//T05 TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 26 de octubre de 2013 C UANDO SU NIETO estaba en el último año de colegio, Arturo Alessandri Rodríguez lo invitaba con frecuencia a alojar para que le ayudara a mover sus libros a una segunda biblioteca que había montado en su casa de calle República. Más que una invitación, era una estrategia para que el adolescente se familiarizara con los libros. Es que Arturo Alessandri Cohn (hoy de 61 años) era su único nieto hombre y su abuelo, un abogado de prestigio que había llegado a ser decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, no veía otra opción para él: seguir la tradición del bisabuelo, la propia y la del papá, Arturo Alessandri Besa. Alessandri Cohn lo recuerda con humor. “En forma franca y persistente me decía que tenía que ser abogado. Cosa que mi papá y mi mamá nunca hicieron”, recuerda con una sonrisa. “Es verdad, nunca lo hicimos”, agrega Alessandri Besa detrás de su escritorio, desde donde sigue el relato de su hijo. Alguna vez, Alessandri Cohn jugó con la idea de ser doctor. Se lo comentaba a sus padres y hermanas, cuidando que ese “disparate” no llegara a oídos de su abuelo. Pero no pasaba de ser una broma. Su destino estaba marcado. “Yo era un admirador de la brillantez de mi abuelo y me apasionaba la posibilidad de trabajar con él”, dice. Tal como su abuelo hizo con él, Alessandri Cohn también puso su esperanza en que su hijo fuera abogado. No pudo ser. Felipe Arturo, el único hombre, nació con síndrome de Down y las cinco mujeres que le siguie- “Con la madurez del tiempo, uno acepta que los hijos no son una proyección de uno. Los hijos son como flechas y uno el arco”. JORGE CAREY TAGLE, socio principal del estudio Carey. “En forma franca y persistente mi abuelo me decía que tenía que ser abogado. Cosa que mi papá y mi mamá nunca hicieron”. ARTURO ALESSANDRI COHN, socio administrador del estudio Alessandri. “A MI ME GUSTARIA QUE MIS HIJOS HAGAN LO QUE LES GUSTE”. La frase es de Andrés Carey Carvallo (31), a la derecha. Con su hermano, Jorge Carey Carvallo (44), son la cuarta generación de abogados en la familia, luego de Francisco, Guillermo (ambos en el cuadro del fondo) y Jorge Carey Tagle, su padre. ron optaron por otras profesiones. No fue algo importante a esa altura. “Felipe me ha dado muchas más satisfacciones que si fuera abogado”, dice. La posta de la abogacía la tomaron cuatro sobrinos. Aun así, hay una reflexión que Alessandri Cohn, cuarta generación de abogados de la familia, mantiene intacta. “A uno le dicen que los hijos son prestados, pero es inevitable sentir que son la prolongación de uno”. Parece ser cierto. Aunque se grite a los cuatro vientos que los hijos pueden estudiar lo que quieran o, más políticamente correcto, lo que “los haga felices”, ¿a qué padre o madre no le gustaría que su hijo siguiera sus pasos? En Chile, de hecho, son mayoría los que así lo quieren. Un estudio de DNA Human Capital para Tendencias da cuenta de eso: al 82% de los ejecutivos (hombres y mujeres chilenos) les gustaría que sus hijos trabajen en lo mismo que ellos, pese a que el 78% reconoce que estudió lo que quería y el 81%, que trabaja en lo que le gusta. Y esa mayoría que quiere ver a sus hijos en lo mismo supera por mucho a los progenitores de los países vecinos: sólo el 43% en Brasil y el 19% en Argentina piensa lo mismo. Según los encuestados chilenos, las razones que sustentan el deseo de que sus hijos imiten su decisión profesional están relacionadas con la preocupación de que tengan un buen pasar. Así, por ejemplo, el 45% valora la buena proyección laboral de su profesión para que el hijo la continúe y el 36%, la buena remuneración que obtiene en ella. Más abajo, el 10% dice que espera para sus hijos un futuro similar al suyo. Resulta bastante lógico. Estudiaron lo que querían y tuvieron carreras exitosas. Entonces, es bien probable que prefieran el camino seguro y probado para sus hijos, explica Lucas Canevaro, managing director de DNA Human Capital. Además, si no presionan para que siga lo mismo, al menos lo hacen para que elijan una profesión rentable según sus criterios, explica Beatriz Rivera, directora de Orientación del Preuniversitario Pedro de Valdivia. Y eso se ve reflejado en el estudio: el 85% de los papás espera influir en la decisión de su hijo y sólo el 60% confía en que va a tomar una buena elección por sí solo. Ahora, en tiempos en que presenciamos una paternidad menos autoritaria, la manera de querer influir puede llegar a ser más sutil. Los papás les traspasan su experiencia. Les enseñan el know how. Los animan a aprovechar su red de contactos... Es que los tiempos han cambiado. A sus 89 años, Luciano Bravo Silva recuerda que cuando cursaba cuarto o quinto año de humanidades, su padre, ingeniero civil de profesión, empezó a hacerle clases de matemáticas en la casa. Sentado en uno de los sillones de su living y con una chaqueta azul marina perfectamente abotonada, cuenta que repitió la fórmula con sus hijos: “Los pescaba a las seis de la mañana y les hacía clases hasta las ocho, cuando los llevaba al colegio”. La dinámica rindió frutos, dice Luciano Bravo Valenzuela, su hijo (61). “Yo tenía facilidades con los números y frente a un problema matemático me sentía en mi hábitat. En cambio, no soy capaz de tomar un lápiz y dibujar una cara o una figura humana”, cuenta. Luciano Bravo Mercadino (34), el nieto, también ingeniero civil, se perdió esas clases de madrugada. Para su suerte. Sobre tradición y orgullo “NO LE HE DADO TANTAS VUELTAS AL TEMA DE LA TRADICION FAMILIAR”, dice Agustín Lira Bezanilla, quien estudia para ser abogado como su papá, Rafael Lira Salinas (a la izquierda, de pie); su abuelo, Samuel Lira Ovalle (sentado), y su tío abuelo, José Manuel Lira Ovalle ( a la derecha). Su prima María Cristina Lira Schmidt también cursa leyes. Hasta hace algunas décadas, seguir la carrera del padre tenía un argumento irrefutable: la admiración. Es lo que dicen los especialistas. El solo hecho de ser el papá ponía a la cabeza de la familia en un pedestal de reconocimiento y a una altura incuestionable. Pero en la medida en que pasó el tiempo, esa figura fue cediendo espacios de poder y de grandeza. Para las generaciones con más años, la admiración fue un factor clave a la hora de elegir qué hacer en la vida. Lo fue para SIGUE EN PÁG 6