Marx: alienación y humanismo

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Las formas de la alienación y el humanismo marxista
1. El concepto de «ideología»
El marxismo se propuso llevar a cabo una clari-ficación crítica y racional de la conciencia, de modo que
termine con la obnubilación en que el hombre puede vivir su inserción y relación con la realidad. Una
clarificación en el conjunto de ideas o representaciones que el hombre o una clase social tienen acerca de sí
mismos, de su lugar en el mundo y en la historia. Cabe denominar ideología, en una acepción muy general,
«un sistema de representaciones (imágenes, mi-tos, ideas o conceptos según los casos), dotados de una
existencia y de un a el históricos en el seno de una sociedad dada» (Althusser, La revolución teórica de Marx,
Siglo XXI, Méjico, 1968, página 191). En esta primera acepción general, la ideología es un momento esencial
y necesario en la vida de los hombres y en la sociedad, pues como señaló Engels «todo lo que mueve a los
hombres tiene que pasar necesaria-mente por sus cabezas» (o. c., IV).
Ahora bien, en la medida en que en la ideología se expresa la rela-ción del hombre con su mundo y su
existencia social e histórica, las ideas o representaciones que expresan esta relación pueden hacerlo de un
modo adecuado y verdadero, o bien, por el contrario, de un modo falso. En este último caso, el término
«ideología» recibe una acepción más restringida y precisa, viniendo a significar un conjunto de «ideas» y
«formaciones nebulosas» o «sublimaciones» que dan una imagen o re-presentación falseada y falsificadora
de la realidad y de las condicio-nes en que se desarrolla la vida de los hombres.
El marxismo va a mantener, en relación con el conjunto de ideas o representaciones en que consiste la
ideología, al menos las tres tesis si-guientes:
a)Lo que piensan los hombres es un producto de la sociedad en que viven; la conciencia, entendida como el
conjunto de representacio-nes e ideas, es «un producto social», se presenta «como el lenguaje de la vida
real»1
b)La ideología tiene una acepción y sentido primaria y casi exclu-sivamente negativo, en cuanto «ideas»
falsas y falsificadoras. «En toda la ideología escribe Marx los hombres y sus relaciones aparecen in-vertidos
como en una cámara oscura.»
c)Los contenidos ideológicos de la conciencia (la religión, la mo-ral, la política, etc.) ni tienen sustantividad
propia ni en consecuencia, tienen su propia historia y desarrollo, a pesar de que la conciencia ideológica se
figura a las ideas «como entidades con propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sometidas tan
sólo a sus leyes propias».
Las formas ideológicas de la conciencia tienen como función ocul-tar, desfigurar, sublimar y suplantar
imaginativa o conceptualrnente una situación de la existencia real, social e histórica de los hombres que el
marxismo caracteriza como de alienación del hombre. La crítica marxis-ta de la conciencia ideológica está
promovida desde la exigencia de una crítica de la situación alienada del hombre. La crítica tiene que ser una
crítica teórica, y el conocimiento que a través de la crítica ha de surgir constituirá asimismo un cuerpo teórico
sobre las estructuras y leyes de la sociedad y de la historia. «Indagar las causas determinantes que se reflejan
en las cabezas... de un modo claro o confuso, en forma directa ¡o bajo un ropaje ideológico, e incluso
divinizado: he aquí el único camino que puede llevarnos a descubrir las leyes por las que se rige la historia en
conjunto» (Engels, obra citada, IV). La clarificación racional, el conocimiento de la situación de
conciencia ideologizada y de exis-tencia alienada será un momento necesario para acabar con la
ideolo-gía y la alienación. La teoría, pues, es inexcusable. Pero, sin embargo, no es suficiente, pues la crítica
ha de ser también práctica; o más preci-samente, si es verdadera teoría no puede dejar de ser práctica, pues ya
en cuanto teoría está promovida desde la praxis (la teoría será un modo de producción, la producción teórica),
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y está destinada, por su propia naturaleza y origen, a realizarse, consumarse y verificarse práctica-mente.
Es preciso, pues, señalar muy brevemente el sentido de la «aliena-ción» y sus formas.
2. La alienación y sus formas
• El concepto de «alienación»
El problema designado con el término «alienación» es complejo, y acaso sea un buen modo de aproximarnos
a su comprensión el partir de un análisis semántico del término «alienación». Al significado de este término
puede encontrársele un triple origen:
a) Económico, según el cual «alienación» significa la transmisión de una propiedad de una persona a otra.
b) Jurídico, significando entonces la transferencia que un indivi-duo hace de su libertad a la sociedad.
c) Y teológico, expresando entonces la acción de Dios en la que crea y produce el mundo
En cualquier caso, la alienación supone o requiere:
a) Una dualidad de elementos o polos.
• La acción de uno de ellos (sujeto) por la que se pone en relación con el otro.
• El peculiar modo de entender esa relación (que siempre ser bajo la forma de «acción
productiva−transformadora»).
