— 147 — XLIV. Una vez emprendido el viaje, y después de haber

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XLIV.
Jaca. — Recuerdos históricos.
Una vez emprendido el viaje, y después de haber hablado de distintas cosas, de
haber agotado conversaciones diferentes y de haberse reido con los chistes de uno y de
otro, — dijo Sacanell tras de un largo espacio de silencio.
— ¿ i qué no sabe Y. D. Cleto lo que debíamos hacer para entretener mas agradablemente el camino?
•
—Usted dirá.
—Ya hemos agotado casi todas las conversaciones, hemos bromeado un buen rato,
y ahora, ya lo ve Y. no sabemos de que hablar, yo seria de opinión que, puesto que
Jaca á donde vamos, debe tener su historia, nos la refiriese V., y de ese modo, entretendríamos mas agradablemente el camino.
—Por mi parte no hay inconveniente. Ya lo creo que Jaca tiene historia, é historia
muy notable.
—Buena idea has tenido chico, — dijo Castro al catalán.
—¿Son Vds. de su opinión? — preguntó D. Cleto.
—Sí señor, — contestaron todos unánimemente.
—Pues en ese caso haga V. el favor de darme un cigarro Castro, que á mí se me
han concluido los mios, y prepárense Vds. á escuchar.
Castro se apresuró á satisfacer los deseos del anciano, y momentos después, daba
este comienzo á su narración, en los términos siguientes :
Dejando la historia religiosa para otro lugar mas oportuno, nos ocuparemos de la
historia civil de aquella reducida ciudad, que dio nombre en la época romana, á la región de Jacetania, sobre la cual, tan distintas opiniones se han emitido, confundiéndola
unas con la Lacetania, ó suponiéndola otras supeditada á la Vasconia.
Nosotros pasaremos por alto toda la oscuridad de estos tiempos, oscuridad que se
prolonga aun durante el mismo período gótico, y llegaremos á la invasión de los árahes.
Cuatro años después de haberse hundido en Guadalete el imperio de los godos,
Jaca dobló su cuello al agareno yugo, después de haber resistido obstinadamente y de
haberse quedado sola, para hacer frente á sus contrarios.
Mas como por la fuerza habia sucumbido, no tardó tampoco mucho en alzarse contra su opresor, por medio de la fuerza también.
A la voz del conde Aznar, por los años de 738 á 793 recobra su libertad, siendo arrojados de ella los infieles.
Lanzados los moros de la capital, de las montañas, los cristianos se hicieron dueños
absolutos de las mismas; pero aquellos, no pudieron resignarse á perder un punto tan
interesante, y un año después, vino un poderoso y aguerrido ejército, que se componía
de mas de 90,000 hombres, mandados por cuatro malíes confederados por Navarra,
penetraron en Aragón siguiendo á lo largo la ribera del rio de este nombre, llamado
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Canal de Verdun y se encaminaron á Jaca con la confianza de hacerse dueños de esta
ciudad. D. Aznar se apercibió de la gran cruzada que se habia formado para arrancarle
la capital de su nuevo condado, y aunque su ejército era mucho mas reducido, no por
esto pensó en abandonar aquella conquista que tanto le habia ennoblecido, y confiado
en que sus montañeses eran valientes y decididos, no dudó un momento en luchar contra un enemigo tan formidable. Ya las avanzadas de los musulmanes llegaban alas inmediaciones de Jaca y levantaban sus estandartes al pié de la ciudad, cuando sin arredrarse D. Aznar por la numerosa hueste enemiga que le amenazaba, salió fuera de
la población á buscar á los enemigos en su propio campo marchando á la cabeza de sus
bravos montañeses, que no tenian otro pensamiento que el de medir sus armas con las
del musulmán, prefiriendo, antes morir en el combate, que entregar la ciudad á los que
tan ufanos venían á dominarla.
D. Aznar encontróse con los infieles á una media legua de la ciudad en la confluencia de los rios Aragón y Gas donde se trabó un reñido y desigual combate.
Numerosos eran los moros y escasos los cristianos.
Mas lo que en número faltaba, sobraba en valor.
Cuando mas empeñada hallábase la batalla, los musulmanes vieron aparecer por
un repecho que dominaba el campo, lucido y brioso escuadrón que se acercaba en socorro de los cristianos.
Créenle vanguardia de mas poderosa hueste, apodérase de ellos el desaliento y presto se pronuncian en desordenada fuga.
Crece con esto el esfuerzo de los cristianos; úneseles el recien llegado refuerzo y
persigue á la aterrada morisma haciendo en ella horrible carnicería.
El escuadrón que tanto pavor infundiera á los moros y que tanto aliento prestara á
los cristianos, formábanle las esposas, las hijas y las hermanas de los guerreros jaquenses que armándose á toda prisa, acudieron solícitas á ayudarles, compartiendo con
ellos el peligro.
