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LA RESILIENCIA
“SOLAMENTE AQUELLOS QUE SEAN CAPACES DE ENCARNAR LA UTOPÍA
SERAN
APTOS
PARA
EL
COMBATE
DECISIVO:
RECUPERAR
CUANTO
DE
HUMANIDAD
HAYAMOS
PERDIDO"
(E. Sabato)
La resiliencia implica dos componentes: resistencia frente a las adversidades -capacidad
para mantenerse entero cuando se es sometido a grandes exigencias y presiones-, y
capacidad para sortear las dificultades, aprender de las derrotas y reconstituirse
creativamente, transformando los aspectos negativos en nuevas oportunidades y
ventajas.
El término proviene del latín resilio, es decir, volver atrás, dar un salto o rebotar, como
les ocurre a las gomas elásticas cuando se estiran y regresan a su estado inicial. El
concepto se comenzó a emplear en la física y fue Michael Rutter quien lo acuñó en 1972
para las ciencias sociales. Los primeros estudios sobre la resiliencia se centraron en
personas que habían vivido situaciones límites: campos de concentración, niños pobres
que habitan en las calles o mujeres maltratadas. Aquellos que resistían y seguían
adelante, sin tirar la toalla eran los llamados resilientes. Un matiz: Resiliencia no
significa invulnerabilidad, sufren como cualquiera, lo que les diferencia es su capacidad
para tener una adecuada calidad de vida a pesar de todas las experiencias dolorosas.
¿Qué es lo que permite tener una calidad de vida adecuada aun habiendo nacido
en la pobreza absoluta, tener padres alcohólicos o haber sufrido malos tratos en la
infancia? La investigación de Emmy Werner dio respuesta a la pregunta después de
haber estudiado durante 32 años a personas de la isla hawaiana de Kauai que habían
crecido en dichas condiciones. Todos aquellos que fueron capaces de salir y de
transformarse positivamente, habían vivido algo en común: contar con al menos una
persona, familiar o no, que los había aceptado tal y como eran de manera incondicional,
independientemente de su temperamento, de su aspecto físico o de su pasado. La
conclusión fue la misma que la de uno de los pioneros en el estudio de la resiliencia,
Boris Cyrulnik. Con seis años logró escapar de un campo de concentración donde vio
morir a sus padres. Tras vagar por diferentes centros de acogida, unos granjeros lo
adoptaron y le inculcaron el amor por la vida y la literatura.
Heráclito dijo hace más de veinte siglos “Nunca nos bañamos dos veces en el mismo
río” y en el caso de la resiliencia ocurre lo mismo. Después de una dificultad, nunca se
vuelve al mismo punto de origen. En otras palabras, afortunadamente no somos gomas
elásticas. Por eso, cada dificultad o cambio nos influyen y todos ellos tienen la
capacidad de transformarnos. Sabemos que suelen llegar en el momento más
inoportuno, aunque tampoco se sabe cuál es el momento oportuno, el reto es entender la
dificultad como una invitación a dar lo mejor de nosotros mismos.
Definiciones:
 Habilidad para resurgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a una
vida significativa y productiva (JCCB. Institute on Child Resilence and Family,
1994).
 Combinación de factores que permiten a un niño(a), a un ser humano, afrontar y
superar los problemas y adversidades de la vida, y construir sobre ellos (Suárez
Ojeda, 1995).

Capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida,
superarlas e inclusive, ser transformado por ellas (Grotberg, 1995).
 Capacidad de la persona para hacer las cosas bien y de forma socialmente
aceptable, en un entorno agobiante o adverso que suele entrañar un elevado
riesgo de efectos negativos. (Henao, 2003).
La resiliencia implica que una persona debe superar la situación de adversidad dentro de
las normas culturales en las que él se desenvuelve. Se sustenta en la interacción
existente entre la persona y el entorno, por lo tanto no procede exclusivamente ni es
algo exclusivamente innato.
Componentes de la resiliencia
1. La resistencia frente a la destrucción, esto es, la capacidad para proteger la
propia integridad bajo la presión.
2. La capacidad para construir la vida pese a las circunstancias difíciles. Los
resultados de este proceso se plasman en un desarrollo positivo pese a
condiciones de vida difíciles.
La resiliencia puede plasmarse en distintos modelos:
- Lograr buenos resultados pese a un alto riesgo. Ej: un niño de la calle que se
convierte luego en un educador.
- Mantener competencias bajo la amenaza, de lo que quizás Ana Frank fue un
ejemplo elocuente.
- Reponerse de un trauma y desarrollarse después. Triunfar luego de haber sido
abandonado(a).
Lo realmente interesante no es la definición de la resiliencia sino su representación en
términos de construcción y dinamización. Por lo tanto es importante localizar los
ámbitos identificadores de claves generadoras que nos ayuden a capitalizar dotes de
resiliencia.
FACTORES DE RESILIENCIA
FACTORES DE RIESGO
Es cualquier característica o cualidad de una persona o comunidad que se sabe va unida
a una elevada probabilidad de dañar la salud.
LOS FACTORES DE RIESGO

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





Carencia extrema de recursos económicos.
Conflictos familiares
Falta de comunicación
Historia de conducta problemática
Dificultades en el manejo de conflictos familiares.
Abuso de drogas.
Poco sentido de pertenencia.
Desorganización social.