• El estado o situación en que el polo activo−productivo se en-cuentra en relación con el polo que recibe la
acción productivo−transformadora.
La complejidad estructural del fenómeno o problema a que se refie-re la alienación ha exigido que en el
análisis del mismo el propio Marx(y ya antes lo hizo Hegel, si bien en otro contexto) haya utilizado
dife-rentes términos para comprenderlo y expresarlo precisamente. En efec-to, la acción en la que el polo
subjetivo activo−productivo sale fuera de sí, se exterioriza, en esta exteriorización se expresa o manifiesta y
entra en relación con algo otro que su sí mismo, esta acción o actividad, decimos, es designada con el término
«Entäusserung» que puede tradu-cirse al castellano por «exteriorización». Pues bien, en esta
«exterioriza-ción» el polo subjetivo (el sujeto o el hombre) de alguna manera se desposee de algo de sí mismo
(siquiera sea al menos de su actividad o fuerza productiva), expropia o pierde algo de sí, y esta desposesión o
expropiación suele ser denominada con el término «Veräusserung>, que puede traducirse al castellano por
«enajenación».
A fin de cuentas lo que ambos términos alemanes («Entäusserung»y «Veräusserung») significan puede ser
recogido con el término castellano «enajenación», y con él se quiere significar sólo la acción relacional del
polo subjetivo al polo objetivo (u objeto), acción en la que el sujeto se expresa y manifiesta, y en esta su
acción expresiva−productivo−trans-formadora se desposee al menos de su fuerza productiva o trabajo. En este
preciso sentido, la «enajenación» significa la estructura o naturaleza activa−relacional−productiva del sujeto o
del hombre, y, por consiguien-e, en este preciso sentido y respecto, es, de una parte, ineliminable o
insuperable (ya que constituye, como veremos pronto, la naturaleza o ser del hombre) y de otra, por tanto, no
encierra un sentido negativo (o alienante»).
Pero esta acción relacional−productiva está referida al otro polo, al objeto, y lleva a cabo una producción o
transformación en el objeto, iue de este modo y por medio de la acción productiva es transformado, y hay que
considerarlo, por tanto, en cierto respecto, como resulta-do o producto de la acción transformadora del sujeto,
como obra suya, como su producto y su propiedad. Pues bien, el hecho o situación en la que el resultado o
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producto de la acción productiva−transformadora del sujeto o del hombre no le pertenece, no es considerada y
usada como suya, sino que deviene propiedad de otro (aliud), y al sujeto activo−p-roductor le deviene y
resulta ajena y extraña, esa situación, decimos, es designada con el término Entfremdung, que puede
traducirse al castellano por «alienación». «El objeto que el trabajo produce, escribe Marx, su producto, se
enfrenta a él como un ser extraño, como un poder independiente del productor... el trabajador se relaciona con
el producto de su trabajo como un objeto extraño» (Manuscritos: economía y filosofía, ed. cit., páginas
105−106).
Pero en esta situación alienada, lo alienado o extraño no es sólo el producto, sino también, y más
radicalmente, el productor o el hombre que produce, pues consistiendo éste en su acción productiva, y
manif-estándose y plasmándose (objetivándose) su acción productiva en el producto, la desposesión de éste
implica y significa la desposesión de sí mismo, la pérdida de sí mismo, la negación de sí o su desrealización:
la realización del trabajo... aparece... como desrealización del trabaja-dor.(...) El trabajador pone su vida en el
objeto, pero a partir de enton-ces ya no le pertenece a él, sino al objeto(íbidem). Mas es preciso reparar, al
menos, en otro aspecto de la situación alienada, y hacer otra consideración. En efecto, el producto (obra,
resultado y propiedad de la acción productiva) deviene independiente, es desposeído y descone-xionado de su
relación al sujeto productor; es decir, es considerado como una cosa natural («res», en latín; «ding», en
alemán). Y, por consi-guiente, también es convertido y considerado como cosa el sujeto pro-ductor mismo, el
hombre trabajador (pues ya vimos que el hombre es su actividad o acción productora, y ésta se realiza y
objetiva en y como su producto); es decir, el hombre mismo deviene cosa, es reificado (hecho facere cosa res).
Henos aquí, pues, ante el fenómeno de la reificación del hombre (Verdinglichung), de su conversión en una
cosa entre cosas, y sometido al mismo trato y uso que las cosas: el hombre deviene una mercancía.
Como es obvio, esta segunda acepción del término «alienación» (la alienación como pérdida de sí mismo, en
cuanto expropiación de lo que es su propiedad, como división o escisión de sí, y en cuanto reifica-ción del
hombre) encierra un sentido negativo, no necesario ni acorde con la naturaleza del hombre, y que, por
consiguiente, es fruto y conse-cuencia del modo de entender y organizar, por parte de una sociedad o una
época histórica determinada, la «relación de producción». Encierra un sentido negativo en cuanto que implica
e impone una negación de la libertad del hombre, y, en fin de cuentas, una des−humanización, una conversión
de «lo humano en lo animal» (Marx, o. c., pág. 109). En cuanto que es una situación alienada no natural,
sino histórica, es de-cir, resultado de una determinada organización y estructuración de la vida social y
económica, se impone una doble tarea:
1º El estudio y conocimiento de esa determinada estructura socio−económica o modo de producción
(esto es, una teoría científica de lasociedad y, en último término, acaso, una teoría de la historia).
