INTERVENCIONES CORPORALES Y PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. COMENTARIOS A LA NORMATIVA ESPAÑOLA Gerson W. Camarena Aliaga1 SUMARIO: I. CUESTIONES GENERALES. 1. Planteamiento del problema: aspectos generales sobre la presunción de inocencia. 2. Intervenciones corporales. 2.1. Concepto. 2.2. Doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo. 2.3. Doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional. 2.4. Precisiones conceptuales. 2.5. Características generales. II. DILIGENCIAS DE INVESTIGACIÓN CORPORAL Y PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. 1. Requisitos de las medidas de investigación corporal. 1.1. Fin legítimamente constitucional. 1.2. Principio de legalidad. 1.3. Principio de proporcionalidad. 1.4. Jurisdiccionalidad. 1.5. Motivación de la resolución judicial. 1.6. Exigencias especiales cuando se ponga el peligro la integridad física. 2. El problema del consentimiento y las ejecuciones coactivas. III. DILIGENCIAS DE CACHEO Y PRUEBA ALCOHOLOMÉTRICA. 1. Cacheos. 1.1. Concepto. 1.2. Marco normativo. 1.3. Requisitos. 1.4. Sobre la afectación de derechos fundamentales. 2. Pruebas alcoholométricas. 2.1. Concepto. 2.2. Marco normativo. 2.3. Requisitos. 2.4. Sobre la afectación de derechos fundamentales. IV. JURISPRUDENCIA. 1. STS 5958/2008, de 30 de octubre. 1.1. Hechos relevantes. 1.2. Problemática n.o 1. 1.3. Problemática n.o 2. 2. STC 207/1996, de 16 de diciembre. 2.1. Hechos relevantes. 2.2. Problemática n.o 1. 2.3. Problemática n.o 2. 2.4. Verificación si la medida es justificada objetiva y razonable: juicio de proporcionalidad V. CONCLUSIONES. VI. BIBLIOGRAFÍA. VII. JURISPRUDENCIA I. CUESTIONES GENERALES 1. Planteamiento del problema: aspectos generales sobre la presunción de inocencia Se considera que el proceso penal alcanza el éxito cuando culmina con la emisión de una sentencia. Para tal resultado, se entiende que las diversas instituciones procesales han sido practicadas de modo tal que no hayan quebrantado ninguno de los derechos y garantías que les asisten a los sujetos intervinientes en el proceso. Este proceder nos permite arribar al concepto del debido proceso, en donde uno de los derecho-garantías que le da contenido es la 1 Con estudios en maestría por la Universidad Complutense de Madrid. Abogado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro del Instituto de Ciencia procesal penal. Miembro del Taller de Investigación Jurídico Penal (TAIJ-Penal) de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 1 presunción de inocencia; su importancia es indiscutible, a tal punto que la doctrina lo equipara con el mismo proceso2. Explica FERNÁNDEZ LÓPEZ que la presunción de inocencia se manifiesta de las siguientes formas3: a) como principio informador, actúa como directriz que indica el camino a seguir por el proceso penal, en la que actúa –junto al resto de garantías procesales– como límite al ejercicio del ius puniendi del Estado a favor de los derechos fundamentales del procesado específicamente4; b) como regla de tratamiento, exige que el sujeto sea tratado como inocente durante todo el proceso hasta la emisión de una sentencia condenatoria, es por ello que esta garantía impide que se apliquen medidas judiciales que supongan una equiparación entre procesado y condenado, o, en general, que se emitan resoluciones que constituyan un adelantamiento de pena; c) como regla de probatoria, indica cómo debe realizarse el procedimiento probatorio y cuáles son las características de cada medio probatorio para fundamentar una sentencia condenatoria, se trata –entre otras cosas– de que “en la Sentencia condenatoria deben expresarse las pruebas de cargo que sustentan la declaración de responsabilidad jurídico-penal las cuales, a su vez, han de proceder de verdaderos actos de prueba obtenidos con todas las garantías que exigen la Ley y la Constitución, y normalmente practicados en el acto del juicio oral”5; d) como regla de juicio, exige que para la emisión de una sentencia condenatoria exista certeza de la responsabilidad del imputado, por tanto, si hay duda debe fallarse a favor de su inocencia (in dubio pro reo). Amerita una especial atención la regla de prueba; pues de acuerdo a ella, los elementos probatorios ilícitamente obtenidos, esto es, los que fueron obtenidos vulnerando derechos fundamentales no podrían ser presentados al proceso y, consecuentemente, no tendrían la entidad o potencialidad para desvirtuar la presunción de inocencia6. Este tema se ha constituido en uno de los más espinosos del Derecho procesal penal, sobre todo cuando nos referimos a las medidas de intervención corporal. Ello, porque, bajo este concepto, se agrupa una serie de prácticas (de recolección u obtención de elementos probatorios) que en su ejecución reducen los márgenes que impiden a dichas prácticas afectar los derechos fundamentales de las personas sometidas a ellas. De ahí que la doctrina discuta y cuestione la legitimidad de varias de estas prácticas. 2 SÁNCHEZ-VERA GÓMEZ-TRELLES indica que “la presunción de inocencia no es un principio más del proceso, es el proceso mismo; una indirecta prohibición de desautorizar el proceso”. SÁNCHEZVERA GÓMEZ-TRELLES, Variaciones sobre la presunción de inocencia, p. 17. 3 FERNÁNDEZ LÓPEZ, Prueba y presunción de inocencia, pp. 117-159. 4 Es por ello que PAULESU señala que no existe otro principio que exprese mejor que la presunción de inocencia el nivel de garantismo presente en un sistema procesal penal. PAULESU, citado por MERCEDES FERNÁNDEZ, Prueba y presunción de inocencia, p. 121. 5 STC 171/2000, de 26 de junio (Fj. 2). 6 En términos similares, GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 15. 2 De hecho, la propia figura de las intervenciones corporales (en su sentido más amplio) supone, en el plano dogmático, un conflicto con diversos derechos fundamentales: derecho a la dignidad, a la libertad, a la integridad, la intimidad, etc. La única forma de determinar la primacía de la intervención corporal (en claro afán de iniciar o continuar una investigación judicial que es, en todo caso, su fundamento) sobre los derechos de las personas se dará en cada caso en concreto. Sin perjuicio de ello, y como veremos más adelante, pueden establecerse algunos criterios generales que permitan la actuación de este tipo de prácticas. Estos criterios generales se constituirían en los requisitos que, de ser cumplidos, legitimarían las injerencias realizadas por las medidas de intervención corporal sobre los derechos fundamentales las personas sometidas a ellas. 2. Intervenciones corporales 2.1. Concepto Las intervenciones corporales son medidas restrictivas de derechos fundamentales (libertad ambulatoria, integridad física, intimidad, etc.) que, en concreto, suponen injerencias sobre el cuerpo de las personas7. Para el Derecho procesal penal, que es lo que aquí pretendemos analizar, la práctica de las intervenciones corporales tendrían como fin descubrir elementos o datos que permitan esclarecer unos hechos de naturaleza delictiva (cómo acontecieron y quienes participaron) que vienen siendo investigados a nivel preliminar-policial o judicial8. Estos elementos obtenidos tendrán el carácter de prueba preconstituida9. Hemos ya señalado que la presunción de inocencia, en su manifestación de regla probatoria, exige que los medios probatorios que se van a practicar en el proceso se hayan obtenido sin afectar algún derecho fundamental. Es por ello que también hemos sostenido que la prueba ilícitamente obtenida no pueda ser introducida en el proceso ni, por tanto, puede tener la potencialidad de desvirtuar la presunción de inocencia10. 7 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 31. No debemos olvidar que las intervenciones corporales “también podrían extenderse a aquellos casos en los que no se persigue un fin investigador sino preservar la vida mediante el suministro forzoso de alimentos o transfusión de sangre”. Así lo ha establecido el Tribunal Supremo en su sentencia 707/2008, de 30 de octubre (Fj. 2). 9 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 15. 10 Al respecto, MARTÍN GARCÍA indica lo siguiente: “La ilicitud del procedimiento de obtención de una determinada prueba traslada a ella [la prueba obtenida] tal calificativo y determina la imposibilidad de ser tomada en consideración a los efectos de formar la convicción del juez o 8 3 Siendo ello así, deviene en una exigencia para los poderes públicos la disposición y ejecución de las medidas de intervención corporal con el máximo cuidado para no afectar algún derecho fundamental, más aún si se considera que los resultados que se puedan obtener puedan constituir la principal o, quizás, la única prueba que acredite la responsabilidad del investigado en el proceso. 2.2. Doctrina jurisprudencial del Tribunal Supremo MATALLÍN EVANGELIO realiza un análisis jurisprudencial sobre el concepto de intervenciones corporales desarrollado por el Tribunal Supremo. Indica que este órgano no ha mantenido de modo uniforme el concepto, lo que –a juicio del citado autor– lo hace confuso11. Advierte, pues, de una dificultad para encontrar sentencias que definan concretamente la institución12. Sin embargo, hay algunas resoluciones que nos permiten evidenciar un desarrollo evolutivo del concepto. Así, en la sentencia 6507/1997, de 03 de noviembre, el Tribunal Supremo indicó que las intervenciones corporales propiamente dichas suponen la afectación de los derechos fundamentales de las personas como la intimidad y la integridad13. Posteriormente, en la sentencia 707/2008, el Tribunal Supremo perfecciona el concepto al considerar que las intervenciones corporales son “todos aquellos actos de investigación de conductas delictivas que afectan al cuerpo de las personas sobre las que se realizan”, “comprende, pues, cualquier tipo en el cuerpo humano sin contar con el consentimiento de la persona afectada, siempre que pueda realizarse sin riesgo para su salud o integridad física, y respondan a razones de gravedad y proporcionalidad”. Conforme a ello, para el Supremo los actos que se consideran intervenciones corporales serían concretamente los análisis de sangre14, cacheos policiales15, expiración del aire en un test de alcoholemia, Tribunal sentenciador”. MARTÍN GARCÍA, en La actuación de la policía judicial en el proceso penal, p. 31 11 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 27. 12 Esto, por lo menos, hasta el 2008. 13 STS 6507/1997, de 03 de noviembre (Fj. 1). 14 Sobre la extracción de sangre, el Tribunal Supremo, desde una perspectiva constitucional, indica lo siguiente: “se trata de una intervención corporal que afecta a los derechos fundamentales a la integridad física y corporal (Art. 15 de la CE) y a la intimidad (Art. 18.1 de la CE) requiere inexclusivamente un control judicial mediante auto motivado conforme a lo establecido en el artículo 120.3 [de la CE]”. STS 4797/1994, 21 de junio de 1994 (Fj. 2). 15 El Tribunal Supremo indica lo siguiente: “La mínima intervención corporal que el cacheo supone excluye toda idea de riesgo para la integridad física del interesado” (el énfasis es nuestro). STS 919/2013, de 7 de marzo, (Fj. 1). 4 reconocimientos médicos, registros anales y vaginales, recogidas de muestras (para obtener el ADN o la adicción de drogas)16, así como, el registro bucal, los desnudos integrales y la práctica de exploraciones radiológicas. Cabe señalar que en sentencias no tan recientes, el Tribunal Supremo ha decidido seguir la doctrina jurisprudencial sentada por el Tribunal Constitucional17. 2.3. Doctrina jurisprudencial del Tribunal Constitucional En la sentencia 207/1996, el Tribunal Constitucional explica que las intervenciones corporales se componen de otras dos figuras: por un lado, las intervenciones corporales y, por el otro, las inspecciones y registros corporales18. En el fundamento de derecho segundo, el Tribunal señala que las inspecciones y registros corporales son “aquellas [actividades] que consisten en cualquier género de reconocimiento del cuerpo humano” con el fin de asegurar: a) la determinación del imputado: reconocimiento en rueda, exámenes dactiloscópicos o antropomórficos, etc.; b) la determinación de circunstancias relativas a la comisión de un hecho punible: electrocardiogramas, exámenes ginecológicos, etc.; c) el descubrimiento del objeto del delito: inspecciones anales o vaginales, etc. Sobre la afectación de derechos, el Tribunal Constitucional indica que con la práctica de este tipo de intervenciones “[e]n principio, no resulta afectado el derecho a la integridad física, al no producirse, por lo general, lesión o menoscabo del cuerpo, pero sí puede verse afectado el derecho fundamental a la intimidad corporal si recaen sobre las partes íntimas del cuerpo (…) o inciden en la privacidad”. Las intervenciones corporales, por el contrario, son las actuaciones “consistentes en la extracción del cuerpo de determinados elementos externos o internos”. Para ser sometidos a informe pericial (análisis de sangre, pelo, orina, uñas, biopsias, etc.) o a radiaciones (rayos x, T.A.C., resonancias magnéticas, etc.), con el objeto “de averiguar determinadas circunstancias relativas a la comisión del hecho punible o a la participación en el del imputado”. 16 Al respecto, véase: STS 707/2008, de 30 de octubre (Fj. 2). STS 707/2008, de 30 de octubre (Fj. 2) 18 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 2). 17 5 Sobre la afectación de derechos, el Tribunal Constitucional ha indicado lo siguiente: “el derecho que se verá por regla general afectado es el derecho a la integridad física (art. 15 C.E.) en tanto implican una lesión o menoscabo del cuerpo, siquiera sea de su apariencia externa” Teniendo en cuenta el grado de afectación de derechos fundamentales, el Tribunal Constitucional distingue dos tipos de intervenciones: A) leves: “cuando, a la vista de todas las circunstancias concurrentes, no sean, objetivamente consideradas, susceptibles de poner en peligro el derecho a la salud ni de ocasionar sufrimientos a la persona afectada, como por lo general ocurrirá en el caso de la extracción de elementos externos del cuerpo (como el pelo o uñas) o incluso de algunos internos (como los análisis de sangre)”. B) graves, “en caso contrario [sí son susceptibles de poner en peligro la salud o ocasionar sufrimientos] (por ejemplo, las punciones lumbares, extracción de líquido cefalorraquídeo, etc.)” 2.4. Precisiones conceptuales Hemos indicado que las intervenciones corporales constituyen medidas restrictivas de derechos fundamentales (libertad ambulatoria, integridad física, intimidad, etc.) que, en concreto, suponen injerencias sobre el cuerpo de las personas19 que –según el Derecho procesal penal– tienen como fin descubrir elementos o datos que permitan esclarecer unos hechos (cómo acontecieron y quienes participaron) que vienen siendo investigados a nivel preliminar-policial o judicial20. Compartimos asimismo la distinción que realiza el Tribunal constitucional y el sector mayoritario de la doctrina entre intervenciones corporales e inspecciones corporales. Sin embargo, consideramos que hay que realizar algunas precisiones. Para empezar, y siguiendo a ETXEBERRÍA GURIDI, sería conveniente el empleo de otra denominación que englobe tanto las inspecciones y registros corporales como las intervenciones corporales; así, el citado autor, propone el uso del término: investigaciones corporales21. Estas dos modalidades (intervenciones e inspecciones corporales) son, pues, –explica ETXEBERRÍA GURIDI– manifestaciones de la categoría genérica de los actos de 19 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 31. El esclarecimiento de los hechos, en relación con las intervenciones corporales, puede ser entendido como un fin propio del Derecho procesal. Sin embargo, no debemos olvidar que la referida figura “también podrían extenderse a aquellos casos en los que no se persigue un fin investigador sino preservar la vida mediante el suministro forzoso de alimentos o transfusión de sangre”. Así lo ha establecido el Tribunal Supremo en la STS 707/2008, de 30 de octubre (Fj. 2). 21 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 60. 