Organización de Estados Iberoamericanos Para la Educación, la Ciencia y la Cultura Artículo para el Debate 6 Nivel educativo de la fuerza de trabajo y composición de la ocupación Alfredo Monza Nivel educativo de la fuerza de trabajo y composición de la ocupación1 Alcances de este documento2 Este documento hace referencia a tres trabajos elaborados a partir de una base de datos producida por el SITEAL. Dada la extensión de estos trabajos, no se efectúa una discusión en detalle de sus metodologías y resultados, cometido que escaparía con creces a la extensión prevista para el mismo. En su lugar, el documento se propone discutir la estrategia de explotación de la base mencionada que se siguió en cada documento y los principales problemas teóricos involucrados. Ello requiere que se efectúe previamente un análisis específico de dicha base, ya que su diseño y contenido naturalmente precondicionan los trabajos mencionados. En su primera sección, este documento discute la base producida por el SITEAL, que constituye el referente empírico virtualmente exclusivo utilizado en la elaboración de los tres documentos mencionados. En la segunda parte se compara la estrategia de explotación de la Base seguida en los tres trabajos y se efectúan breves comentarios sobre los mismos, incluyendo el grado en el cual se proponen responder a las preguntas planteadas en la convocatoria para su realización. La tercera parte discute dos cuestiones metodológicas: un problema teórico principal que está evidentemente detrás del interrogante inmediato que surge a partir de la utilización de la Base y el tratamiento analítico del tema de los ingresos. Por último, se incluye un conjunto de recomendaciones de carácter no taxativo con respecto a la continuidad futura de la explotación de una base particularmente rica en contenido y de especial relevancia para el campo de la relación entre educación, producción y niveles de ingreso. 1 © 2008, SITEAL, IIPE-UNESCO Sede Regional Buenos Aires y OEI. Las opiniones del autor expresadas en este artículo no representan necesariamente los puntos de vista de SITEAL, IIPE UNESCO Sede Regional Buenos Aires y de la OEI. Se permite la reproducción total o parcial del material, siempre que se cite claramente el nombre de la fuente, el nombre del autor, el título del artículo y la URL (http://www.siteal.iipe-oei.org), tanto en medios impresos como en medios digitales. 2 Este artículo forma parte del Debate 6 de SITEAL referido a “Tendencias en la relación entre la estructura del empleo no agrario y la educación de los ocupados”. I. Comentarios a la Base producida por el SITEAL La Base representa un esfuerzo significativo en la dirección de producir información relevante en forma homogénea que permita la comparación entre países. Su estructura básica consiste en cruzar diferentes niveles educativos de la población residente en áreas urbanas con la composición por nivel educacional de la ocupación en los sectores secundario y terciario, para los años extremos de la década 1993 2003. La especificación de los niveles educacionales (cuatro) es la convencionalmente adoptada en este tipo de estudios y parece apropiada porque permite alcanzar el mayor grado relevancia en la información proporcionada con el menor costo de desagregación, según se lo acepta comúnmente. La desagregación de los sectores productivos puede considerarse novedosa en tanto introduce, más allá de la dimensión rama de actividad, la distinción formal/ informal entre las distintas actividades productivas. En la opinión de este autor, este enfoque es particularmente valioso para fines analíticos, aunque su utilización abre un campo amplio para la discusión de aspectos técnicos particulares, los que se discuten en lo que sigue. Previamente, se destaca que la desagregación de los sectores productivos participa también del atributo antes mencionado en el caso de la desagregación por niveles educativos, esto es, debe considerarse eficiente porque, desde el enfoque adoptado, constituye la menor desagregación utilizable compatible con la generación de un cúmulo significativo de información relevante. En cuanto a las observaciones técnicas particulares, pueden mencionarse las siguientes. 