencia es la más difícil de afrontar en el maltrato de la pareja. Al referir que la violencia tiene como objetivo someter y
controlar a la pareja, este daño que se ocasiona en la relación daña a la compañera en su esfera emocional; además, este tipo de
violencia puede ser sutilmente usada por nosotros los varones.
Formas de violencia psicológica.
Asedio. Se denomina asedio a lo que hace una persona para controlar a otra: llamarla por teléfono para saber dónde está, interrogarla sobre sus actividades, acusarla de infiel. (Torres, 2001).
Durante la relación de noviazgo, hay hombres que llegamos a interrogar a la pareja acerca de sus actividades diarias y disfrazando
estas conductas con: “no te quiero controlar sólo que me interesa saber de ti y qué es lo que te gusta hacer”. Algunos hombres con
posibilidades económicas regalan un teléfono celular a su pareja con el fin de “poderla localizar de emergencia”, cuando en esta
conducta puede ir implícita el control. También los varones solemos ir por ella al trabajo o a la escuela para que “no se vaya a fijar
en alguien más”, mostrando así una conducta de exclusividad de la pareja hacia él.
Amenazas: las amenazas son los avisos que los hombres anunciamos a nuestra pareja que le provocaremos algún daño.
Cuando se amenaza, independientemente de que se lleve a cabo la acción avisada, los hombres sentimos dolor y, éste, se manifiesta por ejemplo, con expresiones en una discusión: “ya contrólate porque no respondo de mi reacción”. Los varones asumimos
una conducta violenta considerando a ésta como no poder controlarla, pues se cree que es natural sentirla y que no está en nuestras manos poder comportarnos de forma no violenta, atribuimos esta conducta violenta responsabilizando nuestra pareja porque
“nos hizo enojar” . Además, se pone en juego una vez más la identidad masculina tradicional de los hombres que no reaccionamos
violentamente.
En las relaciones de noviazgo, los hombres a menudo amenazamos con: “si te veo platicando con tu ex no respondo ¿eh?”. Le damos instrucciones de con quién se puede relacionar y con quien no. Estableciendo así las reglas de la relación con dominio.
Otra forma de violencia psicológica es cuando los hombres no le permitimos a nuestra pareja tener amigas/os o se le seleccionan
éstos. Esta es una manera de mantener el control ya que se encontrará aislada por gente de su edad y de confianza.
Intimidación: Intimidar consiste en hacer ademanes agresivos (como conatos de golpes), infundirle miedo utilizando cualquier instrumento, hacerle sentir que está loca, incrementar la dependencia emocional, etc.
Cuando existe un conflicto en las relaciones de noviazgo, los hombres maniobramos para que la pareja incremente el vínculo afectivo y el compromiso hacia nosotros, usamos el control hacia ella con intentos de golpes en lo cual reaccionamos diciendo: “no me
digas lo que debo de hacer”, esa reacción puede ir acompañada con azotar la mesa, golpear la pared, levantar la mano con el intento de golpearla o golpear objetos.
Violencia verbal: Humillación o Burla.
La violencia verbal es el uso de palabras que un hombre usa para afectar y dañar a su pareja.
En el noviazgo, los varones llegamos a expresar frases que pueden dañar a la pareja. Algunas son: todas las mujeres son iguales,
son tontas, no son inteligentes, etc..
Cuando las mujeres preguntan sobre temas en los cuales los varones no tenemos dominio o no queremos compartir, solemos decir:
“para qué te lo explico si no lo vas a entender”. También, para no validar sus acciones se expresan frases tales como: “sigue esforzándote, sé que no eres muy buena pero algún día quizá aprendas algo”.
También, los varones atribuimos los éxitos o fracasos, según desde la perspectiva del poder, por ejemplo: “en la escuela pasaste
porque te llevas bien con los maestros, yo lo hice por mi propio esfuerzo”.
Otras formas de violencia psicológica es cuando nos burlamos de sus capacidades y habilidades, le hacemos bromas, hablamos
mal de sus amigos y amigas, cuando le criticamos a sus familiares, de su forma de vestir, hablar o tratar a la gente.
VIOLENCIA FÍSICA.
En las relaciones de noviazgo la violencia física puede iniciar con un empujón durante las discusiones; otra manera de mantener el
control es jaloneándola o sacudiéndola expresando así desesperación por “no poderla hacer entender” o “detenerla para explicarle
la situación”. Las frases que pueden acompañar las conductas violentas son “quiero que me escuches”, a ella se le puede sostener
el rostro y apretarle con la mano.
Otra variante de la violencia física es cuando el maltrato se manifiesta al golpearla con objetos o aventárselos y en ocasiones se llega al homicidio.
ACOSO Y VIOLENCIA SEXUAL.
Para los jóvenes, y el resto de varones, la actividad sexual es motivo de sentirse más hombres, por lo que se busca la “prueba del
amor” por parte de la pareja. Para muchos hombres, ser el primero en una relación coital significa acumular aquellos trofeos de la
verdadera forma de ser hombre: conquistador, victorioso y poderoso.
La violencia sexual se ejerce al imponerle ideas y/o actos sexuales a la pareja. Esto se da con “piropos”, obligarla a ver películas
pornográficas, tocarle el cuerpo contra su voluntad y forzarla a tener relaciones sexuales.