20 6 investigación que recaen sobre el cuerpo, de ahí la denominación (investigaciones corporales)22. En adelante, seguiremos esta precisión terminológica. Ahora bien, por inspecciones corporales debemos entender a aquellas actividades de reconocimiento del cuerpo de una persona por parte de una autoridad o agente siempre con el fin de esclarecer los hechos frente a la notitia criminis23. Debido a que la inspección corporal constituye una medida de investigación (no en el sentido estricto que supone la apertura del proceso), su práctica se condicionará al conocimiento previo de la realización de unos hechos con apariencia delictiva. Por ende, salvo algunas excepciones que veremos más adelante24, “toda inspección corporal que no responda a una previa sospecha de la comisión de un delito y que no haya relacionado previamente al sujeto al que se pretende someter a reconocimiento con los hechos investigados”, es necesario, pues, que “cronológicamente los indicios sobre la persona que se inspecciona han de preceder a la práctica de la diligencia”25. Por intervenciones corporales debemos entender aquellas actividades que consisten en una injerencia física en el cuerpo de una persona con el fin de extraer sustancias o elementos (internos o externos) para someterlos a posteriores análisis periciales26. De ahí que digamos que las intervenciones trascienden el mero examen externo del sujeto, es decir, trascienden la inspección corporal27. En la doctrina, también se han establecido algunos criterios para diferenciar las intervenciones corporales de las inspecciones. Así, por ejemplo, para MORENO CATENA un elemento que diferencia a ambas figuras es la autorización judicial para su ejecución. El autor explica que las inspecciones corporales no requieren de una autorización judicial previa para su ejecución, por lo que puede realizarla directamente y de propia autoridad la Policía en su instrucción preliminar28; en cambio, las intervenciones sí las requieren, por lo que la policía no puede practicarla de propia autoridad ni podrá ordenarla tampoco el Ministerio Fiscal en la 22 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 60. 23 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 229. 24 Sobre estas excepciones, véase el apartado: “II.1.4. Jurisdiccionalidad” 25 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, pp. 229-230. 26 En términos similares, MONTÓN REDONDO, en Derecho jurisdiccional III, p. 211. 27 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 259. 28 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 229. 7 instrucción preliminar29. Debido a esta característica (requerimiento de autorización judicial) es que las intervenciones corporales –continúa el citado autor– sólo se darán dentro del proceso penal, a diferencia de las inspecciones que únicamente encontrarán como su ámbito de ejecución a las diligencias preliminares30. En el esfuerzo por hacer más evidente esta distinción, GIMENO SENDRA señala que las inspecciones corporales afectan la intimidad, mientras que las intervenciones, la integridad31. Estas presiones doctrinarias sobre la delimitación de ambos conceptos no son ciertas. Respecto a la autorización judicial, hay que tener en cuenta que la omisión a su requerimiento depende de la urgencia o el riesgo del éxito de la medida (por el tiempo que puede suponer la obtención de la autorización) y no en la consideración de si nos encontramos frente a una intervención o inspección corporal. De hecho, tanto la urgencia como el riesgo del éxito de la medida pueden presentarse en cualquiera de las modalidades de investigación corporal. En cuanto a la opinión de GIMENO SENDRA, creemos que lo correcto es considerar que la inspección corporal afectará en mayor medida el derecho a la intimidad sin descartar la afectación –aunque, generalmente, en menor medida– del derecho a la integridad y otros derechos más (libertad, dignidad, por ejemplo). En la misma lógica nos pronunciamos sobre las intervenciones corporales. Por último, debemos dar cuenta que muchas de las prácticas de investigación corporal no se encuentran reguladas. De ahí que afirmemos que en la actualidad no se ha dotado de un marco legal seguro para las autoridades encargadas de realizar dichas prácticas. Estas inseguridades han motivado que la jurisprudencia haya tenido que suplir estos vacíos declarando la licitud de algunas de estas intervenciones; sin embargo, creemos necesario que el legislador disponga un marco normativo para todas ellas a fin de dotar de seguridad y garantías a su actuación32, de modo que no supongan la afectación a los derechos fundamentales. 29 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 259. MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 259. 31 GIMENO SENDRA, Derecho procesal penal, p. 444. 32 GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO sostiene, en relación con el principio de legalidad en el proceso penal, que “la ley procesal debe tipificar tanto las condiciones de aplicación, como el contenido de las intromisiones de los poderes públicos en el ámbito de los derechos fundamentales de los ciudadanos”. GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, citado por ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 98. 30 8 2.5. Características generales Entre las principales características de las intervenciones corporales, podemos mencionar las siguientes: a) Todas las diligencias se practican sobre el cuerpo de las personas vivas33. Se excluyen por tanto aquellas prácticas que tengan como objeto los cadáveres de las personas fallecidas. b) Las diligencias de intervención no tienen un único objeto, sino que la finalidad de su práctica es diversa34. Como hemos visto, el Tribunal Constitucional señala como fines de las intervenciones corporales: a) la determinación del imputado, b) la determinación de circunstancias relativas a la comisión de un hecho punible, y c) el descubrimiento del objeto del delito35. c) Las diligencias de intervención, de algún modo, tienden a afectar los derechos fundamentales (derecho a la integridad física, a la intimidad, a guardar silencio, a no declarar y a no confesarse culpable)36. Como veremos más adelante, debemos diferenciar entre afectaciones ilegítimas y legítimas; las primeras deben ser prohibidas en todos los casos, mientras que las segundas, al ser idóneas, necesarias y proporcionales respecto a un fin constitucionalmente legítimo, deben ser permitidas. II. DILIGENCIAS DE INVESTIGACIÓN CORPORAL Y PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Hemos adelantado que las diligencias de investigación corporal suponen per se una injerencia en los derechos fundamentales de las personas. Para que estas injerencias sean legítimas es preciso que cumplan las exigencias sentadas por la doctrina y el Tribunal Constitucional. En caso de incumplimiento, como ya hemos dicho, “la prueba sería ilegalmente obtenida [art. 11.1 LOPJ] y, consiguientemente, no podría ser utilizada en el proceso”37 por lo que no tendría ninguna entidad para desvirtuar la presunción de inocencia. 33 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 18. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 19. 35 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 2). 36 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 19. 37 LÓPEZ BARJA DE QUIROGA, Tratado de Derecho procesal penal, t. II, p. 1434. 34 9 1. Requisitos de las medidas de investigación corporal Si partimos de la concepción de que ningún derecho es absoluto38, debemos reconocer que existe la posibilidad de restringirlos en determinadas circunstancias y bajo determinados requisitos39. El Tribunal Constitucional, mediante la sentencia 207/1996, ha indicado cuáles son esos requisitos. Y de cumplirlas se considerarían legítimas las injerencias que provocaría la ejecución de las medidas de investigación corporal en los derechos fundamentales. 1.1. Fin legítimamente constitucional El fin constitucionalmente legítimo exige que las medidas de investigación corporal estén previstas para la consecución de una finalidad que, expresa o implícitamente, se derive de la propia Constitución. “Se trata de una exigencia completamente lógica, puesto que (…) los derechos fundamentales que la Constitución reconoce sólo son limitables en virtud de los límites expresamente previstos por la propia Constitución o de los que indirectamente se deriven de la necesidad de preservar otros derechos o bienes constitucionalmente protegidos”40. Teniendo en cuenta ello, el Tribunal Constitucional indica que “el interés público propio de la investigación de un delito, y. más en concreto, la determinación de hechos relevantes para el proceso penal son, desde luego, causa legítima que puede justificar la realización de una intervención corporal”41. De ahí que sostengamos que el interés público propio de la investigación y persecución de un delito, visto como el fin constitucionalmente protegido de las investigaciones corporales, legitime la injerencia de estas medidas en los derechos fundamentales. 1.2. Principio de legalidad Mediante este presupuesto se exige que “toda aquella medida o instrumento útil al esclarecimiento de los hechos y que constituya de alguna manera restricción o limitación de los derechos fundamentales de la persona [como 38 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4) GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 39. 40 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 66. A modo de ejemplo, el Tribunal Constitucional reconoce que el derecho a la intimidad no es absoluto, sino que puede ceder ante exigencias públicas (como el interés público de investigar y perseguir el delito): “la intimidad personal puede llegar a ceder en ciertos casos y en cualquiera de sus diversas expresiones ante exigencias públicas, pues no es éste un derecho de carácter absoluto” (el énfasis es nuestro). STC 37/1989, de 15 de febrero (Fj. 7). 41 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4) 39 10 las medidas de investigación corporal] ha de estar prevista y recogida en la ley”42. La reserva de ley constituye, pues, una garantía reconocida por la Constitución (art. 53.1 CE43) que limita las investigaciones corporales que pueden disponer y ejecutar los poderes públicos44. De ahí la exigencia de que“[l]as intervenciones corporales, en cuanto comportan la injerencia en la esfera de los derechos fundamentales del individuo, han de respetar dicha reserva o previsión legal”45. Explica SYDOW que esta reserva legal limita la actuación de los órganos públicos de dos formas. Por un lado, la primera limitación, que SYDOW califica de positiva, exige que las injerencias al derecho a la libertad del individuo se encuentren autorizadas expresamente por una norma legal; la limitación negativa, por otro lado, exige que toda la actuación de los poderes públicos se encuentre sometida al ordenamiento jurídico y no puede, por consiguiente, contrariar los preceptos legales ni los principios jurídicos constitucionales46. En torno a este segundo requisito: la reserva de ley o previsión legal, ETXEBERRÍA GURIDI advierte un problema que podría formularse mediante de la siguiente pregunta: ¿cuál es el modo de proceder frente a la restricción de derechos fundamentales provocada por las diligencias de investigación corporal cuando la Constitución no prevé expresamente tal restricción (salvo los casos de inviolabilidad del domicilio o el secreto de las comunicaciones que sí lo tienen previsto)? Lo cierto es que –y como ya lo venimos anticipando–, por un lado, la Constitución no siempre admite literalmente la posibilidad de limitar ciertos derechos y, por otro, la reserva legal es lo suficientemente genérica como para plantear innumerables problemas en la práctica47, por lo que si nuestra intención es justificar las 42 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 59-60. 43 ETXEBERRÍA GURIDI indica que el art. 53.1 deriva del principio de proporcionalidad (expresamente recogido en el artículo 9.1 de la CE) y que ha de ser reforzado por el artículo 81.1 de la CE en cuanto al rango de ley exigido, ya que ésta no es suficiente con que sea norma legal, sino que ha de tener rango de ley orgánica en determinados supuestos y respecto de determinadas materias, por ejemplo: las medidas de investigación corporal. ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 94. 44 Para MATALLÍN EVANGELIO la reserva de ley cumple un papel importante como “primer instrumento de garantía de tales derechos y libertades”. MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 64. 45 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 60. 46 SYDOW, citado por ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 99. 47 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 96. 11 medidas de investigación corporal lo más recomendable es no recurrir al ordenamiento positivo. En la doctrina, DE OTTO Y PARDO, en claro interés de superar esta deficiencia, advierte de la existencia de supuestos que, al margen de límites impuestos expresamente por la Constitución (es decir, cuando no exista reserva de ley expresa), podrían admitir legítimamente la restricción de los derechos fundamentales48: siempre que dicha restricción persiga un fin constitucionalmente legítimo. Dicha posibilidad también ha sido reconocida también por el Tribunal Constitucional al señalar que los derechos fundamentales no son de carácter absoluto. Así, en la STC 37/1989 ha establecido que “la intimidad personal puede llegar a ceder en ciertos casos y en cualquiera de sus diversas expresiones ante exigencias públicas, pues no es éste un derecho de carácter absoluto” (el énfasis es mío)49. En similares términos, en la sentencia 207/1996 ha señalado lo siguiente: “ciertamente, la CE, en sus artículos 15 y 18.1, no prevé expresamente un sacrificio legítimo de los derechos a la integridad física y a la intimidad (…), mas ello no significa que sean derechos absolutos, pues pueden ceder ante razones justificadas de interés general” (el énfasis es mío)50. Estas exigencias públicas o razones justificadas de interés general no serían otra cosa que el fin constitucionalmente legítimo, es decir, el interés del Estado de investigar y perseguir los delitos. Sin embargo, aún así, ETXEBERRÍA GURIDI considera que es necesaria la creación de un marco legal ya no, tal vez, para reconocer la posibilidad de restringir derechos fundamentales mediante la ejecución de medidas de investigación corporal, sino para que definir los límites de esta investigación –o intervención– corporal. Considera el autor que solo así se impedirá que los poderes públicos interpreten libremente la Constitución e incurran en error al valorar el derecho o bien prevalente51. 48 DE OTTO Y PARDO, citado por ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 96. 49 STC 37/1989, de 15 de febrero (Fj. 7). 50 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4) 51 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, nota al pie n.o 192. 12 La realidad normativa evidencia la deficiente regulación legal sobre los presupuestos o requisitos que han de cumplir las diversas medidas de investigación corporal52; entonces, ¿qué hacer ante ello? Al respecto, el Tribunal Constitucional ha señalado que “[l]a Constitución establece por sí misma los límites de los derechos fundamentales en algunas ocasiones. En otras ocasiones [como en los casos de medidas de investigación corporal] el límite del derecho deriva de la Constitución sólo de una manera mediata o indirecta, en cuanto que ha de justificarse por la necesidad de proteger o preservar no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes constitucionales protegidos”53. De este modo, MATALLÍN EVANGELIO opina que no es difícil aceptar que el tema de la posible existencia de derechos absolutos se zanja reconduciendo la cuestión a un problema de lindes, equilibrios y ponderaciones54, esto es, aplicando el principio de proporcionalidad. En definitiva, el problema de la ausencia normativa de los presupuestos y requisitos de las medidas de investigación corporal encuentra solución en que tanto la adopción como la ejecución de dicha medida se encuentren previamente justificadas. Esta justificación no supone otra cosa que la superación del juicio de proporcionalidad. De este modo, compartimos la opinión de ETXEBERRÍA GURIDI de considerar necesaria la regulación expresa de las medidas de investigación corporal, tanto en su contenido y como en sus presupuestos. Sin embargo, hay que reconocer que con dicha regulación no se pondrá fin al problema. Pues, aun cuando se haya cumplido con dicha regulación, en un caso en concreto aún se necesitará verificar si dichos presupuesto se han cumplido y si su afectación ha sido legítima (proporcional) en contraposición con el otro bien tutelado. Esta verificación escapa a la función de la norma; le compete en realidad a los mismos jueces y, en casos excepcionales, al Ministerio Fiscal y la Policía. En otros términos, la verificación de los juicios de idoneidad, necesidad y proporcionalidad de una medida de investigación corporal pertenece al ámbito de análisis de los representantes de los poderes públicos que lo estimarán resolviendo el caso particular. La norma sólo podrá contener criterios generales para garantizar la injerencia legítima sobre un derecho 52 Las pruebas de alcoholemia o de ADN sí tienen regulación legal que indica los supuestos y requisitos para su ejecución. Las otras medidas de investigación corporal carecen de norma expresa que las regule y si lo tienen es deficiente. 53 STC 11/1981, de 8 de abril (Fj. 7). 54 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 62. 