La acción protectora: las contingencias protegidas. 1. Alteración de

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Lección 22ª:
La acción protectora: las contingencias protegidas.
1. Alteración de la salud y asistencia sanitaria.
NORMAS BÁSICAS
-
Constitución Española de 1978 (art. 43).
-
Ley 14/1986, de 25 de abril, General de Sanidad.
-
Decreto Legislativo 6065/1974, LGSS-1974 (arts. 98-125).
-
Reales Decretos 1573 y 1575/1993, de 10 de septiembre, por el que se regula la libre elección del
médico en los servicios de atención primaria del INSALUD.
-
Real Decreto 8/1996, de 15 de enero, sobre libre elección de médico en los servicios de atención
especializada del INSALUD.
-
Ley 25/1990, de 20 de diciembre, del Medicamento.
-
Real Decreto 1663/1998, de 24 de julio, por el que se amplía la relación de medicamentos a efectos de
su financiación con cargo a fondos de la Seguridad Social o a fondos estatales afectos a la Sanidad.
En esta prestación la contingencia protegida es la alteración de la salud, lo cual implica
lógicamente un incremento de gastos para quien la padece, pues para su restablecimiento
deberá afrontar el pago de los correspondientes servicios sanitarios. Por ello, ha sido una
contingencia tradicionalmente protegida por el sistema de Seguridad Social; aún más, la
propia Constitución dedica a este tema su artículo 43, donde reconoce el derecho de todos a
la protección de la salud, remitiendo a Ley la concreción de los derechos y deberes en esta
materia. En el plano de la legislación ordinaria, se ha dado cumplimiento al mandato
constitucional mediante la Ley 14/1986, General de Sanidad, que diseña un sistema sanitario
de carácter universal y desligado del sistema de Seguridad Social. Sin embargo, estos
designios todavía no se han hecho efectivos en su integridad. De ahí que continúen vigentes
algunas normas anteriores, vinculadas a este sistema, en concreto los artículos 98 a 125
LGSS-74, vigentes por no encontrarse incluidos entre los preceptos expresamente derogados
por la Disposición Derogatoria Única LGSS. A nivel reglamentario destacan, además, el
Decreto 2766/1967 de 16 de noviembre y el Real Decreto 63/1995, de 20 de enero.
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a) Contingencias. Las contingencias protegidas por la prestación de
asistencia sanitaria son: la enfermedad común o profesional, las lesiones
derivadas de accidente –sea de trabajo o no–, embarazo, parto y
puerperio.
b) Sujetos protegidos. La LGS establece, en su art. 1.2, que “son titulares
del derecho a la protección de la salud y a la atención sanitaria todos los
españoles y los ciudadanos extranjeros que tengan establecida su
residencia en el territorio nacional”. Por ello, la “asistencia sanitaria pública
se extenderá a toda la población española” (art. 3.2 LGS). Pero, a pesar
de la vocación universal de la prestación de asistencia sanitaria, la
cobertura aún no es completa.
De un lado, existe la asistencia sanitaria contributiva que da cobertura a las personas que
estén incluidas en cualquier régimen de la Seguridad Social, los pensionistas y los perceptores
de prestaciones periódicas no pensionistas, así como a sus familiares o asimilados, siempre
que no tengan derecho a la asistencia sanitaria por otro título. Se debate sobre la naturaleza
de este derecho por los familiares (cónyuges, ascendientes, descendientes o hermano tanto
del titular como de su cónyuge), pues la concepción tradicional entiende que ésta existe como
derecho derivado de titularidad ajena que parece desprenderse de la lectura del art. 100.1,c)
LGSS-74; por otro lado, y haciendo una lectura adaptada al reconocimiento constitucional
del derecho a la salud, y al carácter universal de la asistencia sanitaria también formulado en la
LGS. Se puede concluir, en sintonía con ALARCÓN CARACUEL y GONZÁLEZ
ORTEGA, que esta prestación tiene para los familiares carácter originario y directo, y que
despliega sus efectos por el cumplimiento y mantenimiento de determinados requisitos
vinculados tanto al trabajador como a la propia situación de estos sujetos protegidos.
De otro, la modalidad de asistencia sanitaria de carácter asistencial extiende su
protección a los pensionistas de prestaciones no contributivas y a aquellas personas que no
dispongan de recursos económicos suficientes, en los términos del Real Decreto 1088/1989.
c) Prestaciones. Las que se dispensan para reparar la alteración de la salud
son las prestaciones sanitarias. Las más importantes son las que siguen:
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1. La asistencia médica, que podrá dispensarse mediante la atención primaria, la
atención especializada, internamiento quirúrgico y la medicina de urgencias, (art.
103 LGSS-74), en sus modalidades de asistencia médica en el domicilio del
enfermo, en régimen ambulatorio o de internamiento hospitalario (art. 104 LGSS74). Esta asistencia se extiende a las materias previstas en el catálogo aprobado
por vía reglamentaria (RD 63/1995).
2. La prestación farmacéutica, que comprende las fórmulas magistrales,
especialidades y efectos o accesorios farmacéuticos que se prescriban por los
facultativos de la Seguridad Social (art. 105 LGSS-74). La dispensación de
medicamentos será gratuita en los tratamientos que se realicen en las Instituciones
propias o concertadas de la Seguridad Social y los que tengan su origen en
accidentes de trabajo o enfermedades profesionales. Del mismo modo, es gratuita
para los pensionistas. En los demás casos participarán los beneficiarios mediante el
pago de una cantidad por receta o, en su caso, por medicamento, cuya
determinación corresponderá al Gobierno (art. 107 LGSS-74).
3. Las prestaciones complementarias, pero que se integran en la prestación misma
como parte económica más y que están encaminadas a perfeccionar la asistencia
sanitaria y consisten en las prestaciones ortoprotésicas, transporte sanitario de los
enfermos por motivos de urgencia o imposibilidad física del sujeto protegido (art.
103.1 LGSS-74 y arts. 6.1 y 11.1 Decreto 2666/67) (SSTTSSJJ Aragón 23
diciembre 1994 R. 4733 y Asturias 28 julio 1995 R. 2787), entre otras.
d) Obligaciones del beneficiario. De entrada, salvo causa razonable, el
beneficiario deberá observar las prescripciones de los facultativos que le
asisten. Si rechaza o abandona el tratamiento que le fue indicado podrá
ser sancionado con la suspensión del derecho al subsidio que pudiera
corresponderle o, en su día, con la pérdida o suspensión de las
prestaciones por invalidez (art. 102, 1 y 2, LGSS-1974). Se ha
considerado razonable la negativa a seguir el tratamiento, particularmente
cuando éste fuese de tipo quirúrgico o especialmente penoso, o cuando ha
tenido resultados negativos en intervenciones anteriores, se presenta
irrelevante o existen dudas sobre su eficacia (TSJ Andalucía/Málaga 1
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septiembre 1994, R. 3337).