• En memoria de semejante triunfo erigióse un templo bajo la advocación de Nuestra
Señora de la Victoria, en la eminencia por donde aparecieron las valientes mujeres, y
cada año, en el primer viernes de mayo, día en que la tradición manifiesta que se verificó aquel hecho de armas, el Cabildo, el Municipio y gran número de personas diríjense
procesionalmente ala indicada iglesia donde se celebra una solemne función religiosa.
Esta romería atrae gran muchedumbre de las poblaciones inmediatas.
Después del hecho que acabamos de referir no la vemos hacer papel alguno basta
el reinado de D. Ramiro I de Aragón, que en ella estableció su corte.
Desde este momento, importantísimos acontecimientos tienen lugar en la ciudad
que historiamos.
El rey D. Sancho, á principios de su reinado concedió á Jaca los fueros que tienen su nombre (1) y que consultados, merecieron ser, por los reyes de otros pueblos.
(I) Los principales capítulos de estos fueros, dice el erudito Señor Quadrado, que contenían entre
si revueltas disposiciones criminales, civiles y administrativas, se reducen á lo siguiente : 1." Q u e se
compensen los delitos por dinero; 2.° que los vecinos de Jaca puedan testar, y que los bienes del <lue
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Porque así como Jaca fue la cuna de la corona aragonesa, nació también en ella
su legislación, tan admirada por propios y por extraños.
El voto de Jaca, fue el primero que se dio para la elección de D. Ramiro el Monje,
y en el año de 1154 presenció las fiestas con que Ramón Berenguer, obsequiaba al
yerno del emperador Alfonso de Castilla, Luis VII de Francia.
En el año de 1212 D. Pedro II concede á los vecinos la elección de cuatro jurados,
muere intestado se den á sus parientes, y á falta de estos á los pobres, entendiéndose lo mismo con los
forasteros que allí mueran; 3.° que nadie dé fianzas por mas de lo que puede; í.° que no se encubra á los
ladrones, y que cuatro prohomes de cada pueblo juren denunciarlos al merino, y si este no atendiese, al
mismo rey; 8.° que no sirvan de prenda los ganados mientras sea posible; 6.° que acudan todos al toque de
somaten ó de apellido, y que los mas perezosos en acudir pechen tres sueldos; 7.° que concluidos los
procesos se devuelvan al alcalde y que este los rompa, y si alguno los sustrajere se le juzgue por ello,
y se adjudiquen sus bienes al rey lo mismo que con los falsos testigos; 8.° que cuando bajaren los ganados á España (sin duda se daria en las fronteras este nombre al interior de la península), ni caballero ni otro hombre alguno se atreva á robarlos ó á secuestrarlos bajo ningún pretexto; 9.° que nadie
so pena de mil sueldos incomode á los mercaderes de Jaca ó forasteros, á no ser su fiador ó acreedor. 10 que se celebren ferias durante quince dias por la cruz de mayo, ocho dias antes y ocho después.
Estos fueros de los que hace un extracto el escritor mencionado es el llamado Fuero antiguo de
Jaca, el cual fue dado en el año 800 por el conde GalindoAznar.
Posteriormente, en 1064, el rey Sancho Ramirez los reformó haciendo el Fuero Nuevo, que es como
sigue.
La traducción del latín pertenece al cronista de Huesca, I). Cosme Blasco.
Dice así:
«En nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de la indivisible Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amen. Esta es la carta de autoridad y confirmación que yo Sancho por la gracia de Dios rey de los aragoneses y pamploneses, hago á vosotros. A todos los hombres que son á la parte'de oriente y occidente
y del septentrión y mediodía, sea notorio, que yo quiero constituir ciudad mi villa de Jaca. ¥ por cuanto quiero que sea bien poblada os concedo y confirmo a vosotros y á todos los que poblasen en la mi ciudad de Jaca, todos los buenos fueros que me pedís, á fin de que mi ciudad sea bien poblada.
«Cada uno cierre su pared según su poder. Y si aconteciere que alguno de vosotros riñese y hiriese
á otro en mi presencia, ó en mi palacio, estando yo allí, pague mil sueldos y pierda el puño. Y si alguno caballero ciudadano ó rústico, hiriese a otro y no en mi presencia, ni en mi palacio aunque yo
me halle en Jaca, no pague caloña (pena) sino conforme al fuero que tenéis cuando yo no estoy en la
ciudad.
«Si se hallase en Jaca algún ladrón muerto en el huerto, no pagaréis homicidio.
«Dono y concedo de buena voluntad a vosotros y a nuestros sucesores ( descendientes) que no vayáis á la guerra sino con pan de tres dias: y esto sea por título ó nombre de lite campal, ó donde yo
me halle cercado ó mis sucesores por nuestros enemigos. Y si el dueño de la casa no puede ir, envíe
por él un peón armado.