13 fundamental, pero siempre el juzgador determinará su verdadera legitimidad en el caso en concreto55. Otro punto a desarrollar sobre la previsibilidad legislativa es el referido al rango de la ley que autoriza la intervención. La constitución establece, por un lado, “[l]os derechos y libertades (…) vinculan a todos los poderes públicos. Sólo por ley, que en todo caso deberá respetar su contenido esencial, podrá regularse el ejercicio de tales derechos y libertades (…)” (art. 53.1 CE) y, por el otro, “[s]on leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas (…)” (art. 81.1 CE). En base a estas disposiciones, las leyes orgánicas supondrán la base para la regulación de los derechos fundamentales siempre que traten sobre la limitación de su contenido (art. 81.1 CE); por el contrario, si se refieren a la mera regulación de su ejercicio bastará con la emisión de una ley ordinaria (art. 53.1 CE)56. Respecto al tema que nos interesa, si tenemos en cuenta que las diligencias de investigación corporal constituyen medidas limitativas de derechos fundamentales parece indudable que su regulación ha de revestir formalmente el rango de ley orgánica57. En efecto, solo mediante ley orgánica debe permitirse el desarrollo de los derechos fundamentales y libertades públicas. Dicho desarrollo debe ser entendido –en concordancia a lo expuesto– como la “determinación directa del contenido concreto de cada uno de ellos en el sistema de valores y derechos que constituye todo ordenamiento jurídico. Determinación directa de su contenido concreto que consiste, básicamente, en la eliminación de alguna o algunas de las facultades que, en abstracto, habrían de atribuírsele, en aras de otros derechos, bienes o intereses constitucionalmente legítimos, es decir, en su limitación”58. Para ser más claros “desarrollar el derecho es limitar el contenido del mismo”59. Un tercer punto de análisis lo podemos dedicar a la calidad de la previsión legislativa. MATALLÍN EVANGELIO indica que la seguridad jurídica que 55 En ese mismo sentido, PÉREZ MARÍN indica que la norma “debe actuar en un doble sentido, concediendo al Juez poder y facultades suficientes para decidir y, por otro, estableciendo los límites que sirvan de contrapeso a ese poder”. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 48. 56 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, pp. 64-65. 57 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 102 y 105. 58 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 63. 59 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 63. 14 exige la Constitución no puede concretarse mediante una norma que se limite a una simple formalidad de carácter incierto; es necesario, pues, que la ley de desarrollo de derechos fundamentales exprese con claridad y precisión el alcance de la injerencia. Ello supone –como ya veníamos indicando– la imprescindibilidad de que la norma exprese cada uno de los presupuestos y condiciones de la intervención60. Para un caso concreto, esta previsión legislativa debería indicar con singular precisión los supuestos y alcance de la injerencia de la medida en los derechos fundamentales61; en estricto: “en qué casos y circunstancias puede ser ordenada [la diligencia de investigación corporal], con qué finalidad, qué sujetos pueden quedar sometidos a ella; quien está habilitado para su práctica (médico o facultativo similar); qué métodos resultan proscritos por atentar contra la dignidad humana o porque constituyan un serie peligro para la salud del investigado; posibilidad o no de ejecución coactiva; etcétera”62. Solo así se precisarán las condiciones habilitantes para la práctica de diligencias de intervención corporal por parte de los poderes públicos63. Ante estas exigencias, es evidente que la regulación de las medidas de investigación corporal, en la legislación española, es materialmente insuficiente. Sin embargo, esta omisión no nos puede llevar a catalogar de ilegítimas las prácticas concretas de las investigaciones corporales en un caso particular; pues, acorde a la doctrina del Tribunal Constitucional y del Tribunal Europeo de Derecho Humanos, serán legítimas siempre que sean dictadas conforme al principio de proporcionalidad. Es del mismo parecer MATALLÍN EVANGELIO, quien explica que “según una argumentada doctrina del Tribunal Constitucional y del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, a pesar de que las disposiciones de la LECrim adolecen del contenido material inherente a la reserva de ley que rodea las intervenciones corporales, ello no es obstáculo para mantener legitimidad, siempre que se cumplan las exigencias derivadas del principio de proporcionalidad como garantías de seguridad jurídica. Proporcionalidad 60 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, pp. 80-81. STC 49/1996, de 26 de marzo (Fj. 3). Esta sentencia analiza las interceptaciones telefónicas, pero al considerar que se tratan de medidas que supone la injerencia en los derechos fundamentales de la persona por parte de la autoridad pública, consideramos que la exigencia reconocida: previsión legal con singular precisión, clara y detallada debe ser también aplicable a las medidas de investigación corporal en general. 62 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 89. 63 PÉREZ MARÍN indica que la norma “debe actuar en un doble sentido, concediendo al Juez poder y facultades suficientes para decidir y, por otro, estableciendo los límites que sirvan de contrapeso a ese poder”. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 48. 61 15 que debe presidir todas las actuaciones del juzgador, actuando como límite infranqueable en la investigación penal”. Es posible, entonces, el dictado de una medida de investigación corporal que a pesar de no presentar una eficiente regulación debemos considerar legítima siempre y cuando sea proporcional (idónea, necesaria y proporcional) frente a la injerencia que supone la medida en los derechos fundamentales de las personas. Esta doctrina también ha sido de recibo por parte del Tribunal Constitucional en la STC 49/1999. En efecto, si bien ésta se refiere a un supuesto de intervención de las comunicaciones telefónicas, explica MATALLÍN EVANGELIO que las afirmaciones contenidas en dicha sentencia son extensibles, sin problemas, a otros supuestos de limitación de derechos fundamentales, entre ellos, los derivados de la práctica de diligencias de investigación corporal64. “Ciertamente, [esta sentencia] no hace otra cosa que reconocer la eventualidad de que la insuficiencia material de la ley limitadora se complemente por el Poder Judicial. En concreto, a través de la correspondiente resolución (proporcionada) que determine con claridad y precisión los supuestos y alcance de la injerencia, satisfaciendo de esta manera las exigencias materiales inherentes a la reserva de ley”. Con ello “se aplica la doctrina del TEDH sobre la posibilidad de complemento judicial de la norma restrictiva insuficiente”. De este modo, y así concluimos esta parte, mediante la STC 49/1999 se habría recogido “la perfección judicial de la norma habilitante deficiente [el de las medidas de intervención corporal], a través de la correspondiente resolución proporcionada, garantizando de esta forma la seguridad jurídica (caracterizada como suma de legalidad y certeza) y la protección frente a posibles abusos”65. 1.3. Principio de proporcionalidad Explica ARAGONESES ALONSO que, para comprobar si una medida restrictiva de un derecho fundamental (como puede ser una intervención corporal) supera el juicio de proporcionalidad es necesario constatar si dicha medida cumple con tres condiciones: idoneidad, necesidad, y proporcionalidad66. 64 En igual sentido, GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 62. 65 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, pp. 93-94. 66 ARAGONESES MARTÍNEZ, en Derecho procesal penal, p. 367. A juicio de PÉREZ MARÍN, el juicio de proporcionalidad “se convierte para el afectado en la garantía que le permite comprobar que la medida prevista es imprescindible y que la restricción de sus derechos no resultará inútil sino que es 16 A) Juicio de idoneidad Con el juicio de la idoneidad se verifica si la medida de intervención corporal es apta para conseguir el fin legítimo perseguido67. Se trata de ver si la limitación al derecho fundamental es adecuada y apropiada frente a la finalidad que se persigue, pues solo de este modo se puede justificar la transgresión de un derecho en cuestión68. Dicha finalidad, en el campo de las intervenciones corporales, no es otra que el interés del Estado de investigar y perseguir los delitos69. El Tribunal Constitucional se ha pronunciado al respecto y exige “que la intervención corporal en la persona del imputado sea idónea (apta, adecuada) objetivamente para determinar los hechos que constituyen el objeto del proceso penal”70 En el terreno específico de la investigación penal, explica ETXEBERRÍA GURIDI que el juicio de idoneidad exige el respeto de la congruencia entre el medio empleado (la propia medida) y el fin perseguido (la comprobación o descubrimiento de hechos importantes para la causa), en donde la idoneidad de la medida o, mejor dicho, la relación de causalidad entre medios y fines debe responder a criterios de carácter técnico empírico prescindiendo de momento del elemento valorativo71. B) Juicio de necesidad El juicio de la necesidad permite verificar el carácter imprescindible de la medida adoptada72. Dicha imprescindibilidad se determinará por la inexistencia de otra u otras diligencias (sean de intervención corporal o no) menos lesivas y con igual aptitud para lograr el resultado propuesto73. En otros términos, lo determinante para el juicio de legítima, no sólo desde el punto de vista legal sino, también, desde el más alto interés constitucional”. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 52. Para GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, el principio de proporcionalidad cuenta con presupuestos formal (principio de legalidad), material (principio de justificación teleológica: búsqueda de un fin constitucionalmente legítimo); además, cuenta con requisitos extrínsecos (jurisdiccionalidad y motivación específica) e intrínsecos (idoneidad, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto). GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, citado por GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, pp. 54-55. 67 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 98. 68 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 52. 69 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 98. 70 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). 71 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 223-224. 72 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 54. 73 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 101. 17 necesidad es que la medida menos gravosa sea apta para lograr el mismo o un mejor resultado74. De este modo, “será inadmisible [una determinada medida] si la persecución del delito puede realizarse por medios menos restrictivos de derechos fundamentales”75. Al respecto, el Tribunal Constitucional, en la sentencia 207/1996 indica que la intromisión en el cuerpo (como es el caso producido por las medidas de investigación corporal) será necesaria cuando “no existan otras medidas menos gravosas que, sin imponer sacrificio alguno de los derechos fundamentales a la integridad física y a la intimidad, o con un menor grado de sacrificio, sean igualmente aptas para conseguir dicho fin”76 C) Juicio de proporcionalidad El juicio de proporcionalidad (en sentido estricto) busca comprobar si el sacrificio del derecho ha sido razonable y proporcional con respecto al grado de satisfacción del interés público que se trata de salvaguardar77. Siendo ello así, “si el sacrificio resultase excesivo, la medida habrá de considerarse inadmisible, aunque se satisfaga el resto de presupuestos y requisitos de la proporcionalidad”78. De este modo, en un caso en concreto, y en virtud a esta tercera exigencia, se tratará de que el sujeto pasivo, es decir, el que va a sufrir la medida no sea afectado en sus derechos de modo desproporcional, sino que el gravamen que va a soportar sea equivalente al interés público que se intenta satisfacer79, que no es otro que el interés del Estado de investigar y perseguir el delito. Así también lo ha entendido el Tribunal Constitucional al indicar que el principio de proporcionalidad (en su sentido estricto) evita que el sacrificio de los derechos afectados por la medida de investigación corporal no resulte 74 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 223-228 75 MATALLÍN EVANGELIO, Intervenciones corporales ilícitas: tutela penal, p. 101. En virtud de este criterio, el Tribunal Constitucional ha resuelto en un caso en concreto de la siguiente manera: “cuando la evidencia sobre la paternidad pueda obtenerse a través de otros medios probatorios menos lesivos para la integridad física, no estará autorizado el órgano judicial para disponer la práctica obligatoria de análisis sanguíneos”. STC 7/1994, de 19 de enero (Fj. 3). 76 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). 77 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 54. 78 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 57. 79 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 57. 18 desmedido en comparación con la gravedad de los hechos y de las sospechas existentes80. El análisis de la proporcionalidad se debe realizar con anterioridad a la ejecución de la medida de intervención corporal. Dicho análisis constituye, pues, el presupuesto de la referida medida. Sin embargo, cuando concurran razones de urgencia, la valoración sobre el cumplimiento de los presupuestos puede realizarse con posterioridad a la ejecución de la medida con objeto de ratificarla81. Sobre este carácter excepcional, el Tribunal Constitucional considera que “la valoración de la urgencia y necesidad de la intervención policial ha de realizarse ex ante, y es susceptible de control judicial ex post, al igual que el respeto del principio de proporcionalidad”82. Como es de prever, “[l]a constatación ex post de la falta de presupuesto habilitante o del respeto al principio de proporcionalidad implicaría la vulneración del derecho fundamental y tendría efectos procesales en cuanto a la ilicitud de la prueba en su caso obtenida, por haberlo sido con vulneración de derechos fundamentales”83. 1.4. Jurisdiccionalidad Bajo este requisito se exige que las medidas de investigación corporal sean ordenadas por la autoridad judicial84. Será, pues, este último quien valorará el cumplimiento de los presupuestos y requisitos que justifiquen el dictado de la diligencia de intervención corporal en un proceso85. Explica GÓMEZ AMIGO que esta exigencia (reserva jurisdiccional) tiene su origen en el principio de exclusividad jurisdiccional (art. 117.3 CE)86. De acuerdo a este principio el órgano jurisdiccional goza del monopolio sobre aquellos ámbitos que suponen una limitación o restricción de los derechos fundamentales y, dado que las medidas de investigación corporal implican per se limitaciones a los derechos fundamentales, el órgano jurisdiccional también tendrá el monopolio para el dictado de estas medidas. 80 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 157. 82 STC 206/2007, de 24 de septiembre (Fj. 6) 83 STC 206/2007, de 24 de septiembre (Fj. 6) 84 Así se expresa GÓMEZ AMIGO sobre las medidas de restricción de derechos que, como ya hemos venido indicando, pueden encontrar su concreción en la figura de las intervenciones corporales. GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 54. 85 BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p.157. 86 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 82. 81 19 El Tribunal Constitucional también reconoce la reserva jurisdiccional del siguiente modo: “[la] afectación del ámbito de la intimidad es sólo posible por decisión judicial que habrá de prever que su ejecución sea respetuosa de la dignidad de la persona y no constitutiva (…) de trato degradante alguno”87. ETXEBERRÍA GURIDI resalta la existencia de esta reserva jurisdiccional, la misma que –explica el citado autor– no debe ser entendido de modo absoluto, pues también cede ante situaciones de riesgo del éxito de la investigación (derivado de la demora que implica la solicitud del mandato judicial) o de urgencia88. Ante estas situaciones de excepción, la competencia para ordenar la práctica de las diligencias corresponde al Ministerio Fiscal y, más extraordinariamente a la Policía89. A juicio del Tribunal Constitucional, estas situaciones de excepción solo pueden admitirse cuando las diligencias de investigación corporal lesionan levemente los derechos fundamentales90. Por nuestra parte, consideramos totalmente comprensible la adopción de aquellas medidas de excepción por las circunstancias especiales que ponen en evidencia. Se sacrifica, pues, una de las garantías que rodean la práctica de las diligencias investigaciones corporales por la mayor eficacia de estas mismas91. 