Seguir viaje... - Distribuidora San Martín de Matafuegos Drago

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LA RUTA DE LOS CASTILLOS FRANCESES
Comentarios y traducciones de: María Mónaco
En el valle del Loire, (Francia), el viajero, amante de la historia, se encuentra con un
pasado fascinante que aun se respira en sus medievales châteaux y también puede
conocer uno de los mejores paisajes de la campiña francesa.
Actualmente algunos de esos castillos fueron restaurados y trasformados en hoteles 5
estrellas, donde el huésped se siente rodeado de confort sin perder la magia del ayer.
Una obra de arte del Renacentismo, es “el Château de Chambord”, situado en el valle y
en medio del bosque. Fue construido bajo en reinado de Francisco I, sin duda sobre un
plano de Leonardo Da Vinci.
Esta región de Francia, por su clima suave, fue elegida por los Reyes, que construyeron
sus residencias de verano.
Dr
Entre los mas visitados, si bien no esta en ese valle, se encuentra “le Château
d´Amboise”, cerca de la ciudad de Paris y en el corazón de un pintoresco pueblito que
lleva su nombre y acoge a los viajeros cordialmente, brindándole toda clase de
información sobre las diferentes funciones que tuvo el castillo en el transcurso del
tiempo, su transformación, como así también los grandes acontecimientos históricos que
se vivieron en él.
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Su existencia se remonta a la época romana. Fue construido en una colina. En un
principio fue una fortaleza con el fin de proteger al pequeño pueblo. En la Edad Media
controló el paso de un puente que franqueaba la entrada al mismo.
Fue residencia de los Reyes de Francia, Francisco I y Luís XI; este último amplia su
construcción, trasformándolo en una verdadera joya arquitectónica.
En el período del reinado de Luís XI, (“un Bon vivant” de esa época), se organizaban
fabulosas fiestas y bailes, en los salones del castillo, lujosamente decorados para la
ocasión. Amboise se volvió también un lugar de reuniones políticas.
Durante la guerra de las religiones sufrió un fuerte cambio; con la llegada al poder de
Francisco I y a raíz de su violenta crítica hacia la religión católica, el Rey fue
amenazado de muerte; ya no se escucharon las risas de las damas paseando por los
jardines, ni la música, ni los banquetes suculentos de otros tiempos, eso quedaba en el
pasado glorioso de Luís XI.
En el siglo XVII sirvió de prisión del estado y luego, con el transcurso del tiempo, fue
destruida una gran parte del castillo, hasta que Luís XIII, para protegerlo, mandó a
construir una muralla exterior. En la actualidad, una parte de ella aún se conserva.
Como es de imaginar, muchos escritores y poetas franceses han descrito a este valle, a
sus castillos y a sus pequeños pueblos, en muchas de sus obras, entre ellos Víctor Hugo,
Alfret de Musset, Balzac, Flaubert, Alphonse Daudet, Guy de Maupassant, Mallarmé,
etc.
Dr
Por ejemplo, Víctor Hugo (1802-1885). Nació en Besançon con una infancia difícil,
para un niño que debe cambiar constantemente su lugar de residencia, por el trabajo de
su padre, un general del Imperio; pero con un talento nato por la literatura y su joven
imaginación, ha deleitado a través del tiempo a más de una generación.
Enamorado de su tierra natal, así describe magníficamente al pequeño pueblo de
Avignon en pocas - pero exactas- palabras, transmitiendo también, su atracción personal
por esta región de Francia:
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“Llegar a Avignon en un crepúsculo otoñal, es admirable,
porque: el otoño, el ocaso y la ville, son tres armonías por
separado y a la vez una sola: “Avignon”…
De lejos, su impactante belleza, con algo del destino de Roma y
un poco de las formas de Atenas; en sus murallas, con piedras
doradas, guardan un reflejo de la belleza griega; como las
grandiosas ruinas “du Péloponèse”,” Avignon” tiene su
acrópolis, el castillo de los Papas y su Partenón.”
Dr
Otra pequeña localidad amada por el escritor es: “Douai,”; él mismo dibujó una de sus
calles, con la torre del convento, su “carillón”; dicho dibujo fue pintado luego por el
artista Jean-Baptiste Corot.
Víctor Hugo relata en forma breve a ese lugar, de una manera tan particular que se
puede, cerrando los ojos imaginar su belleza:
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“En este pequeño pueblo encontré: el más hermoso y pintoresco campanario que pude
haber visto hasta hoy…
Con una torre gótica, engalanada con pizarras, que completan una multitud de
pequeñas ventanas cónicas superpuestas; sobre cada una, una veleta y en cada rincón
una torreta; en cada punta del campanario, un león rodeado de un banderín en sus
patas, de todo este conjunto, tan alegre, un poco loco y vivaz, surge un “carillón”.