LOS FACTORES DE PROTECCIÓN
Son las condiciones o entornos capaces de favorecer el desarrollo de individuos o
grupos y, en muchos casos, de reducir los efectos de circunstancias favorables que
puedan actuar como escudo para favorecer el desarrollo de seres humanos que parece
sin esperanzas de superación por su alta exposición a factores de riesgo.
Factores protectores más comunes
Externos: se refieren a condiciones del medio que actúan reduciendo las probabilidades
de daños: la familia extendida, el apoyo de un adulto significante, integración social o
laboral.
Internos: se refieren a atributos de la propia persona: autoestima, seguridad, confianza
en sí mismo(a), facilidad para comunicarse, empatía.
Individuales: (personalidad) incluyen: la autoestima, el locus de control interno (sentirse
confiado de que los propios esfuerzos producirán los efectos deseados).
Familiares: Incluyen la ausencia e discordia conyugal. La cohesión familiar, buena
relación al menos con el padre o la madre.
Ambientales: un factor que existe en el ambiente social más allá de la familia lo
constituye una relación significativa con un adulto que no sea ni el padre ni la madre,
que goce del aprecio del joven, involucrarse en actividades escolares y comunitarias y la
creencia en un ser superior.
CARACTERÍSTICAS DE LA RESILIENCIA
LOS NIÑOS suelen ser más proactivos en la resolución de problemas, eficaces, más
flexibles y sociables; son capaces de construir su vida reforzándose en experiencias
positivas y de mostrar control ante los acontecimientos cotidianos conflictivos.
Con frecuencia presentan características de personalidad o habilidades como las
siguientes:
· Capacidad de control interno
· Sólida autoestima
· Mayor control de impulsos y capacidad para tolerar la frustración y postergar la
gratificación
· Habilidades cognitivas para una adecuada toma de decisiones
· Mayores habilidades comunicativas y sociales
· Mayor capacidad para enfrentar constructivamente la competencia y aprender de los
propios errores
· Mejores y más eficaces estilos de afrontamiento de conflictos
· Capacidad para recurrir al apoyo de los adultos cuando es necesario
· Actitud orientada al futuro
· Optimismo y mayor tendencia a manifestar sentimientos de esperanza
· Mayor coeficiente intelectual
· Capacidad empática
· Accesibilidad y buen sentido del humor
En lo que se refiere a los adolescentes resilientes hallamos lo siguiente:
· Capacidad para enfrentar activamente los problemas cotidianos
· Adecuado control de emociones en situaciones difíciles o de riesgo, demostrando
optimismo y persistencia ante el fracaso
· Habilidad para manejar de manera constructiva el dolor, el enojo, la frustración y otros
afectos perturbadores
· Capacidad para obtener la atención positiva y el apoyo de los demás, estableciendo
amistades duraderas basadas en el cuidado y apoyo mutuos
· Competencia en las áreas social, escolar y cognitiva que les permiten solventar
creativamente los problemas
· Mayor autonomía y capacidad de autoobservación
· Gran confianza en una vida futura positiva y significativa, con la capacidad para
resistir y liberarse de estigmas negativos
· Sentido del humor y condescendencia
FACTORES RESILIENTES
Los factores que contribuyen a la construcción y el fortalecimiento de la resiliencia en
las personas tienen las siguientes características:
Inteligencia
Es una condición necesaria pero no suficiente. Se requiere también la presencia de
adultos o de pares que estimulen a probar formas alternativas de enfrentar los problemas
y adversidades; que dispongan de la habilidad para buscar ayuda cuando sea necesaria y
que
sean
capaces
de
identificar
y
compartir
sus
sentimientos.
Autoestima
Se refiere al valor que el individuo atribuye a las percepciones de sí mismo y depende
del amor, respeto y aceptación de los otros y del propio sentido de valor, competencia y
capacidad.
Capacidad Académica
Disposición de habilidades de lectura, escritura y aritmética; estrategias de ajuste y
aprovechamiento escolar básicos; hábitos de trabajo y estudio; capacidad de
organización de participación y para formular y contestar preguntas, etc.
Sentido del humor
Constituye una alternativa efectiva de afrontamiento del estrés, la ansiedad y la culpa.
Para promoverlo es necesario tener experiencias de confianza.
Autocontrol
Capacidad de hacer las mejores elecciones en situaciones críticas. Postergar
gratificaciones, resistir presiones y tentaciones, tener acceso a información fidedigna
sobre la cual basar decisiones, así como la capacidad para percibir, comprender y
elaborar adecuadamente de acuerdo con las propias creencias, valores y actitudes
Habilidades para la vida
Remite a las personas que poseen inclinaciones específicas que, por otra parte, todas las
personas poseen. Algunas, para el deporte; otras, para el estudio, la música, el arte; para
relacionarse con los demás; para responder a estímulos sociales y demostrar empatía,
afecto, responsabilidad y prudencia
Afrontamiento y resolución de problemas
Es el esfuerzo mental y físico para controlar factores, circunstancias y personas que se
perciben como desbordantes, negativos o potencialmente adversos, con la capacidad
para planear y discernir distintas acciones posibles. Ser creativo e ingenioso; saber
acudir para el apoyo de los otros; pensar en forma crítica, creativa y reflexiva.
Autonomía
Es la habilidad para poder actuar independientemente, valerse por sí mismo e influir
sobre factores del entorno. También se vislumbra el futuro y se comienza a configurar
un proyecto de vida.