«Donde quiera que pudiereis comprar ó adquirir una heredad de cualquiera que fuese, ya sea en
Jaca, ya fuera.de Jaca, tendréisla ingenua y libre sin ningún mal uso. Y después de tenerla un año y
un día sin ser inquietados, el que quisiere inquietaros ó quitárosla me dará en pena sesenta sueldos,
además os confirmará la posesión de ella.
«Cuanto en un día pudiereis ir y volver tendréis pastos y selvas en todos los lugares, lo mismo que
los vecinos de ellos en sus términos.
«No haréis guerra ni duelo entre vosotros si no pareciere á ambas partes, ni con los hombres de
fuera sino con voluntad de los hombres de Jaca.
«Ninguno de vosotros será puesto preso dando fianza desde luego.
«Si alguno de vosotros con alguna hembra (á no ser casada) tubiese parte con voluntad de ella, no
daréis caloña. Y si la forzara, daréle marido ó la tomará por mujer.
«Si la mujer forzada clamare (se quejare á voz en grito) el primer dia ó el segundo, pruébelo con
testigos jaqueses fidedignos: si clamare después de pasados tres dias no le aprovecha.
«Si uno matare á otro pague quinientos sueldos.
«Si uno pegase á otro con el puño ó le cogiese del cabello, pague veinte y cinco sueldos: y si le echare
en el suelo, doscientos cincuenta.
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uno de cada plaza ó cuartel, reservando el nombramiento de otros seis al Consejo, con
el beneplácito del señor de la ciudad.
En la misma ciudad, en el año de 1288 verificóse la proclamación del infante de La
Cerda, como rey de Castilla, en presencia del rey de Aragón.
Jaime I en 1224 autorizaba á los vecinos y naturales de Jaca para que estableciesen juntas contra los malhechores, confesando lo mismo que ya hemos demostrado en
otro lugar, que la fuerza del Monarca, debilitada por las rebeldías de los magnates, era
impotente para protegerlos.
Fácil es de comprender toda la importancia de semejante autorización.
La rudeza y ferocidad, por decirlo así, de las costumbres de aquella época; los excesos á que se entregaban aquellas bandas que cuando dejaban de estar á sueldo de algún magnate cometían toda clase de excesos, exigían una pronta y enérgica represión.
Merced á aquella autorización, las atribuciones del Municipio aumentaron extraordinariamente.
Pocos, muy pocos anales hay tan sangrientos, dice un historiador contemporáneo,
como los de la ciudad que nos ocupa (1).
«Si alguno entrare con ira en casa de su vecino ó de ella sacase prendas pagará veinte y cinco sueldos al dueño de la casa.
«Mi merino, no recibirá caloña de ningún vecino de Jaca, sino con el buen parecer de seis de los
mejores hombres jaqueses.
«¡Ninguno de todos los vecinos de Jaca irá á juicio á lugar alguno, sino solamente dentro de Jaca.
«Si alguno tubiese falsa medida ó peso pague sesenta sueldos.
«Todos irán á moler al molino que quisieren, escepto los judíos y los que hacen pan para vender.
«No daréis vuestros honores (tierras dadas por el rey en honor), ni las venderéis á la Iglesia, ni á
los infanzones.
«Si alguno hubiere de ser cogido por deuda, el acreedor le prenderá con mi merino y le llevarán á
mi palacio, y mi alcalde le tendrá arrestado, y pasados tres dias le dará el que le prendió una oblata
de pan (una hogaza); y si no lo quisiere hacer, mi alcaide le echará fuera.
«Si alguno peñorase á un sarraceno ó sarracena de su vecino, la enviará á mi palacio, y el dueño del
sarraceno ó sarracena le dará pan y agua, porque es hombre y no debe ayunar como bestia.
«Y si alguno osare con crueldad romper esta carta que hago á los pobladores de Jaca, sea excomulgado , y anatematizado y separado de todo consorcio de Dios, ya sea de mi linaje, ya de otro. Amen,
amen, amen: fíat, fíat, fíat. Fecha esta carta año de la Encarnación de ¡Nuestro Señor Jesucristo. Era MC
(que es el 1062. Pero fue el 1064).»
(1) No vacilamos en transcribir el siguiente resumen hecho en un período de doce años por el
erudito Sr. Quadrado, que dice así:
«En comprobación de nuestro aserto nos limitaremos á considerar un corto período'de doce años,
de 1215 á 1226, extractando los documentos que á ellos se refieren.
«Paz firmada en abril de 1215 ante la iglesia de San Pedro, ciitrc Jimeno de Artieda y su primo
Pedro hijo de Iñigo Bonduas, con los hombres de Jaca y demás que asistieron á su prisión en Ruesta.
