sentido y configuración de la sexualidad humana

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DOCUMENTO OBISPOS ALEMANES
SENTIDO Y CONFIGURACIÓN DE LA
SEXUALIDAD HUMANA
Sinn und Gestaltung menschlicher Sexualitát. Ein Arbeitspapier der Gemeinsamen
Synode der Bistümer in der Bundesrepublik Deutschland, Synode, 7 (Nov. 1973) 25-36
1. SITUACIÓN
Muchos hombres se sienten hoy inseguros ante la sexualidad y la responsabilidad de la
pregunta por su sentido, valor y significación. Entre los cristianos se une a ello, no
pocas veces el problema de la credibilidad de las manifestaciones eclesiales, tanto del
pasado como del presente. Esto está en relación con el rápido desarrollo de las ciencias
humanas, que cuestiona muchas concepciones tradicionales.
Fuera de la Iglesia, junto con conocimientos admitidos hoy por todos, se plantean
exigencias de emancipación e incluso revolución sexua l. Ala nueva comprensión del
hombre desde perspectivas socio-políticas, ideologías y utopías, se unen teorías de la
sexualidad que ven las formas tradicionales del matrimonio como superadas y aspiran a
nuevas formas de convivencia. No pocas veces se hace del principio del placer la norma
que configura de forma absoluta la sexualidad.
En el medio eclesial se ha evolucionado hacia una clara valoración de la sexualidad. La
valoración escéptica, si no negativa, basada en cosmovisiones filosóficas y metafísicas
hoy superadas, ha quedado desbordada; en el Vaticano II, se afirman, como valor
positivo en sí, las formas de expresión sexual del amor conyugal.
Hoy se plantea también a menudo la pregunta de en qué medida las afirmaciones de la
Iglesia sobre cuestiones de sexualidad, matrimonio y familia han de considerarse como
obligatorias y si no necesitan un cambio, dado que se basan en presupuestos sin base
científica suficiente. Esto tiene especial valor respecto a las manifestaciones del
Magisterio sobre las que hasta ahora no se había dado una diversidad de opiniones
teológicas; más bien eran consideradas como adquisiciones intocables.
2. POSIBILIDAD Y NECESIDAD DE UNA CONFIGURACIÓN HUMANA DE
LA SEXUALIDAD
Aspectos biológicos
La diferenciación sexual específica del hombre no se limita a los rasgos sexuales
primarios y secundarios. También la configuración cerebral juega un papel importante
en el comportamiento sexual. La gran diferenciación cerebral operada durante la
evolución de la especie humana permite enormes posibilidades de configurar su
comportamiento sexual, siguiendo su propia representación: A diferencia de los otros
animales, el hombre tiene la posibilidad de configurar libremente su comportamiento
sexual.
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Aspectos socio-culturales
Dado que el comportamiento sexual del hombre entra en relación con derechos y
peculiaridades de los otros hombres, se hace necesario un acuerdo social que regule esta
relación. En efecto, así ha ocurrido en todos los pueblos y culturas conocidas. Los
derechos individuales y las funciones sociales de la sexualidad se han visto reguladas
con el fin de garantizarlas. En estas ordenaciones quedan reflejadas las diversas
concepciones sobre el valor del hombre, la posición social de los sexos y el significado
de la sexualidad humana
Diversos factores han influido en la evolución de estas prescripciones, no sólo a lo largo
de la diversidad de culturas sino también en una misma cultura a lo largo de su
evolución. Entre otros, se puede mencionar: nivel de organización social, desarrollo
cultural, condiciones del entorno, forma económica dominante, concepciones religiosas
de la sociedad.
Dentro de la diversidad de las prescripciones, se puede constatar la finalidad común de
todas ellas: garantizar diversas funciones como la institucionalización de las relaciones
sexuales con el principio de permanencia y exclusividad (matrimonio), y el cuidado
mutuo para la continuidad del bienestar familiar.
Estos principios eran válidos también para aquellas sociedades que admitían
excepciones (p.e. divorcio, infidelidad del hombre). Los conflictos que surgían en
épocas de cambio originaban una época de inseguridad en las normas, hasta que los
cambios lograban reasegurar las funciones señaladas.