AMBIENTES QUE FAVORECEN LA RESILIENCIA
El efecto protector de los factores expuestos depende de su interacción con el medio,
dado que bajo determinadas circunstancias y en diferentes estadios de la vida pueden
perder su efecto de resistencia.
Cuando las características individuales y las variables protectoras del medio interactúan
coordinadamente, pueden promover un desarrollo sano y positivo, independientemente
de las dificultades y adversidades.
1. Uno de los factores protectores primordiales es el apoyo de los otros, incluyendo los
miembros de la familia nuclear o extensa, maestros, grupo de pares, prestadores de
salud, vecinos, etc.
2. También las familias pueden ser consideradas resilientes cuando son capaces de
afrontar la adversidad o los montos significativos de tensión, desarrollando su fuerza
colectiva para responder a los cambios futuros.
3. Las condiciones familiares asociadas con una respuesta resiliente incluyen: la
estabilidad, la cohesión, la flexibilidad y la comunicación. Otros atributos son la
adaptabilidad y disponibilidad de apoyo interno y externo, tanto de la familia extensa
como de amigos u otros agentes.
FAMILIAS RESILIENTES
Greenspan (1996) enumera una serie de condiciones familiares que favorecen la
resiliencia entre los niños y jóvenes:
· Estructura y reglas claras dentro del hogar
· Apoyo entre los cónyuges
· Estrategias familiares de afrontamiento eficaces
· Prácticas de cuidado y crianza efectivas
· Interacción y apego entre padres e hijos (la presencia de una relación cálida, nutricia y
de apoyo al menos con uno de los padres, protege o mitiga los efectos nocivos de un
medio adverso)
· Expectativas positivas de los padres sobre el futuro de sus hijos
· Responsabilidades compartidas en el hogar
· Apoyo de los padres en las actividades escolares de los hijos
· Redes familiares fuertemente extendidas y redes de apoyo externas (v.gr. amigos,
vecinos, etc.)
· Participación de la familia en actividades extrafamiliares (v.gr. iglesia, clubes, entre
otros.)
· Oportunidades de desarrollo y responsabilidades extra-familiares (v.gr. voluntariado,
estudios, trabajo, etc.).
CONSTRUCCIÓN DE LA RESILIENCIA FAMILIAR
La construcción de la resiliencia se ha resumido en un esquema que nació en Chile,
denominado internacionalmente "la casita" y fue divulgado por Stefan Vanistendael.
Sintetiza todos los elementos básicos para edificar esta resiliencia. En ella cada
habitación o piso representa un campo de posible intervención para la construcción o el
mantenimiento de la misma.
El esquema siguiente es aplicable al niño y al adolescente. (desde una perspectiva de
atención a la salud integral, se puede construir para un adulto, una familia y una
comunidad).
ESCUELA Y COMUNIDAD
Escuela y Comunidad son instancias también que contribuyen al desarrollo de la
resiliencia en los niños y jóvenes. Se requiere pues una articulación operativa con la
familia.
La escuela
En el medio escolar la resiliencia ha sido estudiada en relación con la efectividad
escolar de estudiantes en riesgo, expuestos a la segregación escolar o con un bajo
rendimiento. Este grupo de estudiantes puede desempeñarse adecuadamente aunque esté
expuesto a circunstancias adversas. Al respecto se ha observado que una experiencia
escolar positiva conlleva a un aumento de la autoestima y la autoeficacia no solo en los
alumnos que presentan dificultades, sino que influye en toda la población escolar.
En lo referente a la transición de la escuela primaria a la secundaria, se ha identificado
la habilidad para demandar ayuda como mecanismo promotor de la resiliencia en edades
tempranas entre los jóvenes.
También se requiere promover un cambio de creencias, sistemas y estructuras en el
medio escolar, mediante el desarrollo profesional de los maestros y adoptando claras
políticas escolares con respecto a los mecanismos de apoyo disponibles.
La participación en actividades deportivas constituye un poderoso mecanismo protector
para la población estudiantil pues fomenta el desarrollo del sentido de pertenencia y
contribuye a formar estudiantes orgullosos de su escuela. El deporte facilita, además, el
ajuste escolar y el vínculo entre jóvenes; favorece la disciplina, la voluntad de
participar, las habilidades para persistir cuando se pierde y la reflexión y aprendizaje
ante el fracaso.
Las escuelas son ambientes evidentemente claves para que los individuos desarrollen la
capacidad de sobreponerse a la adversidad por lo que destacamos en el siguiente cuadro
6 puntos relevantes en relación con los aportes de factores protectores ambientales y las
condiciones que fomentan los factores protectores individuales.
Esta estrategia se muestra a través de la Rueda de Resiliencia según diseño de
Henderson y Milstein (2003)
Las fuentes interactivas de la resiliencia: de acuerdo con Edith Grotberg
(1997), para hacer frente a las adversidades, superarlas y salir de ellas fortalecido o
incluso transformado, los niños toman factores de resiliencia de cuatro fuentes que se
visualizan en las expresiones verbales de los sujetos (niños, adolescentes o adultos) con
características resilientes:
“Yo tengo” en mi entorno social.
“Yo soy” y “yo estoy”, hablan de las fortalezas intrapsíquicas y condiciones
personales.
“Yo puedo”, concierne a las habilidades en las relaciones con los otros
Tengo: Personas alrededor en quienes confío y que me quieren incondicionalmente.
Personas que me ponen límites para que aprenda a evitar los peligros. Personas
que me muestran por medio de su conducta la manera correcta de proceder.
