June 1, 2016 Vol 1 No 8 Give Drink to the Thirsty …I was thirsty, and you gave Me drink. — Matthew 25:35 Need something to drink? How about a nice, ice-cold glass of water? For the vast majority of us here in the United States, it’s only a tap, refrigerator or bottle away. But for many people in the world, particularly in developing countries, a clean and reliable supply of fresh water is only a dream. We should also be aware that it is not only in far distant lands that people are denied water: in some hospitals water and basic nutrition are withheld from terminally ill patients or those in a coma. This is a great moral evil, and we must raise our voices in witness to the inherent dignity of every human being until the end of natural life. The corporal work of mercy, to give drink to the thirsty, is even more fundamental than giving food to the hungry, because water is a more basic necessity than food. We can survive quite a long time without food; but we will die within days if we don’t get water. In many respects giving drink to the thirsty is also giving them life. Roughly half to two-thirds of the human body is composed of water, including 85% of our brains. “I thirst!” This cry of the dying Christ is on the parched lips of millions of people in our world today. Half a million people die every year from polluted water, and two out of six people still have to carry home the water they use Closer to home, we Californians are certainly more waterconscious as we go through the drought that has visited our state over the past several years. We have gone through such relative privations before, and the danger is that when the drought passes we can resort to old habits that waste water. Perhaps, in light of this work of mercy, we might look on the current restrictions as an opportunity to make lasting changes in our lifestyle; water is always a precious resource. Given the standard of living in our country it is unlikely that we will encounter someone who is dying of thirst. A woman carried her pitcher to the well and there met a man who asked her, “Give me a drink” (Jn 4:7). That simple request began a conversation that changed her life forever. Such is the power of one cup of cold water! Although the barrier-breaking aspect of this Work of Mercy is central, we shouldn’t lose sight of the other, simpler message about thirst and water. Even if we don’t know the numbers, we have a sense that many people in our world lack access to clean water and have to carry it each day from some distance in order to drink, cook, or wash. We can help them practically through charities that can bring a clean water supply to a village for a few hundred dollars. And we can become, ourselves, more aware of the casual way we use and abuse water just because for us it’s so taken-for-granted. It’s no stretch to think that this Work of Mercy urges us to conserve water in our homes. Our church is full of water-symbolism: from our baptismal wetting to the sprinkling of water on our casket at our funeral, through all the blessings with holy water as we enter church each week: we hear the church say in symbols that water gives life. This Work of Mercy takes water out of the church into the home and workplace and streets, and encourages us to give life to others in Christ’s name. This Work of Mercy wasn’t just a matter of getting a drink for a thirsty passerby; there was more involved. Those early Christians remembered the story of Jesus thirsty on the cross – and the cruelty of the soldiers’ offering him sour wine instead of water. They would have understood that this pattern of taunting the outsider in need was something they, too, might soon face. (Remember that Christianity only gained legal recognition three centuries after Jesus’ death.) And they remembered Jesus’ saying that “anyone who gives a glass of water to a disciple because he is a disciple will not lose his reward.” In short, they understood that the command “to give drink to the thirsty” meant this: Care for the needs of outcasts, the people whom others in the majority culture (or those who hold the power) feel free to ignore or even despise. Do the simple, daily acts that erase the (mental or practical) barrier between “us” and “them.” We live in a world that's thirsty. What can we do? “Giving drink to the thirsty” might involve sharing coffee with someone who’s usually not part of the group. “Giving drink to the thirsty” might mean making room at the lunchroom table for the kid who’s usually left to sit alone. “Giving drink to the thirsty” might mean accepting (or offering!) an invitation to share a breakfast or a lunch with an estranged family member. “Giving drink to the thirsty” might be stopping by the home of an elderly neighbor for a chat and tea. “Giving drink to the thirsty” might mean letting the developmentally- or physically-disabled person join in the group instead of being left alone. “Giving drink to the thirsty” might mean welcoming the young parents with a fussy baby who sits behind you in church instead of glaring at them. In a metaphorical sense, “giving drink to the thirsty” might mean offering encouragement, a kind word or a thank-you to some helper around church you tend not to notice – an usher, someone picking up litter in a pew, a server… You get the idea. Now let’s ask God to help us do our part on this work of Mercy “Giving Drink to the Thirsty! 