"FENOMENOS Y PROCESOS NARCISISTAS EN LOS TERAPEUTAS DE GRUPO" María Luz Rubí Cid, Agatha Segina Pellegrino y Félix GarcíaVillanova Zurita 1. Introduccion En la construcción de la identidad del psicoterapeuta, en especial del terapeuta de grupo que se forma en grupo, se reproducen procesos semejantes a los que se observan en la génesis de la identidad y que han sido descritos como narcisismo primario y narcisismo secundario. Lo narcisista, en cuanto serie de procesos tanto normales como patológicos observados en los pacientes en la clínica, tanto en la psicoterapia individual como de grupo, ha sido objeto de numerosos ensayos psicoanalíticos, especialmente a partir de los años sesenta. Pero ha sido excepcional que se centre el interés en los fenómenos y procesos narcisistas que se dan en los terapeutas, por las singulares características de la función que han de desempeñar, y el papel que dichos procesos cumplen en la adquisición y consolidación de la identidad del terapeuta en cuanto tal. Por otra parte se ha filtrado frecuentemente en estos intentos teóricos la desesperanza, como si la aparición de estos fenómenos fuese per se un obstáculo, una dificultad que el terapeuta ha de resolver, en lugar de ser vistos como una etapa en su consolidación como terapeuta, e incluso en ocasiones desempeñar un papel instrumental a incorporar a su técnica. En este trabajo nos vamos a ocupar exclusivamente de referir estos fenómenos a su manifestación en el contexto del trabajo como psicoterapeutas de grupo, bien como fenómenos que se dan en la psicoterapia de grupo, bien como procesos estructurantes en la progresiva asunción del rol de psicoterapeuta de grupo. En primer lugar hablaremos de la relación entre Narcisismo y contratransferencia; en segundo lugar trabajaremo s los aspectos positivos y negativos del narcisismo en su función instrumental-técnica para los coordinadores de grupo; por último abordaremos algunos aspectos del narcisimo en la intertransferencia, es decir en las relaciones que se establecen entre los profesionales que componen el equipo terapéutico. Así como la identidad del sujeto se construye en base a procesos narcisistas a través de identificaciones y contraidentificaciones con las figuras significativas de su entorno de socialización, el psicoterapeuta de grupo -en formación- necesita igualmente de un entorno que contribuya a la estructuración de su identidad, constituyendose entonces la presencia de los terapeutas ya formados en caldo de cultrvo privilegiado para que en él se desarrolle su identidad, sin que sea necesario recurrir masivamente a tomarla de las identificaciones proyectivas que efectúan los pacientes, lo que sería cuando menos peligroso para lograr una identidad "sana" y estructurada como terapeuta. La co-terapia que así se instituye, asimétricamente distribuida en tanto que el equipo terapéutico lo forman terapeutas formados, con amplia experiencia, pero también terapeutas noveles o con escasa experiencia todavía, e incluso futuros terapeutas, en las primeras etapas de su proceso de formación, que participan como "observadores", es a nuestro entender la opción básica de formación técnica para los psicoterapeutas de grupo. Se pueden generar así equipos terapéuticos especialmente aptos para el abordaje y cuestionamiento de los fenómenos contratransferenciales que surgen como respuesta -o independientemente- a las depositaciones transferenciales que efctúan los pacientes. Conviene recordar aquí, como ya se ha abordado en trabajos anteriores (Rubí, 1988; Caparrós, 1988; Ratia et al., 1988; Rubí y Fenómenos y procesos narcisistas en los terapeutas de grupo / M.L. Rubi, A. Segina y F. García -Vilanova Avila, 1989) que distinguimos entre Transferencia, Inter-transferencia y Contratransferencia. En las Primeras Jornadas de SEGPA dedicadas al "El grupo, lugar de encuentro y divergencia" fue incluida una ponencia dedicada a la Contratransferencia. Ahora con esta comunicación intentamos continuar en parte la línea que allí se inició en un intento de contribuir a que