En julio de 1219 recibió el mismo Artieda 60 sueldos jaqueses por la deterioración de su caballo <Pie
recuperó de aquellos vecinos.
«En diciembre de 1215 concordia celebrada en el cementerio mayor de Jaca circo morumet ulmum, en presencia del obispo Garcia de Gudal, entre los vecinos de Jaca y las Juntas de Bardaruej,
del campo de Jaca, de Bardavena, Javierre, Valdairesal, Sodoruel, Avay y Acomuer de un lado, y l° s
vecinos de Aysa, Asposa y Sinues del otro.
«En la vigilia de Navidad del mismo año, los hombres del valle de Echo y señaladamente los de
Ciresa, Echo, Seavos, Riesa, Ordas, Catareya, Noé, Sarnes, Grosa, Castiello, Uvcrsa, Examen,
Larraz, Puyó, etc., se avienen con los caballeros de Jaca, perdonándose unos á otros mutuamente' )
prometiendo los primeros, restituir todas las presas que habían hecho en tierras del rey sobre los Ja~
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131 —
Los habitantes de las poblaciones hallábanse en perpetua rivalidad con los de la
montaña.
De estas rivalidades nacian incesantemente crímenes horribles.
Celebrábanse hoy concordias ala puerta de un templo, que al dia siguiente se rompían, tornando á encenderse con mayor encarnizamiento aquellas destructoras guerras.
Lo mismo el saqueo de un caserío, que el asalto y la quema de un castillo, eran hechos tan frecuentes, que ya nadie hacia caso de ellos, por creerlos una consecuencia
legítima de aquel orden de cosas.
Naturalmente que semejantes excesos, tan inmoral é inconveniente existencia, exigían por parte de los Jurados, terribles y sangrientas disposiciones, que si hoy sorprenden mirándolas cual las vemos á través de la larga distancia de los siglos, si nos identificamos con tan calamitosa época, las encontraremos razonables y aun justas.
queses y sus valedores, y los que habían tomado al obispo, al monasterio de San Juan de la Peña, y á
otras iglesias y casas de religión, indemnizar lo que ya hubieran enajenado y no defender ni ocultar á
los veinte y cuatro hombres exceptuados de la avenencia, dando auxilio á Pedro de Pomar jefe principal de los jaqueses, si entra en su valle á prenderlos.
«A 1.° de junio de 1216 D. a Toda Jiménez priora de Santa Cruz, condona por 600 sueldos á los vecinos de Jaca y sus valedores, el robo [roparía) de ovejas y becerros que habían quitado al monasterio , y otro que habian hecho á sus hombres, no incluyendo el robo de Blasco Vidangos, de su hijo y
de sus pastores.
«A 17 de mayo de 1217 tregua firmada por siete años entre Pedro de Pomar, Sancho su hermano y
Sancho su hijo, Pelegrin de Atrosillo, Juan Pérez de Layet y demás hombres de Jaca y de su campo,
de Borau y de Soduruel con Lope de Arresello , Sancho de García Dat, Pedro López, Blasco de Fau
con sus hijos y sobrinos, Pedro Jiménez de Cutareya, los hijos de Martin de Aysa, Brun de Celun,
Miguel de Celun, Juan Burro y sus valedores, soldados, peones y toda su generación. Perdónanse las
muertes de Blasco Arresello, del hijo de Pedro López , de Martin de Aysa y de su hijo Sancho, de
Forz de Rey, de los que fueron asesinados en la peña de Villanua, y todos los demás homicidios, h e ridos, golpes, rapiñas, incendios, males, violencias y daños causados de obra ó de palabra, pública ú
ocultamente, desde'el dia en que los hombres de Jaca fueron á la villa de Grosa, y perecieron algunos
de ellos en la sierra de Lastiesas. Con la misma especificación se perdonan los homicidios cometidos
en la sierra de Aysa en algunos hombres "del valle de Echo y Aysa, y las muertes de Bayardo y de Arnaldo Guillermo de Marbins, de Tomás y A. de Marcharía y cualesquiera otros delitos desde el dia
en que principió aquella presente guerra de Jaca. Además á ruego de Lope Arrosello todo el pueblo de
Jaca hizo las paces con Juan de Garrion por la muerte de Pedro Guillermo de Verdun, excepto los hijos, hermanos y parientes del difunto que habitaran en la ciudad ó fuera de ella. Fueron mediadores
B. Lainez arcediano de Ansó, Jimeno de Aragón prior de Ciresa, maestro Durando canónigo de Jaca,
D. Alamazon de Orna, D. Mateo de Olivan, D. Guillermo de Pamplona y D. Guiraldo de Seta , elegidos por ambas partes.
«A 16 de agosto de 1219, concordia de los Jurados, adelantados y pueblo de Jaca con Sancho hijo
de Sancho Bita de Ciresa, y Domingo y Fortun hijos de L. Bita, y otros vecinos de Echo y Ciresa,
perdonando á estos los de Jaca los muertos que tuvieron en la sierra de Lastiesas, y los de Echo á los
jaqueses el homicidio de Bita y otros perpetrados desde el dia de aquella batalla.
