Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. LA GRAN PROPIEDAD EN MÉXICO DESDE EL SIGLO XVI HASTA COMIENZOS DEL SIGLO XIX∗ FRANCISCO CHEVALIER∗∗ A la extraordinaria proliferación de las reses vacunas introducidas por los españoles se debe el comienzo de la gran propiedad en México. Fuera de los metales preciosos los recién llegados casi no habían encontrado más que los cueros como moneda de cambio con Europa. La colonia favoreció entonces la multiplicación de los ganados que, instalados en los alrededores de México, ganaron las costas húmedas del Atlántico después de 1540, enseguida las praderas del norte, posesión de los indios nómades, donde se comenzaba a explotar las minas de plata, grandes consumidoras de pieles. Las municipalidades de las nuevas ciudades, sobre todo la de México, y bien pronto sólo el virrey, comenzaron a distribuir concesiones de sitios o estancias para responder a las demandas de los criadores deseosos de tener títulos sobre las vastas extensiones donde ya pacían sus ganados, al mismo tiempo que para ejercer un control y poner orden en esta ocupación de tierras realizada a menudo a expensas de los indios. Al principio los límites de las estancias eran tan imprecisos como los derechos sobre la tierra, como podía ser el caso en un vasto país nuevo, en el cual por añadidura el gobierno español cuidaba de no comprometer demasiado el porvenir, mientras que en la misma península el mismo proceso de apropiación y cercado de los campos era un fenómeno relativamente reciente, que no estaba concluido y era muy discutido. Pero la realidad americana se imponía poco a poco y a partir de 1563 comenzaban los virreyes a reconocer oficialmente las dimensiones ya indicadas por la municipalidad de México: un cuadrado de una legua castellana de lado, o sea alrededor de 1750 hectáreas para la estancia de ganado mayor. El campo de pastoreo allí era común, se decía, pero solamente para aquellos que tenían ∗ Le grand domaine au Mexique du XVIéme au début du XIXéme siécle, par François Chevalier; en Stockholm: Premiére conference internationale d’Histoire économique, MOUTON CO MCMLX. Versión al castellano de Julio César Gargano. ∗∗ Instituto Francés de América Latina, México. El autor dedica este estudio al historiador D. Luis Chávez Orozco. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 1 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. estancias en las proximidades y esto porque era prácticamente imposible cercar vastas extensiones y acorralar los ganados de cada criador, únicamente reconocibles por su marca aplicada al hierro al rojo. Por otra parte, cada propietario de ganado disponía de espacios mucho más vastos que una legua cuadrada, sea porque había obtenido muchos sitios contiguos, sea porque de hecho ocupaba muchas más tierras, porque las concesiones habían sido otorgadas al azar de las demandas, dejando entre ellas espacios intermedios, de los que se apropiaban los vecinos. No hay que admirarse de las grandes dimensiones oficialmente dadas a las estancias y de la tolerancia de las autoridades que las veían extenderse a espacios más vastos todavía: cuando una vaca no tenía otro valor que el de su piel (de cuyo valor se deducía el precio del transporte para España), la cría de ganado sólo podía ser remuneradora en gran escala. Aún hoy una reforma agraria radical no pudo menos que dejar subsistir grandes propiedades de cría en las regiones poco pobladas de México -praderas o selvas- representando éste el único modo de utilizar la tierra sucedió casi lo mismo en todos los “países nuevos” que se abrieron a la expansión europea, incluyendo a veces en esto a los Estados Unidos en el siglo XIX. Es así como en el siglo XVI los criadores mexicanos tenían corrientemente 20.000, 30.000..., 100.000 vacas o más todavía, en las praderas del norte o hacia las costas tropicales. A veces se ve aparecer un malón, pero en México menos que en otras partes de América, porque el continente era menos denso, el país era más poblado y humanizado, aún en sus regiones alejadas, porque allí existía una ciudad, sede de una administración que puede parecer lenta y pesada, cierto, pero que era pujante para la época. Más o menos pronto, según las regiones, su distancia y sus dificultades de acceso, esta época pastoril comienza a ceder el lugar a aquella de la hacienda semifeudal, que conservó su carácter sobre todo en el norte. El poder virreinal favorecía una verdadera toma de posesión del suelo, porque ello representaba un progreso, un poco como en el siglo XX en los llanos venezolanos, cuando doña Bárbara estaba siendo dominada por las alambradas de los nuevos propietarios. Las estancias y tierras de pastoreo se extendían en grandes