Picasso y la escultura africana. - TEA Tenerife Espacio de las Artes

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PICASSO Y LA ESCULTURA AFRICANA
Los orígenes de Las señoritas de Avignon
TEA Tenerife Espacio de las Artes
Departamento de Educación
Picasso, paradigma del artista moderno
Considerado uno de los mayores artistas del siglo XX, Picasso participó en la
génesis de muchos movimientos artísticos que se propagaron por el mundo
ejerciendo una gran influencia en otros grandes artistas de su tiempo y posteriores a él. Incansable y prolífico, produjo una ingente cantidad de obras y
abordó otros géneros aparte de la pintura, como el grabado, la escultura, la
cerámica o la escenografía teatral.
Aunque demostró desde muy temprano unas excelentes dotes para la pintura y
el dibujo más académicos, su obra se caracterizó, precisamente, por la superación de los convencionalismos y la búsqueda constante de nuevas vías de creación. Sin embargo, esto no implicaba para el artista el desdén hacia el arte de
sus predecesores, sino su reconocimiento. De hecho, Picasso reinterpretó obras
maestras de otras épocas en varias ocasiones, práctica que le sirvió para continuar avanzando por nuevos caminos.
Debido a su absoluto dominio de las técnicas y del medio plástico Picasso
pasaba sin esfuerzo del modo dramático al lírico, del clásico al expresionista,
del realismo al simbolismo o del cubismo al surrealismo. Además, es importante destacar que, aunque atravesó toda la gama de la expresión y la forma
en la pintura moderna, nunca llegó a sacrificar del todo la realidad a la pura
forma o a la autosuficiencia expresiva del color. Así, aunque en su etapa cubista –movimiento del cual fue iniciador y máximo representante– llegó a pintar
obras que coquetearon con la abstracción, nunca se introdujo ni pretendió profundizar en el arte abstracto, cuyo origen suele situarse entorno a 1910, esto es,
los años centrales del desarrollo del cubismo.
Dominado por un ritmo de creación frenético, su forma de trabajar fue sobre
todo intuitiva, ‘pensaba con sus manos’ y sólo en raras ocasiones las obras eran
resultado de reflexiones anteriores o teorías preconcebidas. Más bien al contrario, la mayoría de las veces eran fruto de una práctica inconsciente, después de
la cual era cuando se producía la reflexión. De hecho, Picasso rechazó siempre
las explicaciones sobre su obra; pensaba que si algo quedaba oculto en ella
era mejor, a propósito de lo cual llegó a decir: ‘Todo el mundo quiere entender el
arte. ¿Por qué no intentan entender el canto de un pájaro? ¿Por qué la gente ama
la noche, las flores, todo lo que nos rodea, sin necesitad de entenderlo?’. Esta cita
nos da una clave privilegiada para comprender el modo en que pretendía que el
espectador se acercara a sus obras: utilizando la misma intuición y sensibilidad
que él empleaba para crearlas.
Ejemplo de artista que disfrutó en vida del reconocimiento y del respeto tanto
de sus colegas como del público, paradigma de la figura del artista moderno,
su enorme legado incluye también numerosos trabajos y series preparatorias
de bocetos que utilizaba durante la gestación de las obras. Es el caso de algunos de sus cuadros más conocidos, como Guernica. También de Las Señoritas de
Avignon, parte de cuyo trabajo preparatorio encontramos en esta exposición.
PICASSO Y LA ESCULTURA AFRICANA
Los orígenes de Las señoritas de Avignon
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A la vanguardia del arte
Las señoritas de Avignon es considerada la obra que, coincidiendo con el comienzo del siglo XX, inauguró no sólo el movimiento cubista que se desarrollaría a
partir de entonces, sino también el Arte Moderno y el concepto de vanguardia
asociado a éste.