87 STC 37/1989, de 15 de febrero (Fj. 7). El Tribunal Constitucional desconoce el carácter absoluto de la reserva jurisdiccional al indicar que, a diferencia de lo que ocurre con otras medidas restrictivas de derechos fundamentales (como son los casos de entrada (art. 18.2 CE) y registro domiciliario o control de las comunicaciones (art. 18.3 CE)), la Constitución no establece reserva absoluta de resolución judicial en relación con las inspecciones e intervenciones corporales. STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). 89 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 256 y 258. El Tribunal Constitucional, mediante la sentencia 207/1996, reconoce al Fiscal o a la Policía la posibilidad de poder determinar la actuación o práctica de una medida de intervención corporal, debido a que no existe un reconocimiento constitucional de la reserva a favor del Juez; así, ha dicho que la “exigencia del monopolio jurisdiccional en la limitación de derechos fundamentales resulta, pues, aplicable a aquellas diligencias que supongan una intervención corporal, sin excluir, ello no obstante (debido precisamente a esa falta de reserva constitucional en favor del Juez), que la Ley pueda autorizar a la policía judicial para disponer, por acreditadas razones de urgencia y necesidad, la práctica de actos que comporten una simple inspección o reconocimiento o, incluso, una intervención corporal leve, siempre y cuando se observen en su práctica los requisitos dimanantes de los principios de proporcionalidad y razonabilidad”. STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj.4). 90 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). HUERTAS MARTÍN considera que uno de los presupuestos para que el Ministerio Fiscal o la Policía puedan ordenar (de modo excepcional) una medida de intervención corporal es que la intervención sea una de escasa entidad. HUERTAS MARTÍN, El sujeto pasivo del proceso penal como objeto de la prueba, p. 394. Si bien es cierto que la jurisprudencia ha diferenciado a las medidas concretas de investigación corporal en función a la afectación a los derechos fundamentales, consideramos que el grado de lesividad se define, en última instancia, teniendo en cuenta las particularidades de cada caso en concreto. 91 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 292. 88 20 Sin embargo, respecto de la primera, hay que rechazar la equiparación del supuesto de flagrancia con el de riesgo de la realización de la diligencia, pues, como sostiene GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, “permitiría, por ejemplo, a cualquier policía autorizar la práctica de registros anales o vaginales de los sospechosos de portar drogas, y ello sería admisible”92. Ahora bien, como ya habíamos indicado líneas arriba, la existencia de estas excepciones a la reserva jurisdiccional no significa que la intervención del Fiscal o la Policía se mantenga fuera del control jurisdiccional. Al contrario, el control y confirmación posterior por parte del órgano jurisdiccional es necesario, pues en dicho control se ha de verificar que la medida se haya adoptado cumpliendo todos los presupuestos que tanto la doctrina como la jurisprudencia exigen93. Como también ya habíamos indicado, sobre estas excepciones, el Tribunal Constitucional ha precisado que “la valoración de la urgencia y necesidad de la intervención policial ha de realizarse ex ante, y es susceptible de control judicial ex post, al igual que el respeto del principio de proporcionalidad”94. Como es de prever, “[l]a constatación ex post de la falta de presupuesto habilitante o del respeto al principio de proporcionalidad implicaría la vulneración del derecho fundamental y tendría efectos procesales en cuanto a la ilicitud de la prueba en su caso obtenida, por haberlo sido con vulneración de derechos fundamentales”95 Un último aspecto a destacar es que estas situaciones excepcionales exigen al Ministerio Público o la Policía no recurrir a las meras sospechas para la adopción de una determinada medida de investigación corporal, sino que es necesario que la justifiquen en la existencia de indicios razonables sobre la comisión de una infracción penal, así como sobre la responsabilidad del sujeto al que se le requiere la práctica de dicha medida. 1.5. Motivación de la resolución judicial Hemos indicado que las diligencias de intervención corporal, en la medida que suponen una restricción de derechos fundamentales, deben ser ordenadas por los órganos jurisdiccionales, y aquí el quinto requisito, solo mediante una resolución debidamente motivada. 92 GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, citado por ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 293. 93 BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 157. 94 STC 206/2007, de 24 de septiembre (Fj.6) 95 STC 206/2007, de 24 de septiembre (Fj. 6) 21 Para el Tribunal Constitucional, la motivación de aquellas medidas que restringen derechos fundamentales (como son las de intervención corporal) no encuentra su justificación en el derecho general a la motivación de todas las resoluciones judiciales (art. 24.1, en relación con el art. 120.3 CE), ni se satisface, en general, con cualquier forma de motivación que permita conocer la ratio decidendi de la resolución judicial96. Teniendo en cuenta ello, PÉREZ AMIGO indica que “las resoluciones limitativas de los derechos fundamentales necesitan una motivación especial que exprese los presupuestos que permiten dicha restricción y la ponderación judicial de que la restricción es proporcionada en el caso concreto”97. Se trata, pues, de que la orden judicial (que dispone la ejecución de una determinada diligencias de investigación corporal) exprese una justificada relación entre el fin perseguido y la medida adoptada de modo tal que puedan observarse el cumplimiento de los presupuestos del principio de proporcionalidad98. De este modo, continúa el citado autor, “esta motivación especial se constituye en sí misma en un requisito para la legitimidad de la limitación del derecho autónomo el derecho a la tutela judicial, sino que vulnera el derecho fundamental sustantivo afectado; de ahí que tenga declarado la jurisprudencia constitucional que la falta o insuficiencia de la motivación de las resoluciones judiciales limitativas de derechos fundamentales lesiona, por sí sola, los derechos afectados”99. Frente a esta exigencia, ETXEBERRÍA GURIDI cuestiona si corresponde al órgano judicial en su resolución motivada la determinación expresa y certera de la medida concreta que se ha de ejecutar, así como del resultado o finalidad de la misma, o, es más idóneo, dejarlo en manos del médico o personal sanitario que ha de practicar la medida la selección de las concretas diligencias adecuadas al caso. Al respecto, SCHMIDT considera que corresponde al Juez y no al médico la determinación de las específicas diligencias que supondrá la intervención 96 STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 87. Así también lo ha establecido Tribunal Constitucional al considerar: “[l]a exigencia de motivación aquí es ante todo un requisito formal de la regla de proporcionalidad, según el cual en las resoluciones limitativas de los derechos fundamentales debe el órgano jurisdiccional plasmar el juicio de ponderación entre el derecho fundamental afectado y el interés constitucionalmente protegido y perseguido, del cual se evidencie la necesidad de la adopción de la medida”. STC 207/1996, de 16 de diciembre (Fj. 4). 98 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 372. 99 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 87. 97 22 corporal100. Y ello porque no debemos olvidar que la medida que se ha de asumir debe encontrarse justificada en base a la superación del principio de proporcionalidad. Dicha justificación, por ser una cuestión de análisis netamente jurídico, no podría hacerlo el médico101. Sin embargo hay que también tener en cuenta que la labor de determinar las diligencias concretas no puede ser exclusivo de los Jueces, pues estas diligencias, al exigir un conocimiento empírico-práctico, compete también que se otorgue un margen de decisión al personal médico. “Al Juez, como operador jurídico, no se le puede exigir más allá del conocimiento de las normas y de los criterios de su interpretación y aplicación; no se halla obligado, por consiguiente, a estar al corriente de las innovaciones médicas y científicas que tanta trascendencia pueden tener en la práctica de las investigaciones corporales. Intervenciones molestas e incluso, en ocasiones, peligrosas pueden convertirse en actos de menor trascendencia tras el correspondiente perfeccionamiento científico, pero puede éste permanecer ignorado por el órgano judicial al que corresponde ordenar la diligencia”. Es por ello que concordamos ETXEBERRÍA GURIDI con cuando señala que “[e]n la medida de lo posible han de combinarse (…) la competencia del órgano judicial al que corresponde realizar el juicio de proporcionalidad entre derechos e intereses jurídicos en conflicto y el necesario o conveniente asesoramiento práctico acerca de la adecuación del método seleccionado o a seleccionar. Funciones de asesoramiento y asistencia técnica que bien pueden desarrollar los médicos forenses (…) sin que ello contribuya una merma de la plena competencia del Juez a la hora de determinar el contenido del auto por el que se ordena la diligencia de investigación corporal”102. 1.6. Exigencias especiales cuando se ponga el peligro la integridad física Cuando una medida de intervención corporal ponga en peligro la integridad física del sometido a la práctica, el Tribunal Constitucional indica que dicha medida debe cumplir los siguientes requisitos adicionales a los ya mencionados: a) la práctica de la intervención ha de estar encomendada a un médico sanitario, b) en ningún caso debe suponer un riesgo para la salud, y c) el modo en que se practique la intervención no debe suponer un trato inhumano o degradante. 100 SCHMIDT, citado por ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, pp. 373 y ss. 101 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 375. 102 ETXEBERRÍA GURIDI, Las intervenciones corporales: su práctica y valoración como prueba en el proceso penal, p. 375. 23 2. El problema del consentimiento y las ejecuciones coactivas Entre los presupuestos recientemente estudiados no figura el del consentimiento del sujeto que va a ser sometido a las investigaciones corporales. Una primera interpretación podría conllevarnos a considerar que el consentimiento del sujeto no representa impedimento alguno para la práctica de este tipo de prácticas siempre que, claro, estas sean legítimas (idónea, necesaria y proporcional). Entonces, ¿podría ordenarse la ejecución coactiva de la diligencia? La doctrina no ha mantenido un criterio uniforme al respecto. GONZÁLEZCUÉLLAR SERRANO estima que existe una obligación de someterse a las intervenciones corporales (que cumpliendo con sus presupuestos queda legitimado) y que cabe la ejecución forzosa siempre que el uso de la fuerza para la ejecución coactiva de las medidas sea imprescindible, su forma de ejecución no resulte desproporcionada (atendiendo a las circunstancias del caso) y siempre que se traten de diligencias que no requieran la colaboración activa del imputado103. HUERTAS MARTÍN, por el contrario, considera que las medidas de intervención corporal no pueden imponerse coactivamente, ni por la fuerza física ni por medios de coacción indirecta (amenaza de incurrir en un delito por desobediencia en la autoridad), sino que es preferible configurar el sometimiento a las mismas como una carga procesal, de manera que de la negativa pueda deducirse las consecuencias jurídicas correspondientes104. Esta segunda posición parecería la más adecuada; sin embargo, aún despierta muchos cuestionamientos en la doctrina. Así, advierte GÓMEZ AMIGO que, de seguir esta postura, incumpliría con el principio con el principio de intervención mínima del Derecho penal y, además, peligraría el principio de proporcionalidad si se pena de manera más leve la negativa al sometimiento que el delito cuya averiguación se pretende105. Frente a estas posturas, concordamos con la primera posición que permite la ejecución forzosa en caso de negativa por parte del individuo sometido a cualquier práctica de investigación corporal. 103 GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO, citado por GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, pp. 43 y 45-46. 104 HUERTAS MARTÍN, El sujeto pasivo del proceso penal como objeto de la prueba, pp. 410-413. Es del mismo parecer, PÉREZ MARÍN, pues considera que “para poder practicar una diligencia corporal en ningún caso debe obligarse al sujeto mediante el uso de la fuerza física sino que, en todo caso, debe mediar su consentimiento y el sometimiento voluntario a las mismas; su negativa, tal y como se deduce en la actualidad en nuestro ordenamiento, no abre paso a la coacción física sino que ha de procurarse la colaboración voluntaria del afectado, con independencia de las consecuencias jurídicas que se deriven de la falta de cooperación”. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 20. 105 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 45. 24 Debemos tener en cuenta que no se trata de una negativa cualquiera, sino de una negativa –por así decirlo– cualificada; cualificada porque con ella el individuo pretende evitar que se compruebe o recabe un elemento probatorio cuya obtención se circunscribe a la realización de un acto de investigación plenamente lícito y, consecuentemente, pretende evitar directamente el descubrimiento de la comisión de un delito106. Es decir, la negativa cualifica atenta directamente contra el deber del estado de investigar y perseguir delitos. No se trata, pues, de una situación cualquiera en la que la negativa pierda relevancia jurídica, sino de una situación especial en donde el Estado –mediante autoridades que actúan en ejercicio legítimo de sus funciones– tiene indiscutiblemente autorizada su intervención para el cumplimiento del fin constitucionalmente legítimo (interés público de persecución e investigación del delito). Pensar de otro modo, nos llevaría a considerar que el interés estatal de la persecución e investigación del delito es pasible de condicionarse a la discrecionalidad o voluntad de un particular. Lo dicho no puede suponer la intervención estatal sin control alguno. De hecho, y como ya hemos adelantado, las investigaciones corporales deben practicarse siempre que sean legítimas (que exista un fin legítimamente constitucional, que se respeten los principios de legalidad y de proporcionalidad, que la medida sea dictada por un órgano jurisdiccional a través de una sentencia motivada) y, además, pueden ejercitarse coactivamente siempre que medien los requisitos ya destacados por GONZÁLEZ-CUÉLLAR SERRANO: a) que el uso de la fuerza para la ejecución coactiva de las medidas sea imprescindible, b) que su forma de ejecución no resulte desproporcionada (atendiendo a las circunstancias del caso), y c) que siempre se traten de diligencias que no requieran la colaboración activa del imputado. Por último, consideramos que esta postura se condice, además, con el “deber cívico de colaborar con los poderes públicos cuando actúan en el ámbito de sus competencias, y de someterse a las normas de policía en una sociedad democrática, a pesar de las incomodidades que tal sometimiento llegue a representar, máxime si se parte, como hemos dicho, de la existencia de indicios que aconsejen la realización de la inspección corporal”107. III. DILIGENCIAS DE CACHEO Y PRUEBA ALCOHOLOMÉTRICA 1. Cacheos 1.1. Concepto 106 VARONA GÓMEZ, citado por PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 274. 107 MORENO CATENA, en Derecho procesal penal, p. 230. 25 El cacheo es una diligencia de investigación de restricción de derechos fundamentales, en específico, una de inspección corporal108 que, si bien su objeto es el cuerpo del sujeto, lo será sólo en su parte externa (sus contornos)109. La diligencia es atribuida a la Policía Judicial110 y consiste, esencialmente, en palpar el contorno del cuerpo por encima de la ropa con el fin de descubrir instrumentos, huellas u otro elemento de interés sobre la posible comisión de un delito111. El Tribunal Supremo también ha reconocido el fin de esta medida al indicar que el cacheo es “el registro de una persona para saber si oculta elementos que puedan servir para la prueba de un delito”112. 