EL LIBRO DE LA SEMANA El hombre fuerte de una era crucial Una biografía firmada por Joseph Pérez, recién premiado con el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, analiza las luces y sombras del poderoso cardenal Cisneros Cisneros, el cardenal de España Joseph Pérez Taurus. Madrid, 2014 368 páginas. 20 euros Por Carlos Martínez Shaw tiempo. Sin embargo, tras esta primera declaración genérica, el hispanista analiza no solo las luces, sino también las sombras, de un personaje al que enjuicia (después de dejar asentada la pulcritud de su vida privada, ejemplar en la práctica de la ascesis cristiana) sobre todo como eclesiástico reformador y como estadista en tiempos difíciles. En el plano de la reforma de la Iglesia, el autor pone de relieve los esfuerzos de Cisneros a favor de la promoción moral e Esta batalla está de alguna manera vinculada a su mayor creación en el terreno cultural, la Universidad de Alcalá de Henares y su producción más emblemática, la Biblia Políglota Complutense. Tanto el prestigioso centro universitario como su realización estelar no respondieron, sin embargo, a un objetivo estrictamente humanista, sino que, como ya señalara Marcel Bataillon, fueron un instrumento puesto al servicio de la formación del clero y de la mejor comprensión de la Biblia y de la DADO QUE DISPONEMOS de una completa biografía del cardenal Francisco Ximénez de Cisneros gracias a la considerable obra de José García Oro (dos volúmenes publicados en 1992-1993 por la Biblioteca de Autores Cristianos), el conocido y prestigioso hispanista Joseph Pérez ha podido prescindir de gran parte de los aspectos concretos de su trayectoria vital para centrarse en las cuestiones más relevantes y más debatidas de la obra del personaje, considerado en su doble vertiente de estadista y eclesiástico, que era la opción más plausible de todas las que se ofrecían a la hora de revisitar a una figura tan significativa de un momento crucial de la historia de España. En la introducción el autor señala las etapas en que puede considerarse dividida su vida: unos “años oscuros” (casi sesenta si aceptamos 1436 como la incierta fecha de su nacimiento) y unos años de actividad pública: algo más de veinte, desde su promoción a arzobispo de Toledo (1495), siguiendo por su nombramiento como cardenal e inquisidor general (1507) y su desempeño como gobernador de Castilla (en 1506-1507 y 1516-1517) hasta su muerte en Roa cuando an- El cardenal Cisneros ante las obras del hospital de la Virgen de la Caridad de Illescas, obra de 1892 de Alejandro Ferrant. daba en demanda del rey y futuro emperador Carlos V. Veinte años durante los cuales su autoridad se intelectual del clero, especialmente en su hizo sentir en todo el reino, donde fue el diócesis toledana, donde trató de imponer verdadero “hombre fuerte” de la política una conducta ejemplar tanto a los canóniy de la Iglesia, y donde realizó las princi- gos de la catedral como a los sacerdotes pales obras que le han valido el reconoci- dedicados a la cura de almas (atacando la miento de la posteridad: el mantenimien- relajación de las costumbres, la práctica to de la autoridad, la reforma eclesiástica, del concubinato, el absentismo generalizala política norteafricana, la fundación de do, el abandono de la catequesis y demás la Universidad de Alcalá y el impulso pa- deberes de su ministerio), así como de prora la publicación de la Biblia Políglota curar la elevación del nivel cultural de los pastores que debía repercutir en el progreComplutense. En su aproximación a la figura de su so de la formación religiosa de sus feligrebiografiado, Joseph Pérez emite una valo- ses. Sin embargo, los resultados obtenidos ración general favorable, recurriendo in- fueron bien parcos, si estudiamos la situacluso al apoyo de una frase ocasional de ción del clero del Siglo de Oro, aquejado Pierre Vilar, que hacía del cardenal un en gran manera de los mismos vicios que hombre moderno, “quizás el más pers- el cardenal trató de combatir con un denopicaz y progresista” de la Europa de su dado esfuerzo. Hispanismo heroico Los tesoros de Medina Sidonia (A la sombra de la muerte) Johan Brouwer Prólogo de Hendrik Henrichs Traducción y epílogo de Isabel-Clara Lorda Vidal Berenice. Córdoba, 2014 280 páginas. 