EL LUGAR DEL JUEGO REGLADO EN LAS PRÁCTICAS DE

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO
X Congreso Nacional y II Congreso Internacional “REPENSAR LA NIÑEZ EN EL SIGLO XXI”
• MENDOZA - 2008 •
EL LUGAR DEL JUEGO REGLADO EN LAS PRÁCTICAS DE CRIANZA
Autoras: Zacañino, Liliana y García Labandal, Livia Beatriz
“Mientras jugamos estamos a salvo: de la deriva, del sinsentido, del vacío"
Graciela Scheines
Introducción
Al decir Juegos reglados muchos de nosotros comenzaremos a recordar algunos juegos que
disfrutábamos en la infancia y/o en la adolescencia…Ludo, Damas, Carrera de la Oca, Estanciero,
Scrabel, TEG, Ajedrez, Truco…Juegos que tal vez seguimos jugando…Sin embargo, una
investigación que profundizó en el conocimiento de los procesos implicados en la constitución
subjetiva del niño pequeño, donde entrevistamos a 100 familias, con niños entre 0 y 5 años que
concurren al Centro de salud, que pertenece al Ministerio de Salud del GCBA 1 , observando la
ausencia de juego reglado entre padres e hijos. ¿Por qué está sucediendo esto? ¿Es que el juego de
reglas implica una organización y un tiempo que las prácticas de crianza no tienen en la actualidad?
¿De que manera recuperar estos espacios entre niños y adultos? Son algunas de las muchas preguntas
que guían este trabajo.
El juego y las prácticas de crianza
El juego, como el lenguaje, el pensamiento, la sociabilidad, la sensibilidad a los sentimientos de los
otros y al mundo, nace al tiempo que nacemos al interior de una cultura. El origen de los juegos, es
decir sus procesos fundantes, hay que buscarlo en el modo particular que los seres humanos tienen de
asumir e incorporar los modelos de relaciones que la sociedad les brinda. El juego es una forma social
y natural de actividad que integra todas las dimensiones del desarrollo y que, en la medida en que se
ve enriquecido, protegido y estimulado por los adultos, se convierte en un escenario óptimo que
propicia el cambio evolutivo y el aprendizaje espontáneo.
El niño/a se constituye a través del juego, transita a largo de su vida por diferentes
experiencias lúdicas en los ámbitos familiares, educativos y recreativos. Todas ellas aportan
a su crecimiento, su desarrollo y a sus modos de establecer vínculos con los que lo rodean.
Por ello cobra una dimensión, como actividad primordial, de fundamental importancia en la
infancia.
Los niños/as adquieren, en las prácticas de crianza, desde los primeros meses de su vida, formas
particulares de expresarse y comunicarse con los otros, que poseen las características interpersonales
de la relación lúdica. Aunque existe una predisposición innata a la acción, a partir de la cual se
desarrollarán todas las habilidades, las actitudes lúdicas son, en gran medida, ofrecidas por los adultos
que están cerca de la criatura. Ellos ofertan a los bebés un estilo particular de interacción que es de
carácter lúdico. Este estilo es de importancia capital, ya que permite que los pequeños se sientan lo
suficientemente seguros y queridos como para atreverse a iniciar muchos desafíos (Bruner, 1984).
Además, este tipo de relación intersubjetiva, de carácter lúdico, aporta las claves de algunos de los
aprendizajes humanos más complejos.
1
La investigación se realizo durante quince dias del mes de noviembre el año 2006. Se entrevisto a 100 familias
que concurrieron al Centro de Salud N° 12, Área Programática del Hosp. Pirovano, Ministerio de Salud del
GCBA. Es importante señalar que dentro de la población a la que se le administro la entrevista encontramos
familias con NBS y NBI. En cuanto al nivel educativo de los padres: el 23 % primarios completos. 55% tiene
estudios secundarios completos, 10% secundario incompleto, 12 % terciario o universitarios.