1. El tipo de material empírico con el cual se construye la Base puede dar lugar a su agregación en distintas categorías (como es el caso que consideramos), o bien puede ser utilizado directamente para un análisis de tipo econométrico en el nivel de los microdatos. No hay ninguna empírico básico consistentes y no estudios basados aclaración. razón a priori para preferir uno u otro tipo de uso del material disponible, ya que ambos constituyen opciones metodológicas excluyentes entre sí. Pero dada la difusión relativamente reciente de en análisis de microdatos de encuestas, parece oportuno hacer esta 2. El criterio básico seguido en la desagregación de los sectores económicos de actividad, cuyo carácter apropiado ya fue mencionado, se basa en la distinción 3. entre un sector formal y un sector informal, donde este último se define conceptualmente en los términos clásicos ampliamente utilizados en los análisis del empleo en la Región. Como se sabe, esta distinción se funda en la hipótesis de la existencia una insuficiencia global del sistema económico para asegurar empleo productivo a la totalidad de la mano de obra disponible. La clasificación formal/informal ha constituido un eje relevante de los análisis del fenómeno del empleo mencionados porque reviste una significación estructural derivada de una manera particular (y aparentemente útil en la opinión de numerosos especialistas) de concebir la dinámica de los mercados de trabajo de los países de la Región. Incidentalmente, no obstante, debe recordarse que la significación del “sector informal” fue drásticamente modificada hace muy pocos años por la Conferencia Internacional del Trabajo de la OIT y por su reunión de estadísticos del trabajo, situación que ha sido resistida por numerosos especialistas y que por ello no ha llegado a ser asimilada universalmente. De todos modos, este tipo de desagregación según se la aplica en la Base del SITEAL presenta un aspecto de detalle y un aspecto de mayor significación que deben comentarse. En cuanto al primero, se considera parte del Sector Informal a “los trabajadores por cuenta propia con ingresos horarios en el treinta por ciento más bajo de la distribución de ingresos de esta categoría ocupacional”, lo que es en sí apropiado. De donde, debe inferirse lógicamente que los trabajadores por cuenta propia restantes (que alcanzan un setenta por ciento del total) deberían estar incluidos en el Sector Formal. Sin embargo, las definiciones proporcionadas no indican esto explícitamente, lo que introduce una cierta confusión o al menos una duda. En cuanto al aspecto más significativo, éste se refiere al tratamiento del servicio doméstico, ya que no se lo distingue en forma explícita sino que se lo subsume en el Sector Informal. Este criterio merece una reserva importante. El servicio doméstico consiste en una prestación de trabajo a los hogares y no al sector productivo strictu sensu. Por razones teóricas, esto indicaría la conveniencia de tratarlo como parte de la ocupación pero en forma separada. Dado que el sector productivo y las categorías ocupacionales correspondientes remiten a la definición estadística convencional de “trabajo” como la de una participación en procesos que produzcan bienes y servicios para el mercado, algunos autores hasta han llegado a observar el carácter no productivo de esta actividad y del trabajo que en ella se realiza (lo que por supuesto no implica una subestimación de las tareas correspondientes y menos aún una actitud deprecatoria con respecto a las personas ocupadas en las mismas). Pero dejando de lado esta observación un poco extrema, subiste el hecho de que la actividad del servicio doméstico presenta una naturaleza que tiene una especificidad idiosincrásica fuertemente diferenciada del resto de las actividades denominadas productivas y ello aconseja la conveniencia de mantenerlo por separado en la desagregación sectorial a los fines de un mejor análisis. Se agregan además argumentos de orden empírico, pero muy relevantes. En primer lugar, este sector convencional de la actividad productiva presenta en los países latinoamericanos un volumen de ocupación muy grande, al punto que en la clasificación internacional convencional de las ramas productivas conforma una de las más numerosas, muy por encima de muchas actividades industriales y de servicios que aparecen en la misma clasificación. No puede por lo tanto hacerse un argumento de irrelevancia práctica con respecto a la objeción teórica planteada. Pero además los ocupados en este sector convencional de actividad presentan atributos extremos respecto del conjunto de los ocupados. En efecto, prácticamente en su totalidad ellos son de sexo femenino, de bajo nivel de instrucción, no jefes de familia y suelen percibir ingresos particularmente bajos. Por otra parte, en cuanto a las características de la actividad