Personas que quieren que aprenda a desenvolverme solo.
Personas que me ayudan cuando estoy enfermo o en peligro, o cuando necesito
aprender.
Soy: Alguien por quien los otros sienten aprecio y cariño.
Feliz cuando hago algo bueno para los demás y les demuestro mi afecto.
Respetuoso de mí mismo y del prójimo.
Estoy: Dispuesto a responsabilizarme de mis actos.
Seguro de que todo saldrá bien.
Puedo: Hablar sobre cosas que me asustan o me inquietan.
Buscar la manera de resolver mis problemas.
Controlarme cuando tengo ganas de hacer algo peligroso o que no está bien.
Buscar el momento apropiado para hablar con alguien o actuar.
Encontrar a alguien que me ayude cuando lo necesito.
Factores de resiliencia comunitaria
POSITIVOS
altruismo
educación general
solidaridad
participación
capacitación
lideres del cambio
trabajo
diversidad económica
servicios sociales
NEGATIVOS
paternalismo
fatalismo
burocracia
corrupción
racismo
violencia
egoísmo
manipulación
El siguiente esquema de "la casita" ha sido modificado adaptándolo a la construcción de
la resiliencia comunitaria (Fernández D'Adam - 2003 ).
Pilares de la resiliencia: a partir de esta constatación se trató de buscar los
factores que resultan protectores para los seres humanos, más allá de los efectos
negativos de la adversidad, tratando de estimularlos una vez que fueran detectados. Así
se describieron los siguientes:
Autoestima consistente. Es la base de los demás pilares y es el fruto del cuidado
afectivo consecuente del niño o adolescente por un adulto significativo,
“suficientemente” bueno y capaz de dar una respuesta sensible.
Introspección. Es el arte de preguntarse a sí mismo y darse una respuesta
honesta. Depende de la solidez de la autoestima que se desarrolla a partir del
reconocimiento del otro. De allí la posibilidad de cooptación de los jóvenes por grupos
de adictos o delincuentes, con el fin de obtener ese reconocimiento.
Independencia. Se definió como el saber fijar límites entre uno mismo y el
medio con problemas; la capacidad de mantener distancia emocional y física sin caer en
el aislamiento. Depende del principio de realidad que permite juzgar una situación con
prescindencia de los deseos del sujeto. Los casos de abusos ponen en juego esta
capacidad.
Capacidad de relacionarse. Es decir, la habilidad para establecer lazos e
intimidad con otras personas, para balancear la propia necesidad de afecto con la actitud
de brindarse a otros. Una autoestima baja o exageradamente alta producen aislamiento:
si es baja por autoexclusión vergonzante y si es demasiado alta puede generar rechazo
por la soberbia que se supone.
Iniciativa. El gusto de exigirse y ponerse a prueba en tareas progresivamente más
exigentes.
Humor. Encontrar lo cómico en la propia tragedia. Permite ahorrarse
sentimientos negativos aunque sea transitoriamente y soportar situaciones adversas.
Creatividad. La capacidad de crear orden, belleza y finalidad a partir del caos y
el desorden. Fruto de la capacidad de reflexión, se desarrolla a partir del juego en la
infancia.
Moralidad. Entendida ésta como la consecuencia para extender el deseo personal
de bienestar a todos los semejantes y la capacidad de comprometerse con valores. Es la
base del buen trato hacia los otros.
Capacidad de pensamiento crítico. Es un pilar de segundo grado, fruto de las
combinación de todos los otros y que permite analizar críticamente las causas y
responsabilidades de la adversidad que se sufre, cuando es la sociedad en su conjunto la
adversidad que se enfrenta. Y se propone modos de enfrentarlas y cambiarlas. A esto se
llega a partir de criticar el concepto de adaptación positiva o falta de desajustes que en la
literatura anglosajona se piensa como un rasgo de resiliencia del sujeto (Melillo, 2002).
¿Cómo se desarrolla la resiliencia? Resiliencia y psicoanálisis: si decimos que un
pilar de la resiliencia es la autoestima y sabemos que ésta se desarrolla a partir del amor
y el reconocimiento del bebé por parte de su madre y su padre, es en ese vínculo que
empieza a generarse un espacio constructor de resiliencia en el sujeto. Por supuesto que
pueden ocurrir distintos procesos, más o menos favorables, que van trazando diferentes
destinos.
Este primer pilar de la resiliencia está en la base del desarrollo de todos los otros:
creatividad, independencia, introspección, iniciativa, capacidad de relacionarse, humor
y moralidad.
Luego describimos una suerte de síntesis superior de todos ellos en la capacidad de
pensamiento crítico, que representa algo así como un retorno del sujeto singular a la
trama social en que vive, lo lleva a constituir grupos con una identidad determinada, que
al comienzo puede ser de oposición para luego transformarse en hegemónica. Este
proceso opera a través del sistema conductual de afiliación (afiliación a grupos) de
Bowlby (Marrone, 2001).
Boris Cyrulnik (2001) ha realizado aportes sustantivos sobre las formas en que la
adversidad hiere al sujeto, provocando el estrés que generará algún tipo de enfermedad
y padecimiento. En el caso favorable, el sujeto producirá una reacción resiliente que le
permite superar la adversidad. Su concepto de "oxímoron", que describe la escisión del
sujeto herido por el trauma, permite avanzar aún más en la comprensión del proceso de
construcción de la resiliencia, a la que le otorga un estatuto que incluimos entre los
mecanismos de desprendimiento psíquicos. Éstos, descriptos por Edward Bibring
(1943), a diferencia de los mecanismos de defensa, apuntan a la realización de las
posibilidades del sujeto en orden a superar los efectos del padecimiento. “El oxímoron
revela el contraste de aquel que, al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La
parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis, mientras que otra
parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne, con la energía de la
desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de felicidad y sentido a la
vida"(Cyrulnik, 2001).