También en el curso de la historia occidental evolucionaron las normas de
comportamiento sexual antes, fuera y dentro del matrimonio, así como la imagen de
éste. La contradicción entre las normas morales y la práctica social llevó consigo el
funcionamiento de una doble moral. En el pasado, se anteponía el aspecto social a la
hora de valorar la sexualidad humana. Los fines esenciales de la sexualidad se veían en
la fecundación y reproducción y, con ello, en la conservación y fortalecimiento de la
sociedad. Hoy, por el contrario, se considera como sentido prioritario la significación de
la sexualidad para el individuo, su propia realización y las posibilidades inherentes de
satisfacción y placer. Esto puede llevar a minusvalorar y dejar de lado los aspectos
sociales del comportamiento sexual, dejando que éste se rija, prioritaria o
exclusivamente, por motivaciones. de placer.
De este modo, se plantea la cuestión de cómo se pueden definir hoy los contenidos de
sentido de la sexualidad humana de manera que se desprenda un comportamiento sexual
coherente con la dignidad humana. No ha de dirigirse exclusivamente a las funciones
sociales de reproducción, sino que ha de considerar más bien los valores de las
relaciones personales.
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3. FUNDAMENTOS DE LA CONFIGURACIÓN DE LA SEXUALIDAD
HUMANA
Factores antropológicos determinadores de sentido
La idea ampliamente extendida de que la mera información sobre hechos biológicos y
sociológicos que están en relación con la sexualidad es suficiente para fundamentar la
sexualidad humana, es una confusión. Ya vimos que en el hombre el comportamiento
sexual no está determinado biológicamente, sino que juegan un papel importante otros
factores.
Enumeramos algunos que son significativos para la constitución de sentido:
1) La sexualidad determina toda la existencia del hombre, marca su ser-hombre o sermujer.
2) La sexualidad transmite al hombre experiencias existenciales en la autoafirmación y
en la afirmación por el compañero; en la adjudicación de papeles sociales, al mismo
tiempo que fomenta un desarrollo personal; en la experiencia del placer; en el amor al
compañero, en el sentirse acogido por él y en las formas de expresión de ese amor; en el
engendrar y educar a los hijos, en el ser marcado por el hijo y en la experiencia de ser
padre o madre.
3) La sexualidad del hombre sigue siendo significativa por su función social de
reproducción y educación de la prole.
En el curso de su vida, puede el hombre realizar los diversos sentidos de su sexualidad,
pero no está obligado a hacerlo; puede libremente renunciar a ello o asumir libremente
una situación de este tipo impuesta por el destino. Puede renunciar, sin daños corporales
o anímicos, a una actividad sexual, como puede también, temporal o definitivamente,
prescindir de la reproducción.
A los factores enumerados, corresponden los siguientes puntos de vista para el
comportamiento sexual:
1) En el comportamiento sexual deben realizarse y expresarse plenamente las
aspiraciones individuales. (Principio del amor propio).
2) Asimismo deben respetarse las aspiraciones y deseos del compañero. (Principio del
amor al prójimo).
3) Y se debe, por fin, tener en cuenta los aspectos sociales de la sexualidad. (Principio
de la responsabilidad social).
Naturalmente no todos estos puntos de vista se realizan a la vez ni en todos los actos. Se
entiende aquí que hablamos del comportamiento global a lo largo de toda la vida. Para
este comportamiento hay un único principio conformados: el amor.
Amor implica dedicación de una persona a otra por ella misma. No se considera al
hombre como objeto o instrumento del propio yo. Más bien, es el propio yo el que se
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abre al tú para afirmarlo y para colaborar- en su realización. Dado que el hombre está
dependiendo de los demás y tiene que mediar corporalmente su relación interpersonal,
la sexualidad se vive como una oportunidad especial de expresar y experimentar con
placer la inclinación y entrega a otra persona. Así se va sintiendo cada vez más al otro
como parte de uno mismo y aspirando y deseando la permanencia e indisolubilidad de
ese vínculo.
