El art雲culo de qu雲mica¤ - UAM-I

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El art¶³culo de qu¶³mica¤
R o a ld H o ®m a n
Introducci¶
on
Los cient¶³¯cos tienen una actitud curiosamente ambivalente hacia la forma en que cuentan sus historias. Por un lado, el lenguaje es presuntamente inmaterial: se supone que hemos aprendido que necesitamos reportar los hechos y nada m¶as que los hechos. La ausencia de ambigÄ
uedades en las ecuaciones matem¶
aticas y en las estructuras qu¶³micas hacen que la historia sea clara como el cristal, no importa en qu¶e parte del mundo se relate.
pensando en una persona interesada en lo que se est¶a
escribiendo y tambi¶en en c¶
omo y por qu¶e se escribe. Este observador encuentra en la publicaci¶
on sobre qu¶³mica art¶³culos de una sola p¶
agina y hasta de
diez. Advierte una abundancia de referencias, recursos que le son familiares al erudito literario, pero quiz¶
as en mucha m¶
as cantidad (pensando en el
n¶
umero de notas por l¶³nea de texto) que en los textos especializados de humanidades. Se encuentra
tambi¶en con que buena parte de la p¶
agina impresa est¶
a dedicada a dibujos, A menudo ¶estos parecen
ser im¶
agenes de mol¶eculas, sin embargo son curiosamente ic¶
onicos, carentes de designaciones at¶
omicas
completas. Las representaciones que hace el qu¶³mico
no son proyecciones isom¶etricas, ni dibujos con
la perspectiva real, aun cuando sean parcialmente
tridimensionales.
Por otro lado, el lenguaje (sea hablado o escrito)
es todo lo que tenemos. Con ¶el, por medio de la
escritura y el habla, debemos convencer al mundo de que el conocimiento que hemos obtenido con
tanto esfuerzo e ingenio es en verdad con¯able |
y quiz¶
as incluso superior al conocimiento de nuestros siempre tan caballerosos colegas en el campo en
el que trabajamos|. Un examen del proceso de relatar una historia de descubrimiento o creaci¶
on en
qu¶³mica puede revelar algunas importantes tensiones que subyacen a la ciencia molecular.
El curioso observador lee el texto, quiz¶
as no deteni¶endose en la jerga, o quiz¶
as compenetr¶
andose en
ella con la ayuda de un amigo qu¶³mico. Advierte un
orden ritual: las primeras oraciones a menudo comienzan con: \La estructura, enlaces y espectroscopia de X tipo de mol¶eculas han sido objeto de gran
inter¶es." Hay un uso generalizado de la tercera persona y de la voz pasiva. Encuentra pocas motivaciones personales expresadas abiertamente, y pocas referencias del desarrollo hist¶
orico. Aqu¶³ y all¶
a se vislumbran en ese lenguaje neutro claras exigencias de
logro o prioridad: \un nuevo metabolito", la primera s¶³ntesis", \una estrategia general, \c¶
alculos libres
de par¶
ametro". Al examinar varios art¶³culos, descubre en ellos un denominador com¶
un: un lenguaje insondable. <En el reino de lo novedoso! Tambi¶en observa el estilo, f¶
acilmente detectable en algunos de los art¶³culos: una forma gr¶
a¯ca, escrita
y cient¶³¯ca, coherente y distintiva de ver el universo qu¶³mico.
Uno abre un n¶
umero de una publicaci¶on peri¶
odica
moderna sobre qu¶³mica, digamos la importante publicaci¶
on alemana Angewandte Chemie o el Journal of the American Chemical Society, y >qu¶e se encuentra? Tesoros y m¶as tesoros: reportes de nuevos descubrimientos, mol¶eculas maravillosas que s¶
olo
ayer eran imposibles de crear o siquiera imaginarse,
hoy son creadas y pueden reproducirse f¶acilmente.
El qu¶³mico lee sobre las incre¶³bles propiedades de
los novedosos superconductores de altas temperaturas, de los ferromagnetos org¶anicos y de los solventes supercr¶³ticos. Las nuevas t¶ecnicas de medici¶
on,
a las que r¶
apidamente se les asignan acr¶onimos (por
ejemplo, EXAFS, INEPT, COCONOESY), permiten descifrar la estructura de lo que hacen de manera m¶
as expedita. As¶³ °uye la informaci¶on. No importa si es en alem¶an o en ingl¶es. Es qu¶³mica: comunicada, excitante, viva.
Ahora, sin ocultarme detr¶
as de este observador,
deseo examinar el lenguaje de mi ciencia seg¶
un
se expresa en el documento escrito fundamental:
el art¶³culo en las publicaciones especializadas en
qu¶³mica. Argumentar¶e que lo que hay detr¶
as de ese
art¶³culo es mucho m¶
as de lo que uno imagina a primera vista; que lo que ah¶³ se da es una especie de lucha dial¶ectica entre lo que un qu¶³mico imagina que
debe decirse (el paradigma, la normativa) y lo que ¶el,
Veamos el asunto, empero, desde otra perspectiva. Un humanista, observador perspicaz e inteligente que se ha enfrentado a Shakespeare, Pushkin, Joyce y Paul Celan, hojea estas mismas revistas. Estoy
¤A
FC E
d ap tad o d e \Lo m ism o y n o lo m ism o", Roald H o®m an ,
1997.
12
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
13
o ella, han de decir para convencer a otros de su argumento o logro. Esa lucha dota al en apariencia
m¶
as inocente art¶³culo de una gran cantidad de tensi¶
on contenida. Mostrar esa tensi¶on no es (como a¯rmar¶e) para nada un signo de debilidad o irracionalidad, sino un reconocimiento de la profunda humanidad del acto creativo en la ciencia.
>Y c¶
omo lleg¶
o a ser de esa forma?
La qu¶³mica existi¶on mucho antes que las publicaciones especializadas en ese campo. Los descubrimientos se describ¶³an en libros, en op¶
usculos o prospectos, en cartas a los secretarios de las sociedades cient¶³¯cas. Estas sociedades |por ejemplo, la
Royal Society de Londres, constituida en 1662, o la
Acad¶emie des Sciences, fundada en Par¶³s en 1666|
desempe~
naron un papel fundamental en la difusi¶
on
del conocimiento cient¶³¯co. Las publicaciones peri¶
odicas de estas sociedades contribuyeron al desarrollo de la peculiar combinaci¶on de c¶alculo cuidadoso y matematizaci¶on que conform¶o la pr¶ospera ciencia nueva de ese tiempo.1
Los art¶³culos cient¶³¯cos de la ¶epoca son una curiosa
mezcla de observaci¶on personal y discusi¶on con motivaci¶
on, m¶etodo e historia a menudo ofrecida de primera mano. Abunda la pol¶emica. Shopin, Dear y
Holmes han dado argumentos convincentes en cuanto al inicio de una codi¯caci¶on del estilo del art¶³culo
cient¶³¯co en Francia e Inglaterra en el Siglo XVII.2
Figura 1: Un art¶³culo de F. R. Goldman en Berichte
der Deutschen Chemischen Gesellschaft, 21, 1888:
1176{1177.
dijeran. El art¶³culo cient¶³¯co de principios del siglo XIX evolucion¶
o en oposici¶
on a la perniciosa in°uencia de los Fil¶
osofos de la Naturaleza. El informe ideal de la investigaci¶
on cient¶³¯ca deb¶³a ocuparse de los hechos (a menudo cali¯cados de manera
expl¶³cita o impl¶³cita como la verdad). Los hechos tenian que ser cre¶³bles independientemente de la identidad de la persona que los presentara. Por lo tanto
deb¶³an presentarse objetivamente (es decir, en tercera persona) y sin ning¶
un prejuicio en cuanto a la estructura y la causal¶³dad (de ah¶³ lo impersonal o la
voz pasiva).