en la que se desempeñan, debe destacarse su bajo y estacionario nivel tecnológico, la baja calificación de las tareas realizadas y otras cuestiones tales como la ausencia de todo espacio para una carrera profesional. Estos argumentos enfatizan la conveniencia de que el servicio doméstico sea tratado como un sector diferenciado, ya que las características extremas (tanto personales como productivas) de los ocupados en el mismo tienden a distorsionar los promedios del subsector en el que se los incluya. A esto último se agrega que, según el criterio seguido en las encuestas de cada país, este importante conjunto de ocupados puede aparecer tanto en el subsector de trabajadores por cuenta propia como en el de asalariados de microempresas (o distribuidos entre ambos), lo cual hace todavía más complicado el análisis de los datos y afecta su comparabilidad internacional. Por último, si existieran reservas operativas en desagregar al Sector Informal en tres subsectores, parece preferible reunir en uno solo a los trabajadores por cuenta propia y a los ocupados de microempresas (depurados del servicio doméstico), ya que a los fines del análisis de cuestiones de nivel educativo y de género, la heterogeneidad que puede plantearse entre estos dos últimos es seguramente menor que la que existe entre ellos y el servicio doméstico. 4. Se menciona por último, con respecto a la Base, un aspecto de importancia, que se discute también brevemente. El período elegido es 1993-2003 y es común para todos los países incluidos. Evidentemente, la idea es circunscribir el análisis a un período reciente de duración media, que en el caso de la Región se ha caracterizado en general por la aplicación de políticas de cuño neoliberal, si bien ello reconoce distintas intensidades de aplicación, así como modalidades particulares propias, en cada país. El problema que plantea el criterio adoptado es doble. Por una parte, la experiencia de políticas públicas mencionadas no necesariamente resulta captada en forma satisfactoria por el período fijo adoptado. Según cada país, el período de análisis puede adscribirse genéricamente a “la década de los noventas”, pero los años extremos de ese período pueden diferir, a veces en forma relativamente significativa, de los adoptados en forma común para todos ellos (1993 y 2003). Por otra parte, un criterio metodológico básico en materia de periodización, en especial cuando se plantea una comparación entre puntas, es el de no elegir como años extremos del período fechas que puedan ser anormales o atípicas en forma marcada. Desconozco el caso, en este aspecto, de la mayoría de los países incluidos en la Base, pero en el de Argentina al menos, el año final del período utilizado (2003) no satisface el criterio metodológico recién indicado. En efecto, este año es el primero de un período de recuperación (actualmente en curso) a partir de dos años extremadamente irregulares (2001 y 2002), sobre los cuales no es necesario dar detalles. A ello se agrega el elevado número de “ocupados en planes de empleo” en ese año, lo que es también un elemento distorsionante a los fines comparativos con el año inicial del período, tanto para apreciar el nivel del empleo, como su distribución sectorial y los ingresos. Por lo tanto, la comparación histórica contra el año 2003 adquiere un significado ambiguo y está fuertemente distorsionada para la casi totalidad de las variables analizadas. En síntesis, y por lo menos para Argentina, las dos objeciones recién planteadas indicarían que la “década” 1991-2000 (ó 2001) proporcionaría una periodización idealmente más satisfactoria para el análisis de la “década de los noventas”. Ahora bien, es evidente que el uso de décadas (no calendario) diferentes para los distintos países acarrearía algún mayor costo de producción de la Base, pero, por lo indicado, parece conveniente que por lo menos se examine la posibilidad de introducir alguna flexibilidad por país en esta materia sin que dicho costo resulte excesivo. No debe olvidarse que la fuente de la información son relevamientos anuales. De ese modo, se aseguraría una plataforma de observación mucho más apropiada para los temas planteados. II. La estrategia de explotación de la Base y breve comentario de los distintos documentos Los tres trabajos que se tuvo la oportunidad de revisar se inscriben en dos estrategias diferentes de explotación de la Base del SITEAL. Dos de ellos, el de Agustín Salvia sobre Argentina y el de Leandro Sepúlveda V. y Víctor Zuñiga sobre Chile, consisten en análisis