Fundamentos bíblico-teológicos
El mundo bíblico ve la sexualidad como creación de Dios. Todo hombre, varón o mujer,
es imagen de Dios. El sentido de ser dos se ve en la mutua complementariedad. El
encargo de la reproducción es confiado a la comunidad de hombre y mujer en una
bendición especial.
El mensaje de Jesús de la cercanía del Reino de Dios y su experiencia de conversión
lleva consigo una nueva y profunda comprensión de la voluntad de Dios respecto a las
relaciones entre sexos. Jesús defiende el derecho y dignidad de la mujer, int erpreta el
matrimonio como lazo mutuo entre hombre y mujer. Rechaza el trato privilegiado del
hombre según la tradición del Antiguo Testamento, y mantiene la fidelidad conyugal
como exigencia a ambos cónyuges. El obrar de Jesús tiende a la renovación del hombre
como imagen de Dios; esta imagen es destruida por un comportamiento sexual
apersonal y arbitrario.
La exigencia de Jesús no arranca de la presión de la ley, sino del amor, amor que Jesús
imparte a todos en su Espíritu y que es esperado por sus discíp ulos en el signo de la
Nueva Alianza. El amor está dispuesto a personar y a superar desilusiones; hace
responsables a los cónyuges de manera mutua hasta la muerte.
El matrimonio es el lugar y el símbolo de la salvación para los que se unen. La
comunidad matrimonial. es por eso sacramento: la entrega de Cristo por los hombres y
por la Iglesia es la medida del comportamiento humano, y encuentra su expresión en el
matrimonio cristiano. El amor constituye, según la compresión de las comunidades
apostólicas, el principio conformados de toda la vida ética. El cristiano -que pertenece al
amor y que no debe vivir en función de sí mismo- daña con un falso comportamiento
sexual la vida de la comunidad. Libertad cristiana no debe ser confundida con
desligamiento total, como tampoco puede ser confundida unión cristiana con
animosidad hacia el cuerpo. La salvación a la que está llamado el cristiano es total y
esto exige que la sexualidad se desarrolle personal y responsablemente en toda su
dimensión corporal y, al mismo tiempo, integrada en su vida cristiana.
El NT no ofrece ninguna respuesta a preguntas concretas, pero sí muestra cómo la unión
sexual ha de ser buena en sí, cómo exige una entrega mutua sin vuelta atrás, según el ser
del hombre que expresa la voluntad del Creador. En la relación matrimonial se realiza la
relación Cristo-Iglesia. Del mismo modo que la comunidad como tal representa a Cristo
en la tierra, el matrimonio hace presente el acontecimiento de Cristo entre los hombres.
Por ello puede acontecer la salvación en el matrimonio de una manera real.
Los dos principios básicos del comportamiento sexual son el amor (en su sentido pleno
de agapé) y la nueva comprensión en el Espíritu (Logos), siguiendo la línea de amor
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que Cristo marcó cuando dijo "amaos como yo os he amado, de este modo reconocerán
que sois mis discípulos". La Iglesia debe dar continuamente nueva expresión a las
exigencias de la santidad cristiana en la esfera del comportamiento sexual.
La mediación normativa
A menudo, hoy no basta ya, como en tiempos anteriores, con dejarse dirigir por el
comportamiento generalizado y transmitido, sino que el hombre se cuestiona acerca de
las razones y fundamentos de las exigencias, así como acerca de sus derechos. La
exigencia ética pide responsabilidad individual; la normativa formulada en
mandamientos e indicaciones no intenta otra cosa que llevar al hombre a una decisión
ética concreta. Pero, bajo estas circunstancias, el principio de la obediencia a las,
normas no es suficiente para orientar el comportamiento sexual.
Se discute frecuentemente hoy la función mediadora de las normas y se pide una
moralidad referente al comportamiento sexual "libre de prescripciones". En esto, sin
embargo, se está olvidando que incluso en las acciones más reflejas actúan mecanismos
adquiridos o innatos que regulan el comportamiento humano. Liberar al hombre de
normas significaría someterle a una presión ante las situaciones, que le desborda. Las
normas cumplen una función de descarga que evita al hombre otros males. En este
sentido no se puede renunciar a las normas; querer evitarlas supone crearse otras
nuevas.
