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“LA PILDORA ANTICONCEPTIVA: 50 AÑOS”
El 50º aniversario de la aparición de la píldora anticonceptiva, brinda una oportunidad para hacer
una revisión de la historia y destacar la importancia de este método anticonceptivo. La píldora
revolucionó la vida de las mujeres. Hasta su aparición, las relaciones heterosexuales con penetración
implicaban, en la mayoría de las ocasiones, el riesgo de un embarazo no planificado: no existía
separación entre sexualidad y procreación. En la actualidad constituye el cuarto método anticonceptivo
usado en el mundo y el primero en buena parte del mundo occidental.
La píldora transformó la vida de las mujeres y sus parejas al permitir, por primera vez, de forma eficaz y
masiva, convertir la maternidad en un fenómeno panificable y la sexualidad plena en un derecho básico
de la persona. Las mujeres vieron facilitada, así, de forma decisiva, su integración en múltiples facetas de
la vida y la sociedad.
En 1898, Sigmund Freud había escrito: "Si el acto responsable de la procreación pudiera ser elevado al
nivel de una conducta voluntaria e intencional y, de esta manera, separarlo del imperativo de satisfacer un
impulso natural, teóricamente sería uno de los mayores triunfos de la humanidad".
Dos mujeres estadounidenses tuvieron el mismo sueño: Margaret Sanger y Katherine McCormick.
Margaret Sanger trabajó desde joven como enfermera obstetra en Nueva York, donde
fue testigo de la relación entre la pobreza, la fertilidad desenfrenada, las altas tasas de mortalidad infantil
o materna y las muertes por abortos ilegales.
Estas vivencias marcaron su vida, transformándola en una pionera del movimiento a favor del control de
la natalidad; estaba convencida de que toda mujer debía tener el derecho a planificar sus embarazos.
A los 24 años, Margaret contrajo matrimonio con William Sanger, de quien tomó el apellido.
En 1916, logró plasmar sus ideas de vanguardia abriendo la primera Clínica de Anticoncepción en
Brooklyn, Nueva York, por lo cual fue arrestada por 30 días. Publicó el periódico “Revisión del Control
Natal” y fue acusada de enviar materiales obscenos, acusación que luego fue retirada.
Viajó por Europa para estudiar el control de la fertilidad y en 1927 organizó la primera Conferencia de
Población Mundial en Ginebra, Suiza.
Su compatriota Katherine Dexter McCormick era hija de una familia adinerada de Chicago. A
diferencia de muchas mujeres de su tiempo, tuvo la oportunidad de asistir a la universidad.
A los 29 años, se casó con Stanley McCormick. Dos años después, él desarrolló esquizofrenia y su vida
se vio completamente alterada. Katherine, una entusiasta promotora del voto femenino, dividió su tiempo
entre esta causa y la investigación de la esquizofrenia.
En 1917, Sanger y McCormick se conocieron en Boston y desde entonces estuvieron en contacto. Treinta
años después, el esposo de Katherine murió y ella heredó 15 millones de dólares. A los 72 años, la rica
viuda decidió unir fuerzas con su vieja amiga.
McCormick preguntó a Sanger acerca del estado en el que se encontraban las investigaciones sobre
anticoncepción y las oportunidades para promoverlas. Ambas soñaban con el desarrollo de un
anticonceptivo oral que fuera tan accesible como la aspirina. Con el dinero de la herencia, sería posible
hacer realidad ese sueño.
Les aconsejaron contactarse con el endocrinólogo Gregory Goodwin Pincus, una de las
máximas autoridades en biología reproductiva. Luego de extensas conversaciones en su instituto,
Katherine le encargó el desarrollo de un anticonceptivo farmacéutico.
Al conocerse el mecanismo natural que evita una nueva fecundación cuando la gestación se encuentra en
curso, las investigaciones habían avanzado hasta la obtención en laboratorio de progestinas sintéticas,
que son proteínas que desencadenan la obtención de progesterona y, como consecuencia, detienen la
ovulación.
En 1943, el químico Russell Marker de la Universidad Estatal de Pennsylvania había
descubierto la forma de extraer progesterona de material vegetal y sintetizar estrógeno. Su proceso,
conocido como "Degradación de Marker", es la base de la producción de hormonas sintéticas.
Marker recorrió Estados Unidos y examinó aproximadamente 400 especies diferentes de plantas tratando
de encontrar una que permitiera la producción en masa de progesterona, pero no lo logró.
Viajó entonces a México en busca de una planta llamada barbasco, también es conocida como "cabeza
de negro". Su nombre científico es Dioscorea genus y había leído sobre ella en un texto de botánica.
Su corazonada fue correcta; las raíces del tubérculo constituyeron una excelente fuente para la
producción masiva y barata de progesterona sintética.
En la tarde del 15 de octubre de 1951, el joven Miramontes, con apenas 20 años de edad, llevó a cabo el
último paso de una larga secuencia de reacciones químicas que el equipo dirigido por Carl Djerassi había
empezado unos meses atrás.
De inmediato se dio a conocer al mundo el histórico logro de los científicos Carl Djerassi, George
Rosenkranz y Luis Miramontes.