propiedades, donde los cultivos tenían algún lugar al lado de los rebaños. En la misma época los títulos reales de “cesiones” de los Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 2 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. siglos XVII-XVIII, vendidos por un estado en bancarrota, implantaban irrevocablemente la gran propiedad allí donde no había habido más que un derecho preferencial de pastura en provecho de los herederos de “hombres ricos y poderosos”, mineros afortunados, descendientes de “encomenderos”, altos funcionarios, o comerciantes privilegiados, que eran precisamente los “señores de rebaños”. Pero si las estancias dedicadas a la cría de ganado han formado los cuadros inmensos de las haciendas en la mayor parte de México, sobre todo hacia el norte y las costas casi desiertas de habitantes, desde el principio por el contrario, la agricultura tuvo su lugar en las regiones privilegiadas y bien pobladas de indios sedentarios del centro y del sur. El trigo fue cultivado allí en parcelas más modestas (algunas caballerías de 43 hectáreas cada una) bajo la vigilancia de españoles, por grupos de indios sujetos a las cargas del repartimiento para trabajos considerados “útiles a la república” -principalmente el abastecimiento de harina a los blancos. En los valles templados y bien regados se instalaron también ingenios, grandes molinos de agua que fabricaban el azúcar de caña con esclavos negros. Son estas explotaciones más intensivas, semiagrícolas, semiindustriales, las que formaron las primeras haciendas representando un capital incorporado a la tierra, con su maquinaria, sus edificios de piedra, sus canales de irrigación, sus tropas de mulas para el transporte del azúcar, sobre todo sus costosos esclavos negros. A ellas se agregaron bosques para alimentar las calderas y estancias para las bestias de carga, para los cueros y la carne. Desde el fin del siglo XVI representan la típica gran propiedad que tiende a formar un pequeño mundo que se basta a sí mismo.1 En el curso del siglo XVII el gobierno virreinal suprimió progresivamente las cargas impuestas a las comunidades indias en favor de los propietarios: éstos lograron establecer entonces en sus dominios trabajadores “voluntarios”, o peones, haciéndolos contraer deudas que luego les era imposible reembolsar. Se convertían en verdaderos siervos de los dominios. Mientras tanto en México el siglo XVII estaba señalado por una depresión: disminución de la población indígena víctima de grandes 1 Todo lo que precede y sigue concerniente a los siglos XVI y XVII es una adaptación de: Francisco Chevalier. La formación de las grandes propiedades en México. Tierra y Sociedad en los siglos XVI-XVII París, Instituto de Etnología, 1952. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 3 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. “pestes”, decadencia de minas (que producían el 80% de las exportaciones), irregularidad de comunicaciones con España, constantemente interceptadas por los piratas, decadencia del gobierno de los últimos Habsburgos. Es entonces cuando se determinan los rasgos de la gran propiedad, que tiende hacia las formas semifeudales típicas de esta colonización muy extensiva y esencialmente continental, es decir, sin comunicaciones fáciles con el exterior: funciones locales de justicia, acaparadas por los señores, prisiones privadas de las haciendas para los esclavos y también para los peones indios; a menudo tropas personales de los propietarios, quienes llevan el título de “capitán” y se encargan de perseguir a los bandidos, de combatir a los indios nómades del norte o los desembarcos de los piratas. Los grandes mayorazgos están en manos de una nueva nobleza mexicana, en tanto que el escaso movimiento comercial contribuye a dar un carácter patriarcal a la vida en ciertas haciendas cuyos amos residen en el lugar. No obstante estos amos y señores no obtienen sino escasas rentas de sus vastas posesiones. En principio a causa de la falta de salida suficiente para los productos agrícolas que es necesario transportar a lomo de mula a través de muy largas distancias: en 1793 aún (a pesar del mejoramiento de los transportes y el aumento del comercio) el virrey advierte que es sobre todo por esta razón que las harinas mexicanas, que no obstante “constituyen la principal exportación, no podrán jamás sostener la competencia de aquellas de los Estados Unidos de América... (país dotado) de una navegación auxiliar de la navegación marítima, practicada con un gran número de barcos...”2 Por último las rentas son escasas porque la aristocracia rural no se preocupa demasiado por el rendimiento económico de sus tierras. Pero sobre todo porque los dominios son fuertemente hipotecados en provecho de la Iglesia, que percibe el 5% anual de su capital. No solamente la devoción de los propietarios ha gravado las haciendas con numerosas donaciones para misas y tributos en favor de iglesias y conventos, sino que éstos mismos, que son los más grandes capitalistas del país, representan el recurso obligatorio para todas las familias de hacendados en bancarrota. A partir del siglo XVI 2 “Informe del 29 Conde de Revillagigedo”, 31 de agosto de 1793. Pub. Boletín del Archivo General de la Nación, México, t. II, Nº 1, 1931, p. 47. