Jenny Sealey Directora Artística, Compañía Teatral Graeae, Co-directora de los Juegos Paralímpicos 2012 en Londres Simplemente no puedo imaginar un mundo sin teatro o sin cualquiera de las artes. Como joven sorda, las clases de ballet se convirtieron en un lugar seguro donde ser yo misma. Era un mundo visual en el que participaba observando, y el no tener que leer los labios fue liberador. Me evadía en los ejercicios y me encantaba la creación y ejecución de las obras de ballet. El ballet fue mi primera experiencia en la narración y a medida que me hacía mayor, me involucré en el teatro, y lo que es más importante, en el Teatro para la infancia y la juventud. Qué extraordinaria formación supone para cualquier actor y qué gran oportunidad compartir un espacio de creatividad con niños y jóvenes, donde escuchar historias de su propia vida y transformarlas en obras para aportarles a sus experiencias, pruebas y desafíos una plataforma para ser escuchadas. En este momento estoy dirigiendo Stepping Stones de Mike Kenny, que ya codirigí con Jon Palmer para Interplay hace 18 años. La producción estaba dirigida a jóvenes con profundas y múltiples discapacidades; para jóvenes sordos y ciegos; discapacitados y no discapacitados, y al igual que Graeae’s new Ensemble todos los artistas son sordos y personas con discapacidad, con edades comprendidas entre 20-22 años. El placer de trabajar pensando en la accesibilidad creativa utilizando el lenguaje de signos, la descripción del audio, el sonido y la atmósfera se cimenta en la creencia de que TODOS los jóvenes deberían tener acceso pleno e igualitario al teatro. Me frustra cada vez más, que el importante trabajo de creación para, por y con los jóvenes todavía no está plenamente reconocido ni financiado. Es descorazonador que muchos niños con discapacidad no sean considerados dignos de una educación en muchos países, pero mis viajes por todo el mundo son un recordatorio de que la pasión de aquellos que dirigen este trabajo no va a permitir un mundo sin teatro y que el teatro significa educación para la vida. Como en 2016 se cumplen 10 años de la adopción de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad por parte de las Naciones Unidas, se presenta una estupenda oportunidad para unirnos en todo el mundo y continuar alimentando la pasión y el trabajo en común para asegurarnos de que podemos hacer, crear y compartir un teatro que importe, por y para aquellos que importan. Yvette Hardie Presidenta ASSITEJ Internacional Han pasado cinco años desde que iniciamos la campaña “Lleva a un niño al teatro hoy”, que se celebra en muchos lugares del mundo en el Día Mundial del Teatro para la Infancia y la Juventud, el 20 de marzo. Esta campaña ha ofrecido a los miembros de ASSITEJ un importante espacio para el activismo / hacer campaña, en la que han surgido muchos argumentos convincentes favor de exponer a niños y jóvenes al teatro, a través de mensajes, discursos y artículos. Pero me pregunto si no habrá otro motivo, más básico, por el que los artistas trabajan para el público joven, y que va más allá de estas manifestaciones. Estas razones incluyen: los derechos de los niños como ciudadanos culturales; el hecho de que el teatro educa de manera integral, a través del fomento de las inteligencias múltiples; la importancia de cultivar la curiosidad, la imaginación y la alegría en los niños; la necesidad de que los niños tengan esperanza en un mundo a menudo confuso y desesperado; la importancia de la conciencia estética y la capacidad para abarcar los diversos lenguajes de las artes; la necesidad de comunidad, la conexión y la empatía; la actualidad del teatro y su capacidad para permitir confrontar e interrogar el mundo tal como lo experimentamos; la relevancia de abrazar una diversidad de puntos de vista … Y esta razón puede ser mucho más profundamente personal. Al trabajar para niños y jóvenes, somos capaces de alimentar, sanar y fortalecer el niño que llevamos dentro. Cuando un grupo de jóvenes de una barriada de Sudáfrica comenzó a trabajar en una obra de teatro para niños muy pequeños, descubrieron que para el trabajo necesitaban alimentar, redescubrir, o en algunos casos, descubrir por primera vez… la inocencia, la ternura, la vulnerabilidad, y el pleno potencial dentro de sí mismos. Estos jóvenes artistas comenzaron así un proceso de sanación profunda que les afectó profundamente y que les ha motivado para seguir explorando este campo. A partir de esta profunda necesidad personal, somos capaces de convertirnos en influencia para otros. Fomentando en nosotros mismos una mayor integridad, somos capaces de relacionarnos de una manera más profunda con nuestro público. También somos capaces de ofrecer a padres y niños, familias, maestros, cuidadores y sus pacientes, la oportunidad de ver el mundo a través de los ojos de los más jóvenes. Muy a menudo al salir del teatro escucho decir a algún padre algo como: “No sabía que mi hijo podía quedarse quieto durante tanto tiempo”, o “a mi hijo le pareció muy divertida esa obra” … en estos momentos en los que descubrimos quién es realmente ese niño es cuando los artistas de teatro podemos estar contribuyendo a una mayor plenitud en estas relaciones tan importantes. Tal vez el regalo más grande que el teatro para niños y jóvenes puede darnos -como artistas, parte del público, padres, maestros o niños – es el don de encontrar la plenitud en la ruptura, y el redescubrimiento de lo que siempre hemos estado destinados a ser.