de Goldberg, el Portal de la música antigua - magazine nº 34 LAS PASIONES: VERSIONES Y PROBLEMAS Por Daniel R. Melamed. Traducido por José Luis Gil Aristu Las versiones musicales de J. S. Bach sobre el relato de la Pasión, que se acercan ya a su tricentenario, han llegado a resultarnos íntimamente conocidas gracias a las docenas de grabaciones existentes y a las incontables interpretaciones de que han sido objeto. Sin embargo, a pesar de esa familiaridad, las Pasiones bachianas plantean cuestiones y problemas debidos, en gran parte, a la lejanía temporal y contextual existente entre esas obras y nosotros. Estudios e investigaciones académicas recientes han abordado dichas cuestiones, y el oyente interesado puede escuchar cómo se reflejan tales interrogantes en algunas buenas grabaciones del repertorio de las Pasiones del compositor alemán aparecidas últimamente. Versiones múltiples de una obra “única” Muchas de las composiciones se nos han transmitido en múltiples versiones, lo que ha obligado a los editores a encarar el problema de la identidad de la “obra”. Aunque dicho problema se plantea en un primer momento como cuestión filosófica –¿qué define exactamente a una obra de música?–, no tarda en convertirse en un asunto práctico –si una obra se conoce bajo varias formas diferentes, ¿qué deberá publicar el editor, y que habrá de ofrecernos el intérprete? –. Esta cuestión tiene una especial importancia en la Pasión según san Juan de J. S. Bach. La asignación de un número concreto de catálogo (BWV 245) por Wolfgang Schmieder confirma la sensación mayoritaria de que se trata, realmente, de una obra identificable como la Pasión según san Juan. Pero la situación es más complicada: existen múltiples Pasiones según san Juan; unas son recuperables, y otras no, y en función de cómo se defina el concepto de versión, habrá algunas que no puedan considerarse como tales. La comprensión de este problema requiere ciertos conocimientos acerca de las fuentes que han transmitido la obra de Bach. La Pasión según san Juan nos es conocida, ante todo, por un gran cúmulo de partituras vocales e instrumentales utilizadas por el maestro en sus diversas ejecuciones. Se constata la existencia de cuatro estratos, cada uno de los cuales representa una interpretación diferente del resto: las versiones I (1724, primera presentación de la Pasión, en Leipzig), II (1725), III (c. 1732) y IV (c. 1749, cerca ya del final de la vida de Bach). Los estratos de las partituras y las ejecuciones que representan nos llevan a pensar en una definición funcional y práctica de “versión” de la Pasión según san Juan: una forma de la obra tal como fue interpretada bajo la dirección de Bach y según se documenta en un juego de particelas. En la práctica, la cosa no es tan sencilla, pues lo que se ha conservado no son cuatro juegos completos de voces sino, más bien, ejemplares sueltos de las partituras escritas para la Versión I (el resto se ha perdido); el núcleo del material guardado proviene de la Versión II, representada por un juego prácticamente completo. Bach no escribió nuevas partituras para las versiones III o IV, sino que se limitó a anotar las de la Versión II. Una versión no corresponde, por tanto, necesariamente a un juego de particelas, sino al estado de dicho juego en un momento determinado. Aunque se ha perdido la partitura completa, disponemos de una copia manuscrita por el propio Bach iniciada a finales de la década de 1730, aunque no llegó a completarla y dejó la tarea en manos de un copista que la finalizó unos años más tarde. El ayudante efectuó una copia fiel de la sección que le correspondió, pero Bach, no contento al parecer con copiar sin más una música que había compuesto casi quince años antes, revisó la obra a medida que escribía introduciendo cambios, como era costumbre en él, en los diez primeros movimientos. Esta partitura representa, pues, una revisión de la Pasión según san Juan efectuada por el propio compositor, y podría decirse que se