Cagnacci, Julio Héctor y otro c/ Muzzi, Jorge Héctor y

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Cagnacci, Julio Héctor y otro c/ Muzzi, Jorge Héctor y otros
Sumarios:
1.- A mi modo de ver carece de todo sustento estimar cumplida la obligación de reforzar con la
señal manual la indicación del giro a la izquierda ingresar en un predio frentista a poca velocidad
toda vez, que lo que importa en el caso a los efectos del cumplimiento de las normas de tránsito y
el deslinde la responsabilidad, es el aviso o señal, a fin de que la invasión de la mano contraria no
resulte sorpresiva.
Suprema Corte:
La Sala L”, de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, confirmó la sentencia de Primera
Instancia, que, al tener por acreditada la culpa de la víctima, fallecida en un accidente de tránsito
rechazó la demanda por daños y perjuicios promovida por sus padres.
Para así decidir, sostuvo que los argumentos del apelante referidos a que el giro a la izquierda
efectuado por el demandado estaría prohibido por las leyes de tránsito, en razón de no haberse
realizado en la intersección de las calles sino diecisiete metros de la esquina, caen ante lo
dispuesto por el artículo 53, inciso 40, de la ley provincial 11.430, que expresamente lo permite
para ingresar en un predio frentista (en el caso, en una estación de servicio), siempre y cuando se
refuerce la indicación de la maniobra con la señal manual. Coincidió con el juez de grado, en
estimar cumplida esta obligación con la escasa velocidad a la que el automóvil dio el giro - que
tuvo por acreditada en el orden de los 10 Km./h.-, considerando, además, al rodado que conducía
la victima (un cuatriciclo), como de poca maniobrabilidad y dudosa utilización en zonas urbanas.
Por otra parte, juzgó que este último se desplazaba a velocidad excesiva (entre 35 y 40 Km./h. en
el momento del impacto, conforme al peritaje de fs. 144/14 5 de la causa penal), circunstancia que
no le permitió frenar a tiempo, y determinante de la falta de dominio de su conductor. Añadió que,
en cuanto al tiempo de reacción al que se refirió el apelante, si la victima pudo razonablemente ver
al automóvil efectuar el giro lentamente, debió tener margen suficiente para disminuir la velocidad y
frenar a tiempo para evitar el accidente.
Concluyó que, al no haberse probado que el demandado circulara a velocidad excesiva y doblara
repentinamente, dadas la condiciones de tiempo y lugar, no cabía otra solución que la adoptada
por el primer sentenciador (y. fs. 463/464 del principal, foliatura a citar en adelante, salvo indicación
expresa).
-IIContra este pronunciamiento, los actores dedujeron el recurso extraordinario de fs. 471/475, cuya
denegatoria de fs. 483/484, motiva la presente queja. Tachan a la sentencia de arbitraria,
reprochando que la misma no constituye derivación razonada del derecho vigente con referencia a
los hechos comprobados de la causa, ni guarda relación con las constancias de la misma, por
omitir toda alusión a la mecánica del accidente, a la pericial realizada en sede civil, y a la
confesional que prestó la demandada, y por haberse valorado en forma arbitraria elementos
probatorios.
Alegan que la demostración inequívoca de la ocurrencia de los hechos, surge de los croquis
obrantes tanto en sede penal como en sede civil, cuya consideración se omite. Exponen que el
factor desencadenante del accidente, fue el giro efectuado por el automóvil. Reprueban que se
haya imputado velocidad excesiva al cuatriciclo, aún cuando la admitida por los peritos, certifica
que estaba dentro de los limites permitidos por la ley en la materia.