1.2. Marco normativo La diligencia del cacheo no se encuentra regulada expresamente en la legislación española; sin embargo, tanto la doctrina113 como la jurisprudencia114 presentan como marco normativo a los siguientes cuerpos: a) El art. 11.1.f y g de la Ley Orgánica de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad115 reconoce a sus miembros, entre otras, las siguientes misiones: “f) Prevenir la comisión de actos delictivos” y “g) Investigar 108 LOMBARDERO EXPÓSITO, Conflicto entre derechos fundamentales e investigación policial: el caso del cacheo, http://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/rej/article/download/832/730, p. 3. 109 HUERTAS MARTÍN, El sujeto pasivo del proceso penal como objeto de la prueba, p. 414. 110 El Tribunal Supremo, mediante la sentencia 432/2001, de 16 de marzo, ha reconocido que el cacheo es una obligación de la Policía. Así, indica: “no es que la policía tenga la facultad de cachear cuando hay sospechas de la comisión de una infracción penal, es que está obligada a hacerlo en cumplimiento de los deberes inherentes a su cargo a fin de ‘investigar los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables, asegurar los instrumentos, efectos prueba del delito, poniéndolos a disposición del Juez o Tribunal’ [art. 11.1.g) de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 de marzo]”. STS 431/2001, 16 de marzo, citado por URIARTE VALIENTE / FARTO PIAY, El proceso penal español: jurisprudencia sistematizada, p. 202. 111 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 292. 112 TRIBUNAL SUPREMO, citado por PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 292. 113 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 108. Así también, PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 292. 114 En la STS 352/2006, de 15 de marzo (Fj. 1) indica que los supuestos de cacheo externo son injerencias policiales que se encuentran legitimadas por la Ley Orgánica de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, cuyo artículo 11.1.f) y g) impone a sus miembros el deber y otorga facultad de realizar esta clase de actuaciones siempre que, atendidas las circunstancias concurrentes, esas diligencias no revistan caracteres de desproporcionadas o arbitrarias, sino racionalmente adecuadas a la prevención de actividades delictivas y a la seguridad de la colectividad. Por otro lado, en la STS 1519/2000, de 06 de octubre (Fj. 5) ha establecido que el cacheo constituye una diligencia policial legalmente amparada en el artículo 19.2 de la Ley Orgánica 2/92, y que se trata de un comportamiento policial de averiguación absolutamente proporcionado, razonable y lícito en el que el agente actúa dentro del ámbito legítimo de sus funciones. 115 LO 2/1986, de 13 de marzo. 26 los delitos para descubrir y detener a los presuntos culpables, asegurar los instrumentos, efectos y pruebas del delito, poniéndolos a disposición del Juez o Tribunal competente y elaborar los informes técnicos y periciales procedentes”. b) El art. 19.2 de la Ley Orgánica sobre Protección de la Seguridad Ciudadana116 establece: “Para el descubrimiento y detención de los participantes en un hecho delictivo causante de grave alarma social y para la recogida de instrumentos, efectos y pruebas del mismo, se podrán establecer controles en las vías, lugares o establecimientos públicos, en la medida indispensable a los fines de este apartado, al objeto de proceder a la identificación de las personas que transiten o se encuentre en ellos, al registro de los vehículos y al control superficial de los efectos personales con el fin de comprobar que no se portan sustancias o instrumentos prohibidos o peligrosos. El resultado de la diligencia se pondrá de inmediato en conocimiento del Ministerio Fiscal” Respecto al requisito de la previsión legal de la medida, consideramos que la regulación positiva expuesta no cumple a cabalidad las exigencias de este presupuesto, debido a que no se delimita su contenido ni se establecen los requisitos para su ejecución. Sin embargo, el dictado de este tipo de medidas en un caso en concreto no quiere decir que dichas medidas sean consideradas per se ilegítimas, sino que, como también ya habíamos indicado, su legitimidad se condicionará a la superación del juicio de proporcionalidad. Sólo así se podrá concebir que la medida ha sido adoptada y ejecutada conforme a los principios constitucionales y que, consecuentemente, la injerencia en los derechos fundamentales (que dicha medida suponga) es legítima. A pesar de ello, esta deficiencia normativa aún existe e impone al legislador el deber cumplir con esta deuda con suma urgencia a fin de otorgar mayor seguridad en el ámbito de actuación y responsabilidad que, en este caso, corresponde a las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad. En esta labor de delimitación del contenido de las medidas de intervención, así como del establecimiento de sus requisitos, la jurisprudencia tanto del Tribunal Supremo como del Tribunal Constitucional han jugado un papel importante. 1.3. Requisitos 116 LO 1/1992, de 21 de febrero. 27 Como ya hemos apuntado, dada la actividad de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad: prevención y persecución del delito (que sería el fin constitucionalmente legítimo), estos agentes deben ostentar facultades suficientes para requerir a los ciudadanos que se detengan, que se sometan a un interrogatorio e, incluso, a un cacheo. Esta situación, explica PÉREZ MARÍN, conlleva a que, normalmente, los cacheos sean ejecutados sin una resolución judicial habilitante, esto es lo que hemos definido anteriormente como excepción a la reserva jurisdiccional117. Debido a esta excepción, el referido autor considera que la diligencia debe rodearse de una serie de garantías y exige tener en cuenta una rigurosa aplicación del principio de proporcionalidad a fin de evitar la lesión a algún derecho fundamental118. Estas garantías se encontrarían representadas por los requisitos y presupuestos que condicionan el dictado de la medida; estos requisitos es justamente lo que no encontramos en el marco normativo anteriormente expuesto. Sin embargo, el Tribunal Supremo cubre este vacío legislativo al indicar que la diligencia del cacheo puede practicarse de modo legítimo si encuentra su justificación en una sospecha razonable de la comisión de un delito119 que revista cierta gravedad120, y además, si para su práctica se cumplen tres requisitos: a) que el cacheo se realice por alguien del mismo sexo, b) que según la intensidad y alcance corporal del cacheo se haga en un sitio reservado, y c) que la modalidad de su ejecución no suponga posturas o situaciones degradantes o humillantes121. En la sentencia 677/2009, el Tribunal Supremo también exige –a modo de requisito– que la diligencia del cacheo, que supone per se una detención, se justifique por el tiempo empleado, que debe ser solo el imprescindible, para su realización122. Estas exigencias se constituirán en los requisitos que justificarían la adopción y ejecución de la medida; asimismo, constituirán los elementos que servirán de base para determinar si la diligencia ha sido practicada superando el juicio de proporcionalidad. De ser así, la diligencia del cacheo y la afectación a los derechos fundamentales que ella supone deben ser tenidas por legítimas. 117 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 292. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 293. 119 STS 677/2009, de 16 de junio (Fj.2). 120 LOMBARDERO EXPÓSITO, Conflicto entre derechos fundamentales e investigación policial: el caso del cacheo, http://revistaselectronicas.ujaen.es/index.php/rej/article/download/832/730, p. 17. 121 STS 352/2006, de 15 de marzo (Fj. 1) 122 STS 677/2009, de 16 de junio (Fj. 2) 118 28 Sobre este último aspecto (el juicio de proporcionalidad), cabe recordar que en aquellos casos en los que la medida de investigación corporal se practica sin autorización judicial, como es el caso de la diligencia del cacheo, el referido juicio se realiza en dos momentos. El primero, al momento de la realización de la diligencia del cacheo por parte de los agentes autorizados; el segundo, al momento del control jurisdiccional de dicha diligencia por parte del órgano judicial. Este segundo juicio-control tiene como fin evitar la arbitrariedad de la autoridad que practicó el cacheo, ya que en dicho control se revisará si la medida se ha ejecutado conforme al principio de proporcionalidad. Creemos que así también lo exige el art. 19.2 de la Ley Orgánica sobre Protección de la Seguridad Ciudadana cuando establece que “[e]l resultado de la diligencia se pondrá de inmediato en conocimiento del Ministerio Fiscal”, quien, luego, de darse el caso, lo presentará al órgano jurisdiccional. Indica BANACLOCHE PALAO que el artículo en mención tendrá siempre su aplicación “si la actuación da como resultado la obtención de un elemento que pueda relacionarse con la comisión de un delito; de lo contrario, sólo habría que dejar constancia de la actuación en general”123. Ahora bien, dado que la práctica de la diligencia del cacheo no supone, en términos estrictamente procesales, un desequilibrio que –como reconoce el Tribunal Constitucional– amerite la asistencia letrada para garantizar la igualdad entre las partes (derecho de defensa), no se requerirá la presencia de un abogado defensor en una concreta diligencia124. De la misma opinión es el Tribunal Supremo, quien se ha expresado del siguiente modo: “aunque la Constitución garantiza la asistencia del Abogado (artículos 17.3 y 24 de la Constitución) en todas las diligencias judiciales y policiales, es cierto que de dicha exigencia no se deriva la necesaria e ineludible asistencia del defensor a todos los actos introductorios. En los demás actos procesales, en los que no es necesario garantizar la contradicción, la intervención del defensor no deviene obligatoria”125. Sobre la diligencia del cacheo en concreto indica lo siguiente: “Y en la sentencia 525/2000, de 31 de marzo, que examina un supuesto de cacheo, declara que no procede exigir la presencia de letrado y demás garantías inherentes a la detención. Y aún tratándose de un detenido, el cacheo es una actuación inmediata sobre éste que no exige la asistencia letrada, por las siguientes razones: a) por tener que cumplir siempre una 123 BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 159. STS 525/2000, de 31 de marzo (Fj. 2). Así mismo, STS 168/2001, de 9 de febrero (Fj. 2). 125 STS 352/2006, de 15 de marzo (Fj. 1). 124 29 finalidad preventiva de seguridad para los Agentes de la autoridad y para el propio detenido, que por la propia exigencia de inmediatez hace imposible su vigencia; b) porque la presencia de Letrado no supone un ‘plus’ de garantía, dado que se trata de una actuación objetiva sólo tendente a asegurar que los derechos constitucionales del detenido sean respetados, no sufra coacción o trato incompatible con la dignidad y libertad de declaración, y tenga el debido asesoramiento técnico sobre la conducta a observar en los interrogatorios; y no cabe entender que el sometimiento al cacheo imponga una forma de autoincriminación, siendo comparable a estos efectos el test de alcoholemia, sobre el que existe abundante jurisprudencia; c) el derecho a la integridad física no está afectado por el cacheo”126. En caso de negativa por parte del sometido a la diligencia, conforme hemos ya indicado, procedería la ejecución coactiva127, siempre que el uso de la fuerza para la ejecución coactiva de las medidas sea imprescindible, y que su forma de ejecución no resulte desproporcionada (atendiendo a las circunstancias del caso). 1.4. Sobre la afectación de derechos fundamentales La práctica de la diligencia del cacheo entra en conflicto con el derecho a la libertad. Ello a razón de que el cacheo, para su ejecución, requiere necesariamente la detención del sujeto. El Tribunal Supremo ha dejado sentado que las diligencias de cacheo, en tanto que hayan sido adoptadas de modo legítimo, no pueden afectar de manera grave al derecho a la libertad ambulatoria de las personas, en todo caso, es una afectación legítima. En primer lugar, porque la diligencia del cacheo no puede equipararse a la detención procesal. La jurisprudencia ha señalado que si bien el cacheo supone la detención de la persona, esta última no es la misma detención que se regula en los arts. 490 y ss. de la LECrim128. Así también lo entendido PÉREZ MARÍN al considerar que “la diligencia del cacheo implica una breve medida coactiva que solo afecta a la libertad ambulatoria y su efecto es muy reducido, motivo por el cual no se puede equiparar a una detención formal y 126 STS 352/2006, de 15 de marzo (Fj. 1). BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 161. 128 Por ende, las exigencias previstas para la estimación de la detención, así como la aplicación del art. 17 CE y los derechos del art. 520 LECrim no pueden ser aplicadas a las diligencias del cacheo, pues la detención que supone la diligencia del cacheo, es distinta a la detención que se recoge en los art. 490 y ss. de la LECrim. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 294. 127 30 tampoco se le aplicarán los requisitos exigidos para las detenciones propiamente dichas”129. Esta diferencia cualitativa que gira en torno a la afectación mínima de libertad ambulatoria –pues se trata de una restricción de la libertad por un tiempo imprescindible– permite sostener que la diligencia del cacheo no afecta ilegítimamente el citado derecho. Y, en segundo lugar, se exige que los agentes de las Fuerzas y Cuerpos de seguridad ejecuten la medida respetando el principio de proporcionalidad. “No podemos olvidar que la profesionalidad y la experiencia de los Agentes de Policía, les faculta para distinguir y valorar las razones que justifican este tipo de medidas”130. Aunque, siempre hay que reconocer que la previsión legislativa que delimite la actuación de estos agentes daría mayor seguridad jurídica. El Tribunal Supremo, mediante la sentencia del 15 de abril de 1993, ha indicado lo siguiente: “el derecho a la libertad y como contrapartida a no ser privado de ella sino en los casos y en la forma establecida por la ley, así como el derecho de los españoles a circular libremente por el territorio nacional, no se ven afectados por las diligencias policiales de cacheo e identificación, pues aunque éstas comporten inevitablemente molestias, su realización, y consecuente inmovilización del ciudadano durante el tiempo imprescindible para su práctica, supone para el afectado un sometimiento legítimo, desde la perspectiva constitucional, a las normas de policía”131. Respecto al derecho a la intimidad, el Tribunal Supremo tampoco ha considerado que las diligencias de cacheo lo afecten, pues la diligencia per se no alcanza un elemento subjetivo íntimo. Así, indica lo siguiente: “tampoco se ve afectado el derecho a la intimidad personal que consagra el artículo 18.1 de la Constitución Española. Se trata de una denominada intervención corporal con finalidad de búsqueda y aprehensión de los efectos de trascendencia de un registro anal o vaginal (…) o como señalan otras resoluciones del principal intérprete de nuestra Constitución Española no alcanza a un elemento subjetivamente íntimo”132. Para resguardar la intimidad, PEREZ MARÍN considera la diligencia del cacheo debe cumplir con los siguientes tres requisitos: a) que el cacheo se realice por alguien del mismo sexo, b) que según la intensidad y alcance corporal del cacheo se haga en un sitio reservado, y c) que la modalidad de 129 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 295. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 297. 131 STS 1243/1993, de 15 de abril (Fj. 6) 132 STS (s/n)/1993, de 15 de enero (Fj. 2) 130 31 su ejecución no suponga posturas o situaciones degradantes o humillantes133. A estos, consideramos que debe agregarse un cuarto requisito: el del tiempo imprescindible para su ejecución. Teniendo en cuenta ello, si la diligencia del cacheo se realiza en la vía pública, es fundamental que el agente policial realice el cacheo, según la intensidad y el alcance corporal, en una zona reservada de modo que se garantice la protección de la intimidad del sujeto pasivo frente a terceros ajenos a dicha situación. Sobre este supuesto, el Tribunal Supremo ha indicado que “el registro corporal de un sospechoso de la comisión de un delito en la vía pública no constituye un trato degradante, pues está legalmente autorizado, en tanto la ley no exige que la diligencia sea realizada con privacidad”134. Es cuestionable la fundamentación de esta sentencia, pues, en todo caso, dicha privacidad debe ser estimada en un caso en concreto por exigencia del principio de proporcionalidad. En torno al principio de presunción de inocencia, hemos indicado que los medios probatorios obtenidos afectando derechos fundamentales mediante la realización de una diligencia de investigación corporal constituirán prueba ilícita (art. 11.1 LOPJ), por lo que no podrán ser introducidos en el proceso ni valorados por el Juez, ni tendrán la capacidad de desvirtuar la presunción de inocencia. En el caso de las diligencias del cacheo, la presunción de inocencia, vista como regla probatoria, exige que dichas diligencias sean practicadas cumpliendo todos los presupuestos antes expuestos. De proceder como se indica no se vulnerarían ningún derecho fundamental; por tanto, los medios probatorios obtenidos a través del cacheo podrían ser usados en el proceso, y tendrían la capacidad de poder desvirtuar la presunción de inocencia y sostener una sentencia condenatoria135. 