el registro constitutivo de las instituciones religiosas

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EL REGISTRO CONSTITUTIVO
DE LAS INSTITUCIONES RELIGIOSAS *
Por: Dr.Alberto PACHECO
ESCOBEDO
Notario del D.F.
* Ponencia presentada al XX Congreso Nacional de la A.N.N.M., A. C., celebrada en Puebla, Pue., octubre, 1992.
Revista de Derecho Notarial Mexicano, núm. 103, México, 1993.
DR © Asociación Nacional del Notariado Mexicano, A. C.
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Las recientes reformas constitucionales a los artículos 39, 5 0 , 24, 27 y 130
en materia de Libertad Religiosa y de relaciones del Estado con las iglesias
ha hecho nacer entre nosotros una rama del derecho que ya existe desde hace
varias décadas en países de tradición jurídica similar a la nuestra: el Derecho Eclesiástico.
Según un autor contemporáneo ''Derecho Eclesiástico es el Sector del ordenamiento jurídico del Estado que regula las manifestaciones sociales de la
dimensión religiosa de la vida humana" (Lombardía, Pedro, Derecho Eclesiástico del Estado Esfiañol, EUNSA, Pamplona, 1983).
Debemos por tanto comenzar el estudio de las recientes reformas constitucionales y la subsiguiente Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público
de 15 de julio de 1992, con el criterio de estar ante disposiciones del sistema
jurídico del Estado Mexicano, no ante normas jurídicas internas de la Iglesia
Católica (Derecho Canónico), o de las demás confesiones religiosas que existen en México. El Derecho Eclesiástico Mexicano entre otros principios fundamentales tiene el del respeto a esa normativa interna de las iglesias y se
declara incompetente para intervenir en ellas, así lo dice claramente el inciso
b ) , del art. 130 de la Constitución cuando seña!a que "las autoridades no
intervendrán en la vida interna de las Asociaciones Religiosas".
El Derecho Eclesiástico Mexicano por tanto es un ordenamiento diverso
de las regulaciones internas de las iglesias, no las tiene en cuenta no porque
las desprecie, sino porque no es de su competencia intervenir en esa materia:
así lo exige la Libertad Religiosa de los Mexicanos.
Para entender correctamente los preceptos del Derecho Eclesiástico Mexicano, debemos alejarnos de criterios ajenos a la propia legislación y dejar
a un lado la dialéctica de conflicto con la cual se trata esta materia con frecuencia. Las nuevas leyes no son la recuperación de bienes y competencias
por parte de la Iglesia contra el Estado, ni se trata de la revancha por los
perjuicios que se le había causado en tiempos pasados. Entender las cosas así
es permanecer en el conflicto que cuando mucho podrá llevar a una paz relativa de equilibrio de fuerzas que se rompería con frecuencia ante los conflictos
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concretos que se puedan presentar en la práctica. El Estado Mexicano con las
recientes reformas no cede a las Iglesias parte de lo que había conquistado en
épocas anteriores, sino que reconoce Derechos Humanos de sus gobernados.
Es en el nivel de los Derechos Humanos como debe contemplarse la nueva
legislación. Derechos Humanos que necesariamente incluyen el Derecho a la
Libertad y una parte importante de ésta es la Libertad Religiosa. Esta Libertad Religiosa no puede entenderse solamente como el derecho individual a
creer en la verdad religiosa que cada uno considere verdadera, pues toda actividad humana tiene consecuencias y repercusiones sociales, ya que también
es un Derecho Humano básico y fundamental el Derecho de Asociación el
cual se deriva directamente de la naturaleza social del hombre, que no puede
lograr sus fines vitales sino asociándose con otros. La Libertad Religiosa no
puede en consecuencia quedarse en el plano individual, sino que necesariamente tiene que manifestarse en el derecho a asociarse con otros para fines
religiosos.
