Yo sí tengo la madre perfecta y tú no

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Yo sí tengo la madre perfecta y tú no
Tamara D. Medina
A mis 33 años debo decir que las perspectivas sobre mi madre han variado innumerables veces, la
he amado profundamente, la he querido, la he odiado, la he extrañado, añorado y me ha hecho
sentir atosigada, conforme los años han pasado he pensado sobre ella miles de cosas, a veces he
pensado que pudo ser mediocre, que es floja, que es muy activa, que es incansable, que no cuida
su salud, que es necia, que es cariñosa, que es empalagosa, que a veces no es tan madura, he
llegado a recriminarle incluso que como psicóloga que es aplique sus conocimientos a mi vida, sí
también le he exigido, la he presionado, puedo decir que es de las relaciones más complejas que
en mi vida he tenido y todo esto porque siempre he querido a la MADRE PERFECTA… y ¿qué
creen? Nunca la he tenido o, tal vez, siempre ha estado aquí.
La vida y múltiples herramientas me han hecho darme cuenta que esa imagen que los comerciales
Kellog’s nos han vendido junto con la imagen y el estereotipo histórico de la madre perfecta de las
tarjetas no existe, es un mito. Y es que ha sido una dinámica más que perfecta, desde niñas nos
enseñan a cuidar a nuestras muñecas, porque VAMOS (invariablemente) a ser madres, que es lo
más maravilloso del mundo y cuando sucede el “milagro de dar vida”, porque ese es nuestro
papel y rol en la vida, este patrón se repite, así que como hija al enseñarme como debo de ser
madre también me enseñaron como mi madre tiene que ser perfecta para mí y saben, no hay
nada más falso que eso. La pura verdad, sí aunque nos duela, es que NO HAY MADRE
PERFECTA, porque todas son humanas y su perfección solo la basamos en todos esos
estereotipos que compramos o nos implantan de cómo deben ser y eso nos genera traumas,
porque deseamos a esa madre perfecta y jamás la tenemos, pero además nunca perdonamos los
trauman que ellas nos generan, porque siempre la cagarán en algo, sin duda alguna.
Algo que no solemos tomar realmente en cuenta es que ellas, hacen su labor y hasta trabajo,
desde su máximo esfuerzo tomando como base sus experiencias, su ideología, sus
conocimientos, su propia y personal consciencia sobre la vida y lo que creen que es lo mejor
conforme a su tiempo e historia, cultura y país o comunidad, porque es lo que son y los recursos
que tienen. Sí con todo eso en ellas es que son nuestras madres.
Cada persona también tiene en su mente un ideal personal de madre, que es muy probable que
nunca tengamos, y para ser realmente felices con ellas, solo nos queda ver la perfección de la
imperfección de nuestras madres y ser conscientes de que no son la virgen de Guadalupe, ni que
son la madre de Kellog’s que le sirve a su niño muy temprano por la mañana reluciente, bella y
feliz su desayuno, sino que son personas, seres humanas con toda una historia que además son
presionadas por su familia, por nosotras mismas, por la sociedad y su cultura para ser las madres
perfectas, que ante cualquier error, que es seguro que cometen, son evaluadas y se les reprocha
esto. Estos reproches pueden ser tan excesivos que llegan a tener consecuencias en los casos de
conflictos procesales judiciales por la custodia de sus hijos e hijas, porque no son las madres
perfectas y pierden en sus casos. Además glorificamos falsamente a las madres y los “esfuerzos y
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sacrificios”, pero socialmente no las apoyamos, no hay leyes que las apoyen realmente, ni
políticas públicas que promuevan la corresponsabilidad social y familiar para el cuidado de la
familia, no solo de los hijos e hijas, continuamos presionándolas para ser perfectas conforme a
nuestros tiempo y si no lo cumplen utilizamos una de las mejores herramientas de control social, la
CULPA.
Cada una de nuestras madres ha hecho su máximo esfuerzo y no solo por ello hay que valorarlas,
sino por las personas que son, porque tienen un valor intrínseco como seres humanas que son. Y
sin embargo, el día de hoy no felicito a mi madre por ser mi madre, eso sonaría de lo más
egocéntrico, sino que le agradezco TODO, sí todo, porque no solo me dio la vida, sino porque
desde sus propias herramientas de vida ha hecho lo que pudo hacer y con ello hoy soy capaz de
ver que es una mujer maravillosa, que no necesita hacer más para serlo, que lo único que le
deseo es que sea feliz, en el modo que ella lo desea y que tenga todas las oportunidades para
serlo todos los días de su vida. Hoy solo quiero liberar a mi madre y decirle que de mi parte ya no
espero a la MADRE PERFECTA, si no que la quiero a ella.
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