Por otra parte, el beneficiario no puede utilizar, con cargo a fondos públicos, servicios
médicos distintos a los asignados en el Servicio Nacional de Salud, puesto que las Entidades
Gestoras tienen prohibido, con carácter general, abonar los gastos derivados de la utilización
de servicios médicos diferentes a los públicos o concertados que le hayan sido asignados (art.
17 LGS y art. 102.3 LGSS-1974).
Ahora bien, el beneficiario podrá solicitar de forma excepcional el reintegro de los gastos
médicos, (art. 5.3 del Real Decreto 63/1995), una vez comprobado por la Entidad Gestora
que no se pudieron utilizar oportunamente los servicios del SNS, como consecuencia de
asistencia sanitaria urgente, inmediata y de carácter vital, lo cual viene siendo interpretado
como la situación patológica que presumiblemente ponga en peligro la integridad fisiológica
del trabajador y que exija una actuación terapéutica inmediata, es decir, que el hecho causante
se produzca de forma inesperada, originando el riesgo inminente de la pérdida de órganos o
miembros fundamentales de la integridad física o funcional para un desarrollo normal de la
vida (STS 31 mayo 1995 R. 4013).
A pesar de que la anterior disposición reglamentaria no lo establece expresamente, no cabe
duda que pervive el derecho al reembolso de gastos médicos en otros dos supuestos; el
primero, cuando el beneficiario acuda a servicios sanitarios ajenos como consecuencia de la
denegación injustificada de la asistencia sanitaria debida, es decir, que el beneficiario haya
pedido formalmente la asistencia y que ésta haya sido denegada, bien por manifestación
expresa, bien por denegación tácita inequívoca (STS 27 septiembre 1996); el segundo,
estriba en que el beneficiario acuda a servicios ajenos por indicación de los órganos
competentes de la Seguridad Social, lo cual no se puede confundir con el "consejo" del
facultativo o de un servicio hospitalario de la Seguridad Social que no surte efecto al no ser
órgano competente para dar tal autorización (STS 27 septiembre 1996 R. 6907, STSJ
Murcia 28 julio 1992 R. 3621).
La doctrina judicial sigue manteniendo la exigencia formal de solicitud previa de autorización a
la Entidad Gestora y, en todo caso, que se haga saber en el plazo de 15 días naturales
siguientes al comienzo de la asistencia de los servicios médicos ajenos a la Seguridad Social
(STS 17 julio 1995 R. 6267 y 27 septiembre 1996 R. 3616).
e)
Gestión de la prestación. La gestión de esta prestación se realiza a través
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del Sistema Nacional de Salud, que integra todas las estructuras y servicios públicos del
servicio de la salud (art. 44 LGS), es decir, que el SNS es el conjunto de los Servicios de
Salud de la Administración del Estado (arts. 38.1, 39, 40 y 43.2 LGS) y a los Servicios de
Salud de las Comunidades Autónomas, (arts. 49 y ss.) y, por último, el Consejo
Interterritorial del Sistema Nacional (art. 47 y 71 LGS).
2. La incapacidad para el trabajo: incapacidad temporal e invalidez
permanente.
La alteración de la salud, cuando incide sobre un sujeto que desarrolla una actividad
profesional, puede implicar la pérdida de la capacidad laboral, con la consiguiente
disminución de los ingresos derivados de su actividad. La Seguridad Social protege esta
contingencia en los casos en que la incapacidad para el trabajo sea meramente temporal (2.1),
supuesto al que históricamente se ha asimilado la maternidad (2.2). Además de ello, se
protegen las pérdidas definitivas de la capacidad laboral (2.3).
2.1. La incapacidad temporal.
NORMAS BÁSICAS.
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Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, LGSS, (arts. 131, bis).
-
Decreto 907/1966, de 21 de abril, de la Seguridad social, (LSS-66) (arts. 94 a 97).
-
Decreto 3158/1966, de 23 de diciembre, Reglamento General de Prestaciones (arts.2 a 11).
-
Decreto 1646/1972, de 23 de junio (arts. 13 a 16 y 23).
-
Real Decreto 53/1980, de 11 enero, por el que se determina la cuantía de la Incapacidad Laboral
Transitoria (hoy Incapacidad Temporal).
-
Real Decreto 575/1997, de 18 abril por el que se regula determinados aspectos de la gestión y control
de la prestación económica de la Incapacidad Temporal.
-
Real Decreto 1117/1998, de 5 de junio que modifica el Real Decreto 575/1997.
-
Orden de 19 de junio de 1997, por la que se desarrolla el RD 575/1997.
-
Orden de 13 octubre de 1967 por la que se establecen las normas de la prestación de Incapacidad
Laboral Transitoria.
-
Orden de 20 de abril de 1998, por la que se modifica la Orden de 25 de noviembre de 1966 que regula la
colaboración de las empresas en la gestión del Régimen General de la Seguridad Social.
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Orden de 18 de septiembre de 1998, por la que se modifica la de fecha de 19 de junio de 1997, que
desarrolla el Real Decreto 575/1997, sobre gestión y control de la prestación económica de la
Seguridad Social por IT.
a) Contingencia. La incapacidad temporal (IT), consiste, según definición legal, en
"la enfermedad común o profesional y accidente, sea o no de trabajo, mientras el trabajador
reciba asistencia sanitaria de la Seguridad Social y esté impedido para el trabajo". Por tanto,
descomponiendo la definición legal, se puede concluir que los elementos caracterizadores son
los siguientes:
1. Existe una alteración de la salud derivada de riesgo común o profesional que
provoca que el beneficiario se encuentre “impedido para el trabajo”. Asimismo,
en el caso de enfermedad profesional, puede ocurrir que la alteración de la salud
no se haya concretado todavía pero se sospeche que el sujeto la padezca. Es el
llamado período de observación de este tipo de enfermedades, asimilado
legalmente a la incapacidad temporal (art. 128.1.b] LGSS).