Pienso que la forma de los art¶³culos sobre qu¶³mica
se hizo ¯nalmente rigurosa en las d¶ecadas de 1830
y 1840 y que Alemania fue el escenario donde se
instaur¶
o ese rigor. La lucha formativa se libr¶
o entre los fundadores de la qu¶³mica alemana moderna
|con gente como Justus von Liebig| y los Naturphilosophen. En ese periodo particular este u
¶ltimo
grupo podr¶³a estar representado por los seguidores de Goethe, pero sus an¶alogos estuvieron presentes en toda Europa incluso antes, en el siglo XVIII.
Los ¯l¶
osofos de la Naturaleza" ten¶³an nociones perfectamente formadas, teor¶³as que lo abarcaban todo, de c¶
omo la naturaleza deb¶³a comportarse, pero sin dignarse a ensuciarse las manos para averiguar c¶
omo se comportaba en realidad. O bien, intentaban que la naturaleza encajara en su marco
po¶etico o ¯los¶o¯co, sin hacer caso de lo que nuestros sentidos y su extensi¶on (nuestros instrumentos),
El articulo cient¶³¯co adquiri¶
o en este periodo una
forma can¶
onica o ritual. En la ¯gura 1 reproduzco
parte de un art¶³culo t¶³pico de ese periodo.3
1V ¶
ease E . Gar ¯ eld en E ssay s of an in for m ation scien tist,
isi (In stitu te of S cien ti¯ c In for m ation ) P r ess, Filad el¯ a, 1981:
p p . 394-400, y las r efer en cias q u e ah ¶³ ap ar ecen .
2V ¶
ease S . S h ap in , \P u m p an d C ir cu n stan ce", S ocial S tu d ies of S cien ce, 14, 1984:487; P . Dear , \T otiu s in V er b a Rh etor ic an d A u th or ity in th e E ar ly Roy al S ociety ", Isis, 76,
1985:145; y F. L. H olm es, \S cien ti¯ c W r itin g an d S cien ti¯ c Discov er y ", Isis, 78,1987:220{235.
3 P ar a u n ex am en d e la ev olu ci¶
on d e los escr itos sob r e cien cia, v ¶
ease B . C olem an , \S cien ce W r it in g: T oo G ood t o be
T r ue?", N ew Y or k T im es B ook Rev iew , 27 d e sep tiem b r e
d e 1987: 1; v ¶
ease tam b i¶
en R. W al1sgr ov e, \S ellin g S cien ce in t he S even t een t h C en t ur y ", N ew S cien tist, 24{31 d e d iciem b r e d e 1987:55.
Los frutos de este modelo de informe fueron inmensos. El ¶enfasis en los hechos experimentales subrayaron lo reproducible. La concisi¶
on del lenguaje
alem¶
an parec¶³a ideal para el paradigma en desarrollo. Se formaron cuadros de qu¶³micos. El desarrollo
de la industria de las tinturas que sigui¶
o en Inglaterra y Alemania es una manifestaci¶
on particularmente bien estudiada de la aplicaci¶
on industrial de la naciente qu¶³mica organizada.
14
ContactoS 45, 12{24 (2002)
N¶
otese la mayor¶³a de las caracter¶³sticas de un
art¶³culo moderno: referencias, parte experimental, discusi¶
on, diagramas. Lo u
¶nico que falta es el agradecimiento a la Deutsche Forchungsgemeinschft o a la National Science
Foundation.
Por medio de la ¯gura 2, donde aparece un art¶³culo
contempor¶
aneo, nos acercamos al presente. En este art¶³culo, el cual constituye una contribuci¶
on importante de Wolfgang Oppolzer y Rumen Radinov,
informa sobre la s¶³ntesis de uno, y espec¶³¯camente
uno, de los dos enanti¶
omeros de la muscona, un
ingrediente raro y valioso en perfumer¶³a que normalmente se obtiene del almizclero macho. El trabajo es novedoso e importante, pero deseo centrarme en el modo de presentarlo m¶
as que en el
contenido.
>En qu¶e di¯ere este art¶³culo de uno publicado hace cien a~
nos? El idioma dominante ha cambiado al
ingl¶es por razones geopol¶³ticas interesantes. Con todo, me parece que no hay mucho cambio en la construcci¶
on o el tono del art¶³culo. <Oh, qu¶e maravilla!, sigue informando de cosas totalmente nuevas.
Mediciones que antes tomaban toda una vida ahora se hacen en un milisegundo. Mol¶eculas que hace un siglo eran inimaginables hoy se crean repentinamente sin di¯cultad, en un destello que nos revela su identidad. Y actualmente todo es comunicado con mejores elementos gr¶
a¯cos y con la ayuda de la composici¶
on computarizada, en publicaciones mucho m¶
as llamativas (aunque probablemente
impresas en papel de menor calidad). Pero, en esencia, el art¶³culo especializado en qu¶³mica sigue teniendo la misma forma. >Eso es bueno, o es malo?
Figura 2: Un art¶³culo (la primera de dos p¶aginas) de
W. Oppolzer y R. N. Radinov.
Bien, creo que las dos cosas. El sistema del art¶³culo
publicado en revistas especializadas peri¶
odicas como forma de transmitir conocimiento ha funcionado con mucho acierto durante m¶
as de dos siglos. Pero existen peligros reales que est¶
an impl¶³citos en su
forma can¶
onica aceptada. El art¶³culo informa sobre hechos reales, pero al mismo tiempo es irreal.
Oscurece la naturaleza humana del proceso de creaci¶
on y descubr¶³miento en qu¶³mica. Perm¶³tanme analizar lo que \realmente"entra en juego en la escritura y lectura de un art¶³culo cient¶³¯co, que es
mucho m¶
as que un mero acto de comunicaci¶
on de
hechos.
Tras la apariencia
A primera vista el art¶³culo pretende ser una comunicaci¶
on de hechos, tal vez una discusi¶
on, siempre desapasionado y racional, de mecanismos y teor¶³as alternativos y una elecci¶
on m¶
as o menos convincente entre ellos. 0 bien la demostraci¶
on de una nueva t¶ecnica de medici¶
on, de una nueva teor¶³a. Y, no-
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
tablemente, el art¶³culo cumple su cometido. Un procedimiento experimental detallado en una revista especializada de qu¶³mica en ruso o en ingl¶es puede ser
reproducido (cu¶an f¶acilmente es otro asunto) por alguien con un conocimiento b¶asico del lenguaje de
trabajo ya sea de Okazabi o Krasnoyarsk. Esta caracter¶³stica b¶asica de reproducibilidad real o posible es, en mi opini¶on, la prueba u
¶ltima de que la ciencia es conocimiento con¯able.4
Pero en muchos sentidos salta m¶as a la vista en el
art¶³culo cient¶³¯co. Yo veo en ¶el los siguientes temas, muchos de los cuales son tambi¶en descritos
y analizados de una manera mucho m¶as profunda
en un excelente libro de David Locke, Science as
Writing.5
El art¶³culo especializado de qu¶³mica es una creaci¶
on
literaria, art¶³stica por tanto. Perm¶³tanme extenderme sobre lo que podr¶³a verse como una gran exageraci¶
on. >Qu¶e es el arte? Muchas cosas para mucha gente. Un aspecto del arte es la est¶etica, y otro es
que hace surgir una respuesta emocional. En un intento m¶
as de formular una de¯nici¶on evasiva de esta actividad que enaltece la vida humana, dir¶e que
el arte es la b¶
usqueda del ser humano de la esencia
de cierto aspecto de la naturaleza o de alguna emoci¶
on. El arte es algo construido, humano y de manera patente algo no natural. El arte es intenso, concentrado, algo en equilibrio.