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 4 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. las hipotecas de manos muertas se agregan unas a otras, sin que ninguna pueda ser rescatada. Antes del último tercio del siglo XVIII los grandes importadores privilegiados por el monopolio del comercio multiplican los mayorazgos, adquieren títulos de nobleza, construyen costosos palacios a iglesias, fundan conventos y colegios..., es decir que hacen enormes gastos económicamente improductivos que tarde o temprano los precipitan en una carrera de préstamos para poder sostener el rango de sus casas. La creciente prosperidad económica del siglo parece aún acelerar el proceso, obligando a veces a los propietarios a invertir creando en ellos nuevas necesidades. Se llega a una situación particular que causa inquietud a los virreyes y altos funcionarios progresistas del Siglo de las Luces. Así en un rico distrito de los alrededores de Puebla, en Cholula, el intendente Flon muestra en 1790 por medio de una estadística precisa y detallada que las haciendas están hipotecadas por 73,9 por ciento de su valor, de los cuales el 69,7% son a favor de la Iglesia -lo que ayuda a comprender por qué este burgo cuenta alrededor de cincuenta iglesias y tantos retablos churriguerescos!- Flon concluye que “los poseedores de las haciendas no son otra cosa que los administradores de los censualistas” a causa de las rentas considerables que deben pagarles.3 El segundo virrey Revillagigedo señala en 1793 que en Nueva España los dominios se encuentran en realidad en poder de los “Manos Muertas”, “que siempre han tenido los capitales disponibles y son los verdaderos usufructuarios de las haciendas, cuyas pérdidas y cuidados quedan a cargo de aquellos que se llaman sus dueños y propietarios, cuando en realidad éstos trabajan más bien para los censualistas (de Iglesia) que para ellos mismos”4 El virrey llega a preconizar una reducción obligatoria del interés de 5% de estas hipotecas a 2,5% o 2,75%. En 1804 el gobierno español quiso ir mucho más lejos, al secularizar las hipotecas de manos muertas, pero esta vez con el propósito de realizarlas en su provecho -de donde el malestar y la cólera de los hacendados criollos, muchos de los cuales llegaron a abrazar la causa de la independencia. 3 “El crédito agrícola en el partido de Cholula de la Intendencia de Puebla en 1790” por don Manuel de Flon, pub. Luis Chávez Orozco, publicaciones del Banco Nacional de Crédito Agrícola Ganadero S. A., t. X, México, 1955 (roneotipo), pp. 3 y ss., etcétera. 4 “Informe del 26 Conde...”, op cit., Boletín del Archivo General de la Nación, t. I, Nº 2, 1930, pp. 205-206 y p. 199. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 5 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. Pero si los propietarios no obtienen de sus haciendas más que escasas rentas, logran en cambio un prestigio que sólo puede dar la tierra en una sociedad aristocrática, donde los títulos de nobleza estaban estrechamente ligados a los “mayorazgos” indivisibles e inalienables. Ellos encontraban en sus dominios una multitud de hombres que constituían algo así como su clientela, que servían en sus casas, que formaban su escolta y que, en ocasiones, tomaban el mando valiéndose de sus títulos de “capitanes” para combatir a los indios nómades, a los vagabundos o a los bandidos. Así los hacendados gustaban exhibir un gran equipaje cuando se desplazaban, con carrozas tiradas por ocho mulas, precedidas por una caballería de gente de armas, y seguida por los servidores que conducían las cabalgaduras de refresco. En una palabra, las haciendas les daban sobre todo la ocasión de señorear, de ser dueños y señores, de reinar sobre regiones a veces “grandes como Estados” (en Europa). Los ingresos más importantes que disfrutaban ciertamente entre ellos provenían de otras fuentes: de las minas o de los privilegios del comercio con España, que no fueron abolidos hasta 1779. Esta mentalidad del hacendado había arraigado hasta el punto que después de la independencia la abolición legal de los mayorazgos no llevaba consigo su desaparición: salvo en algunas zonas muy localizadas las grandes