Un solar estrecho y alargado para un pintor de grandes lienzos (de unos 4 metros son los murales que pintaba Jackson Pollock) obliga a un aprovechamiento máximo del espacio, cuasi equivalencia de superficie útil y superficie construida, mamparas en lugar de tabiques y la luz que atraviesa la casa de frente a fondo y aumenta su tamaño, o eso parece. En la planta baja expositor y taller del pintor a doble altura, un cristal traslúcido separa los trapos sucios y los botes de pintura de los cuadros recién terminados, sobre el taller cuelgan el resto los cuadros condenados por el momento al ostracismo. Si la ocasión lo requiere todo el estudio puede unirse y ser un único expositor o un único taller. La vivienda se articula mediante la escalera, el cuarto de baño y la cocina que aparecen como piezas de mobiliario que organiza la circulación y dan la imagen minimalista de la casa. La situación plantea otro problema, se encuentra la casa junto a un esperpéntico B+VII inexplicablemente (o tal vez no tanto) instalado en plena zona histórica. Lo mejor que se puede hacer es olvidarse del linde medianero y buscar la referencia en la acera de enfrente, el tradicional ladrillo rojo pucelano, caricaturizado ahora en la Plaza Mayor, cuajado de galerías corridas verticales, la fachada de la vivienda busca, dentro de sus posibilidades de conjugar la tradición con la estética actual. La puerta de entrada esquiva la evidencia y se confunde entre los bajos comerciales.