Lo que se escribe en una revista cient¶³¯ca no es una
representaci¶
on verdadera y exacta (si es que tal cosa fuera posible) de lo que realmente ocurri¶
o. No
es una libreta de laboratorio, y uno sabe que esa libreta a su vez s¶olo es una gu¶³a parcialmente con¯able de lo que ocurri¶o. Es un texto elaborado de manera m¶
as o menos cuidadosa (uno desea que sea m¶
as)
por la mano del hombre o la mujer. La mayor¶³a de
los obst¶
aculos encontrados en el proceso de la s¶³ntesis
o la construcci¶on del espect¶ometro han sido sacadas del texto. Los que quedan sirven al prop¶
osito
ret¶
orico (no despreciable s¶olo por el hecho de haberse suprimido) de hacernos tener una buena impresi¶
on del autor. Los obst¶aculos superados resaltan el ¶exito del relato.
El art¶³culo especializado de qu¶³mica es producto de
la mano del hombre, una abstracci¶on construida a
partir de una actividad qu¶³mica. Si uno tiene suerte, tal abstracci¶on puede provocar una reacci¶
on emocional o est¶etica en sus lectores.
4 La
fr ase es u sad a p or J . Zim an , R eliable kn ow ledge, C am b r id ge U n iv er sity P r ess, C am b r id ge, 1978. N o ex iste u n a d escr ip ci¶
on m ejor n i m ¶
as h u m an ista d e lo q u e es y d eb e ser la
cien cia q u e este b r ev e lib r o.
5 Dav id Lock e, S cien ce as w r it in g, Y ale U n iv er sity P r ess,
N ew H av en , 1993.
15
>Hay algo de qu¶e avergonzarse al reconocer que nuestros comunicados no son espejos perfectos sino textos literarios en una medida importante? No lo creo.
De hecho, pienso que hay algo exquisitamente bello en nuestros textos. Estos \mensajes que dejan", para citar a Derrida,6 que de hecho nos dejan, son enviados a lectores cuidadosos de todos los
pa¶³ses del mundo. Ah¶³ son le¶³dos, en su idioma original, y entendidos; ah¶³ producen placer, y al mismo tiempo, pueden ser transformados en reacciones qu¶³micas, cosas reales totalmente nuevas. Eso
ser¶³a incre¶³ble, si no fuera porque sucede miles de veces al d¶³a.
Una de las caracter¶³sticas a menudo citadas distintivas de la ciencia en relaci¶
on con las artes, es el sentido cronol¶
ogico, m¶
as mani¯esto en la ciencia. Es evidente en el uso abundante de referencias. Pero >es
historia real, o una versi¶
on acicalada?
Una importante gu¶³a de estilo para escritos qu¶³micos
en mi ¶epoca aconsejaba:
. . . algo que debe evitarse es la narraci¶on
de la cronolog¶³a completa del trabajo en
un problema. La historia completa de una
investigaci¶
on puede incluir conje turas iniciales err¶
oneas, una pista falsa, un mal entendido de instrucciones, una circunstancia
fortuita; esos detalles posiblemente puedan
tener un valor como divertimiento en una
charla sobre la investigaci¶
on, pero est¶an
fuera de lugar en un art¶³culo formal. Un
art¶³culo debe presentar, de manera tan directa como sea posible, el objetivo del trabajo, los resultados y las conclusiones; los
acontecimientos fortuitos que se presenten
en el camino son de poca impor tancia en
el informe de¯nitivo.7
Yo estoy a favor de la concisi¶
on, de una econom¶³a en
el comunicado. Pero seguir el consejo de esta gu¶³a de
estilo conduce a verdaderos cr¶³menes contra la humanidad del cient¶³¯co. Para presentar un informe paradigm¶
atico, juicioso, de un estudio qu¶³mico, uno
suprime muchos de los actos verdaderamente creativos. Entre ¶estos se encuentran la mente y manos humanas que responden al \acontecimiento ca6 J . Der r id a, en su en say o \S ign at ur e E ven t C on t ext ", en
Mar gin s of p h ilosop h y , A . B ass (tr ad .), U n iv er sity of C h icago
P r ess, C h icago, 1982, p p . 307{330; p u b licad o or igin alm en te
com o Mar ges de la philosopie, E d ition s d e Min u it, P ar ¶³s, 1972,
p p . 365{393.
7 L. F. Fieser y M. Fieser , S ty le gu id e for ch em ists, Rein h old , N u ev a Y or k , 1960.
16
ContactoS 45, 12{24 (2002)
sual", a la \circunstancia fortuita", elementos de serendipia,8 de la intuici¶on creativa en el trabajo.9
Tomado en otro sentido, la prescripci¶on anterior para lograr un estilo cient¶³¯co adecuado, demuestra
claramente que el art¶³culo especializado de qu¶³mica
no es una representaci¶on precisa de lo que sucedi¶
oo
se descubri¶
o, sino un texto elaborado.
La semi¶
otica de la qu¶³mica
Los cient¶³¯cos piensan que lo que dicen no est¶
a in°uido por su idioma nacional (alem¶an, franc¶es, chino. . . ) y las palabras de ese idioma. Ellos creen
que las palabras que emplean, no son m¶as que representaciones de una realidad material subyacente que, ellos, los cient¶³¯cos, han descubierto o matematizado. Si se eligen bien las palabras y se de¯nen con precisi¶on, constituir¶an representaciones ¯dedignas de esa realidad, perfectamente traducibles
a cualquier idioma.
Esa posici¶
on es defendible: tan pronto como se describi¶
o la s¶³ntesis del superconductor de alta temperatura Y Ba2 CU3 O7 , fue reproducida en cientos de laboratorios de todo el mundo.
Pero la situaci¶
on real es m¶as compleja. Las palabras
con que contamos, en cualquier idioma, no est¶an bien
de¯nidas, son ambiguas. Un diccionario es un mecanismo absolutamente circular |prueben y ver¶
an
cu¶
an pronto una cadena de de¯niciones se cierra sobre s¶³ misma|. El razonamiento y la argumentaci¶
on, tan esenciales para la comunicaci¶on en la ciencia, se desarrollan con palabras. Mientras m¶
as desa¯ante es el argumento, m¶as simple y m¶as precisas son las palabras.
>C¶
omo resuelve esto un qu¶³mico? Quiz¶a d¶andose
cuenta de lo que algunos de nuestros colegas en
lingÄ
u¶³stica y cr¶³tica literaria se enteraron durante el
u
¶ltimo siglo.10
La palabra es un signo, parte de un c¶odigo. Signi¯ca
algo, sin duda, pero lo que signi¯ca debe ser decodi¯cado o interpretado por el lector. Si dos lectores tienen distintos mecanismos de decodi¯caci¶on, entonces har¶
an diferentes lecturas, dar¶an diferentes signi¯cados. La raz¶
on de que la qu¶³mica funcione en todo el mundo, de tal suerte que la BASF puede construir una planta en Alemania o Brasil y esperar que
8E
l d on d e en con tr ar cosas v aliosas sin b u scar las.
. B . Med aw ar , \Is t he S cien t i¯c P aper Fr audulen t ?",
S atu r d ay Rev iew , 1 d e agosto d e 1964:42{43, tam b i¶
en ar gu m en ta q u e el for m ato com ¶
u n d el ar t¶³cu lo cien t¶³¯ co r ep r esen ta er r ¶
on eam en te los p r ocesos d e p en sam ien to q u e tien en lu gar en el d escu b r im ien to.
10 P ar a u n a in tr od u cci¶
on a las teor ¶³as liter ar ias m od er n as,
v ¶
ease T . E agleton , L it er ar y t heor y , U n iv er sity of Min n esota
P r ess, Min n e¶
ap olis, 1983.
9P
funcione, es que los qu¶³micos han recibido una educaci¶
on en la que han aprendido el mismo conjunto de signos.