haciendas sobrevivieran hasta la Revolución agraria del siglo XX, algunas veces bajo la forma de condueñazgos o propiedades comunes a numerosos familiares que se negaban a dividirlas y dejaban su dirección a uno de ellos. Durante la segunda mitad del siglo XVIII este equilibrio arcaico se encuentra amenazado o comprometido. La población indígena, tras de haber disminuido mucho al fin del siglo XVI, y en el XVII, se estabiliza y después comienza a crecer rápidamente como lo prueba particularmente el aumento regular del total de los tributos pagados al rey por las Indias: de 2.299.210 pesos durante la década 1600-1610 y 2.260.760 en 16901700, se pasa por ejemplo a 3.446.260 en 1720-1730, a 6.512.970 en 1750-1760 y a 8.409.180 durante la década 1780-1790.5 En cuanto a la población mestiza y criolla, parece crecer más rápidamente aún, en 5 F. de Fonseca y C. de Urrutia: Historia General de la Real Hacienda..., México, 1843, t. I, p. 450. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 6 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. las ciudades, en Guadalajara por, ejemplo, después en las zonas rurales o semirurales como el Bajío. Las minas se encuentran en gran parte en manos de poderosos personajes, tal el duque de Regla, y la extracción queda sujeta, como siempre, a altas y bajas. Pero ellas producen cada vez más plata, sobre todo durante la segunda mitad del siglo, como lo muestran las estadísticas detalladas que da Humboldt sobre los metales extraídos o, siguiendo otras fuentes, el rendimiento del quinto real y la acuñación de monedas en Nueva España. Así el quinto sobre la plata producida aumenta de 1.249.018 pesos en 1765 a l.611.956 en 1775, a 1.764.788 en 1785 y a 2.019.586 en 1789. Por su parte la acuñación de monedas que aumentó lentamente entre 1733 y 1763 (10.175.895 pesos a 12.641.667) registra saltos durante los años que siguen para llegar a 20.237.325 pesos en 1773 y mantenerse a este nivel elevado o superable luego.6 El comercio debía naturalmente seguir el esfuerzo de la industria minera. Esto es lo que se constata por el aumento del rendimiento de la alcabala o impuesto sobre los intercambios, que aumenta de 1.226.187 pesos en 1765 a 3.577.658 en 1790 siguiendo una curva ascendente casi uniforme. Entre tanto el comercio se había liberado (1779) y había recibido un nuevo impulso. Finalmente se desarrolla la agricultura. En el arzobispado de México (que se extiende de la región de Querátaro, al norte, y a las cálidas tierras de Morelos, al sur) los diezmos aumentan de 302.055 pesos en 1771 a 612.022 en 1780, después a 724.014 en 1790, acrecentándose de manera casi constante. En los obispados de Puebla, de Guadalajara, de Michoacan y de Oaxaca se elevan también (Puebla: 1770, 289.212 pesos; 1789, 324.349 - Guadalajara, período 1769-1779, 188.972; período 1779-1789, 257.910 - Michoacan, 1770, 253.000; 1789, 348.000). Hacia el norte el crecimiento es más lento, probablemente a causa de los ataques de los nómades. Los cultivos tienden visiblemente a sustituirse por los rebaños de ovejas y por una cría de ganado extensiva en las zonas favorables, bien regadas y mejor situadas para vender sus cosechas. Las posibilidades aumentan porque México y Guadalajara crecen, porque centros mineros como Guanajuato llegan a ser ciudades importantes y prósperas. Las harinas son exportadas en cantidades crecientes a 6 Fonseca y Urrutia, op. cit., t. I, pp. 212-213; Alejandro de Humboldt; Ensayo político sobre el reino de Nueva España, Libro IV, cap. II. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 7 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. las Antillas y la Luisiana; el algodón y las maderas de tintura parten para Europa. La libertad de comercio y el hecho de que Veracruz ya no es más el único puerto de salida favorecen los intercambios entre las regiones que están alejadas de ella pero se encuentran en contacto con el mar: hacia Guadalajara y la vertiente del Pacífico, por el puerto de San Blas; en Huasteque por Tampico, que de aquí en adelante exporta ganado. Sólo el azúcar, que dispone además de un importante mercado interior, es exportado en gran escala de modo intermitente, porque su precio sigue siendo más elevado que el de las Antillas (a causa de la prohibición de fabricar alcohol en Nueva España con sus subproductos).7 Finalmente, la abolición de los privilegios de comercio con España en 1779, obliga a una parte de la nobleza mexicana, que sacaba de ellos lo esencial de sus entradas a aumentar el rendimiento económico de sus haciendas, por lo tanto a modificar la estructura. El virrey Revillagigedo nota con satisfacción en 1793 que estos poderosos personajes han dejado ahora a otros un vil comercio