Don Giovanni (Don Juan) o El libertino castigado, índice Köchel 527. Drama giocoso en dos actos con música de Wolfgang Amadeus Mozart sobre libreto de Lorenzo Da Ponte. Estreno mundial: Praga, 29 de octubre de 1787. Programa realizado por Fernando Funes. Introducción A través del tiempo, el mito de Don Juan, al igual que el del famoso Doctor Faust y Orfeo, se han transformado en quizás los más importantes sujetos operísticos de la historia. Verdaderos patrimonios de la humanidad, y hasta cierto punto arquetipos jungianos, Don Juan y Faust encarnan dos polaridades opuestas del espíritu humano: La fría y racional en el segundo y la sensualidad y lo dionisíaco en la primera. La leyenda de Don Juan atrajo a toda una pléyade de compositores a través de la historia de la música operística, entre los cuales se pueden citar, entre otros, a Giuseppe Gazzaniga, cuya ópera DON GIOVANNI TENORIO se estrenara sólo seis meses antes que la de Mozart, el español Ramón Carnicer con su ópera homónima en 1822, Giovanni Pacini en 1832, Alexander Dargomizhkii en 1872, y ya en el siglo XX, Erwin Schulhoff en 1927, Henri Tomasi en 1956 y Eugene Goossens en 1958, también crearon excelentes versiones operísticas personales del mito. En tiempos más recientes, el compositor italiano Azio Corghi estrenó en el año 2005 una ópera titulada DON JUAN O EL LIBERTINO ABSUELTO. Asimismo, famosos escritores como Molière en 1665, E.T.A. Hoffmann en 1813, Lord Byron en 1820, José de Espronceda en 1840 y José Zorrilla en 1844, crearon obras literarias con el Don como personaje principal. Aún el inmortal cineasta sueco Ingmar Bergman realizó obras fílmicas y teatrales en 1955 y 1960 sobre el mismo tema. Pero el primero en dar forma a la figura de Don Juan fue el español Tirso de Molina (1579-1648) en 1630, con su El burlador de Sevilla o el Convidado de piedra, que tiene a su vez como antecedente a Miguel de Mañara, famoso seductor sevillano del siglo XVII, así como a la familia Tenorio, que luego pasara a la posteridad con diversas creaciones literarias. Motivado por el enorme éxito obtenido en Viena un año antes en 1786 con LAS BODAS DE FIGARO, Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) recibió un encargo del Teatro de la Corte de Praga para la composición de una ópera con el tema del Don español como sujeto. El libretista elegido fue el abate Lorenzo Da Ponte (1749-1838), quien colaborara con el compositor también en las óperas LAS BODAS DE FIGARO y COSI FAN TUTTE. El libreto de Da Ponte fue considerado por muchos en la época como drama giocoso, un término que denota una mezcla de acción cómica y seria. Pero además del tono general de comedia, existen también elementos serios, como la muerte del Comendador al comienzo de la obra, y sobrenaturales como la escena del cementerio y la aparición de la estatua en la penúltima escena. Mozart compuso la ópera entre marzo y octubre de 1787, en Viena y en Praga. La particular obertura, con su claroscuro que oscila entre las tonalidades de re menor y re mayor fue terminada a último momento. Siguiendo la tradición de la ópera napolitana madura del siglo XVIII, la obra emplea recitativos secco en lugar de partes habladas. El compositor también especificó ocasionales efectos musicales especiales. Para la escena del baile al final del Acto primero, exige no menos que tres grupos en escena para tocar diferentes danzas en sincronización, cada una de ellas con su metro respectivo, acompañando la danza de los principales personajes. En el Acto II, el protagonista ejecuta su dulce serenata Deh, vieni alla finestra, acompañado por mandolina y cuerdas en pizzicato. Cuando se presenta la estatua del Comendador al final de la obra, Mozart agrega trombones para crear un efecto avasallante y a la vez sobrenatural. DON GIOVANNI fue recibida con gran éxito de crítica y público, como ocurrió a menudo con la obra de Mozart en Praga. Mozart también supervisó el estreno en Viena de la obra, que tuvo lugar el 7 de mayo de 1788. Para esta producción, escribió dos nuevas arias con sus correspondientes recitativos: El aria de Don Ottavio Dalla sua