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Cuando utilizamos el concepto de intersubjetividad no nos estamos refiriendo sólo a un
acuerdo en un determinado significado o en la definición de una situación (intersubjetividad
débil) sino al establecimiento de significados compartidos construidos por las personas en
sus interacciones, que se utilizan luego para interpretar el mundo que los rodea. La
intersubjetividad enfatiza que la cognición compartida y el consenso son esenciales en la
formación de nuestras ideas y relaciones.
No es posible jugar si no se desea; el acto de jugar implica una actitud positiva hacia dicha
acción.
Dentro de los juegos, el elemento normativo es de particular importancia pero depende del
sentido que se le dé al concepto de regla de la acción lúdica. Si por regla entendemos el
ordenamiento lógico, psicológico o motriz de una acción, todos los juegos tienen reglas, sin
las cuales la actividad lúdica no sería distinguida por los propios jugadores, y por tanto no
podría compartirse.
Los jugadores no reconocerían la actitud lúdica en los otros si ésta no se expresara por
señales inequívocas; ni siquiera el propio sujeto sabría cuando está jugando y cuando no, si
no distingue las reglas de los juegos y las reglas de las actividades no lúdicas. Así pues,
tomada en sí misma, toda actividad lúdica es una actividad normativizada en su propio
proceso, tanto en su dimensión real como en el proceso simbólico que implica. Así lo
consideró Vygotski, en su reflexión sobre el papel de los juegos en el desarrollo y el
aprendizaje. “Lo que importa para el juego es la regla interna, propia, personal. Las reglas
operan de forma condensada y abreviada”. Vygotski, 1980.
Lo esencial de los juegos de reglas es que se ven regulados por reglas que deben ser
necesariamente acordadas y/o aceptadas por todos los jugadores. En un primer momento
las reglas son entendidas como naturales, indiscutibles e inmutables, en estrecha relación
con la autoridad adulta. Más adelante los niños anticipan que las reglas de un juego pueden
modificarse, siempre y cuando, la mayoría de los jugadores lo considere necesario.
“En el momento en que los niños empiezan a someterse verdaderamente a las reglas y
practicarlas según una cooperación real, conciben la regla de un modo nuevo: se pueden
cambiar las reglas con la condición de ponerse de acuerdo, pues la verdad de la regla no
está en la tradición sino en el acuerdo mutuo y en la reciprocidad”. Piaget, (1932).
Piaget y Vygotski expresan distintas concepciones de la naturaleza de las reglas y su papel
en los juegos. La regla vigotskiana es una regla de la actividad y el significado personal y
social. Mientras que la regla piagetiana, sin dejar de estar referida a la actividad, se dirige a
explicar la comprensión de los procesos lógicos ligados a la cooperación y el conocimiento
sociomoral. Una divergencia que no es tal, si consideramos que cada uno de ellos está
viendo el juego en parte al servicio de su propia teoría.
Podríamos definir reglas en el sentido de manera de ejecutar una acción. Jugar a las visitas,
jugar a la maestra, jugar al supermercado... implican cada uno reglas que los participantes
“in situ” van fijando, que encaminan el juego, permitiéndole una dialéctica de construcciones,
destrucciones y transformaciones.
Desde el punto de vista de Ortega, R (1996), la regla lúdica es consustancial a la actividad
en todos los tipos de juego. Detectarla, analizarla y comprenderla puede ser la clave para
hacer un uso educativo de los juegos en la escuela. Con independencia de cómo, cuándo y
con qué apoyos se despliegue un juego, llegado su momento, esta actividad incluye un tipo
de interacción entre jugadores, unas actitudes personales, la cooperación y el respeto mutuo
para llevar a cabo su parte de la actividad por parte de cada uno de los jugadores y un uso
del espacio y el tiempo. Estas son las reglas básicas de los juegos en general.