en el trabajo en equipo se siga reflexionando acerca de las implicaciones inherentes a las relaciones entre los coordinadores y de estos, con el grupo. En primer lugar queremos subrayar el papel fundamental que desempeña el narcisismo en la construcción del sujeto humano. El Narcisismo es una parte imprescindible de todos y cada uno de nosostros mismos, que tiene su origen en la fusión madre-hijo. A partir de ese momento estará presente dando cuenta de los límites de uno mismo así como de las comunicaciones y intercambios con el otro, o de todo lo que ocupe la posición de Otro. En ocasiones se posiciona como un escollo que hay que salvar para acceder a la relación con ese otro, como un otro diferente de sí y por tanto, exterior y extraño. En estos momentos aparece como indicador de la perturbación de la identidad. La construcción del narcisismo que sucede a lo largo de un cierto tiempo, supone el reconocimiento de una puesta en juego que el yo hace a cada instante de la vida. De igual modo cuando la persona se encuentra con los demás también tiene que hacer una elaboración de ese narcisismo para poder establecer la conexión o el contacto con ellos, o sea, tendrá que hacer el reconocimiento de la dialética del contacto entre unos y otros. Los procesos de identificación que se desarrollan entonces, servirán para estrechar lazos. Asi mismo también, cuando un grupo de terapeutas se reune en torno a una tarea, propuesta por uno de ellos, se inicia una construcción narcisista motivada por el compromiso e interés de la tarea. Los contactos entre cada uno de ellos van a estar imbuídos de la revisión de la identidad personal y de la estabilidad que cada uno percibe de su imagen en esta comunicación. De lo que el espejo le devuelve a cada contacto, cada diálogo, cada puesta en común. Poco a poco mediante este proceso se va a poder estructurar un narcisismo del equipo terapéutico, un lugar referencial común que sirve de diálogo interno. Servirá también de lenguaje comunicador por ser un descriptor de la realidad exterior con la que se contacta, en este caso, el grupo. Indudablemente las particularidades de este lenguaje y la imagen global, incluirá las capacidades de liderazgo, posiciones de poder, manejo de afectos, etc. El proceso que acabamos de describir implica un componente esencial: el "transcurso del tiempo". Precisamente estos últimos puntos son los que sostienen o dan contenido a lo que podríamos definir como contratransferencia grupal del equipo coordinador. Todo aquello que se recibe del grupo, lo que decodifica lo recibido, el instrumento con el que lo hace y la manera de englobarlo en una estabilidad o identidad de equipo. Lógicamente este proceso dinámico supone la generación de un modo específico de encuadre y por supuesto, del desempeño profesional. No es rígido, en principio a lo largo del trabajo de coordinación, más bien será dialéctico. Nos referimos a todos los 2 Fenómenos y procesos narcisistas en los terapeutas de grupo / M.L. Rubi, A. Segina y F. García -Vilanova aspectos que se pueden transmitir, no solo los formales, sino aquellos que tienen que ver con las relaciones intertransferenciales y el trabajo previo del equipo terapéutico. Pensamos que como consecuencia de lo anterior el encuadre no es solo el establecimiento de un contrato de tiempo, espacio, honorarios y formas de relación pacientes-terapeutas, sino que su desempeño llevará grabado también el intercambio de los terapeutas como un ejercicio de transfondo sonoro, de ECO. Como sin cuerpo pero con voz. A lo largo del tiempo el desarrollo de la contransferencia viene permitido por la superación de los escollos narcisistas que el equipo se ecuentra en su caminar "yo dije...