Por eso, si bien hay autores que han traducido resiliencia como “elasticidad”, en nuestro
actual concepto nada de eso se mantiene; la resiliencia no supone nunca un retorno ad
integrum a un estado anterior a la ocurrencia del trauma o la situación de adversidad: ya
nada es lo mismo.
La escisión del yo no se sutura, permanece en el sujeto compensada por los recursos
yoicos que se enuncian como pilares de la resiliencia. Con algo de todo eso, más el
soporte de otros humanos que otorgan un apoyo indispensable, la posibilidad de
resiliencia se asegura y el sujeto continúa su vida. Podríamos decir que el concepto de
oxímoron es del mismo orden que el concepto de Freud de la escisión del yo en el
proceso defensivo.
Algunos psicoanalistas afirman que el concepto de resiliencia es o puede ser
contradictorio con un modelo psicoanalítico de la vida psíquica. Claramente no es así
cuando se considera el modelo freudiano de la segunda tópica o la tercera tópica que
especifica Zuckerfeld (2002). En el caso de la segunda tópica, la consideración del yo
como instancia que debe "pilotear" las relaciones del sujeto con sus deseos conscientes
e inconscientes, los requerimientos de su conciencia moral (superyó) y de sus ideales
(ideal del yo), y los del mundo externo, es decir la relación con su entorno, pone en
evidencia los beneficios de estimular los pilares de la resiliencia, clara e íntimamente
ligados a las capacidades del yo. En este modelo psicoanalítico, la fortaleza del yo
facilita la tramitación por parte del sujeto de los requerimientos de las otras instancias:
es a la vez resultado y causa del proceso de la cura psicoanalítica y del desarrollo de las
capacidades resilientes. El trauma puede ser el punto de partida de una estructuración
neurótica o psicótica, pero también un punto de llegada en cuanto a generar una fuerte y
útil estructura defensiva.
La resiliencia se teje: no hay que buscarla sólo en la interioridad de la persona ni en su
entorno, sino entre los dos, porque anuda constantemente un proceso íntimo con el
entorno social. Esto elimina la noción de fuerza o debilidad del individuo; por eso en la
literatura sobre resiliencia se dejó de hablar de niños invulnerables. Tiene contactos con
la noción de apuntalamiento de la pulsión. Como dice Freud (1929) "[...] la libido sigue
los caminos de las necesidades narcisistas y se adhiere a los objetos que aseguran su
satisfacción". La madre, que es la primera suministradora de satisfacción de las
necesidades del niño, es el primer objeto de amor y también de protección frente a los
peligros externos; modera la angustia, que es la reacción inicial frente a la adversidad
traumática, en grado o medida aún mínima. Va constituyendo un sustrato de seguridad,
lo que Bowlby y Ainsworth llaman una relación de apego seguro (Marrone, 2001),
derivado de una base emocional equilibrada, posibilitada por un marco familiar y social
estables. Son los padres o cuidadores sustitutos, como mediadores con el medio social,
los que ayudan a su constitución a través de una acción neutralizadora de los estímulos
amenazantes. Si bien esta condición inicial del sujeto sigue existiendo toda la vida,
siempre será fundamental un otro humano para superar las adversidades mediante el
desarrollo de las fortalezas que constituyen la resiliencia.
En síntesis, el proceso de apuntalamiento de la pulsión lleva al otro humano y evita el
atrapamiento en el mortífero solipsismo narcisista. La autoestima, con la ayuda y la
mirada de los demás, puede ser reorganizada y reelaborada por medio de nuevas
representaciones, acciones, compromisos o relatos.
Recurrimos al poco usado concepto de mecanismos de desprendimiento del yo,
introducido por E. Bibring (1943), que “no tienen por finalidad provocar la descarga
(abreacción) ni hacer que la tensión deje de ser peligrosa (mecanismo de defensa). Sin
negar que durante el proceso se producen fenómenos de abreacción en pequeñas dosis”,
se trata de operaciones yoicas que apuntan a dispersar las tensiones dolorosas en otros
complejos de pensamientos y emociones con efectos compensatorios; o bien que, como
en el trabajo de duelo, generen el desprendimiento de la libido del objeto perdido para
transferirla a otros. Un tercer modo es la familiarización con el peligro para poder
superarlo en forma contrafóbica. Para el psicoanálisis serían mecanismos más propios
de la cura que de la enfermedad; desde el punto de vista de la resiliencia constituyen la
posibilidad de una continuidad de la vida en aceptables condiciones de salud mental.
Freud afirmaba que el largo camino del psicoanálisis se debía a lo difícil que puede ser
cambiar las circunstancias del sujeto. Si esto fuera posible, se podría ahorrar tan
prolongado esfuerzo. Pues bien, el desarrollo de la resiliencia requiere justamente un
cambio en las circunstancias del sujeto si se le permite contar con el auxilio de un otro
humano que genera y/o estimula las fortalezas de su yo, favoreciendo sus defensas y
capacidad de sublimación. Si el mundo externo produjo una implosión traumática en el
sujeto, el auxilio exterior de un otro puede restituir la capacidad de recuperar el curso de
su existencia. La resiliencia representa el lado positivo de la salud mental.