trata de una versión más de la obra. Pero estas revisiones no se escucharon nunca en vida de Bach, ya que las nuevas lecturas no llegaron a plasmarse en ninguna de las partituras orquestales utilizadas por el compositor, ni siquiera en las de la Versión IV, ejecutada después de la realización de la revisiones. Al margen de que consideremos o no la música de la última partitura como una auténtica versión, disponemos de un cúmulo de posibilidades para interpretar la Pasión según san Juan. La versión conocida por la mayoría de los oyentes actuales se parece a la I (1724). Comienza con el coro “Herr, unser wohl” (en realidad, un aria coral, cuyo texto es paráfrasis poética de un salmo), y concluye con el aria coral “Ruht wohl” y una versión sencilla del coral “Ach Herr, lass dein lieb Engelein”. Entre los movimientos a modo de comentario distribuidos a lo largo del relato incluye varios recitativos sin acompañamiento y arias. Cuando Bach ejecutó la Versión II en 1725 sustituyó el poético coro inicial por una compleja composición coral, “O Mensch, bewein dein Sünde gross”, el mismo movimiento que cerraría la primera mitad de la Pasión según san Mateo en 1736. Asimismo, el coral final de la Pasión fue reemplazado por otro distinto, “Christe, du Lamm Gottes”, con música tomada de una cantata interpretada en la audición dada por Bach en Leipzig en 1723. Bach añadió o sustituyó, además, algunas de las arias de la obra para solista; el número total de arias nuevas asciende a tres. Los textos hacen especial hincapié en imágenes apocalípticas y ofrecen otros puntos de vista acerca del significado de la Pasión, haciendo de la obra algo esencialmente distinto, al menos desde una perspectiva teológica. En la Versión III, de c. 1732, Bach recuperó el coro inicial y algunos números para solista de la I, pero sustituyó un aria por otra y reemplazó otra más por una sinfonía instrumental (actualmente perdida). La Versión IV, realizada unos años más tarde, fue en esencia una vuelta a la I, aunque sabemos que Bach añadió un contrafagot a la orquesta y utilizó un clave en lugar del órgano. También introdujo en algunos movimientos poéticos textos revisados, que algunos comentaristas han calificado de más racionalistas que los de las primeras versiones. La mayoría de las grabaciones de la Pasión según san Juan, que siguen una influyente edición, ofrecen una versión mixta que acude a las lecturas revisadas de la primera sección (la parte copiada por Bach en su nueva partitura), complementadas con lecturas de la Versión IV –pero sin los textos revisados de la misma–, más unas pocas reelaboraciones de arias tomadas de las versiones II y III. Desde el punto de vista más estricto no se trata, por supuesto, de una versión sino, más bien, de un pasticcio moderno. Las grabaciones recientes han comenzado a ofrecer versiones unitarias de la Pasión según san Juan. La Versión II (1725) aparece en una de las dirigidas por Philippe Herreweghe (HMC 901748.49). Otra grabación, a cargo de Masaaki Suzuki (BIS CD-921/922), ofrece la Versión IV (1749, con un continuo del clave) y añade las tres arias de la Versión II a modo de apéndice. La dirigida por Kenneth Slowik (Smithsonian ND 0381, acompañada de un folleto especialmente valioso) nos transmite una versión mixta, pero incluye también los movimientos sustitutivos de la Versión II, y lo hace de modo que permite programar el lector de CD para que reproduzca en orden las piezas de esta versión, eliminando así las lecturas originales de los números 1-10. Junto a éstas, ya lo hemos dicho, los oyentes cuentan con un gran número de “Pasiones según san Juan” entre las que poder elegir, en todos los sentidos de la expresión. Formaciones vocales e instrumentales en Bach Pocas cuestiones relativas a la música del siglo XVIII han suscitado tanto interés como las relativas al tamaño y composición de las formaciones vocales en Bach. Lo habitual hoy en día es escuchar agrupaciones no sólo más numerosas que las utilizadas por el