Con el cambio de centuria comenzaron a sucederse en Europa una serie de
movimientos artísticos que, aún siendo muy diferentes entre sí desde el punto
de vista estilístico, compartieron precisamente el citado concepto de vanguardia. El término procede del francés ‘avant-garde’, un vocablo utilizado en el
léxico militar para designar a las avanzadillas de los ejércitos, esto es, a aquellos soldados que se enfrentan primero con los enemigos. Metafóricamente, en
el terreno artístico la vanguardia se identificó con los artistas defensores de la
renovación creativa y enfrentados al orden artístico (y en ocasiones también
político) establecido.
La vanguardia se manifestó a través de varios movimientos artísticos que, desde
planteamientos distintos e incluso contrarios, abordaron la renovación del arte
sucediéndose unos a otros de manera sistemática. A pesar de las diferencias,
todos compartieron su abierta oposición a la tradición, la ruptura sistemática
con todo lo anterior y su vocación internacional, también el ansia de renovación
y el intento de ligar arte y vida.
Para entender mejor el nacimiento de este concepto asociado al arte es recomendable acudir al contexto social, político y económico dominante en Europa
de la época. El continente estaba inmerso en una etapa de desarrollo industrial
y tecnológico dominada por la transformación y el progreso científico y, por lo
tanto, por el concepto de Modernidad y la superación de todo lo anterior, considerado viejo y caduco. Por otro lado, desde el punto de vista político, Europa se
encontraba inmersa en un ambiente de tensiones y enfrentamientos entre las
potencias europeas que poco después cristalizaría en la I Guerra Mundial.
Este panorama se convirtió en caldo de cultivo para el nacimiento y desarrollo
de las vanguardias artísticas. Los artistas se convirtieron en abanderados de la
renovación y la Modernidad, al tiempo que en sus obras reflejaban el rechazo al
absurdo y a la deshumanización que se habían apoderado de la vida. Desde el
Expresionismo al Surrealismo, pasando por el Fauvismo, el Cubismo, el Dadaísmo y otros, todos los artistas se enfrentaron al contexto circundante y buscaron
diferentes salidas y respuestas a la desazón que les provocaba.
Las señoritas de Avignón nació en este particular contexto; Picasso lo pintó
apenas un año después de que vieran la luz las primeras obras expresionistas.
Es por esto que puede considerarse como el mejor manifiesto plástico, no sólo
del cubismo, sino de todos los movimientos de vanguardia que a partir de esa
fecha revolucionaron la historia del arte como nunca antes había ocurrido.
PICASSO Y LA ESCULTURA AFRICANA
Los orígenes de Las señoritas de Avignon
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Cubismo: el cuestionamiento de la percepción
Si desde una perspectiva amplia Las señoritas de Avignon es reconocida como
la obra que señala el comienzo del Arte Moderno, desde un punto de vista más
particular también se la reconoce como la pintura que marcó el punto de partida
del movimiento cubista, del que su creador se convertiría en máximo exponente.
En consonancia con el concepto de vanguardia, el Cubismo se rebeló contra
la tradición anterior, concretamente contra la concepción ilusionista del espacio establecida en el Renacimiento. Al hacerlo revolucionó la pintura occidental
desde sus mismos cimientos, cuestionado cinco siglos de representación plástica en los que se había venido cultivando casi obsesivamente lo que los cubistas
rechazaron de lleno, esto es, la representación ‘realista’ a través de las leyes de
la perspectiva.
Si la revolución emprendida por otros vanguardistas contemporáneos, los
expresionistas, consistió en sacar al exterior sus sentimientos y exorcizar sus
fantasmas –lo cual les llevó a la progresiva desaparición de la forma–, lo que
hicieron los cubistas fue basarse en la razón en lugar de en el sentimiento y la
sensación. En ambos casos –Expresionismo y Cubismo– se produjo una misma
consecuencia a nivel formal y plástico: la eliminación de la sensación de profundidad y de perspectiva. Los fauvistas y los expresionistas buscaron la verdad
y la esencia subjetiva de las cosas en el color, lo cubistas hicieron lo propio pero
a través de la forma.