2.0La transformación práctica de la realidad social, encaminada a una mejor y plena realización del
hombre. Como se puede apreciar, pues, una instancia teórica y otra práctica−política. Mas en una y otra
alienta una exigencia de humanización de la vida humana y de realiza-ción plena de la naturaleza y las
potencialidades del hombre. Por ello justamente pertenece al marxismo elaborar una teoría o concepción del
hombre. Y sólo desde ésta será dado enjuiciar una real y determinada situación como alienada, así como el
propio proyecto de humanización y realización plena del hombre según el modo como el marxismo lo
entiende y propone.
• Las formas de alienación
El análisis de la alienación que acabamos de ver se ha llevado a cabo desde la consideración del concepto
básico y estructural de «actividad productiva» o trabajo. La alienación básica y fundamental es, pues, la del
trabajo alienado, o alienación económica. Es la alienación estructu-ral y radical de la sociedad capitalista o
del modo de producción capita-lista, estudiado y justificado por la economía política clásica. Marx lleva a
cabo una crítica teórica de la economía política (economía política que es ideológica en la medida en que
«oculta la alienación esencial del trabajo», Manuscritos, ed. cit., pág. 107) y de la alienación económica en
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sus obras Contribución a la crítica de la economía política y El capital. Crítica de la economía política
(mediante los conceptos teóricos, entre otros, de «valor de uso» y «valor de cambio'>, «mercancía, «traba-jo
general abstracto», «plusvalía», «capital constante y capital variable», «acumulación del capital»...).
El carácter radical de la alienación económica promueve otras for-mas de alienación, como son la
alienación social y la alienación políti-ca. La alienación social, que se levanta sobre la división de la
sociedad en clases; y la alienación política, mediante la división entre sociedad civil y estado. Una y otra
alienación están estrechamente conexiona-das e interrelacionadas con la alienación, segregan un conjunto de
representaciones ideológicas, que tienden a justificar y obnubilar la situación real. Marx lleva a cabo la crítica
de estas alienaciones, a nivel teórico, principalmente en la crítica de los Principios de la filosofía del derecho
de Hegel, y en obras de carácter histórico−teórico, como, por ejemplo, El dieciocho Brumario de Luis
Bonaparte.
Las formas de alienación señaladas (alienación económica, social y política) tienen sus últimas ramificaciones
y completan la situación alie-nada de la existencia humana y de la conciencia «ideológica» que la acompaña,
en dos últimas formas: la alienación religiosa y la alienación filosófica. La religión y el modo de existencia
religioso no pueden ser considerados, a juicio de Marx, como constitutivos del ser del hombre. Antes al
contrario, la existencia de la religión está en una estrecha rela-ción con la organización
económico−social−política, prestándole una justificación ideológica y estabilidad, en la medida en que la
liberación que la religión parece proponer no lo es en este mundo y no se lleva a cabo mediante la
transformación de la estructura social. La religión es sí un modo de existencia intrínsecamente falseada, una
forma de alien-ación y división irrestañable en el hombre, y cuyos caracteres son la designación, la
justificación trascendente de la injusticia social y la com-pensación en el cielo de la sociedad opresiva.
Al igual que Feuerbach, Marx cree que la religión es una proyección ¡el hombre; pero a diferencia de
Feuerbach encuentra la raíz de la religión no en un sentimiento humano religioso, sino en la miseria y el
desgarramiento de la vida social. La crítica marxista de la religión tiene pues un sentido primario y
principalmente socio−político, es decir, en ación con la función ideológica que pueda desempeñar en la
estructuración y dinámica de la sociedad. Si bien tampoco su interpretación e la naturaleza (y del
«naturalismo», como veremos) del hombre per-mite plantear con sentido el problema de Dios: «Al haberse
hecho evi-dente de una manera práctica y sensible la esencialidad del hombre en naturaleza ...se ha hecho
prácticamente imposible la pregunta por un extraño, por un ser situado por encima de la naturaleza y del
hom-bre» (Manuscritos, ed. cit., pág. 155). La transformación práctica de las condiciones materiales
(socio−económicas) de vida habrían de acabar, a juicio de Marx, con la religión y con la sólo aparente
dimensión religiosa del hombre.
Y por lo que se refiere a la filosofía, como conjunto de representaci-ones e ideas, también constituye una
forma de alienación, con una singular fuerza y función ideológica. Y ello por dos razones: porque lo interpreta
la realidad, y además porque la interpreta falsamente.
3. El ser del hombre y el humanismo marxista
Puede decirse que de alguna manera; 1) la crítica de Marx al idealism-o y al materialismo; 2) la explicación de
la posibilidad de la alienación partir de la actividad−productiva o trabajo del hombre, y 3) la necesi-dad de
una superación de las formas de alienación, encuentran su raíz en lo que, según Marx, constituye la
naturaleza o el ser del hombre.