«En 20 de agosto de 1220, testimonió de D.a Peirona Ahonés y D. a María Sánchez su hija, de haber recibido 200 sueldos de los cuatro Jurados de Jaca por las ovejas que habian robado á sus vasallos
aquellos vecinos.
«En i de diciembre de 1221, condonación hecha á los jaqueses por D. Jimeno Lusia, D. Juan Pérez y Lope y Juan Jiménez de la injuria que les hicieron prendiendo en Sarasa en junta y á voz de somaten á cinco hombres que conducían siete bueyes del primero.
«Privilegio expedido en Lérida por Jaime I á 2 de abril de 1226 afianzando á los de Jaca contra
Pelegrin y Gil de Atrosillo y los suyos, en el cual se lee la siguiente cláusula : lía quod si forte dictus
Peregrinus et Egidius de A trosillo aut amici vel valitores sui, occasione dampni vel mali quod eis
in castro et turre de Atrosillo etpalaciis suis et castro de Altares et alis rebus suis et possesionibus nostro mandato et nomine inttilistis, vobis aut rebus vestris malum aliquod irrogarent, nos
faciamus vobis inde fieri emmendam ad vestram plenam voluntatem.»
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En virtud de ellas, quedaba prohibido el uso de toda clase de armas.
De igual manera y comprendiendo que aquellos trastornos reconocían por primera
base para su sostenimiento las hermandades, las alianzas hechas bajo este ó el otro
carácter, entre pueblos, entre personas ó entre familias, las prohibian también terminantemente.
Los gremios y oficios que también estaban en perpetua rivalidad, y cuyas disensiones habian contribuido eficazmente para la general perturbación, también quedaban
sujetos á las prescripciones del Jurado que les prohibía confederarse unos, en perjuicio
de otros.
Como de los retos particulares habíase hecho tan extraordinario abuso; como que
de un reto aislado solia salir una contienda entre las parcialidades de los dos combatientes, fueron prohibidos de igual modo bajo las mas severas penas.
Los monasterios tampoco se hallaban libres de aquellas desastrosas luchas á que se
entregaban los caballeros y los pueblos, y en los asaltos de que eran víctimas, sufrían
no poco los frailes; los sacerdotes en las ciudades, y en resumen, todo lo que fuera contrario á cualquiera de los bandos que á cada momento se formaban.
Así fue preciso que se impusieran severas penas á los que maltratasen á los eclesiásticos (1).
Igualóse el castigo respecto á las heridas inferidas á los caballeros y simples ciuda- •
danos, y el homicida insolvente quedaba condenado á ser enterrado vivo al lado de su
propia víctima.
A primera vista salta todo lo de terrible que tenían estas condenas; pero no podemos menos de confesar que eran hijas también, eran la consecuencia inmediata de
aquella época de hierro, en que solo con el hierro se podia dominar.
En el año de 1362 Carlos II de Navarra sitió á Jaca en virtud de los pactos que había celebrado con D. Pedro I de Castilla, sin que fueran bastantes sus esfuerzos para
entibiar el ardor de sus defensores, que supieron dignamente resistirle.
(1) En prueba de lo que decimos hé aquí un ligero extracto de las ordenanzas de aquellos Jurados
á que nos referimos :
«Pocos documentos en su género hallamos tan interesantes como las ordenanzas de los Jurados de
Jaca hechas en 1.° de setiembre de 1238 para pacificación de la ciudad, turbada como dice el preámbulo, por las multiplicadas disensiones y riñas de muchos malos hombres : su idioma es un lemosin
corrompido con palabras y terminaciones francesas. Las multas impuestas son en la proporción siguiente; S s. aplicadores á la clason ó cosca de Jaca al que usare armas 6 cuchillo, 20 al que las trajese
oíultas, 100 al que las desenvainase, 200 al que hiriere con ellas dando la mitad al herido, y 400 al que
matare á otro pagando la mitad a los parientes del difunto, y si huye que no pueda volver hasta pagar
la multa. Pero lo mas notable es lo que se añade respecto al homicida insolvente en estas literales palabras; si' Is Jurats de Jacca lo cors sueu en Jacca ó prob de Jacca faras de glesia poden pendre,
che lo soteiren dejus achel que mort aura, si achel che el auramort es soteirat en Jacca, é sino
achel mecier sia viu soteirat. Prescriben además aquellas ordenanzas que cese toda hermandad y confederación entre menestrales y oficios, que no se permitan retos ni batallas, que las heridas causadas
por los hombres mayores á los plebeyos ó massips ( mancipium) sean castigados igualmente que las
de estos ó aquellos, que los seglares no hieran ni maltraten á los clérigos, y que no se exceptúen 3 e
dichas penas los mas próximos deudos de los que firman este compromiso, que son diez jurados, el
Justicia, y mas de cien prohomes de los barrios como representantes del pueblo de Jaca grandes y Pe"
queños, nos lo poblé de Jacca mayors é menors.