Si la actitud, la interacción social y las reglas de la actividad son las claves para construir un
buen concepto sobre el juego, el análisis del espacio y el tiempo nos darán las claves para
la comprensión del formato lúdico.
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Todos los juegos necesitan disponer de lugares reales y simbólicos en los cuales separar
mediante señales convenidas, la actividad “seria” y la actividad lúdica. Esta separación
puede ser más simbólica que real, pero es necesaria para los propios niños/as. A veces, el
escenario para la interacción lúdica se marca con la fórmula “vamos a jugar a…”; otras un
simple guiño. Un gesto es suficiente para que los jugadores adopten la actitud lúdica,
penetren en el sistema de reglas y se establezca el escenario lúdico. A partir de estas
señales, se abre el escenario, se cambia de plano y se accede al plano de lo lúdico. El
escenario puede venir marcado por una línea invisible para los demás, pero claramente
perceptible para los jugadores, cuando éstos han activado las claves del formato lúdico.
El escenario del juego se establece desde el momento en que los jugadores así lo deciden.
Se necesita la disposición personal y colectiva de las claves que aquí estamos analizando;
el espacio, el tiempo idóneo, la actitud adecuada, la interacción justa y las normas de la
actividad que se despliega. Pero hay escenarios mejores, peores e imposibles.
Por lo tanto no existe juego sin escenario y sin reglas. Las reglas funcionan como la
“columna vertebral” de la actividad lúdica. Sin embargo, en este trabajo en particular, nos
abocaron al análisis de los juegos con reglas prescriptas, que implican necesariamente una
representación simultánea y compartida de los objetos y las acciones por parte de todos los
participantes.
Acerca de los juegos reglados
Los juegos reglados son los juegos populares. Juegos a los que Piaget (1932) llamó juegos
de reglas. Se trata de actividades socialmente transmitidas, que sacralizan, un conjunto de
normas que los jugadores consideran que hay que obedecer.
Son, desde el punto de vista de la psicología sociocultural verdaderos sistemas de actividad
y de significado. Sistemas de actividad porque tienen sentido en sí mismas y porque el
contenido que se reproduce es un contenido que pertenece a los sistemas de significados
establecidos por la sociedad.
El juego reglado no es una actividad confusa ni desordenada para quien juega, sino un proceso
perfectamente estructurado y con sentido social y personal para quienes están jugando. Tanto es así
que por sí mismo produce el aprendizaje inestimable de múltiples contenidos sociales, instrumentales,
comunicativos, expresivos y lógico conceptual. El juego se comporta como un área de desarrollo
inmediato; en él el niño/a va un escalón por encima de los procesos no lúdicos, afirmaba Vygotski.
Los juegos reglados necesitan de comportamientos de resolución que surgen de la organización del
sistema de acciones efectivas y concretas o interiorizadas. Las estrategias que se van logrando
durante el desarrollo mismo del juego expresan la organización estructural del pensamiento,
resultando de suma importancia para el desarrollo psicológico de los sujetos, aquellos juegos reglados
que proponen una mayor interacción de sujeto/objeto y de esquemas. Los juegos reglados plantearán
acciones que suponen interiorización y reversibilidad para que alcancen su coordinación en un sistema
de conjunto.
Las reglas son las que definen explícitamente los límites en los que el juego va a tener lugar, con la
mutua aceptación de lo que se puede hacer y lo que no. Jugando, los niños, aprenden reglas que les
posibilitan coordinar sus acciones con las de otros jugadores y regular la competición con otro equipo.
Por otro lado, este conocimiento práctico de las reglas posibilita una reflexión conciente sobre su
naturaleza, su origen y su posible modificación. Aunque al principio los sujetos no suelen hacer un
planteo explícito estas cuestiones se manifiestan como modos de resolver los conflictos durante el
juego, y esto pone de manifiesto el conocimiento reflexivo de las reglas.
