La apertura del arquegonio debe producirse por un mecanismo

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La apertura del arquegonio debe producirse por un mecanismo
análogo a la dehiscencia de los anteridios, porque las células apicales se redondean, se vuelven hacia afuera y algunas se desprenden; también es probable que contribuya a la dehiscencia la presión
que se produce en el interior, debida a la gelificación de las células del conducto, que, como queda dicho, se transforman en una
sustancia mucilaginosa, la cual se hincha con el agua, y que además de ejercer una acción quimiotáctica positiva sobre los anterozoides, impide el que la oosfera se ponga en directo contacto con el
agua.
Hay en las Hepáticas dos tipos de arquegonios: 1.°, el de las
Marchantiales y Jungermanniales, y 2.°, el de las Anthocerales.
l.° El arquegonio de las Hepáticas, con excepción de las Anthocerales, tiene las paredes libres; aunque esté hundido en la fronde o estrechamente rodeado por otros órganos, no está soldado con
ellos, uniéndose a la fronde sólo por el pie o parte inferior del
vientre.
Las modalidades del arquegonio de este tipo son de escasa importancia en cuanto se refiere al arquegonio mismo; pero tienen gran
significación en cuanto a las relaciones con otros órganos y posición
en la planta.
En las Riccias los arquegonios son grandes, de cuello largo y
vientre abultado; el pie no se desarrolla o queda confundido con el
tejido fundamental de la planta; están hundidos en la fronde y rodeados estrechamente por el tejido aerífero de la misma. En el resto de
las Marchantiales tienen los arquegonios menor tamaño, el cuello e s
más corto, el vientre menos abultado y el pie cortísimo o nulo; están
también hundidos en cavidades de la fronde o recubiertos por órganos dependientes de ella, pero están en grupos y en cavidades más
amplias; con frecuencia (véase más adelante) se inclina y hasta se
invierte el plano donde están implantados, y si este cambio de posición se efectúa durante el desarrollo del arquegonio, éste, que tiene
tendencia a la verticalidad en el cuello, se encorva, y por esto son
comunes en las Marchantiáceas los arquegonios curvos. En casi todas
las Marchantiales el número de células que tiene el cuello del arquegonio en sección transversal es de seis, y el de células del conducto
de cuatro; pero también pueden ser ocho, aunque en este caso no
suelen formarse todos los tabiques correspondientes a estas células, porque la transformación y destrucción de las mismas comienza
antes de que terminen su formación.
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