Yo, dibujé esa torre y cuando miré mi dibujo así desprolijo y sin color, me pareció sin
embargo escuchar los sonidos del “carillón” que se escapaban de ese grupo de viejas
campanas, invadiendo el aire de la tarde.”
En esta ruta, inspiradora de muchos, Honoré de Balzac, (1799-1850) nació, en Tours,
en el seno de una familia burguesa y adinerada. Estudió derecho en París, donde se
instala en una pequeña pensión y termina su carrera de destacado notario. Se vuelca
luego a la literatura, su gran amor. Así, con su pluma, pinta el entorno del valle en
primavera:
“En todo momento el país cambia de aspecto y el cielo de
luminosidad, las montañas de color, las nubes su blancura y sus formas: son imágenes
múltiples opuestas, inesperadas, ya sea por un rayo de sol, que se filtra entre los
troncos de los árboles, ya sea por una claridad natural o algunas sombras que se
vuelven deliciosas en medio del silencio, en una estación donde todo es joven, donde el
sol entibia un cielo. En fin es un bello espectáculo en un bello país, La France!”
Ni que hablar de la descripción del paisaje otoñal en los jardines de “Versailles” por:
Alfred de Musset (nació en Paris el 11 de Diciembre de 1810 fue “L´enfant terrible”
del momento, uno de los maestros de la poesía romántica del siglo XIX. Su popularidad
fue declinando en una completa soledad hasta su muerte, el 2 de Mayo de 1857).
Dr
“¿Te acuerdas amigo mío, de esos parques en mármol rosa,
yendo hacia la fuente, al costado del naranjal, a la derecha,
saliendo del castillo?
Apostaría que era por ahí, que venía el Rey, como todas las
tardes, en el ocaso, hacia el palacio, él cabalgaba lento, como
alargando su camino a casa, en ese otoño placentero donde los
árboles de hojas doradas casi rojas, acompañaban su señorial
paso.”
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Gustave Flaubert no iba a quedar fuera de estos poetas enamorados de Francia (18211880).Vino al mundo en Rouen, su padre era cirujano, muy inteligente y trabajador,
después de su muerte Flaubert se refugió en su madre y en la literatura. Una de sus
frases que describen su personalidad fue sin duda: “hay que partir del realismo, para
encontrar a la belleza.”
Le Château de Fontainebleau fue uno de sus
preferidos. Así narra una visita al palacio:
Dr
“Una mañana, bien temprano, de visita al castillo, apenas se cruza la reja, se
encuentra uno frente a su inmensa fachada, con sus cinco pabellones y sus escalinatas
en forma de herradura, que se muestran ostentosas al final del pasillo, bordeando de
derecha a izquierda los dos cuerpos del edificio.
Los líquenes sobre los viejos tejados, les otorgan un color rojizo, que conjuntamente
con los colores herrumbrosos del castillo, como viejas armaduras tiene algo de
grandeza militar y de una triste e impasible realeza.
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Al cruzar la puerta, se aproxima un guía con un manojo de llaves. Llega primero a los
aposentos de las reinas, el oratorio del Papa, la galería de Francisco I, la pequeña
mesa de caoba sobre la cuál el Emperador firmó su abdicación y dentro de una de las
habitaciones que da hacia la vieja galería de los ciervos, donde la Reina Cristina se
paseaba por las tardes.
Luego del corredor que lleva al torreón y a la capilla de Saint-Saturnin, se llega al
gran salón de baile. Deslumbra por el esplendor de sus cielos rasos, divididos en
compartimientos octagonales, todos cincelados, repujados en oro y plata como una
joya; la cantidad de pinturas cubriendo los murales. También, las hermosas arañas que
iluminaron tantas fiestas reales; ni que hablar de la gigantesca chimenea rodeada de
armas, símbolos valiosos de épocas lejanas en Francia. A lo largo de la sala, un palco
para los músicos. Este lugar guarda aun las danzas, los vestidos elegantes de las
damas, los sobrios caballeros, los perfumes de la alta sociedad francesa.
Diez ventanas en arcadas siempre abiertas, rodean el lugar. El sol hace brillar las
pinturas, mientras que afuera, un cielo azul profundo ignora el paso del tiempo y las
riquezas que alberga “Fontainebleau”.
Dr
Como el adolescente que imagina la vida, el que sueña con Francia sin
conocerla, la encuentra sin duda alguna en la descripción de las grandes
obras literarias; este breve recorrido por algunos famosos castillos, siempre
de la mano de los poetas, puede que haya servido para alimentar el deseo de
viajar y ver de cerca estas maravillas que nos reencuentra con el pasado
glorioso de ese país.
Pero, más que sus paisajes, iglesias, catedrales, castillos, nadie guarda su
imagen mística mejor que sus ciudades; París, por ejemplo, no es la capital
de la L´Ile-de-France. París es la capital de una civilización.
De una civilización que marcó, no, el espíritu de una tierra, sino el espíritu
de los que lucharon por la unión, la hermandad y la igualdad entre los
hombres.
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