Luis Guillermo Vélez: “El Régimen de Insolvencia Empresarial no

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Luis Guillermo Vélez: “El Régimen de Insolvencia
Empresarial no estaba funcionando y el de Personas
Naturales requiere una reforma”
http://www.ambitojuridico.com/bancoconocimiento/n/noti-110314-06/noti-11031406.asp?miga=1
Tras cuatro años de promulgación y solo 203 casos tramitados, el Régimen de
Insolvencia Empresarial (L. 1116/06), que remplazó la Ley 550 de 1999 (de
intervención económica o reestructuración de deudas empresariales), acaba de
estrenar una gran reforma, que busca hacerlo más ágil, eficaz, económico y de fácil
acceso para cualquier empresario.
En entrevista con ÁMBITO JURÍDICO, el superintendente de Sociedades, Luis Guillermo
Vélez Cabrera, explicó los cambios más importantes de esta normativa, adoptados
mediante la Ley de Formalización y Generación de Empleo (L. 1429/10), y los motivos
por los cuales no ha podido implementarse el Régimen de Insolvencia para Personas
Naturales no Comerciantes, después de más de un año de expedida la Ley 1380 del
2010.
El funcionario también se refirió al proyecto de garantías mobiliarias, a la
implementación de la oralidad en los procesos jurisdiccionales de competencia de la
Superintendencia de Sociedades (Supersociedades) y a la Ley 1258 del 2008, que creó
la sociedad por acciones simplificada (SAS).
ÁMBITO JURÍDICO: ¿Qué motivó la reforma a la Ley 1116?
Luis Guillermo Vélez: En Colombia, hemos avanzado mucho en el tema de creación
de empresas. Por ejemplo, la Ley 1258 hace muy sencilla, económica y flexible la
constitución y operación de compañías bajo ese tipo societario. Sin embargo, en
materia de reorganización y liquidación de las mismas, estábamos muy rezagados. La
Ley 1116 es buena, moderna y estructural, pero no estaba funcionando. La Ley 550
tramitó, durante sus siete años de vigencia, 1.300 casos, aproximadamente, y la 1116,
tan solo 203 casos, en cuatro años. Obviamente, la economía del año 2000 no era la
misma del 2007, 2008 ó 2009, pero, en estos últimos años, la economía ha sido
cambiante, y algunos sectores, como los de exportación, se han afectado por
fenómenos como la caída del dólar. Para esos momentos difíciles, debieron acudir a los
mecanismos de ley, pero no lo hicieron.
Á. J.: ¿Qué les impedía acceder al Régimen de Insolvencia Empresarial?
L. G. V.: Mediante resolución del pasado 1° de septiembre, la Supersociedades creó
una comisión de expertos, integrada por Francisco Reyes Villamizar, Juan José
Rodríguez, Alberto Echavarría, Juan Manuel Gómez y Ángela María Echeverry, para
analizar las razones por las cuales la Ley 1116 no estaba funcionando adecuadamente.
¿A qué conclusiones llegaron? Primero, que la ley, aunque estaba bien pensada desde
el punto de vista estructural, tenía una serie de “candados”, que impedían acceder
fácilmente a ese régimen. Segundo, que una vez las empresas ingresaban a un
proceso formal de reorganización, este era muy costoso y demorado. Realmente,
estábamos frente a un trámite que se estaba convirtiendo en un pequeño proceso
ordinario. Esto se corrigió con la Ley 1429.
Á. J.: ¿Cuánto tardaba un proceso de reorganización y qué reforma se
introdujo?
L. G. V.: Mientras que un proceso bajo la Ley 550 se demoraba, en promedio, nueve
meses, el de la Ley 1116, que en teoría estaba en seis meses, tardaba 15 meses, en
promedio. Y en un trámite de insolvencia, lo más importante es la velocidad, pues, de
lo contrario, se deteriorará la masa de los acreedores, los activos de la empresa.
Cualquier herramienta, incluso la liquidación, debe hacerse rápidamente, porque, entre
más tiempo pasa, el daño es peor. Entonces, ¿qué hicimos? Establecimos un periodo
de seis meses: dos, para calificar y gravar los créditos, y cuatro, para adelantar la
negociación. Ese tiempo es más que suficiente. Si en los seis meses no se llega a un
acuerdo, la empresa se va a liquidación.
Á. J.: ¿Cómo van a facilitar el acceso de las empresas al Régimen de
Insolvencia?