2. En segundo lugar, la incapacidad temporal requiere que el sujeto “reciba
asistencia sanitaria de la Seguridad Social”. Esta exigencia tiene un doble
fundamento: enlaza, por un lado, con la existencia de posibilidades de recuperación
dentro de un plazo razonable puesto que, si éstas no existieran, el sujeto debería
pasar a la situación de invalidez permanente; y, por otro, tiene un claro sentido de
control, al posibilitar que el sujeto que paga las prestaciones pueda decidir si la
incapacidad existe o no. Pero entiéndase bien, se trata de un requisito de la
prestación y no de una prestación derivada de la IT.
3. Como su mismo nombre indica, esta situación es temporal, de modo que no
puede extenderse más allá del período legalmente establecido: “doce meses,
prorrogables por otros seis cuando se presuma que durante ellos pueda el
trabajador ser dado de alta médica por curación” (art. 128.1.a] LGSS). Este
período máximo se computa incluyendo los de observación de la enfermedad
profesional y los debidos a recaídas (art. 128.2 LGSS y art. 9 de la Orden de
13 octubre de 1967). Estas últimas son los episodios sucesivos de incapacidad
debidos a la misma dolencia, siempre que no se encuentren separados por un
período de actividad superior a seis meses. Estaremos ante un proceso nuevo
cuando la incapacidad obedezca a enfermedades distintas o, aún siendo la misma,
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los intervalos entre los episodios patológicos superen los seis (en este sentido y
cambiando el criterio jurisprudencial anterior, (STS, 8 mayo 1995, R. 3755, 10
diciembre 1997, 7 abril 1998).
b) Beneficiarios. Las personas que se encuentren integradas en el Régimen General
y se hallen en situación de IT. Para causar derecho a las prestaciones es preciso cumplir el
requisito general de afiliación y alta. Asimismo, en caso de que la incapacidad derive de
enfermedad común, se exige un período previo de cotización de 180 días dentro de los
últimos cinco años inmediatamente anteriores a que se produzca el hecho causante, mientras
que no se exigirá período de cotización previo cuando la contingencia tenga su origen en
accidente, sea o no de trabajo, o en enfermedad profesional (art. 130 LGSS).
c) Prestaciones. La prestación de IT consiste, únicamente, en un subsidio (art. 129
LGSS) sustitutivo de las rentas dejadas de percibir por el beneficiario al estar incapacitado
para el trabajo. La cuantía de esta prestación será la resultante de aplicar un tanto por ciento
sobre la base reguladora, que resulta de dividir la base de cotización correspondiente al mes
anterior del inicio de la situación entre el número de días que el trabajador estuvo en alta dicho
mes. En el caso de que el trabajador haya iniciado sus servicios en el mes en que se produce
el hecho causante, la base reguladora se obtendrá mediante una operación idéntica a la
anterior pero referido al mes en curso. El porcentaje aplicable para determinar la cuantía
difiere según el tipo de riesgo y la duración de la incapacidad temporal:
1. En caso de que ésta derive de accidente de trabajo o enfermedad profesional,
el porcentaje es el 75 %, percibiéndose la prestación desde el día siguiente a la
emisión del parte de baja.
2. En caso de que la incapacidad temporal derive de contingencias comunes, la
prestación es diferente. Hasta el cuarto día desde la baja médica no se percibe
prestación alguna; desde el cuarto día hasta el vigésimo, se percibe aplicándose un
porcentaje del 60 % a la base reguladora; en fin, a partir del vigesimoprimer día, se
percibe en cuantía del 75 %.
En cuanto a la responsabilidad en el pago, conviene tener muy presente que, si la
incapacidad temporal deriva de contingencias comunes, ésta corresponde directamente al
empresario entre los días cuarto y decimoquinto, lo cual no enerva la responsabilidad
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subsidiaria de la Entidad Gestora ante el impago por parte del responsable principal, y ello,
como consecuencia del principio de automaticidad de las prestaciones (STS 15 junio 1998,
R. 5796), sin perjuicio, claro está, del derecho que adquiere la Entidad Gestora de
subrogarse en los derechos del beneficiario frente al empresario (art. 126 LGSS y arts. 95 y
96 LGSS-74).
Dentro de la colaboración obligatoria de la empresa se encuentra la del pago de esta
prestación, pero en estos casos se trata de un abono delegado (art.77.1,c] LGSS), [ver
supra, Lección 20ª, 5.2.b], que permitirá compensarlo en el momento de la cotización. Hay
que indicar, además, que durante la situación de incapacidad temporal subsiste la obligación
de cotizar, aunque el trabajador no desarrolle su actividad profesional (art. 106.4 LGSS).
d) Duración de la incapacidad temporal: tránsito a la incapacidad
permanente. De entrada, la percepción del subsidio puede quedar interrumpido o
suspendido por sanción cuando el trabajador incurra en determinadas conductas tipificadas
en el art. 130 LGSS (actuación fraudulenta para obtenerlo, desarrollo de un trabajo por
cuenta propia o ajena, abandono injustificado del tratamiento determinado por los
facultativos). En todo caso, como regla general, el subsidio se percibe mientras dura la
situación de incapacidad permanente (art. 139 LGSS), es decir, hasta que se produce la
curación del trabajador exteriorizada en el alta médica (art. 131.bis.1 LGSS).
Puede ocurrir, sin embargo, que la curación no llegue a producirse. Hay que distinguir, en
este caso, dos situaciones distintas:
1
Cuando, a lo largo de la situación de IT, las lesiones padecidas por el
trabajador se consolidan y devienen definitivas. En este caso, el facultativo
dictará alta médica sin curación y se iniciará el proceso de calificación de la
invalidez permanente. No es preciso, pues, agotar la situación de incapacidad
temporal para pasar a esta situación. Eso sí, para evitar que este tránsito
anticipado a la situación de invalidez permanente perjudique las expectativas del
trabajador, se establece que, para el cálculo del período mínimo de cotización de
esta contingencia, se tenga en cuenta el período de incapacidad temporal,
computándose los 18 meses en su totalidad, aún cuando no se hubiera agotado el
plazo máximo (art. 4.4 Decreto 1799/1985). Esta regla se ha extendido por la
jurisprudencia, incluso a los casos en que el beneficiario no pudiera acceder a la
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IT por impedimento legal (SSTS 5 y 6 marzo 1998 RR. 2079 Y 2369).