pace en el acto primero, (K.540a, compuesta para el tenor Francesco Morella), la de Doña Elvira Mi tradì quell'alma ingrata (K. 540c, compuesta el 30 de abril para la soprano Caterina Cavalieri) en el acto segundo, el dúo entre Leporello y Zerlina Per queste tue manine (K. 540b) en el acto segundo, así como el nuevo final moralizante de la ópera, que originalmente culminaba con el descenso de Don Juan a los infiernos. El rol titular de nuestra ópera de esta noche, escrito originalmente para el barítono Luigi Bassi, obra que el año pasado tuviéramos la oportunidad de disfrutar aquí en Montevideo en el Teatro Solís, ha sido y sigue siendo ampliamente codiciado por bajos, bajos-barítonos y barítonos. Tal es el caso de Hermann Prey, nuestro Don de esta noche. Aunque realizara una brillante carrera como cantante mozartiano, siendo definido por algunos musicólogos como La encarnación perfecta de Papageno de LA FLAUTA MÁGICA, y a pesar de destacarse como un maravilloso Guglielmo en COSI FAN TUTTE y en los dos roles baritonales de LAS BODAS DE FIGARO, el Conde de Almaviva y el protagonista, Prey cantó muy pocas veces el rol titular en Don Giovanni. Una de esas oportunidades se dio en la ciudad de París, el 20 de marzo de 1985 para ser exactos, función que difundiremos esta noche y que se adapta al siguiente Reparto DON GIOVANNI……………………………….Hermann Prey, Barítono EL COMENDADOR…………………………...Sergei Kopchak, Bajo Doña ANNA……………………………………Cheryl Studer, Soprano Doña ELVIRA………………………………….Gundula Janowitz, Soprano DON OTTAVIO………………………………...Gösta Winbergh, Tenor LEPORELLO…………………………………. Malcolm King, Bajo ZERLINA……………………………………….Krisztina Laki, Soprano MASSETTO……………………………………Marcel Vanaud, Bajo-Barítono. Con Coros y Orquesta de la Ópera de París, bajo la dirección de: JEFFREY TATE. Argumento La acción se desarrolla a mediados del siglo XVII en Sevilla. Primer Acto A altas horas de la noche, Leoporello espera en el patio de la casa del comendador la vuelta de Don Geovanni, quien ha salido de aventuras galantes. Al oír voces que se acercan, se oculta y ve como Don Geovanni intenta seducir a Doña Anna, que se escabulle y entra precipitadamente en la casa. Su padre, el Comendador, lo detiene y lo reta a duelo. Don Geovanni hiere mortalmente al anciano, y desaparece luego con Leoporello. Doña Anna, quien regresa con Ottavio, su prometido, al ver a su padre asesinado, exige a su novio que tome venganza del asesino. Mientras Don Geovanni y Leoporello conversan en una calle en las afueras de Sevilla, ven a lo lejos una dama en traje de viaje; la siguen, reconociéndola como la novia abandonada de Don Geovanni, Doña Elvira, ofendida y humillada pero aún enamorada de Don Geovanni, lo colma de reproches. Para evitarlos, Don Geovanni desaparece dejando solo a Leoporello, quien intenta consolar a Doña Elvira. En un lugar campestre de las cercanías de Sevilla, Don Geovanni y Leoporello ven un cortejo de boda: son Zerlina y Massetto, acompañados de un grupo de campesinos tocando música y bailando. Don Geovanni trata de alejar a Massetto para quedar a solas con Zerlina, y cuando lo logra, casi consigue trastornar a la joven. Pero en ese momento llega Doña Elvira, a prevenirla y protegerla del osado seductor. Don Geovanni queda solo, y lo encuentran Doña Anna y Ottavio, quienes sospechan que aquél fue el matador del padre de Anna. Regresa Doña Elvira, quien sigue quejándose de Don Geovanni, a lo que ésta trata de hacerla pasar por demente. Pero Doña Anna reconoce por la voz al asesino de su padre, y vuelve a exigirle venganza a Ottavio. Entretanto, Don Geovanni ha ordenado que se prepare en su castillo una fiesta magnífica para Zerlina, Massetto y los campesinos. Zerlina y Massetto están delante del palacio de Don Geovanni, y la joven logra reconciliarse con su novio. Pero Massetto se muestra desconfiado y se esconde presenciar lo que sucederá entre su novia y el caballero. Don Geovanni manda a los campesinos que entren al palacio, y se acerca a Zerlina; es entonces que Massetto se aproxima y lo sorprende. Pero Don Geovanni lo invita con cordialidad a la fiesta, y el campesino