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1S3 —
El rey D. Felipe II en las cortes celebradas en Monzón en 1585, instituyó la Justicia
llamada de Jaca y de sus montañas, y cuando la entrada de los bearneses en 1592 tomó las armas la valiente población y convocó á los pueblos inmediatos para que acudieran á la defensa común.
Durante la guerra de sucesión, Jaca mostróse decidida partidaria de Felipe V, cosa
tanto mas de extrañar, cuanto que como ya hemos dicho, la mayor parte de Aragón había tomado partido por el archiduque Carlos de Austria.
En 1707 hubo de sufrir un furioso asedio por las tropas de este, y después de haber resistido heroicamente, fue socorrida por las tropas de Felipe las que causaron grandes bajas al enemigo, que á su aproximación había buscado amparo en los vecinos
bosques.
El Monarca por quien tanto habia sufrido, mostróse agradecido, concediendo á la
ciudad los títulos de muy noble, muy leal y vencedora y dando la flor de lis al escudo
de sus armas.
El día 21 de marzo de 1809 tuvo que rendirse la ciudad á las tropas francesas porque el soborno habia hecho que desertase la mayor parte de la guarnición y la población, carecía de elementos para defenderse de un ejército tan aguerrido y que poseia
medios tan eficaces para combatirla.
Recuperóla en febrero de 1814 el general Mina, y desde entonces ningún otro hecho importante ha tenido lugar en la ciudad que nos ocupamos.
Durante la guerra civil, no solamente Jaca dio marcadas muestras de su afecto á la
causa de D.a Isabel II, si que las partidas carlistas que en su territorio penetraron, hubieron de abandonarle precipitadamente ante la actitud de aquellos vecinos.
XLV.
San Juan de la Peña.
—Diga V. D. Cleto, —exclamó Azara después que el anciano hubo terminado su
relato,—¿no está por aquí cerca el famoso monasterio de San Juan de la Peña?
—Sí señor.
— ¡ Oh! ya veréis el panteón de los reyes aragoneses.
—De los primitivos amigo mió, y no solamente de estos sino de otra porción de importantes personajes de su tiempo.
—Yo creí que siempre lo habia sido.
—No señor; en él se enterraron únicamente los soberanos de aquellos primeros
cinco siglos de la monarquía aragonesa.
—Pues habrá muchos.
—Bastantes.
—De modo que desde sus respectivas residencias los trasladarían á este sitio.
—Generalmente casi todos, ó sucumbían en los campos de batalla, ó en las tiendas
de los campamentos á consecuencia de las heridas recibidas.
20
T.
ii.
— 154 —
—Honrosa muerte.
—Ya lo creo y que no era posible tener otra en aquellas circunstancias, porque los
reyes debían marchar al frente de sus soldados para infundirles valor, á fin de arrancar
á los infieles los pedazos de territorio con que iban constituyendo sus monarquías.
—Distinto de lo que hoy sucede.
—Porque también son distintos los tiempos.
—Tiene Y. razón.
—Tendremos mucho gusto en ver ese regio panteón.
—A él iremos, aun cuando les aseguro que es muy difícil el que podamos enterarnos minuciosamente de las personas en él enterradas (1).
(1) Tan indudable como es el honor que la mas antigua tradición y los documentos mas legítimos vinculan á San Juan de la Peña, dice el ilustrado autor del tomo de Aragón en la obra Recuerdos
y Bellezas de España, de haber sido el sepulcro común de los reyes de Navarra y Aragón hasta el siglo XII, otro tanto es difícil con algunas excepciones, designar quienes y cuantos sean estos, y en
que nicho precisamente está contenido cada uno de ellos. La colocación de sus pesadas urnas una
encima de otra encajonadas en la peña, impedia ya, antes que la nueva obra lo hiciera del todo
imposible, consultar las inscripciones primitivas destruidas además por la humedad del sitio; y solo al P. Moret debemos los fragmentos siguientes de las de Ramiro I , de Sancho I y de la hija de
Pedro I : Hic requiescit Ramirus Rex, qui obiit VIHidus Maji die V feria...—Hic... Rex Sancius
Ra... XX1J. —Hic requiescit fámula Dei EHsabet filia Regis Petri Sanz, que obiit era TCS'I (la
T vale mil y la X' con rasguillo cuarenta). Si del mismo modo hubiera sido dable descifrar las demás,
su completo catálogo hubiera ahorrado muchas disputas aun no decididas acerca de la época y dura-'
cion de muchos reinados y hasta sobre la existencia de varios reyes. Al tratar, pues, de rehacer las
inscripciones, y de individualizar, digámoslo así los sepulcros, en la imposibilidad de juzgar la verdad de toda duda, fue preciso atenerse á los sistemas y opiniones que se creyeron mas autorizadas
y entre ellas parece haberse seguido con preferencia la de Briz Martínez. A continuación de los veinte
y siete nombres que en el panteón se leen, pondremos algunas indicaciones que den alguna nueva luz
sobro los personajes.
