el mundo de los muertos

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EL MUNDO DE LOS MUERTOS
Esta exposición combinada inaugura una nueva piel para
la antigua Galería DV de Donostia, ahora reconvertida en
EspacioDV, gestionado por la Fundación COFF y dedicado al
uso de las fotografías como vehículo de aprendizaje y
reflexión, en una serie de muestras contenidas en tamaño
aunque no en pretensiones.
EspacioDV pretende acercarse –y en buena medida lo consigue,
al museo del tercer milenio que vaticina y defiende Umberto Eco; un
espacio que privilegie la privacidad y que huya de la acumulación de
obras, de un envoltorio espectacular y del fetichismo hacia las piezas
originales. Un museo dedicado a una sola obra, con copias para evitar
aglomeraciones y espacios dedicados a los distintos usos,
interpretaciones y estudios acerca de la única obra expuesta. Algo así
se intuye en este recoleto espacio, donde van a convivir fotografías
de autores contemporáneos con obras clásicas; un reducido número
de obras que evite la sensación de hastío, e incluso la posibilidad
nada desdeñable de contemplar una obra clásica en solitario, en un
pequeño rincón a media luz que invita al recogimiento. También,
como complemento, se ofertan una serie de visitas escolares basadas
en el único placer de mirar.
En esta primera entrega de un total de diez a lo largo de este
año y de 2007 se exponen una serie de 8 retratos firmados por la
fotógrafa holandesa Céline van Balen y la fotografía “Full portrait of
man seated” de la pareja Southworth & Hawes, que comparten
espacio en lucha desigual, debido a la enorme distancia que las
separa, en todos los sentidos.
Albert Sands Southworth y Josiah Jonson Hawes asimilaron con
rapidez y enorme destreza la nueva técnica fotográfica que llegó de
Europa y dieron un enorme giro a sus vidas el uno como farmacéutico
y el otro como pintor. Se asociaron de 1843 a 1863 en un floreciente
estudio daguerrotipista en Boston y consiguieron retratar a amplios y
diferenciados sectores de la joven y efervescente sociedad
estadounidense de la época. Por su local pasaron desde destacados
políticos de todo signo, grandes artistas, líderes sociales, religiosos…,
hasta cientos de personas comunes, que deseaban fijar su imagen
para siempre en esa misteriosa placa de brillo metálico que había
cautivado a toda una sociedad, en ese espejo con memoria, como
bautizó a la fotografía el poeta Oliver Wendell Holmes en 1859. Sin
embargo, las principales razones de su éxito, lo que consiguió
destacarlos por encima del resto de fotógrafos fue la perfección
técnica que llegaron a exhibir y sobretodo la belleza deslumbrante
que consiguieron insuflar a sus daguerrotipos, que adquirieron rápida
y popularmente la categoría de obras de arte, algo que colmó sus
aspiraciones, pues ciertamente se consideraban a ellos mismos como
auténticos artistas.
Verdaderamente Southworth & Hawes tuvieron la habilidad de
interiorizar la esencia de la fotografía con una gran rapidez –no hay
que olvidar que ésta se presentó como tal en 1839-, y con una
tremenda clarividencia; comprendieron que la clave residía en
producir imágenes de impacto popular, de gran calidad estética y que
al tiempo aprovecharan la fuerza de la fotografía para ofrecer un
documento creíble acerca de las personas que viven en un lugar
determinado y en un tiempo concreto. Y lo hicieron. El documento
que presentan de la sociedad de su tiempo ofrece sin lugar a dudas
las claves que permiten asomarse a aquellas personas que poco más
tarde se enfrentarían en una sangrienta guerra civil. Las personas
que pueblan sus bellos daguerrotipos nos cuentan tantas cosas –o
quizás más-, acerca de los desastres de la guerra que las fotografías
sobre el terreno de Mathew Brady. La fotografía como documento,
con mayúsculas, la que te atrapa y te persigue, la que te llama desde
el fondo del tiempo, desde el mundo de los muertos. Y claro,
contemplar una de esas bellas imágenes arropado por el ambiente y
la luz adecuados es una experiencia altamente recomendable.
Además, para llegar a ese sanctasanctórum hay que pasar
previamente por las fotografías de Céline van Balen, una fotógrafa
holandesa muy en boga actualmente en el mundo del arte gracias a
sus series de retratos en color de gran formato. En esta ocasión se
exponen 8 retratos de niñas musulmanas, fotografiadas en Europa
entre 1996 y 1998, en un contexto en el que su vulnerabilidad es
extrema, algo sobre lo que la fotógrafa pretende reflexionar en todos
sus trabajos. Yesim, Fatma, Muazes, Sarah….., nos miran
desmesuradamente desde su atalaya, sus rasgos llenan la pequeña
sala de exposiciones, nos clavan sus grandes ojos infantiles en todas
partes. Hay muchas contradicciones en cómo la autora ha
fotografiado y decidido mostrar estas imágenes, y desde luego tienen
mucho que ver con el enorme formato y con el detalle extremo, algo
que por otra parte está muy valorado en el mercado actual de la
fotografía como objeto artístico. Ella identifica la autenticidad de la
vida con la precisión de los detalles, con la máxima nitidez y la alta
definición. Por eso trabaja con grandes formatos que llena con los
pequeños rostros de las niñas, que así nos aparecen gigantescos,
como intrincadas cartografías que pretenden seguramente –y lo
consiguen- , impresionar al espectador. Ella opina que mostrar cierto
tipo de emociones en las fotografías -como sonreir-, es absurdo y por
eso emplea largo tiempo en conseguir de la persona retratada la pose
más adecuada, tiempo que serviría para neutralizar cualquier
emoción o rasgo superfluo de la imagen. Sus retratos transmiten una
pasividad inquietante, una escalofriante calma seductora y
convincente, como miles de personas pudieron comprobar en el
retrato que se utilizó como presentación de la primera edición de la
Feria DFOTO. Decididamente el resultado final está muy por encima
del método empleado, seguramente porque detrás de la perfección
técnica vibra, como en los daguerrotipos de Southworth & Hawes, el
documento en estado puro.
Estimulante inicio del ciclo de EspacioDV, donde es posible
dejarse avasallar por las miradas melancólicas de 8 niñas/divas del
arte contemporáneo y encontrar refugio en el juego visual de un
pequeño daguerrotipo que aporta la calma de lo familiar y la distancia
de lo lejano.
Clemente Bernad 2006
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