Así lo han reconocido multitud de declaraciones internacionales de Derechos Humanos y baste para nuestro objeto el citar solamente dos de los más
precisos que vinieron a desarrollar el segundo de los Considerandos de la
Declaración Universal de Derechos Humanos aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948, que señalaba "que
se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberado del temor y de la
miseria, disfmten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias". El
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, suscrito por México y
que entró en vigor el 23 de marzo de 1976, establece en su Art. 18: "1. Toda
persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de tener o adoptar la religión o las
creencias de su elección, así como la libertad de manifestar su religión o sus
creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, mediante el culto, la celebración de los ritos, las prácticas y la enseñanza."
En igual sentido se proclamó el Pacto de San José, llamado también Convención Americana de Derechos Humanos de fecha 22 de noviembre de 1969,
el cual en su Art. 12 señala: "l. Toda persona tiene derecho a la libertad de
conciencia y de religión. Este derecho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de religión o de creencias, así como la
libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias, individual o colectivamente, tanto en público como en privado." Este pacto internacional fue
también ratificado por el gobierno mexicano.
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Por la especial importancia que tiene en nuestro país la doctrina de la
Iglesia Católica, resulta de interés recordar sobre esta materia las enseñanzas
del Concilio Vaticano 11 las cuales revisten especial interés pues van en el
mismo sentido de los textos antes citados. "Este Concilio -señala la Declaración Dignitatis Humanae, n. 8- declara que la persona humana tiene
derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de personas ~ a r t i c u lares como de grupos sociales y de cualquier potestad humana y esto de tal
manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público,
sólo o asociado con otros dentro de los límites debidos. Declara, además, que
el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se le conoce por la palabra revelada de
Dios y por la misma razón natural. Este derecho de la persona humana a la
libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad de forma que llegue a convertirse en un derecho civil."
Entre los principios que orientan los textos legislativos del nuevo Derecho
Eclesiástico Mexicano, no es aventurado afirmar que el primero y principal
de ellos es el de libertad Religiosa en su doble vertiente individual y asociativa. Esta libertad está claramente señalada en el artículo 24 de la Constitución cuando señala que "todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade" y en los diversos incisos del Art. 2 9 de la Ley de
Asociaciones Religiosas y Culto Público que garantiza a todo individuo el tener
o no tener creencias religiosas, el no ser objeto de discriminación por las mismas, el no ser objeto de inquisición judicial o administrativa por las manifestaciones de sus ideas religiosas, etc.
La Libertad de Asociación con fines religiosos se encuentra también garantizada en el inciso f ) , del citado Art. 2 9 y en el Art. 130 de la Constitución
cuyo inciso a), señala que las agrupaciones religiosas "tendrán personalidad
jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente
registro".
Del principio dc Libertad Religiosa se pasa necesariamente y como una
derivación del mismo al Principio de Igualdad de todas las confesiones religiosas ante el Estado. Esta igualdad no debe entenderse como irenismo por
parte del Estado, pues ésta ya es una creencia religiosa peculiar. La igualdad
de las Iglesias ante el Estado consiste en que éste no puede privilegiar a ninguna de ellas por ningún motivo. Tal afirmación no tiene nada que ver con
la verdad o falsedad objetiva y teológica de una creencia religiosa determinada, puesto que no es el Estado el organismo competente para investigar o
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decidir sobre la verdad o el error de las creencias religiosas. El pretender que
alguna Iglesia tenga un trato especial ante la ley por ser la verdadera, lleva
a erigir al Estado en árbitro de la verdad religiosa y por tanto a invadir una
competencia que no le es propia, pues estaría juzgando necesariamente de la
verdad o falsedad de las creencias religiosas: sería provocar una injusta ingerencia del poder estatal en el tererno reservado a las corporaciones religicrsas.
Si el Estado otorga privilegios por cualquier causa a una religión determinada o algunos hombres por razón de su religión, violenta necesariamente la
libertad de los no privilegiados.