2. Pruebas alcoholométricas 2.1. Concepto 133 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, pp. 298-299. En ese mismo sentido STS 792/2001, de 26 de abril, citado por URIARTE VALIENTE / FARTO PIAY, El proceso penal español: jurisprudencia sistematizada, p. 205; así también, STS 525/2000, de 31 de marzo (Fj. 2). 134 STS 1781/2002, 18 de diciembre (Fj. 1) 135 GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de investigación penal, pp. 1824. 32 La prueba de alcoholemia es una diligencia de investigación de restricción de derechos fundamentales, en específico, una de intervención corporal136 cuyo fin es el determinar de forma cuantitativa el grado de impregnación alcohólica en el organismo de los sujetos sometidos a estas prácticas. La diligencia es atribuida a los agentes encargados de la vigilancia de tráfico y consistirá en la verificación del aire espirado mediante etilómetros o, en los supuestos establecidos por ley, mediante el análisis de sangre, orina u otros, de los conductores de vehículos o bicicletas, o usuarios de las vías para cuantificar el nivel de alcohol en sus organismo. 2.2. Marco normativo Las normas que regulan las pruebas alcoholométricas y su práctica son las siguientes: a) El Texto articulado de la Ley sobre el tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial137 que en su artículo 12, en referencia a las bebidas alcohólicas, sustancias estupefacientes y similares, indica: “1. No podrá circular por las vías objeto de esta Ley el conductor de vehículos con tasas superiores a las que reglamentariamente se establezcan de bebidas alcohólicas, estupefacientes, psicotrópicos, estimulantes u otras sustancias análogas. 2. Todos los conductores de vehículos quedan obligados a someterse a las pruebas que se establezcan para la detección de las posibles intoxicaciones por alcohol. Igualmente quedan obligados los demás usuarios de la vía cuando se hallen implicados en algún accidente de circulación. Dichas pruebas que se establecerán reglamentariamente y consistirán normalmente en la verificación del aire espirado mediante alcoholímetros autorizados, se practicarán por los Agentes encargados de la vigilancia del tráfico. A petición del interesado o por orden de la Autoridad Judicial se podrán repetir las pruebas a efectos de contraste, pudiendo consistir en análisis de sangre, orina u otros análogos. El personal sanitario vendrá obligado, en todo caso, a dar cuenta del resultado de las pruebas que realicen a la Autoridad Judicial, a los 136 Dado que las pruebas de alcohol pueden realizarse analizando la espiración del aire o de sangre lo supone la extracción de elementos (internos o externos) es correcto que las consideremos como intervenciones corporales. 137 Aprobado por el Real Decreto Legislativo 339/1990, de 2 de marzo. 33 órganos periféricos de la Jefatura Central de Tráfico y, cuando proceda, a las autoridades municipales competentes. 3. Reglamentariamente podrán establecerse pruebas para la detección de las demás sustancias a que se refiere el apartado primero del presente artículo, siendo obligatorio el sometimiento a las mismas de las personas a que se refiere el apartado anterior.” b) Reglamento general de circulación138 que regula el desarrollo y requisitos de la prueba entre los artículos 20 y 26: “Artículo 20. Tasas de alcohol en sangre y aire espirado. No podrán circular por las vías objeto de la legislación sobre tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial los conductores de vehículos ni los conductores de bicicletas con una tasa de alcohol en sangre superior a 0,5 gramos por litro, o de alcohol en aire espirado superior a 0,25 miligramos por litro. (…)” “Artículo 21. Investigación de la alcoholemia. Personas obligadas. Todos los conductores de vehículos y de bicicletas quedan obligados a someterse a las pruebas que se establezcan para la detección de las posibles intoxicaciones por alcohol. Igualmente quedan obligados los demás usuarios de la vía cuando se hallen implicados en algún accidente de circulación (artículo 12.2, párrafo primero, del texto articulado). Los agentes de la autoridad encargados de la vigilancia del tráfico podrán someter a dichas pruebas: a) A cualquier usuario de la vía o conductor de vehículo implicado directamente como posible responsable en un accidente de circulación. b) A quienes conduzcan cualquier vehículo con síntomas evidentes, manifestaciones que denoten o hechos que permitan razonablemente presumir que lo hacen bajo la influencia de bebidas alcohólicas. c) A los conductores que sean denunciados por la comisión de alguna de las infracciones a las normas contenidas en este reglamento. d) A los que, con ocasión de conducir un vehículo, sean requeridos al efecto por la autoridad o sus agentes dentro de los programas de controles preventivos de alcoholemia ordenados por dicha autoridad.” “Artículo 22. Pruebas de detección alcohólica mediante el aire espirado. 1. Las pruebas para detectar la posible intoxicación por alcohol se practicarán por los agentes encargados de la vigilancia de tráfico y 138 Aprobado por el Real Decreto 1428/2003, de 21 de noviembre. 34 consistirán, normalmente, en la verificación del aire espirado mediante etilómetros que, oficialmente autorizados, determinarán de forma cuantitativa el grado de impregnación alcohólica de los interesados. A petición del interesado o por orden de la autoridad judicial, se podrán repetir las pruebas a efectos de contraste, que podrán consistir en análisis de sangre, orina u otros análogos (artículo 12.2, párrafo segundo, in fine, del texto articulado). 2. Cuando las personas obligadas sufrieran lesiones, dolencias o enfermedades cuya gravedad impida la práctica de las pruebas, el personal facultativo del centro médico al que fuesen evacuados decidirá las que se hayan de realizar.” “Artículo 23. Práctica de las pruebas. 1. Si el resultado de la prueba practicada diera un grado de impregnación alcohólica superior a 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre o a 0,25 miligramos de alcohol por litro de aire espirado, o al previsto para determinados conductores en el artículo 20 o, aun sin alcanzar estos límites, presentara la persona examinada síntomas evidentes de encontrarse bajo la influencia de bebidas alcohólicas, el agente someterá al interesado, para una mayor garantía y a efecto de contraste, a la práctica de una segunda prueba de detección alcohólica por el aire espirado, mediante un procedimiento similar al que sirvió para efectuar la primera prueba, de lo que habrá de informarle previamente. 2. De la misma forma advertirá a la persona sometida a examen del derecho que tiene a controlar, por sí o por cualquiera de sus acompañantes o testigos presentes, que entre la realización de la primera y de la segunda prueba medie un tiempo mínimo de 10 minutos. 3. Igualmente, le informará del derecho que tiene a formular cuantas alegaciones u observaciones tenga por conveniente, por sí o por medio de su acompañante o defensor, si lo tuviese, las cuales se consignarán por diligencia, y a contrastar los resultados obtenidos mediante análisis de sangre, orina u otros análogos, que el personal facultativo del centro médico al que sea trasladado estime más adecuados. 4. En el caso de que el interesado decida la realización de dichos análisis, el agente de la autoridad adoptará las medidas más adecuadas para su traslado al centro sanitario más próximo al lugar de los hechos. Si el personal facultativo del centro apreciara que las pruebas solicitadas por el interesado son las adecuadas, adoptará las medidas tendentes a cumplir lo dispuesto en el artículo 26. (…)” “Artículo 24. Diligencias del agente de la autoridad. 35 Si el resultado de la segunda prueba practicada por el agente, o el de los análisis efectuados a instancia del interesado, fuera positivo, o cuando el que condujese un vehículo de motor presentara síntomas evidentes de hacerlo bajo la influencia de bebidas alcohólicas o apareciera presuntamente implicado en una conducta delictiva, el agente de la autoridad, además de ajustarse, en todo caso, a lo establecido en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, deberá: a) Describir con precisión, en el boletín de denuncia o en el atestado de las diligencias que practique, el procedimiento seguido para efectuar la prueba o pruebas de detección alcohólica, haciendo constar los datos necesarios para la identificación del instrumento o instrumentos de detección empleados, cuyas características genéricas también detallará. b) Consignar las advertencias hechas al interesado, especialmente la del derecho que le asiste a contrastar los resultados obtenidos en las pruebas de detección alcohólica por el aire espirado mediante análisis adecuados, y acreditar en las diligencias las pruebas o análisis practicados en el centro sanitario al que fue trasladado el interesado. c) Conducir al sometido a examen, o al que se negase a someterse a las pruebas de detección alcohólica, en los supuestos en que los hechos revistan caracteres delictivos, de conformidad con lo dispuesto en la Ley de Enjuiciamiento Criminal, al juzgado correspondiente a los efectos que procedan.” “Artículo 25. Inmovilización del vehículo. 1. En el supuesto de que el resultado de las pruebas y de los análisis, en su caso, fuera positivo, el agente podrá proceder, además, a la inmediata inmovilización del vehículo, mediante su precinto u otro procedimiento efectivo que impida su circulación, a no ser que pueda hacerse cargo de su conducción otra persona debidamente habilitada, (…)” “Artículo 26. Obligaciones del personal sanitario. 1. El personal sanitario vendrá obligado, en todo caso, a proceder a la obtención de muestras y remitirlas al laboratorio correspondiente, y a dar cuenta, del resultado de las pruebas que se realicen, a la autoridad judicial, a los órganos periféricos del organismo autónomo Jefatura Central de Tráfico y, cuando proceda, a las autoridades municipales competentes (artículo 12.2, párrafo tercero, del texto articulado). (…) 2. Las infracciones a las distintas normas de este capítulo, relativas a la conducción habiendo ingerido bebidas alcohólicas o a la obligación de someterse a las pruebas de detección alcohólica, tendrán la consideración de infracciones muy graves, conforme se prevé en el artículo 65.5.a) y b) del texto articulado.” 36 c) El Código penal139 establece como delito las conductas recogidas en sus artículo 379, 380 y siguientes. “Artículo 379. 1. El que condujere un vehículo de motor o un ciclomotor a velocidad superior en sesenta kilómetros por hora en vía urbana o en ochenta kilómetros por hora en vía interurbana a la permitida reglamentariamente, será castigado con la pena de prisión de tres a seis meses o con la de multa de seis a doce meses o con la de trabajos en beneficio de la comunidad de treinta y uno a noventa días, y, en cualquier caso, con la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a uno y hasta cuatro años. 2. Con las mismas penas será castigado el que condujere un vehículo de motor o ciclomotor bajo la influencia de drogas tóxicas, estupefacientes, sustancias psicotrópicas o de bebidas alcohólicas. En todo caso será condenado con dichas penas el que condujere con una tasa de alcohol en aire espirado superior a 0,60 miligramos por litro o con una tasa de alcohol en sangre superior a 1,2 gramos por litro.” “Artículo 380. 1. El que condujere un vehículo a motor o un ciclomotor con temeridad manifiesta y pusiere en concreto peligro la vida o la integridad de las personas será castigado con las penas de prisión de seis meses a dos años y privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores por tiempo superior a uno y hasta seis años. 2. A los efectos del presente precepto se reputará manifiestamente temeraria la conducción en la que concurrieren las circunstancias previstas en el apartado primero y en el inciso segundo del apartado segundo del artículo anterior.” A diferencia del cacheo, las diligencias de pruebas alcoholométricas presentan un marco legal muy detallado: quiénes la pueden ejecutar y sobre quienes se ejecutan, los requisitos para la determinación de su medida; prevé también el modo de ejecución de las pruebas, así como el modo de proceder en caso de objeciones o negativas por parte del sujeto al que se le piensa aplicar la medida. En un primer momento, podría sostenerse que el marco normativo expuesto cumple a cabalidad el requisito de la previsión legislativa. Sin embargo, la doctrina pone en evidencia que distintos artículos tanto del “Texto 139 Aprobado por Ley Orgánica 10/1995, de 23 de noviembre. 37 articulado de la Ley sobre el tráfico, circulación de vehículos a motor y seguridad vial” como del “Reglamento general de circulación” no cumplen con la exigencia del artículo de la 81.1 de la CE140, pues, al tratarse de normas que regulan el desarrollo de los derechos fundamentales y libertades personales, debieron ser emitidas mediante Ley orgánica. Así, GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, respecto al art. 12.2 del Texto articulado, indica que la facultad de los jueces de ordenar análisis de sangre, orina u otros similares impone una restricción de los derechos a la integridad física y a la intimidad, por lo que debería estar contenido en una Ley orgánica141. Es por ello que considera que dicho artículo “carece de rango legal, y además ha incurrido en insconstitucionalidad por infringir el art. 81.1 CE: en definitiva, se trata de una norma reglamentaria inconstitucional que no puede ser aplicada por los jueces”142 En igual sentido nos podríamos pronunciar sobre la diligencia de prueba de alcoholemia en sí misma, debido a que, como veremos más adelante, esta diligencia supone per se una restricción a varios derechos fundamentales, por lo que su regulación, conforme a las prescripciones constitucionales, debió darse mediante Ley orgánica. Por otro lado, no nos parece suficiente aquel argumento que considera que el problema de la previsión legal se supera con la remisión al Código penal –específicamente los artículos 379 y siguientes– que sí ha sido aprobado mediante Ley orgánica143. Aún de aceptarse tal postura, el Código penal mostraría una deficiencia en cuanto a delimitación de la diligencia y establecimiento de requisitos para la determinación de la medida. De este modo, en función al requisito de la previsibilidad legal, se impone al legislador el deber dar solución a las deficiencias advertidas. Sin embargo, en un caso en concreto, el dictado de una prueba alcoholométrica no quiere decir que dicha prueba sea per se ilegítima, sino que su legitimidad se condicionará a la superación del juicio de proporcionalidad. 2.3. Requisitos 140 El art. 81.1 de la CE prescribe lo siguiente: “Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas (…)” 141 GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, citado por GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 117. 142 GONZÁLEZ-CUELLAR SERRANO, citado por GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 117. 143 GÓMEZ AMIGO considera que “la obligación de someterse a los controles policiales de alcoholemia y, eventualmente, a los análisis ordenados judicialmente se encuentra establecida por el art. 380 del Código Penal de 1995 (…), norma con rango de ley orgánica, lo que cubre, al menos formalmente, la exigencia de previsión legal de las medidas de intervención corporal”. GÓMEZ AMIGO, Las intervenciones corporales como diligencias de la investigación penal, p. 117. 