Examinan, luego, el peritaje mecánico efectuado en sede civil a fs 278/301, para afirmar que el
conductor del automóvil, que reconoce haber visto al cuatriciclo a 80 metros, pudo contar con el
tiempo suficiente para prever o evitar fa colisión, no cumpliendo con el deber de cuidado que
establece la teoría de la cosa riesgosa o peligrosa sentada por la doctrina. Expresa que la
sentencia atribuye esa conducta a la víctima, omitiendo considerar que, al girar a la izquierda en
avenida de doble mano, el automóvil fue el generador del suceso. Aduce que la colisión era
inevitable, salvo que la víctima la hubiese previsto, lo que era imposible - conforme al peritaje
citado -, debido al tiempo de reacción y al requerido para detener su marcha.
Se quejan, además, que en Primera Instancia se haya desestimado por tardías, sin atribuirles falso
testimonio, las declaraciones de los testigos de la actora que depusieron a fs. 187/189, violando,
de ese modo, el principio constitucional de igualdad ante la ley y las garantías del debido proceso.
-IIINo obstante que los agravios precedentemente reseñados, remiten al examen de cuestiones de
hecho, prueba, derecho local y común, materia ajena - como regla y por su naturaleza — a la
instancia del articulo 14 de la ley 48, ello no resulta óbice para abrir el recurso, cuando el
pronunciamiento carece de un análisis razonado de elementos eventualmente conducentes para la
solución de la causa, y deja al descubierto una fundamentación sólo aparente. En este orden el
Tribunal tiene dicho que si el juzgador ha prescindido de efectuar un tratamiento adecuado del
asunto conforme a las pruebas producidas, y silos argumentos expuestos por la Cámara han
franqueado el limite de razonabilidad al que está subordinada la valoración de la prueba, el
pronunciamiento no constituye un acto judicial válido (doctrina de Fallos 311: 1656, 2547, entre
otros), situación que, a mi modo de ver, se configura en el sub lite.
En efecto, la conclusión del juzgador acerca de que el accidente se produjo por culpa exclusiva de
la víctima, carece, de manera para mí evidente, del debido rigor de fundamentación. Cabe
observar, en tal sentido, que, tanto el juez de grado, como su Alzada, omitieron tener en cuenta
que la maniobra realizada por el demandado resulta violatorio de los principios básicos de
conducción que emanan, en jurisdicción local, del articulo 51, inciso 4) de la ley 11.430, y que, en
general, en nuestro país, vedan el giro a la izquierda (salvo en las esquinas en que no está
prohibido) en las arterias que admiten circulación en ambos sentidos. Además, estimaron cumplida
la obligación de reforzar con la señal manual la indicación del giro a la izquierda cuando se realiza
para ingresar en un predio frentista (art. 53, inc. 40, de la ley 11.430), con la escasa velocidad a la
que giró el automóvil, que tuvieron por acreditada en 10 Km./h. A mi modo de ver, este argumento
no pasa de ser una afirmación carente de sustento, toda vez que no explica por qué razón, la poca
velocidad en el giro, dispensaba de probar que se efectuó la señal manual, máxime cuando - en mi
opinión -, lo que importa en el caso a los efectos del cumplimiento de las normas de tránsito y el
deslinde la responsabilidad, es el aviso o señal, a fin de que la invasión de la mano contraria no
resulte sorpresiva. Tampoco resulta suficiente para avalar este razonamiento, la aseveración, no
acreditada, de que el rodado de la víctima fuera de escasa maniobrabilidad y dudosa utilización en
zonas urbanas.
El a-quo juzgó, además, que, conforme al peritaje de fs. 144/45, el cuatriciclo se desplazaba entre
35 y 40 Km/h. en el momento del impacto, velocidad que consideró excesiva. Sin embargo, el
artículo 77 de la ley provincial 11.430, establece como límite máximo de velocidad, 40 kilómetros
por hora en las calles, y 60 kilómetros por hora en avenidas, disposición corroborada por el informe
del Departamento de Asuntos Legales de la Municipalidad de Quilmes, obrante a fs. 136/137 del
expediente penal.