En los noviazgos, los hombres le hacemos creer a nuestra pareja que asumiremos el compromiso cuando se obtengan relaciones
sexuales. Debido a la información tergiversada que tienen algunos jóvenes acerca de la sexualidad, llegan a pensar que la pareja es
un objeto sexual y que la virilidad es algo que se debe comprobar para reafirmar la identidad masculina.
LA JUSTIFICACIÓN DE LOS HOMBRES HACIA LA VIOLENCIA.
Para Antonio Ramírez, los varones tenemos cuatro formas de justificar y no hacernos responsables de nuestras conductas violentas: culpar a otros, negar, minimizar y coludirse.
CULPAR A OTROS.
Los hombres culpan su violencia a las acciones o pensamientos de la pareja. También responsabilizan al clima, al jefe en el trabajo,
al perro que ladra mucho, etc.; desplazando su malestar y generando conductas violentas. Culpar a nuestra pareja de nuestra violencia son estrategias de poder; estas conductas refuerzan la autoridad en los varones originando pensamientos de estar en lo correcto y que quienes deben cambiar son los demás o las otras cosas que los rodean.
NEGACIÓN DE LOS HECHOS.
Los hombres niegan la violencia que ejercen al no aceptar la otra parte de la realidad que son sus actitudes y conductas. Se cree
también que éstas no son formas violentas sino maneras de ponerse de acuerdo para que la pareja entienda, emplear estas conductas para llamar la atención o como forma de amar. Hay una frase popular que expresa: “quien te pega te quiere” o “quien te quiere te hará sufrir” en la cual se justifica que es amor y no violencia lo que hay entre las parejas.
MINIMIZAR LAS CONDUCTAS VIOLENTAS.
Minimizar es que el acto violento parezca menos que la realidad y tratar de comparar estos actos con los de otros hombres más violentos con sus parejas. Ejemplo: “mi amor yo no soy violento, violento los que matan a sus parejas o les dejan marcas en sus cuerpos, yo sólo te tome de los brazos para que me pusieras atención”.
COLUDIRSE CON OTRAS PERSONAS.
La colusión es un mecanismo al que los varones recurren para que otras personas apoyen y justifiquen su violencia. La palabra colusión se deriva de coludir que significa pactar daño en terceros. Los varones desde muy
temprana edad entran en colusión de diferentes formas: burlándose de otros y otras, dando consejos de cómo
defenderse, etc.. Ya jóvenes inician la colusión para hablar mal de las mujeres, las ridiculizan, se mofan de las
conductas violentas que otros la ejercen hacia sus parejas y las consideran dignas de ser aplaudidas; se realizan consensos de cuáles son las mejores formas para tener el control sobre ellas y de cómo llevarlas a la cama. Antonio Ramírez menciona que otra forma de colusión es cuando se le pregunta a las mujeres por qué no
abandonan a su pareja, depositando en ella toda la responsabilidad sin considerar algunas variables como lo
económico, los hijos e hijas, etc.
LOS HOMBRES PODEMOS DETENER NUESTRA VIOLENCIA.
La violencia por ser un proceso de aprendizaje también puede ser desaprendido. Los hombres debemos reconocer la violencia que
ejercemos y hacernos responsables de ella. La violencia que ejercemos está dañando a nuestra pareja, nuestra familia a nuestros
amigos y amigas, y lo peor de todo es que nos está dañando a nosotros mismos, pues estamos destruyendo nuestras relaciones
interpersonales y nuestra autoestima.
Detener nuestra violencia es renunciar a los privilegios masculinos tradicionales, pues se llega a creer que dejar de ser violento significa no maltratar físicamente a la pareja pero seguimos con actitudes y conductas de
superioridad ejerciendo violencia psicológica.
Los hombres cuando nos incorporamos al proceso de renunciar a la violencia como medio de solucionar los
conflictos, la perspectiva de vida nos cambia, pues ha cambiado la actitud y la decisión que nos permite mejorar nuestras relaciones humanas; estas relaciones basados en el respeto y la equidad entre géneros, son relaciones cooperativas que permiten una mejor calidad de vida y por lo tanto, ser mejores.
Dejar atrás la identidad de poder o nuestro machismo, requiere también mostrar nuestros sentimientos hacia
los/as demás personas con las que convivimos, ser solidario, respetar las decisiones, los desacuerdos y buscar negociar sin ejercer violencia.
En las relaciones de pareja, debemos escuchar a nuestra compañera, expresar nuestras emociones, compartir sus intereses y disfrutarlos, buscar alternativas para negociar en caso de estar en desacuerdo.
Los hombres tenemos en nuestras manos la capacidad de renunciar a la violencia, debemos cuestionar la forma tradicional de ser hombres que nos ha impuesto esta sociedad de dominio masculino, reclamar a nosotros
mismos el derecho a ser tiernos, porque en esta medida estaremos construyendo relaciones justa y equitativas
“Si queremos que las cosas cambien y desaparezcan las desigualdades dejémonos de autocomplacencias
masculinas y asumamos nuestras responsabilidades.”
Referencias bibliográficas.
Bonino Luis, Leal Dani, Lozoya José Ángel, Szil Péter , Por cada mujer hay un hombre... Texto alternativo
España, julio de 2002.
Ramírez, Antonio (2000), Violencia masculina en el hogar. Alternativas y soluciones. Pax- México. México
Torres, Marta (2001), La violencia en casa. Croma- Paidós. México.
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