Si las exigencias normativas actuales se ven como no válidas es debido a que un único
punto de vista concreto se fue haciendo absoluto y exclusivo. Pero la preocupación
moral está conformada por diversas demandas y aspectos que exigen una respuesta
diferenciada para poder ser responsable. Como complemento de las normas fijas se
deben utilizar ayudas para la reflexión que permitan juzgar el comportamiento en
función de los valores cuestionados. Esto no significa que todo vaya a quedar reducido a
la arbitrariedad individual, pues los valores que rigen las decisiones no son arbitrarios,
aunque las normas casuísticas no los aseguren. Hay valores reconocidos que siempre
habrán de seguirse en cualquier forma de decisiones. Existen una serie de formas de
comportamiento social sin las que no es posible una vida humana digna. Estas mismas
formas referidas al comportamiento sexual significan consideración ante la dignidad y
peculiaridad del otro, veracidad, justicia, tolerancia, mutuo respeto y disponibilidad a
superar las tensiones y a llevarlas con dignidad. Y más importante que estas
perspectivas es el ejercicio de un comportamiento social dirigido por el amor. De este
modo, la normativa no es sometimiento a mandatos y prohibiciones, sino camino hacia
una actitud que marca todo el comportamiento social.
4. AYUDAS PARA ORIENTARSE Y DECIDIR
A propósito de la sexualidad conyugal
Según la concepción cristiana, el lugar legítimo para la plena comunidad de hombre y
mujer es el matrimonio. Esto no sólo por ser comunidad sacramental de vida y amor,
sino por llevar consigo los presupuestos necesarios para la vida en común, para la
configuración de las relaciones sexuales y. realización del sentido de la sexualidad
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humana. Aquí las relaciones de los cónyuges se orientan a la permanencia y a la
exclusividad.
Las formas de expresión sexual en la entrega corporal son múltiples. Los cónyuges han
de escoger las que más les convengan. Para la configuración de las relaciones sexuales
pueden considerarse como buenas todas las acciones que respondan a la peculiaridad de
la pareja y que acontezcan en el respeto mutuo, consideración y amor. La perfección
técnica del acto sexual suele ser sobrevalorada; más bien hay que pensar que las
relaciones sexuales se desarrollarán sin trabas y lo mejor posible si van dirigidas por el
amor al compañero.
Sexualidad prematrimonial
Una importante finalidad del trato de parejas antes del' matrimonio es dar compañero
ideal para la vida en común. Esto supone la libertad de escoger entre varios, de probar
mutuamente la elección y volverse atrás en caso de error. Para ello la relación no puede
tener un carácter definitivo. Las relaciones sexuales en esta fase dificultan; esta libertad
haciendo imposible, a menudo, la libre elección por compromisos prematuros. La
relación amorosa, espiritual y corporal, antes del matrimonio no sirve de ejemplo para la
posterior experiencia matrimonial.
Todas las relaciones entre personas de distinto sexo tienen un componente sexual. En
este sentido, en la fase previa a la relación sexual plena hay todo un espectro de
relaciones sexuales de diversa intensidad y expresividad. Estas relaciones son buenas
mientras sean expresión de la provisionalidad y no se llegue a los grados de intensidad y
plenitud propios de parejas con unión personal definitiva.
Aunque no se puede asentir a la opinión de que las relaciones sexuales totales antes del
matrimonio son evidentes y necesarias, tampoco es justo hacer un juicio global e
indiferenciado de todas las situaciones particulares. Es claro que no se pueden valorar
de la misma manera la relación sexual indiscriminada y las relaciones íntimas de
personas que se aman y caminan a un compromiso definitivo, aunque, por el momento,
por razones serias aún no se hayan casado.
