Domingo 18 de julio de 2010 l Heraldo de Aragón 8 l ARAGÓN Sociedad l Una niña zaragozana fue dada por muerta en la Maternidad Provincial en 1948, al parecer para su venta. Su hermana gemela visitó siete archivos y descubrió que no fue enterrada. Lleva cinco años buscándola LOS DOCUMENTOS “A mi madre le robaron a mi gemela en la Maternidad” M aría Pilar Ortiz Guerrero nació el 4 de febrero de 1948 a las 7.20 en la Maternidad Provincial de Zaragoza. Su madre, Felisa Guerrero, de 25 años, viajó la víspera en autobús desde Sos del Rey Católico hasta la capital por consejo del médico del pueblo, pero el parto se adelantó una semana. Estaba sola, sin familia y traía gemelas. La enfermera le dijo a las 8.00: “Viene otra”. Se llamó Engracia, aunque nunca fue bautizada, pese a que era costumbre entonces hacerlo de inmediato si había riesgo de muerte. A partir de ese momento, la realidad se cruzó con la burocracia que escondía un delito. El director de la Maternidad Provincial registró los dos nacimientos en el Registro Civil, como tenía por costumbre, y tres días después inscribió también la muerte de Engracia por “débil congénito” (fechada el 7 de febrero a las 9.00) y con la única prueba de su “manifestación personal” y “dos testigos” de la ciudad, cuya adscripción profesional está por conocer. “Su cadáver habrá de recibir sepultura en el cementerio de Torrero”, señala el juez municipal del Registro Civil. “A mi madre le dijeron que se había muerto Engracia y le preguntaron si su familia estaba allí. El médico le ofreció arreglarle el entierro de la niña. La consolaron diciéndole que se iba a llevar a una hija, que era yo, y que por su juventud podría tener más”, recuerda con mucho dolor María Pilar Ortiz. “Ya está en la losa”, le dijeron al padre El 8 de febrero al mediodía llegó el autobús de Sos del Rey Católico a la plaza del Carbón (o plaza de Salamero) donde viajaba el padre a ver a sus hijas, la viva y la muerta. Apenas un día después de la supuesta muerte de Engracia, el padre de la criatura, Máximo Ortiz, se quedó sin la posibilidad de verla sin vida. “Ya está en la losa”, le comunicaron. “Se enfadó mucho, pero le dijeron que era lo legal”, cuenta la hija viva, la primera de los cuatro hijos. Felisa Guerrera pagó 263,95 pesetas por la atención médica ya que era pensionada y asegurada en La Española. Fue dada de alta el 12 de febrero y al día siguiente bautizó a María Pilar en El Pilar, antes de regresar a su pueblo con la pena de la muerte de Engracia y sin sospechar nunca que se la habían quitado de las manos. Hace seis años, la muerte del padre obligó a la gemela viva a arreglar los papeles para la familia como todo fallecimiento. María Pilar y su marido, José Luis, empezaron un exhaustivo recorrido por siete organismos públicos y religiosos, lo que les permitió recopilar una cúmulo de pruebas documentales de que Engracia no murió en la Maternidad Provincial y la sospecha de que fue vendida. “A mi madre le robaron a mi gemela”, sentencia María Pilar. “Y encima pagó porque era pensionada. En la Maternidad cerrada estaban las madres solteras y los niños recién nacidos estaban un año y medio en la inclusa o en otros hospitales como Calatayud”, agrega. Acudieron al Archivo de la Maternidad que está en la Diputación Provincial y lograron una copia del alta médica fechada el 12 de febrero de 1948 en la que la muerte de Engracia no aparece (la de otras niñas sí). “Su hermana como muerta no me sale”, explicó la archivera. Vieron el Libro registro de los niños muertos (tanto en la Maternidad abierta como la cerrada, conocida como inclusa, donde iban las madres solteras) y el de los bautizados (donde se incluían también los recién nacidos en peligro de muerte) que guardan en la sacristía del Hospital Provincial, pero tampoco aparecía. “Estará Certificado de defunción. El 7 de febrero de 1948, tres días después de nacer, el director de