Este principio de igualdad se manifiesta en el 2 9 párrafo del Art. 24 de la
Constitución que señala que "el Congreso no puede dictar leyes que establezcan o prohiban religión alguna", lo cual queda reiterado en el Art. 3 9 de la
Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público cuando señala que "el Estado
no podrá establecer ningún tipo de preferencia o privilegio en favor de religión alguna. Tampoco a favor o en contra de ninguna Iglesia ni agrupación
religiosa".
El tercer principio que parece orientar a la nueva legislación de Derecho
Eclesiástico Mexicano es el del Laicismo del Estado entendido éste no como
la fobia anticlerical ya trasnochada, sino como la autolimitación que el Estado
hace a través de su legislación, declarándose incompetente en relación con el
fenómeno religioso, mientras éste no perturbe el orden social. E.1 Laicismo del
Estado no es ateísmo o agnoticismo -lo cual ya sería tomar postura frente
a la religión-, sino reconocer que el ámbito de competencia del Estado, no
abarca el fenómeno religioso.
La nueva legislación parece entender correctamente este laicismo del Estado, para lo cual es importante lo señalado en los artículos 3 9 y 22 de la Ley
de Asociaciones Religiosas y Culto Público. Establece el primero de los preceptos citados que el Estado Mexicano "ejerced su autoridad sobre toda
manifestación religiosa, individual o colectiva, sólo en lo relativo a la observancia de las leyes, conservación del orden y la moral pública y la tutela de derechos de terceros", y el segundo de los preceptos citados indica que las autoridades solamente podrán prohibir la celebración de actos de culto público
fuera de los templos, "por razones de seguridad, protección de la salud de la
moral, la tranquilidad y el orden público y la protección de derechos de tercerosyy.No veo necesario recalcar que todas las situaciones señaladas caen
bajo la plena competencia del Estado, el cual por tanto marca a contrario
sensu, el ámbito de su competencia limitándose exclusivamente a controlar
que el fenómeno religioso en sus manifestaciones sociales se produzca en respeto al bien común y al orden social.
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L a Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público señala que "las iglesias y las agrupaciones religiosas tendrán personalidad jurídica como asociaciones religiosas una vez que obtengan su correspondiente registro constitutivo
ante la Secretaría de Gobernación". El Art. 130 de la Constitución en su
inciso a): señala ya que ese registro tendrá el carácter de constitutivo, lo cual
no ha dejado de causar extrañeza y molestia en algunos sectores de la opinión
pública consideraiido que el Estado mexicano se excede en sus facultades pretendiendo que las Asociaciones Religiosas es constituyan ante él. Para entender
correctamente la expresión legal es necesario entender que es necesario partir
de: texto legal antcrior conforem al cual se satisface que "la ley no reconoce
personalidad alguna a las agrupaciones religiosas denominadas Iglesias" (Art.
130 Constitucional ya derogado). Por tanto las Iglesias, para el Estado Mexicano no existían y en cambio ahora ya existen y tendrán personalidad jurídica ante el ordenamiento de dicho Estado, lo cual en alguna forma las está
constituyendo. No las constituye en si, sino ante el Estado.
Es necesario reca!car en este aspecto, y resulta especialmente ilustrativo,
que la Ley para reconocer personalidad jurídica a las Iglesias, no pide ninguna intervención notarial lo cual me parece especialmente acertado por las
razones que a continuación se expresan:
En nuestro sistema legal, la mayoría de las personas jurídicas se forman
ante notario, mediante la expresión de voluntad de sus fundadores. En las sociedades civiles y mercantiles el acto fundacional se celebra ante el notario
el cual da fe de la libre voluntad de los fundadores, puesto que estas personas
morales de tipo asociativo, comienzan su existencia en el campo jurídico por
el acuerdo de sus fundadores consistente en poner en común sus esfuerzos o
bienes para lograr un fin social lícito. No es éste, en cambio, el caso de las
Asociaciones Religiosas, puesto que para ellas el Estado sólo pide que se registren, no que se funden. Sería absurdo pretender que Iglesias multiseculares,
algunas de ellas con más de cinco mil años de existencia comenzarán a existir
cuando la Secretaría de Gobernación les otorgue el registro.