históricos de la relación entre nivel educativo, estructura por educación de la ocupación e ingresos laborales desarrollados para un país particular. El tercero (de Carlos Muñiz Izquierdo y María de los Ángeles Núñez Górnez) aborda, en cambio, un análisis comparativo para todos los países incluidos en la Base. Ambas estrategias son en principio legítimas, pero cabe discutir la eficacia que puede esperarse de cada una de ellas. En efecto, el primer tipo de abordaje no excluye - sino que por el contrario estimula- la posibilidad de que en una segunda etapa, una vez completados los estudios para la totalidad o la casi totalidad de los países, se lleve a cabo un análisis regional comparativo en base a los resultados encontrados para los distintos países individuales. Por el contrario, el segundo tipo de abordaje no permite recorrer este camino en sentido inverso ya que adopta de partida y en forma directa el formato de una comparación. Desde esta perspectiva, tal vez el criterio de comenzar completando los estudios individuales para abordar luego el nivel comparativo regional puede permitir una comprensión más profunda de la situación generada en cada país y también enriquecer el análisis regional mismo. Los dos primeros trabajos mencionados presentan una estructura dentro del enfoque adoptado que es similar y por otra parte, la habitual en este tipo de análisis. El trabajo sobre Argentina comienza por una discusión que es muy interesante y pertinente sobre aspectos generales de contexto (crisis y deterioro del mercado de trabajo; y cambios seculares en los perfiles educativos y de género de la fuerza de trabajo). Sin embargo, la extensión de esta parte introductoria o contextual (cerca del 40 % de todo el trabajo) puede juzgarse algo excesiva. Por último, en relación a este trabajo sólo se menciona un aspecto técnico particular y otro más general, ya que como se indicó arriba, un examen crítico exhaustivo escapa a los alcances de este documento. El aspecto técnico particular se refiere a la medición de los diferenciales de ingreso por género en el cual el trabajo hace aportes interesantes pero insuficientes porque, como es sabido, una estimación de tales diferenciales requeriría que previamente se normalizaran los salarios diferenciales por el grado de complejidad de la tarea. En cuanto al aspecto técnico más general, se refiere al controvertido tema de las eventuales implicancias causales del aumento del nivel educativo de la fuerza de trabajo sobre la estructura por nivel educativo de la ocupación, tanto agregada como por sector y subsector, y sobre los ingresos laborales. Éste es probablemente el tema de mayor interés que puede plantearse a partir de la Base del SITEAL y, por lo menos, el que ha sido más abundantemente discutido. Su examen, sin embargo, requiere abordar un planteamiento teórico que en rigor es la materia de la Sección III. En cuanto al segundo trabajo de este grupo (sobre Chile), debe destacarse la meticulosidad del análisis descriptivo de las cifras, tal que, desde este ángulo, puede afirmarse que la base ofrecida resulta explotada al máximo. Además, en su última sección se agregan incluso otras variables derivadas que resumen algunas dimensiones de la Base (como los Índices de Nivel Educacional y de Variación de la Tasa de Salarios). Sin embargo, y paradójicamente, tal profusión de datos puede resultar en alguna medida contraproducente porque, no obstante la inclusión de algunos comentarios pertinentes de los autores, terminan desdibujándose y se pierden de vista muy probablemente las líneas más relevantes de los cambios que se intenta analizar. El tercero de los trabajos mencionados (Análisis Comparativo Regional) se concentra en verificar un número muy elevado de hipótesis particulares a través del método de las tablas de contingencia. Dejando de lado los alcances y limitaciones intrínsecos de este método, pueden hacerse otros comentarios de carácter sustantivo. En primer lugar, el número de hipótesis particulares verificadas es sorprendentemente elevado. Ellas especifican impactos sobre la evolución de la ocupación formal e informal de la actividad económica, del comercio internacional, de la urbanización, del crecimiento demográfico y del desarrollo educacional; o bien, de la escolaridad sobre la rentabilidad y del desarrollo educacional sobre la subocupación. Pero además otras hipótesis especifican relaciones que vinculan la distribución sectorial de la ocupación con la evolución de la ocupación formal e informal, o bien con la