• El ser del hombre
Cabría recoger en cinco afirmaciones o tesis generales la concep-ción marxista acerca de la naturaleza del
hombre.
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• «El hombre es inmediatamente ser natural»; mas no sólo ser natural, «sino ser natural humano».
1.º En cuanto «ser natural», el hombre está dotado de fuerzas natu-rales, es de naturaleza activa; pero también
es un ser pasivo, en el doble sentido de que tiene necesidades, y de que en cuanto corpóreo y sensible está
referido esencialmente a los objetos reales−naturales y él mis-mo es un ser objetivo para cualquier otra
realidad o ser. Ello hace d hombre un ser totalmente natural; hay pues que hablar del «naturalismo» del
hombre. El siguiente pasaje de Marx, aunque denso, es m expresivo en este punto: Un ser que no tiene su
naturaleza fuera de sí no es un ser natural, no participa del ser de la naturaleza. Un ser que no tiene ningún
objeto fuera de sí no es un ser objetivo. Un ser que no es, a su vez, objeto para un tercer ser, no tiene ningún
ser como objeto suyo, es decir, no se comporta objetivamente, su ser no es objetivo. U ser no objetivo es un
no ser, un absurdo» (Manuscritos, ed. cit., pági-na 195).
2.º En cuanto ser natural humano, la naturaleza del hombre no mera naturaleza natural, fija y dada, sino que
tiene que hacerse en ser y saberse en ésta su progresiva realización humana. En cuanto ser natural humano, el
hombre tiene su acto de nacimiento, la historia, un acto de nacimiento con conciencia. La historia escribe
Marx es la verdadera historia natural del hombre, en la que se lleva a cabo la conversión de la naturaleza en
hombre(Manuscritos, págs. 1 y 153).
b) El trabajo constituye la esencia del hombre. Y mejor que el término trabajo, es el término producción,
entendido como activi-dad−práctico−productiva, el que expresa la naturaleza del hombre. Es la producción lo
que, a juicio de Marx, lo distingue originariamente de los animales, y ninguna otra cosa (como por ejemplo la
religión Feuerbach o la autoconciencia Hegel). El hombre mismo se diferencia de los animales a partir del
momento en que comienza a producir sus medios de vida (La ideología alemana, pág. 19).
El concepto de producción o praxis se constituye así en el centro y vertebración no sólo ya del ser del hombre,
sino también del resto de los órdenes o ámbitos de la realidad. La praxis irradia necesaria y estructuralmente
en todas las expresiones del hombre y de su vida. En efecto:
1.º En la praxis y como praxis tiene lugar la abertura del hombre a mundo y a la realidad.
2.º Mediante la praxis realiza y desarrolla el hombre su ser en historia, que se entenderá así como un proceso
real práctico.
3.º La praxis configurará la totalidad de la vida social: Toda vida social es, por tanto, esencialmente
práctica(Tesis sobre Feuerbach VIII).
4.º En la praxis encontrará su origen y su último sentido el viejo problema de la naturaleza del saber, del
conocimiento y de la verdad y, por tanto, también el sentido y valor de la teoría: El problema de puede
atribuirse al pensamiento humano una verdad objetiva no e un problema teórico, sino un problema
práctico(Tesis sobre Feuerbach, II).
5.º En la praxis y mediante la praxis se encuentra una solución (y no sólo técnica, sino también una solución
teórica) a los problemas y tam-bién a las pseudocuestiones: Es en la práctica donde el hombre debe demostrar
la verdad, es decir, la realidad y el poder la terrenalidad de su pensamiento; «todos los misterios que inducen a
la teoría, al misti-cismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la comprensión de esta
práctica». (Tesis sobre Feuerbach, II y VIII, respec-tivamente).
c) «El hombre es un animal no sólo sociable, sino que consiste y se constituye en la sociedad.» En oposición,
pues, a interpretaciones (en lo que se refiere a su relación o prioridad con respecto a la sociedad) como las de
Hobbes o Rousseau, Marx reduce el ser individual del hombre a la sociedad. «El hombre, en el sentido más
literal, es un zoon politikon, no solamente un animal sociable, sino también un animal que no puede aislarse
sino dentro de la sociedad» (Marx, Contri-bución a la crítica de la economía política! Comunicación, Madrid,
5
1970, pág. 248).
d) «La naturaleza del hombre consiste, pues, en la producción de su vida.» Esta producción lo constituye, por
consiguiente, en una doble relación: en una relación a la naturaleza (relación natural), y en una relación a los
otros hombres a la sociedad (relación social). «El ser de los hombres escribe Marx en La ideología alemana,
es su proceso de vida real» (pág. 26).
e) Por último, y como expresión quintaesenciada de cuanto se vie-ne diciendo, Marx afirma que la esencia
humana... es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales. (Tesis sobre Feuerbach, VI.)