Me detengo en estas consideraciones en parte por lo
que C. F. von Weizs¶
acker se~
nala en un penetrante
art¶³culo sobre \El lenguaje de la f¶³sica".11
Si uno examina con detalle una conferencia acerca
de una investigaci¶
on en f¶³sica (l¶ease qu¶³mica), descubre que est¶
a llena de a¯rmaciones imprecisas, oraciones incompletas, interrupciones, etc. El seminario se da por lo general extempor¶
aneamente, sin
notas, mientras que los humanistas muy a menudo leen un texto palabra por palabra. El lenguaje de las conferencias sobre f¶³sica y qu¶³mica con frecuencia es impreciso. Sin embargo los qu¶³micos entienden esas presentaciones (bueno, al menos algunos). La raz¶
on es que el conferencista cient¶³¯co apela a un c¶
odigo, un conjunto compartido de conoci¶ o ella no tienen que complemientos comunes. El
tar una frase: casi todos saben lo que quiere decir con esa frase a medias.
El v¶³nculo entre el lenguaje y la qu¶³mica siempre
ha estado ah¶³. Lavoisier comienza su revolucionario Trait¶e ¶el¶ementaire de chimie con una cita del
abate de Condillac: \S¶
olo pensamos por medio de
las palabras. Los lenguajes son verdaderos m¶etodos
anal¶³ticos."12
Lavoisier, ¯gura 3, re°exiona a continuaci¶
on acerca
de su propio trabajo: \As¶³, mientras pensaba que
me ocupaba s¶
olo de crear una nomenclatura. . . mi
obra se transform¶
o gradualmente, sin yo advertirlo,
en un tratado sobre los Elementos de la Qu¶³mica".13
El distinguido escritor europeo El¶³as Canetti, autor
de un importante estudio sobre el comportamiento de las masas (Masa y poder, 1963) y una notable novela de los treinta (Auto de fe, 1935), ten¶³a un
doctorado en qu¶³mica; a¯rma que la qu¶³mica le ense~
n¶
o la importancia de la estructura. Benjamin Lee
Whorf, el gran lingÄ
uista estadunidense, quien defendi¶
o la idea de que el lenguaje determinaba la cultura, era un ingeniero qu¶³mico formado en el MIT.
Whorf no era enemigo de hacer \analog¶³as qu¶³micas
ocasionales". En un ensayo sobre los lenguajes y la
l¶
ogica, escribe: la forma en que los elementos constitutivos se conjuntan en las oraciones del shawnee
y el nootka sugiere un compuesto qu¶³mico, mientras
11 C . F. v on W eizs¶
ack er , D ie E in heit der N at ur e, DT V , Mu n ich , 1974, p . 61.
12 A n toin e-Lau r en tt Lav oisier , E lemen t s of chemy st r y , Rob er t Ker r (tr ad .), Dov er , N u ev a Y or k , 1965, p . x iii.
13 Ib id ., p . x iv .
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
17
El hecho es que, durante m¶
as de un siglo, la estructura de la mol¶ecula es importante |no s¶
olo expresa los ¶
atomos que la constituyen sino c¶
omo se conectan entre s¶³, c¶
omo se encuentran dispuestos en el espacio tridimensional y cu¶
an f¶
acilmente cambian sus
posiciones predilectas de equilibrio| y determina toda propiedad f¶³sica, qu¶³mica y ¯nalmente biol¶ogica
de la mol¶ecula.
Es fundamental para los qu¶³micos comunicarse informaci¶
on estructural tridimensional.
Los medios para esa comunicaci¶
on son bidimesionales: una hoja de papel, una pantalla. De tal suerte que se enfrentan de inmediato el problema de la
representaci¶
on.
Figura 3: Re tra to de La v o isie r y su muje r, re a liz a do po r
Ja c q ue s Lo uis D a v id.
que su combinaci¶on en ingl¶es es m¶as como una mezcla mec¶
anica".14
Pierre Laszlo ha escrito un original y espl¶endido libro
en el que explica el v¶³nculo entre el lenguaje y la
qu¶³mica.15 Establece una curiosa analog¶³a entre las
mol¶eculas y sus transformaciones, por un lado, y las
estructuras lingÄ
u¶³sticas como los morfemas, fonemas,
los ideogramas y pictogramas y las transformaciones
de modo, descripci¶on, etc., por otro. El libro de
Laszlo va m¶as all¶a que un mero an¶alisis de los usos
del lenguaje en la qu¶³mica; argumenta de manera
convincente que la qu¶³mica y la lingÄ
u¶³stica tienen
una estructura paralela.
La semi¶
otica de la qu¶³mica es m¶as clara en las estructuras de las mol¶eculas que adornan casi cualquier
p¶
agina de una publicaci¶on especializada de qu¶³mica,
eso identi¯ca, a primera vista, un art¶³culo como de
qu¶³mica.16
>A qu¶
e se parece esa mol¶
ecula?
La informaci¶
on estructural que los qu¶³micos necesitan comunicar es, a un nivel importante, informaci¶
on inherentemente gr¶
a¯ca |en esencia es una forma que ha de dibujarse|. Y ahora llegamos al quid
del asunto. El grupo de profesionales para quienes esta informaci¶
on visual tridimensional es esencial no necesariamente tienen el talento (poco m¶as o
menos que el de cualquiera) para transmitir esa informaci¶
on. A los qu¶³micos no se los selecciona para
su profesi¶
on |ni ellos mismos lo hacen| por su talento art¶³stico. Tampoco se los entrena en t¶ecnicos
de artes b¶
asicas. Mi habilidad para dibujar un rostro, y que parezca un rostro, se atro¯¶
o a los diez
a~
nos.
Entonces, >c¶
omo lo hacen, c¶
omo lo hacemos? Con
naturalidad, casi sin pensarlo, pero con mucha m¶as
ambigÄ
uedad de la que nosotros, los qu¶³micos, pensamos que hay. Se trata de un proceso de representaci¶
on, una transformaci¶
on simb¶
olica de la realidad.
Es gr¶
a¯co y lingÄ
u¶³stico a la vez. Tiene una historicidad. Es art¶³stico y cient¶³¯co. El proceso representacional en qu¶³mica es un c¶
odigo compartido de esta subcultura.
Ya vimos c¶
omo es un art¶³culo cient¶³¯co moderno (¯g.
2). Veamos tambi¶en un boceto informal, el tipo de
informaci¶
on que los qu¶³micos intercambian cuando
conversan; lo que queda dibujado en una servilleta o
el mantel despu¶es de la comida en un restor¶an. La
¯gura 4 es uno de estos dibujos, realizados por R. B.
Woodward, un gran qu¶³mico org¶
anico.
14 B
. L. W h or f, \L an guages an d L ogic", en J . B . C ar r oll
(ed .), L an guage, T hought an d R ealit y . MIT P r ess, C am b r id ge, 1956, p . 236.
15 P ier r e Laszlo, L a par ole des choses, H er m an n , P ar ¶
³s,
1993.
16 V ¶
ease tam b i¶
en N . J . T u r r o, G eomet r ic an d T opological
T hin kin g in Or gan ic C hemist r y , A n gew an d te C h em ie, 98,
1986:872, y A n gew an d te C h em ie (In ter n ation al E d ition in E n glish ), 25, 1986:882, p ar a u n a d escr ip ci¶
on d el p r ocesam ien -
La considerable cantidad de contenido gr¶
a¯co salta a
la vista. Hay peque~
nos dibujos aqu¶³ |varios|, pero para el observador inteligente que no es qu¶³mico
ser¶
an probablemente dif¶³ciles de entender. De hecho uno puede sentirse en una situaci¶
on an¶
aloga a la
to geom ¶
etr ico y top ol¶
ogico q u e se d a en la q u ¶³m ica or g¶
an ica.
18
ContactoS 45, 12{24 (2002)
Figura 5: Estructura qu¶³mica t¶³pica del alcanfor.
Figura 4: Dibujo de R. B. Woodward, 1966 aproximadamente.
de Roland Barthes en su primera visita a Jap¶
on, bellamente descrita en su libro The empire of signs.17
>Qu¶e signi¯can estos signos? Sabemos que las
mol¶eculas est¶
an constituidas por ¶atomos, pero >qu¶e
es lo que hace que un pol¶³gono como el de la ¯gura 5 represente un compuesto medicinal blanco ceroso con un aroma penetrante (el alcanfor u
¶nicamente
aparece un s¶³mbolo at¶omico familiar: O, de ox¶³geno.