rentabilidad económica de la educación. Todo ello, elaborado sobre un conjunto de seis países. Si bien se aclara que estas hipótesis deben ser consideradas “de trabajo”, ellas no son objeto de reflexión teórica ni están referenciadas a estudios empíricos, ya que se sostiene que son suficientemente conocidas. Con lo cual, la enorme cantidad de impactos y relaciones (asociaciones) examinadas no deja espacio para una reflexión analítica sustantiva que sea ordenadora sobre la relación entre educación, producción e ingresos. El material ofrecido, trabajosamente elaborado, no parece ir más allá sin embargo de un conjunto de cuadros de trabajo. En síntesis, se maneja un cúmulo enorme de relaciones causales o de asociación cuya utilidad práctica como un aporte (no mediato) al conocimiento de la relación entre educación, ocupación e ingresos laborales puede ponerse seriamente en duda. Por último, es de interés comparar los tres trabajos desde del punto de vista de las preguntas para el debate planteadas en la convocatoria a realizarlos, si bien este listado es evidentemente no taxativo. Estas preguntas son siete, de las cuales seis tienen un carácter descriptivo (aunque no por ello ellas son irrelevantes) y una última presenta mayor densidad analítica o teórica. Ésta se refiere al eventual efecto causal (“implicancias”) que habría tenido “el aumento del nivel educativo…(de) los ocupados” sobre su “inserción en el mercado laboral”. En tanto la respuesta a esta pregunta plantea algunas complejidades teóricas, la discusión del tratamiento que ella recibe en los tres trabajos considerados se difiere para la sección III. En cuanto a las seis preguntas restantes (de carácter descriptivo), los dos primeros trabajos contienen un análisis detallado de la Base y dan cuenta prácticamente de todas ellas. El tercero, por su abordaje del tema y la metodología aplicada, se refiere a estas preguntas en forma menos directa. III. La eventual causalidad del nivel educativo sobre la producción y los ingresos Naturalmente, el área de la relación entre educación y trabajo (y el tipo de información estadística seleccionada en la Base) contiene de hecho dos preocupaciones principales de gran relevancia para la política social; en particular, para la educativa y la de ingresos. Ellas son el grado de influencia de los cambios (normalmente, mejoramiento) del nivel educativo de la población sobre los cambios de la “densidad educativa” de la producción; y (mediado por lo anterior) sobre las condiciones materiales de vida de los hogares. Ambas han sido objeto de abundante discusión y son evidentemente de gran importancia para esos dos campos de las políticas públicas. El punto de partida está dado por tres elementos: los cambios en el nivel educativo de la población, los cambios en la composición por nivel educativo de la ocupación y los cambios en los ingresos laborales. Sobre todos ellos existe por lo general información relativamente completa y fiable. El problema reside en establecer qué grado de determinación puede esperarse entre los tres cambios mencionados. Para ello, es necesario disponer de un marco teórico o hipótesis consistente y completo y que se lo especifique en forma explícita, lo que se intenta a continuación. En primer lugar, en relación con los dos primeros elementos, es necesario tener presente por empezar que los cambios en la composición por nivel educativo de la ocupación total y por sector y subsector dependen, en forma casi exclusivamente contable, de tres factores: • los cambios en la tecnología de producción que regulan los requerimientos educativos propios de cada actividad productiva específica; • la composición de los agregados correspondientes en términos de las actividades específicas; y • la existencia o no de lo que ha dado en llamarse “subocupación por sobrecalificación”. No parecería que los cambios en el nivel educativo de la población puedan tener un efecto causal inmediato sobre los dos primeros factores. En efecto, por un lado, la tecnología de producción de las actividades específicas evoluciona como resultado de una variedad de efectos (como ser el desarrollo científico tecnológico aplicado, tanto en materia de procesos como de productos; la formación de capital; el dinamismo innovativo de las empresas; etc.). Todos ellos son relativamente inmunes a una influencia inmediata de los cambios en el nivel educativo, si bien estos últimos pueden en el largo plazo ejercer alguna influencia. Por el otro lado y de modo análogo, no cabe esperar que los cambios en el