El problema principal al que se enfrentó el Cubismo fue el de cómo reproducir
objetos tridimensionales en el plano bidimensional de la tela sin utilizar la ilusión de la perspectiva que tan radicalmente rechazaron. La solución la encontraron en la representación simultánea de los múltiples puntos de vista desde
los que es posible percibir algo. Los artistas dejaron de pintar objetos tal y como
los veían y los empezaron a pintar tal y como los pensaban y según lo que
sabían de ellos.
Esta revolución en la manera de enfrentarse, concebir y representar la realidad,
fue el modo en el Cubismo reaccionó ante la ansiedad y la inquietud surgidas
del nihilismo europeo de la época. En lugar de organizarse y posicionarse políticamente –como sí se hizo desde otros movimientos artísticos– , simplemente
se dispusieron a crear un nuevo orden en el que consideraban necesario representar la verdad y la esencia de las cosas más allá de un particular y mediatizado punto de vista único.
Aunque no puede considerarse una obra propiamente cubista sino un antecedente directo del movimiento, en Las señoritas de Avignon se reflejan ya algunos
de las principales características del mismo, como la ausencia de perspectiva y
profundidad, la inspiración en el llamado arte primitivo y la combinación en un
mismo elemento de puntos de vista diversos. Fueron precisamente estas cualidades las que provocaron el rechazo inicial de la obra y produjeron el escándalo
entre los propios allegados del artista. Sin embargo, fueron también las que
revolucionarían para siempre, no ya la forma de producir arte sino la manera
de entender y enfrentarse al hecho artístico.
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Los orígenes de Las señoritas de Avignon
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Arte primitivo vs. primitivismo
Desde el punto de vista del arte contemporáneo el primitivismo jugó un papel
trascendente a principios del siglo XX, cuando las vanguardias francesa y alemana –los fauvistas y los expresionistas– redescubrieron el arte de las que consideraban sociedades y culturas primitivas. Así, coincidiendo con el cambio de
siglo, se fueron desarrollando progresivamente unas formas de representación
opuestas a la cultura urbana occidental.
En gran parte todo ello fue debido a que la mayor parte de los artistas vanguardistas –‘modernos’– se opusieron abiertamente a los procesos de modernización que estaban teniendo lugar en la época, esto es, a la industrialización y a
la urbanización de la sociedad occidental, a los cuales culpabilizaban del deterioro de la vida y del descrédito de la raza humana. Frente a la decadencia de
las sociedades occidentales supercivilizadas, fue ganando fuerza la idea de la
pureza innata y de la calidad de la vida primitiva, bajo la influencia del concepto
del “buen salvaje” de Jean-Jacques Rousseau.
Se comenzó a exaltar la cultura campesina y popular y numerosos artistas
huyeron, literalmente, de las urbes, encontrando refugio e inspiración en provincias rurales y vírgenes de Francia, Alemania y España. Poco después algunos
decidieron buscar la comunión con la naturaleza en civilizaciones muy alejadas
geográficamente, muchas de las cuales fueron, precisamente, objetivo de los
intereses colonialistas de Occidente.
Aunque el paradigma por excelencia de este fenómeno de huida lo encontremos en la vida y obra Gauguin, quien llevó hasta sus últimas consecuencias el
rechazo de la civilización occidental, fueron varios los que decidieron adentrarse en parajes lejanos: Kandinsky puso rumbo al Norte de África, Nolde a Nueva
Guinea, Klee y Macke a Túnez, Matisse a Argelia…
Resultado de estos viajes fueron las colecciones de arte no occidental iniciadas
por los propios artistas de vanguardia, los que viajaron y los que no. Estos últimos lo descubrieron en los museos etnográficos, verdaderos escaparates de los
expolios llevados a cabo en las colonias. En 1906, año de la gran retrospectiva
de la obra de Gauguin en el Salón de Otoño, las obras fauvistas reflejaban ya
diversos convencionalismos influidos por las máscaras tribales (ojos de forma
romboidal y rostros estilizados). Unos meses después Picasso finalizaría Las
Señoritas de Avignon.