Quizá la expresión "registro constitutivoyyllame a engaño y podría haberse
utilizado otra más apropiada pero no puede afirmarse que sea totalmente
inadecuada, pues es el registro el que provocará que ante el Estado Mexicano esas asociaciones que antes no existían, ahora comiencen a existir con
vida jurídica propia. En alguna forma, el registro constituye la personalidad
civil mexicana d e las agrupaciones religiosas que ya existen, y que en algunos
casos fueron fundadas hace siglos.
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Considero, por tanto, que es acertado el sistema que siguió la reciente legislación al no pedir que los estatutos de las Asociaciones Religiosas se otorgaran ante notario, pues esto parecería un acto fundacional impropio por
completo. Tampoco hubiera sido conveniente que se exigiera la protocolización de los estatutos ante notario, pues dicha protocolización sólo vendría a
constituir una prueba sobre la existencia de dichos estatutos en una fecha
determinada, lo cual resulta innecesario, pues el registro y el archivo de la
Secretaría de Gobernación, cumplen con esas finalidades y podría prestarse
a confusión pensando que esa protocolización fuera un acto fundacional.
El sistema seguido por la Ley respeta la libertad de las Asociaciones Religiosas, las cuales pueden organizar libremente sus estructuras internas y adoptar los estatutos o normas que rijan su sistema de autoridad y funcionamiento,
inchyendo la formación y designación de sus ministros (Cfr. Art. 99 frac. 11).
Como todo esto no cae bajo la competencia del Estado, es lógico que éste no
intervenga ni solicite una constancia del acto fundacional de la asociación
religiosa, sólo pide que se registre para que pueda actuar en el mundo jurídico
del Estado Mexicano.
La necesidad de registro no debe interpretarse como una restricción indebida de la libertad de las Asociaciones Religiosas, o como un ánimo de ingerencia en su vida interna, pues el Estado debe tener conocimiento de cuáles
agrupaciones religiosas existen y cómo existen, ya que van a actuar como personas jurídicas en el campo de competencia del Estado. Además, el registro
es necesario para otorgar certeza jurídica en las relaciones que las Iglesias
establecerán legítimamente con el propio Estado y con terceras personas a
partifi de ahora. El registro y la publicidad de los estatutos son necesarias
como protección de los derechos de los terceros que van a establecer reIaciones jurídicas con las nuevas Asociaciones Religiosas. Como Cstas van a actuar
en el campo jurídico, las relaciones que establezcan deben ser claras y seguras, no por ingerencia del Estado en la vida interna de las Iglesias sino por
protección de las personas que se relacionen con ellas. En estas relaciones, la
intervención del notario deberá ser decisiva para darles la seguridad y certeza
propia de la intervención notarial.
Así como considero que es correcto el no pedir la intervención notarial
en los trámites previos al registro constitutivo por las razones antes apuntadas, sí es necesario que se otorguen en escritura pública notarial las aportaciones de bienes inmuebles que se realicen a favor de las Asociaciones Religiosas en el acto de su registro, pues estas aportaciones tienen que reunir una
serie de requisitos que sólo puede proporcionar la escritura notarial.
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1 9 Los bienes inmuebles que la Asociación Religiosa vaya a adquirir por
aportación en el momento de su registro, son necesariamente propiedad de
algunas personas físicas o morales que ya sea por un acto gratuito o mediante
una contraprestación, lo entregarán en propiedad a la nueva Asociación Religiosa. Será necesario cerciorarse de la legitimidad de los títulos de propiedad
de los inmuebles que van a ser objeto de la aportación.
2 V a r n b i é n deberá cerciorarse el notario de las facultades que deben
tener los representantes de las entidades aportantes para poder realizar esa
enajenación.
3" La aportación implica necesariamente una manifestación libre de voluntad por parte de la aportante o del representante de la entidad aportante.
Es el notario público el competente para recibir y hacer constar esa voluntad
de enajenación.