1. D. GarsíasXimenez. Las discusiones que ha ocasionado la patria, elección, época, hechos)'
aun existencia del fundador de la monarquía, no son para desenvueltas en este lugar.
2.- D. a Emeca Ejus Uxor, cuyo nombre ignoramos que conste en algún documento.
3. D. Garsía Iñiguez, hijo de los anteriores; ganó á Pamplona, y se halla su nombre en antiquísimas escrituras, aunque á veces se le confunde con el otro Gareílñiguez que existió un siglo después.
í. D.a Tota seu Teuda ^ejus Uxor, llamada así según memorias de San Juan de la Peña alegadas
por Blancas.
>
.
5. D. Fortunius Garcés, hijo de los anteriores; supónese que asistió á la batalla de Roncesvalles
contra Carlomagno, y que derrotó los moros junto á Oleas.
6. D. Sanctius Garcés, creído hermano del anterior; murió, dicen, en una sangrienta derrota a
manos del famoso aventurero Muza, que sin embargo en las historias árabes con el nombre de BenHafsun figura siempre como aliado de los cristianos.
7. D. a Galinda Ejus Uxor, hija de Galindo segundo conde de Aragón, quien en un privilegio concedido á San Pedro de Ciresa, cita al rey Sancho como yerno suyo.
8. D. García Ximenez II. Su padre Jimeno Garcés, fallecido el rey Sancho Garcés sin descendencia le sucedió en el reino de Pamplona, mas no en el de Sobrarve que permaneció en el interregno hasta
la elección de Iñigo Arista; así explican algunos el silencio de las antiguas crónicas aragonesas con
respecto á Jimeno y á su hijo García, á quienes otros modernos sin bastantes datos hacen padre y
hermano del famoso Iñigo.
9. D. García Iñiguez, D. a Durraca Ejus Uxor; hijo aquel y sucesor de Iñigo Arista, y esta de
Fortun Jiménez conde de Aragón, muertos ambos por los moros en una emboscada, aunque, segfl"
la Historia general, la reina á quien llama Iñiga sobrevivió algunos meses á su marido.
10. D. Sanctius Garcés Abarca I : otros le llaman Cesan, aludiendo á su singular nacimiento. E«"
tre este y su padre García Iñiguez, Garibay coloca á un su hermano llamado Fortunio que de rey P as
á ser monje, y cuya abdicación produjo un nuevo interregno hasta el portentoso advenimiento de B
— 155 —
—¿De veras?
.
—Sí señores, han desaparecido muchas inscripciones, y si esto sucedía cuando yo
estuve á verle, hoy que han pasado ya muchos años ¿como estará?
—Tiene Y. razón.
—Sin embargo, espero que todavía encontremos algo que les haga agradable su visita.
—Aun cuando no fueran mas que ruinas, siempre serian ruinas tan venerables que
no podríamos menos de visitarlas con emoción y respeto.
—Perfectamente Sr. Castro; que me agrada mucho escucharle expresarse de tal
modo, pues así es como deben hablar los verdaderos viajeros; los que viajan para sentir y comprender.
cho Garcés. Con mayor fundamento que el de este casi gratuito injertó, la mayor parte de los historiadores modernos con Blancas á su frente, enmiendan el sistema de las crónicas, y de Zurita haciendo
cinco reyes de los tres que nombran estas en el siglo X , y poniendo otro García y otro Sancho entre
Sancho Abarca y García el Temblador. En apoyo de esta opinión aducen pruebas sacadas de la diversidad de los nombres de las reinas y de las fechas ó de algunas expresiones de los documentos, que
consideradas con detención nos la hacen parecer menos aventurada y hasta con muchos visos de probabilidad. Por de pronto la cronología se presenta mas arreglada; y en vez de prolongarse el reinado
de Sancho Abarca de 905 hasta 940, el de García el Temblador hasta 978, y el de Sancho el Mayor
hasta 1034, sistema que, además de la inverosímil extensión de los reinados, presenta poca conformidad con las indicaciones délas escrituras contemporáneas, distribúyense lósanos en la siguiente
forma: Sancho I Abarca reinó de 90S á 928, García Sánchez de 923 á 970, Sancho II Abarca de 970
á 992, García el Temblador de 992 á 1000, y Sancho el Mayor de 1000 á 1034. La segunda opinión es
la adoptada por el autor de las modernas inscripciones.