Pues bien, se trata de una abreviatura. As¶³ como
nos cansa decir \United Nations Educational, Scienti¯c and Cultural Organization"y escribimos UNESCO, as¶³ a los qu¶³micos les cansa escribir todos esos
carbonos e hidr¶ogenos, elementos ubicuos, y dibuja el esqueleto formado por los ¶atomos de carbono. Cada uno de los v¶ertices no espec¶³¯camente denominados de otra manera en la representaci¶
on estructural del alcanfor es carbono. Puesto que la valencia del carbono (el n¶
umero de enlaces que forma) es t¶³picamente cuatro, los qu¶³micos, que est¶
an
al tanto del c¶
odigo como lo est¶an ahora ustedes,
sabr¶
an cu¶
antos hidr¶ogenos poner en cada carbono.
El pol¶³gono que aparece en la ¯gura 5 es en realidad un gr¶
a¯co abreviado de la ¯gura 6.
Pero >es la ¯gura 6 la verdadera estructura de la
mol¶ecula de alcanfor? S¶³ y no. En cierto nivel lo es.
En otro nivel el qu¶³mico desea ver la imagen tridimensional y en consecuencia traza la ¯gura 7. Y
aun en otro nivel, quiere visualizar las distancias
inter{at¶
omicas \reales" (es decir, la mol¶ecula mostrada en sus proporciones correctas). Con un poco de trabajo y un poco de dinero pueden tener17 Rolan d B ar th es, T he empir e of sign s, Rich ar d H ow ar d
(tr ad .), H ill an d W an g, N u ev a Y or k , 1982; d e L'em p ir e d es
sign es, S k ir a, G¶
en ov a, 1980.
Figura 6: El alcanfor, con todos los ¶
atomos especi¯cados.
se estos importantes detalles, mediante la t¶ecnica
que ya he mencionado, llamada cristalograf¶³a de rayos X. Y as¶³ tenemos la ¯gura 8, producida por una
computadora.18
¶
Esta
es una vista del llamado modelo de palillos y esferas, quiz¶
as la representaci¶
on m¶
as familiar de una
mol¶ecula en este siglo. Los tama~
nos de las esferas
que representan los ¶
atomos de carbono, hidr¶
ogeno y
ox¶³geno son en cierto modo arbitrarios. Una representaci¶
on m¶
as \realista" del volumen que realmente adoptan est¶
a dada por el modelo de espacio lleno de la ¯gura 9. N¶
otese que aqu¶³ las posiciones de
los ¶
atomos (mejor dicho de sus n¶
ucleos) est¶
an ocultas. Y ni la ¯gura 8 ni la 9 pueden ser dibujadas
por un qu¶³mico en los veinte segundos que normalmente permanece una diapositiva en pantalla durante la r¶
apida presentaci¶
on de algo nuevo e intrigante que hace un conferencista invitado.
La escala ascendente (>o descendente?) en cuanto a complejidad en la representaci¶
on dif¶³cilmente se
detiene aqu¶³. Llega entonces el ¯sicoqu¶³mico a recordarle a sus colegas org¶
anicos que los ¶
atomos no
est¶
an sujetos al espacio, sino que en realidad realizan un movimiento cuasi arm¶
onico en torno a esos sitios. La mol¶ecula vibra; no tiene una estructura
est¶
atica. Llega otro qu¶³mico y dice: \Has representado las posiciones de los n¶
ucleos; pero la qu¶³mica est¶a
en los electrones. Tienes que representar la posibilidad de encontrarlos en determinado lugar en el espa18 P er o n o ex actam en te.
d e lu ego, es u n ser h u m an
cu al a su v ez fu e p r ogr am
m en cion ar q u e fu e con str u
n os y su s h er r am ien tas.
Lo q u e r ealm en te ten em os, d eso gu ian d o a u n a h er r am ien ta, la
ad a p or otr os ser es h u m an os, sin
id a in clu so p or otr os ser es h u m a-
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
19
Figura 7: El alcanfor, una representaci¶on tridimensional.
Figura 9: Un modelo de espacio lleno del alcanfor.
lar a las ¯guras 5, 6, o 7 est¶
a bien. Y en otras ocasiones uno requiere de la ¯gura 8 o 9, o incluso de alguna de las dos vistas de la ¯gura 10.20
Figura 8: Un modelo de barras y esferas del alcanfor.
cio en cierto momento: la distribuci¶on electr¶
onica".
Esto se intenta en la ¯gura 10.
Podr¶³a continuar (la literatura sobre qu¶³mica ciertamente lo hace), pero deteng¶amonos y pregunt¶emonos:
>cu¶al de estas representaciones (<se han mostrado siete!)
es la correcta?
>Cu¶
al es la mol¶ecula? Bueno, todas lo son, o ninguna lo es. O, para ser m¶as precisos, todas son modelos, representaciones adecuadas para ciertos ¯nes pero no para otros.19
Algunas veces bastar¶a con el solo nombre de alcanfor. Otras, basta la f¶ormula C10 H16 O. A menudo es la estructura lo que se quiere, y algo simi19 P ar a estu d ios m etod ol¶
ogicos d e c¶
om o se u san en q u ¶³m ica
los m od elos, v ¶
ease C . J . S u ck lin g, K. E . S u ck lin g y C . W .
S u ck lin g, C hemist r y t hr ough models, C am b r id ge U n iv er sity
P r ess, C am b r id ge, 1978; C . T r in d le, \T h e H ier ar ch y of Mod els
in C h em istr y " C r oatica C h em ica A cta, 57, 1984:1231; J . T om asi, \Mod els an d Mod elin g in T h eor etical C h em istr y ", J ou r n al of Molecu lar S tr u ctu r e (T h eoch em ), 48, 1988:273{292. E n
cu an to a la d iv er sid ad d e sen tid os d e \m od elo", v ¶
ease el d iv er tid o com en tar io d e N . Good m an , en Lan gu ages of A r t, 2a.
ed ., H ack ett, In d ian ¶
ap olis, 1976, p . 171.
Es preciso contar una historia ¯nal sobre el alcanfor. Este examen proviene de un art¶³culo que Pierre Laszlo y yo escribimos. Elegimos el alcanfor porque es una mol¶ecula con la que la gente podr¶³a estar familiarizada pero que tambi¶en tiene en s¶³ un
m¶³nimo de complejidad en cuanto a representaci¶on.
Uno de nosotros (R. H.), habiendo olvidado su estructura, la revis¶
o en un libro de texto, y despu¶es especi¯c¶
o a algunos amigos cu¶
al era la geometr¶³a necesaria para producir los bellos dibujos del alcanfor que ustedes ven. Cada uno de ellos era la imagen especular de lo que ven, <que es lo que naturalmente ocurre!
Un lector cuidadoso, Ryoji Noyori, invitado a Cornell a dar las conferencias Baker en 1990, fue quien
nos se~
nal¶
o el error que cometimos de \con¯guraci¶on
absoluta". Una revisi¶
on de la literatura existente revel¶
o el error de con¯guraci¶
on en muchos, si no es que
en la mayor¶³a, de los libros de texto, incluyendo el
Merck Index (una referencia com¶
un en qu¶³mica), y
en numerosos art¶³culos. La estructura aparece presentada correctamente en los cat¶
alogos de las com20 Qu e h ay d iv er sas m an er as d e ex am in ar la estr u ctu r a d e
la m ol¶
ecu la es, d esd e lu ego, u n h ech o b ien con ocid o p or la
com u n id ad q u ¶³m ica; y o n o estoy d icien d o n ad a n u ev o aq u ¶³.
V ¶
ease p or ejem p lo G. Ou r isson , L'A ctu alit¶
e C h im iq u e, en er o{
feb r er o d e 1986:41, y el n otab le e in n ov ad or lib r o d e Dav id S .