compositor, sino organizadas y desplegadas, además, de manera muy distinta. Nuestra tradición interpretativa ha heredado el empleo de grandes coros (y orquestas equiparables), así como una neta distinción entre la función de los solistas vocales y los miembros del coro. Acostumbramos a dividir a los cantantes en dos categorías, es decir, miembros del coro y solistas. En tiempos de Bach había también dos tipos de cantantes, pero la distinción entre ellos se realizaba de distinta manera. La principal categoría de cantante del siglo XVIII, la de los llamados “concertistas”, era esencial para la ejecución de una obra vocal-instrumental. En una interpretación corriente había un concertista para cada registro. Un tiple concertista era, por ejemplo, responsable de toda la voz superior y cantaba todos los recitativos y arias de su ámbito. Los concertistas contratenor, tenor y bajo se encargaban de manera similar de la música de su respectivo registro. Pero cada uno de estos cantantes se hacía así mismo cargo de su voz en las piezas de conjunto, que exigían la intervención simultánea de tiple, contratenor, tenor y bajo. Esas piezas, en las que era característica también la participación de todos los instrumentos o de la mayoría de ellos, solían hallarse sobre todo al comienzo o final de una cantata de iglesia o alguna pieza similar, y el nombre dado en el siglo XVIII a este tipo de movimiento era el de “coro”. En este sentido, un coro es un movimiento que requiere la participación de todas las voces, acompañadas también, por lo general, por todos los instrumentos. Los movimientos de esas características son coros, incluso aunque los ejecuten únicamente esos cuatro cantantes –no requieren grandes conjuntos como los que solemos asociar a esa palabra–. Una obra como la Pasión según san Juan podía ser interpretada (y, al parecer, lo era en algunas ocasiones) sólo por esos cuatro cantantes principales, que ejecutaban independientemente los números solistas y funcionaban como grupo en los coros. El director, sin embargo, podía decidir añadir más cantantes, conocidos como “ripienistas” (la otra categoría de vocalistas del siglo XVIII). Estos cantantes no tenían números musicales propios, pero se unían a los concertistas a modo de refuerzo en algunos números indicados. Lo característico en una Pasión o cantata sacra de Bach, por ejemplo, era que cantasen los coros y corales –y sólo estos movimientos– y dejaran las arias y recitativos para los concertistas. Es fundamental entender que los pasajes corales eran cantados tanto por los concertistas como por los ripienistas –los concertistas seguían cantando aunque se les unieran los cantantes del ripieno–. Así, los concertistas cantaban todo, y los ripienistas, a quienes no se encomendaban partes independientes, se limitaban a doblar a los concertistas cuando se les requería. Si sabemos que la manera de actuar de Bach en su música de iglesia era ésa, es porque se nos han conservado muchas de sus particelas originales; su diseño da a entender, además, con bastante evidencia, que estaban destinadas a un número de cantantes relativamente reducido e incluido en una de esas dos categorías. Por lo que respecta a las versiones conservadas de las Pasiones de Bach, disponemos de una colección especialmente rica de partituras que nos presentan un cuadro claro de las interpretaciones dirigidas por el propio compositor. Para la Pasión según san Juan, por ejemplo, preparó cuatro particelas vocales principales que contienen en esencia toda la música de cada uno de los registros: una para tiple, que incluye las arias para esta voz y las líneas de tiple de todos los coros y corales; otra para contratenor, con material equivalente para su ámbito (arias, coros y corales); una tercera para tenor (con el rótulo de “Tenore Evangelista”), que comprende toda la música de su registro, incluida la línea de tenor de coros y corales, las arias para tenor y los recitativos que transmiten las palabras del evangelista en