11. D.a Tota Urraca Ejusüxor: con ambos nombres se la designa en los documentos, y se'la cree
una misma persona.
12. García Sánchez Abarca, hijo de los anteriores, desconocido de los antiguos cronistas, y confundido por ellos á menudo con su nieto Garcí Sánchez el Temblador.
13. D. a Theresia Galindez Ejus Uxor, hija de Endrezato Galindo rico-hombre de Aragón mas no
conde de aquella comarca como algunos pretenden, pues ya se hallaba unida entonces á la corona de
Navarra.
14. D. Sanctius Garcés Abarca I I : hijo de los mencionados, olvidado también antiguamente y
confundido con su abuelo, de cuyas hazañas muchas, y en especial su rápida marcha por medio de la
nieve sobre Pamplona sitiada por los moros, pertenecen mas bien á la época del nieto.
15. P. a Urraca Fernandez Ejusüxor: en las escrituras se la distingue con el apellido patronomico , aunque se ignora de quien era hija.
16. D. García Sánchez, llamado el Temblador.
17. D.a Ecximena Ejus Uxor.
18. D. Gundisalvus Sánchez, hermano de García el Temblador, é hijo de Sancho Abarca I I , á
quien citan algunas escrituras como reinando, es decir, gobernando en Aragón juntamente con su madre Urraca Fernandez.
19. D.a Caya I , uxor regis D. Sancho Majoris. Fue mujer legítima, y no concubina como han creído algunos, señora del valle de Ayvar, y hasta de toda Gascuña, si hubiéramos de prestar fe á las suposiciones de Beuter.
20. D.a Munia sive Elvira Castellaa Comitissa, uxor 11. a , ejusdem regis. Esta princesa heredera
del condado de Castilla, á quien á mas de los citados nombres, se dan los de "Gloria y Mayor, es la que
acusada por sus propios hijos halló un defensor en Ramiro su entenado.
21. D.a Felicia Sancho Ramir, uxor, hija del conde de Urgel Armengol llamado de Barbastro por
haber muerto en el sitio de esta ciudad, y de la condesa Clemencia.
22. D. Ramirus Sánchez, D. a Gilberga sive Ermisenda ejusdem uxor. De los hechos de este primer rey de Aragón hemos hablado en varios pasajes. La reina Ermisenda que trocó por este nombre el
bautismal de Gilberga, como expresa el mismo rey en su testamento, era hija del conde de Bigorre
Bernardo Rogerio y de la condesa Garsinda, y feneció antes que su esposo.
23. D. Sanctius Ramirez.
24. D. Petras I.
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—No puedo explicarme el viajar de otro modo, hoy que V. de una manera tan magistral, nos ha hecho comprender todos los errores en que vivíamos.
—¡Calle!—exclamó de repente Pravia; — ¿es aquello Jaca?
Y señaló á sus amigos la mole que á lo lejos se distinguía.
—Sí señores; ya estamos en Jaca.
—Perfectamente defendida parece.
—Y muy bien situada.
Vista general de Jaca.
—Hemos pasado el camino bien agradablemente por cierto.
—Corto se nos ha hecho.
—Me alegro y con eso podrán Vds. con mayor interés recorrer la ciudad en que
vamos á penetrar.
2o. D.á Berta Agnes ejus uxor: créese que fue una misma, á pesar ;de mencionarla las escrituras
con nombres distintos; casó hacia el año de 1100, ignórase su prosapia que parece italiana ó francesa.
26. D. Petrus et D. a Elisabet Horum fill; fenecieron en su infancia y en un mismo (lia, según la
Historia general á 18 de agosto de HOi, y á 29 de setiembre del mismo año, continúa falleció el rey
su padre.
27. D. Ferdinandus Princeps et all Quamplures. Este Fernando fue hijo del rey Sancho Ramírez,
legítimo ó espúreo, y señor de Ribagorza, muriendo en edad temprana: en el epitafio primitivo, según
Britz Martínez, se le designaba con el título de rey que en aquella época se daba también á los infantes. Bajo las palabras de alii quam plures, quedan comprendidos otros príncipes de quienes se tiene
noticia menos cierta, en especial los condes de Aragón que yacen allí sepultados entre los monarcas
como la tradición asegura. Del catálogo de los soberanos generalmente reconocidos desde Garci Jiménez hasta Pedro I , solo faltan dos en San Juan de la Peña, Iñigo Arista enterrado en San Victorian o
en San Salvador de Leire, y Sancho el Mayor en el monasterio de Oña, ó mas probablemente en
¡León trasladado allí desde Oviedo.
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