Good sell, T he machin er y of life, S p r in ger , N u ev a Y or k , 1993.
20
ContactoS 45, 12{24 (2002)
Figura 11: La estructura de un anillo de benceno.
pa~
n¶³as qu¶³micas Sigma, Aldrich y Fluka. <Los proveedores est¶
an m¶
as presionados para identi¯car correctamente sus mercanc¶³as que los usuarios!
Representaci¶
on y realidad
El realismo ingenuo a¯rma que las f¶
ormulas se asemejan a la realidad: y as¶³ es. Es posible obtener,
por medios f¶³sicos, im¶
agenes de los anillos de benceno, uno de los grupos constitutivos m¶
as comunes de las mol¶eculas org¶
anicas. A veces se ven como los anillos de benceno del qu¶³mico (¯g. 11); a veces no.
El cient¶³¯co que piensa que actualmente, con la microscop¶³a de t¶
uneles de exploraci¶
on (MTE), un nuevo instrumento maravilloso, se pueden ver ¯nalmente los ¶
atomos de las mol¶eculas, se llevar¶
a una sorpresa cuando mire la imagen del gra¯to por un microscopio de t¶
uneles de exploraci¶
on.21
El gra¯to est¶
a constituido por dos redes bidimensionales semejantes a las \mallas de gallinero" compuestas por anillos de benceno. Deber¶³an verse seis
carbonos. Pero en la imagen de la MTE destacan la
mitad de los ¶
atomos de la red hexagonal, la otra mitad no |y por buenas razones|.22
Ver y creer son cosas que tienen una relaci¶
on compleja. Los anillos de benceno del qu¶³mico son meras aproximaciones. No son m¶
as que una met¶
afora
del objeto molecular representado.
Fij¶emonos en el nivel t¶³pico de presentaci¶
on (de las
¯gs. 5 o 7), el de un pol¶³gono o una idealizaci¶on
tridimensional de ¶el. >Qu¶e son esos extra~
nos dibujos
Figura 10: Dos vistas de la distribuci¶on de los electrones en la mol¶ecula del alcanfor.
21 H . Mizes, S . P ar k y W . A . H ar r ison , \Mult iple{T ip In t er pr et at ion of A n omalous S can n in g T un n elin g{Micr oscopy
Images of L ay er ed Mat er ials", P h y sical Rev iew B , 36,
1977:4491; G. B ir m ig, H . Fu ch s, C h . Ger b er , H . Roh r er , E .
S toll y E . T osatti, \E n er gy D epen den t S t at e{D en sit y C or r ugat ion of a G r aphit e S ur face as S een by S can n in g T un n elin g Micr oscopy ", E u r op h y sics Letter s, 1, 1986:32. T am b i¶
en p u ed e en con tr ar se u n com en tar io gen er al d e lo q u e p u ed e y n o p u ed e v er se con la MT E en Roald H o®m an n , \N ow
for t he Fir st T ime, Y ou C an S ee A t oms", A m er ican S cien tist, 81,1993:11-12.
22 E n r ealid ad n o se tien e u n con ocim ien to clar o d e la cu esti¶
on , p er o A n d r ei T ch ou gr ee® y y o, y My u n g{H w an W h an gb o, S . N . Magon ov y su s colab or ad or es ten em os teor ¶³as al r esp ecto. E r go, m i a¯ r m aci¶
on d e q u e h ay b u en as r azon es. . .
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
21
Figura 13: Pintura rupestre de dos bisontes, Lascaux.
Figura 12: Tres vistas del norbornano, C7 H12 .
que llenan las p¶aginas de un art¶³culo cient¶³¯co? Hago
la pregunta desde el punto de vista de un artista o
de un dibujante. No son proyecciones isom¶etricas, ni
tampoco, desde luego, fotograf¶³as. Sin embargo, son
intentos obvios de representar en dos dimensiones
un objeto tridimensional con el ¯n de comunicar su
esencia a alg¶
un lector distante.
Resulta fascinante ver las estructuras qu¶³micas en las
p¶
aginas de toda revista y darse cuenta de que a partir de esa informaci¶on m¶³nima la gente puede en verdad ver mol¶eculas con el ojo de su mente. Las claves para la tridimensionalidad son m¶³nimas. Las
mol¶eculas °otan (v¶ease el dibujo de la ¯g. 12, arriba; la mol¶ecula ilustrada es el norbornano, C7 H12
el coraz¶
on del alcanfor), y no se recomienda colocarlas en un conjunto de referencia de planos para verlas (centro).
Algunos qu¶³micos conf¶³an tanto en el c¶
odigo que
no dibujan el norbornano como en la parte superior de la ¯gura 12, sino como aparece en la parte inferior. >Cu¶al es la diferencia? Una l¶³nea \cruzada" en lugar de \discontinua". <Qu¶e trivial clave para la reconstrucci¶on tridimensional la de poner una parte de una mol¶ecula detr¶as de otra! Esto
de ning¶
un modo es un invento moderno, algo que ha¶
ya que aprenderse en la Ecole
des Beaux Arts. En
la ¯gura 13 se muestra una de las pinturas rupestres de Lascaux.
N¶
otese c¶
omo las patas de los bisontes est¶
an dibujadas conforme entran en el cuerpo. Entonces seguramente los sagaces qu¶³micos deben poder hacer lo
que los hombres de las cavernas hac¶³an hace 15000
Figura 14: Carbono tetra¶edrico
a~
nos, >o no? Con gran frecuencia no es algo que les
preocupe.
Dispersas en los dibujos de los qu¶³micos (por ejemplo, ¯g. 2) hay diversas l¶³neas gruesas y l¶³neas gruesas punteadas; son elementos de un c¶
odigo visual basados en una idea muy sencilla: una l¶³nea continua
es la que est¶
a en el plano del papel, una l¶³nea gruesa la que se extiende al frente, y una l¶³nea punteada la que se extiende hacia atr¶
as. De este modo,
en la ¯gura 14, hay una vista de una mol¶ecula tetra¶edrica, bastante reconocible para los qu¶³micos, de
metano, CH4 . El tetraedro es la ¯gura geom¶etrica
simple m¶
as importante en qu¶³mica.
Es posible que la descripci¶
on de esta notaci¶on baste para hacer que algunas personas vean surgir de la
p¶
agina estas estructuras, pero las redes neuronales
que controlan la representaci¶
on est¶
an muy bien grabadas, de por vida, cuando se maneja (con las manos, no con una computadora) un modelo de esferas y palillos de la mol¶ecula mientras se mira su representaci¶
on.
Basta echar una mirada a las mol¶eculas m¶
as complicadas de la ¯gura 2 para ver que la convenci¶
on de las
l¶³neas gruesas y en forma de cu~
na no siempre se aplica. La mayor¶³a de los compuestos tienen m¶
as de un
s¶
olo plano de inter¶es; lo que est¶
a detr¶
as de un plano
puede estar enfrente de otro. As¶³ pues, la convenci¶on
22
ContactoS 45, 12{24 (2002)
Quiz¶
a lo que sucede no sea distinto de como percibimos el amor en nuestras vidas, con una carga de
im¶
agenes provenientes del cine y las novelas.
Figura 15: Norbornano.
se usa de manera asistem¶atica, dependiendo del plano que el conferencista o autor pre¯era subrayar por
considerarlo importante. El resultado es una perspectiva cubista, una especie de foto{collage a la manera de Hockney, donde una misma cosa es mostrada desde varias perspectivas diferentes. La mol¶ecula
ciertamente se ve, pero es posible que no sea vista como el qu¶³mico piensa (en un momento de dogmatismo) que es vista. Aparece representada como ¶el o ella eligen verla, superponiendo exactamente una ausencia de l¶ogica humana a una l¶ogica igualmente humana.