esa voz; y otra más para bajo (“Basso Jesus”), con casi toda la música de la extensión vocal del bajo, incluidas las palabras de Jesús. Son las particelas para cuatro concertistas vocales que, en esencia, asumían todo el peso de la obra. Unas pocas partituras breves ofrecen los papeles cortos de personajes característicos, pero están marcadas con la acotación de guardar silencio en los demás movimientos. Bach preparó, además, cuatro partituras adicionales que contenían las voces de coros y corales. Son las destinadas al ripieno, cuya función consistía en reforzar el sonido en ciertos movimientos. Algunas pruebas internas permiten ver que cada una de ellas estaba pensada para ser utilizada por un solo cantante, lo que indica que en las interpretaciones de la Pasión según san Juan dirigidas por Bach se utilizaron unos diez cantantes: cuatro principales, cuatro voces adicionales para coros y corales, y dos más para ciertos papeles breves. La Pasión según san Mateo, famosa por sus dobles coros y orquesta, está organizada, en realidad, de manera muy similar. Para esta obra, Bach preparó igualmente cuatro partituras vocales principales, una de ellas para un tenor que canta las palabras del Evangelista, y otra para un bajo que interpreta las de Jesús. Como en la obra anterior, estas cuatro partituras contienen toda la música de sus respectivos ámbitos: coros, corales, recitativos y arias. En la Pasión según san Mateo hay también cuatro partituras adicionales para otros cuatro cantantes. En muchos movimientos, los cantantes que las utilizaron fueron esencialmente ripienistas, aunque en esta obra formaron asimismo el Coro 2 (los cantantes principales constituían el Coro 1) y les fueron asignadas además algunas arias. Esto significa que, en la Pasión según san Mateo, Bach pidió a sus cantantes adicionales hacerse cargo de algunas secciones musicales independientes y no limitarse a doblar a los cantantes principales. Esta distribución no se suele reflejar en las interpretaciones y grabaciones modernas, que acostumbran a recurrir a un solo cantante de arias para cada registro. En general, las interpretaciones de la Pasión según san Mateo dirigidas por Bach requerían ocho cantantes (que constituían los Coros 1 y 2 y cantaban la música para solistas), junto con unos pocos más para los papeles breves y las melodías de himnos en los movimientos inicial y final de la primera parte de la Pasión. Tanto en esta obra como en la Pasión según san Juan, el conjunto al que aludimos no es sólo sustancialmente más reducido que el que escuchamos habitualmente en la interpretaciones corales modernas sino, además, conceptualmente distinto. Por un lado, no se diferenciaba entre “solistas” y “miembros del coro”. De acuerdo con esta concepción, el “coro” no es un conjunto aparte, sino, más bien, un tipo de pieza cantada conjuntamente por todos los concertistas, a quienes se unían los cantantes del ripieno (cuando se hallaban presentes). Otra diferencia consiste en que los cantantes principales realizaban en la obra diversas funciones, como la de ofrecer comentarios poéticos e hímnicos (arias y corales), narraciones en forma recitativa (en especial el tenor, que cantaba la música del Evangelista, y el bajo, que cantaba la de Jesús) y las partes del relato interpretadas por el conjunto vocal reunido (coros de grupos en la exposición de la Pasión). Una grabación de la Pasión según san Juan con una formación como la analizada aquí es la dirigida por Andrew Parrot (Virgin Classics 62068, junto con el Oratorio de Pascua, BWV 249, y la Misa en si menor , BWV 232). La grabación de la Pasión según san Mateo dirigida por Paul McCreesh (Archiv 474 200-2) presenta también una formación casi exactamente igual a la documentada por los materiales interpretativos de Bach para esa obra. Estos discos ofrecen al oyente actual la oportunidad de escuchar dichas composiciones desde una perspectiva sonora muy distinta. Una pasión de Bach perdida, y otra que nunca existió Los