La misma ley, en el inciso 6 del artículo citado, establece límites máximos especiales, reduciendo a
30 kilómetros por hora, la velocidad precautoria para las encrucijadas urbanas sin semáforos. Pero
éste no el caso de autos, ya que el perito ingeniero mecánico localizó en aproximadamente 17
metros de traspuesta la intersección, el lugar del suceso considerado (y. fs.289/291) sin olvidar que
el propio demandado, en su absolución de posiciones, estimó el lugar del giro a unos 10 metros de
la esquina (y. fs.143/144).
En este contexto, no se nos escapa que el criterio de selección y valoración de las pruebas es
privativo de los jueces de la causa. Empero, como se ha visto, las consideraciones del
sentenciador acerca del cumplimiento de las normas de tránsito por el demandado, y la conclusión
sobre la velocidad inadecuada del rodado de la víctima, aparecen como una afirmación dogmática,
despojada del necesario respaldo en otros elementos de convicción. A ello debe añadirse, que en
el pronunciamiento cuestionado, se desconoció el valor, al menos indiciario, de algunas pruebas,
como el informe pericial mecánico en sede civil y las testimoniales en sede penal desechadas por
tardías en los presentes autos, elementos que, integrados en su conjunto, podrían ser decisivos
para el resultado del pleito.
En atención a lo expresado, estimo que la Cámara ha prescindido de dar un tratamiento adecuado
a la controversia, efectuando un análisis parcial y aislado de los elementos de juicio obrantes en
las actuaciones, sin integrarlos ni armonizarlos debidamente en su conjunto, defecto que lleva a
desvirtuar la eficacia que, según las reglas de la sana crítica, corresponde a los distintos medios
probatorios; y se ha apoyado, además en afirmaciones dogmáticas que le dan al fallo un
fundamento sólo aparente que no encuentra sustento en constancias comprobadas de la causa (y.
doctrina de Fallos 312; 683; 317:640; 318:2299, entre otros).
Desde esta perspectiva no encontrándose suficientemente demostrada la culpa exclusiva de la
víctima, no puede liberarse totalmente al demandado de responsabilidad por los daños causados;
ello sin perjuicio de la eventual división de la responsabilidad que pudiere corresponder en función
de la concurrencia de culpas, de encontrarse ésta efectivamente probada (y. doctrina de Fallos:
312:2412; 320:536).
Es con arreglo a estas razones que considero que el fallo en recurso debe ser dejado sin efecto, a
fin de que otros jueces se dediquen a analizar en plenitud las circunstancias de hecho y prueba de
este proceso para que puedan ofrecer el debido basamento sobre lo que en definitiva estimen a
este respecto, sin que, obviamente, el señalamiento de dichos defectos de fundamentación importe
abrir juicio alguno sobre cómo deberá dirimirse el conflicto en su aspecto sustancial, desde que ello
implicaría inmiscuirme en una potestad exclusiva de las instancias competentes en tales materias,
ajenas a la jurisdicción federal del art. 14 de la ley 48.
Por todo lo expresado, opino que debe hacerse lugar a la queja, declarar procedente el recurso
extraordinario, y disponer vuelvan los actuados al tribunal de origen para que, por quien
corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento con arreglo a lo expuesto.
Buenos Aires 30 de Marzo del 2001. NICOLAS EDUARDO BECERRA.
Vistos los autos: “Recurso hecho deducido por Julio
Héctor Cagnacci y Lidia Zanello de Cagnaccí en la causa Cagnacci, Julio Héctor y otro c/ Muzzi,
Jorge Héctor y otros”, para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
Que los agravios de los apelantes encuentran adecuada respuesta en los fundamentos del
dictamen del señor Procura General, que el Tribunal comparte y hace suyos brevitatis causa
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada.
Vuelvan los autos al Tribunal de origen a fin de que, por medio de quien corresponda, proceda a
dictar un nuevo fallo con arreglo a lo expresado. Agréguese la queja al principal. Notifíquese y
remítase
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