Las normas de las revistas especializadas, sus limitaciones por razones econ¶omicas y la tecnolog¶³a disponible ponen restricciones no s¶olo a lo que se imprime
sino tambi¶en a c¶
omo concebimos las mol¶eculas. Consid¶erese el caso del norbornano (¯g. 15 ¯gura de abajo). M¶
as o menos hasta 1950 ninguna revista especializada del mundo estaba preparada a reproducir esta estructura como se muestra en esa representaci¶
on. Por el contrario, se la ve¶³a como en la ¯gura 15 (arriba). Entonces todo el mundo ten¶³a conocimiento, desde 1874, de que el carbono es tetra¶edrico, lo cual quiere decir que los cuatro enlaces que tiene se forman a lo largo de las cuatro direcciones que radian desde el centro de un tetraedro hasta sus v¶ertices. Exist¶³an modelos moleculares o pod¶³an ser relativamente f¶aciles de construir.
Sin embargo, sospecho que el icono del norbornano que el qu¶³mico representativo de la ¶epoca ten¶³a
en mente en 1925 era el de la arriba de la ¯gura
15, no el de abajo. El qu¶³mico estaba condicionado por lo que hab¶³a visto en las publicaciones y libros especializados: una imagen, y adem¶as una imagen plana. Es posible que el qu¶³mico se haya visto |y creo que a menudo se vio| impulsado a actuar (en la s¶³ntesis de un derivado de esta mol¶ecula,
por ejemplo) conforme a esta imagen bidimensional
no realista.
Pugnas
Forzosamente, bajo la super¯cie de un art¶³culo de
qu¶³mica hay fuerzas en pugna. Esto es inevitable,
pues la ciencia depende del argumento. Argumento tiene varios signi¯cados: podr¶³a tomarse como un
simple proceso de razonamiento, un informe de la
realidad; o bien la palabra puede tambi¶en signi¯car
desacuerdo, una confrontaci¶
on de posiciones opuestas. Yo dir¶³a que ambos sentidos son esenciales para la ciencia: el razonamiento l¶
ogico desapasionado y la convicci¶
on apasionada de que uno (su modelo, teor¶³a o c¶
alculo) est¶
a en lo correcto y el otro equivocado. Yo pienso que la creatividad cient¶³¯ca tiene su origen en una tensi¶
on interna, dentro de una
y la misma persona, de saber que tiene la raz¶on
y saber que esa convicci¶
on tiene que ser demostrada a satisfacci¶
on de otros en un art¶³culo de revista
especializada.
Un art¶³culo cient¶³¯co meticuloso y mesurado puede ocultar una intensa emotividad, una manipulaci¶
on ret¶
orica y ansia de poder. El deseo de convencer gritando, \Yo, tengo la raz¶
on, todos ustedes est¶
an equivocados" choca con las reglas de civismo establecidas que supuestamente gobiernan el
comportamiento de las personas con una gran erudici¶
on. D¶
onde ha de encontrarse el equilibrio es algo que depende de la persona.
Otro di¶
alogo de sordos es el que existe entre experimentaci¶
on y teor¶³a. No hay nada peculiar en la relaci¶
on de amor{odio entre experimentalistas y te¶
oricos
en qu¶³mica. Se les puede sustituir por \escritor" y
\cr¶³tico" y hablar de literatura, o encontrar caracter¶³sticas an¶
alogas en la econom¶³a. Los t¶erminos de
la relaci¶
on pueden f¶
acilmente caricaturizarse: los experimentalistas piensan que los te¶
oricos no son realistas y que construyen castillos en el aire; sin embargo requieren de los marcos conceptuales que los
te¶
oricos proporcionan. Los te¶
oricos pueden descon¯ar de los experimentos y desear que la gente haga esa medici¶
on fundamental que necesita el te¶
orico.
Pero >d¶
onde estar¶³an los te¶
oricos sin contacto alguno con la realidad?
Una divertida manifestaci¶
on de los sentimientos respecto al vals que la teor¶³a y la experimentaci¶
on bailan ha de hallarse en los extensos apartados con comentarios semite¶
oricos de los art¶³culos sobre cuestiones experimentales. Este tipo de apartados en cierta medida supone una b¶
usqueda leg¶³tima de entendimiento, pero en parte lo que hay en ellos es un intento de usar el ideal reduccionista aceptado (con
El art¶³culo de qu¶³mica. Roald Ho®man
su exagerada aclamaci¶on de lo matem¶atico), no para mostrar una cuesti¶on de una gran sutileza, sino
para impresionar a los colegas. Por otro lado, a menudo yo pongo m¶as referencias de las que deber¶³a, al
trabajo experimental en mis escritos te¶oricos, ya que
trato de \ganarme la credibilidad" de mi p¶
ublico experimentalista. Si yo les muestro a los qu¶³micos experimentales que conozco su trabajo, tal vez atiendan mis extravagantes especulaciones.
Otra pugna similar es la que existe entre la qu¶³mica
pura y la aplicada. Es interesante re°exionar en que
esta separaci¶on puede tambi¶en haber tenido su origen en Alemania a mediados del siglo XIX; me parece que en la otra potencia en qu¶³mica de esa ¶epoca,
Inglaterra, la distinci¶on no se consolid¶o tanto. Es
muy com¶
un que en los art¶³culos de qu¶³mica pura se
aspire a cierta justi¯caci¶on en t¶erminos del uso industrial. Pero al mismo tiempo hay una tendencia a echarse para atr¶as, un rechazo a lidiar con
el ingobernable y enormemente complicado mundo de, digamos, la cat¶alisis industrial. Y en los
ambitos industriales hay una persecuci¶on tras los
¶
t¶³tulos acad¶emicos.
Tal vez la mayor lucha ciega que se da en la
qu¶³mica |ciencia estrechamente vinculada con la
¶
econom¶³a| sea la de revelar u ocultar. Este
no es
un con°icto que, como tal, sea visible en la literatura qu¶³mica, pues una vez tomada la decisi¶on de publicar algo, ser¶a mejor que lo que se publique est¶e bien.
Cuanto m¶
as interesante sea al resultado, ser¶
a m¶
as
probable que los competidores lo veri¯quen. Y puedes estar seguro de que, gustosos har¶an p¶
ublicos tus
errores.
Pero la decisi¶on crucial, si se cuenta con algo de valor comercial, estriba en retrasar la publicaci¶
on hasta \registrar la patente" o quiz¶a no publicarla. Recuerdo la singular historia del descubrimiento de las
sulfas, de Gerhard Domagk, quien estaba trabajando para una compa~
n¶³a alemana, la IG Farbenindustrie. Su extraordinario art¶³culo de 1935 sobre el primero de estos f¶armacos, el Prontosil, da cuenta de
experimentos realizados tres a~
nos antes. Domagk
public¶
o un mes despu¶es de que se le concedi¶
o la patente, no antes.23
A los pocos meses de la publicaci¶on del art¶³culo de
Domagk, un grupo franc¶es encontr¶o que la m¶
as simple sulfanilamida era tan activa como la m¶
as compleja mol¶ecula de Prontosil. Pero la sulfanilami23 P ar a u n a ex p osici¶
on d el con tex to in d u str ial d el d escu b r im ien to d e Dom agk , v ¶
ease J oh n E . Lesch , \C hemist r y an d
Biomedicin e in an In dust r ial S et t in g: T he In ven t ion of t he
S ulfa D r ugs", en S ey m ou r H . Mau sk op f (ed .), C h em ical scien ces in th e Mod er n W or ld , U n iv er sity of P en n sy lv an ia P r ess,
Filad el¯ a, 1993, p p . 158{215.
23
da en s¶³ no ten¶³a ninguna protecci¶
on de patente,
pues su s¶³ntesis y algunas de sus propiedades antibacterianas hab¶³an sido publicadas con anterioridad. Se ha especulado incluso que la IG Farbenindustries sab¶³a esto y retras¶
o la publicaci¶
on hasta que pudiera elaborarse una forma alternativa patentable, el Prontosil. Esta opini¶
on puede encontrarse en James Le Fanu, \What Stopped the Magic Bullet?", New Scientist, 18 de julio de 1985. Para ser franco, yo no he visto las pruebas de esta
suposici¶
on.