¿visteis lo que pasó después?...etc" en el que se tiene que dar un pasaje de lo individual diferenciador a lo colectivo unificador. Como constatamos, el narcisismo no significa siempre una fuerza de carácter negativo y entorpecedor, sino que por un lado es imprescindible y por otro muy positivo, tanto para la dinámica contratransferencial como para el establecimiento de la misma. Por momentos la contransferencia puede actuar como la "otra escena" del proceso grupal. En esta imagen veríamos el punto de unión entre grupo y terapeutas situado en el encuadre. Lo que pasa en un lado puede verse reflejado en el otro. En ocasiones, las rivalidades o competencias o lazos particulares de los miembros de la coordinación, pueden servir de soporte para la proyección de los pacientes. De esa manera se tenderán con facilidad por el grupo sendas trampas en las que los terapeutas pueden, solemnemente, caer. Es frecuente proponer figuras de líderes, profesores, etc. y que los terapeutas especialmente los menos entrenados- entren a ocupar ese rol. Por supuesto tendríamos que entender que habría grupos especialmente duchos en ofertar sutilmente estos lugares. Pensamos que si la equidistancia de cada coordinador está elaborada, si el narcisismo de los coordinadores está trabajado en sus procesos de análisis personal y grupal, los escollos se convertirán en motivos de avance del tratamiento grupal y serán asimilados por todo el equipo terapéutico. Quizá en este punto se puedan deslizar algunas preguntas: ¿Hay equivalencia, o contacto, entre terapeutas y pacientes?; ¿podemos hablar de una relación de igual a igual? incluso ¿habría una relación de inconsciente a inconsciente?; ¿sería esta de equipo coordinador a grupo de pacientes?; ¿de narcisismo a narcisismo?. Estas preguntas pueden quedar abiertas para evitar un exceso de comprensión que entorpeciera la tarea y el trabajo de estudio. Uno de los indicios importantes del funcionamiento de un equipo es observar la relación que se da de hecho entre equipo terapeútico y pacientes. Es frecuente que la mayoría de los pacientes de grupo puedan estar simultaneando su psicoterapia individual y la de grupo. Si los miembros del equipo terapéutico se sienten libres en sus intervenciones, podrán hacer señalamientos o interpretaciones sobre el plano transferencial sin sentirse inhibidos, perseguidos, etc, por tratarse de pacientes que son tratatos por otro terapeuta en individual. 3 Fenómenos y procesos narcisistas en los terapeutas de grupo / M.L. Rubi, A. Segina y F. García -Vilanova Citando a René Kaës y colaboradores, todo inicio de un grupo revive ansiedades, tanto en los participantes como en los miembros del equipo. Serán tanto mayores si por primera vez se constituye un equipo de profesionales que se dedica a trabajar juntos por primera vez. Sabemos que el trabajo en co-terapia ofrece un medio de defensa en esta lucha cotra la angustia. Dar a los terapeutas la seguridad de base para asumir un trabajo estimulante ante la diversidad caótica de participantes vividos como devoradores y persecutorios, sería una razón suficiente para promover un trabajo en equipo. El apoyo mutuo que se aportan, ya desde su propia presencia, podría procurarles satisfacciones narcisísticas, destinadas a calmar eventuales heridas que imaginan podría inflingirles el grupo, fantasmáticamente vivido como persecutorio. Es importante sentirse apoyado por el resto del equipo en cuanto que uno tiene la sensación de que en conjunto es depositario de las ansiedades proyectadas por los pacientes, no teniéndose que hacer cargo continuamente de las mismas. Todo ello no quiere decir que el equipo terapéutico tenga que ser vivido como un bloque férreo en donde nada entra y donde se tiene la sensación de estar a la defensiva, temiendo que cualquier hecho pueda producir fisuras que rompen los diques de la contención. El equipo aquí se contiene y se protege pero más en un sentido defensivo, impidiendo el interjuego comunicacional y el intercambio de roles. Un equipo terapeútico constiuído de esta manera, no da lugar para la escucha diferenciada, enriquecedora de señalamientos que aunque divergentes, puedan formar una unidad complementaria que le de al grupo la posbilidad de afrontar sus problemas con mayor plasticidad. También es muy relevante estar atentos a las observaciones hechas por quienes desempeñan el rol de observadores de