La caracterización del ser del hombre que se acaba de hacer viene a mostrar dos puntos. De una parte, que,
efectivamente, la naturaleza del hombre funda, y permite comprender, lo que al comienzo de este epí-grafe 3
indicamos en los apartados a), b), c); con la explicitación, que ahora hacemos, de que la situación de
alienación del hombre tiene su raíz en una determinada estructuración histórica económico−social; no en vano
el hombre mismo es histórico. Y de otra parte, que junto a la radicalidad y principialidad del hombre como
hombre y como sujeto, se da lo que podríamos llamar «relacionalidad» y el «carácter de resulta-do» del
hombre en cuanto que éste consiste en «el conjunto de las relaciones sociales». Estos dos puntos, y
especialmente el último, vie-nen a plantearnos el sentido del «humanismo» marxista, pero también la cuestión
de cómo y desde dónde «explicar» (teoría científica) la teoría de la sociedad y de la historia, esto es, el
problema de una teoría cientí-fica de la historia, el problema del materialismo histórico. Estas dos cuestiones
planteadas están en una peculiar relación. Veamos primero, el sentido del humanismo.
El humanismo marxista
Bajo el término «humanismo» pueden entenderse, y de hecho histó-ricamente se han entendido, muchas
cosas. En el marxismo cabe reco-nocer un triple significado o sentido al humanismo.
a) En primer lugar, el marxismo puede considerarse un humanismo en cuanto que promueve una crítica
y lucha contra la alienación del hombre, que tiene como fin acabar con su explotación, con su conver-sión
en una cosa (en algo in−humano), y que busca la liberación del hombre. El humanismo marxista aboga, pues,
por la libertad, la raciona-lidad y la personeidad del hombre. En este sentido, el marxismo mantie-ne el ideal
racionalista−ilustrado del hombre.
b)En segundo lugar, el marxismo puede considerarse un humanis-mo en la medida en que niega la
existencia de un ser distinto y superior a la naturaleza y al hombre; en la medida en que, por tanto,
establece la principialidad y autonomía dei hombre, y éste, como «ser natural y humano», realiza y consuma
las potencialidades del hombre, desarrolla y planifica la naturaleza. En este sentido habla Marx de «el
naturalismo realizado o humanismo» (Manuscritos, ed. cit., pág. 194). Por ello, el humanismo marxista vive
desde la negación de Dios (desde el hecho del «ateísmo») y afirma la primacía, suficiencia y autonomía del
hombre.
c) En tercer lugar, en cuanto que Marx afirme (o haya afirmado en algunas de sus obras) que el «hombre» es
el principio de la sociedad, es el sujeto de la historia, y en consecuencia el principio teórico−explicativo de su
concepción del mundo y de la teoría de la historia, el marxismo puede ser considerado un humanismo. Un
humanismo que podríamos denominar «epistemológico», en la medida en que el «hom-bre» (y en la
suposición de que haya algo así como la «esencia» hombre) es el principio científico−explicativo de la teoría
de la historia.
Mas en esta acepción de humanismo, surgen dudas sobre la viabili-dad de semejante humanismo. Pues, de una
parte, el hombre es el conjunto de relaciones sociales, se constituye en la conjunción de tales relaciones,
podría considerarse el resultado de un todo o complejo, que si no lo determina (esa es otra cuestión) al menos
lo configura y en parte lo explica. Y además, de otra parte, y en cuanto es resultado, difícilmente puede ser
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principio teórico−científico de explicación de la sociedad y de la historia. En esta acepción «epistemológica»
de huma-nismo, el pensador marxista francés Louis Althusser ha negado en nues-tros días que el marxismo
sea un humanismo, y que se pueda hablar de un «humanismo socialista». Pues el concepto de humanismo,
dice, es un concepto ideológico, mientras que el concepto de «socialismo» es un concepto científico.
Entendámonos: no se trata de negar la realidad que es señalada por el concepto de humanismo socialista, sino
de defi-nir el valor teórico de este concepto. Al decir que el concepto de hu-manismo es un concepto
ideológico (y no científico), afirmamos a la vez: que señala un conjunto de realidades existentes pero que, a
dife-rencia de un concepto científico, no nos da los medios de conocerías... Confundir estos dos órdenes sería
impedir todo conocimiento, mante-ner una confusión(Althusser, La revolución teórica de Marx, ed. cit.,
página 184). Y en lo que se refiere a la explicación científica de la histo-ria, la imposibilidad de elaborar un
conocimiento o teoría sobre ella. En consecuencia, «desde el ángulo estricto de la teoría se puede y se debe
entonces hablar abiertamente de un antihumanismo teórico de Marx... Sólo se puede conocer algo acerca del
hombre a condición de reducir a cenizas el mito filosófico del hombre... El anti−humanismo teórico de Marx
no suprime, por tanto, de ninguna manera, la existencia histórica del humanismo» (o. c., págs. 190−191).
El problema del humanismo marxista es hoy una «cuestión disputa-da», y creemos que con lo dicho puede
quedar presentado el pro-blema.