Pero también en una valoración diferenciada de la situación hay que recordar que no
está justificado engendrar un niño al que no se van a poder proporcionar las condiciones
para un desarrollo apropiado. Los niños nacidos fuera del matrimonio están en
desventaja en muchos aspectos, lo cual muestra que el matrimonio es el lugar adecuado
para tener los hijos. Tampoco se debe planificar un embarazo como medio de presionar
al compañero.
La exigencia de no engendrar niños fuera del matrimonio no garantiza naturalmente que
esto no ocurra de hecho. Y cuando una joven embarazada asume tener un hijo y darle
las oportunidades necesarias para su desarrollo y formación, toma respecto al niño una
decisión moral positiva, que merece consideración y ayuda.
Dado que el matrimonio exige- de los contrayentes un desarrollo personal y una
madurez humana, se requiere antes del matrimonio un proceso de transición que ayude a
superar los comportamientos sexuales dirigidos exc lusivamente a la satisfacción propia.
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Sexualidad de los no-casados
Tratamos aquí del comportamiento sexual de las personas que permanecen sin casarse,
sea por su propia voluntad, por no haber encontrado el compañero correcto, o porque su
matrimonio ya no existe por estar viudos o separados.
Existe en la sociedad actual una fuerte tendencia a mantener también para los nocasados el derecho a las relaciones sexuales completas mientras con ello no hagan daño
a nadie. Lo mismo que en las relaciones prematrimoniales hemos de preguntarnos aquí
si una unión que tiende a permanecer y a ser exclusiva no es en realidad una forma
moderna de matrimonio clandestino o secreto. Por eso en la valoración de una relación
de este tipo hay que preguntar abiertamente si de veras y por qué es imposible el
matrimonio. Indudablemente estas relaciones han de ser valoradas de modo distinto al
caso en que uno de los dos esté casado, ya que entonces no se mantiene el principio
general de que nadie quede dañado.
Es preciso mantener aquí la posición de que es posible la renuncia a las relaciones
sexuales, con satisfacción subjetiva. En las actuales condiciones sociales no cabe duda,
sin embargo, de que esto es difícil. El problema de muchos solteros es que no se
integran socialmente y experimentan su vida como soledad, viviendo en una sociedad
anónima invisible. El intento de salir de esta situación buscando contactos sexuales no
suele dar fruto sino que más bien ahonda la soledad. Las mujeres son especialmente
sensibles a esta soledad, de la que no se libran mejor por el hecho de tener hijos.
Es necesario procurar contactos sociales a los solteros y concretamente con familias.
Las comunidades eclesiales y los diversos grupos en la Iglesia tienen aquí un papel a
cumplir. Del mismo modo, puede abordarse el problema del aislamiento con viviendas
apropiadas.
Problemática de la homosexualidad
Los hombres y mujeres que se sienten atraídos por personas del mismo sexo esperan
hoy de la sociedad y de la Iglesia una consideración y juicio diferenciado acerca de su
tendencia y su comportamiento. Las siguientes consideraciones se refieren a .,auténticos
homosexuales, personas para quienes su inclinación responde a una postura básica de su
personalidad; no tenemos en cuenta a los, pseudohomosexuales que se entregan a estas
prácticas sin ser, propiamente homosexuales.
Aún no se ha aclarado la cuestión de las causas de la homosexualidad. Es claro, sin
embargo, que en el proceso que sigue una persona hasta esta situación juegan un papel
importante factores de diverso tipo, tanto la constitución interna, la situación exterior
como la posición que va tomando el sujeto al que nos referimos.
La alusión al proceso histórico del desarrollo hacia la inclinación homosexual nos
indica ya que no se trata sin más de una variante de la sexualidad humana, sino más bien
de una limitación dentro de las posibilidades, ya que se excluye la relación con el sexo
contrario.
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Esta afirmación no incluye ninguna clase de valoración moral. La teología ve realizada
la disposición al amor en la relación con el otro sexo y en las posibilidades que de ahí
surgen hacia la consecución del fin creador de la sexualidad. Una limitación en esta
esfera no es imputable a culpa personal, sino que, más bien, señala la necesidad de
salvación general del hombre.