nivel educativo pudieran tener un efecto causal inmediato sobre la composición por actividad de un agregado de producción. Esto último se determina por factores tales como el ritmo de crecimiento, la distribución del ingreso, el grado y modalidad de la apertura externa, etc., los que son también relativamente inmunes a los cambios en el nivel educativo de la población, sin perjuicio de admitir algún efecto mediato difuso derivado del importante carácter sistémico de la educación. En rigor, el único de los tres factores que admitiría la postulación de una influencia directa desde el nivel educativo es el de la sobrecalificación de las personas con respecto a los requerimientos educativos del puesto de trabajo. Este fenómeno es bien conocido y se asocia con el denominado “credencialismo” y parece ser que a menudo asume el carácter de una respuesta a la sobreoferta de personal calificado. Esta respuesta puede ser activa, cuando es parte de una política de personal de las empresas en el contexto planteado; o bien pasiva, si es simplemente el resultado de un proceso de selección de postulantes que no controle por sobrecalificación. En segundo lugar, ¿qué influencias cabe esperar de los cambios en el nivel educativo sobre los ingresos laborales, presumiblemente mediada por los cambios en el perfil educativo de la mano de obra ocupada? Existe una línea de aproximación importante a esta cuestión, referida comúnmente como “economía de la educación”, según la cual el nivel educativo del trabajador tiene, vía la productividad, una influencia directa virtualmente exclusiva sobre el nivel de su remuneración. Otros abordajes en cambio ubican la determinación de los ingresos laborales en un plano diferente. En el caso de los salarios, priorizan las políticas de ingreso, la puja remunerativa, la segmentación del mercado de trabajo, las políticas de personal de las empresas, su rentabilidad e, incluso, la abundancia o escasez de cada tipo de recurso humano en el mercado. En cuanto a los ingresos laborales de los trabajadores independientes (los que representan en los países de la Región un importante porcentaje del empleo total), se consideran otros determinantes distintos de su nivel educativo, referidos más bien a aspectos del funcionamiento de los mercados en los que colocan su producción. Por lo tanto, desde la mayoría de las perspectivas teóricas planteadas, la pregunta sobre las implicancias (inmediatas) de los cambios en la educación sobre las remuneraciones al trabajo tiene una respuesta virtualmente vacía. Esto explicaría por qué en los tres trabajos considerados la consideración de esta cuestión no va comprensiblemente más allá de reflexiones de carácter descriptivo, o bien de giros laxos sobre la causalidad que se examina, cuando no de hallar una respuesta negativa a su existencia. En la cuestión que se acaba de discutir, inciden también algunos aspectos de la base a partir de la cual se efectuaron los trabajos, pero el punto central es la necesidad de clarificar algunos aspectos de lo que se busca, o bien se plantea hipotéticamente, en materia de educación e ingresos laborales. Esto se discute en la sección siguiente. IV. Educación y distribución del ingreso Un primer punto en materia de determinaciones causales entre los dos campos del título se refiere a si por “distribución del ingreso” se entiende el problema de la remuneración a un trabajador o si, en cambio, se está haciendo referencia a la cuestión del nivel de vida de los hogares. Sin duda lo primero es un componente de lo segundo, pero no sucede lo mismo a la inversa. En cuanto a la remuneración de un trabajador, la Base provee información sobre ingresos horarios promedio para los distintos niveles educativos y los distintos sectores y subsectores de la producción. No está suficientemente claro si estos ingresos horarios están medidos en unidades monetarias corrientes o en unidades monetarias constantes de un año base, esto es, deflacionados por un índice de precios conveniente. Desde el punto de vista de la relación entre los distintos tipos de ingresos considerados (por nivel educativo y por sector), la información expresada en unidades monetarias corrientes puede ser suficiente para medir los diferenciales y su evolución en el tiempo (al menos en tanto pueda hacerse el supuesto de que la canasta de consumo de distintos tipos de trabajador es la misma, el que es aceptable por razones prácticas en el nivel del análisis macroeconómico). Pero si el análisis de los ingresos laborales apunta a examinar