Resiliencia y salud mental: es muy ilustrativo comparar los conceptos básicos de salud
mental (tal como se expresan en la Ley de Salud Mental de la Ciudad de Buenos Aires)
y los de resiliencia, que presentan en común sugestivas definiciones:
SALUD MENTAL
Proceso
determinado
histórica
y
culturalmente en cada sociedad.
Se preserva y mejora por un proceso de
construcción social.
Parte del reconocimiento de la persona en su
integridad bio-psico-socio-cultural y de las
mejores condiciones posibles para su
desarrollo físico, intelectual y afectivo.
RESILIENCIA
Conjunto
de
procesos
sociales
e
intrapsíquicos que posibilitan acceder al
bienestar psicofísico a pesar de las
adversidades.
Depende de cualidades positivas del proceso
interactivo del sujeto con los otros humanos,
responsable en cada historia singular de la
construcción del sistema psíquico humano.
Estas coincidencias nos llevan a pensar que lo que se entiende como promoción de la
resiliencia en el marco de una comunidad, al producir capacidad de resistir las
adversidades y agresiones de un medio social sobre el equilibrio psicofísico de los
componentes de una comunidad, niños, adolescentes y adultos, produce salud mental
(Melillo, Soriano, Méndez y Pinto, 2004).
Resiliencias relacionales: familiar y grupal: Froma Walsh (1998) “[...] propone una
concepción sistémica de la resiliencia, enmarcada en un contexto ecológico y evolutivo,
y presenta el concepto de resiliencia familiar atendiendo a los procesos interactivos que
fortalecen con el transcurso del tiempo tanto al individuo como a la familia [...] La
resiliencia relacional puede seguir muchos caminos, variando a fin de amoldarse a las
diversas formas, recursos y limitaciones de las familias [y los grupos] y a los desafíos
psicosociales que se les plantean”. En este sentido se pueden señalar: reconocer los
problemas y limitaciones que hay que enfrentar; comunicar abierta y claramente acerca
de ellos; registrar los recursos personales y colectivos existentes y organizar y
reorganizar las estrategias y metodologías tantas veces como sea necesario, revisando y
evaluando los logros y las pérdidas.
Para esto es necesario que, en las relaciones entre los componentes del grupo familiar,
se produzcan las siguientes prácticas: actitudes demostrativas de apoyos emocionales
(relaciones de confirmación y confianza en la competencia de los protagonistas);
conversaciones en las que se compartan lógicas (por ejemplo, acuerdos sobre premios y
castigos) y conversaciones donde se construyan significados compartidos acerca de la
vida, o de acontecimientos perjudiciales, con coherencia narrativa y con un sentido
dignificador para sus protagonistas.
En síntesis, los elementos básicos de la resiliencia familiar serían: cohesión, que no
descarte la flexibilidad; comunicación franca entre los miembros de la familia;
reafirmación de un sistema de creencias comunes, y resolución de problemas a partir de
las anteriores premisas.
Resiliencia comunitaria: se trata de una concepción latinoamericana desarrollada
teóricamente por E. Néstor Suárez Ojeda (2001), a partir de observar que cada desastre
o calamidad que sufre una comunidad, que produce dolor y pérdida de vidas y recursos,
muchas veces genera un efecto movilizador de las capacidades solidarias que permiten
reparar los daños y seguir adelante. Eso permitió establecer los pilares de la resiliencia
comunitaria: autoestima colectiva, que involucra la satisfacción por la pertenencia a la
propia comunidad; identidad cultural, constituida por el proceso interactivo que a lo
largo del desarrollo implica la incorporación de costumbres, valores, giros idiomáticos,
danzas, canciones, etcétera, proporcionando la sensación de pertenencia; humor social,
consistente en la capacidad de encontrar la comedia en la propia tragedia para poder
superarla; honestidad estatal, como contrapartida de la corrupción que desgasta los
vínculos sociales; solidaridad, fruto de un lazo social sólido que resume los otros
pilares.
Resiliencia y educación: la cuestión de la educación se vuelve central en cuanto a la
posibilidad de fomentar la resiliencia de los niños y los adolescentes, para que puedan
enfrentar su crecimiento e inserción social del modo más favorable (Melillo, Rubbo y
Morato, 2004).
Lamentablemente, en las escuelas (como ocurre también en salud) habitualmente se
pone el mayor empeño en detectar los problemas, déficit, falencias, en fin, patología, en
lugar de buscar y desarrollar virtudes y fortalezas. Por eso y para empezar, una actitud
constructora de resiliencia en la escuela implica buscar todo indicio previo de
resiliencia, rastreando las ocasiones en las que tanto docentes como alumnos sortearon,
superaron, sobrellevaron o vencieron la adversidad que enfrentaban y con qué medios lo
hicieron.
El Informe Delors de la UNESCO de 1996 especificó como elementos imprescindibles
de una política educativa de calidad, la necesidad de que ésta abarque cuatro aspectos:
aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a convivir con los demás y aprender a
ser. Los dos primeros aspectos son los que se enfatizan tradicionalmente y se trata de
medir para justificar resultados. Los dos últimos son los que hacen a la integración
social y a la construcción de ciudadanía. Para el desarrollo de los últimos (y también de
los primeros) sirven los programas que promueven la resiliencia en las escuelas.