Reconociendo la influencia ejercida por las llamadas culturas primitivas sobre
el inicio del arte moderno, y más allá de los diversos motivos que llevaron a
ello (desde la búsqueda de la esencia hasta el regreso a los orígenes pasando
por la crítica abierta a la política imperalista europea) conviene, sin embargo,
distinguir entre arte primitivo y primitivismo. El primero es el producido por las
civilizaciones consideradas poco evolucionadas según la mirada etnocentrista
europea. El primitivismo, en cambio, implica la interpretación de aquél y, por lo
tanto, una visión concreta del mismo, un discurso mediado por la mirada occidental de artistas occidentales. Según algunos autores, otra forma de colonización y de desvirtuación de aquello que los artistas de la vanguardia europea se
dedicaron a perseguir con tanta ansiedad.
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Los orígenes de Las señoritas de Avignon
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El burdel filosófico
Las Señoritas de Avignon fue pintado en el verano de 1907 y, dentro de la trayectoria pictórica de Picasso, marcó el comienzo de la que se conoce como su etapa
africana o protocubista. Supuso además un punto de inflexión fundamental en
la historia de la representación, anunciando las bases de la revolución plástica
que en los años sucesivos invadiría el escenario europeo.
A pesar de acabar convirtiéndose en una obra clave de la historia del arte, en
un principio permaneció recluida en el estudio del pintor hasta que en el año
1920 fue comprada por el coleccionista Jacques Doucet (a cuyo fallecimiento la
adquiriría una galería que, a su vez, acabaría vendiéndola al MOMA, donde
permanece desde entonces). Antes sólo la habían visto algunos de los amigos
y allegados de Picasso, la mayoría de los cuales se escandalizaron o, cuando
menos, se mostraron extrañados ante la misma. De hecho, fue una obra muy
criticada e incomprendida en su época, incluso entre los coleccionistas y críticos de arte más vanguardistas del momento (con la excepción del marchante
Kahnweiler), que no parecieron entender el nuevo rumbo tomado por Picasso y
sus trascendentales consecuencias para la historia del arte.
El escándalo que provocó el cuadro fue producto de una serie de cualidades y
novedades estilísticas introducidas por Picasso y premonitorias de todo lo que
vendría a partir de entonces. Desde el punto de vista formal la transgresión
se manifestó a varios niveles: en la ruptura de la perspectiva y en la ausencia
de profundidad (las figuras se amontonan contra la superficie del cuadro y la
figura agachada de la derecha presenta una posición imposible), en la presencia de rasgos estilísticos procedentes del arte primitivo (africano en el caso de
las figuras de la derecha e ibérico en las centrales) y en el rechazo de la idealización del desnudo femenino (los cuerpos son todo lo contrario a los desnudos
que durante siglos habían venido protagonizando las obras de arte). Desde el
punto de vista conceptual, llama la atención la representación de la escena de
un burdel y el protagonismo absoluto que el pintor concede a las prostitutas,
personajes que hasta entonces muy pocas veces habían ocupado un lugar tan
central y dignificado en el arte.
El título original propuesto en su momento por Apollinaire, El burdel filosófico,
nos remite ya a la temática del prostíbulo. Después fue André Salmon quien lo
llamó Carrer d´Avinyó, una calle de Barcelona poblada de prostíbulos en la que
Picasso había vivido algún tiempo; finalmente y por la similitud fonética con la
población francesa, acabó llamándose como hoy lo conocemos. Como ocurriera
con el título, tampoco la escena y la composición que vemos fueron las primeras; de hecho, en una primera versión del cuadro había cinco mujeres y dos
hombres (un marinero y un estudiante) y también flores junto al frutero. Finalmente los hombres desaparecieron, dejando el campo libre al tropel de figuras
femeninas, cuyos rasgos, posiciones y expresión convirtieron la extrañeza y el
escándalo en revolución.
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