Materialismo y dialéctica. La concepción materialista de la historia
1. Materialismo y dialéctica
En su significado teórico critico−filosófico, el marxismo ha llevado a cabo su teoría acerca de la realidad
mediante una crítica radical del idealismo y del materialismo mecanicista, realizando una verdadera
su-peración de uno y otro, y que por ser una verdadera superación día-léctica no se ha de entender como un
«eclecticismo o amalgama de ambos», sino como una originaria reexposición teórica de la realidad. «El
naturalismo realizado, o humanismo (expresión con la que Marx designa la interna relación originaria, entre
la naturaleza y la activi-dad−productiva o trabajo como expresión del ser del hombre), se dis-tingue tanto del
idealismo como del materialismo y es, al mismo tiem-po, la verdad unificadora de ambos» (Manuscritos,
pág. 194).
• El concepto marxista de «dialéctica»
Pues bien, la «idea cardinal» en esta nueva concepción del mundo es la idea de dialéctica, idea que constituía
«el lado revolucionario de la filosofía hegeliana» y que expresa la naturaleza de la realidad como un proceso,
como una totalidad dinámica de elementos interrelacionados. La dialéctica de Hegel escribe Marx en una carta
a Kugelmann es la forma básica de toda dialéctica, pero sólo después de la eliminación de su forma mística.
Señalemos tan sólo algunos aspectos de la «des−mistificación» que el marxismo hace de la dialéctica
hegeliana, de la «materialización» de su carácter idealista, de la «vuelta del revés» (Ums-tulpung) que Marx
lleva a cabo con la dialéctica de Hegel.
a) En cuanto a las categorías de inmediatez−mediación, el mar-xismo negará que toda realidad u objeto que se
presenta como «inme-diato» suponga ya previamente una «mediación» y sea por tanto el re-sultado de una
acción productiva mediadora. Esto está dicho especialmente en relación con la «naturaleza»: la naturaleza no
es el resultado o el producto de algo previo y distinto a ella (el espíritu) (tesis que llevaría al idealismo), sino
que la naturaleza es originaria, y por tanto algo (ontológica y ahistóricamente) inmediato.
b) La categoría de totalidad no expresa, en verdad, la totalidad de la razón o del espíritu, ni el todo que es lo
real es un «todo racional o espiritual» (Hegel), sino que es la totalidad natural−social, la totalidad material que
es la producción de la vida: la totalidad de la sociedad de clases.
c) Esta totalidad encierra una negatividad(categoría de «nega-ción» o «negatividad»): carácter negativo o
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contradictorio de lo real. Mas la contradicción es justamente una contradicción real (según el nuevo concepto
marxista de realidad), y no meramente lógica o de los conceptos. Y la negación de la situación contradictoria
o negativa (la «negación de la negación») no es una mera negación «lógica o sólo pensada y realizada en el
orden del pensamiento», sino que consiste en la transformación de la estructura y el orden real dado
contradictorio, y la instauración de otro nuevo.
d) De ahí que, en lo que se refiere, por último, a la superación (Aufhebung) de la contradicción o negatividad,
no consista ni en la «aniquilación» («hacer nada, negar y disolver algo en su carácter de real) de objeto
natural−material que recibe la «actividad transformadora» mediante la cual se realiza la «superación», ni que
la «superación» lo sea sólo pensada, en el orden de los conceptos.
La realidad es, pues, según el marxismo, dialéctica; y la dialéctica es una dialéctica material. Mas, ¿qué
significa que la dialéctica sea mate-rial? Su sentido dependerá de lo que se entienda por «materialismo».
• El concepto marxista de «materialismo»
El problema que se plantea a este propósito es el de si la teoría marxista tiene una concepción de la realidad en
cuanto «natural», consi-derada al margen y con independencia del hombre, de la producción de vida y de la
historia, o de si, por el contrario, el punto de considera-ción en su teoría de la realidad es otro. En esta
cuestión, el pensamiento y ¡a teoría de Marx son distintos de lo que ha sido la «escolástica marxis-ta»
posterior.
a) La teoría de Marx toma en consideración conjuntamente a ¡a «naturaleza» y al «hombre>', en cuanto
dialécticamente relacionados, «La naturaleza, escribe Marx en los Manuscritos, tomada en forma abs-tracta,
por sí, fijada en la separación del hombre, no es nada para el hombre.» Korch lo ha expuesto clara y
precisamente: «Marx concibe la naturaleza desde el principio en categorías sociales. La naturaleza física no
interviene directamente en la historia universal, sino mediatamente, como proceso de producción material que
desde su origen mismo pro-cede no sólo entre hombre y naturaleza, sino al mismo tiempo también entre
hombre y hombre; ...en lugar de la pura naturaleza, presupuesta a toda actividad humana, en la ciencia
rigurosamente social de Marx apa-rece siembre como «materia» social la naturaleza, como producción
material, mediada y transformada por actividad humana social» (o. c., pág. 167). Así pues, el materialismo de
Marx consiste en considerar la realidad como el proceso dialéctico real de producción, un proceso
material (y no «espiritual»), es decir, como trabajo o acción productiva del hombre en y con la naturaleza.