los grupos. Con sus comentarios y reflexiones, si apreciamos sus inquietudes, nos van a transmitir material más que suficiente para evaluar la marcha del equipo terapéutico. Este interjuego de imágenes, desde todos los ángulos del equipo terapéutico constituyen la esencia del material de la supervisión grupal, permitiendo detectar los papeles distorsionados en base a contraidentificaciones proyectivas. Un ejemplo de lectura que prima el nexo transferencial diádico terapeuta-paciente se da cuando al terminar una sesión de grupo, el observador pregunta ¿de qué terapeuta es tal o cual paciente?; Aquí podríamos entender que su intento de adjudicar "pertenencias" señala un estadío del trabajo grupal en el que todavía no se ha alcanzado el sostenimiento transferencial grupal, no se ha logrado cuestionar los límites de la transferencia propia de la terapia individual. En un grupo con un proceso más avanzado, la co-terapia logra diluir la pertenencia.El grupo deja de ser visto como la reunión del paciente y su terapeuta con otros pacientes y terapeutas, para pasar a ser un grupo de pacientes cuyo proceso de exploración y cambio es sostenido por un equipo terapeútico. Muy diferente sería si el equipo terapeútico actuara dominado narcisísticamente. ¿Esto que quiere decir? Que no se han podido salvar los escollos de identificaciones y contraidentificaciones propias del narcisismo primario generando defensas rígidas persecutorias, negadoras, omnipotentes que de manera estereotipada se van a ir reproduciendo en todos los equipos así constituídos, construyendo un falso self como terapeutas en donde omnipotentemente se pretendrá saberlo todo acerca de los pacientes. ¿No hemos pensado en esos grupos en que continuamente los pacientes hacen referencia cuando quieren intervenir en el "ahora me toca hablar a mí". Se trata del "turno de 4 Fenómenos y procesos narcisistas en los terapeutas de grupo / M.L. Rubi, A. Segina y F. García -Vilanova palabra" que puede tener diversas connotaciones. Tal vez ocurre que los terapeutas se estén dando el turno de palabra: "hablo para no dejar hablar al otro"; irrupción de la palabra que no deja espacio al silencio, a la reflexión a la interiorización, y continuamente hay una necesidad de intervenir para ser visto en el grupo, para que el grupo lo vea a uno, para verse uno a sí mismo por el grupo (espejos narcisistas). Reflexionando en la elaboración de esta comunicación, hemos constatado que en la génesis de la identidad de los equipos terapéuticos se reproducen los mecanismos básicos de estructuración del yo semejantes a los que vive el niño en los primeros momentos de su desarrollo. Es decir procesos identificatorios y contraidentificatorios característicos del narcisismos primario. Y equipos terapéuticos más maduros responderían a características incluídas dentro del llamado narcisismo secundario donde habría una mayor autonomía y una mayor capacidad de compartir, así mismo, una identidad más organizada. Estos equipos terapéuticos tienen una composición menos asimétrica, integrándolos dos o más terapeutas formados, con un nivel de experiencia semejante, con la presencia de terapeutas en formación (observadores), estos fenómenos se matizan en lo que describimos como una Co-terapia simétrica, situación especialmente enriquecedora por la mayor flexibilidad que genera en el esclarecimiento y resolución de las situaciones conflictivas en el proceso grupal. La co-terapia implica un intento de renuncia al narcisismo, ya que el analista comparte los pacientes con el resto del equipo. Si la relacion entre los miembros del equipo es una relacion de rivalidad,bloquean el trabajo de los otros terapeutas, provocando envidia y sentimientos de inferioridad. Por otra parte si el equipo funciona con conflictos el terapeuta mas experto puede narcisisticamente exhibirse y tomar el papel de lider del grupo o, dicho de otro modo, actuar de ideal del yo, actuando su poder y su saber y bloqueando por tanto el trabajo de los otros, provocando envidias y sentimientos de inferioridad. Tambien