Bolivia y Chile: Soberanía, Mar y Soluciones Novedosas Dorian C. Zapata Rioja A raíz de la arremetida del canciller boliviano Choquehuanca, quien exigió en el marco de la OEA un apoyo multilateral de los estados miembros para que se establezcan negociaciones formales sobre el tema marítimo, la respuesta del gobierno chileno no se hizo esperar con una negativa contundente manifestando que el tema es bilateral y que la soberanía no se cede. Frente a esta respuesta de la Moneda se hace necesario analizar un tema central que sustenta la posición chilena: la no cesión de un territorio con soberanía a Bolivia. Aquí el tema clave es la noción de soberanía. El término de soberanía no se lo puede desprender del concepto de Estado moderno. Así por ejemplo, desde una visión moderna, para Max Weber el Estado es “aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio –el concepto de territorio es esencial a la definición‐ reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima.” Esta comunidad humana ‐que posee el monopolio de la fuerza‐ es para los estados modernos la nación. La nación es en donde reside la soberanía. Así, desde la modernidad se puede entender que; apoyada en esta entidad abstracta (nación) vinculada normalmente a un espacio físico (la terra patria o patria) la estructura del Estado ejerce su potestad o imperio. En ese marco, la soberanía es entendida desde el Estado‐nación moderno como aquella potestad sobre un delimitado territorio donde se ejerce coerción y coacción, tomando en cuenta que es la nación, a través de su soberanía expresada en la conformación de un gobierno y Estado quienes ejercen ese dominio. En fin, la soberanía implica un espacio específico y delimitado territorialmente. En el caso de los estados nacionales implica aquellas franjas y fronteras delimitadas por los hitos, accidentes geográficos, aspectos visibles de la geografía, guerras, acuerdos y tratados. Sin embargo, en la contemporaneidad existen muchas corrientes y muchos ejemplos materiales que refutan la validez del concepto moderno de soberanía. Esto en la medida en que hoy las fronteras se han vuelto muchas más permeables. La facilidad en las comunicaciones, tecnologías de información y transportes muchas veces hacen que las líneas imaginarias de las fronteras, trazadas a partir del concepto moderno de soberanía se vuelvan eso; imaginarias. Y es que la soberanía es un concepto de la modernidad que hoy está siendo rebasado y cuestionado por nuevas categorías que le estamos dando a nuestros tiempos: globalización, posmodernidad, aldea global, modernidad reflexiva, etc. Estos no son solo nuevos nombres para la era actual, sino que son formas de explicar el mundo contemporáneo, paradigmas y visiones filosóficas de la sociedad global y la política internacional. En contraposición a estas nuevas corrientes, el set of mind o paradigma de la mayoría de los gobernantes en nuestra América, de punta a punta, de chilenos como bolivianos en general, contiene todavía mucho del pensamiento moderno. Contiene ese paradigma de la realidad que ve en la soberanía un valor supremo e indiscutible. Decimos lo anterior porque solo así podríamos entender el porqué no se encuentran soluciones novedosas al enclaustramiento boliviano. Porque en esa línea de pensamiento moderno: la soberanía jamás se cede, no es un tema a discutir, o como lo expresó el senador chileno Jorge Pizarro: "La exigencia constitucional de soberanía es inaceptable para Chile”. Las nuevas generaciones muy poco hemos interiorizado del valor material o real de una frontera. Y tal vez es eso lo que falta a la hora de generar propuestas de solución al tema de la salida al mar para Bolivia. Soluciones que pasen por valores más importantes que la soberanía, valores como el progreso de los pueblos, el justo intercambio cultural y comercial, la paz de la región, la integración sudamericana, etc. Empero no se me malinterprete, como boliviano quién no añora soberanía en el pacífico, me inscribo en ese sentimiento de reivindicación. Sin embargo, tal vez el hecho de utilizar términos que levantan demasiadas susceptibilidades en el simbolismo y pasión nacionalista de los pueblos sea un factor determinante del estancamiento centenario de la salida boliviana al mar. Lo que necesitamos los bolivianos es una salida lo suficientemente independiente de las instancias públicas chilenas para la exportación y goce del pacífico, es decir, sin restricciones de la soberanía chilena. Esto aunque lo parezca, no necesariamente implica la cesión de soberanía perse, propone más bien, un acuerdo entre partes que nos permita de verdad tener acceso libre al pacífico, cosa que no pasa hoy en día, digan lo que digan los personeros del gobierno chileno. Bajo este paradigma tampoco estaríamos inventado la pólvora. Existen ejemplos de hace más de 50 años que han conseguido soluciones novedosas a conflictos territoriales de larga data entre Estados nacionales. Por ejemplo, la comunidad del carbón y acero (CECA) conformada inicialmente gracias a un preacuerdo entre Alemania y Francia; Estados que fueron enemigos irreparables por centurias, que solucionaron sus disputas territoriales por las regiones de la Alsacia y la Lorena (regiones ricas en carbón y acero) mediante la cesión conjunta de sus soberanías. Los mencionados Estados pusieron a disposición de una alta autoridad regional, una asamblea conjunta de parlamentarios y un Concejo de ministros la construcción de un mercado común que comenzó por el interés conjunto en la explotación del carbón y el acero, y que tiene hoy su evolución máxima en la Unión Europea. Salvando las diferencias del diferendo entre Bolivia y Chile con el del proceso europeo mencionado con anterioridad, y en especial por la existencia de un interés por los recursos del carbón y el acero por parte de Alemania y Francia; hacemos énfasis en la voluntad política que hubo entre estos países a la hora de abordar la cuestión de la soberanía, es decir a la hora de generar una propuesta viable y positiva para ambos, dejando de lado dogmatismos modernos como lo es la intangibilidad de la soberanía. Lo importante de este ejemplo fue la transformación del concepto rígido de la soberanía. Frente a las constantes luchas por quien controlaba el espacio territorial donde existía el carbón y el acero, se optó por una solución novedosa. Compartir la soberanía. Tanto bolivianos como chilenos, ciudadanos como gobernantes de los dos países, tenemos que comenzar a cambiar de paradigmas, la soberanía no es el fin, sino el medio para logros más grandes como un mejor comercio, unidad latinoamericana y paz en la región. Estas deben ser las guías a la hora de abordar una solución, y no dogmas nacionalistas del siglo pasado. Los beneficios de una salida al mar serán solo posibles cuando la voluntad política de los gobernantes entienda que hay valores políticos más importantes que aquel concepto rígido de la soberanía del Estado Moderno. Vivamos la aldea global, vivamos la postmodernidad.