Y consiguientemente de este proce-so dialéctico entre naturaleza y hombre sólo cabe una teoría y una ciencia:
«Nosotros, escribe en La ideología alemana, conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. La historia
puede ser considerada desde dos vertientes, se la puede dividir en historia de la naturaleza e historia de la
humanidad. Pero estas dos vertientes no deben escindirse; mientras existan los hombres, la historia de la
naturaleza y la historia de los hombres se condicionarán recíprocamente.»
b) El materialismo dialéctico en esta última acepción vendría consistir en un sistema filosófico que afirmaría
la materia como constituyendo la esencia de todo lo real, una materia regida por una dialéctica con
anterioridad y al margen del hombre y la historia, una dialéctica de la naturaleza con sus leyes propias.
Constituiría una peculiar y precisa ontología, que, como señala Alfredt Schmidt, se puede examinar referirse
para nada a la obra de Marx. Así entendido, el materialismo dialéctico fue proyectado e iniciado por Engels,
en quien «se yuxtaponen simplemente en parte, y en parte se entrelazan, dos conceptos naturaleza: uno
mediado en sentido social concreto y otro que tiene carácter materialista−metafísico» (Alfredt Schmidt, El
concepto de natu-raleza en Marx, Siglo XXI, Méjico, 1976, págs. 197 y 211, respectiva-mente).
Mencionemos simplemente las leyes dialécticas de la «mate-ria», una materia que es, al decir del
«materialismo dialéctico», infinita en el espacio y en el tiempo y no−entrópica (rechazo de la ley de
en-tropía):
1.º Ley de la acción recíproca y de la conexión universal.
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2.º Ley del cambio universal y del desarrollo incesante.
3.º Ley del cambio cualitativo.
4 º Ley de la lucha de los contrarios.
2. La concepción materialista de la historia
Para el marxismo la historia no es ni «una colección de hechos muertos», como lo es para los empiristas, ni,
según ya señalamos, «una acción imaginaria de sujetos imaginarios», según la interpretó el idealis-mo. (La
ideología alemana, pág. 27.) La historia se reduce en último término para el marxismo a la sucesión de los
diferentes modos de producción, al proceso real de producción. Sobre la estructura de este proceso y las
categorías o conceptos con los que Marx lo analiza, acaso el texto más preciso, breve y completo sea uno
perteneciente al prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política, cuya reproducción nos parece
oportuna, a la par que ahorrará por su clari-dad casi todo comentario. Dice así:
En la producción social de su vida, los hombres traban determi-nadas relaciones necesarias, independientes de
su voluntad, relacio-nes de producción que corresponden a un determinado estadio de desarrollo de sus
fuerzas productivas materiales. La totalidad de es-tas relaciones de producción constituyen la estructura
económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una sobreestructura jurídica y política a la que
corresponden determinadas formas socia-les de conciencia. El modo de producción de la vida material
deter-mina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino, a la inver-sa, su ser social el que determina su conciencia. En un determinado estadio
de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la so-ciedad entran en contradicción con las relaciones
de producción existentes o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las rela-ciones de propiedad dentro
de las cuales se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo que eran las fuerzas productivas, esas
relaciones mutan en trabas de las mismas. Empieza entonces una época de revolución social.
Con la alteración del fundamento económico se subvierte más rápida o más lentamente toda la gigantesca
sobreestructura. En la consideración de estas conmociones hay que distinguir siempre en-tre la transformación
material de las condiciones económicas de la producción, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas
o filosóficas, en suma, ideológicas, en las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y lo dirimen.
Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que él se imagina ser, así tampoco es posible
juzgar una tal época de transformación por su conciencia, sino que hay que explicar esa conciencia por las
contra-dicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuer-zas productivas sociales y las
relaciones de producción. Una forma-ción social no sucumbe nunca antes de que se hayan desarrollado todas
las fuerzas productivas para las cuales es suficientemente ca-paz, y nunca aparecen en su lugar nuevas
relaciones de producción superiores antes de que sus condiciones materiales de existencia se hayan incubado
en el seno de la vieja sociedad misma. Por eso la humanidad no se plantea nunca sino tareas que puede
resolver, pues, bien considerado, se hallará siempre que la tarea misma no surge sino cuando las condiciones
materiales de su solución están ya presentes o, al menos, en proceso de devenir.
A grandes rasgos se puede decir que los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno son
épocas progresivas de la formación social económica. Las relaciones de producción bur-guesas son la última
forma antagónica del proceso de producción social, antagónica no en el sentido de antagonismo individual,
sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de vida de los individuos; pero las fuerzas
productivas que se desarro-llan en el seno de la sociedad burguesa producen al mismo tiempo las condiciones
materiales de la solución de ese antagonismo. Por eso la prehistoria de la sociedad humana termina con esta
formación social.