38 Hemos ya indicado que las diligencias de pruebas alcoholométricas, al ser medidas de investigación corporal, recaen sobre el cuerpo de la persona (conductor de vehículo o bicicleta) a fin de analizar, por un lado, el aire espirado o, por el otro, la sangre extraída de su organismo. Ambas formas deben ser practicadas cumpliendo los requisitos establecidos por la ley, pues, solo así se impediría la afectación de los derechos fundamentales de las personas sometidas a estas diligencias, se superaría el juicio de proporcionalidad y, como consecuencia de todo ello, se legitimaría la injerencia (que la diligencia supone) en los derechos fundamentales de las personas (libertad, intimidad, integridad, etc.). Del marco normativo expuesto, en específico de los arts. 12.2 del Texto ordenado y 21 del Reglamento, se puede deducir que el fin constitucionalmente legítimo es la prevención y persecución del delito. Ello es así, pues en dichos artículos se establecen supuestos de prevención y de persecución de infracciones para la práctica de pruebas de alcoholemia. Estos supuestos son: a) Los controles preventivos, supuestos en los cuales la prueba de alcoholemia se practica a cualquier conductor que sea requerido por la autoridad a fin de detectar –con un fin preventivo– las posibles intoxicaciones por alcohol (21.d del Reglamento). En base a este supuesto, el Tribunal Constitucional indica que el sometimiento de estos controles no requiere la existencia de indicios de comisión de un delito144. b) Los accidentes de circulación, supuestos en los cuales la prueba de alcoholemia se practica a cualquier usuario de la vía o conductor implicado como directo responsable de un accidente (21.a del Reglamento). c) La presunción razonable de conducción bajo la influencia del alcohol, supuesto en el cual la prueba de alcoholemia se practicará al conductor del cual se presume que se encuentra con síntomas de haber consumido bebidas alcohólicas (21.b del Reglamento). d) La infracción de una norma del Reglamento general de circulación conocida mediante denuncia, supuesto en el cual la prueba de 144 El Tribunal Constitucional indica lo siguiente: “la verificación de la prueba que se considera supone, para el afectado, un sometimiento no ilegítimo desde la perspectiva constitucional, a las normas de policía, sometimiento al que, incluso puede verse obligado sin la previa existencia de indicios de infracción, en el curso de controles preventivos realizados por los encargados de velar por la regularidad y seguridad del tránsito”. STC 107/1985, de 7 de octubre (Fj. 3). 39 alcoholemia se practicará al conductor denunciado (21.c del Reglamento). Estos supuestos se presentan, entonces, como un requisito para que los agentes encargados de la vigilancia de tráfico puedan solicitar a los conductores o usuarios de las vías la práctica de la prueba de alcoholemia. A contrario, fuera de estos supuestos, se estaría actuando con manifiesta vulneración a los derechos fundamentales de los conductores o usuarios de las vías. Conjuntamente a estos requisitos, aparecen otros para la ejecución de la diligencia de prueba de alcoholemia; estos son: a) Los sujetos encargados de practicar estas diligencias son los agentes encargados de la vigilancia del tráfico (art. 22.1 del Reglamento). b) Los sujetos sobre los cuales puede recaer estas diligencias son los conductores de vehículos o bicicletas, o, en sus casos, los usuarios de las vías que ya hemos indicado en los supuestos anteriores (art. 21 del Reglamento). c) Los medios o instrumentos a emplear para el examen alcoholométrico, en el caso de espiración de aire, deben ser etilómetros oficialmente autorizados (22.1 del Reglamento). En el caso de análisis de sangre, orina u otro análogo, los exámenes (en cuanto al tipo y modo) serán practicados por el personal facultativo de un centro de salud que, luego, remitirán los resultados a las autoridades competentes (23.4 y 26 del Reglamento). En el caso de que los sometidos a la diligencia hayan sufrido algunas lesiones, dolencias o enfermedad que impida la práctica de las pruebas de alcohol, el medio o instrumento para la realización de la referida diligencia lo decidirá el personal facultativo del centro médico al que fue evacuado (22.2 del Reglamento) d) Durante el procedimiento de examen han de tenerse en cuenta algunas indicaciones: i) Si el resultado del primer examen fuera positivo y la presencia de alcohol se encuentre por encima de los límites permitidos o, aun no estando por encima de dichos límites, la persona presente síntomas evidentes de encontrarse bajo la influencia del alcohol, el agente le someterá a una segunda prueba para contrastar la primera (23.1 del Reglamento). 40 ii) Entre la primera y segunda prueba debe mediar como mínimo 10 minutos (23.2 del Reglamento). iii) En caso de que el interesado decida practicarse análisis de sangre, orina u otros análogos para contrastar los resultados, el agente garantizará un adecuado traslado al centro de salud más próximo (23.4 del Reglamento). iv) Durante el procedimiento, el examinador le informará al examinado que tiene derecho a) ser informado de los motivos de la realización de la segunda prueba de contraste de modo previo, b) controlar el espacio de tiempo de 10 minutos que han de separar a la primera prueba de la segunda, c) formular alegaciones u observaciones a los exámenes que se le practiquen, y d) contrastar los resultados obtenidos mediante análisis de sangre, orina u otros análogos que el personal facultativo del centro médico (al que sea trasladado) estime más adecuados. El cumplimiento de los requisitos y procedimiento indicados supondrían la superación del juicio o principio de proporcionalidad, por lo que la práctica de la diligencia de prueba de alcoholemia y la injerencia en los derechos fundamentales que ella supone serían legítimas. Debido a que las características del que ha ingerido alcohol pueden desaparecer rápidamente se permite la práctica de la diligencia de prueba alcoholométrica sin autorización judicial, pues se considera que se trata de una situación de urgencia. De este modo, las diligencias de prueba de alcoholemia, al igual que el cacheo, constituyen una excepción a la reserva jurisdiccional. En términos similares, el Tribunal Constitucional justifica la ejecución de estas medidas sin autorización judicial por razones de urgencia y necesidad: “Aunque ciertamente en estos supuestos la autoridad judicial no interviene siempre y en todo caso (las pruebas de detección de las posibles intoxicaciones por alcohol las llevan a cabo los Agentes encargados de la vigilancia del tráfico), este tribunal ha admitido la posibilidad de que ‘la Ley pueda autorizar a la policía judicial para disponer por acreditadas razones de urgencia y necesidad, la práctica de actos que comporten una simple inspección o reconocimiento o, incluso, una intervención corporal leve, siempre y cuando se observen en su práctica los requisitos dimanantes de los principios de proporcionalidad y razonabilidad (…). En los supuestos que ahora se analizan existe la habilitación legislativa (art. 12 LTSV), y también se dan las circunstancias de urgencia y necesidad, pues se trata de averiguar si el conductor está conduciendo bajo la influencia de estas sustancias y ello sólo puede apreciarse si la prueba se practica en el momento en que es requerido para ello; pues si se practicase esta prueba en 41 un momento posterior podría suceder que el efecto de estas sustancias hubiera ya desaparecido, con lo cual su práctica carecería de sentido”145. En cuanto a la asistencia del abogado defensor, así como hemos visto en los cacheos, la diligencia de la prueba de alcoholemia no supone una restricción a los derechos fundamentales de la persona, por lo que no existe un desequilibrio entre las partes que justifique la asistencia letrada para garantizar la igualdad entre las mismas. Un problema representa la negativa del sujeto a someterse a la práctica de alcoholemia. En estos supuestos, BANACLOCHE PALAO considera que la prueba alcoholométrica no se puede realizar coactivamente, es decir, en contra de la voluntad del sujeto146. No estamos de acuerdo con el citado autor, pues, aunque la negativa se sancione penalmente (como un delito contra la seguridad del tráfico previsto en el art. 380 del CP, el mismo que será castigado como desobediencia grave previsto en el art. 556 del mismo cuerpo normativo147), consideramos que no puede dejarse a discrecionalidad de un particular la potestad del Estado de prevenir y/o perseguir delitos, por lo que procedería la ejecución coactiva148, siempre que el uso de la fuerza para la ejecución coactiva de las medidas sea imprescindible, y que su forma de ejecución no resulte desproporcionada (atendiendo a las circunstancias del caso) 2.4. Sobre la afectación de derechos fundamentales Para empezar, es de destacar que este tipo de pruebas nunca han sido cuestionadas constitucionalmente por el Tribunal Constitucional149, sin perjuicio de ello deja la posibilidad de que su práctica pueda afectar alguna norma constitucional en un caso concreto. Al respecto, ha indicado lo siguiente: “En modo alguno se considera inconstitucional la previsión normativa de medios técnicos que permiten reconocer el grado de alcohol en sangre en los conductores de vehículos de motor. Ello sin perjuicio de que la utilización de estas pruebas puedan presentar aspectos de trascendencia constitucional”150. 145 STC 234/1997, de 18 de diciembre (Fj. 9). BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 161. En Tribunal Constitucional desarrolla una cuestionada y tácita obligación a someterse a las pruebas alcoholométricas indicando que rehusarse al sometimiento de ellas podría derivar en consecuencias negativas: “En modo alguno puede decirse que la determinación del grado de alcohol en sangre constituya una prueba anticonstitucional, sin perjuicio, naturalmente, del derecho del ciudadano a rehusar la sujeción a tal prueba y de soportar las consecuencias que del rechazo se puedan derivar, así como las presunciones que en ello se puedan fundar”. ATC 62/1983, de 16 de febrero (Fj. 2). 147 DE PERAY BARJÉS, en La actuación de la policía judicial en el proceso penal, p. 208. 148 BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 161. 149 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 261. 150 STC 107/1985, de 7 de octubre (Fj. 2 y 3). 146 42 Sobre la afectación del derecho a la libertad ambulatoria, hay que tener en cuenta que si bien la diligencia supone la detención del conductor, ello no supone una ilegítima injerencia en su libertad ambulatoria, pues se trata de una medida acorde a la situación y, además. la detención solo será por el tiempo imprescindible para la realización de la medida. Al igual que en la diligencia del cacheo, esta detención no puede ser equiparada con la detención recogida en los arts. 490 y ss. de la LECrim, con lo que se deja expuesto que la injerencia en el derecho a la libertad es mínima. No hay que olvidar tampoco que su práctica se justifica en un fin superior: la prevención y seguridad vial. Respecto al derecho a la integridad física, PÉREZ MARÍN siguiendo la doctrina del Tribunal Constitucional indica que este derecho no se vería afectado: a) siempre que su ordenación y práctica sea conforme a la ley, es decir, que se cumpla con los supuestos y requisitos que ya hemos visto para la su ordenación; b) que la intromisión corporal que supone la realización de las pruebas alcoholométricas sea mínima o leve, de modo que no suponga un riesgo para su salud (esto en los casos de análisis de sangre o en el supuesto de que por lesiones, dolencias o enfermedad no se pueda practicar ningún examen de detección de alcohol, en donde, los medios para dicha detección deben ser fijadas por el personal facultativo de un centro de salud; y c) la práctica de la misma no debe suponer un trato inhumano y degradante151. En lo que respecta al principio de la presunción de inocencia. Debido a que los efectos del estado etílico desaparecer rápidamente no es posible la intervención judicial ni existe la posibilidad de reproducirlo en juicio oral, de ahí la importancia de que su práctica sea realizada con el máximo respeto a las garantías previstas por las normas, pues este elemento probatorio sólo puede obtenerse en un único momento: cuando se realiza la prueba alcoholométrica (prueba preconstituida)152. Sólo si se respetan los derechos fundamentales (mediante el cumplimiento de los requisitos y procedimientos establecidos en la ley) se puede entender que los actos de investigación han podido recabar elementos probatorios lícitos que, al ser ingresados al proceso, son potencialmente eficaces para desvirtuar la presunción de inocencia. A contrario, si una sentencia condenatoria se fundamenta en un elemento probatorio obtenido ilícitamente se habrá afectado la presunción de inocencia. 151 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, pp. 96-99. PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, p. 258. Asimismo, BANACLOCHE PALAO, en Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, p. 161. 152 43 Sobre el derecho a la no autocriminación o el de no declarar, resulta bastante aclaratoria la sentencia 161/1997, por la cual el Tribunal Constitucional explica que las diligencias de prueba de alcoholemia no constituyen verdaderas declaraciones, y que el resultado del mismo, al ser incierto (pues no se sabe si serán en beneficio o perjuicio), no podría sustentar una incriminación o, por lo menos, no estaría predispuesto a ello153. Así, indica: “La STC 103/1985 afirmaba que ‘el deber de someterse al control de alcoholemia no puede considerarse contrario al derecho a no declarar, a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable, pues no se obliga al detectado a emitir una declaración que exteriorice un contenido, admitiendo su culpabilidad, sino a tolerar que se le haga objeto de una especial modalidad de pericia, exigiéndole una colaboración no equiparable a la declaración comprendida en el ámbito de los derechos proclamados en los arts. 17.3 y 24.2 de la Constitución’”154. “como indican el prefijo y el sustantivo que expresan la garantía de autoincriminación, la misma se refiere únicamente a las contribuciones de contenido directamente incriminatorio”155 “Las pruebas de detección discutidas, ya consistan en la espiración de aire, ya en la extracción de sangre, en el análisis de orina o en un examen médico, no constituyen actuaciones encaminadas a obtener del sujeto el reconocimiento de determinados hechos o su interpretación o valoración de los mismos, sino simples pericias de resultado incierto que, con independencia de que su mecánica concreta no requiera sólo un comportamiento exclusivamente pasivo, no pueden catalogarse como obligaciones de autoincriminarse, es decir, como aportaciones o contribuciones del sujeto que sostengan o puedan sostener directamente, en el sentido antes dicho, su propia imputación penal o administrativa”156 IV. Jurisprudencia 1. STS 5958/2008, de 30 de octubre 1.1. Hechos relevantes El 01 de abril de 2005, José María sufre quemaduras producto de un accidente automovilístico. Mientras se encontraba hospitalizado en la unidad de grandes quemados del Hospital Universitario de Getafe expulsó por el ano una cápsula de plástico que contenía 452 sellos impregnados de dietilamina del ácido lisérgico (LSD) con un peso total de 39.8 miligramos. 153 PÉREZ MARÍN, Inspecciones, registros e intervenciones corporales, pp. 91-95. STC 161/1997, de 2 octubre (Fj. 4). 155 STC 161/1997, de 2 octubre (Fj. 6). 156 STC 161/1997, de 2 octubre (Fj. 7). 154 44 La Audiencia Provincial de Madrid falló condenándolo como autor del delito contra la salud pública al considerar que, por la cantidad, el acusado se proponía hacerlo llegar al consumo ilegal. Ante ello, interpone recurso de casación. 1.2. Problemática n.o 1 Se alega la vulneración de los derechos a la integridad física (art. 15 CE) y a la intimidad personal (18.1 CE). Indican que la prueba en su contra fue obtenida de forma ilícita. De este modo, se habría afectado su derecho a la inviolabilidad de la persona al no tener consentimiento del titular y, por ello, también su derecho a la intimidad. El Tribunal rechaza la alegación de la vulneración de los dos derechos mencionados bajo los siguientes argumentos: a) Las intervenciones corporales comprenden “cualquier tipo de intervención en el cuerpo humano sin contar con el consentimiento de la persona afectada, siempre que pueda realizarse sin riesgo para la salud o integridad física, y que respondan a razones de gravedad y proporcionalidad” como los análisis de sangres, cacheos policiales, expiración del aire en test de alcoholemia, reconocimientos médicos, registros anales o vaginales, recogidas de muestras (para obtener ADN o determinar la adicción a las drogas), etc. b) Las intervenciones corporales pueden afectar derechos a la intimidad, libertad o integridad física en caso de que no supere el juicio de proporcionalidad. Puede restringir los derechos (pues no son absolutos) siempre que concurran razones de interés general, gravedad y proporcionalidad (como sería una investigación de un delito grave y esté autorizado por una norma legal). c) En el caso en concreto, el Tribunal ha considerado que “en nada ha sido vulnerado el derecho a la integridad física ni la intimidad del acusado, ya que por razones médicas aconsejaban extraer, como así se hizo por un facultativo, el objeto que estaba expulsando espontáneamente el acusado cuando se encontraba sedado, objeto del que se apercibieron las enfermeras que le curaban las quemaduras sufridas en un accidente de tráfico”. Indica que se trató de una intervención corporal leve, proporcionada y aconsejada por las circunstancias concurrentes 1.3. Problemática n.o 2 45 Se alega la afectación del derecho a la presunción de inocencia (art. 24.2 CE). El condenado cuestiona la validez de la prueba de cargo obtenida, pues, a su juicio, se habría obtenido afectando los derechos a la integridad física e intimidad del acusado. El Tribunal rechaza el argumento por los siguientes fundamentos: a) Se remite a los fundamentos anteriores para indicar que no se afectaron los derechos aludidos, por lo que la prueba de cargo fue obtenida lícitamente. Por tanto, puede ser valorada. b) La prueba de cargo obtenida (LSD, en altas cantidades) acredita que no era para consumo propio y, por reglas de la lógica y de la máxima de la experiencia, contrarresta la presunción de inocencia. 