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En el supuesto de que la consolidación de las lesiones no se produzca, la situación
de incapacidad temporal se extinguirá por transcurso del plazo máximo
legalmente establecido (art. 131.bis.1 LGSS). En este supuesto, y suponiendo
que persista la situación de incapacidad, la Entidad Gestora queda obligada a
examinar el estado del trabajador en los tres meses siguientes para calificar la
eventual incapacidad permanente existente. Este plazo puede ser prorrogado si las
circunstancias lo hacen necesario, sin superar, sin embargo, un plazo total de
treinta meses –contando el período de incapacidad temporal– (art. 131.bis.2
LGSS).
En cualquiera de estas circunstancias, el trabajador continuará percibiendo la prestación de
incapacidad temporal hasta el momento de la calificación de la invalidez permanente. A partir
de entonces, comenzará a percibir las correspondientes a ésta. Sin embargo, se retrotraerán al
momento de inicio del procedimiento cuando sean más favorables para el trabajador que las
prestaciones de incapacidad temporal (art. 131.bis.3 LGSS). Eso sí, aunque el trabajador
continúe percibiendo el subsidio, desaparece la obligación de cotizar (art. 131.bis.2 in fine
LGSS).
e) Gestión de la prestación.
La Gestión de la IT puede ser compartida por las Entidades Gestoras de la
Seguridad Social (art. 57 LGSS), mediante la colaboración en la gestión del sistema por
Mutuas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales y por empresas (art.
67 y siguientes LGSS), cuando éstas asuman la cobertura del riesgo de la IT, haciendo frente
al abono de la prestación. A pesar de ésta colaboración, la Entidad Gestora sigue siendo la
competente para declarar la contingencia causante del proceso de IT, dado que en la gestión
ordinaria de esta prestación rige el principio de oficialidad, que exige la resolución
administrativa de dicha Entidad Gestora, así como la diversa condición que diferencia a la
entidad Gestora de las Colaboradoras (SSTS 26 y 28 enero y 6 marzo 1998, RR.1139,
1141).
La tramitación y control de la prestación de la IT gira sobre los exámenes médicos realizados
por los servicios sanitarios de las Entidades Gestoras (Servicios Públicos de Salud e INSS),
Mutuas y Empresas.
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El parte de baja ha de ser emitido, necesariamente, por el facultativo del Servicio Público de
Salud en el caso de que las contingencia comunes, o por los facultativos de las Entidades
Colaboradoras en los supuestos de las contingencias profesionales. El parte de baja consiste
en el documento que pone en marcha el procedimiento administrativo de reconocimiento de la
prestación de IT. Este parte de baja será entregado al trabajador con una copia destinada a la
empresa para que ésta le dé curso ante la Entidad Gestora o Entidad Colaboradora y
proceda al reconocimiento de la prestación si concurren los requisitos para ello.
Al cuarto día de la baja, el médico ha de expedir el primer parte de confirmación, que inicia
el cómputo del devengo del subsidio, entregándose los posteriores con periodicidad semanal
(Real Decreto 1300/1985).
El parte de alta podrá ser expedido por curación o con propuesta de invalidez permanente
en el grado que corresponda. La Orden de 18 de septiembre de 1998 ha previsto un
procedimiento, algo complejo, por el que tras el reconocimiento médico del trabajador por
parte de los facultativos del INSS, éstos pueden extender el parte de alta médica "a los
exclusivos efectos de extinguir la prestación económica", cuando, a su juicio, el trabajador
haya recuperado la capacidad para desempeñar sus funciones laborales (art. 131 bis] en
conexión con el 128.1,a] LGSS), imponiendo, además, la obligación al trabajador de
presentación a la empresa en el plazo de 24 horas siguientes a la efectividad del alta. La
expedición del parte de alta por los facultativos del INSS proyecta sus efectos exclusivamente
sobre la percepción del subsidio de IT, por lo que el trabajador puede continuar recibiendo la
prestación de asistencia sanitaria que requiera su estado de salud. Ocioso es recordar que, en
el caso de que el beneficiario considere que se ha producido un alta indebida, tiene expedita
todas las vías para su impugnación, primero en sede administrativa y, agotada ésta, la
jurisdiccional.
Por último, indicar que el nacimiento del derecho al abono de esta prestación es
automático, (art. 96.2 en relación con los arts. 94 y 65 LSS-66) es decir, que no se requiere
la solicitud formal del beneficiario sino que basta con que los partes de baja y confirmación se
hayan emitido y sean presentados ante la Entidad Gestora o Colaboradora correspondiente
(SSTS 21 enero y 17 febrero1994, RR. 358 y 1057).
2.2. Maternidad.
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Normativa básica
-
Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, LGSS (arts. 139 bis a 135 quinquies).
-
Real Decreto Legislativo 1/1995, de 24 de marzo, ET (art. 48.4).
-
Ley 4/1995, de 23 de marzo, regulador del permiso parental y por maternidad.
-
Orden de 13 octubre de 1967, sobre normas para la aplicación y desarrollo de las prestaciones por
incapacidad laboral transitoria (art. 2.3).
a) Contingencia de maternidad abarca las situaciones de "maternidad, adopción y
acogimiento previo, durante los períodos de descanso que por tales situaciones se disfruten,
de acuerdo con lo previsto en el número 4 del art. 48" del ET y en el "número 3 del art. 30 de
la Ley 30/1984, de 2 de agosto de Medidas para la Reforma de la Función Pública".
Históricamente, la maternidad se ha regulado conjuntamente con la incapacidad temporal.
Cierto que desde 1994 no es así; pero no lo es menos que, incluso después de esta fecha,
continúa guardando importantes relaciones con aquélla, como lo demuestra tanto su ubicación
sistemática dentro de la LGSS como su propio régimen jurídico.
b) Beneficiarios. Los beneficiarios son los trabajadores por cuenta propia o
ajena, cualquiera que sea su sexo, y tengan derecho al disfrute de los
permisos de maternidad regulados en el ET (art. 133.bis LGSS). De ahí
que los beneficiarios de esta prestación sean los trabajadores que los
disfruten de acuerdo con la regulación del art. 48.4 ET. Se exige, eso sí,
aparte de los requisitos generales para causar derecho a prestaciones, un
período de cotización previo de ciento ochenta días dentro de los cinco
años anteriores al hecho causante, es decir, del parto, o de las fechas de la
decisión administrativa o judicial por la que se constituya la adopción (art.