la Maternidad inscribe la muerte de Engracia. Certificado del cementerio de Torrero. En septiembre pasado, el administrador certificó que Engracia no fue enterrada en Torrero. María Pilar Ortiz Guerrero -en su domicilio zaragozano- busca a su gemela. ESTHER CASAS OTROS CASOS DENUNCIAS ARCHIVADAS EN ZARAGOZA Antonio Barroso y Juan Luis Moreno no se llamaban así cuando nacieron en 1969 en Zaragoza. Denunciaron en septiembre pasado por falsedad documental al Hospital Miguel Servet y la clínica Perez Serrano (ya desaparecida), como publicó HERALDO, pero la historia judicial acabó en noviembre. La Audiencia de Zaragoza archivó el caso porque considera que el delito está prescrito porque “son instantáneos”, no es una actividad ilícita continuada. Esta semana, volvieron a salir ambos en los medios de comunicación para recordar su historia porque los padres que los criaron en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) les contaron que no eran sus padres biológicos. Comprobaron la realidad. “Nuestras partidas de nacimiento están falsificadas. Una monja, la hermana Monserrat Rius, me regaló hasta un cuadro...”, señala Barroso. R. J. C. UNA ASOCIACIÓN CINCUENTA VÍCTIMAS, A LA FISCALÍA Cuando el camino judicial se agotó en la denuncia persentada en los juzgados de Zaragoza, Antonio Barroso creó la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (Anadir) en la que ya se han sumado 50 víctimas. “Vamos a llevar los casos en octubre a la Fiscalía General del Estado para que tome cartas en ellos”, explicó Antonio Barroso a este diario. El abogado de Anadir, Enrique Vila, un valenciano de 44 años que descubrió que había sido adoptado y busca a sus padres biológicos, escribió el libro ‘Bastardos’ en la que cuenta una historia tan extendida como oculta. Anadir considera que puede haber 200.000 casos. Esta semana llegó una denuncia de un matrimonio de Vejer a la fiscalía de Cádiz, donde se investiga la desaparición en 1974 de cinco bebés, que nunca fueron enterrados en el cementerio. R. J. C. con alguna familia de posibles”, señaló el cura, con un gesto de los dedos sobre el dinero de los beneficiados. La mentira se fue descubriendo paso a paso. El Arzobispado de Zaragoza no recogía el bautizo de Engracia en otra iglesia. La Facultad de Medicina y el Instituto Anatómico Forense no tenían una entrega del cuerpo para la ciencia. Lo más duro fue dar con la verdad en el cementerio de Torrero: “¿Mi hermana está enterrada?”, preguntó. Tras varias peticiones, el administrador expidió un documento el 23 de septiembre de 2009 donde certifica: “Consultados los diarios de inhumaciones y los archivos alfabéticos de estas oficinas, no consta como inhumado en este cementerio de Torrero el cadáver de Engracia Ortiz Guerrero en febrero de 1948 ni en otra fecha”. Desde pruebas de ADN, hasta la monja Al conocer por HERALDO el pasado mes de septiembre que dos zaragozanos (Antonio Barroso y Juan Luis Moreno) denunciaron haber sido vendidos por sus madres al nacer y que su filiación era falsa, María Pilar Ortiz siguió el camino de los tribunales. Acabó en el mismo lugar del archivo por la prescripción del delito. Esa decisión judicial no le detuvo porque su único fin es conocer a su hermana y saber de su vida. La tenacidad del matrimonio llevó a conseguir por vía legal la filiación de las 204 niñas nacidas en Zaragoza aquel febrero de 1948 y enviarles una petición tipo para poder hacerse la prueba de ADN. “Me he gastado mucho dinero y tres mujeres han accedido a ayudarme, pero no eran mi hermana gemela”, asume con tristeza. Conoció a una monja que estaba en la enfermería de la Maternidad y reconoció haber visto que se vendían niños a madres que llegaban con las tripas forradas de sábanas para disimular un embarazo y acompañadas de abogados. Tenía puertas vetadas a su paso en el centro. “Si encuentras a tu hermana dímelo”, se despidió la monja. RAMÓN J. CAMPO