libre, que “han retirado a tiempo sus capitales y los han invertido en la agricultura, en hipotecas con rentas fijas, y, en parte, también en las minas, abandonando el comercio a los nuevos especuladores de menor capital, pero más instruidos en el nuevo método del cambio mercantil, y menos acostumbrados a obtener ganancias excesivas con una seguridad y una tranquilidad perfectas. Estos últimos se contentaron con ganar un poco más que para sus necesidades y no aspiraron a fundar mayorazgos y títulos de nobleza, y a crear otras clases de establecimientos más bien perjudiciales que útiles a la sociedad. Al mismo tiempo ésta aprovecha mucho del empleo de los capitales de los antiguos comerciantes (privilegiados) que han refluido hacia la agricultura y las minas”.8 Por último, la administración virreinal se volvía cada vez más eficaz en este fin del siglo XVIII. Sostenida por finanzas públicas florecientes y por un personal escogido, la organización de las In7 Sobre el acrecentamiento de la “alcabala”, de los diezmos..., etc., cf. el manuscrito “Estados de la Real Hacienda 1765-1791”, así como el manuscrito “Informe reservado del oidor... D. Eusebio Bentura Beleña al Excmo. Virrey de Nueva España... sobre el actual estado del comercio... 1791), pub. Luis Chávez Orozco en “Documentos para la historia del comercio exterior”, México, t. IV (en prensa). Esto completa Y refirma “Informe del 2º Conde...”, op. cit. y Humboldt. 8 “Informe del 29 Conde...”, op. cit., Boletín del Archivo..., t. I, Nº 2, pp. 193-194. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 8 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. tendencias dejaba ya sus frutos. La autoridad del Estado se hacía sentir, entretanto, en todos lados, en particular con los propietarios. Diversas leyes que al parecer fueron aplicadas, reglamentan el trabajo de los obreros agrícolas, fijan sus derechos, como también los deberes de los empleadores. Los castigos a los peones son prohibidos severamente y con mayor razón las prisiones privadas, que no parecen subsistir como los abusos locales, más que en las provincias lejanas, sobre todo en el norte donde el estado de guerra contra los nómades y la inseguridad económica mantenían la antigua organización. Se prohíbe adelantar más de cinco pesos a los indios, las cuentas entre propietarios y trabajadores serán revisadas cada cuatro meses y anotadas en un gran registro, después en una libreta que cada peón llevará consigo. Este será libre de ir a trabajar a donde mejor le parezca, a pesar de las protestas de los propietarios. Así la ley de 1769 y sobre todo la de 1784 obra del virrey Matías de Gálvez, se esfuerzan en hacer desaparecer la servidumbre por deudas.9 No hay duda de que la hacienda tradicional del siglo XVII y de la primera mitad del siglo XVIII no estaba profundamente transformada hacia el fin de la época colonial, al menos en las zonas más pobladas y más ricas. Una población rural que aumenta rápidamente; intercambios mucho más activos, un poder central fuerte a “ilustrado” tienden visiblemente a hacer estallar las viejas estructuras semifeudales de las grandes propiedades. Así es como al comienzo del siglo XIX un buen observador como Humboldt puede mostrarnos cultivadores indios pobres pero “libres” y una agricultura que hace progresos considerables “a pesar de las trabas que la atan por todas partes” (IV, 10). La evolución hubiera ido sin duda más lejos, porque en este fin del siglo XVIII la mayor parte de los gobernantes y hombres que piensan consideran seriamente reformar el sistema de la gran propiedad. Como dijo el segundo virrey Revillagigedo “la mala repartición de las tierras es todavía un obstáculo al progreso de la agricultura y del comercio en estos reinos (de Nueva España y anexos) sobre todo cuando ellas pertenecen a los mayorazgos, cuyos poseedores están 9 Documentos publicados bajo el título “Los salarios y el trabajo durante el siglo XVIII” en Documentos para la Historia Económica de México (Recop. por L. Chávez Orozco), México, 1933-1936, 10 vol. (roneotipos), t. III, pp. 57-77. Protestas de los propietarios: relaciones de J. A. Germo 1788, Pub. t. II, pp. 55-76. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 9 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. ausentes o los descuidan. Hay aquí vasallos de Su Majestad que son dueños de centenas de leguas cuadradas y podrían fundar un reino que no sería de ningún modo modesto en los límites de sus posesiones, a pesar de la extensión de las cuales sacan demasiado poco provecho”.10 El intendente Flon y en particular, muchos eclesiásticos son de la misma opinión: con los obispos de San Miguel y Abad y Queipo, un visitador franciscano como el Padre Morfi, por ejemplo, que critica constantemente “la tiranía” y “el sistema viciado” de las grandes haciendas. Finalmente en las provincias septentrionales, y sin duda en otras partes, los obreros de las grandes propiedades reclaman para sus pueblos el rango de burgos libres, con una organización municipal y tierras comunales independientes en el interior mismo de las haciendas: el gobierno parece darles satisfacción en algunos casos concretos.11 En el siglo XIX las guerras de la Independencia, después las guerras civiles y el recrudecimiento de las incursiones de indios nómades (arrojados a México por el avance de los Anglo-Sajones hacia el oeste) tienden a crear un clima de inseguridad. La hacienda se convierte a menudo en plaza fuerte o refugio, se ven reaparecer las guardias personales y ejércitos privados. Como nota M. Luis Chávez Orozco, los peones indios, colocados en un plano de igualdad jurídica con los otros ciudadanos, pierden el beneficio de importantes leyes protectoras y la servidumbre por deudas se generaliza nuevamente. Hacia el último cuarto del siglo XIX Porfirio Díaz restablecerá la autoridad del Estado, construirá líneas ferroviarias y favorecerá la gran propiedad con la idea de que la hacienda modernizada y renovada aseguraría la prosperidad económica del país. Es entonces cuando gracias al cambio político de 1910 los “peones” y las comunidades de paisanos sacrificados se sublevaron e impusieron la gran reforma agraria. 10 Informe del 2º Conde... “, op cit., pub. Boletín del Archivo General de la Nación, t. II, Nº 2, 1931, p. 209. 11 Cf. F. Chevalier, “Supervivencias señoriales y presagios de la Revolución agraria en el norte de México (fin del siglo XVIII y siglo XIX)” en Revista Histórica t. CCXXII, 1959, pp. 9 a 16. Después hemos encontrado casos anteriores a la Independencia que utilizaremos ulteriormente. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 10 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. El México después de Cortés, ese “largo tiempo” evocado por Fernando Braudel se parece a veces a alguna breve reducción de una muy larga historia en algunas partes del Viejo Mundo. RESUMEN En este trabajo presentado en el Congreso de Historia Económica de Estocolmo, el autor se ocupa de la consolidación de la propiedad terrateniente en la República de México. Destaca la existencia de grandes espacios en los países nuevos que se abrieron a la expansión europea. Señala que dado el alto costo del transporte, la explotación ganadera sólo podía ser remunerativa si se realizaba en gran escala. Un caso distinto era el de la explotación agropecuaria que se efectuaba en regiones privilegiadas y pobladas por indios sedentarios que se realizaba en parcelas de menor tamaño. Advierte que los grandes mayorazgos estaban en manos de la nobleza mexicana, en tanto que existía un escaso movimiento comercial. El fuerte endeudamiento de los propietarios territoriales y las dificultades de exportación explicaban sin embargo, la escasa rentabilidad existente en este sector. A pesar de esta situación, la tenencia de la tierra era la fuente máxima de prestigio, dada la peculiar organización de la sociedad mexicana. Sus ingresos provenían de otras fuentes: las minas y el comercio con España. Finalmente ese equilibrio hizo crisis a mitad del siglo XVIII, situación que analiza el autor en la parte final de su trabajo. SUMMARY This paper presented to the Stockholm Congress of Economic History, deals with the consolidation of landed property in the Mexican Republic. The author points out the existence of great spaces in the new countries which opened themselves up to European expansion. Due to the high cost of transport, livestock breeding would be only profitable if it was carried out on a big scale. It was different for agriculture, which was practiced in privileged regions inhabited by sedentary indians and in smaller parcels. The great entailed estates were in the hands of the Mexican nobility, whereas Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 11 Francisco Chevalier. La Gran Propiedad en México desde el Siglo XVI hasta Comienzos del Siglo XIX. Desarrollo Económico Vol. III Nº1-2. 1963. there was scarce commercial activity. The heavy indebtedness of land-holders and export difficulties explain, however, the low profitability of this sector. In spite of this situation, landholding was the main source of prestige, due to the peculiar organization of Mexican -Society. The income of landholders came from other sources: mining and the trade with Spain. Finally this equilibrium underwent a crisis on the middle of the XVIII century, situation analyzed in the final part of this paper. Este documento ha sido descargado de http://www.educ.ar 12