(Marx, o. c., edición cit., págs. 3 7−38. Damos, sin embargo, la tra-ducción de Manuel Sacristán sacada de la
edición castellana del libro de Korch, Karl Marx, edición cit., págs. 1 73−1 74.)
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Los conceptos o categorías fundamentales que, siguiendo el texto caben señalar en la concepción de la historia
como el «proceso real de producción» son:
a) Fuerzas productivas: este concepto designa la capacidad de producción o trabajo real de los hombres.
b) Relaciones de producción: expresan «las relaciones que se esta-blecen entre los propietarios de los
medios de producción y los pro-ductores directos en un proceso de producción determinado» (Marta
Harnecker, Los conceptos elementales del materialismo histórico, Si-glo XXI, Méjico, 1969, pág. 43).
c) Estructura económica o infraestructura: significa el fundamento sobre el que descansa y que condiciona,
en última instancia, todo el proceso de producción, y también en consecuencia aquella producción ideológica
denominada «sobreestructura». La estructura económica la constituyen las fuerzas productivas y las relaciones
de producción.
d) Sobreestructura: designa, más o menos rigurosamente, el con-junto de representaciones o ideas que
configuran la conciencia; así como las «estructuras» jurídicas y políticas que irradia y de las que se sirve la
«infraestructura».
e) Modo de producción: este concepto «se refiere a la totalidad social global, es decir, tanto a la estructura
económica como a los otros niveles de la totalidad social: jurídico−político e ideológico» (M. Harnec-ker, o.
c., pág. 137).
f) Formación social: la totalidad de los conceptos o categorías an-teriores vienen a constituir, en su interna
relación, un complejo o todo social. La «formación social» designa, pues, «una totalidad social concreta
históricamente determinada» (o. c., pág. 146). La formación social viene así a estar integrada por: 1) una
«estructura» económica; 2) una «estructura jurídico−política»; y 3) una «estructura» ideológica.
g) Revolución social: significa la destrucción y transformación de unas determinadas relaciones de
producción, con la consiguiente sub-versión de la supraestructura.
Por último, y prosiguiendo con el texto reproducido, señalemos explícitamente tres tesis acerca de la
concepción materialista de la his-toria:
1.º El factor o la estructura determinante de la historia lo constituye la relación entre las fuerzas productivas y
las relaciones de producción. La historia consiste en último término en el proceso real de la produc-ción
material de la vida. El motor de la historia es, pues, la contradic-ción entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, o lo que vendría a ser lo mismo, la lucha de clases. «La historia de toda sociedad
existente hasta hoy, escribe Marx en el Manifiesto comunista, es la historia de la lucha de clases.»
2.º En la historia, y en la determinación y configuración de su desa-rrollo y proceso, se da una peculiar
relación entre la «infraestructura» (el fundamento económico) y la supraestructura. Frente a la tesis que
vendría a sostener que el fundamento económico determina sin más el proceso histórico, así como también la
supraestructura, que no sería entonces sino un reflejo automático de la infraestructura (tesis que po-dría
denominarse economicista), en verdad para el marxismo se da una relación dialéctica entre la infra y la
supraestructura, si bien el funda-mento económico constituye, en última instancia, el principio de
expli-cación. Así pues, decir sin más que «el factor económico es el único determinante» es «una frase vacua,
abstracta y vacía» (Engels, carta a Bloch de 21−lX−1 890).
3.º El vector o fin al que se dirige la historia es la desaparición de las clases y la instauración del
comunismo. La sociedad sin clases y comunista, «eschaton» al que al parecer tiende y marcha la historia
(marcha que será acelerada mediante la acción del proletariado), ven-drá a acabar con las alienaciones y
permitirá la realización total del. hombre. En base a esta tesis (y aceptada en esta formulación) no sin
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fundamento, algunos autores han visto en el marxismo una «metafísica de la historia», y, en cualquier caso,
una instancia utópica.
La utopía no tiene aquí un significado «negativo», sino que más bien juega un papel importante en la
concepción marxista del mundo, hasta el punto de que algún filósofo marxista (Ernst Bloch) ha llegado a
hacer de la utopía y de la esperanza una disposición estructural−constitutiva del hombre. «El contenido
esencial de la esperanza escribe Bloch no es la esperanza, sino, en tanto que aquél no permite fracasar a ésta,
es existencia sin distancia, presente. Utopía labora sólo por razón del presente a alcanzar, y por eso el presente
se encuentra al final, como la falta de distancia finalmente querida, salpicando todas las distancias utopicas.
Precisamente porque la conciencia utópica no se deja alimen-tar con lo malo existente, precisamente porque
es necesario el telesco-pio de mayores distancias para ver la estrella real Tierra, y porque el telescopio se
llama utopía concreta: por eso precisamente la utopia no pretende una distancia eterna del objeto, sino que
desea, más bien coincidir con él como un objeto que ya no es ajeno al sujeto» (Bloch, El principio esperanza,
Aguilar, Madrid, 1977, vol. 1, págs. 311−312).
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