cuestiones de nivel de vida, es imprescindible disponer de información sobre los mismos expresados en unidades monetarias constantes. Pero además el análisis del tema debe plantearse en el nivel de los hogares y tiene así un alcance más amplio y comprensivo que el que presenta el problema de los ingresos de un trabajador. El análisis del tema en los trabajos muestra algunas limitaciones, en parte derivadas de limitaciones de la Base misma. A continuación se discuten algunas de ellas brevemente. En primer lugar para pasar de las remuneraciones horarias (que es la medida apropiada del costo de un recurso humano de una dada calificación) a los ingresos laborales del trabajador se requiere involucrar a las horas trabajadas, información no disponible en la Base. En efecto, a menudo los cambios en estas dos variables no se dan en la misma dirección y, en todo caso, ambos cambios pueden acumular en la evolución de los ingresos del trabajador o bien generar un efecto de compensación. En alguna medida, parecería que la inclusión en la Base de la variable Tasa de subocupación (horaria) por nivel educativo y sector económico apunta a tomar en cuenta estos efectos. Llama la atención que en algunos de los trabajos el análisis de la subocupación que se agrega al de los ingresos horarios, no sólo apunta a lo que acaba de indicarse, sino que además se intenta postular una probable asociación causal entre ambas variables de la Base. Puede discutirse a priori en qué medida una asociación de este tipo es esperable, o se trata más bien de dos fenómenos relativamente independientes entre sí. De todos modos, para apreciar de manera completa la eventual existencia de una influencia de los niveles educativos sobre la situación de ingreso real de los hogares el cuadro está hasta aquí incompleto. En efecto, sería necesario también incluir en el análisis a la composición por nivel educativo y por sector de los desocupados, esto es, de los ¨trabajadores¨ con ingreso nulo. Recién entonces, con este despliegue completo de las variables involucradas podría intentarse un análisis de los efectos (si existieren) de los cambios en el nivel educativo de la educación sobre las condiciones materiales de vida de los hogares. De todos modos, el cuadro completo que acaba de plantearse es sumamente amplio, lo que hace virtualmente imposible que la verificación de la existencia de un efecto causal entre perfil educativo y condiciones de vida, así como la identificación de sus características en caso afirmativo, pueda ser resuelta en un único trabajo elaborado a partir de una base de datos básicos integrados. En su lugar, se requeriría llevar a cabo un conjunto de trabajos particulares sobre una variedad de aspectos específicos, con metodologías diversas. Ellos en su conjunto podrían ir conformando un cúmulo de conocimientos que contribuyan a clarificar la eventual existencia de un efecto significativo de determinación del mejoramiento de los niveles educativos sobre las condiciones de vida. En otras palabras, la pregunta planteada en la convocatoria de los trabajos a la que estamos haciendo referencia excede con creces los alcances imaginables de la información que contiene la base del SITEAL. V. Algunas sugerencias sobre la continuidad futura de esta línea de trabajo Se efectúan a continuación algunas sugerencias, de carácter no taxativo, con respecto a la programación de una eventual continuidad para el desarrollo de esta línea de trabajo, que están implícitas en la discusión anterior. Las sugerencias son de tres tipos. En primer lugar, sobre la conveniencia de introducir algunos ajustes en el diseño de la Base con miras a perfeccionarla, las que se indican a continuación. • periodización Manteniendo el criterio de duración del período de análisis en alrededor de una década y haciendo explícito el de ser atribuible a la aplicación de un cierto modelo de políticas económicas, establecer períodos del orden de una década no estrictamente uniformes para los distintos países, los que pueden determinarse a partir de una consulta con informantes clave. Por otra parte, debería ponerse especial cuidado en verificar que tanto el año inicial como el año final del período elegido para cada país no presenten anomalías extremas, sobre todo porque se plantea una comparación entre puntas. • servicio doméstico Se sugiere fuertemente mantener esta actividad dentro del Sector Informal pero por separado por su naturaleza diferenciada del resto de la ocupación y para evitar que las características personales de los ocupados