4Q Aún cuando ya quedó manifiesta la voluntad de la nueva Asociacibn
Religiosa de adquirir los bienes inmuebles que le van a aportar, puesto que
tuvo que manifestarlo en su solicitud de registro ante la Secretaría de Gobernación, es lógico que dicha voluntad de aceptar la aportación se reitera ante
el notario para que el acto jurídico de transmisión de dominio tenga la unidad
que piden la certeza y seguridad jurídicas.
5 9 También es necesario que conste con claridad la personalidad del representante de la Asociación Religiosa ya registrada y las facultades de dicho
representante para admitir la aportación. También será necesario dar cumplimiento a lo dispuesto en el Art. 18 de la Ley de Asociaciones Religiosas y
Culto Público relativo a la existencia de la "declaración de procedencia" que
debe emitir la Secretaría de Gobernación, que en el caso del registro constitutivo será una declaración general de conformidad con el Art. 7 9 transitorio
de la misma Ley.
6 9 La enajenación que implica la aportación de estos bienes debe inscribirse en el Registro Público de la Propiedad correspondiente para que surta
efectos contra tercero, pues en otra forma estos terceros podrían seguir considerando como legítimo propietario a la sociedad aportante, ya que seguiría
apareciendo como propietario en el Registro Público de la Propiedad con
consecuencias que pueden ser desastrosas para la Asociación Religiosa.
Por estas razones parece, lógico que la intervención notarial que no es exigida por la Ley para el registro constitutivo, ni parece necesaria exigirla en
ningún otro momento, en cambio, parece indispensable para dar forma. legal
a cualquier adquisición de bienes inmuebles que realicen' las Asociaciones Religiosas ya sea mediante aportación en el momento de su registro o en actos
de adquisición posteriores.
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El aspecto fiscal de dichas adquisiciones, también hace necesaria la intervención del Notario en estos negocios, pues aunque las Asociaciones Religiosas
tendrán una exención del Impuesto de Adquisición de Inmuebles, ésta es temporal y no podrá aplicarse después de los plazos que marca la ley. Aún queda
por dilucidar si esas aportaciones a Asociaciones Religiosas causen el Impuesto
sobre la Renta, cuando serán gratuitas. En todo caso, es el Notario el encargado de retener y enterar los impuestos que se causen.
111. Los
REPRESENTANTES DE LAS
ASOCIACIONES
RELIGIOSAS
El Artículo 6 9 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, señala
que los Estatutos de estas Asociaciones, al registrarse ante la Secretaría de
Gobernación deben determinar a sus representantes. No pide la Ley ninguna
intervención notarial para acreditar la personalidad y las facultades de dichos
representantes, los cuales por tanto acreditarán su nombramiento y facultades
con las certificaciones que al respecto deberá expedir la Secretaría de Gobernación. Parece prudente que ésta no admita el registro de una Asociación Religiosa cuyos Estatutos no señalen con claridad las facultades y atribuciones
de los representantes sobre los bienes patrimoniales de la Asociación Religiosa, ya que un efecto importante del reconocimiento de personalidad a las
Iglesias y confesiones religiosas, es el patrimonial.
Es necesario determinar con toda claridad cuáles son aquellos representantes de la Asociación Religiosa que pueden ejercer actos de administración
y de dominio sobre el patrimonio de la misma y quiénes y con qué amplitud
tienen facultades de mandatarios para pleitos y cobranzas, así como para suscribir títulos de crédito. Tratándose de unos representantes que derivan sus
facultades del mismo Estatuto, no deben considerarse como mandatario, por
lo que su personalidad y facultades se acreditará con los mismos Estatutos y
con la forma que éstos prevean para nombrar a los sucesivos representantes de
la entidad. En cambio sí considero que debe otorgarse ante Notario el mandato que cualquiera de estos representantes otorgue a terceras personas ya
sean éstos generales o especiales, pues el contrato de mandato debe revestir
la forma que establecen los Códigos Civiles.
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