observadores atentos habrán reparado en que las Pasiones de Bach dan un salto cualitativo, en cuanto a las cifras se refiere, para pasar directamente de la Pasión según san Mateo, BWV 244, y la Pasión según san Juan, BWV 245, a la Pasión según san Marcos, BWV 247, obviando la BWV 246. Los lectores del Nuevo Testamento advertirán también en la producción del maestro la falta de una Pasión basada en el Evangelio de san Lucas. En realidad, existe una pieza que llena ambos vacíos: una Pasión según san Lucas BWV 246, que pone música a las palabras de este evangelista en forma de oratorio bíblico con arias poéticas y corales intercalados, como en las demás Pasiones de Bach, y que le fue atribuida en el pasado. La historia moderna de la Pasión según san Lucas comienza con la adquisición de una partitura manuscrita a comienzos del siglo XIX por un coleccionista que reconoció en ella la mano de J. S. Bach. La devoción del coleccionista por la obra acabó por transformarse en la convicción de que Bach no se había limitado a copiarla sino que había sido su compositor. La Pasión halló otro defensor en 1880, cuando Philipp Spitta publicó el segundo volumen de su estudio magistral sobre la vida y la música de J. S. Bach. Spitta defendió con vigor la autoría del maestro para aquella Pasión, basando su juicio, sobre todo, en comparaciones con otras obras vocales tempranas del compositor. Por desgracia, con el paso del tiempo, algunas de las piezas de “Bach” con las que la comparó han resultado no ser en absoluto de Bach, lo que ha suscitado serios interrogantes. La Pasión según san Lucas se publicó en 1887 en una edición destinada a la interpretación, y volvió a aparecer en 1898 en la prestigiosa edición completa de la música de Bach. Ambas iniciativas dieron lugar a numerosas ejecuciones bajo el nombre de Bach –al menos hasta que una avalancha de escritos críticos y algunos estudios del manuscrito desacreditaron finalmente esa atribución–. Durante el último siglo, más o menos, la obra se ha considerado simplemente como una parte del repertorio de trabajo de Bach, y muchos autores han afirmado que la interpretó en 1730 y, de nuevo, a finales de la década de 1740. Estas supuestas ejecuciones están en realidad escasamente documentadas, pero, al menos, sus partidarios han dejado de afirmar que Bach fuera el autor de la obra. La verdadera identidad del compositor sigue sin descubrirse, pero la vinculación entre Bach y la Pasión según san Lucas ha ayudado a mantener en la pantalla del radar esta pieza –una obra que, en definitiva, merece ser escuchada–. Existe una estupenda grabación reciente dirigida por Wolfgang Helbich (cpo 999 293-2). Su título (“Johann Sebastian Bach: Apocryphal St. Luke Passion”) muestra la estrecha relación existente entre el nombre de Bach y esta obra que, en realidad, no es suya, y da a los oyentes la oportunidad de escuchar la versión de una pasión casi contemporánea de Bach y conocida por él. La Pasión según san Marcos, BWV 247, nos plantea, en cierto modo, el problema contrario. Sabemos que Bach la presentó el Viernes Santo de 1731, pero sus materiales musicales no se han conservado, lo cual nos ha privado de la partitura de esta obra compañera de las Pasiones de san Juan y san Mateo. Una pasión de Bach perdida constituye un reto de búsqueda tentador, pero la única manera de interpretar la Pasión según san Marcos consistiría en reconstruirla. En realidad, varios músicos y estudiosos han acometido esta tarea desde hace años. Una ojeada atenta a los resultados nos obliga a preguntarnos sobre la legitimidad de asignarles el nombre de Bach. Se puede contemplar la posibilidad de reconstruir la Pasión según san Marcos ya que sus textos han sobrevivido en una colección de poesía publicada en 1732 por Picander, su libretista, que escribió los ocho poemas y escogió, probablemente, las dieciséis estrofas hímnicas distribuidas a modo de comentario a lo largo del relato. Podemos recuperar muchos de los corales de dicha Pasión