L. G. V.: Otra recomendación de la comisión fue suprimir requisitos para acceder a la
Ley 1116. Por ejemplo, la ley original exigía estar al día con el pago de impuestos y
parafiscales. Eso era una fantasía, una quimera. Una empresa que está en problemas e
insolvente, pues está “colgada” en todo. Y estamos ante la situación de un empresario
que no puede pagar, no que no quiere pagar. En EE UU, donde hay una inmensa
cultura del pago de impuestos y de respeto de los derechos laborales, eso no se exige.
Tampoco en Europa. Entonces, ese requisito se eliminó. Quitamos ese “candado”.
Á. J.: ¿Y en cuanto a la exigencia del promotor?
L. G. V.: Ese “candado” también lo quitamos. El promotor era una figura obligatoria en
el proceso de reorganización, que implicaba cargas muy grandes. Ahora, es optativo
para el empresario, los acreedores y la Supersociedades. ¿Por qué razón? Porque si
queremos que las empresas utilicen ese proceso, este debe ser accesible, ágil y
económico. Y lo que pretendemos es que la herramienta también la utilice cualquier
pequeño negocio o empresa que está insolvente por cualquier razón y necesita
reorganizarse.
Á. J.: Si no hay promotor, ¿quién intermediará en esos procesos?
L. G. V.: La idea es que el empresario negocie directamente con sus acreedores. Sin
embargo, la figura no se eliminó. Se puede solicitar. Probablemente, el promotor se
requiera para reestructuraciones complejas, para grandes empresas, con muchos
pasivos y acreedores, etc., pero, normalmente, no será necesario.
Á. J.: ¿Qué otra reforma tuvo el trámite de reorganización?
L. G. V.: Ahora, en la audiencia de objeciones, solo se podrán presentar créditos con
prueba documental. Lo que ocurría es que las audiencias se suspendían para tramitar
pruebas solicitadas por abogados de algún acreedor, que buscaban dilatar los
procesos. Y eso se convirtió en una “mamadera de gallo”. El proceso bajo la Ley 1116
no es declarativo, pues no se le reconoce un derecho a un acreedor. Simplemente,
este llega con el título correspondiente y demuestra su derecho. Con la reforma
adoptada, pretendemos hacer más rápidos y efectivos los procesos de reorganización.
Á. J.: ¿Quedó pendiente alguna reforma a la Ley 1116?
L. G. V.: No. Los cambios ya están listos. En este momento, estamos promocionado la
reforma en el país, para explicarles a los empresarios las herramientas que tienen para
reorganizarse. Un consejo clave: los empresarios deben tener en el cajón de su
escritorio la solicitud de reorganización lista y presentarla rápidamente, cuando tengan
algún problema de cesación de pagos, pues, entre más pase el tiempo, será más difícil
su situación. Con estas reformas, podrán realizar el proceso de reorganización fácil,
rápida y económicamente.
Á. J.: La Supersociedades creó recientemente una comisión de expertos para
modificar el régimen de garantías mobiliarias. ¿Por qué se requiere esa
reforma?
L. G. V.: En los últimos años, Colombia ha avanzado muy bien en el escalafón
del Doing Business, informe anual del Banco Mundial que clasifica a más de 180
países, según su marco normativo para facilitar la actividad empresarial. Sin embargo,
hay aspectos en los que aún estamos muy rezagados, como en garantías. ¿Por qué es
importante este tema? Porque un cuello de botella para el emprendimiento es la
consecución de recursos. En este país, cuando alguien va a un banco a solicitar un
crédito, la entidad, como es lógico, le exige una garantía. Y la ley contempla dos
alternativas de garantía: la hipoteca sobre un inmueble o la prenda sobre un bien. Sin
embargo, en Colombia, la prenda no funciona como garantía, salvo en casos muy
particulares. ¿A qué me refiero? Que si un emprendedor solo tiene una idea, no le
prestan. Pero eso no es culpa del banco. La Superintendencia Financiera le exige al
banco garantías adecuadas y, generalmente, no le acepta la prenda como garantía
suficiente.
Á. J.: ¿Y qué pretende la iniciativa?