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Tanto el conocimiento práctico como el más reflexivo de las reglas de los distintos juegos, suelen ir
acompañados de procedimientos para elegir a los integrantes del equipo, la supresión o modificación
de alguna regla, etc. Esto abre la posibilidad de construir cambios colectivos a la propuesta original
considerando el acuerdo de los integrantes.
Al principio cada jugada está pensada para salir vencedor de esa situación, sin poder anticipar el
triunfo final, este es un logro posterior en el cual se pueden construir planes estratégicos aunque el
sujeto tenga que renunciar a éxitos parciales en función del triunfo final. El sujeto se hace capaz de
anticipar sus propias jugadas y de a poco considerar las posibilidades de juego de sus compañeros,
esto es posible por la interiorización de sus propias regulaciones de conductas y porque inicia la
tentativa de prever los comportamientos de los otros jugadores.
González A y Radrizzani Goñi, A. M. (1987) señalan beneficios del juego reglado para el desarrollo
moral porque posibilita:
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Crear y transformar las reglas considerando válidas las que conducen al bien común siendo
consensuadas
Construir criterios de justicia o injusticia según surjan las situaciones a resolver y permite la
reflexión de esos criterios
Crear estrategias colectivas para superar las dificultades según se presente el juego
Desarrollar conductas de respeto en el cumplimiento de las normas que se establecen y sancionar
las transgresiones
El juego reglado funciona como una puesta de límites que los niños/as experimentan en su
mundo de juegos. Para los niños/as respetar las reglas de un juego es parte del mismo
juego, es un aspecto que los divierte, los desafía, quizás los puede enojar en determinada
momento perder una partida y hasta pueden llegar a no respetar alguna regla, “hacer
trampa” para lograr ganar la siguiente. Los conflictos que surgen como consecuencia del
juego reglado facilitan la reflexión de lo que se puede hacer y lo que no dentro del juego, y
de que forma, por estar jugando, todo se puede volver a reiniciarse sin ningún tipo de
problema.
Los juegos reglados son buscados por los niños/as en el camino de encontrar un orden y
aumento de conocimientos, la relación lúdica con un otro que los desafía a jugar más y cada
vez mejor, en la búsqueda de estrategias y herramientas que les permitan crecer respetando
al otro, descentrarse y encontrarse en un grupo o en una pareja y porque no, a veces,
nuevamente consigo mismo. Estos aprendizajes son implícitos en el juego, siendo la razón
por lo que no causan ninguna resistencia en los niños/as sino que ellos necesitan siempre
experimentar juegos reglados de mayor complejidad.
El lugar de los adultos
Desde el nacimiento, la niñez recibe sin lugar a dudas influencias y marcas desde los adultos, estas lo
van conformando de acuerdo al deseo consciente e inconsciente de los padres, que a su vez
representan y transmiten normas, costumbres, maneras de ver el mundo de sus generaciones pasadas.
Los otros significativos transmiten, así, tanto los sentimientos de cooperación, solidaridad,
reconocimiento, aceptación, otros, favoreciendo el desarrollo del bien común, como los sentimientos
de competencia desmedida, desleal y acrítica de las normas que desarrollan el desprecio por el respeto
mutuo. El ganar, el perder la solidaridad, la aceptación de otros puntos de vista, y la participación
forman parte de la esencia de los juegos reglados.
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Pensamos a la infancia como un proceso en el que el otro tiene un papel fundante en la
constitución de la vida del pequeño. Los juegos, mimos, arrullos, cuentos, canciones y otros
estímulos son tan necesarios a la hora de garantizar un desarrollo integral de los niños,
como vacunarlos, bañarlos y darles de comer.
Bruner (1984) aborda el importante papel que los adultos pueden tener dentro de los juegos. El adulto
que es un “buen jugador”, es decir, que se implica en la acción y en la conversación lúdica con
verdadero deseo de jugar, es percibido y comprendido por los niños y las niñas como un experto del
cual se puede aprender mucho. Nada hay que guste más a las criaturas que encontrar en el adulto
pasión y pericia por los juegos, y nada hay que aburra y moleste más que jugar con adultos desganados
y torpes que no sólo no ayudan, sino que pueden estropear los juegos.