queda desconcertado. Doña Anna, Ottavio y Doña Elvira aparecen disfrazados, dispuestos a desenmascarar a Don Geovanni y cumplir su venganza. Dentro del palacio, mientras que los invitados bailan y se divierten, Don Geovanni consigue llevar a Zerlina a una habitación y trata de seducirla: ante los gritos de la joven, Massetto fuerza la puerta y la ella cae desmayada en sus brazos. Don Geovanni imputa a Leoporello ser el seductor, pero su ex novia, Doña Elvira, Ottavio Y Doña Anna se dan a conocer, pidiéndole cuentas a Don Geovanni, quien, al verse acorralado, se abre paso con la espada y huye. Segundo Acto Don Geovanni se ha reconciliado con su criado Leoporello, quien después de los acontecimientos de la noche del baile, le había comunicado que abandonaba sus servicios. En la calle, frente a la casa de Doña Elvira, el criado confiesa su amor por la doncella. Él y Don Geovanni se intercambian sus capas y sombreros, para lograr que la hermosa joven lo deje entrar. Cuando Doña Elvira se presenta en el balcón, le jura nuevamente fidelidad con palabras patéticas, y cuando la joven aparece en la calle, Leoporello, vestido con las ropas de su amo, la recibe y la toma por su cuenta, de modo que Don Geovanni pueda entonar una serenata en honor a la criada. Apenas termina su canción, aparecen Massetto y otros campesinos armados, para impedir que Don Geovanni continúe cometiendo abusos. El mismo Don Geovanni, pasando por Leoporello, declara querer participar en causa tan justa. Despide a todos los campesinos, reteniendo solamente a Massetto, y con astucia, le hace entregar sus armas. Después de haber golpeado fuertemente al campesino con sus propias armas, Don Geovanni escapa. Alarmada por los gritos de Massetto, acude Zerlina y lo traslada a su casa para restañar sus heridas. En una rotonda, Leoporello, tomado por Don Geovanni, trata en vano de escapar de Doña Elvira. Doña Anna y Ottavio acuden con pajes provistos de antorchas; intervienen también Zerlina y Massetto para impedir el intento de fuga de Leoporello. Todos quieren lanzarse sobre el presunto Don Geovani: solamente Doña Elvira pide merced para él. Ante la sorpresa general, Leoporello se da a conocer y huye. De noche, en el cementerio, Don Geovanni relata a su criado sus recientes éxitos amorosos, cuando de repente, la voz del comendador pide silencio. Don Geovanni contempla la estatua de mármol del asesinado por él mismo; Leoporello lee en voz alta la inscripción del sepulcro: “La venganza espera aquí a mi asesino”. Don Geovanni ordena a su criado que invite a la estatua para mañana cenar. La estatua inclina la cabeza, una voz fantasmal exclama “Si”; entonces Don Geovanni y Leoporello - quien tiembla de espanto – huyen saltando la tapia del cementerio. En la casa de Doña Anna, Ottavio ruega a su prometida que no demore por más tiempo el casarse con él. Pero ella lo rechaza con dulzura: su dolor por el padre muerto es todavía demasiado violento para realizarse la boda. En su comedor, espléndidamente iluminado, Don Geovanni ofrece un banquete con música, vino y bailarinas. Otra vez se acerca Doña Elvira para inducir a su amado al arrepentimiento y a la conversión. En vano, lo abandona, pero apenas sale de la sala, se oyen sus gritos. Leoporello sale a ver lo que pasa, y también él vuelve lívido de espanto: “El convidado de piedra” está delante de la puerta. También la aparición le exige arrepentimiento y conversión, pero Don Geovanni sigue su camino hasta el final, hasta que se abre la tierra y se lo traga, en medio de truenos y relámpagos. Doña Anna, Ottavio, Doña Elvira, Zarlina y Massetto acuden para castigar al pecador, de culla muerte terrible se informan por Leoporello. En tal forma, Don Geovanni fue sometido a justicia eterna: Doña Anna será la esposa de Ottavio, Massetto y Zerlina vivirán tranquilos y reconciliados, Leoporello se buscará un dueño mejor. Solamente Doña Elvira llorará, desde el convento, la pérdida de su amado. Pero todos unen sus voces y su opinión, confirmando el viejo apotegma: “Así muere quien mal obra; el pecador sufre su castigo al acercarse su última hora”.