L. G. V.: A nivel mundial, se han desarrollado sistemas para remozar o hacer operativa
la garantía mobiliaria. ¿Eso qué significa? Que si un empresario tiene una idea de un
negocio, hace el respectivo estudio de mercado, consigue los clientes, etc., pero le
falta el dinero para comenzar y un inmueble para dar en garantía, pueda pedir un
préstamo al banco y entregar la cartera o los inventarios como garantía. Por ejemplo,
si se trata de un negocio de compra y venta de pintura, esta será la garantía. En la
medida en que venda el producto, pagará el crédito y comprará más pintura, y así
sucesivamente. Un régimen moderno de garantías mobiliarias permite entregar una
prenda genérica en garantía. De esta forma, quienes no tienen acceso al crédito
podrán financiarse con la operación del negocio. Entonces, la reforma pretende
adaptar la realidad colombiana a un esquema moderno de garantías mobiliarias.
Á. J.: ¿Qué se requiere para lograrlo?
L. G. V.: Tres cosas. La primera, una reforma legal. La definición conceptual de prenda
sin tenencia, que tenemos en el Código de Comercio, data de hace 40 años y no
funciona. Es obsoleta. Eso ni siquiera hay que discutirlo. Segundo, se requiere un
sistema de registro público, económico y de fácil acceso. Este permitirá que si alguien
entrega un bien en prenda de un crédito, quede registrado en un sitio donde cualquier
acreedor pueda consultar el estado de esa garantía. Es decir, darle publicidad a la
prenda. Tercero, se requiere una ejecución rápida. La garantía mobiliaria es precaria
casi por definición, lo que significa que se puede perder, diferente a lo que sucede con
un inmueble. Entonces, la reforma debe incluir un mecanismo que permita que, en
caso de no pago, el prestamista pueda recuperar pronto su acreencia, teniendo en
cuenta que, actualmente, un proceso ordinario demora años, usualmente.
Á. J.: ¿Cuándo estará listo el proyecto de ley?
L. G. V.: La comisión de expertos, integrada por el Viceministro de Justicia, el
Superintendente Financiero, el Viceministro de Desarrollo Empresarial, el
Vicepresidente Jurídico de la Asobancaria, entre otros especialistas en el tema,
trabajará hasta el mes de junio y presentará un anteproyecto de ley, que, una vez
validado por el Gobierno, se radicaría al Congreso en la legislatura que empieza el
próximo 20 de julio.
Á. J.: ¿A partir de cuándo regiría el nuevo sistema de garantías mobiliarias?
L. G. V.: La ley estaría lista en diciembre y tendríamos un año para implementar el
sistema, para que opere a partir del 2013. Pero más allá de la rapidez, lo más
importante es que esta normativa quede muy bien consensuada con la comunidad
jurídica y empresarial y demás actores interesados en el tema, porque, de lo contrario,
no funcionará. Esto me recuerda el Régimen de Insolvencia para Personas Naturales
no Comerciantes, adoptado mediante la Ley 1380 del 2010.
Á. J.: ¿Por qué no se ha podido implementar esa ley?
L. G. V.: Precisamente, porque su trámite no contó con la participación ni el consenso
de los sectores involucrados en esta reforma tan importante. Se sigue trabajando en el
tema, pero creo que se requiere complementar la ley con algo controvertido, pero muy
necesario. Me refiero a un mecanismo denominadorelaese o liberación de deudas para
la persona natural en un proceso de insolvencia. Pretender que siempre habrá un
acuerdo de pago que será cumplido no es realista. Tiene que haber un mecanismo con
el que la persona liquide sus bienes, pague lo que pueda y, simplemente, se libere de
la deuda remanente.
Á. J.: ¿Es decir, una condonación de deudas?
L. G. V.: Exactamente. Así funciona en EE UU, en Europa, en India, en China, en
Japón. No hay en el mundo ningún sistema de insolvencia para persona natural que no
tenga implícita una condonación. Sin eso, no funciona el sistema.
Á. J.: ¿Y sería el Estado el que condonaría las deudas?
L. G. V.: No. Los acreedores. Es que uno no puede tener un sistema, como el actual,
en el que una persona de buena fe, que, por alguna razón, incumple sus obligaciones
recibe la muerte civil. Me explico: si alguien, por ejemplo, debe 100 millones de pesos
y se queda sin empleo y los activos no le alcanzan para pagar sus pasivos, pues lo
ejecutan y queda en la “olla”. Le quitan el apartamento, el carro, no puede tener
cuentas bancarias, queda embargado para el resto de la vida, no puede tener créditos
de ninguna especie ni asumir actividades públicas. Ni siquiera puede pedir un celular.