133.ter LGSS).
c) Prestaciones. Consiste en una prestación económica sustitutiva de la rentas
dejadas de percibir desde la solicitud del descanso de dieciséis semanas del beneficiario, se
trata de un subsidio equivalente al 100 % de la base reguladora de la incapacidad temporal
por contingencias comunes (art. 133.quater LGSS). Para el caso de parto múltiple, es decir,
cuando se produzca el alumbramiento a partir del segundo hijo, la trabajadora tendrá derecho
a un subsidio especial por cada hijo, independiente de la prestación por maternidad,
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consistente en una cantidad a tanto alzado, de seis semanas y por una sola vez. Ello en virtud
de los dispuesto en el art. 2.2 Decreto 3158/1966 en conexión con el art. 2.3 y 12 de la
Orden de 13 de octubre de 1967, normas que aún mantienen su vigencia (STS 11 mayo
1998, R. 4325).
Procederá la extinción de la prestación por el transcurso de la duración máxima, pero si una
vez agotado el descanso la beneficiaria continuase necesitando asistencia sanitaria y estuviese
incapacitada para reincorporarse a su trabajo, pasará a la situación de IT ordinaria derivada
de enfermedad común con su propio régimen jurídico (art. 12.3 Orden 13 octubre 1967).
Pues bien, el subsidio se percibe mientras se disfruta el permiso, salvo que concurrieran las
causas que motivan su pérdida o suspensión, es decir, cuando el beneficiario hubiera
actuado fraudulentamente para obtener o conservar dicha prestación, así como cuando
trabajara por cuenta propia o ajena durante los correspondientes períodos de descanso (art.
133.quinquies LGSS).
d) Gestión de la prestación
Tras la solicitud de la prestación por maternidad, ésta será gestionada directa e íntegramente
por el INSS, asumiendo el abono del subsidio directamente al beneficiario, sin que la empresa
mantenga la obligación de colaboración del pago delegado, eso sí, al igual que ocurre con la
incapacidad temporal, para el empresario subsiste la obligación de cotizar, pero con la
diferencia de que en este caso el empresario únicamente ha de ingresar la cuota patronal, toda
vez que la cuota obrera es deducida directamente del subsidio por la Entidad Gestora para su
posterior ingreso en la TGSS, (art. 106.4 LGSS y Disposición adicional 6ª del Real Decreto
1300/1995). Esta regla cuenta con la excepción de la colaboración en la gestión de la
prestación por parte del INEM cuando el beneficiario sea perceptor de la prestación de
desempleo (art. 222.2 LGSS).
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La invalidez permanente.
NORMAS BÁSICAS
-
Constitución Española de 1978 (art. 49).
-
Real Decreto Legislativo 1/1994, de 20 de junio, LGSS (arts. 134 a 143 y 150 a 156).
-
Ley 24/1997, de 15 julio, de Consolidación y Racionalización del Sistema de Seguridad Social.
-
Decreto 3158/1966, de 23 de diciembre, Reglamento General de Prestaciones.
13
-
Decreto 1646/1972, de 23 de junio. Nuevo Reglamento General de Prestaciones.
-
Real Decreto 1799/1985, de 2 de octubre, para la aplicación de la Ley 26/1985.
-
Real Decreto 1300/1995, de 21 de julio, sobre Incapacidades Laborales del sistema de Seguridad
Social.
-
Orden de 18 enero de 1996, para la aplicación y desarrollo del RD 1300/1995.
-
Orden de 15 de abril de 1969, por la que se establecen normas para la aplicación y desarrollo de las
prestaciones por incapacidad en el Régimen General de la Seguridad Social (art. 46 y ss).
-
Orden de 5 abril de 1974. Modifica el baremo de Lesiones Permanente no Invalidantes.
-
Orden de 16 de enero de 1991. Lesiones Permanentes no Invalidantes .
En fin, cuando la incapacidad para el trabajo se convierte en definitiva –bien porque el
trabajador no recuperará nunca su salud, bien porque no se sabe si ocurrirá ni cuándo, ello
puede acontecer–, aparece la contingencia de invalidez permanente. Ésta está protegida
con dos prestaciones diferentes: una, contributiva; y la otra, no contributiva.
2.3.1. La protección contributiva.
La invalidez permanente es (según el art. 134 LGSS), la situación del trabajador que,
“después de haber estado sometido al tratamiento prescrito y haber sido dado de alta
médicamente, presenta reducciones anatómicas o funcionales graves, susceptibles de
determinación objetiva y previsiblemente definitivas, que disminuyan o anulen su capacidad
laboral”. El hecho de que exista posibilidad de una futura recuperación, si ésta es incierta o se
produciría a largo plazo, no impide que un trabajador pueda encontrarse en situación de
invalidez permanente. De hecho, según la LGSS el trabajador que, una vez extinguida la
situación de incapacidad temporal por el transcurso del plazo máximo, continúe afectado de
lesiones que le mantengan imposibilitado para reincorporarse al trabajo, debe ser declarado
inválido permanente, aunque prosiga el tratamiento médico y exista posibilidad de curación
(art. 134.1.III LGSS).
a) Grados. La contingencia de la invalidez no se presenta como una realidad
uniforme, sino que es preciso evaluar su influencia en cada caso concreto, por ello, la LGSS
estructura la protección ante la situación protegida atendiendo a los diferentes grados de
intensidad de las lesiones que puede padecer el trabajador, asignando la protección
económica adecuada a cada uno de ellos. De acuerdo con el art. 137 LGSS, el estado de
incapacidad ha de ser calificado, cualquiera que sea su causa, en alguno de los siguientes
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grados:
1. La incapacidad permanente parcial para la profesión habitual (art. 137.3
LGSS), es el grado de invalidez resultante de las lesiones que “ocasionen al
trabajador una disminución no inferior al 33 por 100 en su rendimiento normal para
dicha profesión, sin impedirle la realización de las tareas fundamentales de la
misma”. Por tanto, el trabajador ve disminuida su capacidad funcional o anatómica
de forma importante, pero no hasta el punto de impedirle que permanezca en
activo y generando rentas de trabajo. Por ello, la relación laboral no se ve afectada
de forma sustancial en la medida en que el contrato de trabajo se mantiene vigente.
2. La incapacidad permanente total para la profesión habitual supone un
incremento en la intensidad de las lesiones en la medida en que las mismas
inhabilitan “al trabajador para la realización de todas o de las fundamentales tareas
de dicha profesión, siempre que pueda dedicarse a otra distinta” (art. 137.4
LGSS). La declaración de incapacidad permanente total supone que el trabajador
se encuentra impedido para realizar las tareas fundamentales de dicha profesión, lo
que le incapacita para generar rentas de trabajo en su profesión habitual. Es más,
esta declaración de incapacidad permanente total determinara la extinción del
contrato de trabajo, art. 49.1, e) ET, salvo que la Entidad Gestora prorrogue,
expresamente en la resolución, la suspensión del contrato de trabajo con derecho a
reserva de puesto de trabajo durante un período máximo de dos años (art. 48.2
ET).