1o de Junio, 2016 Vol 1 Num 8 Dar de Beber al Sediento …Tuve sed, y me disté de beber. — Mateo 25:35 ¿Quiere algo de tomar? ¿Qué tal, un vaso grande de agua fría? La mayoría de nosotros en Estados Unidos, fácilmente abrimos la llave de agua, el refrigerador o una botella. Pero para mucha gente en el mundo, particularmente en países en desarrollo, un suministro limpio y confiable de agua fresca es sólo un sueño. Debemos estar conscientes que no sólo en tierras lejanas se le niega agua a la gente: en algunos hospitales se rehúsan dar agua y nutrición básica a enfermos terminales o en estado de coma. Esto es un gran mal moral, y debemos elevar nuestras voces en testimonio de la dignidad inherente de cada ser humano hasta su fin natural. La obra de misericordia corporal, dar de beber, es más fundamental que dar de comer al hambriento, el agua es una necesidad más básica que la comida. Podemos sobrevivir mucho tiempo sin comida; pero podemos morir en pocos días si no tomamos agua. En varios aspectos dar de beber es dar vida. Aproximadamente la mitad o dos tercios del cuerpo humano, está compuesto de agua incluyendo 85% de nuestro cerebro. “¡Tengo sed! Este grito de Jesús al morir está en los labios secos de millones de personas en el mundo hoy. Medio millón de personas muere cada año de agua contaminada, y 2 de cada 6 personas todavía cargan a su casa el agua que utilizan. Aquí en nuestra casa, los californianos estamos más conscientes del agua a medida que hemos experimentado una sequía en nuestro estado ya por varios años. Hemos aprobado restricciones antes, el peligro es que cuando termine la sequía volvamos a descuidar el consumo de agua. Quizás, a la luz de esta obra de misericordia, podamos considerar las actuales restricciones como una oportunidad para hacer cambios permanentes en nuestros estilo de vida; el agua es un recurso precioso. Dado el nivel de vida en nuestro país es improbable que nos encontremos a alguien que se muere de sed. Una mujer cargaba su cántaro al pozo y ahí conoció a un hombre que le preguntó, “Dame de beber” (Jn 4:7). Esa simple petición comenzó una conversación que cambió su vida. ¡Tal es el poder de un vaso de agua fría! Aunque el aspecto tan importante de esta obra de misericordia es central, no olvidemos el otro, mensaje sencillo de tener sed y agua. Aunque no conocemos el número exacto de gente, sabemos que muchos no tienen acceso a agua limpia y la tienen que cargar grandes distancias para consumirla, cocinar, o lavar. Los podemos ayudar a través de organizaciones benéficas que pueden abastecer con suministros de agua a aldeas por unos pocos cientos de dólares. Podemos llegar a ser, más conscientes en como consumir agua y no gastarla por no saber apreciarla. Esta obra de misericordia nos urge a conservar el agua en nuestra casa. Nuestra iglesia tiene muchos simbolismos del agua: desde el Bautismo hasta rociar agua bendita al ataúd en un funeral. Nos bendecimos con agua cuando entramos a la parroquia: la iglesia nos dice en símbolos que el agua nos da vida. Esta obra de misericordia lleva el agua a nuestras casas, lugares de trabajo y a las calles, y nos llama a darle vida a otros en nombre de Cristo. Esta obra de misericordia es más grande que darle de beber al sediento; implica más. Los primeros cristianos conocían la historia de Jesús sediento en la cruz – y la crueldad de los soldados al ofrecerle vino amargo en vez de agua. Ellos entendían este modelo de crueldad al extranjero en necesidad, sería algo que ellos también enfrentarían en el futuro. (El Cristianismo fue reconocido tres siglos después de la muerte de Jesús.) Ellos recordaban las palabras de Jesús “cualquiera que de agua a un discípulo porque él es un discípulo no perderá su recompensa.” En breve, ellos entendieron el mandato “dar de beber al sediento” significa: cuidar de las necesidades del marginado, la gente ignorada incluso despreciada por otras culturas (que son la mayoría o están en poder). Practica todos los días actos que borran los muros, (mentales y actuales) entre “nosotros ” y “ustedes.” Vivimos en un mundo sediento, qué podemos hacer? “Dar de beber al sediento” significa invitar a alguien a tomarse un café que no es parte de su grupo. “Dar de beber al sediento” significa guardar un lugar en su mesa a la hora de lunch para el joven que por lo regular se sienta solo. “Dar de beber al sediento” implica aceptar (¡o hacer!) una invitación a desayunar o comer almuerzo con un miembro de la familia con quien está distanciado. “Dar de beber al sediento” puede ser visitar a un vecino de la tercera edad, platicar y compartir juntos un té. “Dar de beber al sediento” quiere decir invitar a una persona mental o físicamente discapacitada a unirse a nuestro grupo para que no este solo. “Dar de beber al sediento” es darle la bienvenida a la joven pareja con un bebé muy inquieto que se sientan atrás de usted en la iglesia en ves de matarlos con su mirada. En un sentido metafórico, “dar de beber al sediento” puede ser dar ánimo, una palabra amable o agradecer a un servidor con el que rara vez hablamos en la iglesia por su trabajo – un ujier, alguien limpiando la basura de las bancas, a un ayudante… Usted entiende. Ahora vamos a pedir a Dios que nos ayude a hacer nuestra parte en esta obra de misericordia “¡Darle de beber al sediento!.