De estas reflexiones se deduce:
a) Que es preciso distinguir claramente entre la inclinación al mismo sexo y el
comportamiento homosexual. Dado que la ciencia parte de que el homosexual no es
capaz de entrar en relación con personas de otro sexo, se le impone vivir con su
inclinación hacia personas del mismo sexo.
b) Que el comportamiento no debe aislarse de la persona. Si el homosexual concluye
que en su caso concreto no tiene posibilidades de cambio en su personalidad, debe saber
también que su situación le ofrece también posibilidades positivas de contacto humano
y de una configuración de su situación vital. La meta no debe ser la represión sexual,
sino la configuración plena y con sentido de sus fuerzas sexuales (sublimación).
Sublimar no significa convertir lo no espiritual en espiritual. La sexualidad no se
transforma, sino que queda puesta al servicio de un comportamiento global humano. El
hombre que logre personalizar su inclinación al mismo sexo, poniéndola al servicio más
amplio de la amistad, conseguirá asumir sus inclinaciones en la totalidad de su persona
y situarlas al servicio del desarrollo de su personalidad.
Lo que no se puede permitir es que se incite a otros por la vía homosexual, y mucho
menos a niños y jóvenes. A los padres ha y que advertirles especialmente de este peligro.
5. CONCLUSIONES PARA LA EDUCACIÓN Y LA PASTORAL
Una educación sexual objetiva para niños y jóvenes exige la experiencia del amor en el
trato con los padres y hermanos; asimismo un contacto llano y sin inhibiciones con el
propio cuerpo y sexo; una información acomodada al propio desarrollo, pero objetiva y
veraz acerca de las cuestiones relacionadas con la sexualidad humana; y, en fin, el
ejercicio en la actitud del amor y en la capacidad de tener compañeros. Esto es labor
fundamental de los padres, pues es en la casa familiar donde ha de comenzar la
educación sexual. Sin embargo, también el resto de los educadores debe colaborar en
esta tarea.
No se puede partir del supuesto de que los padres están preparados para esta labor. Hay
que dedicar especial atención a la capacitación de los padres, y concretamente dentro
del trabajo de formación eclesial con adultos y familias. Asimismo se deben organizar
cursos para maestros, discusiones conjuntas donde padres y educadores se enfrenten con
las teorías, opiniones y concepciones críticas que al respecto circulan en nuestra
sociedad.
La época de la pubertad exige una atención especial. La pubertad no es sólo la época de
la maduración genital-sexual del joven. Es también el momento de un cambio en su
situación vital: se ve enfrentado a nuevos problemas ante su familia, el entorno social,
su futuro. Momento de inseguridad que es interpretado como desdicha y en el que la
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experiencia del placer es buscada como compensación, con el consiguiente perjuicio
para la integración de la sexualidad en la persona global.
En estas circunstancias, la mejor ayuda que se puede prestar al joven es colaborar a que
supere sus problemas. Ha de quitársele el motivo para "su huida al placer", así como el
miedo neurótico; asimismo la injustificada angustia de pecado, que en nada ayuda a
superar esta situación. Dado que la masturbación es a menudo un escape para no
enfrentarse a los problemas de la nueva vida, no es conveniente recomendarla como
inevitable. El no superar la fase, a veces larga, en la que el joven dirige a sí mismo su
comportamiento sexual puede llegar a hacer imposible la solución de estos problemas.
Pedagógicamente es muy valioso el que el joven tenga ocasión y facilidad para
comentar sus problemas, que se le faciliten experiencias de éxito; igualmente son útiles
los grupos de amigos, en los que se emprendan todo tipo de iniciativas que satisfagan
los intereses y apetencias propios, impidiendo una fijación en las dificultades sexuales.
Dado que en esta época las relaciones con los padres suelen ser dificultosas, hay que
valorar la tarea e interés por las agrupaciones juveniles, en cuyo seno se pueden
satisfacer las funciones indicadas, colaborando de este modo a la educación sexual.