La construcción de la resiliencia en la escuela implica trabajar para introducir los
siguientes seis factores constructores de resiliencia (Henderson y Milstein, 2003):
1. Brindar afecto y apoyo proporcionando respaldo y aliento incondicionales, como
base y sostén del éxito académico. Siempre debe haber un “adulto significativo” en
la escuela dispuesto a “dar la mano” que necesitan los alumnos para su desarrollo
educativo y su contención afectiva.
2. Establecer y transmitir expectativas elevadas y realistas para que actúen como
motivadores eficaces, adoptando la filosofía de que “todos los alumnos pueden tener
éxito”.
3. Brindar oportunidades de participación significativa en la resolución de problemas,
fijación de metas, planificación, toma de decisiones (esto vale para los docentes, los
alumnos y, eventualmente, para los padres). Que el aprendizaje se vuelva más
"práctico", el currículo sea más "pertinente" y "atento al mundo real" y las
decisiones se tomen entre todos los integrantes de la comunidad educativa. Deben
poder aparecer las “fortalezas” o destrezas de cada uno.
4. Enriquecer los vínculos pro-sociales con un sentido de comunidad educativa.
Buscar una conexión familia-escuela positiva.
5. Es necesario brindar capacitación al personal sobre estrategias y políticas de aula
que trasciendan la idea de la disciplina como un fin en sí mismo. Hay que dar
participación al personal, los alumnos y, en lo posible, a los padres, en la fijación de
dichas políticas. Así se lograrán fijar normas y límites claros y consensuados.
6. Enseñar "habilidades para la vida": cooperación, resolución de conflictos, destrezas
comunicativas, habilidad para resolver problemas y tomar decisiones, etcétera. Esto sólo
ocurre cuando el proceso de aprendizaje está fundado en la actividad conjunta y
cooperativa.
Alumnado con discapacidad y resiliencia
El eje de una intervención psicopedagógica que pretenda favorecer el desarrollo de la
resiliencia en el alumnado con discapacidad abordará el proceso desde una doble
vertiente:
• la aparición y/o refuerzo de las competencias, intelectuales y emocionales, de cada
estudiante.
• favorecer la aparición o consolidación de comportamientos autónomos. La
intervención, por tanto, no debe poner en peligro el proceso de mayores cuotas de
autonomía, sino al contrario, “hay que seguir al niño”. La pretensión es lograr que el
estudiante con discapacidad finalice la etapa de escolarización obligatoria
caracterizándose por ser un adolescente resiliente, es decir, un joven con confianza en sí
mismo, buena autoimagen, con capacidad de inspirar simpatía, manifestando el control
de su propia vida, creativo, independiente, con sentido del humor y con una cierta
madurez social. Estas características se muestran como referentes deseables en los
objetivos a lograr en todos los estudiantes adolescentes, eliminando o mitigando
aquellos factores susceptibles de no favorecer su social y provocar un nada deseable
riesgo de exclusión.
Obviamente y como ya se ha apuntado, el joven que presenta alguna discapacidad
presenta más factores de riesgo, pero precisamente por ello se debe hacer hincapié en el
desarrollo y potenciación de cualidades propias de la resiliencia.
Los estudiantes verán favorecida su capacidad resiliente si en el ámbito escolar se presta
una mayor atención a su formación en la dimensión afectivo-emocional.
Algunos alumnos, con mayor frecuencia los que presentan algún tipo de discapacidad,
plantean unas necesidades relacionadas con la dimensión afectivo-emocional, ya que su
escasa capacidad de resiliencia no les permite, a su vez, alcanzar la suficiente capacidad
de autodeterminación (autonomía, oportunidad de elegir, priorizar en determinados
momentos…). A este respecto, es la escuela y por ende los que trabajamos en el ámbito
de la educación los que podemos y debemos ayudarles en la consecución de estas metas,
que mucho tienen que ver con la educación/ formación de la persona, ya que la mera
instrucción académica la consideramos como una parcela relevante, pero no exclusiva
de los procesos de enseñanza-aprendizaje de los estudiantes de cualquier edad.
A mi modo de ver, la potenciación por parte de los educadores de las relaciones
interpersonales, habilidades diversas, autodeterminación y otros componentes de la
resiliencia, repercutirá muy positivamente en el desarrollo personal de sus estudiantes
con dificultades derivadas de su discapacidad. En referencia a los intervalos de edad
correspondientes a la etapa adolescente, Michaud (2003: 81) apunta: “hay que seguir al
adolescente”.
No obstante y con objeto de garantizar una adecuada intervención, resultaría
imprescindible que estos profesores, además de disponer de una buena capacidad propia
de resiliencia, accedieran a una serie de conocimientos, estrategias y herramientas
relacionados con esta área formativa.