3. La incapacidad permanente total "cualificada" es la situación del trabajador
que ha sido declarado en situación de incapacidad permanente total para la
profesión habitual, cuando se presuma la dificultad de obtener empleo en otra
actividad por circunstancias personales, sea por razones de edad, de falta de
preparación general o especializada, por razones sociales o laborales del lugar de
residencia del mismo (art. 139.2.II LGSS). Sin embargo, es cierto que de entre los
distintos factores que impiden o dificultan la reinserción laboral, el único admitido
por la jurisprudencia es el de la edad, pues el declarado invalido permanente total
verá incrementada automáticamente su pensión cuando cumpla los 55 años de
edad, sin que tenga que acreditar que concurre ningún otro factor. Y sin que el
hecho de que concurran antes le permita acceder a la prestación. El derecho a
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incremento de invalidez permanente total sólo se reconocerá, en su caso, a los
trabajadores declarados en dicha situación a partir del 1 de julio 1972 (art. 6
Decreto 1646/1972, de 23 de junio), limitación que es mantenida por la
jurisprudencia (SSTS 11 noviembre 1993 R. 8340 y 7 febrero 1994 R. 804)
4. La invalidez permanente absoluta para toda profesión u oficio es definida
legalmente, como “la que inhabilita por completo al trabajador para toda profesión
u oficio”. A saber, para que para que un trabajador pueda ser declarado afecto de
invalidez absoluta, las lesiones y secuelas del trabajador han de reducir su
capacidad residual de tal manera que la inhabilita por completo para toda profesión
u oficio, lo que supone la impotencia para el ejercicio útil, realizada con un mínimo
de asiduidad, rendimiento, eficacia y profesionalidad, por liviana y sedentaria que
ésta sea (SSTS 14 febrero y 7 marzo 1989, 23 y 27 febrero 1990, R. 1219 y
1243); además, la determinación de esa eventual posibilidad de recolocación en el
mercado de trabajo ha de realizarse descartando expectativas ilusorias o
meramente teóricas (TSJ Castilla La Mancha 22 abril 1992, R. 1782). La
declaración de este grado de incapacidad supone, como en el caso de la
incapacidad permanente total, la extinción del contrato en los términos allí
expuestos.
5. En fin, la gran invalidez es “la situación del trabajador afecto de incapacidad
permanente y que, por consecuencia de pérdidas anatómicas o funcionales,
necesite de asistencia de otra persona para los actos más esenciales de la vida,
tales como vestirse, desplazarse, comer o análogos”. La gran invalidez constituye
un grado de invalidez permanente autónomo, por lo que no se requiere la previa
declaración de cualquiera de los otros grados para su reconocimiento directo (STS
22 julio 1996 R. 6383). La necesidad del auxilio de tercera persona por parte del
inválido no ha de ser permanente y continuada, ni para todos los actos de la vida
cotidiana (STS 23 marzo 1988 R. 2367).
Lo que ha de entenderse como profesión habitual es objeto de interpretación
auténtica por parte del legislador. De acuerdo con el art. 137.2 LGSS, "se entenderá por
profesión habitual, en caso de accidente, sea o no de trabajo, la desempeñada normalmente
por el trabajador al tiempo de sufrirlo y no en el momento de solicitar la prestación (SSTS 31
mayo 1996 R. 4713, 21 noviembre 1996 R. 465). En caso de enfermedad común o
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profesional, aquélla a la que el trabajador dedicaba su actividad fundamental durante los doce
meses anteriores a la iniciación de la incapacidad”.
b) Sujetos protegidos: requisitos. Lo serán los trabajadores que sean declarados
inválidos en alguno de sus grados y reúnan los requisitos y condiciones generales que se
exponen a continuación. De entrada, se aplica el requisito general de estar afiliado y en alta o
situación asimilada (art. 138.1 LGSS), si bien los trabajadores pueden acceder a la
protección por invalidez permanente absoluta o gran invalidez sin encontrarse en situación de
alta o asimilada siempre que reúna la carencia exigida legalmente.
En segundo lugar, la invalidez permanente habrá de derivarse de la situación de
incapacidad temporal (art. 134.3 LGSS). Esta regla presenta, sin embargo, excepciones.
De un lado, este requisito no se exige a quienes carezcan de protección en cuanto a dicha
incapacidad temporal, bien por encontrarse en situación asimilada al alta que no la
comprenda, bien en los supuestos de asimilación a trabajadores por cuenta ajena, en los que
se dé la misma circunstancia de acuerdo con el art. 114.2, en fin, en los casos de acceso a la
invalidez permanente desde la situación de no alta (art. 138.3 de la LGSS). Además, conviene
tener en cuenta que, a pesar de la claridad de la norma, la jurisprudencia viene entendiendo
que no es necesario pasar por la situación de incapacidad temporal para la calificar de
irreversibles las lesiones que puedan dar lugar a la declaración de invalidez permanente.
Se exige tener cubierto un período mínimo de cotización. Esta exigencia varía, sin embargo,
según la contingencia que ocasionó la invalidez permanente, el grado de invalidez declarado o
la edad del causante:
1. Conforme a la regla general, si la invalidez permanente deriva de accidente, sea o
no trabajo, o de enfermedad profesional, no se exigirá ningún período previo de
cotización (art. 138.1 LGSS).
2. En el caso de que la incapacidad permanente parcial esté derivada de
enfermedad común, se requiere un período mínimo de cotización de 1800 días en
los 10 años inmediatamente anteriores a la fecha en que se haya extinguido la
incapacidad temporal (art. 138.2 in fine LGSS).
3. Para acceder a las prestaciones de incapacidad permanente total o grados
superiores derivadas de enfermedad común, se exige un período de cotización
diferente en función de la edad del trabajador (art. 138.2 LGSS):
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a) Cuando el trabajador tenga menos de 26 años de edad, se le exigirá la mitad
(1/2) del tiempo transcurrido entre la fecha en que cumplió los 16 años y la del
hecho causante de la pensión.
b) Cuando el trabajador sea mayor de 26 años de edad, el período mínimo de
cotización exigido será de un cuarto (1/4) del tiempo transcurrido entre la fecha
en que se hayan cumplido los 20 años y el día en que se hubiese producido el
hecho causante, con un mínimo de 5 años. Además, al menos una quinta parte
del período exigible deberá estar comprendido dentro de los 10 años
inmediatamente anteriores al hecho causante (art. 124.2 LGSS en conexión con
el art. 4.4 Real Decreto 1799/1985).