A la sustancia sintetizada por Miramontes a partir de una fuente vegetal mexicana, el barbasco o
Dioscorea genus, se le nombró norestisterona. Hoy en día sigue siendo uno de los ingredientes activos de
los anticonceptivos orales que toman millones de mujeres en el mundo.
En 1955, el Dr. Pincus y su equipo reportaron que habían tenido éxito en suprimir la ovulación a través de
una dosis diaria de progestina sintética administrada oralmente. En ese mismo año también testearon
varias combinaciones de una progestina con un estrógeno para la anticoncepción oral. Por ello Gregory
Pincus puede ser catalogado como “el padre de la píldora anticonceptiva”.
Los primeros resultados permitieron preparar una píldora en 1955, que luego recibió el nombre comercial
de Enovid. La píldora se basaba en una combinación estro-progestínica, en la que se utilzaron mestranol
(150 microgramos) y noretindrona -o norethynodrel- (10 miligramos), aunque luego las cantidades de
ambas sustancias fueron disminuidas. Tal combinación controlaba la producción de algunas hormonas
femeninas hasta el punto de provocar en los ovarios una situación de "bloqueo". De este modo, no se
producía la ovulación, y así la mujer permanecía temporalmente sin posibilidades de embarazarse.
Del laboratorio se pasó en seguida a la fase de experimentación sobre mujeres. Los experimentos se
iniciaron en 1956 en Puerto Rico, y el año siguiente en Haití y en Ciudad de México.
En un ambiente de presiones y de expectativas crecientes, la Food and Drug Administration (el organismo
de Estados Unidos encargado de otorgar los permisos necesarios para vender y usar productos
farmacéuticos) dio en 1957 la luz verde al uso de Enovid, no como anticonceptivo, sino como fármaco
para regular la menstruación.
El 23 de junio de 1960, la píldora recibía el permiso para ser vendida explícitamente como anticonceptivo
oral. De este modo, en Estados Unidos empezó una revolución que iba a incidir profundamente en la vida
de millones de mujeres de todo el planeta.
¿Cuál era la "novedad" que se iniciaba con este producto? Para algunos, la píldora habría un horizonte
insospechado para la vida de la mujer, al permitirle hacer infecundas las relaciones sexuales según sus
propios deseos. En otras palabras, la mujer llegaba a conseguir una situación que hasta ahora era sólo
"privilegio" del varón: ejercer su sexualidad sin el "peligro" de la llegada de un hijo, sin quedar
embarazada.
La píldora anticonceptiva ha logrado un impacto importante en las vidas de mujeres y hombres alrededor
del mundo. Es uno de los avances médicos más impactantes de los últimos 100 años. En 2010 se celebra
el 50° aniversario del día cuando el Comité de Recomendación de la Administración de Drogas y
Alimentos de los Estados Unidos (FDA) propuso que se apruebe la venta de la pastilla anticonceptiva.
Fue esta recomendación que marcó el camino para la aprobación del anticonceptivo oral por primera vez,
el 23 de junio de 1960.
A nivel mundial, cerca de 300 millones de mujeres han utilizado la píldora. En América Latina, donde se
utilizó ampliamente desde su lanzamiento, contribuyó a la drástica disminución de la tasa de fecundidad.
Margaret Sanger murió en 1966 y Katherine McCormick, en 1967. Afortunadamente, ambas vivieron para
ver su sueño hecho realidad.
Pero el desarrollo de la píldora y de la anticoncepción en general no ha terminado. Existen ya compuestos
que aportan un estrógeno natural, igual al que produce la mujer en sus ovarios. Hay, además, nuevas
moléculas para anticoncepción de emergencia que prolongan su eficacia hasta cinco días después del
coito no protegido. Y se dispone de nuevas vías para la administración de los anticonceptivos (vaginal,
dérmica, inyectable, subcutánea) así como de novedades en la anticoncepción definitiva con acceso por
el cuello uterino.
Si la ciencia trabaja para facilitar la anticoncepción, mejorar la salud sexual y
reproductiva, y desarrollar la atención sanitaria, le queda a la sociedad la tarea de mejorar y avanzar en la
educación, introduciendo la información en sexualidad desde edades tempranas, acompañando,
entendiendo y ayudando a los jóvenes. Es fundamental buscar la equidad asistencial entre las regiones y
facilitar el pleno desarrollo humano de hombres y mujeres. Mientras se facilita la accesibilidad a la
educación, se gana en libertad, seguridad y desarrollo.
La píldora supuso todo un cambio revolucionario para la vida de las mujeres y los hombres
del siglo pasado. Sobre esta base, y a los cincuenta años de este hito, podemos ofrecer a las mujeres y
hombres del siglo XXI píldoras muy seguras y eficaces y una variedad en métodos anticonceptivos que
aumenta la libertad, la salud y el bienestar de la población. Muchos sociólogos consideran la aparición de
la píldora anticonceptiva como el logro social más importante para las mujeres y los hombres del siglo
XX.
Con la llegada del nuevo milenio, las investigaciones científicas no cesan y se centran en la reducción de
la dosis hormonal y la introducción de nuevos componentes, que minimizan las consecuencias nocivas y
aumentan los beneficios para la salud y la calidad de vida de las mujeres.
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