18 euros Por Isabel Ferrer EL DOBLE TÍTULO DE LA PRIMERA novela traducida al español del hispanista holandés Jo- legiado de la pugna entre las dos Españas; renegado del bando insurgente durante la Guerra Civil y partidario luego de la República, su trágico final como héroe de la Resistencia en su país, componen solo algunos pasajes de una biografía que supera cualquier ficción. Quizá por ello, Maarten van de Moer, el seudónimo elegido para firmar la primera edición en 1939, sea también su alter ego. Un tipo que entra en la Guerra Civil como brigadista internacional y acaba inventariando las obras de arte escondidas en los sótanos de la iglesia de San Francisco el Grande, en Madrid. erudición del autor y el profundo conocimiento de la cultura española, unido a sus demonios personales, dan un vuelco argumental. Según el rumor popular, la Iglesia se libró de las bombas porque la protegían fuerzas superiores. De su lado, Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia, comandó la Armada Invencible en 1588 y necesitaba el tesoro en cuestión. La mezcla de ambos ingredientes otorga al relato un aire de novela gótica, donde conviven la historia, el misterio y la parapsicología. Una ciencia alternativa muy en boga en su momento practicada por el autor, amante de lo inexplicable. Brouwer, aun siendo en su día más conocido que su colega británico Gerald Brenan, nunca ha llegado a España y tal vez se deba a lo difícil que resulta etiquetarle. No enca- teología positiva. Aunque hay que decir que estos propósitos tampoco fueron ajenos a algunos humanistas. Esta orientación emana de la inspiración fundamental que subyace en la obra del cardenal Cisneros, más cercana a las corrientes del mesianismo de la observancia franciscana, del misticismo de Ramon Llull y del milenarismo de Girolamo Savonarola. Una orientación puesta de manifiesto en su comportamiento durante su estancia en el reino de Granada, donde se enfrentó con inusitada intolerancia al problema de los elches (cristianos convertidos al islam), forzó con violencia el bautismo de los moros y se entregó con pasión a la quema pública de libros musulmanes en la plaza de Bibarrambla, hasta el punto de incurrir en la desaprobación explícita de los Reyes Católicos por una actuación que el autor califica de “brutal” frente a los métodos más contemporizadores de Hernando de Talavera. Y también presente en el espíritu de cruzada que impulsó toda su política norteafricana, con los resultados efectivos de la toma de Mazalquivir, Orán, Bugía y Trípoli, ya que el objetivo final avizorado era la reconquista del África que había sido cristiana bajo san Agustín y naturalmente la ocupación de Tierra Santa. Finalmente, Cisneros aparece como un verdadero hombre de Estado. No puede exagerarse el significado de su actuación en el ojo del huracán de una época especialmente agitada, jalonada por la muerte de la reina Isabel, el ascenso al trono de su hija Juana casada con Felipe el Hermoso, la muerte de este último, la incapacidad de su viuda, la injerencia del rey Fernando de Aragón en los asuntos castellanos, la muerte de Fernando, la proclamación de Carlos de Gante como rey, la infructuosa cabalgata del cardenal para salir al encuentro del nuevo monarca. Sobre todo, Joseph Pérez destaca su sentido, más que de servicio al rey, de servicio al reino, más que de lealtad dinástica, de lealtad a los súbditos. La política estaba “destinada principalmente a la defensa del bien común, de la justicia y del orden público, situándose siempre por encima de las facciones y de los partidos”. Y los políticos debían huir ante todo del monstruo de la corrupción, pues, como decía el cardenal, “él sabía que muchos habían venido a la casa real con muy poca hacienda y que, puestos en oficios, desde cuatro o cinco años, labraban grandes casas, compraban haciendas y hacían mayorazgos (…) de manera que (…) o lo robaban al rey o al reino, y que era gran cargo de conciencia del príncipe consentirlo”. Una advertencia que, cinco siglos después, podría serle de aplicación al actual Gobierno de España. O Semprún, embajador español en La Haya y padre del escritor Jorge Semprún. Su relación con Ortega y Gasset fue más estrecha, y el pensador le debe al holandés el éxito de La rebelión de las masas en los Países Bajos. Pero cuando Ortega declina tomar partido durante la guerra española, Brouwer critica “a los que animan el ideal republicano y luego no hacen nada”. Que su vida acabara en 1943 frente a un pelotón nazi de fusilamiento, junto con otros resistentes, por destruir las fichas de 70.000 vecinos judíos de Ámsterdam, cierra un círculo apasionante. Hasta los años cincuenta, Brouwer era una leyenda por haber luchado por la libertad y la dignidad. Una década después, su nombre ya sonaba solo en los círculos hispanistas. Al fin en español, el libro tiene también un significado espe-