Esa muerte civil no está bien. Para que una economía de mercado funcione
adecuadamente, los consumidores deben poderse rehabilitar. Eso no es un invento.
Eso funciona en todo el mundo. No es raro un sistema con condonación. Lo raro es el
actual sistema colombiano.
Á. J.: ¿Es decir, la Ley 1380 quedó mal diseñada?
L. G. V.: No. Creo que le faltó la parte que le comento, precisamente, por no
comprender su alcance. La objeción de siempre es que puede haber fraudes. Sí, claro
que los puede haber. Pero en Colombia no podemos seguir con soluciones que
busquen el maximalismo. Como no somos capaces de construir las vías, prohibimos los
carros; como no somos capaces de controlar la rumba, prohibimos la rumba; como no
somos capaces de controlar las barras bravas, cerramos los estadios. Esa no es la
solución. La solución es controlar el fraude. Creo que debemos trabajar en el tema,
socializarlo con los acreedores, con la banca, con los consumidores, etc., pero hay que
hacerle la reforma a la ley, porque no está funcionando adecuadamente.
Á. J.: La condonación de deudas también puede incentivar la cultura del no
pago.
L. G. V.: Cuando la gente puede pagar, lo hace, porque las consecuencias de una
quiebra personal son inmensas. Y a la gran mayoría de las personas no le gusta pasar
por ese proceso, así haya condonación. Además, los sistemas tienen mecanismos de
equilibrio y control, por ejemplo, en Japón, la gente solo puede acudir al régimen de
insolvencia para persona natural cada siete años. No se trata de que me quebré y a los
tres años vuelvo a quebrarme y listo. No. Por su parte, en EE UU, cualquier actividad
fraudulenta es severamente castigada. Estos son solo unos ejemplos.
Á. J.: ¿En qué va la reglamentación de esa ley? Hasta ahora, el Gobierno solo
ha expedido el Decreto 4007 del 2010, que establece los requisitos para
actuar como conciliador extrajudicial.
L. G. V.: La Supersociedades solo tiene una labor asesora en ese tema, porque acá
solo se trabaja la insolvencia de sociedades. De todas formas, considero que la
reglamentación será insuficiente. Soy relativamente escéptico del funcionamiento de
esa ley, si no la llevamos más adelante. Creo que debemos darle un empujón en el
Congreso.
Á. J.: ¿Qué balance presenta de la Ley de las SAS?
L. G. V.: Ha sido un éxito total. El 85% de las nuevas sociedades son SAS. Lo que hay
en el Código de Comercio sobre las sociedades colectiva, en comandita, limitada y
anónima son trajes modelo de principios del siglo XX. La SAS es un tipo societario
moderno y flexible, que permite moldear una sociedad a la medida de las necesidades
de sus dueños. Por ejemplo, sin junta directiva, sin revisor fiscal, con diferentes tipos
de acciones, etc. Claro que los puristas la critican, porque rompe los esquemas, pero
no importa, porque en la vida del comercio moderno se requiere flexibilidad.
Á. J.: ¿Qué destaca de esa ley en materia de responsabilidad?
L. G. V.: En Colombia, en virtud de los fallos de las cortes, la limitación de
responsabilidad en las sociedades se había acabado. Solamente quedaba intacta para
la sociedad anónima. Y crear una sociedad anónima requiere de ocho personas, por lo
menos, y montarse en un tren de gastos enorme. Entonces, nos habíamos quedado sin
sociedades. Ahora, con la Ley de las SAS, se permite tener plena flexibilidad y
limitación de responsabilidad. Eso me parece importantísimo.
Á. J.: ¿Qué avance hay en materia de oralidad en los procesos
jurisdiccionales de competencia de la Supersociedades?
L. G. V.: Desde el 1° de enero, todas las actuaciones de carácter jurisdiccional que se
adelantan en la entidad son orales. Construiremos unas salas de audiencias especiales,
dotadas de tecnología, para que los procesos sean muy ágiles. Esperamos ser
excepcionales en nuestra gestión.
Á. J.: ¿Qué recomendaciones presentó la comisión para la reforma a la Ley
1116, en materia de reestructuración de la Supersociedades?
L. G. V.: Se contempla la posibilidad de crear una tercera delegatura, encargada del
conflicto societario. Entonces, tendríamos la Delegatura de Inspección, Vigilancia y
Control, la Delegatura de Procedimientos Mercantiles y la Delegatura de Concursos. En
todo caso, la reforma no implicará un mayor gasto para la entidad.
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