4. Un supuesto especial aparece cuando el trabajador no se encuentra en alta ni
en situación asimilada. En este caso, para causar derecho a la pensión
correspondiente a los grados de invalidez permanente absoluta o gran invalidez
derivada de contingencias comunes se exige, en todo caso, un período previo de
cotización de 15 años, siempre que una quinta parte de las cotizaciones se
encuentren en los últimos diez años (art. 138.3 LGSS).
c) Prestaciones. La LGSS prevé prestaciones en especie, relacionadas con la
recuperación profesional del inválido (cfr. arts. 153 ss. LGSS). Aquí interesa centrarse en las
de carácter económico. De acuerdo con el art. 139 LGSS éstas se determinan en función del
grado de incapacidad que sea declarado.
1. La prestación correspondiente a la incapacidad permanente parcial, consiste en
una cantidad a tanto alzado equivalente a 24 mensualidades de la base reguladora
que haya servido para determinar la prestación de la incapacidad temporal (art.
139.1 LGSS, art. 9 Decreto 1646/1972).
2. La prestación de la incapacidad permanente total consiste en una pensión
vitalicia del 55 por 100 de la base reguladora, que podrá ser sustituida
excepcionalmente por una indemnización a tanto alzado cuando el beneficiario
fuese mayor de sesenta años (art. 139.2 LGSS). La base reguladora sobre la
que se realizará el cálculo de la pensión variará en función de la contingencia que
haya originado la declaración. En el caso de accidente de trabajo o enfermedad
profesional, la base reguladora se obtiene mediante la fórmula prevista en los arts.
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58 y siguientes del Decreto 22 de junio de 1956, Reglamento de accidentes de
trabajo, y que consiste en la suma del salario real anualmente percibido más las
horas extraordinaria realizadas, el resultado de esta suma se divide por los días
efectivamente trabajados en la empresa y el cociente se multiplica por 290. (SSTS
4 abril 1994 R. 2986, 17 marzo 1995 R. 2022)
Si la incapacidad permanente total se deriva de accidente no laboral, será el
cociente de dividir por 28 la suma de las 24 bases de cotización, elegidas por el
beneficiario, dentro de los últimos 7 años inmediatamente anteriores al hecho
causante, art. 5.4.2 Real Decreto 1799/85. Si la invalidez tiene su origen en
enfermedad común, la base reguladora será el cociente resultante de dividir por
112 la cotización de los 96 meses inmediatamente anteriores al hecho causante,
actualizadas o no conforme a la regla del art. 140.1 LGSS.
3. La prestación de la incapacidad permanente total “cualificada” consiste en el
incremento de la pensión en el 20 por 100 de la base reguladora de la incapacidad
permanente total (art. 139.2, pár. 2º LGSS).
4. La prestación de la invalidez permanente absoluta consiste en una pensión
vitalicia del 100 por 100 de la base reguladora. Ésta se calculará conforme a las
reglas descritas para la incapacidad permanente total, según la contingencia
declarada. (art. 139.3 LGSS, art. 12.4 Decreto 3158/1966).
5. La gran invalidez, tendrá derecho a la pensión a que se refiere el apartado
anterior, incrementándose su cuantía en un 50 por 100, destinado a que el inválido
pueda remunerar a la persona que le atienda (art. 139.4 LGSS). A petición del
gran inválido o de sus representantes legales podrá autorizarse, siempre que se
considere en beneficio del mismo, la sustitución del incremento del 50 por 100 por
su alojamiento y cuidado, a cargo de la Seguridad Social y en régimen de
internado, en una institución sanitaria adecuada (art. 12.5 Decreto 3158/1966). La
base reguladora se calculará conforme a las reglas descritas para la incapacidad
permanente total, según la contingencia declarada.
Para el cálculo de la base reguladora de la prestación se han de computar los incrementos
salariales que, con posterioridad al hecho causante, tenga derecho a percibir el beneficiario,
conforme a las normas legales, convencionales o contrato individual, incluso actualizando la
prestación ya reconocida para actualizar al salario que el mismo tenga derecho a percibir por
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el efecto retroactivo de los convenios (STS 27 diciembre 1997 R. 9637).
El régimen de compatibilidades de la prestaciones económicas por invalidez permanente de
los distintos grados de incapacidad se encuentra regulado en el art. 141 LGSS. La
incapacidad permanente parcial, al tratarse de una indemnización a tanto alzado que no impide
continuar prestando servicios, es compatible con las rentas de trabajo. Por su parte, la
incapacidad permanente total no impide la prestación de servicios en profesiones distintas
para la que se encuentra incapacitado. La incapacidad permanente total “cualificada” será
incompatible –la percepción del complemento del 20 por 100– con la obtención de rentas de
trabajo, lo que no obsta para que tenga derecho a reanudar su percepción cuando tales
ingresos desaparezcan. Por último, el percibo de pensiones vitalicias de invalidez permanente
absoluta o gran invalidez no impedirán el ejercicio de aquellas actividades, sean o no
lucrativas, compatibles con el estado del inválido y que no presenten un cambio de su
capacidad de trabajo a efectos de revisión (art. 141.2 LGSS).
d) Gestión de la prestación, la declaración de invalidez permanente requiere
previamente, la constatación de las lesiones que ocasionen secuelas invalidantes. Expresado
de otra forma, es necesario determinar con anterioridad si el beneficiario se encuentra en
situación de invalidez permanente a la luz de la norma positiva y, una vez constatada esta
situación, se determinará el grado en que se concreta dicha invalidez. Conforme al
procedimiento establecido en el Real Decreto 1300/1995 y Ordenes Ministeriales de 18 de
enero 1996 y de 15 de abril de 1969, son las Entidades Gestoras de la Seguridad Social, en
concreto, los Equipos de Valoración de Incapacidades (EVI) del INSS, las competentes, en
sede administrativa, para declarar la invalidez y determinar el concreto grado de incapacidad
del trabajador. La determinación del hecho causante y, por ende, la fecha a partir de la cual
se tiene derecho a percibir la prestación correspondiente, es la del dictamen de la UVMI,
excepcionalmente, se admita que pueda fijar el hecho causante en un momento anterior al
dictamen cuando, objetivamente, las lesiones se configuren como consolidadas, irreversibles y
generadoras de la situación invalidantes (SSTS 1 marzo 1993 R. 2409 y 18 julio 1994 R.