El id
Uso la palabra id en el sentido psicoanal¶³tico, aludiendo a la multiplicidad de deseos y miedos instintivos que habitan el inconsciente colectivo. Por un lado, estos impulsos irracionales |de los que la agresi¶
on es el m¶
as prominente| constituyen nuestro lado oscuro. Por otro lado, proporcionan la fuerza motriz para la actividad creativa.
La ciencia est¶
a hecha por los seres humanos y sus herramientas; lo cual signi¯ca que est¶
a hecha por criaturas falibles. Las fuerzas que conducen a la adquisici¶
on de conocimiento son sin duda la curiosidad y el altruismo, motivos racionales. Sin embargo,
la creaci¶
on tiene su origen, seguramente, en lo irracional, en las oscuras y tenebrosas aguas de la psique donde los temores, el poder, el sexo y los traumas de la ni~
nez habitan con todos sus misteriosos
y ocultos movimientos. Y nos incitan. No s¶olo tienen que ver con el car¶
acter y las motivaciones m¶as
profundas: su lado \desagradable" tambi¶en puede
ser la fuerza que mueve al acto creativo. La verdad es que ¶esta no es una justi¯caci¶
on para la falta de ¶etica; ser un buen ser humano es una aspiraci¶
on tan importante para un cient¶³¯co como para
cualquier persona. Pero los cient¶³¯cos no son mejores que los dem¶
as por el solo hecho de ser cient¶³¯cos.
Lo irracional parece encontrarse suprimido e¯cazmente en la palabra cient¶³¯ca escrita. Pero los
cient¶³¯cos son humanos desde luego, por mucho que
en sus art¶³culos pretendan no serlo. Sus fuerzas internas il¶
ogicas pugnan por salir. >A d¶
onde? Si no
se les permite salir a la luz del d¶³a, en la p¶
agina escrita, entonces saldr¶
an sigilosamente o estallar¶an en
la noche, donde las cosas permanecen ocultas y nadie puede darse cuenta de lo repugnante que eres.
Me re¯ero, desde luego, al proceso an¶
onimo de \arbitraje". Cuando yo propongo un art¶³culo a una revista de qu¶³mica, el editor lo env¶³a a dos revisores,
por lo menos, presumiblemente expertos en mi campo. A su debido tiempo (mucho, pero mucho m¶as
r¶
apido, dicho sea de paso, que en las revistas literarias o de humanidades, con las que tengo cierta experiencia), recibo los comentarios an¶
onimos de los
revisores.
24
ContactoS 45, 12{24 (2002)
Durante este proceso de arbitraje se desatan reacciones incre¶³blemente irracionales en cient¶³¯cos muy
nobles y en estas circunstancias racionales. He
aqu¶³ una selecci¶on de algunos dict¶amenes que he
recibido:
A rt¶ ³c ulo 1 : \ La s e spe c ula c io ne s q ue ha y e n e ste a rt¶ ³c ulo
so n de l tipo de la s q ue uno e spe ra e sc uc ha r e n lo s se mina rio s de inv e stig a c i¶o n, o e n la s re unio ne s so c ia le s de
q u¶ ³mic o s c e le bra da s c o n ta rro s c e rv e z a ; c ie rta me nte muc ha s de e lla s ha n sido he c ha s e n mi se mina rio po r j¶o v e ne s
e studia nte s brilla nte s. N a die , sin e mba rg o , ha te nido la
pre sunc i¶o n y e l de sc a ro de c o nside ra rla s dig na s de public a rse , y muc ho me no s e n un info rme e sc rito e n prime ra
pe rso na . Este a rt¶ ³c ulo me pa re c e c o mple ta me nte ina de c ua do pa ra su public a c i¶o n e n una re v ista c ie nt¶ ³¯c a a c re dita da , muc ho s me no s e n JA C S [Jo urna l o f the A me ric a n C he mic a l So c ie ty ].
A rt¶ ³c ulo 2 : (pro pue sto a una re v ista de q u¶ ³mic a pe ro re v isa do po r un f¶ ³sic o ): \ Este a rt¶ ³c ulo no pue de a c e pta rse
pa ra su public a c i¶o n e n Phy sic a l Re v ie w . Lo s a uto re s de be r¶ ³a n c a lc ula r la e ne rg ¶ ³a de e nla c e de e sta e struc tura y
c o mpa ra rla c o n e l g ra ¯to , no s¶o lo pro po ne rla c o mo e struc tura po sible . El m¶e to do a mplia do de H u
Ä c k e 1 c o ntie ne e rro re s de l o rde n de 3 e V ; no tie ne a bso luta me nte ning una utilida d e x c e pto pa ra la public a c i¶o n de a rt¶ ³c ulo s
e n re v ista s de q u¶ ³mic a . U ste de s lo s q u¶ ³mic o s de be n e le v a r su niv e l."
A rt¶ ³c ulo 3 :
\ N o so y y nunc a he sido a dmira do r de lo s e sfue rz o s de H o ®ma nn e n e l c a mpo de
lo ino rg ¶a nic o / o rg a no me t¶a lic o . Pa ra un jug a do r de bridg e , lo s miro ne s e x te rno s, po r inte lig e nte s q ue se a n, no tie ne n ning u
¶ n inte r¶e s. H o ®ma nn e s muy inte lig e nte , pe ro no lo ba sta nte pa ra ha c e r a lg o po sitiv o . Lo s miro ne s, po r muy bue no s q ue se a n, pro nto se v ue lv e n un
fa stidio .
M e pre g unto ta mbi¶e n po r q u¶e tie ne
pre sunc i¶o n de supo ne r q ue to do lo q
JA C S. Este a rt¶ ³c ulo , pa ra c o nside ra
no e ntra a q u¶ ³. N o e s m¶a s q ue la e n¶e
e x te nsa y muy c o no c ida c o la ."
la ta n e x tra o rdina ria
ue ha c e de be e sta r e n
r e l c a so e n c ue sti¶o n,
sima po sic i¶o n de una
Despu¶es de trescientos art¶³culos, puedo tomar estos comentarios sin inmutarme. Pero al principio
ten¶³an un efecto devastador. Desde luego, mis propios comentarios sobre los revisores son completamente racionales y caballerosos (puede el lector imaginar mi sonrisa).
En realidad, la mayor¶³a de los comentarios que recibo sobre mis art¶³culos no son tan insustanciales como ¶estos. Cuando me hacen enfadar trato de verlos en comparaci¶
on con los comentarios que para el
revisor merecieron mis deslices po¶eticos rechazados.
Normalmente no hay comentarios como ¶estos, ninguno en absoluto. S¶
olo un rechazo.
En verdad considero que lo que salva a los art¶³culos
de qu¶³mica de la total insulsez es que su lenguaje est¶a
sujeto a una tensi¶
on constante. Tratamos de comunicar con palabras cosas que quiz¶
as no puedan expresarse en palabras sino que requieren de otros signos: estructuras, ecuaciones, gr¶
a¯cas. Y hacemos un
gran esfuerzo por eliminar la emoci¶
on de lo que decimos |lo cual es imposible|. De modo que las palabras que usamos en ocasiones est¶
an muy cargadas de la tensi¶
on de lo que no decimos.
As¶³ pues, son muchas las cosas que ocurren en un
art¶³culo cient¶³¯co, en y bajo la super¯cie. Dejar¶e
aqu¶³ la cuesti¶
on de la forma en la que se dicen las
cosas (y de las tensiones subyacentes que se revelan
en la escritura y la representaci¶
on de estructura en
qu¶³mica), en otro art¶³culo tratar¶e de la creaci¶
on y el
descubrimiento en qu¶³mica.
cs
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