Trasladando las dimensiones del constructo resiliencia al ámbito escolar Henderson y
Milstein (2003) aportan una serie de indicadores que reflejan el perfil de un alumno
resiliente, así como el perfil del que muestra rasgos de resiliencia adecuada. En los
siguientes cuadros podemos observar los indicadores correspondientes a cada
dimensión:
Dimensiones Indicadores de un alumno con baja resiliencia
1. Afecto y apoyo
- No reconoce talentos y/o habilidades personales o siente que se ignoran sus ideas,
talentos y habilidades
- Es receptor pasivo y se muestra apático
- Expresa dudas respecto de su capacidad de hacer un aporte significativo al mundo
2. Expectativas elevadas
- Ha internalizado la sensación de “yo no puedo”
- Emplea rótulos negativos para describirse
- Tiene poca confianza en sí mismo
- Se menosprecia a sí mismo y a los demás
- Expresa limitaciones personales basadas en la etnia, género, nivel de ingresos
familiares u otros factores
3. Oportunidades de participación significativa
- Se siente marginado en la escuela
- Experimenta escasos cuidados
- Se siente invisible
- No recibe ningún reconocimiento positivo
4. Vínculos Pro sociales
- No cuenta con adultos ni pares positivos
- No participa en ninguna actividad especial antes, después o durante el horario escolar
- No entabla interacciones cooperativas con pares
- Está privado de los beneficios del aprendizaje
5. Límites claros y firmes
- Está confundido en cuanto a las expectativas y las reglas escolares
- Piensa que las reglas carecen de sentido
- No tiene voz en el establecimiento o el cambio de reglas
6. Habilidades para la vida
- No participa en un proceso sistemático de desarrollo de habilidades para la vida
- Tiene una conducta inapropiada
- Rara vez manifiesta asertividad, tácticas para rehusarse, resolución sana de conflictos,
adecuada adopción de decisiones y habilidad problemas y/o manejo del estrés
Cuadro 3: Dimensiones de la resiliencia y perfil del alumno que necesita mejorarla.
Adaptado de
Henderson y Milstein (2003, p. 41).
Dimensiones Indicadores de un alumno con adecuado nivel de resiliencia
1. Afecto y apoyo
- Siente que el centro escolar es un ámbito afectivo
- Tiene sensación de pertenencia
- Experimenta la escuela como una comunidad
- Percibe muchas maneras de ser reconocido y premiado
2. Expectativas elevadas
- Cree que toda meta/aspiración positiva puede ser alcanzada
- Demuestra confianza en sí mismo y en los demás
- Se alienta a si mismo y a otros a hacer algo “lo mejor posible”
3. Oportunidades de participación significativa
- Se siente eficaz al encarar nuevos desafíos
- Cree ser escuchado en la adopción de decisiones en el aula/centro
escolar
- Participa escuchando a otros a través del aprendizaje cooperativo, el
servicio comunitario, la colaboración entre pares u otras vías
4. Vínculos Pro sociales
- Se conecta al menos con uno de los adultos atentos del centro
escolar
- Participa en alguna de las actividades especial antes, después o
durante el horario escolar
- Entabla interacciones cooperativas con pares
- Tiene una conexión positiva con el aprendizaje
5. Límites claros y firmes
- Comprende y respeta las políticas y reglas escolares
- Participa en los cambios de políticas y/o reglas
6. Habilidades para la vida
- Recibe continua instrucción sobre habilidades para la vida
apropiadas a su nivel de desarrollo
- Ha integrado las habilidades de tal modo que la mayor parte del
tiempo pone en práctica la asertividad, las técnicas de rechazo, la
resolución de conflictos, la adopción de buenas decisiones y el
manejo sano del estrés
Bibliografía
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Universidad Nacional de Lanús, Fundación Van Leer, 1997.
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“Resiliencia y subjetividad - Los ciclos de la vida” (en prensa).
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presentado en el III Congreso Argentino de Psicoanálisis y II Jornada Interdisciplinaria,
Córdoba, 1998.
— : “Psicoanálisis, vulnerabilidad somática y resiliencia”, en Internet, página en
Resiliencia, 2002.
LA HISTORIA DE TONY
Fue un momento inolvidable para él, así como para todo aquél que le vio aquel
15 de septiembre de 1987. Tony fue seleccionado para cantarle una melodía al Santo
Padre. Subió a la tarima, acompañado con guitarra, la que sólo puede tocar con los
dedos de los pies. Tony le cantó una linda canción a Juan Pablo II titulada, Never Be the
Same (Nunca ser igual). Al terminar, el Santo Padre, emocionado, no pudo contenerse,
saltó del escenario y se llegó a donde Tony para abrazarle. Para Tony, como para
nosotros, la vida jamás sería igual.
Tony nació sin brazos debido a los estragos de un medicamento recetado por
orden médica a su madre durante el embarazo. El medicamento "Talidomide" debía
calmar los efectos de nausea del primer semestre de embarazo, pero sus efectos dejaron
un terrible saldo, miles de niños nacieron con deformidades, sin brazos, sin pies o
faltándole ambos.
Cuando niño, Tony veía a su papá tocar la guitarra y sintió el gran deseo de poderla
tocar también, hasta que un día su papá puso la guitarra en el suelo. "Tony", dijo, "anda
a lavar los pies". Se los lavó y se sentó a tocar la guitarra por primera vez. Nunca dejó
que su condición física le desanimara, y con mucho esfuerzo y práctica, aprendió a
tocarla magistralmente con los dedos de sus pies.
Tony empezó a tocar en misa y en conferencias, hasta que lo vió alguien que
trabajaba en la organización de las actividades para la visita del Papa a Los Ángeles en
1987. Tony fue seleccionado para cantarle al Papa y a los jóvenes, y allí ocurrió el
famoso encuentro.
Desde ese momento no ha descansado, ha viajado a través de los Estados Unidos y
a más de 30 países alrededor del mundo, compartiendo su música y hermoso testimonio
vida y fe. Actualmente reside en Branson, Missouri, con su esposa y dos hijos. Allí
también tiene una banda.
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