6682).
Conviene advertir que la característica más acusada de la prestación de invalidez es su
carácter mutable, encontrándose sometida a control periódico por parte de las Entidades
Gestoras para adecuar en cada momento la prestación al estado de salud actual del
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beneficiario, sea por agravación, mejoría o por error de diagnóstico. Por tanto, la declaración
de invalidez, en alguno de sus grados, no adquiere la naturaleza de un derecho que cause
estado en el patrimonio del beneficiario, sino que, mediante el proceso de revisión previsto en
el art. 143.3 de la LGSS y normas de desarrollo, se adecuará en cada momento su mayor o
menor capacidad residual de trabajo, modificando el grado de incapacidad al estado real del
trabajador y, consecuentemente, la prestación económica correspondiente.
Un problema de especial importancia es el que se ha suscitado en el trámite de declaración de
invalidez por la Entidad Gestora emite resolución en la que se declara al trabajador afecto de
incapacidad permanente pero sin derecho a prestación por no reunir alguno de los restantes
requisitos para tener derecho a la pensión. La solución dada por la doctrina jurisprudencial ha
sido contundente, al afirmar que no cabe resolución declarativa de invalidez sin derecho a
prestación, por lo que estas resoluciones se han de reputar como nulas de pleno derecho
(SSTS 14 octubre 1991 R. 7659 y 13 octubre 1995 R. 7750).
2.3.2. La protección no contributiva.
La invalidez asistencial es definida legalmente como “las deficiencias, previsiblemente
permanentes, de carácter físico o psíquico, congénitas o no, que anulen o modifiquen la
capacidad física, psíquica o sensorial de quienes las padecen” (art. 134.2 LGSS).
a) Sujetos protegidos. Tendrán derecho a la pensión de invalidez no contributiva
quienes sean mayores de 18 años y menores de 65, residan legalmente en territorio español y
lo hayan hecho durante 5 años, de los cuales 2 deberán ser inmediatamente anteriores a la
fecha de solicitud de la pensión, carezcan de rentas o ingresos superiores a los fijados por la
legislación aplicable y, estén afectadas por una minusvalía o por una enfermedad crónica, en
un grado igual o superior al 65 por 100 (art. 144 LGSS). La determinación del porcentaje de
minusvalía se hace conforme al baremo que establece la Orden de 8 de marzo de 1984, pero
tal determinación no será necesaria cuando en la modalidad contributiva se haya declarado al
trabajador afecto de una incapacidad permanente absoluta para todo trabajo, pues, por esa
declaración, se presumirá que existe una minusvalía superior al 65 por 100 sin que ésta tenga
que ser constatada por la Entidad Gestora responsable de la prestación (Disposición adicional
tercera. 2º, Real Decreto 357/1991), sin perjuicio, claro está, de que el sujeto protegido
tenga que reunir el resto de los requisitos necesarios para tener derecho a la prestación.
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b) Prestación. La prestación de invalidez permanente no contributiva o asistencial
consiste en una pensión de invalidez vitalicia, que se fijará en su cuantía anual en la
correspondiente Ley de Presupuestos Generales del Estado (art. 145.1 LGSS). En el caso de
que el declarado inválido requiera por su minusvalía o enfermedad crónica el concurso de otra
persona para realizar los actos más esenciales de la vida, tales como vestirse, desplazarse,
comer o análogos, tendrán derecho a un complemento equivalente al 50 por 100 del importe
de la pensión (art. 145.6 LGSS).
Esta modalidad de pensión de invalidez es compatible con el ejercicio de aquellas
actividades, sean o no lucrativas, compatibles con el estado del inválido y que no representen
un cambio en su capacidad de trabajo (art. 147 LGSS).
El derecho a esta prestación se extingue por la pérdida de la condición de residente
legal o traslado al extranjero por tiempo superior a 90 días, mejoría de la minusvalía o
enfermedad crónica que determine un grado inferior al 65%, disponer de rentas y por
fallecimiento del beneficiario (arts. 7 y 19 Real Decreto 357/1991).
c) Gestión de la prestación, Corresponde a la Entidad Gestora, sea el INSERSO o
el organismo competente de la Comunidad Autónoma en el caso de estar transferida, como es
el caso de la Comunidad Autónoma de Canarias. El procedimiento para el reconocimiento del
derecho ha de ser a instancia del interesado y los efectos económicos se producirán a partir
del día primero del mes siguiente de la solicitud, produciéndose los pagos a través de la
Entidad Gestora y a mes vencido.
Lesiones Permanentes No Invalidantes
a) Contingencia. Esta prestación está encaminada a indemnizar las
lesiones, mutilaciones y deformidades expresamente listadas en la Orden
de 16 de enero de 1991, causadas por los riesgos profesionales, que no
alcanzan entidad invalidante pero que implican una disminución o
alteración la integridad física del trabajador (art. 150 LGSS).
b) Sujetos protegidos. Serán beneficiarios de las indemnizaciones los trabajadores
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integrados en el Régimen General que reúnan la condición de estar en alta o situación
asimilada y hayan sido dados de alta médica (art. 151 LGSS).
c) Prestación La prestación económica de naturaleza indemnizatoria por lesiones
permanentes no invalidantes consiste en una indemnización a tanto alzado conforme a
baremo fijado por disposición legal (Orden de 16 de enero 1991). Su cuantía se determina
por medio del baremo aprobado por Orden de 5 de abril de 1974, modificada por la de 16
de enero de 1991.
Esta prestación será incompatible con las prestaciones económicas establecidas para
la invalidez permanente, salvo en el caso de que dichas lesiones, mutilaciones y deformidades,
sean totalmente independientes de las que hayan sido tomadas en consideración para declarar
tal invalidez y el grado de incapacidad de la misma (art. 152 LGSS).
d) Gestión de la prestación. Corresponde al INSS la verificación de las lesiones,
mutilaciones o deformidades, previo dictamen de la EVI, para su reconocimiento (art. 1.1,b] y
3.1,d] Real Decreto 1330/1995). El abono será gestionado directamente por la Entidad
Gestora o Entidad Colaboradora que tenga asumida la responsabilidad de la prestación de
accidente de trabajo o enfermedad profesional.
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