Remarcamos la importancia que tienen los juegos reglados en el desarrollo saludable de los niños. Sin
embargo las prácticas de crianza actuales parecen no reconocerlo.
Los adultos que reconocen esta ausencia mencionan como causa la falta de tiempo y de espacio para
su realización. El juego de reglas implica un recorte particular del tiempo y el armado de un escenario
específico donde se utilizan ciertos materiales (cada uno de ellos propios para el juego a realizar, por
ej dados, cartas, fichas, tableros). No es posible jugar a un dominó, por ejemplo, mientras se realizan
otras tareas cotidianas (por ej de limpieza, cocinar, coser). Este tiempo vital es el que se encuentra
ausente en las prácticas de crianza.
Asimismo, los juegos simbólicos implican una primacía de la asimilación, es decir de la acción del
sujeto sobre la realidad, transformándola por ej una silla deja de ser tal para convertir en un caballo, o
una cueva, o el asiento de un colectivo, y tantas otras opciones como desee realizar el sujeto que juega.
En cambio los juegos de reglas exigen la acomodación de los sujetos a la realidad: es decir a las
normas que lo estructuran.
A esta situación se suma que muchos padres reconocen no saber jugar a este tipo de juegos, situación
que los lleva a excluir a sus hijos del acceso a los mismos y a autoexcluirse de la oportunidad de
aprender a jugarlos.
Conclusiones
Al jugar, los niños se comprometen, toma una posición activa, imaginan, inventan, crean, conocen y
actúan explorando con todos sus sentidos. Jugando, los niños se pueden acercar a lo desconocido sin
temor, transitar situaciones conflictivas y dolorosas, poniendo en acción todas sus capacidades,
desplegando habilidades que les permiten pasar del padecimiento a la experimentación de alternativas
para el dominio de la situación.
Las reglas, que poseen los juegos reglados, son las que definen explícitamente los límites en los que el
juego va a tener lugar, con la mutua aceptación de lo que se puede hacer y lo que no.
La regla colectiva, al principio externa, se interioriza por el logro de una conciencia cada vez más
autónoma. La regla obligada en un principio adquiere el carácter de regla efectiva porque es la que
permite alcanzar el objetivo del juego propuesto.
¿Qué podríamos hacer los profesionales psicoeducativos frente a esta situación?
Se vuelve necesario construir e implementar recursos hacia las familias y entre familias,
para que los transformen en posibilidades de reflexión sobre la crianza de sus hijos.
Se trata del armado de un tiempo y un escenario lúdico en las instituciones de salud y educación donde
habilitar la posibilidad de aprender, disfrutar, compartir un juego reglado.
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A partir de grupos de “acompañamiento de la crianza” (en el marco de un programa de salud
comunitaria del centro de salud) observamos que en la medida en que los padres son parte, tienen parte
y toman parte en situaciones lúdicas con juegos reglados, con otros adultos y/o con sus hijos, se
instalan marcas subjetivas que repercutirán en las prácticas de crianza de sus hijos.
Hablar de intervenciones en primera infancia es hablar de intervenciones con los adultos que sostienen
al niño pequeño. Esto es una especificidad que marca una diferencia con la atención a otras franjas
etáreas. Pensamos intervención como el significado de la palabra lo expresa: Inter-venir; venir entre,
una co-creación, una creación de sentidos que antes no existían allí.
Neruda nos dice "He construido mi casa y la he llenado de juguetes, con ellos juego todos
los días. Porque el niño que no juega no es niño, pero el adulto que no juega ha perdido
para siempre al niño que tiene adentro y que le hará mucha falta".
Referencias Bibliográficas
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