los pacientes desde su fantasia pueden adjudicar papeles a los terapeutas y entrar en un juego complementario fobico-contrafobico, intentando fusionarse con ellos o descalificando a otros, como si quisieran fusionarse en el espejo. El terapeuta demasiado omnipotente se hace depositario de los deseos y demandas de los pacientes y sera él el que provocara una relación de fusión destructora. El equipo terapéutico debe lógicamente resolver los conflictos que surjan dentro del equipo analizandolos para que no actuen en el grupo. Si bien habrá que aceptar que cada terapeuta tiene su experiencia tambien habrá que aceptar la personalidad y el caracter, su temperamento, su sensibilidad, sus actitudes y valores´etc., los cuales variaran de uno a otro, y de un equipo terapeutico a otro. El trabajo de discusión tantro previo como posterior al grupo se constituye en elemento definitorio de la supervisión grupal. Por otra parte, el hecho de "compartir" con otros terapeutas los pacientes limita la omnipotencia con la consiguiente herida narcisista que eso comporta. El terapeuta se puede sentir apoyado, observado, completado exigido etc.. El joven terapeuta puede vivir ansiedades super-yoícas que le dificulten la tarea. La excesiva fusion en el equipo terapeutico puede ser también peligrosa ya que indicaria un temor a la separación y se pueden dar sentimientos de imposibilidad al 5 Fenómenos y procesos narcisistas en los terapeutas de grupo / M.L. Rubi, A. Segina y F. García -Vilanova despegue y al crecimiento. Muy al contrario cada terapeuta ha de buscar en el seno del equipo la posición desde la que su experiencia y su personalidad, puedan ser compartidas junto con sus diferencias, manteniendo su propia identidad. La disponibilidad en el intercambio es una condición del lazo entre los terapeutas que así podrán sentir, vivir y fantasear; sin ello no pueden constituirse en equipo y hacer un avance epistemologico que les satisfaga, ni sentirse disponibles para trabajar y seguir al grupo en su caminar Cada uno de los terapeutas tiene una escucha diferente, dependiendo de su inconsciente y la contratransferencia. El análisis de la intertransferencia tendrá por objeto el análisis de las diferentes modalidades de la transferencia en grupo. Su clivaje, sus funciones dentro de la resistencia y se desarrollará en el análisis de las formaciones narcisistas. Aquí entran en juego las ideologias, metodologías, etc. que forman parte del bagaje o grupo de pertenencia del terapeuta. La intertransferencia es el límite de escucha de la expresión de los pacientes. Un equipo terapéutico es incapaz de seguir más allá de las fronteras de comprensión que marca su intertransferencia, la intertransferencia recubre las contratransferencias individuales de cada terapeuta. Estamos ante una serie de cuestionamientos que no pueden considerarse completados ni cerrados. Los fenómenos y procesos narcisistas no son una mera "etapa" en la adquisición de la identidad de los terapeutas, sino un territorio de paso por el que los terapeutas de grupo han de discurrir vigilantes a lo largo de toda su trayectoria profesional y humana. Referencias: Caparrós, N. (1988) "Contratransferencia y grupos" en El Grupo, Lugar de encuentro y divergencia, Madrid: Grupo Quipú de Psicoterapia; pags. 354-369. Ratia, L.; Tarazona, M.; Reguilón, J.A. y Roales-Nieto, A.(1988) "El narcisismo en el equipo terapéutico: articulación de una paradoja" en El Grupo, Lugar de encuentro y divergencia, Madrid: Grupo Quipú de Psicoterapia; pags.395-409. Rubí Cid, María Luz (1988) "Implicaciones de la contratransferencia positiva unánime en los co-terapeutas de grupo" en El Grupo, Lugar de encuentro y divergencia, Madrid: Grupo Quipú de Psicoterapia; págs. 410-422. Rubí Cid, María Luz y Avila, Alejandro (1989) "La identidad del terapeuta de grupo. Reflexiones sobre encuentro y alienación" en El significado actual del Grupo, SEGPA, Simposium en el XCongreso Internacional de Psicoterapia de Grupo, Amsterdam. Publicado por SEGPA como Monografía; Pags. 63-74. 6