porque es probable que estén representados (aunque sin indicaciones que aseguren su identidad exacta) en colecciones de versiones corales de Bach preparadas al hilo de su actividad docente. La cuestión de las arias y los coros se puede abordar de diferente manera. En el siglo XIX se observó que algunos de los textos poéticos del libreto de Picander corresponden a versos musicados por Bach en una importante cantata anterior, la Trauerode (Oda fúnebre), BWV 198, compuesta para una Universidad de Leipzig con motivo de un servicio mortuorio por la difunta esposa del elector de Sajonia. De hecho, sabemos que Bach reutilizó a menudo música vocal con textos nuevos para otros fines, proceso conocido en la terminología moderna con el nombre de “parodia”. Algunas de sus obras vocales-instrumentales más importantes (entre ellas el Oratorio de Navidad y la Misa en si menor) fueron recopiladas de ese modo. También sus contemporáneos recurrían a la parodia: Händel arregló duetos de cámara italianos compuestos por él para el coro “For unto us a child is born” y otros más para El Mesías. Cinco coros y arias de la Pasión según san Marcos parecen ser parodias poéticas de movimientos de la Trauerode, y en principio sería posible reconstruirlas utilizando la antigua música y el nuevo texto. Sin embargo, no sabemos si Bach llevó hasta el final las parodias planeadas, hasta qué punto reelaboró la música tomada en préstamo, cuáles fueron las tonalidades o la instrumentación de las nuevas versiones, o qué música utilizó (o compuso) para las demás arias de la obra. Y lo que es peor, la música para el núcleo de la versión de la Pasión –el relato evangélico– se ha perdido. Hay quienes han sostenido la posibilidad de recuperar ciertos pasajes a partir de su posterior reutilización en obras conservadas, pero se trata de un punto complejo e incierto y, en cualquier caso, sólo daría razón de una pequeña parte de la música compuesta. Algunos esperanzados reconstructores de la Pasión según san Marcos han abordado de diferentes maneras a lo largo de los años la pérdida de la sección correspondiente al Evangelio. Han tomado música de versiones de otros compositores, “incrustando” en ella las arias de Bach hasta formar una obra híbrida; han escrito ellos mismos recitativos y coros nuevos, han utilizado música de la Pasión según san Mateo, han presentado la narración como un diálogo puramente hablado o han eliminado del todo el texto evangélico, ofreciendo una cantata puramente reflexiva, constituida únicamente por arias y coros poéticos. El oyente interesado puede escuchar la obra (o mejor dicho, una imaginaria y voluntariosa proyección) de varios reconstructores en distintas versiones discográficas. Entre esos intentos encontramos el dirigido por Peter Schreier (Philips 456 424-2) con narración hablada; otro de Roy Goodman (Brilliant Classics 99049), que utiliza el relato del Evangelio de una Pasión según san Marcos atribuida a Reinhard Keiser; un tercero de Geoffrey Weber (Gaudeamus 237-2), que se sirve del mismo relato; otro dirigido por Hans Gebhard (Eres 24), que presenta la obra como una serie de reflexiones sin ningún tipo de relato; y, muy recientemente, otro más dirigido por Ton Koopman (Erato 8673- 80221-2), que emplea recitativos de nueva composición y otros movimientos adaptados libremente de varias obras de J. S. Bach, pero evita sistemáticamente las piezas de la Trauerode. ¿Qué debemos pensar de estas grabaciones? Si la puesta en música de las palabras del evangelista Marcos en una Pasión según san Marcos no es de Bach, ¿se trata realmente de una Pasión de Bach? Creo que la respuesta debe ser “no”. Podemos entender el atractivo de las reconstrucciones, pero es probable que no podamos escucharlas de la misma manera que las Pasiones conservadas del propio Bach. En el mejor de los casos estaremos oyendo un eco de la música de Bach que resuena casi trescientos años después. de / from http://www.goldbergweb.com/es/magazine/essays/2005/06/31963.php