2. STC 207/1996, de 16 de diciembre 2.1. Hechos relevantes Ante el Juzgado de Instrucción n.o 1 de Roquetas de Mar se sigue una investigación por varios delitos contra la salud contra distintas personas. Dos de los encausados declararon que Jesús Belluga López (que era Guardia Civil y había sido, en ese entonces, Jefe del Grupo de Policía Judicial) otorgaba protección a diversas personas relacionadas con el mundo del tráfico de estupefacientes a cambio de percepción de cocaína. Se le toma la declaración a Jesús Belluga López (JBL, en adelante) como imputado del delito de cohecho y contra la salud pública. Niega los hechos y manifiesta estar dispuesto a realizarse un análisis para verificar si es consumidor de cocaína. Se acordó una diligencia para cortar mechones de cabello de diferentes partes de la cabeza y la totalidad de vello de las axilas a fin de determinar si es consumidor habitual, ocasional o si con anterioridad lo consumió. Sin embargo, no acude a la diligencia. Lo vuelven a citar y aquel día presenta un escrito expresando su negativa a someterse a la prueba alegando que el consumo es impune y que el modo de realización de la prueba afectaba su intimidad. El juzgado modifica la modalidad a solo cortar el vello de sus axilas en su totalidad. El abogado se presenta el día programado indicando que su cliente no quería someterse. 46 El Juzgado dicta un auto precisando otra vez el corte de pelo y del vello de las axilas para determinar si es consumidor. Indica que este modo de proceder no afecta derecho a la dignidad, integridad física e intimidad, pues los derechos no son absolutos y que la intromisión asegura la defensa del interés público (obtener pruebas necesarias para averiguación de delitos) por lo que es justificado y proporcionado. Se interpone un recurso de reforma, indicando afectación a la intimidad y presunción de inocencia. El Juzgado desestima el recurso indicando una vez más que el modo de proceder carece de relevancia para afectar la intimidad, la propia imagen y la dignidad de la persona. Señala, además, que es importante la realización de cortes de cabellos y vellos de las axilas para el esclarecimiento de los hechos investigados. Se interpone un recurso de queja, el mismo que es desestimado por Audiencia Provincial de Almería. En el proceso, se dictó auto de procesamiento en contra de JBL junto con otras 23 personas por delito de cohecho y prevaricación. Se interpone una demanda de amparo contra el auto del Juzgado por la cual se analiza si el requerimiento para soportar una intervención corporal supone afectación al derecho a la intimidad (invocado en la demanda) y a la integridad física (sugerido por el Tribunal Constitucional). Hubo también un desistimiento por parte del procesado respecto al argumento de la afectación del derecho a la presunción de inocencia 2.2. Problemática n.o 1 Se alega que el corte de cabello y la totalidad del vello de sus axilas afectan el derecho a la integridad. El Tribunal considera que la medida adoptada produce una injerencia en el derecho a la integridad física bajo los siguientes fundamentos: a) Mediante “el derecho a la integridad física lo que se protege es el derecho de la persona a la incolumidad corporal, esto es, su derecho a no sufrir lesión o menoscabo en su cuerpo o en su apariencia externa sin su consentimiento. El hecho de que la intervención coactiva en el cuerpo pueda suponer un malestar (esto es, producir sensaciones de dolor o sufrimiento) o un riesgo o daño para la salud supone un plus de afectación, mas no es una condición sine qua non para entender que existe una intromisión en el derecho fundamental a la integridad física”. b) En el caso en concreto, señala que el corte de pelo de varias partes de la cabeza y corte total del vello de las axilas es una intervención 47 corporal leve. Teniendo en cuenta, en primer lugar, la modalidad de la intervención, y, en segundo lugar, que la diligencia es imperativa y no hay consentimiento del sujeto, se considera que la referida intervención “ha incidido en el ámbito constitucionalmente protegido de su derecho fundamental a la integridad física, siquiera sea de una manera leve, pues, (…) la afectación de este derecho no presupone necesariamente la existencia de un riesgo o lesión para la salud de la persona”. Sin embargo, indica que dejará para más adelante el análisis sobre la legitimidad de la injerencia. Es decir, verificará si la medida adoptada es proporcional en función al interés público que se pretende alcanzar. 2.3. Problemática n.o 2 Se alega que el corte de cabello y la totalidad de una axila afectan el derecho a la intimidad corporal y la intimidad personal. El Tribunal constitucional considera que no se afecta el derecho a la intimidad corporal, pero sí a la intimidad personal. a) No se afecta la intimidad corporal. La intimidad constitucionalmente protegida no es coextenso con la realidad física del cuerpo humano, sino que es un concepto cultural. De acuerdo al criterio dominante en la cultura, el corte de cabello y vello de las axilas no afecta el derecho a la intimidad. b) Sí se afecta la intimidad personal (concepto que engloba a la intimidad corporal). “la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de los demás. necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad mínima de la vida humana”. “el derecho a la intimidad personal, en cuanto derivación de la dignidad de la persona (art. 10.1 C.E.), implica "la existencia de un ámbito propio y reservado frente a la acción y el conocimiento de los demás, necesario, según las pautas de nuestra cultura, para mantener una calidad mínima de la vida humana" (…), y referido preferentemente a la esfera, estrictamente personal, de la vida privada o de lo íntimo”. c) “las intervenciones corporales, pueden conllevar asimismo, no ya por el hecho en sí de la intervención (…), sino por razón de su finalidad (por lo que a través de ellas se pretenda averiguar), una intromisión añadida en el ámbito constitucionalmente protegido del derecho a la intimidad personal” 48 d) En el caso en concreto, el Tribunal señala lo siguiente: “a través de un análisis del cabello, se pretende averiguar si el imputado en un proceso penal es "consumidor de cocaína u otras sustancias tóxicas o estupefacientes, y el tiempo desde que lo pudiera ser", puesto que, con independencia de la relevancia que ello pueda tener a los fines de la investigación penal, y, por tanto, de su posible justificación (que se examinará posteriormente), no cabe por menos que admitir que una pericia acordada en unos términos objetivos y temporales tan amplios supone una intromisión en la esfera de la vida privada de la persona, a la que pertenece, sin duda, el hecho de haber consumido en algún momento algún género de drogas, conducta que, si bien en nuestro ordenamiento es en sí misma impune, ello no obstante, el conocimiento por la sociedad de que un ciudadano es consumidor habitual de drogas provoca un juicio de valor social de reproche que lo hace desmerecer ante la comunidad, por lo que la publicidad del resultado pericial afectaría al ámbito constitucionalmente protegido del derecho a la intimidad personal”. “La incidencia en el derecho a la intimidad personal se acentúa (…) por la condición de Guardia Civil del imputado (…), dado que, si los resultados de la misma fueran positivos (…) podría acarrearle eventualmente responsabilidades de tipo disciplinario” 2.4. Verificación si la medida es justificada objetiva y razonable: juicio de proporcionalidad El Tribunal considera que el análisis de la proporcionalidad debe cumplir con ciertos requisitos: “que la medida limitativa del derecho fundamental esté prevista por la Ley, que sea adoptada mediante resolución judicial especialmente motivada, y que sea idónea, necesaria y proporcionada en relación con un fin constitucionalmente legítimo”. En caso de afectación a la integridad física se agregan otros presupuestos: “la práctica de la intervención sea encomendada a personal médico o sanitario, la exigencia de que en ningún caso suponga un riesgo para la salud y de que a través de ella no se ocasione un trato inhumano o degradante (STC 7/1994, fundamento jurídico 3º)”. En el caso en concreto, el Tribunal analiza los requisitos y considera que no se han cumplido todos por lo que estima la demanda de amparo. Para arribar a esta conclusión expresó lo siguiente: a) Los preceptos de la LECrim (art. 339 y 311) que fundamentaron legalmente la intervención no es suficiente para limitar derechos fundamentales. No respaldan legalmente la ordenación de la extracción coactiva de dichos elementos de la persona del imputado. 49 b) No se cumple con el presupuesto del principio de proporcionalidad de “necesidad”. “[P]ara que tal exigencia concurra en una determinada medida limitativa de los derechos fundamentales es preciso que su adopción se revele objetivamente imprescindible para el aseguramiento de un bien o interés constitucionalmente relevante [la defensa del interés público que se pretende defender mediante el ejercicio del «ius puniendi»]”. “En suma, pues, una medida de instrucción penal restrictiva de los derechos fundamentales habrá de reputarse necesaria cuando de su resultado pueda depender el ejercicio del "ius puniendi", lo que tan solo acontecerá cuando su puesta en práctica permita acreditar, desde un punto de vista objetivo, la existencia de alguno o algunos de los hechos constitutivos del tipo delictivo objeto de investigación y, desde el subjetivo, la participación del imputado en los mismos”. Dado los delitos (cohecho y delito contra la salud y, luego, en el auto de procesamiento, cohecho y prevaricación), “la finalidad perseguida por la intervención corporal acordada por la autoridad judicial (que es únicamente la de "determinar si Jesús Belluga López es consumidor de cocaína, u otras sustancias tóxicas o estupefacientes, y si fuera adicto a las mismas sustancias mencionadas, el tiempo desde que lo pudiera ser"), desvela que la citada medida no resulta objetivamente imprescindible para acreditar la existencia de los hechos delictivos investigados, ni la comisión de los mismos por el imputado”. El resultado de la diligencia no sería suficiente para acreditar su participación en el hecho delictivo ni para fundamentar una sentencia condenatoria por cohecho y prevaricación. c) La medida no es proporcional en función a lo que se pretende investigar: “al ordenar que el informe pericial se remonte a "el tiempo desde que (el recurrente) lo pudiera ser (consumidor)" -lo que, en puridad, abarca toda su vida-, como al requerir que dicho informe comprenda el consumo "de cocaína u otras sustancias tóxicas o estufacientes" -y no sólo el de cocaína, que es la única sustancia que se sospecha pudo haber recibido como dádiva en el delito de cohecho que le es imputado-, incurren en una notoria desproporción entre el alcance que otorgan a la medida de intervención corporal y los resultados que se pretenden obtener con su adopción, razón por la cual dicha medida se revela, en este punto, lesiva del derecho a la intimidad del demandante de amparo”. V. CONCLUSIONES 50 Las intervenciones o, mejor dicho, las investigaciones corporales son medidas restrictivas de derechos fundamentales que, en concreto, constituyen injerencias sobre el cuerpo de las personas que se practican con el fin de descubrir elementos o datos que permitan esclarecer unos hechos de naturaleza delictiva (cómo acontecieron y quienes participaron) que vienen siendo investigados a nivel preliminar-policial o judicial. La adopción de las medidas de investigación corporal supone necesariamente la restricción de varios derechos fundamentales (libertad, integridad, intimidad, dignidad, entre otros). Estas restricciones serán legítimas siempre que dichas medidas se practiquen cumpliendo determinados requisitos y procedimientos. Debido a la deficiente regulación que presenta el ordenamiento español en materia de medidas de investigación corporal, la doctrina y jurisprudencia han elaborado unos requisitos que son de obligatorio cumplimiento para todas las medidas de investigación corporal. El primero se centra la búsqueda de un fin constitucionalmente legítimo que, para el presente caso, sería el interés del Estado de investigar y perseguir delitos. El segundo es el de la legalidad, mediante el cual se exige que toda investigación que tenga como objeto el cuerpo de una persona debe encontrarse regulada de manera completa (calidad de la previsión legislativa) por ley orgánica. El tercero es la proporcionalidad, por la cual la medida adoptada debe ser idónea, necesaria y proporcional en función al fin que se pretende alcanzar. El cuarto es el de la jurisdiccionalidad, según el cual se exige que toda medida sea emitida por un órgano jurisdiccional. El quinto se sustenta en la motivación de las resoluciones que, para el caso de las medidas de investigación corporal, debe ser una motivación especial; no basta indicar la sola ratio decidendi de la decisión adoptada, sino que, además, es necesario señalar el razonamiento seguido el Juez para determinar que la medida ha superado el juicio de proporcionalidad. Un vacío se genera en torno al consentimiento del sujeto sometido a estas prácticas. Al respecto, consideramos que las medidas de investigación corporal son obligatorias, por lo que puede ordenarse su ejecución de forma coactiva (es decir, aún en contra del que se encuentra sometido a la diligencia) siempre y cuando sea imprescindible, su forma de ejecución no resulte desproporcionada (atendiendo a las circunstancias del caso) y siempre que se traten de diligencias que no requieran la colaboración activa del imputado. No es justificable dejar la decisión de perseguir y/o prevenir los delitos a la discrecionalidad de un particular. No debemos olvidar además que la decisión de adoptar medidas coactivas se condice con el deber de todo ciudadano de colaborar con los poderes públicos en el ejercicio de sus funciones. Por otro lado, la presunción de inocencia, en su manifestación de regla de prueba, exige que toda sentencia condenatoria se fundamente en pruebas que hayan sido 51 obtenidas respetando todos las garantías que exige la ley y la Constitución. Caso contrario, se vulneraría manifiestamente la presunción de inocencia. Siendo ello así, se convierte en un imperativo para las autoridades competentes la realización de las diligencias de investigación corporal, como son los casos de los cacheos y pruebas de alcoholemia, con las máximas garantías y respeto a los derechos fundamentales de las personas a fin de garantizar la obtención lícita de los resultados de las diligencias. Solo así se podrían introducir estos resultados al proceso para que, luego de ser actuados y valorados, y de ser el caso, puedan fundamentar una sentencia condenatoria. Y solo así se habría respetado la presunción de inocencia en toda su magnitud. El respeto a las garantías y los derechos fundamentales a las que hacemos referencia se traducen en el cumplimiento de los requisitos y presupuestos de las medidas de investigación corporal, tanto las genéricas (fin constitucionalmente legítimo, legalidad, proporcionalidad, jurisdiccional y motivación de las resoluciones), como las específicas (según cada diligencia de investigación corporal en particular). En resumen, si las medidas de investigación corporal suponen per se una injerencia en los derechos fundamentales de las personas, el cumplimiento de los requisitos y procedimientos establecidos –por ley o jurisprudencialmente– hacen legítimas dichas injerencias, por lo que constituirían prueba lícitamente obtenida y, de este modo, tendrían la potencialidad de justificar una sentencia condenatoria en claro y manifiesto respeto a la presunción de inocencia. VI. BIBLIOGRAFÍA ARAGONESES MARTÍNEZ, Sara, “El sumario (II)”, en DE LA OLIVA SANTOS / ARAGONESES MARTÍNEZ / HINOJOSA SEGOVIA / MUERZA ESPARZA / TOMÉ GARCÍA, Derecho procesal penal, 8.a ed., Madrid (Ramón Areces), 2007. BANACLOCHE PALAO, Julio, “Capítulo VI: Las diligencias de investigación restrictivas de los derechos fundamentales”, en BANACLOCHE PALAO / ZARZALEJOS NIETO, Aspectos fundamentales de Derecho procesal penal, Madrid (La Ley), 2010. 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