en ella distorsionen el agregado del cual formen parte. Incluso, al punto de agregar en un solo subsector a los trabajadores por cuenta propia y a los ocupados en microempresas restantes si se considerara conveniente no aumentar el número de subsectores. • programas de empleo En el caso de que las cifras de ocupación que se manejen contengan un volumen significativo (digamos, mayor a un 10 ó 15%) de beneficiarios de programas de empleo, para evitar que puedan introducirse distorsiones en el análisis puede ser conveniente hacer la aclaración respectiva, sin que se considere necesario efectuar una cuantificación explícita por razones de economía de construcción de la base. • medición de los ingresos horarios Expresarlos en unidades monetarias constantes, mediante la deflación de los ingresos monetarios corrientes por un índice de precios al consumidor, para medir la influencia de los mismos sobre el nivel de vida de los hogares. Alternativamente aunque en este caso no se lo sugiere -, la deflación podría operarse con un índice de precios de productor si se busca esclarecer cuestiones de costo y no de bienestar. • horas trabajadas Sería útil agregar algún índice de horas trabajadas, respetando las desagregaciones por nivel educativo y por sector económico, de estar disponible esta información. En caso contrario, siempre se puede aproximar este índice con el cociente de los índices de ingresos totales e ingresos horarios de los ocupados. • desocupados Un análisis completo de la relación causal (o bien, simplemente, de la asociación) entre educación e ingresos, requiere que se considere también el caso de los desocupados. En la mayoría de las encuestas de hogares ejecutadas en la Región, éstos pueden abrirse por nivel educativo y (sólo para los cesantes, no para los entrantes en búsqueda del primer empleo) también por sector económico de producción. En segundo lugar, se sugiere establecer para los distintos trabajos pautas algo menos laxas para su desarrollo en unos pocos aspectos específicos, de manera de alcanzar un mínimo de uniformidad que potencie la utilidad del conjunto, aunque asegurando que no se incurra en rigideces que no respeten las peculiaridades propias de cada país y la concepción básica de la relación entre educación, producción e ingresos que tenga cada consultor invitado. Entre estas pautas, se mencionan las dos siguientes. Por un lado, establecer que los trabajos deban realizarse para países específicos y no abordar análisis comparativos para conjuntos de países; eventualmente, para todos los incluidos en la Base. Ello no supone desechar por irrelevante el abordaje comparativo, sino todo lo contrario, ya que debería preverse éste para una segunda etapa. Se aseguraría además que los trabajos sean suficientemente homogéneos, lo que aumentaría la eficacia analítica del conjunto. Por el otro, podría ser conveniente indicar un breve listado de temas particulares a ser considerados, en la línea de las preguntas planteadas en la convocatoria, pero con una estructura más elaborada y discriminando entre aspectos de análisis descriptivo que releven el campo de estudio y aspectos que involucren asociaciones o determinaciones causales. Por último, visto el profuso desarrollo reciente de estudios econométricos sobre microdatos de las encuestas, puede ser conveniente contemplar esta posibilidad como una línea diferente complementaria cuyo desarrollo podría ser eventualmente promovido en el futuro. En tercer lugar, podrían efectuarse un conjunto de recomendaciones sobre el “estilo” de los documentos que se elaboren, siempre con un grado razonable de flexibilidad, pero tratando de contribuir a la generación de productos que sean más aptos para llegar a un público más amplio que el de los especialistas (vg. círculos políticos y medios de comunicación). En esta dirección, podría indicarse la conveniencia de que en la introducción de los trabajos se abunde en un planteo conceptual de la problemática bajo estudio; de incluir una identificación adecuadamente explicativa para el público arriba mencionado de las principales hipótesis teóricas en debate; de seguir una disposición del material cuantitativo que reserve para anexos los cuadros detallados y privilegie en el cuerpo de los estudios presentaciones más compactas de los resultados empíricos, jerarquizando de este modo la relevancia de algunos resultados por oposición a otros de interés más secundario; y, por último, que se trate de vincular estos resultados principales con opciones de la política pública.