En las relaciones cada vez más frecuentes entre jóvenes de distinto sexo hay que notar
que lo primero que se busca es secreto y comprensión para los propios problemas. El
peligro de estas relaciones está en que, tras cierto tiempo, se llegue a unas relaciones
sexuales que originan una ligazón prematura, y todavía inmadura, que dificulta o impide
un posterior encuentro con otras personas. Por otra parte, la ruptura de estas relaciones
por la intervención píe los mayores, puede traer como consecuencia el que dos jóvenes
pierdan un importante apoyo. El trabajo y la pastoral con jóvenes debe dirigirse a abrir a
estas parejas a grupos de semejante edad. Se trata, pues, de liberar a estos jóvenes del
aislamiento en pareja en el cual se encuentran, posibilitándoles la apertura a un posterior
desarrollo y a nuevas oportunidades.
Un presupuesto importante para la consecución del matrimonio es el temprano cultivo
de las relaciones entre compañeros. Uno de los motivos de las tempranas relaciones
sexuales que hoy día se emprenden es no sólo el slogan moderno del "consumo sin
retraso", sino el no haber aprendido formas de trato espiritual y social con el otro sexo.
Esto pide que se fomenten los contactos entre jóvenes, y dada la dificultad que las
modernas viviendas representan para llevar a los amigos a casa, es importante ofrecer
nuevas oportunidades en el seno de los locales pastorales.
Especial dedicación exigen las parejas que aspiran demasiado pronto al matrimonio o
que, por el contrario, se ven obstaculizadas para él. Matrimonios tempranos suelen
romperse pronto, por lo que deben desaconsejarse por la dignidad del matrimonio y por
el bien de la pareja.
Y, al contrario, la Iglesia debe proclamarse defensora del matrimonio apoyando a
aquellas parejas que parezcan maduras, aunque circunstancias externas de estudios
largos, inseguridad o desventaja económica, etc, pudieran hacer parecer la conveniencia
de desaconsejar el matrimonio.
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Mientras esto no ocurra, hay que contar frecuentemente con que establecerán relaciones
sexuales y a veces incluso en el sincero convencimiento de que están prácticamente
casados. Pero aunque no se les pueda negar subjetivamente esa convicción, no hay que
olvidar, sin embargo, que el convencimiento subjetivo no basta para asegurar el
matrimonio, el cual depende de otros factores.
Ciertamente no son sólo las situaciones de urgente necesidad las que impulsan a los
jóvenes a retrasar el matrimonio. Importante papel juegan las concepciones modernas de
consumo, presiones económicas, etc.
Especiales problemas plantea el embarazo prematrimonial. Los jóvenes padres se ven
angustiados y sin la necesaria ayuda social, viéndose empujados a soluciones
injustificables. Las ofertas de ayuda deben tener en consideración la situación vital, el
nivel de desarrollo y madurez de los padres:
-Cuando los padres están maduros para el matrimonio y decididos a él, pero por
cualquier razón lo están retrasando, debe animárseles a casarse.
-Por el contrario, en el caso de falta de madurez, capacidad o incluso intención de
casarse, de uno o ambos, no se les debe presionar para el matrimonio; la ayuda ha de
consistir, más bien, en sostener a la madre para que pueda dar a luz y educar al niño. sin
presiones insostenibles.
CONCLUSIÓN
Estas reflexiones quieren ir dirigidas a los cristianos en su responsabilidad privada y
pública. La tarea de una configuración humana de la sexualidad se deja cada vez más al
sentimiento particular, eludiendo las dificultades que se plantean en la esfera privada y
social. Por ello, directrices que quieren ayudar son recibidas como intromisiones
indebidas y rechazadas. Pero en la cuestión- de la configuración humana de la
sexualidad se tocan problemas con resonancia social, que piden una reflexión también
común.
Reflexión y esclarecimiento no bastan. Un comportamiento digno en la esfera de la
sexualidad no se consigue sin autodominio. Control y medida son condiciones
indispensables para la configuración cristiana de la vida. El cristiano sabe que en todos
sus esfuerzos es ayudado por la gracia divina. Sólo en estas condiciones puede crecer el
amor sexual, vivir lo humano con lo divino y penetrar toda la vida de la pareja.
Tradujo y condensó: NICOLÁS POMBO
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